CAPÍTULO 10. Fallando a unos ideales

Prisión de Stillwater
—¿Cómo estás?
—Bien, ¿no me ves? Aún encerrada, como deseabas.
La aspereza de Jinx contra su hermana era de esperar. Era la tercera vez que lograba concertar una cita, aunque el tiempo que les concedían era escaso y Jinx debía permanecer entre barrotes. No tenía la ventaja de otros reclusos porque la consideraban demasiado peligrosa. En su lugar, Vi estaba obligada a conversar delante de un guardia y tenía que ser cacheada antes y después de permitírsele el paso. Era Caitlyn quien la cacheaba y la que las observaba en ese momento, para suplicio de Jinx.
—Nos escucha desde aquí, estoy segura —se quejó la peliazul, pues pese a la distancia que había de la chica hasta su celda, no podía estar más harta de ella. Su hermana negó con la cabeza, susurrando.
—No te preocupes. Si se hubiera quedado otro guardia en su lugar, nos pediría que habláramos en alto. Ella nos deja hablar en secreto todo lo que queramos.
—¿Estás con ella? ¿O hiciste caso a lo que te dije?
Vi se mordió el labio unos segundos aantes de responder. Tenía que ser muy cuidadosa con las palabras que seleccionaba.
—Nos llevamos bien, Pow-pow. Eso es todo.
—Por favor —puso los ojos en blanco y soltó una risotada—, mentías mejor estando fuera de prisión. Bueno, aunque claro, desde mi perspectiva… tu también estás detrás de unas rejas.
Vi no supo el por qué de esa metáfora. La delgada chica que le devolvía la mirada al otro lado de la celda sujetó los barrotes y sonrió, pegando la cara sucia a dos de ellos. Habló con la boca torcida al tener el metal tirando de su piel.
—Sabes, hermanita —comentó en un susurro. —Hay veces que me pregunto en mis horas muertas si alguna vez vendrá alguien a rescatarme. Mi propia hermana, en un intento de imaginármela más empática con mi situación. Otras, simplemente me quedo ahí tirada, suponiendo que cualquier día algún vigilante con mala hostia entrará y me reventará la cabeza a tiros.
—Hago lo que puedo, Powder. Te lo prometo.
Una chispa fucsia atravesó los iris de la peliazul, cabreada. Su tono cambió radicalmente.
—A menos que hacer lo que puedes signifique que te la estás follando del derecho y del revés, te aconsejo que dejes la boquita cerrada.
Vi apretó los puños y los dientes. No creía ser buena idea ponerse seria con ella. Pero lanzó una breve mirada a Caitlyn de reojo, que fingía mirar a otro lado, y se volvió a su hermana.
—¿Por qué te molesta tanto que me guste?
Jinx se alejó un poco de los barrotes y se dio media vuelta, negando con la cabeza. Vi no los veía ni los escuchaba, pero Jinx sí que sentía a sus demonios atosigarla con sus propias teorías. Además, recordó la promesa que Vi le hizo de niña. En ese momento, bajó lentamente las manos, dejándolas caer al final.
—Tú no eres mi hermana. Mi hermana, la de verdad, dijo que siempre estaría a mi lado. —Movió un poco la cabeza en su dirección, pero sin girarse. Vi sintió una puñalada en el corazón cuando distinguió una lágrima furtiva en su mejilla. —Pero no lo digo porque estés con ella. Es porque te veo acomodada, y te veo en ese futuro perfecto con tu novia y lejos de los quebraderos de cabeza que supone estar cerca de mí. Simplemente no quiero pudrirme aquí. No puedo hacer nada y estoy jodida.
La sinceridad provocó que le temblara la voz en las últimas palabras, pero rápidamente se secó la lágrima, esperando que la otra no la hubiese percibido.
—No estarás aquí para siempre. Están estudiando tu caso y cupca… Caitlyn y yo estamos intercediendo con el nuevo consejo. No es fácil, Powder.
—Deja de llamarme así. Ese nombre no tiene ya ningún peso para mí.
—Es tu nombre. Es tu maldito nombre.
—Mi nombre es Jinx. Y en eso no hay más que hablar. De hecho, en nada más.
Vi negó con la cabeza algo irritada, y suspiró largamente.
—Caitlyn… va a sacarte de aquí.
Jinx abrió los ojos y se volteó, mirándola con desconfianza. Vi asintió y siguió hablando rápido.
—Sí, venía a decírtelo. Lo hará hasta que el Consejo se pronuncie. Ella se encargará de dar parte de tus comportamientos. Tienes que tener buena conducta.
—Si me libera, lo primero que haré será matarla.
Vi la miró sorprendida y dolida, alejándose un paso de los barrotes.
—Pow…
—Así que dile que se lo piense bien, porque es lo que iré derechita a hacer. Y luego me largaré, si no me matan antes.
—Cállate, joder. O al menos no se lo digas… quiero que salgas de aquí, Powder. En cuanto ella te libere y fuera te quiten las esposas… te escaparás… y si no deseas volver lo entenderé, pero si aún quieres formar parte de un nosotras, por favor, puedo conseguirte una vivienda a las afueras.
—Te mueres por apartarme del medio, ¿¡verdad!?—gritó con mucha energía, tanta, que la sheriff miró esta vez directamente. Sus ojos turquesas se cruzaron con los de Jinx, y ésta notó una descarga de odio en su interior que la hizo agarrarse sonoramente a los barrotes, casi comiéndose a Vi. —QUE TE DEN, DEJADME LAS DOS EN PAZ.
—Powder, escúchame, MALDITA SEA.
—¡¡CÁLLATE!! ¡CALLATECALLATECALLATE!
Vi apretó los labios con pena y se separó frustada de los barrotes, mirando y oyendo cómo su hermana se agarraba con saña su propia cabeza, como si algo la machacara. Los pasos de la vigilante sonaron de repente a su lado.
—¿Va todo bien?
Se acercó demasiado. En cuanto Jinx oyó esa voz, se giró con una velocidad anormal y una descarga similar a la eléctrica la estampó contra los barrotes, brazo derecho en alto. Agarró con fuerza a Caitlyn del cuello apretando el brazo, que se vio muy sorprendida al principio, pero enseguida boqueó asfixiada. Cuando Vi miró dolida a su hermana comprobó lo fucsias que tenia los iris, casi desprendían brillo propio. No pudo reaccionar. Caitlyn emitió un gemido quebrado y atrapó la muñeca de la peliazul con las dos manos.
«CRAC».
Se la partió de un movimiento seco, cuya fuerza llegó a rotar incluso el hombro delgado de Jinx en otra dirección. Ésta gritó desgarrada, como un animal al que queman, y cayó de culo en el suelo de piedra. Se tocó el brazo desencajado con la otra mano temblando, sus ojos volvieron al rosa apagado, ya sin excitación ni fuerza, ahora lo único que podía sentir era un hervidero de voces criticándola por ser débil, dependiente, le recordaban que era el motivo por el que sería nuevamente desplazada por su hermana. Miró muerta de rabia a la sheriff con el dolor retenido, los labios fruncidos, y contempló que aparte de las marcas en el gaznate que ella le acababa de hacer, había bajo el cuello de su camisa un moratón que el maquillaje no camufló del todo. Era la inconfundible marca de un chupetón.
—Espero que viváis una vida de puta madre juntas, sois tal para cual.
—Pow-pow… ¿estás bie-…?
—¡ALÉJATE DE MÍ! —le vociferó salivando, asustando a Vi. Jinx se volvió a mirar su hombro y sin perturbarse, se lo recolocó de un brusco movimiento.
—Llamaré al médico de servicio —murmuró sombríamente la de pelo más oscuro, totalmente indemne a la pena que sentía Vi y a la rabia de su hermana pequeña. Caitlyn estaba furiosa, y de no ser por el respeto que sentía por Vi, habría desenfundado y acabado con aquello. No tenía por qué soportar los constantes ataques de una criminal. La criminal del Consejo, de su madre, probablemente también de su padre, y de media guardia de Piltover.
Jinx era un animal enfurecido y estaba fuera de sí. Perdía el control de su mente y de su propio cuerpo, lo sabía cuando incluso disparando perdía puntería, cuando sus fantasmas del pasado la despistaban. Caitlyn dejó de mirarla rápido, aún sabiendo que la de pelo azul la seguía mirando. Vi por su parte se quedó acuclillada al lado de ella, y le susurraba algo, pero no parecía que la pequeña prestara atención. Cuando estuvo apunto de marcharse, la sheriff miró una última y rápida vez aquella escena, y presenció algo que llamó su propia atención. Jinx le seguía devolviendo la mirada, pero no de la misma manera. Respiraba exhausta, seguía palpándose la muñeca partida. Su mirada, lejos de ser la de un animal desbocado, ahora era la de uno herido, herido profundamente, sumido en una tristeza palpable. Sus ojos brillaban el doble. La miraba con lástima. Pero quizá lástima de sí misma. Algo parecido al rencor y al sufrimiento puro nacía de aquella mirada, y de pronto, Vi la rodeó con sus brazos como pudo a través de los barrotes y Jinx se echó a llorar, dejando de mirar a Caitlyn para ahogarse en el abrazo. Caitlyn se sintió mal. Bajó la mirada y suspiró, pensando en qué narices debía hacer un policía en aquella situación. Dejarla libre era un disparate, esa chica era pura inestabilidad. Y si aceptaba a que viviera con Vi para que la tranquilizara, contaba con el peligro constante de los celos y posibles atentados extra. Dejarla libre era inviable.
Aquella noche, cuando ambas terminaron sus entrenamientos y se ducharon, Vi no concilió el sueño hasta que no hablaron largo y tendido del tema. La situación era tan complicad, que no tuvieron problema en ponerse de acuerdo, pero la solución no era viable. Vi ansiaba plantar cara al estado, a su configuración en el ámbito penal, pero ya no le daban igual las consecuencias. Caitlyn por el contrario, no quería arriesgar su carrera dejando libre a semejante villana, que por si fuera poco tenía un serio trastorno de estrés postraumático. Por descontado, tampoco le daba igual el ámbito penal: se ceñía a él y lo respetaba como la policía que era.
Pero a lo mejor había llegado el momento de tomar una decisión.
Vi se durmió tarde.
Pero Caitlyn no durmió.
Se levantó de la cama, se vistió y se ocultó en una capa, y se marchó.
Al día siguiente
No había nadie en la celda de Jinx cuando el guardia entró aquella mañana. Todas las cerraduras estaban abiertas por llave maestra y a distancia. Alguien había aprovechado sus conocimientos en tecnología hextech para desbloquear las entradas donde la seguridad era menor, o justo en el instante donde no había nadie vigilando.
No se sabía quién, pero quien fuera, había sido muy meticuloso.
Todo lo meticuloso que Jinx no era.
Un trabajo elegante, pensó Victor. Tanto él como Jayce fueron llamados a comisaría para cuestionarles acerca de quiénes tenían acceso a la tecnología y quién sabía utilizarla para contraponer los bloqueos de las puertas más pesadas. Mientras tanto, el paradero de Jinx era desconocido. Como era de esperarse, la policía de Piltover determinó que no era necesario indagar demasiado para ver que aquello había sido un rescate a la convicta. El quién y el cómo lo hizo, eran incógnitas que tendrían que esperar. El Consejo se puso furioso y puso precio rápidamente a la cabeza de la fugitiva. La primera sospechosa fue Vi, sin embargo, la pelirrosa tenía la coartada de la sheriff: habían pasado la noche juntas en el mismo lugar.
En algún lugar remoto, horas atrás
Muchos kilómetros habían dejado atrás. Jinx quiso hacer sus propias preguntas, pero fue atada de pies y manos en un carromato bien tapado. Cualquier rendija estaba cuidadosamente cubierta con lona. Tuvo que reconocer que el viaje le mermó la paciencia: veía una silueta a través que conducía el carromato e iba sentada en el pescante. Trató de interactuar, pero quien fuera la persona que la había sacado de su mazmorra, prefirió guardar silencio durante todo el trayecto. La idea de que era Vi fue mermando poco a poco, hasta que se convirtió en un ridículo. Vi no tenía motivos para arriesgarse, ya no la quería como antes, estaba segura de que le quitaba muchos problemas estando encerrada entre cuatro paredes. Viajaron horas y horas, hasta que Jinx se cansó de preguntar al aire y el caballo necesitó abrevar. Por fin, después de lo que a la convicta le parecieron dos horas de terreno irregular e incómodo, el carromato se detuvo. Los únicos sonidos que distinguía eran de naturaleza. Los cierres del carromato se abrieron, Jinx se retorció lo que pudo para girarse y ver a su liberador, o quizá su nuevo captor. Intentó asestar una patada a ciegas, pero sólo consiguió hacerse más daño en la muñeca al girar el cuerpo.
—¡Da la cara!
—Quieta. Voy a soltarte.
Jinx dejó de ejercer fuerza, fruto de su sorpresa. Dejó las manos quietas y sintió que unas manos enguantadas comenzaban a desatarla. Tragó un poco de saliva. Tanto intentar hablar con su liberadora —esa voz era claramente femenina— en el trayecto le había dejado la garganta adolorida.
—¿Me has traído aquí para matarme? ¿Ejerciendo tu propia ley, sheriff?
Caitlyn paró un instante lo que hacía y subió sus ojos a las trenzas despeinadas de la reclusa. Continuó desatándola sin decir nada.
Mientras era liberada, Jinx sintió una especie de desazón interior. Un desánimo, más y más profundo según el resto de cuerdas eran soltadas. Al final se giró y se encontró con el rostro que nunca esperó, pero que ya había identificado. Sus ojos rosados la recorrieron de abajo. Caitlyn tenía la mitad del rostro oculta por la sombra que otorgaba la capucha, pero sus rasgos no daban pie a ninguna confusión. Jinx siguió en silencio, para sorpresa de ambas. Al cabo de unos incómodos y raros segundos, la sheriff se quitó la capucha. Jinx podía imaginar qué había hecho flaquear tanto a su hermana, viéndola de cerca y calmada. Jamás había experimentado un amor de aquel tipo, pero sabía —y lo sabía muy bien cada vez que prestaba un mínimo de atención— que aquella tipa tan alta y hermosa podía tener al hombre que quisiera. Incluso a la mujer, si se lo trabajaba un poco. Pero a diferencia de Vi, Jinx no la veía angelical. Dos cuernos y una expresión de burla volvió a instaurarse en la cara de la vigilante, y eso hizo dar a la joven un paso atrás. Caitlyn se alertó y subió una mano suavemente hacia ella, pidiéndole calma.
—No voy a hacerte daño.
—¿Por qué me has traído tan lejos?
—Porque quería hablar contigo antes de dejarte en libertad.
Jinx separó más los párpados, apenas podía creérselo. ¿Por qué hacía aquello?
Ah… claro. Quieres que me largue. Que me vaya sin mi hermana. Y para que me den por fugitiva, para aumentar mi recompensa y tener menos posibilidades de sobrevivir en la calle. Eres muy lista, sheriff.
—¿Piensas que voy a dejar que t…?
—Te daré lo que me pidas. Sólo… —Caitlyn juntó los labios, buscando las palabras. Jinx detectó que le costaba expresarse. —Sólo deseo que ella no esté pasándolo mal por ti viéndote encerrada.
—Haces todo esto por Vi, ¿eh? Qué tierna…
Cait frunció suavemente el ceño, pero no con enfado o desconfianza. Simplemente la menor había dado en el blanco.
—Eres una criminal. Si se enteran de lo que estoy haciendo, me degradarán.
Jinx se cruzó de brazos y suspiró, mirando el bosque en el que se encontraban.
—No tengo forma de subsistir. No te confundas, no te estoy pidiendo dinero. Pero no esperes que no vuelva a Zaun si lo que deseo es tener medios para desplazarme.
Caitlyn sintió que la conversación podía hacerse muy cuesta arriba, pero no por lo que Jinx fuera a decirle. Le había dado mil vueltas al asunto. Se tenía que tragar su propia opinión, sí, lo haría. Todo lo que consideraba justo lo tenía que pasar por el lodo si deseaba la felicidad de ambas hermanas. A costa de su sentido de justicia, que era una de las cosas que más valoraba. Jinx la miró seriamente, pero con curiosidad, al ver que la más alta tomaba asiento en una roca. Se miraron.
—Es probable que me arrepienta toda mi vida de esto —empezó, y parpadeó mirando al césped. Frunció las cejas y muy lentamente, empezó a negar con la cabeza. —Pero la quiero mucho. No puedo dejar que pierda a su hermana pequeña o que viva en la cárcel de por vida. Acabará jugándose la vida cualquier otro día para liberarte, y me niego a ponerle las esposas. —Volvió a mirarla, esta vez fijamente. —Espero que entiendas que con tu historial no puedes vivir una vida normal. Tendrás que estar oculta hasta que pasen algunos años. Pero estarías con Vi.
—No te creo —dijo Jinx, le temblaba la voz. —Mira a qué lugar de mierda me has traído. Estás esperando tu momento… para quitarme del medio…
—Monta el caballo y márchate donde quieras. Yo puedo desplazarme por transporte público, y el pueblo más cercano tampoco me pilla lejos. Haz lo que quieras allá donde vayas, pero por favor —se puso de pie y volvió a cubrir su pelo lacio con la capucha. —No hagas que se sienta mal. Fui yo quien te capturó.
Empezó a oír susurros que se anteponían a la voz de Caitlyn. Jinx hizo un esfuerzo sobrehumano para no hacerles caso y para que la sheriff no se diera cuenta. Volvió a tragar saliva y miró al caballo. Después, miró a Caitlyn.
—Quiero que te marches de nuestras vidas. No soporto que seas su prioridad. Deja… deja que le demuestre que… —Cait abrió un poco los ojos, estaba disconforme. Pero vio algo diferente en los ojos de Jinx. —Deja que le demuestre que la sigo queriendo. Que no la odio, como ella cree —musitó en un hilo de voz, que le tembló. Quería llorar, pero no lo haría delante de una vigilante. Cait miró a otro lado pensativa y prensó los labios.
—Está conmigo porque nos queremos, no hay más motivos.
—Si me necesita a mí lo mismo que yo a ella… tú… tú… tú no puedes entenderlo. Sólo nosotras lo entendemos.
Cait apretó un puño y lo dejó relajado de repente, suspirando. Miró de nuevo a la reclusa y sin decir más, se volteó y comenzó a andar.
—Te lo pido por favor —volvió a musitar Jinx. —Déjala.
Aquella nueva frase hizo que Cait dejara de andar. Pero no se volteó. Al cabo de un instante, reanudó su camino.
Dos días más tarde
Vi había vuelto a tener contacto con su hermana, por fin. Caitlyn sugirió que presentara una denuncia por su desaparición, pues sabía que la policía no podía hacer nada al respecto más allá de lo que ya estaban haciendo, pero así por lo menos darían credibilidad a su inocencia: a la sheriff le urgía que la justicia dejara en paz a Vi en todo aquel asunto, ya que la única criminal encubierta, había sido ella misma.
No quería pensarlo demasiado porque si se paraba a hacerlo, se daba cuenta de lo estúpida que había sido y de lo poco que había ganado con aquella locura. Vi y Jinx se irían lejos a vivir juntas y ella se quedaría sola, sin padres, sin justicia, sintiéndose sucia a su causa y con la constante sensación de peligro con respecto a la ciudad, al fin y al cabo había ayudado a una desequilibrada. Vi había llevado el asunto con mucha discreción. Se había ausentado más de un día para pasarlo con Jinx y ayudarla a buscar una vivienda segura y lejana. Eran cerca de dos horas de camino, pero la población era sencilla, escasa y con pocos recursos. Su hermana tendría todo lo necesario para ir estructurando su vida y centrar la cabeza. Hablaron largo y tendido, todo el día y toda la noche, limaron asperezas. Era de esperar: aunque Powder y ella misma hubieran cambiado, compartían un pasado común y unos lazos inquebrantables. Se abrazaron y lloraron juntas. En el fondo, nada más había que decir, porque cuando dos personas se quieren y necesitan, no tienen dificultades para entenderse.
Vi se quedó abrazando a Powder toda la noche, acariciándola de la espalda. Para su sorpresa, su hermanita se quedó dormida casi ipso facto, derrotada por los últimos acontecimientos. Uno de sus puños, el que no tenía la muñeca aún en recuperación, permanecía aferrado a la chaqueta de Vi, como si hasta en sueños la atrapara con fuerza contra ella. En cierto modo, Vi había ejercido también un poco de madre, a pesar de que ella también fue una niña cuando aquellas horribles cosas les sucedieron. Las circunstancias las habían hecho madurar por separado, pero nada cambió el amor que en el fondo se tenían.
A la mañana siguiente, Powder abrió los ojos y seguía abrazada a su hermana. Se sintió arropada. Y era la primera vez en mucho tiempo que no sentía voces a su alrededor. No veía caras ni tampoco formas extrañas. Ver a Vi a la cara solía recordarle a menudo el día de la explosión, cuando eran crías, pero por otro lado… estar a su lado simbolizaba algo pacífico, como estar en casa. Inspiró hondo, muy hondo.
—Pow-pow… ¿has dormido bien? ¿quieres desayunar algo?
La voz melosa de Vi la hizo parpadear y erguir un poco la cabeza. La miró fijamente, con sus ojos enormes. Vi sintió que miraba a una niña pequeña e inocente, aunque gran parte de su personalidad hubiera perdido ya eso. La peliazul asintió débilmente y se guareció en un espacio de la cama, mirando con curiosidad cómo Vi hacía el desayuno.
La pelirrosa no quería sacar el tema de Caitlyn todavía. Pero en algún momento habría de hacerlo si pretendía no tener pesadillas sobre cómo ambas chicas se mataban mutuamente. Por su salud mental, necesitaba que por lo menos se respetasen. Con eso ya le valía para empezar.
—Fue tu novia quien me liberó. No se lo agradeceré.
Vi cerró los ojos y los abrió despacio. Siguió cortando algo de queso y apartándolo junto al pan en un cuenco.
—No tenemos por qué hablar de eso ahora.
Powder tomó asiento en una de las sillas de la mesa y se acercó su batido. Era de fresa, le encantaba. Probó un poco y enseguida dirigió la mirada a ella.
—¿Qué te parece si te echo una partida al paintball?
—Paintball —rio Vi— ¿acaso crees que hay de esas cosas en este pueblo? Estamos muy alejadas de…
—Pues lo elaboramos nosotras —sonrió, y aceptó de buena gana el sándwich que le acababa de hacer. Masticó despacio.
Después de unas horas, cayeron rendidas al suelo, cubiertas de pintura rosa y azul y riéndose a carcajadas. El bosque tenía muchas posibilidades para juegos como aquel; además, Vi se dio cuenta de que su hermana había adquirido increíbles habilidades para moverse a zancadas. Era una tiradora espectacular, y de no ser por sus propios traumas, podría estar incluso a la altura de Caitlyn.
Caitlyn…
—Date una ducha, estás asquerosa.
—¡A mí no se me dan tan bien las largas distancias como a ti, mocosa!
—Tsk, ¿y acaso pelear cuerpo a cuerpo sí?
—¡Pues sí! A eso no tengo rival.
—Pues si quieres, aho-…
—¡Ahora a la ducha!
Powder rio angelicalmente y se levantó de un salto, ambas estaban con la piel llena de moratones de los impactos, aunque para posibilitar el juego la peliazul se había pasado el día entero diseñando las armas con utensilios rudimentarios. Parece mentira, pensó Vi, cómo se le olvida que tiene una muñeca rota.
—Sabes, Pow-pow.
—¿Qué ocurre?
Vi sonrió de lado, contenta al ver que por primera vez no le recriminaba de mala gana su apodo. Se estaba logrando acercar a ella.
—Creo que tienes auténticas capacidades aprovechables para el desarrollo de la tecnología —dijo impresionada, con la pistola de pintura que había hecho con tenedores, corteza de troncos y algunas gomas. Arqueó las cejas y levantó un poco el arma.— Y lo digo en serio. Yo no podría haber hecho esto.
—No es tan difícil. Sólo tienes que visualizarlo en tu cabeza.
Al cabo de un par dehoras, la puerta sonó de repente, con la caída del sol. Ambas se miraron fijamente y miraron a la puerta, pensativas.
—Déjame adivinar… —puso los ojos en blanco la más pequeña.
Vi miró la puerta y lanzó un pequeño suspiro. Se puso en pie mientras terminaba de secarse el pelo mojado con la toalla, abrió la puerta lentamente. Caitlyn apareció con el uniforme de vigilante. Parecía estar algo cansada de la jornada. Jinx se desentendió y se quedó frente a una pequeña mesa auxiliar donde empezó a acumular cacharros esa tarde, para seguir con sus manualidades tecnológicas.
—Hey, ¿todo va bien? —preguntó Vi.
—Sí. Nadie vendrá a molestaros aquí. Siento haber venido tan tarde, pero la jornada ha sido pesada.
Jinx hacía muecas e imitaba a Caitlyn con burlas, en un tono bajo con el que sólo se pudiera reír ella misma de sus ocurrencias.
—Pareces agotada. ¿Quieres cenar aquí?
—He cenado antes de venir —le mintió, cruzándose de brazos. Señaló con el mentón a Jinx. —¿Se encuentra bien?
—Sí. He logrado calmarla un poco. Te estoy infinitamente agradecida por todo lo que estás haciendo, cupcake… sabes que yo no…
Caitlyn fue dejando de oírla. En consecuencia, Vi dejó de hablar también y se volteó, viendo qué era lo que llamaba tanto su atención. Lo que observaba Caitlyn con cierta preocupación eran los inventos que había empezado a crear en la mesa. Vio las pistolas rudimentarias hechas con materiales de cocina y del campo y enseguida lanzó una mirada a la pelirrosa. Susurró.
—Ten cuidado con lo que le permites crear.
—Tranquila. Sólo hemos estado jugando a un paintball… un tanto casero.
—Ya veo. Tienes moratones —la señaló con el índice en la clavícula, tenía los guantes puestos.
—Cupcake —musitó divertida, agarrándole el dedo. —¿Quieres quedarte a dormir?
Justo cuando Caitlyn procedía a responder, Jinx se levantó airada y las miró con el ceño fruncido.
—¿¡Pero yo a ti qué te dije antes!? —vociferó de repente, perdiendo la paciencia de un solo grito. El cambio de la tranquilidad a la tensión fue tal que las otras dos chicas de pusieron rígidas. Caitlyn apretó un poco los labios.
—Da igual. Sólo quería asegurarme de que no os faltaba nada —murmuró, dando un paso atrás. —Dormiré en Piltover.
—No seas ridícula —susurró la pelirrosa, esperando que su hermana no llegara a oírla. —Son más de tres horas de camino.
Caitlyn se ajustó bien su gorro de sheriff y sin decir mucho más, se dio media vuelta y se acercó al coche. Esta vez por lo menos había venido en uno. Vi, al sentirse un tanto ignorada, frunció el ceño y cerró la puerta tras de sí, yendo tras su busca.
—Pastelito. Bombón. Cupcake. CAITLYN.
—No quiero que tu hermana se enfade. Hago un gran esfuerzo para no llevarla de vuelta, porque su carácter se las trae y yo me estoy jugando mucho.
Se metió rápido en el coche, pero tan pronto como quiso cerrar la puerta Vi la agarró del brazo, cerrando su mano casi por completo. Cait subió la mirada a ella, pero antes de siquiera pedir una explicación Vi la acarició de la barbilla y convirtió el agarre del brazo en una caricia también. Le besó la mano enguantada.
—Jamás olvidaré esto que haces por nosotras. Te lo agradezco de corazón.
Cait separó la mano ligeramente sonrojada. No dijo nada. Vi empezó a tirar sin fuerza de su brazo, sin importarle que la hubiera quitado.
—Sal del coche. Hay dos habitaciones ahí dentro.
Cait miró la casa a lo lejos y realmente se lo pensó. Salió del coche y Vi la rodeó de la cintura, buscando sus labios y comenzando un beso muy apasionado, que arrojó sobre la mente de la vigilante gratos recuerdos en la cama con ella. La mente de la morena estaba en una encrucijada. Siguió su beso eclipsada, pero de pronto empezó a recordar todo lo que le dijo Jinx. Su súplica de que las dejara en paz, de que se marchara de sus vidas… de que dejara a Vi. El beso dejó de ser dulce, con aquellos pensamientos se le hizo amargo, y tuvo que empujar un poco a su chica para lograr despegarla de su boca.
—Vamos cupcake…
Caitlyn entreabrió sus ojos, volviendo a chocarse con los azules de Vi. Verla tan suplicante le provocaba fuegos artificiales dentro. Le encendía como nunca antes lo había hecho nadie. A pesar de que logró separarla unos centímetros, como no volvió a hacerlo, Vi se tomó la libertad de volver a besarla unos segundos, controlando la boca ajena con dominancia. Sintió que Caitlyn suspiraba y acababa correspondiéndola, pero a la mínima que bajó las caricias por sus brazos se puso tensa y la rechazó, echando el rostro hacia atrás. Vi la miró a los labios, sonriendo.
—Como lo vuelvas a hacer me vas a poner ruda, primer aviso…
Cait suspiró negando divertida, como si aquella mujer no tuviera remedio.
—¿Prefieres más cariñitos, eh…? —siguió Vi, acercándola a ella con las manos y envolviéndola en un abrazo. La sheriff sonrió y también la rodeó con los suyos, notando el aroma de la mujer. Sobre todo en su cuello, era donde mas sentía su olor corporal, podía pasarse horas recostada en su hombro sólo para sentirla. Acarició su espalda varias veces, disfrutando de aquel instante, hasta que un movimiento en una de las ventanas de la casita la hizo desviar la mirada. Jinx la observaba por una raja de las cortinas, fijamente. Frunció el ceño con rabia y cerró de golpe la cortina. Caitlyn, al ver aquello, sintió su relajación irse de un plumazo, el cuerpo se puso tenso. Vi se distanció unos centímetros para verla a la cara. Miró hacia atrás al sentir que miraba la casa, pero no vio nada, así que volvió la vista a ella y la acarició de la mejilla con suavidad, moviéndola para que la mirara a ella.
—Tranquila, se porta bien. Venga, Cait, estás muy lejos de Piltover, hace frío y sé que no has comido. Cada tres días juraría que pierdes tres kilos. Te podría levantar con una mano.
—No estoy durmiendo bien, eso es todo —murmuró sin mirarla. Vi insistió de nuevo al conducirle el rostro en su dirección, al tener la palma en su mejilla.
—Cuéntame qué más te ocurre. Por favor.
Cait fijó sus ojos claros en ella y pensó muy bien qué iba a decir y cómo iba a decirlo. No quería joder nada, y menos si las hermanas estaban llevándose tan bien.
—Caitlyn —le dijo más seria, presionándola.
—Quiere que me vaya. De tu vida. —Se sinceró, apretando un poco los labios. —No quería decírtelo. Pensaba hacerlo. Si de verdad está mejor así…
—Ella te acabará aceptando. Necesita tiempo, eso es todo.
—Lo sé. O lo quiero creer, al menos. Pero tengo miedo que durante ese largo proceso de aceptación haga cosas que te hagan daño o que perjudiquen la seguridad de las ciudades.
—Yo me encargaré de que no sea así. Gracias por todo. De verdad, gracias —la achuchó contra ella y besó su mejilla, su cuello, su clavícula— gracias, gracias, gracias.
La empujó suavemente sobre el coche, pero sin separar su cuerpo del ajeno, y volvió a buscarle los labios. Caitlyn trató de ignorar la casa y rodeó el cuello de Vi con las manos, presionando sus labios contra los suyos. Acarició con cariño su nuca y una de sus orejas, con el pequeño arito que tenía. Vi moldeó los labios contra los finos de la morena, una y otra vez, hundiendo la lengua en su boca. Sintió un temblor en la boca del estómago, un fluir de sensaciones. La mordió en el labio. La otra se excitó cuando se lo atrapó, sólo para soltarlo y agarrarla de inmediato del mentón. Le hizo mover un poco la cara para anclarse a su cuello y succionó con ganas allí, casi mordiéndola. Cait se deshacía al sentirla, sintió que su cuerpo cedía al de Vi y a lo que quería. La pelirrosa miró una única vez a la casa, asegurándose de que Jinx no miraba, y en ese instante se pegó bien al cuerpo de la vigilante. Le metió la mano en el escote y bajó con fuerza uno de los enganches que sujetaba el armazón metálico de su pechera. Caitlyn le agarró de la muñeca rápido.
—No, espera.
—¿Cómo…? —murmuró riendo la otra.
—Es… es que tu hermana…
—No verá nada desde ahí dentro —insistió y agarró de nuevo el broche, pero Cait puso la mano encima y la detuvo.
—No me siento cómoda, ¿vale…?
Vi abrió la boca, al principio en un claro tono de queja, pero poco a poco pudo recomponerse y volvió a engancharle el tirante.
—Perdona, cupcake, tienes toda la razón.
—No quiero que tu hermana nos vea así de momento… creo que le duele. Y yo no busco hacer daño a nadie.
Vi suspiró hondo y trató de no ser tan salida, que por otro lado, se hacía una pregunta a diario. Acarició las caderas de la morena y se la hizo.
—¿Cómo me aguantas? No quiero que pienses que sólo quiero acostarme contigo, pero es que pasar el día entero sin ti es… y cuando te vuelvo a ver no puedo contenerme…
—Me encanta que seas así. La que tiene miedo soy yo, de acabar pareciéndote una aburrida —rio Caitlyn. Vi fingió ponerse pensativa y la vigilante le asestó un codazo, haciéndola reír también. De pronto ambas dieron un respingo cuando la puerta se abrió y cerró de un brusco portazo. De ella salió la figura delgada y bajita de Jinx. Jugaba con una de sus trenzas.
—Powder, ¿ha ocurrido algo?
—Vaya, no puedo ni salir a tomar el aire con vosotras. ¿Es que acaso interrumpo algo?
Caitlyn se puso seria y no llegó a responder. Vi tuvo que hacer un poco de tripas corazón, pero sostuvo una sonrisa y se separó un poco de la policía para que no pareciera que le daba la espalda a su hermana.
—Claro que no. Puedes quedarte a charlar con nosotras. ¿Qué te parece si Caitlyn se queda a cenar? Después de todo lo que ha hecho por nosotras, yo creo que se lo merece, ¿no…?
Jinx se encogió de hombros, mirando sin interés su trenza. Caitlyn alternó la mirada entre una y otra y también habló.
—Descuida, te dije que había cenado.
—Te conozco, acabas de salir del cuartel. No has comido nada. Irías antes a ver el estado de un gatito que recogiste antes que dedicarte un tiempo para ti.
Caitlyn sonrió negando con la cabeza, y Jinx puso los ojos en blanco, no aguantaba sus tonteos.
—Que se quede si quiere, algo de carne ha sobrado. Si no piensa que la he envenenado…
Cait frunció el ceño.
—Pues hasta que no lo has dicho…
—¿Podéis parar las dos? —Vi se volvió notablemente cabreada, y levantó el tono de voz señalándolas. —No pienso ejercer de madre de ninguna, estoy hasta las narices. Os respetáis, u os matáis aquí mismo, pero que yo no lo vea. Delante de mí no habrá ni una sola pelea más, porque acabaréis con mi paciencia y tengo los puños en oferta.
Jinx chistó, medio riendo y volvió a encogerse de hombros. Cait se lo tomó más en serio.
—Es ella.
—Ya sé que están las cosas tensas, pero estamos aquí, vivas y coleando. No me hagáis ejercer el puto rol de pacifista a mí, porque se me da de culo. —Gritó, y se metió a zancadas en la casa sin decir nada más a ninguna. Caitlyn realmente se pensó si entrar o no. Miró el coche y supo que la negrura de la noche la acompañaría todo el trayecto. Estaba algo cansada y era peligroso conducir.
—Haz el favor y entra —oyó Cait, y miró algo sorprendida a la peliazul. Ésta le cabeceó hacia la entrada, indicándole que podía pasar.
Y así hizo. No entendió por qué la invitaba, pero pese a todo, parecía que Jinx también intentaba poner un poco de su parte.
Para sorpresa de la propia Jinx, Vi decidió dormir con ella, y no con Caitlyn. No sabía cómo sentirse al respecto, pero al cabo de un rato de sentirla a su lado, su abrazo y sus caricias constantes, se adentró en el remanso de paz que su cuerpo y su mente tanto anhelaba desde que era una cría. Se quedó dormida enseguida.