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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 5. Un error imperdonable

La noche diluvió, otra tormenta. Casi parecía un recuerdo juguetón. Otra vez solas, en una habitación privada, otra vez con la lluvia azotando tras el ventanal. Caitlyn ayudó a Vi a darse una ducha y a espabilarse un poco, pero había bebido demasiado. Ahora se movía y podía responder medianamente bien, pero estaba lánguida y se estaba riendo por todo. No sabía si preocuparse o agradecerlo. Vi parecía necesitar también un poco de libertad mental, vivía llena de presión. Cuando se vistió con un albornoz y se quedó echada sobre la cama, Caitlyn también aprovechó para darse una ducha, daría por finalizada la jornada en cuanto se reencontrara con su ayudante.

Cuando regresó al salón, sacó de su mochila reglamentaria una bolsa con varios envoltorios con comida.

—He traído algunas cosas, me imagino que no te habrán dado nada de comer en esa taberna.

—Oh. Mi heroína… —rio por lo bajo, estirándose en la cama. Caitlyn la miró de reojo y destapó los envases. Ella ya no tenía hambre, ya nunca tenía. Vi, sin embargo, al oler lo que traía, se sorprendió. Era comida que a Caitlyn le pareció asquerosa cuando la conoció.

—¿¡Te acordabas de esto!? Increíble. Eres la mejor. —Se le animó la expresión en seguida y empezó a tragar como un convicto. Comió sin parar. En apenas siete minutos, ya no quedaba nada. Le dejó a Caitlyn un trozo de pollo y ensalada, pero el resto ya se estaba digiriendo en su estómago.

—No deberías haber comido tan rápido —musitó, mordiendo un trozo de pan. —Estás ebria, puede sentarte mal. La idea era que no te quedaras con el estómago vacío.

—Bombón… —la abrazó como si nada,aunque un pequeño halo de vergüenza pululaba en su cuerpo… no debía estar haciendo eso.

—Para —la cortó bruscamente, haciendo que la pelirrosa levantara las cejas.

—La primera sorprendida soy yo. ¿Por qué te empeñas en seguir viniendo? ¿Y en estar cerca de mí?

—Yo no…

—Por favor —la cortó ahora la otra, riendo sobre la cama—, teniendo ya tu casa y un cuartel cerca, ¿por qué venir y darme luego de comer? ¿Por qué tomarte la molestia de lavarm…?

—¿Por qué me preguntas eso? —le dijo, con la boca pequeña. Dejó de mirarla y apretó con fuerza los guantes de su uniforme. Vi se calló, suspirando. —Ya sabes lo que siento —siguió la de pelo azul. —No te dejaría tirada.

—No lo hagas más difícil. No me digas lo que sientes —levantó la mano desde la cama, como si quisiera evitar que siguiera hablando. — No me digas más porque no me veo capaz de contenerme esta noche.

—¿Con… contenerte?

—Ni una palabra más.

Caitlyn se quedó mirándola unos segundos y después se sentó poco a poco en la mesa. Se miró las manos pegadas a la superficie de la mesa, enfrascada en sus pensamientos. Después de un instante sonrió con un halo de tristeza.

—Sé que no es recíproco. Y perdona esto, sólo quería evitar que te pusieras peor.

Lo que me temía. De todos los miedos que tengo en esta perra vida y aquí salió uno de ellos. Que pienses que no me gustas me quema. Pero si te vuelvo a hacer creer que es mutuo, quizá te ponga en peligro. O quizá no… maldita sea, maldita lavadora en mi cabeza. Asíno hay quien piense claro.

Vi apretó los puños pero los soltó rápido, su cabeza seguía dándole vueltas. Tenía dos opciones y estaba muy borracha para decidirse. Cuando logró sentarse sobre la cama con toda la pesadez del mundo, se sorprendió: Caitlyn ya tenía toda la ropa puesta tras la ducha, se ataba los cordones de las botas. Estaba muy seria. Ni siquiera la había oído moverse. Algo se activó en el cuerpo de Vi y saltó de allí, corriendo hacia la silla donde la otra se arreglaba. Se agachó para encontrar su rostro y paró sus manos, para que le prestara atención.

—No podemos estar juntas. ¿Es que no lo ves…?

—No tienes que decirme nada más, Vi. Me iré.

—¿Te irás a donde?

—Finalizaré esta misión me cueste lo que me cueste. Con tu ayuda o sin ella. Y luego dejaré la placa. Buscaré mis propios métodos para hacer el bien, lejos del yugo que a veces me impone mi puesto.

Intentó zafarse del agarre, pero Vi apretó y apretó mucho. Apretó tanto, que Caitlyn volvió la vista ceñuda a ella, contrariada.

—Suéltame.

—Sabes… sa-sabes… —empezó, apretando los dientes y mirándola fijamente. —¿Sabes lo que más me duele? Que pienses que no te quiero. No tienes idea de lo que te quiero. Y de lo que te… —apretó fuerte los ojos y bajó la mirada al abrirlos—… te necesito. Ojalá hubiesen sido otras las circunstancias.

—Por favor —negó con la cabeza, soltando una imperceptible risita irónica. —Deja de humillarme. Me dejaste sola en la cama. Que no te lo haya dicho no significa que no me diera cuenta.

Vi apretó más fuerte su mano y se empezó a poner en pie. Caitlyn intentó apartar las manos pero de repente, una Vi enfadada la agarró de las muñecas y logró levantarla de un tirón de la silla, lanzándola a la cama. Cait aterrizó de espaldas, mirándola notablemente airada.

—¿Qué coño haces?

Vi no hubiera empleado la fuerza más allá. Había follado con otras mujeres, siendo la voz dominante, a veces la pasiva, no le importaba. Pero lo que dijo Caitlyn no lo soportó. Estuvo a poco de desnudarla a tirones, de demostrar hasta dónde decía la verdad. La miró a los ojos a dmedida que se acercaba… pero su embriaguez y el fuerte cariño que le provocaba la hicieron pensárselo dos veces. Puso las manos a cada lado de Caitlyn, avanzando con las rodillas en la cama hasta que sus abdómenes vlvieron a juntarse, y sus cabezas quedaron frente a frente. Caitlyn se sintió más confundida aún. Frunció el ceño.

—No voy a acostarme contigo —manifestó en voz baja, con la mirada fría. Se sujetaba a la cama con las palmas de las manos, pero perdió toda noción de lo que ocurría a su alrededor cuando la luchadora le acunó la cara entre sus manos, sin vendas, piel con piel. Le acariciaba cariñosamente ambos pómulos.

—Te quiero, Caitlyn… te guste o no… me guste o no…

La sheriff abrió más los ojos, el corazón volvía a bombearle con velocidad. No se esperaba su declaración. ¿Por qué se declaraba, de hecho? ¿La quería confundir?

—No entiendo nada, Vi…

—Deja que te lo explique de otra manera —susurró tiernamente, cerrando los ojos y entreabriendo los labios contra los de la vigilante. Caitlyn respondió tratando de apartarla de los hombros, pero la pelirrosa no paró, y poco a poco, su corazón se iba ablandando. Cada vez que sus labios volvían a acompasarse Caitlyn perdía esa resistencia que se creyó capaz de mantener, el «Te quiero» resonaba en su cabeza con eco… era débil ante ella, y no sabía si lo que hacía estaba bien. Por descontado, Vi tampoco. Vi solo siguió avanzando terreno y se pegó más al cuerpo ajeno, haciendo caso a sus instintos primarios, y haciendo que Caitlyn se tumbara por completo y la siguiera besando. Sin mediar una sola palabra entre beso y beso, una de sus manos le abrió la solapa de la blusa de Cait y se apropió de su pecho, masajeando y apretándolo sin fuerza, sintiendo la dureza del pezón instantáneamente. Le encantaba cómo su cuerpo respondía rápido a sus atenciones. De pronto tuvo que despegarse de su boca al notar un fuerte estímulo de placer. Caitlyn había levantado la pierna entre las de Vi y se dedicaba a ejercer un roce fuerte y constante, alterando a la de pelo rosa inmediatamente.

—Aprendes rápido…

Caitlyn dibujó una sonrisa en sus finos labios y ascendió la mano a su mejilla, acariciándola suavemente. Al ver su expresión Vi dejó de sonreír despacio, mirándola fijamente. Le susurró de nuevo.

—Eres un ángel —musitó, sintiendo los largos y delicados dedos de la tiradora contorneando sus labios.

—¿Porque soy tan buena como dulce?

—Y porque cada vez que veo esos ojos, me siento un poco mejor.

Aquello logró ruborizar a la de pelo oscuro, desacostumbrada a oír hablar así a Vi. Se sentía pequeña a veces, pero intuyó que era por la magnitud de lo que sentía cuando estaban así. Ella era demasiado pequeña para lo que sentía por Vi. El sentimiento era raro y bonito, pero la superaba. No sabía cómo Vi podría interpretarlo.

—Déjame darte placer… —Caitlyn le abrió el albornoz y acarició su brazo, lleno de tatuajes. Vi la ayudó a desvestirse y suspiró, con una sonrisa malévola.

—Maldita sea, como pongas esa cara entre mis piernas me enamoraré más de la cuenta.

Caitlyn intentó estar a la altura de la broma, aunque en realidad, se sentía como un bicho inexperto a punto de pasar un examen. Sabía que el sexo no era lo más importante, pero quería hacerla venirse, que sintiera lo mismo que ella logró hacerle sentir con semejantes orgasmos. De repente Vi se puso en pie y trasteó algo en una especie de cajón.

—¿Cómo de preparada te sientes hoy?

—¿Preparada? —preguntó curiosa, levantándose también de la cama. 

¿Cuánto llevamos besándonos?, pensó la vigilante, sabía que su ayudante estaría esperándole fuera. Me ha sorprendido con la guardia baja y ahora no quiero irme. Maldita sea.

Se aproximó a ella por la espalda, ambas desnudas, y la abrazó desde atrás. Se inclinó un poco y apoyó la barbilla en el hombro de Vi. Vio que sacaba de una caja con llave un strapon, que era un dildo anclado a una especie de cinturón. El tamaño del dildo era de un grosor aceptable, pero el largo parecía una exageración.

—¿Has utilizado eso con otras chicas?

—Sí. Pero está lavado, no te preocupes.

Caitlyn frunció un poco el ceño.

—¿Hace falta que lo usemos?

—Claro que no —se giró para encontrarla de frente, rozando su nariz con la de ella. La besó suavemente, cerrando los ojos y acariciando su cintura con las manos. Caitlyn correspondió despacio, emitiendo un gemido muy suave al notar la lengua de Vi buscándola, rozándola con la suya. Movió la suya en su busca, enlazándolas una y otra vez. Y bajó lentamente la mano a los muslos ajenos. Acarició en círculos su clítoris, con mimo y cuidado, y al enterrar un poco un par de dedos en su abertura sintió la calidez de sus fluidos ya asomados. Al despegarse de su boca con los labios entreabiertos, Cait se arrodillo y apoyó a Vi en el escritorio de donde había sacado el juguete.

En el exterior, una sombra traicionera se agitó entre los arbustos. Merodeaba las habitaciones privadas que Ekko ponía a disposición de sus amigos y conocidos, pero si se conocía lo suficientemente bien la zona, no era necesario pedir autorización para acceder a la parcela. Captó movimiento y luces tras una ventana concreta. Una luz se apagó y entonces la sombra se agazapó cerca del alféizar. No se movería de allí, ya que su intención no era hacer daño a nadie. Jinx se movió sigilosa y curiosamente, buscaba a su hermana con la mirada. La oscuridad estaba de su parte. El sonido de un gemido cortado provino del interior. Frunció el ceño y se aferró a una de las esquinas para vigilar. Los ojos se le abrieron desmesuradamente. Quería creerse mayor, pero no lo era tanto, seguía siendo una adolescente. No le gustó ver a su hermana gimiendo de placer, y a la hija de puta que iba tras ella con la cabez metida entre sus piernas, de rodillas. Vi la acariciaba de la cabellera mientras la otra le practicaba sexo oral, mirándola fijamente. Vi jadeaba despacio, pero Jinx la oía a la perfección, y cada gemido la incomodaba más y más. Pero en realidad…

Jinx no sentía ningún deseo obsceno con su hermana. Odiaba a la policía porque sabía que estaba en el corazón de Vi más que ella, que era su hermanita pequeña. Parecía que al pasar los años eso ya no tenía un valor para Vi. Ahora la única a la que tenía presente era a esa pelandrusca. Eso era lo que no aguantaba, lo que le quemaba en el alma. Volvió a oírla jadear, y al mirar la escena Vi le manejaba la cabeza como quería, sujetándole el pelo en una coleta. Jinx extrajo una pistola del bolsillo del pantalón. Las intenciones de no hacer daño a nadie habían cambiado repentinamente. Ahora sí quería hacer daño. Y se lo haría a Vi. Si su hermana no sabía qué era que te dejara la persona que más querías, iba a saberlo de la peor manera. De momento, la dejaría disfrutar.

Aunque tuvo sus reservas al principio, Caitlyn acabó sucumbiendo a lo que Vi quería. En ningún momento la obligó: el placer que la hacía sentir la abrió a la experimentación. Vi la puso a cuatro patas y le lamió toda su intimidad justo después de haberlo hecho la otra, ansiosa por probarla. Caitlyn empezó a suspirar fuerte, apretando la cama. Después de unos minutos todo el cuerpo largo y delgado de la vigilante dio un suave respingo, justo cuando Vi comenzó a masturbarla. Los dientes de la pelirrosa rascaban sin fuerza una de sus nalgas, dando mordisquitos tiernos. Caitlyn no tardó ni tres minutos en ponerse tensa. Al recibir una cachetada en la nalga dio un grito ahogado, riendo poco después.

—Date la vuelta —le pidió Vi entre beso y beso, y la ayudó a girarse. Gateó en la cama hasta posicionarse cerca de su sexo y la abrió de piernas, fijándose en su pequeña cavidad sonrosada, como si estuviera haciendo un chequeo medico. Cait tragó saliva al ver que acercaba también el strapon.

—Espera.

Vi en respuesta la miró fijamente, ansiosa. Caitlyn susurró de nuevo.

—Con cuidado —le dijo, bajando la mirada a su sexo. —Nunca lo he hecho.

—Sh… tú tranquila. Lo último que busco es hacerte daño, cupcake.

Caitlyn la siguió con la mirada. Vio cómo la otra buscaba una posición cómoda y dejaba apartado el dildo, para centrarse plenamente en sus piernas y en su vagina. Cerró los ojos y hundió la boca entre sus muslos, abriendo bien los labios y degustando con la lengua todo lo que pillara a su paso. Rotaba la lengua despacio, con cariño, pero presionando en los puntos clave donde ya sabía que afloraban más terminaciones nerviosas. Al presionar el clítoris con la lengua mojada abrió un poco los ojos, observando fijamente los de su chica. Caitlyn se mordía el labio inferior y se dedicaba a acariciar el pelo corto y sedoso de Vi, más revuelto al pasar sus dedos por él. Vi ni siquiera parecía sentir esas caricias, ensimismada en su tarea, volvió a cerrar los ojos y concentrarse y pegó la boca al clítoris. Iba a ir a por todas, porque quería desvirgarla ella. Introdujo un dedo en su cavidad lentamente, éste entró con mediana facilidad. Al cabo de un par de minutos acompasando esa penetración con el sexo oral, se aventuró a meter un segundo dedo y seguir penetrándola despacio. Igual que la primera vez que lo hicieron, su vagina estaba apretada, contraída. Caitlyn dejó caer su cabeza hacia atrás y suspiró fuerte en la almohada, sentía presión, pero también mucho placer, la lengua de Vi parecía no cansarse nunca, y su cuerpo empezaba a prepararse claramente hacia el orgasmo.

—Lo haces rápido… —susurró, entrecortada.

—¿Quieres más despacio? —preguntó tras unos segundos, relamiéndose los labios.

—N-no… me refiero a hacerme llegar…

Vi torció una maliciosa sonrisa.

—Porque empiezo a saber dónde sientes más… tu cuerpo habla por sí mismo —dijo, mordiéndole enseguida en la ingle, cerca de su intimidad. Esto hizo que las piernas de la vigilante se erizaran en cada poro. —Ves… —rio por lo bajo, acariciándole la pequeña cicatriz que Caitlyn tenía en el muslo. Se debía, cómo no, a otra bomba sorpresa de Jinx en el pasado.

Jinx…

Esta noche, la he dejado sola…

No, no. No pienses en ella. La pelirrosa negó para sí misma, no podía atormentarse en un momento así, quería con toda su alma continuar y pasar la noche con la policía y lo iba a hacer. Acompasó la boca y los dedos en su interior a un ritmo lento y con cierta maestría, y al cabo de unos minutos sintió que una lubricación blanquecina mojaba sus falanges cada vez que entraba y salía de ella. Cailyn para entonces tenía un puño mordido, aplacando el placer, parecía darle vergüenza gemir. Llevó la otra mano a las sábanas y tironeó de ellas, y se le pusieron las piernas tensas. Aunque fuera una jugarreta, fue ahí, justo cuando sabía que iba a llegar al orgasmo, cuando Vi se detuvo y chupó el glande del consolador que había traído, escupiendo después. Presionó contra su entrada despacio, estimulándola sin parar en el clítoris. Esto hizo que la de pelo azul suspirara de placer y dolor. La llegada al orgasmo se le truncó, y en su lugar notaba una presión creciente. Vi lo hizo despacio en todo momento. Al sentirla más tensa de la cuenta separó la cabeza de sus piernas y se recostó a su lado, acariciándola de la mejilla. Besó sus labios y susurró.

—Podemos dejarlo cuando quieras, sobre todo si te está doliendo, bombón.

—No me duele… es… presión, nada más.

—Si quieres parar, me lo dices. ¿De acuerdo?

Caitlyn miró hipnotizada los labios de la pelirrosa, eran tan perfectos… se quedó en el limbo varios segundos. Sintió los pezones de la luchadora contra los suyos e inspiró hondo, volviendo su mirada turquesa a ella.

—No quiero que pares… —susurró, rozando los labios con los suyos. Era lo único que Vi necesitaba oír. Manejó el dildo con cuidado, buscando el ángulo menos incómodo, sabía que no era fácil la primera vez. Las uñas de la vigilante se clavaron en la espalda musculada de Vi al sentir romperse algo dentro suya, lo notó perfectamente. Frunció las cejas y paró de besarla, dando un pequeño suspiro de dolor.

—¿Bien…? —le dijo Vi acariciándola del rostro una y otra vez, hasta que logró tranquilizarla. —Es normal que duela un poco.

Cailyn no contestó, sólo acabó buscándole la boca de nuevo. Ambas cerraron los ojos y jugaron con la boca de la otra, empujándose sus lenguas mutuamente, en círculos, hasta que de repente Cait soltó un gruñido de dolor, tocándola de los hombros.

—Estás sangrando mucho… vamos a darnos un descando, cupcake.

—Espera —dijo apenada, tocándola del rostro. —Quiero hacerlo.

—Podemos avanzar poco a poco. Cualquier otro día.

Jinx aguardó las insufribles dos horas que duró el encuentro sexual entre ambas mujeres. Supo que Caitlyn había dejado de ser virgen. Seguro que ese detalle las unía más aún sentimentalmente. Se le podían ocurrir cien motivos por los que la de pelo azul marino era peligrosa, pero no podía competir contra una mujer a la que su hermana se podía follar. Jinx desconocía ese tipo de amor, pero sabía que un enamoramiento siempre arrollaba todo lo demás. Y por la cuenta que se traían, imaginó que el amor de hermana no era suficiente. De tanto esperar a la intemperie, se durmió tiritando, agazapada bajo dos arbustos. Una fuerte ráfaga invernal la sacudió y la despertó más tarde, aún más helada que antes. Los dientes le castañeaban. Al mirar el reloj vio que eran las seis de la mañana, la ciudad subterránea siempre parecía nocturna, y los lejanísimos rayos solares que a veces se filtraban tímidos desde el ala superior, esta vez no llegaban hasta la parcela. Jinx se levantó pesadamente y recargó el arma de fuego. Acto seguido, sin mucha ceremonia, abrió la ventana más lejana que daba a la esquina de la habitación y se coló cual gato hasta el interior, en completo silencio. Sus pasos no sonaban.  Las doschicas estaban dormidas. Vio asqueada el instrumento con el que su hermana había desvirgado a la vigilante, ya lavado y apartado en el escritorio. También vio unas sábanas tiradas en el suelo. En su lugar, habían puesto otras para descansar después de su batalla campal. La sangre de la vigilante se le hizo asquerosa también por lo que representaba, mucho más allá del encuentro sexual. Si Vi había llegado tan lejos era porque la unión con ella era total, y la confianza mayor. Tragó saliva cabreada y con muecas de querer vomitar. Avanzó hasta la recámara y ahí vio a las dos con total nitidez: estaban bajo un edredón fino, algo separadas, y profundamente dormidas. Alzó la pistola y encañonó la sien de Caitlyn, mirándola con el labio inferior fuertemente apretado. Bajó el seguro. El suave tintineo metálico que emitió hizo que Vi frunciera un poco las cejas y despegara los ojos, mirando la estancia adormilada. Cuando sus pupilas se fijaron bien en la imagen que tenía al lado, dio un vuelco que la hizo eguirse unos centímetros de la colcha. Jinx rápidamente se llevó el índice a los labios y la instó a guardar silencio, pero en ningún momento dejó de apuntar la cabeza de Cait. Vi sintió que el corazón le iba a estallar, suerte había tenido de no tener un infarto ahí mismo. Levantó una mano en señal pacífica hacia Jinx, pero ésta acercó más el cañón a la víctima.

«Por favor»…

Jinx abrió los ojos al leer los labios de su hermana. La miró a los ojos, y vio que se estaban llenando de lágrimas. Vi se incorporó muy lentamente, sin hacer ruido, sentándose en la cama, y levantó de nuevo las manos hacia Jinx. Le hizo un cabeceo hacia el pasillo indicándole que salieran a hablar. Jinx se quedó varios segundos mirándola sin reaccionar, su cabeza era un caos. Si no se hubiera levantado le habría disparado, eso lo sabía. Pero ver sufrir a Vi le daba lástima —porque odiaba verla sufrir— y rabia —porque su súplica era por el amor que tenía a otra persona—.

Sin hacer el mínimo ruido, las dos mujeres desaparecieron de la estancia. Vi se vistió con cuatro trapos que encontró y salió al exterior de la parcela, necesitaba urgentemente sentir algo de aire frío entrarle a los pulmones si no quería estallar. El corazón le seguía latiendo violentamente después de la imagen que acababa de presenciar. Powder está desquiciada, pensó. Quizá no había calculado bien las consecuencias al llevarse a Caitlyn a la cama. Fallo suyo, otra vez.

—Powder…

—Llámame Jinx.

—Jinx… ¿por qué… por qué has hecho eso? ¿No te dije que esperaras en el escondite?

—Si me quedo a esperarte aún seguirías sin volver. Mientras yo estaba hablando con Mylo de mi vida de mierda, tú estabas fornicando con esa… vigilante.

Vi apretó los labios. Al final, reventó.

—También tengo derecho a vivir mi vida, ¿¡sabes!?

Jinx se carcajeó enseguida.

—¡Pues vívela, yo viviré la mía! —se acarició el surco nasolabial con el cañón del arma, encogida de hombros—. Pero ella representa todo lo que odiamos. Todo lo que nos ha hecho daño. Verte desnuda a su lado ha sido asqueroso. Asqueroso, Vi, debería darte vergüenza… ¡tú misma sabes qué representan sus símbolos! Has cambiado… ella te ha…

—Ella no es…

—Es así, pero estás ciega y no te das cuenta. ¿O es que esos ojos bonitos te han nublado la sesera?

Jinx nunca trataría de manipularla, principalmente… porque no podía, ni sabía cómo. Cada palabra que salía de su boca era ni más ni menos que la realidad que ella sentía, fuera ésta fidedigna a la realidad o no. Y los espectros que la perseguían, al parecer, opinaban de la misma manera.

—Escucha… nada cambiará el hecho de que seamos hermanas. Te quiero y te protegeré siempre. Pero por amor del cielo… no puedo dividirme en dos. Y no quiero tener que elegir.

Jinx cerró los ojos, aspirando aire profundamente.

—Si hubiera que elegir, me habrías matado a mí. Ya te hice escoger una vez y no tuviste el valor de volarle la cabeza. Sabes que ella es la única que tiene una posibilidad mayor de atraparme, y aun así la traes cerca de mí y te la follas.

—Joder, no la traje cerca de ti, tú te acercaste… ella… ella…

—Te pondré las cosas mucho más fáciles, hermanita. Pero a cambio, nos perderás a las dos.

La voz de Jinx sonó diferente. Tenía el ceño fruncido, sin embargo, estaba depositando el arma en una de las mesas exteriores. Vi mantuvo las distancias con una creciente desconfianza, pero cuando la peliazul pasó por su lado, la sostuvo de los hombros. Se miraron fijamente, y entonces Vi la abrazó fuerte. Powder olía a pólvora cara, su cuello sudaba ese aroma desprestigioso a metal de bala nueva. Suspiró al sentir las manos de la pequeña correspondiéndola, aferrándose a su espalda. Los ojos rosas de Jinx se apagaron progresivamente y en su lugar volvieron los grises. Los fantasmas de Jinx también guardaron silencio y respeto. Vi era la clave para alejarles. Pero Vi tenía su atención puesta en otra parte. Ya no podían considerarse hermanas, por mucho que la abrazara. Pero al menos, en esos segundos…

—¡Cait! ¡Espera!

Al oír el nombre, los ojos de Jinx volvieron a ponerse de color fucsia. Empujó a Vi y se puso alerta, girándose violentamente hacia la otra mujer. Para su sorpresa, Caitlyn no estaba intentando atacarla: era la primera sorprendida, sólo se había asomado al pasillo al verse sola en el cuarto. Jinx la miró de arriba abajo con notable odio. La sheriff suspiró largamente y miró a Vi sin decir nada. Se metió la blusa por debajo del pantalón táctico y abrió más la puerta.

—¡Para! —Jinx levantó la mano en su dirección, haciendo que la de pelo oscuro dejara de caminar en seco y de moverse. Pero se dio cuenta de que tenía guardia boxística: estaba atenta por si intentaba algo, eso le produjo cierto placer. —Así está bien. Paradita. Pensaba dejar que me detuvieras, ¿sabes? —dijo con sorna la peliazul, volviendo la vista ahora a su hermana. Al mirar el dolor en sus ojos pareció perder la sonrisa. En su lugar, el rostro de Jinx pareció cubrirse por un halo de cansancio. La fatiga que le producían esos pensamientos rayaban toda su paciencia, ya no tenía. No lo soportaba más. Estaba…

...cansada…

—Pero no voy a dejar que me detengas, porque necesito estar con ella. Es lo único que me queda en esta mierda de mundo. Eso no lo entiendes, ¿verdad?

Caitlyn no respondió. Bajó lentamente la guardia, pero una de sus manos fue a parar a la parte trasera del cinturón, de donde colgaba el arma reglamentaria. En menos de un segundo que pilló por sorpresa a la propia Jinx, ya la estaba encañonando.

—Ponte de rodillas —dijo firmemente. Jinx soltó una risa ahogada, alucinando al ver la poca empatía que tenía.

Yo tuve piedad de ti en el funeral de tu madre, y tú no eres capaz de sentir lo mismo ahora. Eres…

—Eres una zorra —masculló, y miró a Vi. —No harás nada, ¿verdad? —preguntó, mientras obedecía muy despacio. Bajó las rodillas al suelo y puso las manos tras la cabeza. Su cerebro volvía a emitir las imágenes de sus amigos, criticándola por ser tan débil. —Vosotros, ¡callaos!

Caitlyn aguardó a que obedeciera e ignoró las habladurías que tenía con su psicosis, ya estaba harta. Jinx se había arriesgado por cuenta propia al espiarlas y ahora tenía que tomar partido.

—Caitlyn, déjala marchar… —musitó con la voz algo quebrada, mirando a su hermana de rodillas. La vigilante era implacable, y prefería no devolverle la mirada a la pelirrosa por si la reclusa intentaba alguna evasiva. Rápida como la electricidad, logró ajustarle las esposas tras la espalda y la puso en pie de un movimiento seco. Jinx negaba con la cabeza y una sonrisa torcida.

—Puedes estar segura de que volaré Stillwater por los aires y serás el hazmerreír de tu condado —vaciló la de pelo azul claro, pero no obtuvo ninguna respuesta de la vigilante. Caitlyn seguía sin emitir palabra alguna, sólo anotaba rápido una cosa en algun trozo de papel, mientras alternaba la mirada entre la hoja y las esposas cerradas.

—Caitlyn… por favor.

—Soy vigilante. Este es mi trabajo. Ya lo sabías. —Concluyó sin mirar a ninguna. Ciñó una especie de correa alrededor de la cintura de Jinx, que apretó más todavía las muñecas a sus lumbares. Eso impediría que lograra salir dislocándose los pulgares. Jinx dejó toda furia de lado, viendo el futuro negro que se le venía encima. Parecia una melodía atrayente, de todos modos: de un modo u otro, ya había estado enterrada en la negrura todos esos años. A lo mejor no era mala idea entregarse a las sombras. Pero quería ser libre y sabía que tarde o temprano, por muy decaída que estuviera, su parte humana la haría buscar una salida… aunque fuera sin la ayuda de Vi. La miró una vez más antes de que Caitlyn la sacara del recinto. La pelirrosa estaba angustiada, no sabía cómo se habían llegado a torcer tanto las cosas. Ekko y los demás Firelights habían salido a curiosear tras oír tanto ruido. Algunos incluso aplaudieron al ver a la asesina de masas encadenada y esposada, partiendo del lugar. Vi las siguió hasta que toda esa gente quedó atrás.

—Caitlyn… es mi hermana. Por favor, tiene que haber otra manera de…

  Por favor, tiene que haber otra manera de

—Es lo mejor para tu ciudad y para la mía. Siento que sea tu hermana. Pero también es la causa de muerte de muchas personas. Podrás verla, yo me encargaré de eso.

—¡Es menor de edad! ¿¡Cómo se supone que vas a poder encerrarla!?

—El Consejo no la considerará como tal dada la magnitud de sus ataques. Dudo que salga de la celda en muchísimos años.

Vi apretó los puños.

—Y yo sé lo que es eso. Suéltala. Ahora mismo.

—No la voy a soltar, Vi. Y aléjate, porque estás acabando con mi paciencia.

Vi dio un paso hacia ellas, pero la atención de las tres fue a parar al coche patrulla, con la insignia de Piltover, que se acercaba a la calle donde estaban. Vi entró en pánico. Si Powder entraba en uno de esos, no salía. Tenía que pensar rápido. Miró lo que tenía a su alrededor, no veía nada de ayuda, nada. Sólo estaba ella. Tragó saliva y miró a Caitlyn.

—Suéltala. Es la última vez que te lo pido por las buenas.

Jinx levantó un poco el rostro al oír a su hermana decir aquello. Caitlyn frunció un poco las cejas, dando un paso atrás pero sin soltar la cadena de la reclusa. Llevó la mano a su pistola y la volvió a desenfundar.

—Apártate —sugirió la sheriff, mirándola fijamente. —No quiero hacerte daño.

El coche giró una nueva curva. Dentro parecían haber dos vigilantes con mascarillas. No había tiempo, eran tres contra una. Vi dio un enérgico salto y de una patada, apartó la mano de Caitlyn de las cadenas. Las examinó un solo segundo para darse cuenta de que no podría abrirlas ni romperlas, habría que ir a un cerrajero. Caitlyn apuntó a las dos.

—No te condenes tú también. ¡Te estoy diciendo que podrás verla!

—¡Y YO TE HE DICHO QUE LA SUELTES! —vociferó perdiendo la poca paciencia que tenía. La propia Jinx dio un respingo al oírla gritar así. Caitlyn la miró estupefacta, pero sin dejarse abatir por los sentimientos, mantuvo recto el ángulo del disparo. No haría nada porque el coche estaba más cerca, era matemáticamente imposible que la pelirrosa se saliera con la suya. Ya lo tenían todo perdido.

Vi apretó los dientes al ver que la sheriff no la obedecía y, ciega de ira, se abalanzó sobre ella y la empujó. Aterrizaron juntas en el suelo. Vi empezó a cachearla con las manos temblorosas, buscando algo que sirviera.

—Las llaves. LAS LLAVES —gritó, nerviosa.

Caitlyn no respondió. A la mínima que vio la oportunidad, aprovechando los nervios de Vi, levantó una pierna y la atrapó velozmente de un brazo, practicándole un triángulo con las piernas, una llave que casi logra inmovilizarla. Vi reaccionó igual de rápido y le sostuvo el tobillo justo cuando iba a cruzárselo por detrás del cuello. Le clavó los dedos y de un movimiento brusco le abrió la guardia, situándose encima como un puma sobre su presa. Caitlyn empezó a forcejar con ella, estando debajo era algo más difícil. Pero Vi dejó de pensar, estaba demasiado saturada. Cuando vio un hueco cerca de su rostro le impactó un codazo en la mejilla, con toda la fuerza que pudo. Caitlyn emitió un gemido cortado de dolor pero logró frenarla al sujetarle los brazos antes de que le diera un segundo.

No por demasiado tiempo.

La luchadora sacó su lado más animal e, implacable como era con los puños, volvió a acertarle en el mismo sitio con el codo al librarse de su agarre. Volvió a cachearla, todo estaba pasando demasiado rápido. Oía el motor del coche acercándose. Notó algo pequeño y metálico por fin en uno de sus bolsillos, y al sacarlo, recibió un rodillazo en la garganta que casi la hace perder el resuello.

—Powder, corre… —alcanzó a decir, tocándose el cuello. La siguiente patada que recibió fue en la mano, la llave salió despedida por los aires. Vi se logró levantar y levantó los puños en guardia, mirando fijamente a Caitlyn. Lanzó dos directos limpios sobre ella, que la vigilante pudo esquivar con maestría,a un lado y otro. Sentía aún el retumbar de los codazos en el lado izquierdo de su rostro. Vi empezó a desplegar una serie de combnaciones de puños que hicieron retroceder a la otra. Lanzó un directo fulminante con la derecha directa a su rostro, pero Caitlyn balanceó hacia atrás aprovechando su estatura y por suerte, el puño apenas la rozó en la punta de la nariz. Uno de los vigilantes vio la escena alucinando, pero también vio que Jinx trataba de correr hacia otro callejón, huyendo. La prioridad era atrapar a la terrorista.

Caitlyn bloqueó un croche de izquierda y respondió con un puñetazo certero en la nariz de Vi, que sólo la enfureció más. Sus conocimientos eran tácticos, sabía defenderse bastante bien en el cuerpo a cuerpo, había pasado entrenamiento militar después de todo. Vi arremetió con otra combinación de golpes. Esta vez jugó más sucio, y cuando olió que se iba a proteger la cara, se inclinó y le asestó el golpe final en la boca del estómago, con toda la potencia que el cuerpo le permitió. A Caitlyn se le cortó hasta el grito y aterrizó de rodillas en el suelo, con la boca abierta, ahogada. Con la rapidez que las piernas le permitieron, se puso en pie; Vi le sacudió dos puñetazos seguidos en la cara que la volvieron a tambalear. Vio como las largas y estilizadas piernas de la vigilante perdían estabilidad, pero para su asombro y aún por esas, logró evitar la caída. Es fuerte, pensó Vi, que se adelantó y antes de dejarla ponerse recta del todo le hundió los nudillos en la nariz. Cait sintió su cara dormirse pero  no cedió a caer. Abrió los ojos y se puso en guardia lo más buenamente que pudo. Era más alta, no podía dejarla acercarse tanto o lo lamentaría. Pero ya poco importaba. El paredón de la calle donde se encontraban estaba cerca. Esquivó dos puños de Vi y pasó por debajo de su brazo estirado, intentando retirarse de la pared para poder seguir alejándose. Vi contestó con otra combinación, y otra, asestando al hígado, al estómago, a la garganta. Caitlyn desvió la trayectoria del puño hacia su cuello y respondió con otros dos golpes certeros en su sien. Esquivó dos golpes de la siguiente combinación, era muy buena, era veloz, Vi se dio cuenta de que tenía muy buenas esquivas y buenos reflejos, sus movimientos estaban automatizados por el entrenamiento. Pero no era más fuerte que ella. Caitlyn aprovechó un segundo de descanso para patearla en la rodilla y hacerla perder la estabilidad. Lo logró sólo medio segundo: como si ni siquiera le hubiera dolido, Vi se puso en pie y le rompió la nariz con su propia cabeza, de un impacto seco. 

Caitlyn perdió la visión en ese momento. 

El tabique le iba a reventar del dolor. No gritó, ni se quejó. 

Por más que Vi la viera con los ojos abiertos, su contrincante ya no veía nada, sólo sombras. Pudo intuir su siguiente combinación, pero sólo logró esquivar el primer puñetazo. El segundo, el tercero, el cuarto y el quinto impactaron en su cara y el sexto, con toda la rabia del mundo, lo notó hundirse entre sus costillas, un golpe que logró elevarla unos centímetros hacia arriba. Caitlyn se estrelló contra la pared, sentía que las piernas le temblaban muchísimo, si aún estaba en pie era por la dichosa pared fría sobre la que estaba apoyada tratando de recuperar el aliento. Entre las sombras que veía predijo que la pelirrosa iba a volver a pegarle, y acertó. Cait elevó las dos manos para detenerle la muñeca en el aire, pero pese a que logró sujetarla, la fuerza que empleó la otra le giró la cara en un sentido. Vi gritó llena de rabia y dobló toda la cintura en un último puño más, que al impactarle en la mandíbula, giró en seco todo el cuerpo completo de Caitlyn hacia un lado, y como un muñeco de trapo, trastabilló y se desplomó a sus pies, sin moverse. 

Lo único que Vi escuchaba era su propia respiración, agotada, fuera de sí, con el corazón latiéndole a mil por hora. Quería llorar pero también quería gritar como nunca. Parpadeó mirando el cuerpo de la vigilante. Un charco de sangre empezó a crecer en la zona donde se encontraba su cara, más y más. Vi empezó a contactar con la realidad, sus ojos dejaron de ser azules. Sintió un desazón enorme: sabía perfectamente que le había pegado. No contaba con la buena defensa de Caitlyn, ¡pensó que un golpe la espantaría!, sin embargo, eso había desatado su furia interior de la manera más desmedida. De repente, como si cayera en la cuenta de lo que acababa de hacer, se llevó las manos a la cara y dio dos pasos atrás, asustada.

—No… no…

Se miró las manos. Un flashback le recordó cómo también pegó en la cara a Powder cuando era una cría. Esta vez, sin embargo, no había vendas. Tenía los nudillos pelados y manchados de sangre. Temblando, se agachó y apartó el pelo de la cara de Caitlyn, pero se asustó de lo que vio y cayó al suelo, empezando a respirar rápida y muy entrecortadamente.

Caitlyn había resistido lo que pudo. No pudo responder con la misma ferocidad que Vi porque su salud mental, desde luego, era mejor que la de las hermanas. Realmente Caitlyn no deseaba hacerle daño a ninguna. Vi empezó a llorar con amargura, pateando la pared, viendo cómo acababa de dejarle la cara a su chica, no podía creérselo. Empezó a llorar fuerte, desamparada, dándose golpes en la cabeza con la palma ensangrentada. Estaba traumatizada contemplando cómo la sangre salía a borbotones sin parar de su nariz, sin parar, encharcando la acera, algo le había roto, y ese algo podía desangrarla al ritmo que iba. Un ruido gangoso y débil la hizo abrir los ojos, se acercó a Caitlyn.

—C…Caitlyn… ¿me… oyes…?

Caitlyn movió las pupilas, pero estaban perdidas, no tenían objetivo. Volvió a cerrar los ojos sin más. Vi se asomó a la calle donde habiá ocurrido todo y vio con horror que otros dos coches patrulla habían desaparecido, uno de ellos, con Jinx probablemente dentro. El vigilante que había quedado rondando la zona estaría buscando a la sheriff. Y la sheriff estaba desangrándose en un callejón, con el tabique roto y la boca cubierta de sangre. Gustosamente se hubiera dejado atrapar la pelirrosa, encarcelar si hacía falta. Pero si lo hacía… Powder se volvería a quedar sola. Y Powder la necesitaba.

Asi que, sintiéndose una mierda, huyó.

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