CAPÍTULO 11. La marcha del primer amor
—¿Has oído lo que ha pasado en el último viaje de la legión?
—No.
Hitch terminó de cepillarse el pelo y se giró en la silla, apoyando un codo en el respaldo para interactuar mejor con su compañera.
—Apareció un titán hembra al que no pudieron traer. Por sorpresa. Una giganta atlética. Jean dijo que tenía el culo bonito —dijo riéndose. Annie mantuvo su usual expresividad para aquellas conversaciones: ninguna.
—Ah.
—¡No seas tan arisca! Oí decir a Armin que era un humano en el cuerpo de titán, como Eren.
—¿Y qué?
—Bueno, ¿cómo que «y qué»? Ese remilgado será un palillo de dientes, pero no creo que diga eso frente a los superiores porque quiera llamar la atención.
—¿Y qué?
Hitch amagó con tirarle el cepillo a la cabeza, y se volvió al espejo. Empezó a echarse su loción de crema con cuidado, mientras seguía hablando.
—También han dicho que era rubia y de ojos azules. ¿Crees que se parecen un poco a sus portadores?
—Sí.
Hitch arqueó las cejas y la miró a través del espejo.
—¿De veras?
Annie reculó un poco, apoyándose en el escritorio.
—Bueno, con Eren un poco sí se cumple. Pero no lo sé a ciencia cierta.
—¿Te imaginas que es ese angelito tan enano? ¿Christa?
—Puede.
Hitch le sacó la lengua a través del espejo. Annie sabía que su misión fallida en aquella partida acarrearía alguna consecuencia, pero de momento prefería no mover ficha. Se incorporó y se acercó a su compañera. Cuando estuvo al lado de su escritorio rebuscó en el bolsillo de su chaqueta, y le dejó el colgante que Marlo le había regalado. Sabía que ese cristal pronto sería conocido en los muros. Hitch le había pedido buscarlo como favor personal durante el día que ella pasó en enfermería.
—Gracias por buscarlo —dijo tras componerse un poco. —Tiene… valor para mí.
—Es bastante caro.
—Eso ya no me importa. —Alejó acariciando el remolino acristalado con los dedos. De pronto Marlowe entró casi de un portazo, sin llamar, con los ojos abiertos. Al ver a Hitch dos días más tarde de todo lo ocurrido, dos días en los que él estuvo charlando con los superiores del Cuerpo de Exploración para unirse a ellos, supo que tardó demasiado. Se arrodilló frente a la silla ignorando que Annie estaba cerca y la rodeó la cintura con fuerza, cerrando los ojos, colmado de rabia. Hitch contuvo la respiración y le apartó un brazo despacio, a lo que él abrió los brazos rápido.
—Perdón… perdón… ¿te lastimé? Me dijeron que ayer estuviste en camilla. Dime sólo qué puedo hacer por ti, aparte de suplicarte que me perdones por no haber estado. —Marlo se sentía un mierda pues, en sólo dos días fuera, Boris le contó preocupado la experiencia de Hitch que ya casi todos conocían. Había sido abusada sexualmente por uno de los comandantes. Annie entró justo cuando iba a violarla. Marlo se puso en pie mirándola desde arriba y acarició con mucho cuidado su ojo herido y algo hinchado. Tenía un corte en el labio también.
—Me voy. Hitch, cuídate. Y tú. Ponle la crema en la lesión, no se la está poniendo.
Hitch se despidió de su compañera poniéndole una mueca, y cuando Marlo y ella quedaron a solas, no pudo evitar el torbellino de preguntas que le hizo. Cerraron la puerta y se sinceró cerca de dos horas, contándole todo, incluyendo el abuso que había recibido de Yurp cuando le pidió que se desnudara y le mostrara los pechos. No trató de excusarse diciendo que creyó ser un fácil método para entrar en la Policía Militar: Marlo jamás le echaría en cara algo así, sabía que decidirse a exponerse de ese modo nunca era fácil. Cuando contó las cosas que le decía cuando la besaba al chico se le encendió un fuego interno, lamentando que aquel depravado no siguiera vivo para poder matarle a golpes. Lo que más le hirió, fue verla con el rostro cortado mientras volvía a derramar algunas lágrimas al narrar cada escena, porque cada nueva frase le estaba suponiendo un auténtico ejercicio de valor.
—Le he roto la cara a ese idiota de Boris. Él podía haber evitado todo esto si me hubiera dado tu mensaje antes de que yo me fuera. Y por eso me lo contó, ¿sabes? Porque se sentía mal después de enterarse de lo que te sucedió.
A Hitch lo que Boris hiciera o no ya poco le interesaba, Boris no fue quien la había humillado de aquella forma.
—Yo… de verdad que intenté apartarle, quitármelo de encima y escapar, pero era mucho más fuerte… y cuando empezó a golpearme me entró pánico, Marlo… creí que si no me dejaba me iba a matar. Y encima aún con eso pataleaba como una imbécil… yo… si no llega a ser porque Annie leyó una de las cartas, yo… —cerró los ojos y dos lágrimas volvieron a brotar. Marlo se aproximó y besó su mejilla húmeda, acariciándola después.
—Nada fue culpa tuya. Ese cerdo está muerto. Nunca más vuelvas a callarte, Hitch. No lo hagas. Nunca, maldita sea.
—No lo haré.
Sin más, la abrazó teniendo cuidado. Marlowe tenía unos cuantos recados, pero habló con un superior y pidió el día para pasarlo cuidándola, cosa que por supuesto, el capataz concedió. Se pasó el día llevándole la comida y ayudándola a levantarse y volver a tumbarse cuando tenía que ir al baño, sabía que la rotura de costillas era extremadamente dolorosa al mínimo movimiento corporal.
—Siento si te hago daño… intentaré ser rápido.
Murmuró levantando la camisa a Hitch y descubriendo un enorme hematoma verde y violeta, del tamaño de su propia cabeza. Los montículos que le deformaban el cuerpo eran las zonas de fractura, no muy visibles pero sí palpables al tacto. Embadurnó de una loción curativa su piel con ligeras presiones que para ella eran un horror, pero la vio apretar los dientes sin quejarse, hundiendo más el rostro en la almohada. Como prometió, fue rápido. Le bajó la camisa y se acostó a su lado, sin hablar. Al final, poco a poco y con las caricias constantes de Marlo, la chica cayó milagrosamente dormida. Los medicamentos eran bastante fuertes pero se había resistido a quedarse inconsciente, los recuerdos aún seguían maltratándola. Sólo con él se sintió segura. Después de dos días, por fin pudo descansar.
Por suerte, y como Marlo ya sabía de antes, la chica a la que quería era bastante fuerte. Se sintió bien de saber que gracias a él y siendo sincera con todos sus sentimientos de una vez, el dolor lo llevó mejor y con el paso de los meses y de todos aquellos inesperados acontecimientos que perturbaban el falso sosiego de los muros, Hitch salió adelante rápido y con las mismas ganas de disfrutar del mundo que había tenido siempre. Gracias a su testimonio, otro par de policías habían afirmado haberse sentido incómodas con Freddy y Yurp en algún momento, lo que valió el despido del investigador también. Sin esa carga, Hitch sentía que por fin la vida sucedía como siempre quiso… salvo por algo muy importante.
Estar con Marlo no sería para siempre. Sus ideales de vida puede que fueran similares, pero no los métodos para hallarlos. Él quería servir en la guerra, y Hitch trató de mostrarle los beneficios que tenía el quedarse en la ciudad interior. Marlowe se sintió en una fuerte encrucijada: amaba a Hitch, pero también amaba su sueño, y quería servir de algo para futuras generaciones. Además, ella en ningún momento trataba de convencerle de manera directa. Y era cierto, no lo hacía. La policía nunca le pediría quedarse porque sabía que era injusto. Cuando empezó a darse cuenta de que Marlowe retrasaba su ingreso en el Cuerpo de Exploración sólo por ella, quedó un día con él y cortó su relación.
Marlo quedó destrozado, apenas podía creerse lo que ocurría, ni por qué le apartaba así de su lado tan repentinamente. Hitch le dijo que estaría encantada de seguir siendo su amiga, y que «debía contarle sus andanzas por el supuesto mundo exterior», pero que la relación entre ellos no iba hacia ninguna parte. Marlo, demasiado dolido para darse cuenta de los auténticos motivos por los que ella actuaba así, decidió empacar sus cosas y marchar como recluta al Cuerpo de Exploración. La última vez que la vio, entre una multitud que se despedía de él, vio el brillo de su colgante en su cuello, y la despidió con la mano mientras el carruaje se alejaba. Vio la sonrisa de Hitch en todo momento.
El funeral de Marlo fue lúgubre y lleno de gente. Él, junto al resto de reclutas que habían tratado de luchar contra aquellos desconocidos del otro lado del muro, contagiaron una sensación de desesperanza a la población, como si fueran pobres cucarachas. Dreyse no tuvo el valor de aparecer por allí hasta que su misa terminó, esos patéticos parroquianos seguían en pie hablando de un montón de tonterías. Floch le dijo que en sus momentos finales, Marlowe se había arrepentido de estar allí, viéndose con la muerte encima. Aunque Hitch no pudo contener el dolor de los ojos, salió de allí y no socializó con nadie en dos días. Nada le dolía más que concebir la idea de que un soldado como él se arrepintiese de estar al frente…
Cuando la increíble masa de gente que había ido a rendir pésames a los caídos se fueron yendo, Hitch se despidió en silencio, sentándose frente a la tumba que tenía su nombre.
—Todo me parece insignificante a tu lado —murmuró suspirando.