CAPÍTULO 25. Una noticia inesperada
El material nuevo, con los nuevos equipos de maniobras tridimensionales, habían llegado finalmente a todas las tropas de Paradis. Por suerte, los casos de fiebre descendieron abruptamente y no hubo riesgo de cuarentena. Annie se presentó voluntariamente en el Cuerpo de Exploración junto a Hitch al cabo de dos semanas, entregadas a la causa y a proteger la isla de los futuros ataques que Eren parecía estar tramando en silencio. Sin embargo, ni Annie ni Pieck osaron firmar la parte del contrato donde iban contra Marley: ambas tenían mucho que perder si lo hacían, su familia era prioritaria para las dos. Con Reiner la cosa no estaba clara, parecía tener episodios donde apenas era consciente de lo que ocurría. Su parte guerrera seguía respirando, le gustara a él o no…pero también su parte soldado.
Al llegar, los entrenamientos cuerpo a cuerpo seguían siendo el plato fuerte del patio exterior. Hitch había pasado una mala semana en cama pero no soportaba estar tanto tiempo encerrada, así que decidió acompañar a su compañera al cuartel para ayudarla con un transporte de armas. Bajaron de sus caballos y Hitch fue directa al interior con una de las mochilas.
—¿Va bien así?
—Sí. Tienes que firmar el papel de las entregas.
Hitch asintió ante la recepcionista y se encaminó al mostrador, donde empezó a firmar un aburrido portafolios, papel por papel. No es que esa rutina fuera de sus favoritas. Cuando terminó, le dejó a la chica los papeles y le señaló el cuarto de baño.
—Enseguida vuelvo, no aguanto más. Si aparece Annie, me puede esperar aquí.
Dicho y hecho. Annie acabó esperando aburrida a Hitch apoyada en el mostrador, y cuando por fin la oyó salir del baño se despegó, mirándola con los brazos cruzados.
—¿Estabas orinando o cambiándote de rostro?
—Ya estoy. —Dijo seria, pasando por su lado. Annie ya había visto expresiones similares en Hitch antes, así que esta vez no dudaría en preguntar.
—¿Va todo bien?
Su amiga asintió y ninguna dijo nada más, aunque Annie la siguió mirando de reojo. Una vez en el exterior, la más rubia se deshizo de la chaqueta y remangó, preparándose para su entrenamiento. Las botas debían dejársela puestas, a pesar de lo incómodas que eran en el cuerpo a cuerpo. Mientras el capataz les escogía un rival adecuado Hitch alcanzó la banqueta y se subió a mirar desde arriba, con las piernas colgando. Se apoyó en uno de los cableados metálicos que cruzaban las vigas y los asientos, y pronto vio que los bancos del otro lado con los siguientes en pelear se fueron llenando de nuevos reclutas. Annie acabó con su rival en menos de un minuto. No era fácil leerla ni interpretar sus movimientos. Simplemente, era una máquina de la lucha, bien de pie o también de llaves en el suelo. A medida que la hora avanzaba y le seguían cambiando de rival hasta que por fin la derrumbaran, Hitch cerró los ojos con fuerza, llevándose una mano a la garganta. Un nauseabundo olor provino de alguna parte, otra vez, esas náuseas tan fuertes. Al seguir con la cabeza la dirección del olor se dio cuenta de que era el cigarrillo encendido de uno de los comandantes. Reiner, que no se encontraba muy lejos y no era capaz de quitarle la vista de encima, vio cómo Hitch se iba moviendo y apartando la cara hasta que empezó a abanicarse con la mano. ¿Volvía a encontrarse mal?
Annie acabó exhausta, pero pudo con todos sus rivales con éxito. Subió al cableado con los brazos y se dio el último empujón para sentarse a su lado, y alcanzó la toalla de la mesa. Miró algunos segundos pelearse a los reclutas, la verdad es que para ser nuevos no lo hacían nada mal.
—Mal. La chica es más alta y ha empezado atacando. A ningún alto le recomendaría hacer eso. —Comentó Annie viendo la actual pelea. Su mirada se cruzó con la de Hitch y le vio los iris verdes perdidos, como si estuviera a kilómetros de allí. —¿Hitch?
—Sí. —Hitch pareció volver en sí y se acomodó, mirando con desinterés los puños que se daban los alumnos de abajo.
—¿Qué te ocurre?
—Nada, Annie, nada.
Annie juntó los labios, pero siguió estudiándola incómodamente con la mirada. Sabía que le mentía. Al final, Hitch suspiró y dejó de mirarla. Habló en voz baja.
—Hace ya más de mes y medio que no me baja la regla.
Las pupilas de Annie se achicaron, mirándola fijamente.
—¿Crees que…?
Hitch intentó evitarlo, el decirlo en voz alta lo hacía más real, pero suspiró y acabó con las manos sobre el rostro. Parecía estar bastante sensible, Annie jamás se acostumbraría a verla así.
—Hablemos fuera mejor.
Reiner las miraba fijamente desde su distancia, no oía de lo que hablaban, pero volvió a verla a punto de llorar y a Annie rodeándola con los brazos. No pudo aguantar más. Se levantó y las siguió.
—¡Reiner! ¡Hasta que te encuentro! Hange te anda buscando par-par-… —la gigante mano de Braun le cubrió todo el rostro, dejándolo con la palabra en la boca.
—Armin, seguro que puedes decírmelo dentro de quince minutos. ¿Verdad?
—Bu-bu…buen-o…
—Eres un gran chico —sonrió de medio lado y bajó la mano, que le había dejado todo despeinado. Armin le miró con cierta preocupación, parecía marchar justo detrás de Annie y de Hitch. Las mejillas se le colorearon al ver a Annie, no podía evitarlo. Lo que tenía que hacer era decidirse de una buena vez y declararse. Pero era demasiado tímido.
Por lo menos vio que aquella vez Hitch se resistía a llorar. Quizá no era tan grave, o quizá la expresión de pena se había agravado sólo en su mente. Fuera como fuera tenía que hablar con ella. Alcanzó a las chicas por la espalda y al saludarlas en voz alta Hitch abrió los ojos, dejando de hablar al instante. Annie miró aburrida a Reiner, de hecho, ninguna les contestó. La vergüenza fue en aumento hasta que de repente una nueva silueta de menor estatura apareció tras Reiner. Era Armin, sonriendo con sudores.
—Hey… ¡hola chicas! ¡Annie! ¿Podrías acompañarme un momento? Es… importante.
—No.
Armin se puso en rojo inmediatamente, sintiendo que sudaba más.
—Annie, luego hablaremos en casa más tranquilamente —Dreyse captó la mirada de Armin enseguida, era lo bastante hábil para detectar por dónde iban los tiros de lo que el chico quería decirle. Annie masculló algo en un tono muy bajo, gruñendo, y Hitch empezó a reírse.— Qué cascarrabias eres… ¡te subiré el alquiler!
Al final le dio un empujoncito para quitársela de encima y Annie la miró entre enfadada y asustada, no es que tuviera mucha experiencia sincerándose con un chico… y los sentimientos por Armin también estaban latentes. Cerró los puños y se apartó junto a Armin. Cuando Reiner se puso al lado de la policía Hitch aceleró el paso ignorándole por completo.
—¿Puedo explicarte…? ¿Puedo…?
—Reiner, de repente me han surgido muchos compromisos que hacer, así que lamento decirte que llego tarde a ninguna parte. Nos vemos.
—No paro de pensar en ti. —Alcanzó su brazo suavemente con la mano, pero al seguir andando éste se deslizó como si nada. Caminó detrás suya a una distancia razonable, no quería hacerla sentir acosada. Hitch a su frase sonrió con mucha sorna.
—¿En una basura como yo? Pues ya podrías dejar de perder así el tiempo…
Braun la agarró del brazo con más contundencia, haciendo que el cuerpo de la cadete frenara en seco. Ese movimiento la hizo empezar a tirar del brazo, mirándole mucho más cabreada.
—Suéltame. Es la única vez que te lo diré, o gritaré…
—El único motivo por el que te dije todas aquellas barbaridades, aunque no lo creas… fue… —soltó el aire de golpe, intentando concentrarse y ordenar sus pensamientos. —Dentro de mí es peligroso adentrarse. No quería que me conocieras tanto. No quiero que sufras. Pero me estoy dando cuenta de que no paro de pensar en ti y tu bienestar, y si sufres… me duele demasiado como para ignorarlo. Quiero estar. Ayudarte.
Hitch le miró sin ninguna expresividad. Reiner bajó la mirada y prosiguió.
—No puedo evitar preocuparme porque todas aquellas palabras que te dije eran mentira… claro que me interesas, claro que quiero hacer planes contigo, pero quiero también que seas feliz. Poder darte lo que necesitas, que es muy fácil decirlo. Siendo un cambiante mi vida es…
—Haz el favor de no contarme tu vida —le espetó ella, sobre todo por orgullo ante lo mal que se lo hizo pasar en el establo.
Reiner asintió y se mordió los labios por dentro de la boca.
—No hace falta que seamos nada más que amigos, lo entendería. O conocidos de trato cordial. Pero por favor, no me apartes del todo de tu lado. Lo intenté y tú pudiste pasar página, te venero por ello…
Hitch cerró los ojos por un par de segundos y los abrió, suspirando.
—Yo no he pasado página.
—¿No…?
—No. Pero no iba a volver a ti ni a ser tu amiga después de decirme que te habías saciado sexualmente lo que querías y que me utilizaste para entrar en la isla. Me sentí como una mierda.
—En ese momento era la idea. Para que fueras tú la que te apartaras. Pero… no puedo. Mírame, si sólo te he visto en las gradas con una expresión que se me hizo triste y he venido corriendo aquí. No puedo ignorar tu dolor, Hitch. —Apretó sin fuerza ahora sus manos, las que cogió en el aire y aproximó a sus labios. Besó uno de sus nudillos y al subir su mirada a la de ella vio que le sonreía un poco. Sintió abrirse las puertas del cielo al verla sonreír. —No tienes idea de lo preciosa que eres, no al nivel que yo te veo.
Hitch rio sin querer, quitándole la mano y suspirando. Pareció pensar un poco antes de hablar ahora.
—Me hace gracia lo fácil que te lo pongo para que te burles de mí —le quitó de un brusco movimiento las manos y empezó a andar. Esta vez Reiner caminó a su lado y le entorpeció el paso, poniéndose por delante de ella. Hitch podía ser muy fría, pero estaba viviendo una experiencia totalmente distinta, daba miedo. Reiner no sabía encontrar las palabras aún para expresarse.
—¿De verdad me quieres, Reiner? Por favor, sé sinc-…
—No lo dudes, óyeme. —Sin querer puso las manos en su cintura para enfatizarle, y acortó las distancias con su rostro, hablándole completamente en serio. —Te lo prometo por lo que más quiero, que es mi familia. Quiero estar contigo, Hitch. Déjame estar.
Hitch paseó sus ojos por los de Reiner varias veces, intentando descifrarle. Sentía temor por muchas cosas, entre ellas, lo que la noticia que tenía que darle pudiese provocar en él. Se humedeció los labios y bajó un poco la mirada, autoconvenciéndose un poco antes de hablar. Susurró.
—Tengo que hablar contigo. Esto no es… fácil de decir, y tampoco estoy segura, pero…
—Puedes contarme lo que sea. ¿Qué te ocurre?
—Creo que estoy…
Reiner se quedó pensativo los segundos que ella se tomaba para proseguir, la vio en dificultades. De pronto la cadete sintió la fuerte palma del rubio sobre su vientre, lo que le hizo abrir los ojos rápido y levantar el rostro hacia él.
—¿Estás embarazada, es eso? —preguntó con una sonrisa, dentro de todas aquellas facciones endurecidas se apreciaba un halo esperanzador y bueno. Hitch no dijo nada y él la rodeó en un abrazo fuerte, envolviéndola por completo. Al poco, sintió las uñas de la chica cerrarse con fuerza en su gabardina, sosteniendo con necesidad sus brazos. Aquel abrazo duraría para toda la vida si ella quería. El corazón del soldado palpitaba con euforia, porque para él, una noticia así significaba cosas buenas y malas, pero sobre todo lo demás, significaba tener la oportunidad de ser el padre que él nunca tuvo y que tan joven le había abandonado.
—¿Lo sabías…?
—No —murmuró Reiner tranquilo, sin separarse de ella. Le susurró al oído. —Pero los mareos que pasaste me vinieron de repente a la cabeza. Y si tenías que decirme algo, pues…
—Aún no puedo jurarlo, pero… supongo que la tecnología de aquí no es la de Marley. Habrá que esperar un poco más para confirmarlo.
—En Marley hay mejores médicos. Si quieres, podemos…
—No pienso poner un pie allí. Y si sabes lo que te conviene, tú tampoco lo harás. No voy a impedir que te marches. Pero no pienso ir a ser arrestada.
—Quizá haya alguna forma de manipular tu identificación. A mí no me harán nada con la estrella roja, pero si tú prescindes de ella pod-…
—Magath lo sabe y todos sus subordinados me han visto. No digas tonterías. No quiero estar negando lo que soy y viviendo entre tanto… no sé ni cómo llamarlo, ¿racismo?
Reiner asintió, humedeciéndose la boca. Cuando Hitch continuó andando él la empezó a frenar y le pasó un brazo por los hombros, atrayéndola delante suya poco a poco. Pegó la nariz a la ajena, buscando la suavidad de esos labios que ya se conocía. A Hitch se le ruborizaron las mejillas sin poder evitarlo. Parte de ella se sentía decepcionada consigo misma, ceder ante sus cariños podía ser un nuevo error, no quería que jugara con ella. Reiner acariciaba los labios con los de ella y el cosquilleo interno de la chica aumentó, suspirando ya con los ojos cerrados, sin oponer resistencia. No podía evitar sentir ese cariño hacia él, esa debilidad. Al final el rubio la besó y ella correspondió el beso despacio, pegándose a su cuerpo. La mano de Reiner se desplazó de nuevo al vientre de ella y esto la hizo sentirse pequeña. Aunque fingiera no tener idea, para ella pocas dudas habían: un bebé crecía dentro suya. La sensación era increíble pero también daba miedo. Y ese bebé era de Reiner. Sentir que le acariciaba esa zona, que ahora alojaba algo tan mágico de los dos, despertó sensaciones que ella jamás había sentido. Claro que quería estar con él, claro que quería que se ocupara también de su hijo. Le quería.
—No tienes remedio… —susurró, separándose con una sonrisa.