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CAPÍTULO 1. El muro más infranqueable… se llama Annie


Muchos meses habían transcurrido ya del nefasto Retumbar. Pero sólo entonces, cuando por fin las calles fueron desalojadas de cadáveres y las casas reconstruidas, Paradis empezó a recuperar el color vivo que había perdido. La maldición titán desapareció, pero varios guardias tenían un cerco que delimitaba la proximidad al árbol del origen de la vida, donde se sospechaba que todo tuvo un comienzo. Por lo menos los muros ya no existían. Ahora, la vista podía perderse a cientos de kilómetros y tener únicamente naturaleza.

Annie estaba doblando su uniforme de Policía Militar en una caja. Antes de ponerle la tapa se quedó largo rato estudiándolo… todos los uniformes habían sido ya renovados en la actualidad y Paradis había reorganizado las tropas de otra manera. El Cuerpo de Exploración ya no tenía sentido de ser, pues ya no había ningún titán ni zona que estudiar especialmente, el mundo era gigantesco y tenía las puertas abiertas a todo turista. El único problema es que la humanidad, pese a los intentos de la antigua legión, decreció en una cantidad indigesta. Nadie quería decirlo ni pensarlo en voz alta. Annie cerró los ojos rememorándolo. Cuando los volvió a abrir, ahí estaba de nuevo su uniforme con la insignia del unicornio. Guardó la caja en su armario y sacó el nuevo uniforme de la Policía Militar.

—Annie.

La rubia movió sólo medio rostro hacia la voz, con su usual expresión impávida.

—Mikasa está ya lista. ¿Vamos? —Jean se ajustó la capa al cuello. Annie asintió.

Sala de reuniones del Palacio Real

Annie observaba de reojo a la criatura recién nacida que una de las matronas se llevaba de la sala. La hija de Historia vino al mundo hacía escasos días, sin embargo la reina ya se puso manos a la obra con la dirección del nuevo gobierno de Paradis. No estaban acostumbrados a la palabra descanso.

—Annie, tú has sido asignada al custodio de armamento militar en el Distrito de Shiganshina. Es el más periférico y sabemos que el tráfico de droga y armas está aumentando. Tendrás que echar un vistazo e irme informando con prontitud. Armin, Mikasa, Jean y Connie tendrán el mismo destino. Se os asignará un cuartel para que viváis allí junto al resto de mis enviados. ¿Alguna pregunta?

Annie guardó silencio sepulcral. Mikasa y ella, similares en no exteriorizar jamás sus emociones, permanecieron calladas. Fue Armin quien habló.

—¿La misión durará hasta que encontremos a la mafia de Rusty?

—Así es —asintió la pequeña rubia—. Están desapareciendo mujeres y niños así que… tristemente el tráfico no sólo es de armas y de droga. Si pudiera encargarme yo misma de él, lo haría.

—Necesita reposar —alegó la matrona desde la puerta, que ya había hecho las suficientes buenas migas con la reina como para permitirse meter un poco las narices donde no le correspondía. Historia miró de soslayo a su bebé e inspiró despacio.

—Pero si tenéis la oportunidad de traerlo vivo, hacedlo. Prefiero que pase el resto de su vida en una prisión subterránea antes que acabar con su vida. ¿De acuerdo?

Mikasa asintió y se puso en pie, junto a los demás. Armin permaneció pensativo en su silla un rato más, pero finalmente también se irguió. Mientras todos se iban dispersando hacia la salida tras hacer su reverencia, Armin paró un instante a conocer a la pequeña. Le sonrió y acercó un dedo, pero la bebé parecía estar aún algo adormilada. Annie dejó de andar al contemplar la escena e Historia pasó justo por delante de ambos, girándose con una mirada divertida hacia su antigua compañera.

—¿Quieres cargarla, Annie? —preguntó la reina, haciendo que la soldado diera un pequeño respingo y abriera más los ojos.

—¿Quién, yo? No, yo no…

—Venga tonta. Seguro que le caes genial —dijo Historia animándola, tomando a su hija con cuidado de los brazos de la matrona. Annie negó con la cabeza despacio, dando un paso atrás.

—Historia, no querría… —paró de hablar en cuanto le acercó aquel minúsculo cuerpo al pecho, y por inercia Annie adecuó sus brazos al bebé, mirándolo con extrema curiosidad. Le llegó el suave aroma que desprendían todos los niños pequeños. Era tan frágil que temía siquiera moverla. Armin sonrió al ver la escena. Cuando los tres se centraron en el rostro de la cría vieron que bostezaba y ponía una expresión ceñuda.

—Tranquila Annie, no estés tan tensa… —comentó Armin con una sonrisa, acariciando el brazo de Annie, pero ésta se tensó más todavía al sentirle. El soldado lo notó y apartó su mano para no incomodarla.

—Es una preciosidad. Espero que puedas descansar como es debido. —Comentó Annie en un hilo de voz, entregándole con cuidado a la bebé. Historia asintió y los dejó marchar, despidiéndose animadamente de ambos. Aunque vio que tanto Armin como Annie avanzaban por el pasillo con algo de distancia. ¿Sería que ya no se hablaban?

Armin caminaba observando a Annie, y ésta no apartaba la vista del frente, andando a pasos más veloces. Cuando bajaron al piso de abajo y por fin salieron al exterior, sus caballos le aguardaban en los establos, ya ensillados.

—Annie, ¿me esperas un segundo?

La chica movió medio rostro hacia él pero enseguida miró hacia adelante sin ofrecer una respuesta. Armin se había agachado a ajustarse mejor una bota.

—Lleva molestándome una piedrecita todo el camino, por fin… —suspiró relajado al retirarla de su calzado y se la volvió a poner, aunque cuando levantó la mirada, la rubia ya había empezado a cabalgar en dirección al cuartel que les habían enviado.

Suspiró. ¿Pero qué le ocurre?

Distrito de Shinganshina

Cuando pudieron guardar todas sus pertenencias en el cuartel, su nuevo jefe les otorgó el día libre para terminar de instalarse y darse una vuelta por los alrededores, pues el día siguiente sería de duro entrenamiento para todos y debían madrugar. Armin se había dado cuenta durante el largo trayecto que la chica le había mirado de reojo un par de veces, cosa que le hizo dudar pero sonreír al mismo tiempo. Después de lo que le costó sincerarse con ella en el barco, no podía echarse atrás ahora. El chico tímido y débil seguía de alguna manera dentro de su ser pero sabía que podía combatirlo. Annie era introvertida a un nivel titánico, leerla entre líneas era una odisea, apenas hablaba y a veces parecía muy antipática. Pero dentro de toda esa carcasa también había visto su otro lado. Ella también tenía un lado débil. Volver a Marley durante el Retumbar para enterarse de que su padre había muerto por un colosal había sido muy devastador y se había encerrado en una burbuja absoluta. Romperla otra vez… sería costoso.

—¿Por qué me ignoras, Annie? —preguntó Armin mientras desensillaba al caballo. Había esperado a que el resto de sus compañeros salieran del establo para abordarla a preguntas. —¿He hecho o dicho algo que te incomodara?

Annie trató de pasar por el espacio que aún quedaba entre el cuerpo de Armin y el marco del portón, pero éste se echó más hacia atrás y giró los talones hasta encararla lentamente. Esto hizo que la rubia suspirara y se cruzara de brazos.

—No, tú no has hecho nada.

—¿Ah no? Pues sinceramente, Annie, tu actitud me desconcierta… yo… —carraspeó y trató de olvidar su timidez. No podía flaquear ahora. Levantó el mentón para hablar más confiado.— Nos dijimos la verdad, lo que sentíamos por el otro. No fue un comentario para que al cabo de unos meses quedara en el olvido. No por mi parte, al menos.

Annie frunció muy levemente sus cejas y miró hacia otro lado. Pero acabó bajando la mirada.

—Yo no puedo corresponderte.

—¿Que no… que no puedes…? —preguntó el chico confundido. —No se trata de poder o no. Es… es de lo que sientes. Yo… por supuesto que voy a respetar lo que quieras, pero reconozco que al verte me… cuest-cuesta…

—¿Has terminado?

Maldición, pensó Armin

Maldición, pensó Armin. Estoy quedando como un niño bobo. No puedo tartamudear tanto delante de ella, tiene nervios de acero. El rubio pretendió responderle, pero Annie dio un paso al frente y acortó distancias con él, y esto le cortó el habla.

—¿Quieres sufrir, Armin? —preguntó secamente, con los ojos azules tan abiertos y fijos en los de él, que sintió que la lengua se le trababa más todavía.

—¿Suf-sufrir…?

—Apártate de mí todo lo que puedas. Todo el que está a mi lado acaba roto. Física y emocionalmente. No sé lo que has llegado a ver de mí en tus recuerdos pero… hazte un favor. Hazte un favor y elimíname de ellos.

Armin sintió que los hombros le pesaban y el corazón también. Lo próximo que notó fue un impacto seco del cuerpo de Annie, moviéndole con el brazo para apartarle del camino y poder salir al exterior. Giró la mirada hacia su silueta confundido y triste, no entendía nada. Annie no se detuvo ni aminoró el paso hasta que despareció por la puerta del cuartel de armas. Si hubiera podido verla de frente la habría visto morderse el labio y contraer la garganta, enfurecida consigo misma por lo que acababa de hacer.

«Annie, se ve que aún era inmaduro para entender el colapso mental que las muertes del Retumbar provocaron en ti. No pude entenderte en ese momento y aún a día de hoy me culpabilizo por ello. Yo no podía retenerte a mi lado y eso era lo único que me daba ganas de llorar. Yo siempre había sido más o menos capaz de mantener a salvo a los que me importaban, pero ver que tú te alejabas sin parar, me provocaba algo parecido a la ansiedad.»

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