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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 1. Una brecha temporal


«Mikey, te lo explicaré todo. Lo haré con miedo, pero con la seguridad que sé que tus acciones son capaces de transmitirme. Confío en que esta información no saldrá de aquí… porque si alguien la descubre, ella podría correr peligro de nuevo. Destruye esto después de leerlo.

Y si después de esta explicación no quieres hacerlo, lo entenderé. Porque conozco tus principios.

Sólo quiero que sepas que si no lo haces tú, lo haré yo. Espero que los siguientes motivos que voy a darte te hagan reflexionar sobre el futuro de la Toman. Confía en mí, por favor, tal y como yo confío en ti. […]»

Carta sin fecha de datación

Despacho de Naoto

—He pensado largo y tendido. Es mucho más complicado de lo que creí. Me transporte a donde me transporte tu mano, siempre que vuelvo hay alguien herido o muerto. Y cada vez veo más claro que lo más sensato es quitarme yo mismo del medio, a costa de llevarme por delante al lagarto de Kisaki. He pensado en contarle todo lo que pienso a Mikey…

—Yo también pensé hacerlo, en su día. Pero no como estás pensando. simplemente pidiendo una opinión…

—¿Te refieres… haciéndole ver como si todo lo que estamos pasando fuera de manera hipotética?

Naoto asintió. Takemichi ladeó la cabeza, considerando la opción.

—Se podría intentar —terció, dudoso. Terminó suspirando—. Pero no sé si lo tomaríaa por broma. Y no sé si meterle tampoco en esto. Estamos en una situación complicada, con guerra de por medio con otras pandillas. Podría interpretarlo como comportamiento de sapo.

Naoto frunció sus finas y largas cejas, comprimiendo la boca.

—Por mucho que te sacrificaras… no va a ver ningún cambio, realmente. Y no es justo. Sacrificarse por los demás… sin un aval de que lo que vas a hacer se va a mantener. Si lo haces no habrá vuelta atrás. Es absurdo. Lo mire por donde lo mire. Nadie puede garantizar nada en esta vida.

—Lo haría por tu hermana… es la única manera…

—Pensemos un poco. Piensa, maldita sea. ¡A veces me cansa ser yo siempre el cerebro de las operaciones!

Takemichi cerró los ojos y respiró muy lentamente, sopesando la ida y venida de recuerdos nuevos que tenía en su carrete mental. Sólo le salió volver a suspirar. Trató de dejar de lado también esos recuerdos y simplemente ponerse en la piel de Mikey. ¿Qué haría él? él tenía conocimientos profundos… realmente profundos de cómo funcionaban las calles y hasta dónde podían aspirar. Le había oído hablar de ello en más de una ocasión. Pero era como si el propio Mikey no estuviera de acuerdo en llevar a la pandilla por esa dirección. Takemichi tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por recordar en condiciones lo que Mikey dijo en una de sus muchas quedadas.

Intenté llegar a la cima de la Toman, intenté que fuera feliz apartándose por completo del núcleo de cualquier pandilla de Tokyo. Fracasé. Mikey, ¿tú qué me contestarías si…?

—¿Cuántas realidades alternativas serías capaz de crear por ella? —le contestó Mikey, materializándose en su mente.

—Las que hiciera falta si en alguna todo está medianamente bien. No busco la perfección, no a estas alturas. Pero sí deseo que nadie la mate. Y que nadie que me importe muera. Y que Kisaki…. Si no está entre rejas, que por lo menos deje de hacer daño allá donde vaya.

Mickey sonrió lúgubre.

—Pides demasiado.

Takemichi asintió.

—Y no me pienso conformar con menos. Caso contrario… seguirán las cosas como Naoto y yo hemos estipulado. Me sacrificaré, por mucho que él disienta. Total, ya lo tenía asumido.

Mikey tomó aire profundamente y cerró los ojos. Respiró varias veces, calmado y claramente enfrascado en sus pensamientos. Naoto también se materializó en aquel pensamiento ficticio, y miraba a Mikey con desconfianza. Después de un largo y tenso minuto, el líder fue irguiendo nuevamente la cabeza hacia ambos.

—Tengo una solución. No sé muy bien en qué puede desembocar, pero sin duda Hina, Draken y yo estaremos a salvo de las garras de Kisaki.

Takemichi abrió los ojos, sintió un sudor frío en la nuca. Pero también esperanza.

—Sólo dime qué tengo que hacer.

—Aguarda, Takemichi. —Mikey evitó, con la mano alzada, que el chico se aproximara a Naoto. Hizo un movimiento con la mandíbula para referirse al policía. —Ven conmigo, Naoto. Antes creo que es importante que hablemos.

Sí que le estoy poniendo emoción al asunto… pensó Takemichi al obrar en su cabeza semejante giro de guion. Se sintió un poco patético.

Takemichi observó cómo, con el paso de los minutos, la cara de Naoto palidecía con las palabras que Mikey le decía en privado. Veinte interminables minutos más tarde, regresaron. 

—Te lo dije, te dije que… estaba convencido a seguir el rumbo de mi sacrificio para que todos salgáis adelante, y te dije que no me importa. Si en ese pasado que Mikey te ha descrito tengo que morir, lo haré contento…

—No… no. No es eso, Takemichi —le cortó Naoto. Subió despacio la mirada hacia él. —Simplemente que… bueno. Ninguna vuelta al pasado puede suceder sin sus riesgos. Y recordemos que la cosa estaba ya avanzada, así que es complicado revertir este presente. Sin embargo, con la idea de Mikey… algo se puede intentar. Nos podemos salvar todos, incluido tú. Pero no lo tengo tan claro. Puede traer consecuencias que no prevemos también.

—Lo haré. Espera, ¿salvarnos a todos?

—Así es, todos los que conservan la vida desde tu último viaje la podrán seguir conservando. Y lo que es más importante… mi hermana se salvaría de las garras de Kisaki.

—¿Qué es lo que tengo que hacer? ¡Decídmelo, maldita sea! No hay mucho más tiempo.

Mikey miró a Naoto una vez más y después se aproximó a Takemichi, poniendo las manos sobre sus hombros. Se miraron con fijeza. Mikey notó el miedo oculto en los cristalinos ojos de Takemichi y no pudo más que sonreír, calmándole.

—Llegados al punto en que te quedaste… lo único que tienes que hacer es convencerme a mí o a Draken de que la Toman necesita otro líder. Y de pasar a más allá. Como sabes, las pandillas de Tokyo son todo lo importantes que las bandas de Tokyo quieran dejarlas ser. Una pandilla siempre será menos relevante que una banda, y una banda menos relevante que… bueno. Que otros sectores influyentes.

Mickey puso una mirada más seria y apretó sin querer los dedos en sus hombros. Continuó hablando.

—Escucha, Takemichi. Es muy importante que me convenzas de llevar a la Toman a un nivel superior, dejar atrás la categorización de pandilla. Así podremos controlar Tokio de verdad. Eso ampliará nuestro número, nuestro alcance. Moebius será nuestra esclava.

—¿No es eso lo que buscabas ya? ¿Qué cambio vas a hacer para conseguirlo?

A Takemichi le costó elaborar una supuesta respuesta de Mikey a esto… y es que no era nada fácil saber qué podía contestar un individuo como él. Así que casi sin darse cuenta, especificó lo que él mismo quería intentar en su próximo viaje.

—Buscar otro tipo de influencias con otro tipo de contactos. De eso me encargaré en su momento. Pero quiero que me convenzas como si realmente te fuera la vida en ello. Después de todo… creo que esto mismo que te estoy comentando es lo que pretende Kisaki, pero siendo él el líder. Él no puede ser el líder, ¿entiendes? Hay que buscar otro. Otro que nadie se espere.

Por algún motivo que Takemichi no comprendía bien, algo le hizo sentir protagonista de sus palabras. ¿Sería que de verdad aspiraba a ser líder de la Toman ahora? ¿Sería que además, iba a llevar a la pandilla a un nivel mucho más superior que el de banda? Parecía un rompecabezas muy complicado. Las pandillas no solían salir de pequeños sectores de los barrios y su poder no iba más a allá de golpearse con otras para demostrar su poder. Si esas ya no eran las aspiraciones que Mikey quería seguir, ¿a qué aspiraba realmente?

Sonrió, porque imaginarse toda aquella charla tenía un propósito. Se tragó todas aquellas preguntas, se relamió los labios… y trató de enfocar su fuerza en su espíritu, tenía que ser valiente para lo que estuviese por llegar. Miró a Mikey una vez, luego a Naoto. Y asintió.

—Haré lo que pueda. Cuenta con que pondré mi vida en ello.

Takemichi abrió los ojos de su letargo, y miró a un Naoto que seguía un poco confuso. Al parecer, había estado imaginando toda aquella escena demasiado tiempo.

—Por un momento creí que te habías dormido. ¿Se puede saber en qué pensabas?

—No voy a decirte nada, Naoto. Dame tu mano. Esta vez intentaré arreglarlo por mi cuenta yo solo. Espero no cagarla.

Naoto aguardó unos segundos antes de ofrecerle la mano… pero finalmente suspiró y le tocó.

Y todo se volvió blanco.

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