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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 2. Triángulo de dolor

Zaun, ciudad subterránea

Dos nuevos arañazos decoraban el níveo antebrazo de la vigilante, debido a problemillas por falta de experiencia saltando de viga en viga como Vi sabía hacer. No tenía su práctica y a la vista estaba. El entrenamiento de Caitlyn había sido puramente militar, sabía luchar y disparaba mejor que cualquier promoción de vigilantes desde que tenía uso de razón, sin embargo, no se adiestraba a los vigilantes a saltar de edificio en edificio, de cortina en cortina o a ser tan temerarios. Caitlyn se tapaba los arañazos apretando los dientes. Tendría que echarse alcohol nada más pusiera un pie en el ala superior. Pero lo primero era lo primero. Debía encontrar a Jinx.

No tenía que haberme sincerado con Jayce. Si se le escapa… y si mi madre se entera…

No era fácil evadir los pensamientos furtivos. La misión encomendada era arrestar a Jinx y llevarla ante la justicia. Caitlyn sabía que en cuanto la chica entrara en prisión, jamás saldría. Y sabía que Vi esto también lo sabía… y que protegería la integridad de esa loca costara lo que costara. Lo mirara por donde lo mirara, su relación con ella estaba abocada al fracaso. Cerró los ojos un momento y tomó aire lentamente, concentrando sus respiraciones y tranquilizándose.

—Sólo es una amiga. Una mujer. Nada más. ¿Por qué dejo que me afecte tanto?

Porque…

Su cabeza contestó tan inmediatamente, que refrenó la continuación de la frase. No quería recordarlo. Cargó mejor su arma hextech bajo la capa y callejeó por los suburbios subterráneos. Ya hacía dos horas que había dejado atrás los cañones de humo fatuo, el camino a pie era agotador por esos arcenes maltrechos, pero era el método más fiable si no quería andar preguntando a nadie. La capucha de su capa y la mascarilla eran lo suficientemente grandes para tapar sus facciones. Sí, podían saber que pertenecía al ala superior, pero nada más. Parecía una civil más.

Finalmente, llegó al punto de encuentro con uno de sus camaradas. Se agachó sobre un punto rojo de spray teñido en la entrada de un callejón y pulsó una losa de piedra, de tantas que habían. La falsa piedra se hundió y abrió una rendija en el muro frontal, mostrando un compartimento con una carta pequeña. Un mensaje.

«Según nuestro último informante, la vieron dormir en las caballerizas del norte de Zaun. No dejes que te identifique.»

Caitlyn sabía que ese mensaje llevaba allí más de dos noches escondido, y debía ser leído al día siguiente al que lo estaba leyendo. Pero se había prometido a sí misma realizar esa misión a su modo, y el primer día de investigación sería con ropa de civil y adelantándose al plan urdido por los consejeros. El establo al que se refería la nota distaba de allí un par de kilómetros, más que suficiente para continuar a pie. A juzgar por otras indicaciones presentes en la carta, dedujo que no muy lejos estaban los aseos públicos de Zaun, al menos en su parte norteña. Montar guardia hasta ver aparecer a una de las dos hermanas era lo recomendado por el Consejo. Caitlyn, como sheriff y proyecto de pacificadora entre las ciudades gemelas Zaun y Piltver, debía seguir estas directrices a rajatabla. Por algún motivo que su intelecto le dejaba entrever, sospechba que si en esa jornada se encontraba a alguien, sería a la peliazul. Su esquizofrenia paranoide la haría salir más veces al exterior, probablemente en las inmediaciones de las caballerizas.

Pero por suerte o desgracia, Caitlyn se equivocaba.

Quince horas de guardia la hicieron flaquear en su destreza visual

Quince horas de guardia la hicieron flaquear en su destreza visual. Estaba dormida, cansada por el viaje y hambrienta. Sus reflejos seguían siendo los de un felino, pero un felino agotado. Sintió un breve mareo al acomodarse, tenía la parte trasera de las rodillas cansadas por las horas en pie escudriñada entre dos columnas. Como supuso que lo tendría difícil para hallar una habitación u obtener comida y bebida —y no podía alquilar nada en el mismo establo que vigilaba—, echó mano de su mochila y se fue comiendo una manzana. Descubrió que en otro compartimento de su bolso había envuelto en papel algo más, y al alzarlo, era un bollito de crema que afanosamente su madre preparó.

Increíble, pensó, esta mujer me ha espiado y sabía que salía con antelación. Será…

Finalmente, entre su dormición, parpadeó al notar ruidosy guardó rápido el dulce. Una suave corriente de aire nocturna le indicó que la puerta de los aseos, frente a los establos del hostal, había sido abierta. Caitlyn apretó la mano en la empuñadura de su arma, era un ejemplar de corto cañón pero balas lo suficientemente pesadas como para mandar un mono a la luna. Contuvo la respiración unos segundos… y espió a través de las rendijas que daba hacia el pasillo. Comprobó que una figura entraba en la puerta del cartel femenino. Una mujer. Retiró el seguro y la siguió sin hacer el menor ruido, ocultando con cuidado su rostro bajo la gran capucha que llevaba. Se agazapó un poco tras la puerta. Al asomarse, balanceó muy suavemente la cara hacia atrás al llevarse una impresión: la figura también iba encapuchada. Se humedeció los labios y entró con la misma lentitud y silencio, aferrada al único paredón que separaba los inodoros de las duchas. Asomó la punta del cañón a través de la capa en la que iba oculta. Tenía un ángulo bueno. Si el objetivo resultaba ser Jinx y oponía demasiada resistencia, apretaría el gatillo sin miramientos. La bala impactaría en su muslo, brotaría la suficiente sangre para debilitarla y llevarla a su merecido juicio en Piltover.

Pero cuando la mujer en cuestión empezó a quitarse las botas, la vigilante frunció el ceño. Quienquiera que fuera esa mujer, no podía ser Jinx. Era algo más alta… y algo más robusta. Se quitó la capucha y Caitlyn bajó el arma lentamente, dejando de apuntar. El pelo rosa era inconfundible. Parpadeó y bajó la mirada agotada, como si una especie de losa ahora sí le recordara lo cansada que se encontraba. Volvió a colocar el seguro al arma y subió muy despacio sus ojos al cuerpo que espiaba. Lo evadió. Sus iris turquesas se desviaron a medida que se volteaba. Ahora es cuando debería capturarla e interrogarla, llevarla a su ciudad y completar el plan desde allí hasta que soltara prenda acerca del paradero de Jinx. El agua sonó y era consciente de que Vi no sabía que estaba allí. Caitlyn retuvo un suspiro de cansancio. Lo única que la  inundaba era una fuerte necesidad de volver a su casa. Se colocó bien la capucha y puso la mano en la puerta…

«Salvar a mi hermana. Sueña contigo. La oigo llorar. Y tú intentas separarla de mí. NO TE SOPORTARÉ MÁS.»

¿Verdaderamente lo que quiero es separarlas? ¿Tiene Jinx razón…? No soy una mala persona. Quizá debería renunciar al cargo y dejar que otro más cualificado se encargue de ajusticiarla.

Los pensamientos bailaban, pero pronto, también lo hicieron sus propios ojos. Ya no había duda alguna: el cuerpo desnudo que estaba observando era el de Vi. Tenía una espalda femenina y fuerte, brazos tonificados por las horas de boxeo, y el pelo rosa mojado por el agua, al igual que el resto de su cuerpo. Sintió cómo un rubor ascendía con calor a sus mejillas al verla lavarse los senos, las axilas, su abdomen y sus zonas íntimas con la rapidez propia de alguien que pasa frío y que busca tener una ducha para asearse y no para relajarse. Los tatuajes de su espalda estaban bañados por jabón. Después de enjabonarse y lavarse el pelo, se acercó una toalla y se envolvió en ella a la velocidad del rayo. Caitlyn se dio cuenta de que teía fuertemente apretado el picaporte, pero que seguía allí parada.

—Bueno, ¿vas a llevarme detenida ahora, o quieres que yo misma me ponga las esposas?

Caitlyn se puso rígida y abrió muchísimo los ojos. Era imposible que se hubiera percatado de su presencia. Tenía mucha práctica en aquello, era una soldado curtida pese a su juventud.

—Tranquila —prosiguió la pelirrosa. —No te veo, ni te oigo. Pero se te cayó esa… cosa que lleváis todos los vigilantes anclada.

Caitlyn siguió con la mirada dos dedos de Vi, índice y corazón, que sostenían el pasador rpresentativo de la seguridad de Piltover. La peliazul bajó la mirada y se percató de que era el suyo, la aguja había deshilachado el enganche de la capa. ¿Cómo no se había dado cuenta? Medio segundo más tarde la otra se lo lanzó, y lo atrapó en el aire.

—¿Vienes a por mí o a por mi hermana? —apretó Vi sin ninguna entonación. Como si nadie la mirara desnuda, se vistió poco a poco con otra camiseta que tenía en su bolsa. Caitlyn tenía las mejillas encendidas y miraba a otro lado en todo momento. Pero por lo menos tuvo la valentía de salir de su escondite.

—A por Jinx. Aunque… si pudieras facilitarnos información que nos acerque a ell-…

—No lo haré.

Caitlyn asintió algo resignada. Se esperaba su respuesta.

—Sé que es tu hermana. Pero, ¿acaso no eres consciente del peligro que representa? ¿Incluso para ella misma? Incluso…

—¿Para mí? —terminó, sonriendo condescendiente. Una vez se ajustó los pantalones, caminó despacio acortando distancias con la morena. La rodeó, y Caitlyn presionó suavemente los labios. Ambas eran mujeres fuertes, con voluntad de hierro. Pocas cosas podían achantarlas, especialmente a Caitlyn. Pero había pasado demasiado tiempo y tener a Vi tan cerca de nuevo le produjo una inesperada sensación, tan incómoda como dolorosa.

—Para ti. Eso iba a decir, exactamente.

—¿En serio vas a jugar esa carta, vigilante? ¿La de que yo soy la que corre peligro? Te lo dije antes y te lo digo ahora: es mi hermana. Jamás volveré a dejarla sola.

—Será ajusticiada en un tribunal y lo más probable es que permanezca en una celda vigilada. No estará sola, podrás ir a verla de vez en cuando.

—No permitiré que la metas en esas cuatro rejas. Sé lo que es estar ahí. Es joven y tiene toda la vida por delante.

—¿Y tú no? —se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. —Hablas como si fueses su madre.

—Es lo más parecido a una madre que tiene.

—Tienes poco más que cuatro o cinco años de experiencia sobre ella. Tú jamás habrías… impactado aquella…

—No vas a manipularme.

—¡No lo intento!

—Pues lárgate de aquí —dijo, sellando la conversación de golpe. — Lárgate porque lo único que vas a conseguir es que me enfade. Y aún no sabes lo que es que yo descargue mi rabia, bombón. Eso te lo aseguro.

Le guiñó el ojo. Parecía demasiado vacilante, un detalle que a Caitlyn le quemó los nervios. Su oído percibió de pronto un ruido exterior y sus pupilas se achicaron, como las de un halcón al presentir a su presa. Giró la cabeza sin responder a la amenaza de Vi y sacó el arma de entre las solapas de su capa. Vi frunció el entrecejo y la agarró de la muñeca muy repentinamente, pero lo que consiguió fue llevarse un codazo directo y certero a la milésima de segundo después. La vigilante le propinó el codo en el puente de la nariz y Vi tuvo un impacto duro que le durmió medio rostro. Caitlyn entreabrió los labios preocupada y enfadada al mismo tiempo. Susurró con un tono mucho más serio.

—Guarda silencio. Esto no va contigo, has cobrado por acercarte demasiado.

Vi sintió, en la piel dormida de la cara, que un reguero caliente de sangre surcaba sus labios y su barbilla, cayendo desde los orificios nasales. Miró fijamente a Caitlyn, pero ésta seguía escudriñando la entrada de los aseos, y los postes que señalizaban el inicio de las caballerizas. Era demasiado astuta, sabía que Jinx se estaba moviendo fuera. Debía hacer algo para evitar el arresto.

—Por lo que más quieras —continuó Caitlyn, adquiriendo un tono apático. Cargaba su arma hextech sin mirarla—. No intercedas, no quiero hacerte daño.

Vi se restregó la sangre de la nariz, pero otro hilo volvió a borbotear. La miró fijamente.

—Yo sí te lo haré… si te acercas a ella.

Caitlyn paró de recargar y subió despacio la mirada hacia la pelirrosa. Conectaron miradas. Quería a Vi, pero era una necia si pensaba que la conocía del todo. Quizá sí… quizá sí, sí que era perfectamente capaz de matarla si la captura de Jinx salía bien.

 quizá sí, sí que era perfectamente capaz de matarla si la captura de Jinx salía bien

Pero Vi mentía. A duras penas. No era la primera vez que sacrificaba su amor a alguien por salvar a otras personas, o por una causa que considerara justificada. No podía dejar sola a Jinx, tenía ya demasiados remordimientos y sospechaba que los traumas habían nacido por su culpa. Pero tras los ojos turquesa de Caitlyn percibió el mismo destello que cuando le contestó…

«Agua y aceite. No podía ser, Cupcake…»

Caitlyn endureció la mirada lo más rápido que pudo.

—Ya sabes por qué me metí en la vida militar. En el Consejo dicen q-…

—Tienes la suficiente sensatez para saber cuándo obedecer y desobedecer las órdenes del Consejo. Una misión de esta magnitud, sí, es lo que tienes que hacer. Entiendo tus motivos. Por ello no voy a culparte de que lo intentes llevar a cabo. Pero te lo impediré hasta la muerte si es necesario. No me importa si está bien, mal, o si es una locura. Es mi hermana. No la abandonaré. Si tengo que… si tengo que… —no, Vi, no le hagas saber lo que sientes. —Si te la llevas, atente a las consecuencias.

Pero hasta ella supo que esa última finalización no la atemorizaría. Caitlyn era demasiado correcta moralmente como para dejarse amedrentar por una amenaza tan sencilla. Y lo sabía. Sin más, la sheriff inspiró hondo y terminó de recargar su arma. Salió a por lo que sea que había hecho ruido en el exterior.

Y no le hizo falta estar fuera más de tres segundos para confirmarlo.

Era Jinx. Caitlyn no tenía ninguna duda. Disparó una vez y no falló, pero Powder había sido inteligente: era una muñeca falsa de sí misma, para poder calcular bien la trayectoria desde la que disparaba su captora. En consecuencia, disparó una bomba de pequeño calibre en la misma dirección. Caitlyn rodó rápido ladera abajo y volvió apuntar al erguirse, pero sin luz era complicado. La bomba estalló lo suficientemente lejos como para evitar resultar herida, pero el impacto dejó tililando uno de sus tímpanos. No disparó al no estar segura, se impulsó y corrió alrededor de la montaña, saltando hacia una rama de baja altura para tener mejor visual. Su mirada seguía siluetas y ruidos, pero no distinguía a Jinx.

Vi había seguido a la vigilante desde los aseos y ya se había armado, aunque deseaba no tener que tirar fuego contra ninguna de las dos. La encrucijada en la que se sentía le empezaba a generar algo de ansiedad. Sus ojos detectaron a Powder y corrió tras ella, hasta que logró atraparle una de sus largas trenzas y tirar de ella hacia atrás. La flacucha de pelo azul se cayó a la tierra, y comenzó a reírse a carcajadas.

—¡¡Shh!! Hermanita, no me hagas caer, ¡nos pillará!

—¿De qué coño te estás riendo? Ve por la parte de atrás del establo, ahí no tiene ningún ángulo para verte. Aquí estás en peligro.

—No necesito que cuides de mí. Principalmente porque… soy yo la que va a atraparla a ella. ¿O qué creías?

—Basta, Powder…

—¡Oh, vamos! ¡No irás a rajarte ahora! El ratoncito ha venido solo ante el olor del queso. Deja que yo sea la que le lance la trampa final.

Un tiro sonó de repente. Vi abrió los ojos impresionada al ver que su hermana se tambaleaba sin siquiera tener tiempo para reaccionar. Era imposible. Caitlyn tenía puntería, pero aquello era una monstruosidad.

—¡Dile que se quede quieta o dispararé otra vez!

Vi se giró hacia los árboles lejanos de los que parecía provenir la voz. Entrecerró los ojos para fijarse bien, pero no tenía ni idea de dónde estaba escondida.

Maldita sea, pensó. No puedo competir contra su larga distancia, ni ella tampoco.

—¡¡Maldita zorra!! ¡Pero si la tenía YO arrinconada a ella, YO! ¡YO, YO…!

—Cállate, Jinx. Intentaremos hablar con esos malditos ricachones, ¿de acuerdo? Mantén la calma.

—¡Maldita sea, Violet! ¿¡Vas a dejar que esa vigilante me lleve con ella!? ¿Acaso crees que van a querer jugar a la hora del té conmigo en el calabozo? Quieren esa maldita bola de cristal que les robé y con la que luego bombardeé, DESPIERTA.

—Caitlyn sólo quiere frenar la guerra —bajó el tono de voz para que la sheriff no la oyera—. Y tal vez, si contribuimos, puede que con buena conducta te dejen poco tiempo en…

¿¡TE HAN PAGADO PARA QUE ME DIGAS LO QUE ME ESTÁS DICIENDO!? ¡¡Vas a abandonarme otra vez!!

Sí, va a abandonarte de nuevo… qué novedad. Nosotros te avisamos.

—¡CALLAOS! —gritó ciega de ira, respondiendo a sus fantasmas del pasado. Sus amigos difuntos. Después, dio un ensordecedor grito al sentir que la bala de la pierna se le clavaba a la mínima que trataba de levantarse.

—¡Deja de intentar levantarte, idiota! ¡Lo vas a empeorar!

—Me equivoqué confiando en ti de nuevo. Hay que ser mala persona para abandonarme no una, sino dos veces.

Caitlyn empezó a movilizarse, sabía perfectamente donde estaban pero Vi seguía significando un peligro si quería llevarse a Jinx. Salió de entre dos arbustos, arma en guardia, y se acercó despacio a Jinx. Vi respiraba costosamente, mirando a las dos.

—No puedo dejar que te la lleves —dijo lentamente la pelirrosa, viendo sin expresión que la sheriff empezaba a sacarse unas esposas.

—Estás haciendo lo correcto. Colabora y entonces hablaremos de justicia en todos los sentidos. Si yo se lo digo, mi madre no permitirá que a tu hermana le falte de nada.

—Mira como intenta comerte la cabeza, esta niña de cuna de oro… ¿de verdad vas a creerla, Vi? 

Vi apretó los puños viendo cómo se acuclillaba tras su hermana, y la ponía en pie. Caitlyn la miraba de reojo mientras terminaba de apretarle las esposas.

—Confía en mí —susurró la morena, mirando a Vi.

Vi negó lentamente con la cabeza.

—A mis padres… los mató un vigilante. Yo… no… no puedo… no puedo dejar que otro se lleve a mi hermana. Caitlyn, quítale las esposas.

Caitlyn tragó saliva, pero negó con la cabeza. Sabía que haciendo aquello estaba removiendo feos recuerdos del pasado de las dos y le sabía mal. Pero si ella no respondía por la justicia, nadie más lo haría. Y Jinx era peligrosa. Demasiado peligrosa, demasiado volátil. Era imprevisible dejarla a sus anchas. Además, estaba convencida de que en la cárcel no le harían ningún daño. Piltover no necesitaba más terrorismo.

—Vi, apártate de mi camino.

Cuando se acercaron a ella, se encontróa una Vi algo diferente. La miraba con la guardia de piernas puesta, los puños en alto, cerrados. La expresión de Cait cambió en rotundo, abriendo los ojos.

—¡Maldita sea, apártate! ¿¡Es que no lo entiendes!? —le gritó, cabreada.

—Te doy cinco segundos para que la sueltes y te vuelvas a tu ciudad de oro. Uno…

—Tendrás que acabar conmigo —la enfrentó, sin soltar a Jinx.

—Dos… tres…

—Vi.

—Cuatro…

Caitlyn vio que la puntera de la bota derecha de Vi empezaba a hudirse en la tierra, señal de que estaba preparando la fuerza mecánica de un puñetazo diestro. Frunció el ceño y soltó a Jinx, que cayó sobre la tierra dando un quejido de dolor, pero riéndose con cierta satisfacción.

—Has hecho mal viniendo tú sola —dijo Vi, apretando los labios. Señaló con la cabeza el otro camino que daba a la entrada de la ciudad subterránea. —Vete.

Caitlyn metió la mano en la empuñadura de su arma y la apretó, sin llegar a sacarla de la capa. Miraba a Vi a la espera del ataque, fijamente.

—¿¡No me has oído!? ¡¡Lárgate!! Vuelve a tu puta ala superior.

La tensión podía cortarse con un cuchillo. Jinx se hartó de esperar y cuando las vio entretenidas, lanzó un puñado de arena al rostro de la vigilante. Caitlyn cerró fuerte los ojos y se tapó la cara, dado un gimoteo. Senía pinchazos en las córneas, y al tratar de abrirlos más daño se hacía. Pero no les dio el placer de volver a gritar. Como pudo, sacó el arma de su capa y apuntó con una sola mano, dañándose la vista al obligarse a mantener los párpados separados.

Vi aprovechó la desventaja y cargó a su hermana a caballito. Caitlyn las apuntó a las dos, tambaleándose de dolor contenido.

—Déjala en el suelo.

Vi se quedó mirándola fijamente. Caitlyn notó que el pulso le temblaba, el dedo en el gatillo, por primera vez en su carrera, también. 

Al cabo de unos instantes, suspiró y bajó el cañón. 

Vi abrió los ojos sorprendida, pero no perdió tiempo y se largó cruzando los árboles. Pagaría al primer cochero que pasara para que Powder regresara a La última gota sana y salva, o al menos a sus proximidades. Cuando llegaron al primer carromato, la soltó con cuidado dentro.

—Sube tú también —exigió Powder, tirándole de la manga. —Si te quedas con ella, volverá a tratar de manipularte.

—Tranquila. Procura que Ekko y los demás estén a salvo y no hagas ninguna tontería. Tienen que curarte esa pierna. Llegaré en menos de una hora, te lo prometo.

Jinx suspiró notablemente celosa. El amor de hermana había pasado a ser algo obsesivo y enfermizo en el mismo momento en el que sus caminos tomaron distinto rumbo, cuando aún no eran más que niñas. Le molestaba que Caitlyn pasara rato con Vi, porque era tiempo que le debía a ella, o así lo sentía. Pero antes de armar un nuevo espectáculo, sus amigos difuntos volvieron a asolarla y la mantuvieron entretenida todo el trayecto. Alguien debía comerle la cabeza a ella, alguien debía estar siempre cerca de ella, aunque fueran ellos, porque de lo contrario, volvería a azotar la paciencia de su hermana.

Cuando Vi regresó a los aseos, oyó un sollozo suave, algo escondido entre los sonidos del vendaval exterior y los relinches de los equinos. Asomó medio rostro por la puerta del aseo; Caitlyn se lavaba con agua los ojos, que estaban completamente enrojecidos, así como toda la aureola de los párpados. Tenía una expresión de derrota y tristeza que no la había visto poner antes.

—Cupcake.

Enseguida se puso recta y se resonó la nariz, al no haberla oído acercarse. Aún le dolía uno de los oídos.

—Déjame en paz. No me he dado por vencida.

—Ya lo sé. Algo sí que te conozco, sabes.

Ahora que su hermana no estaba y que estaría a salvo del grupo de Ekko, no tenía esa presión encima. Podía hablar más tranquila con Caitlyn, a pesar de que prefería no hacerlo dadas las circunstancias. No le gustaba verla así, eso tampoco podía fingirlo. Se acercó al mismo lavabo y sacó de su bolsa una gasa especial. La mojó bajo el agua y apretó.

—Deja que te ayude con eso.

—Te he dicho que me dejes en paz, no quiero tu ayuda.

—Me da igual que la quieras o no. Estate quieta. —La atrapó del mentón desde un lado y la hizo mirar hacia arriba, para que la luz incidiera sobre sus globos oculares. Tenía varias motitas de arena aún en el párpado y en el ojo, por lo que acercó la gasa mojada para retirarlas. Le habló suavemente. —No puedo dejar que te la lleves.

—Vas a dejar que siga haciendo barbaridades con sus experimentos, porque no sabes ni puedes controlarla. Aunque te cueste aceptarlo, ha arrebatado muchas vidas inocentes.

—Lo sé. Pero sé por qué lo hace. Y no pretendo justificarla contigo. Sólo te digo que es mi hermana y que no puedo volver a darle otro trauma como el que le di… de pequeña.

—Te secuestraron y encarcelaron, no estaba en tu mano hacerle daño alguno. La herida de su mente se agrandó por las malas compañías a las que decidió obedecer.

—Pero soy su hermana. ¿Por qué te cuesta tanto entenderlo?

—Porque… ¡ay! ¡Cuidado!

—Sh. Es porque no dejas de moverte.

—¡Porque duele!

—Cállate, bombón. Si hablas me puedo equivocar.

—No me sigas llamando así.

Caitlyn pestañeó una última vez y notó por fin que ya no picaba. A pesar de ello, tenía el blanco de los ojos llorosos y algo enrojecidos. Se inclinó para lavarse la cara y se secó poco a poco, suspirando muy hondo. Vi tiró la gasa y la miró.

—Pasaré por alto que le hayas disparado.

—Por favor… —rodó los ojos.

—Sí, ya sé lo calculado que tenías tu tiro. No me importa. Hazte un favor y concede esta misión a otro. Porque yo tampoco quiero hacerte daño a ti, pero te lo haré si te sigues entrometiendo.

—Que así sea,entonces.

Volvieron a mirarse fijamente, pero la fuerza que sus frases desprendían fue perdiendo consistencia a medida que pasaban los segundos y seguían observando los ojos de la otra. Vi movió un poco sus labios como si deseara hablar, pero se quedó callada. Y Caitlyn, aunque no lo pareciera, estaba más enfadada por la situación. De pronto, la pelirrosa se le acercó más y rodeó su cuerpo con los brazos, apretándola contra sí poco a poco, cada vez más. Caitlyn frunció las cejas y la miró con algo de desconfianza, al menos al principio… pero después, relajó los músculos y acarició su espalda, pegándose a ella.

—Siento que estén así las cosas, preciosa. Lo siento.

Caitlyn no contestó… prefirió cerrar los ojos, los apretó más fuerte según sus brazos se solidificaban en la cintura de Vi. Pasaron largos segundos abrazadas, muchos para contarlos, pocos para decidir separarse. Cuando Vi distanció la cabeza de la morena acopló la palma de la mano en su mejilla, acariciándola lentamente. Caitlyn abrió los ojos y sintió que el pulso le aumentó mucho, parpadeando nerviosa.

—Me dijiste que…

—Sé lo que dije. Pero también sé lo que… siento.

El corazón de Caitlyn aumentó todavía más de pulsaciones, sitió un calor volátil expandirse por su pecho y estómago. En momentos como aquel, alguien tan fuerte y decidida como ella tenía claro que no podía dejar que esa mujer se perdiera por un motivo bélico. Ahora su mente de vigilante había dejado de pensar, para empezar a activarse su lado emocional. Y Vi no dejaba de mirarle la boca. Caitlyn se inclinó los escasos centímetros que la distaban de la pelirrosa y empezó a separar sus labios al momento de conectarlos con los ajenos, cuando…

 Caitlyn se inclinó los escasos centímetros que la distaban de la pelirrosa y empezó a separar sus labios al momento de conectarlos con los ajenos, cuando
—Cupcake

—Cupcake… agua y aceite.

Se alejó un poco.

—Por favor… —musitó sin fuerza, suspirando y pegando la nariz lentamente a la contraria. Vi se sorprendió al oír aquellas palabras de vuelta, suplicantes. Verla tan accesible era enternecedor… y su cuerpo respondió también con una clara excitación. Caitlyn rozaba la nariz contra la de Vi con suavidad, la suavidad que ella no tenía ya casi en ningún aspecto. Al final no tuvo que suplicárselo de nuevo. Al sentir los angelicales labios de Caitlyn sobre los suyos, los fundió con necesidad, moldeando los labios mutua y acompasadamente, respirando más fuerte. Caitlyn suspiró y ladeó la cabeza, sentía cómo su compañera intensificaba el contacto al introducirle la lengua, más dominante y tremendamente excitada. Vi estaba sintiendo la imperiosa necesidad de desnudarla. La peliazul era fuerte y decidida, y quería a Vi de la misma manera, aunque el ser más inexperta en aquel tipo de encuentros estaba permitiendo que su compañera llevara la batuta.

Un sonido contundente tras ellas las hizo botar a las dos y separarse. El corazón les latía apresuradamente al girarse, y se sintieron tontas cuando vieron que no era más que una regadera de hojalata empujada por la corriente. Caitlyn entreabrió los labios y se los secó con un nudillo, asimilando lo que acababa de ocurrir. Vi devolvió la mirada lentamente a ella y se quedó en silencio, explorándola de arriba abajo.

—Podrías… podríamos… charlar tranquilas en la habitación que tengo preparada en Zaun —musitó la de pelo oscuro, pasándose un mechón lacio tras la oreja. Le costó, pero pudo volver a mirarla. Vi la observaba seria. Un halo de preocupación la tenía en vilo.

—¿Habitación, pastelito? ¿Acaso no podemos hablar aquí?

Caitlyn se ruborizó, por mucho que intentara que no se le notara. Miró a un lado y a otro y finalmente se vio capaz de volver a centrarse en sus ojos.

—Vi… cuando te fuiste tan enfadada del Consejo aquella vez…

—Agua y aceite.

—Deja de decirlo.

—Parece que tengo que dejártelo claro. —Se metió las manos en el bolsillo y bajó el tono de voz. —No sé qué esperas de esto, pero míranos. Hace un rato nos estábamos gritando. No podemos plantearnos algo así.

—Yo… yo no…

—Tú no qué —le preguntó con aparente dureza. Rápidamente contagió a la otra, que la miró con el ceño fruncido.

—No voy a dejarlo estar. Si esto es mutuo, yo…

—Jamás perdonaría que le hicieras algo a mi hermana. Lo siento, pastelito. Eso… lo hace imposible.

—¿¡Puedes dejar de mencionarla!?

La alteración en su voz hizo que Vi abriera más los ojos, sorprendida. Guardó silencio. Caitlyn tenía problemas para expresar sus sentimientos, era cierto, por falta de experiencia en relaciones amorosas. Pero había tenido el valor de preguntárselo aquella vez y lo tendría ahora. Dio un paso frente a ella.

—Acabamos de besarnos, Vi. Para mí eso significa algo. Significa un «nosotras». ¿Entiendes?

Vi inspiró profundamente. Si le mentía aquí quizá podía empeorar la situación de su hermana, y también podía hacerle daño a Cait. Mentir aquí… era innecesario. Pero por alguna razón, hacerlo parecía más fácil. La volvió a mirar y dibujó una minúscula sonrisa en sus labios. Optaría por la sinceridad.

—Significa que me gustas. Tú… ¿Tú te has visto al espejo alguna vez, cupcake? —hizo un gesto de tener calor y suspiró de nuevo. —Eres preciosa, Caitlyn… cualquier chico… o chica, estará encantada de darte lo que te mereces. Yo no vengo de buena familia, y mi hermana como bien dices es una terrorista con la mentalidad desequilibrada. No te convengo, tus padres estarán de acuerdo comigo.

—¿Mis… padres…? —aquí sonrió con total sinceridad. —Vengo desobedeciéndoles desde que tengo uso de razón. Me enseñaron a dialogar, a ser diplomática, a negociar. Y me enseñaron muy bien. Pero a lo que no me enseñaron fue a saber actuar en… bueno… evitaban que estuviera con cualquiera que pudiera afectar mi reputación.

—Por eso mismo te lo digo. Tienen razón… recuerda, soy una vagabunda.

Ambas rieron espontáneamente, recordando aquella cagada. Vi se mordió  el labio inferior pero poco a poco fue perdiendo la sonrisa y centrando su atención en el cuerpo de Caitlyn. Era inútil ocultar lo obvio: todo de ella le encantaba, le encantaba demasiado. La separación abrupta no había hecho sino intensificar lo que ya sabía que había quedado remanente, y el cuerpo le pedía agarrarla y follarla. Le daba igual que fuera en un maldito aseo. Pronto, la voz de la vigilante la despistó de sus pensamientos.

—No es propio de mí que le ofrezca esto a una delincuente en busca y captura —alegó Caitlyn, con cierta inseguridad—, pero si no te vuelvo a ver, lamentaré no haberte invitado a mi habitacion. De verdad, sólo deseo hablar en un lugar más seguro. Nada más.

Puede que tú no quieras nada más, pero yo sí quiero. Lo quiero todo, y maldita sea, no tengo nada. Si me dejas acercarme tanto te haré daño, pastelito. Porque ni yo misma puedo contener algunos de mis demonios internos.

—¿Vamos? —la vigilante le tendió la mano y Vi la miró dudosa.

Al cabo, la alcanzó.

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