CAPÍTULO 11. Un nuevo abandono
Cuando las hermanas despertaron, Caitlyn ya no estaba. Había dejado todo limpio y recogido, su cama hecha. Vi supo que había utilizado la ducha bien temprano a juzgar por lo poco húmeda que estaba una de las toallas.
—Falta una de mis armas —dijo Jinx, al poco de empezar a desayunar. Aún seguía masticando su pedazo de tortilla. Vi se giró de la sartén para mirarla.
—¿Estás segura?
—Pues claro que estoy segura, qué pregunta es esa —frunció el ceño la peliazul, limpiándose los restos de comida con la misma muñeca, miró mal a Vi. —¿No ha pasado ni doce horas aquí y ya antepones su opinión a la mía?
¿Su opinión? Ni que Caitlyn hubiera cruzado palabra con ella desde que la dejé entrar.
Vi se volteó a su sartén y sacó su tortilla, no pensaba ni responderle. Hablaba el trastorno de Powder y no Powder. Esa chica no tenía descanso, su mente maquinaba y se machacaba a sí misma con aquellos pensamientos. La pelirrosa sólo dejó salir un suspiro y se sentó a comer al lado de su hermana. Al no haber una respuesta por su parte, Jinx no supo cómo interpretarlo. Su mente, como siempre, se lo llevaba a la peor de las proyecciones posibles. Era un mecanismo de defensa para esperarse siempre lo más desolador y no salir tan decepcionada de los sucesos que la acompañaban a diario.
—Caitlyn me dijo que estuvo hablando con un psicólogo. Un experto en…
—En locos —musitó con una sonrisa sarcástica la otra. Vi dirigió los ojos azules a ella y juntó los labios antes de hablar.
—¿Piensas que eres la oveja negra siempre? ¿Que por eso todo el mundo te odia?
—Todo el mundo quiere ser mi enemigo. Es un hecho. Pero puedo entender que cuando era pequeña tenían los motivos. Ya no. Por eso, esos enemigos de ahora son sólo obstáculos.
—¿Obstáculos?
—Obstáculos. Eliminables.
Vi la miró fijamente. Se le estaba quitando el apetito.
—Tal vez deberías hablar con él, al menos darle una oportunidad.
Jinx negó con la cabeza y acabó cruzando sus iris rosados con los azules de su hermana.
—¿Todo esto es porque te lo ha dicho la vigilante?
Vi se humedeció los labios.
—No es sólo porque me lo haya dicho ella. Pero tiene razón. Creo que un profesional te vendría muy bien. La gente con trastornos así lo pasa muy mal, Pow-pow.
—No necesito a nadie más que a mí misma para controlar a mis demonios. ¿Por qué os empeñáis todos en… querer buscarme una solución…? ¡Yo no pedí ayuda!
—Porque la necesitas, aunque tú no lo veas. —Esperó unos segundos más para añadir. —Sé que esto probablemente ahuyente aún más la idea de que aceptes… pero Caitlyn quiere que lo intentes porque piensa que te será mucho más fácil aceptar nuestra relación.
—Acepto vuestra patética relación, joder —murmuró cabreada. Empezó a negar de repente muy rápido con la cabeza, como un tic nervioso, hasta que se controló poco a poco. Fue calmando y suspiró. —Sólo que ella… parece que… lo es todo para ti.
—Quiero pedirle formalmente que sea mi pareja. —Dijo Vi con un poco de inseguridad. No sabía si era muy pronto para decírselo o no, pero tenía que dejarle claro que su relación con Caitlyn iba a seguir adelante. —Eres mi hermana y quiero que seas la primera en saberlo, antes incluso que ella. Porque te estimo y te respeto, Powder, y lo último que quiero es que esta decisión te moleste o te haga infeliz. Yo… te quiero muchísimo. No tiene nada que ver un amor con el otro. Eres mi hermanita y…
—Deja de intentar dorarme la píldora. Me parece bien. Pero esa chica me odia. Y… no creo que tú puedas aguantar tampoco mucho tiempo con una vigilante. ¡Nada menos que la sheriff de Piltover, Vi! ¿Lo has pensado bien?
—Lo he pensado mucho más de lo que crees. Me he dado cuenta de que es una persona increíble. No puedo ni quiero dejarla apartada. Y además… aunque no tenga mucho que ver con todo esto… ella también está sola en el mundo.
—¡¡Pero por favor, no seas ridícula!! ¡Todos los del Consejo encantados le comerían el culo! Sólo por ser hija de esos ricachones… tiene que tener un maldito patrimonio millonario, estoy segura.
—Me da igual su patrimonio y la gente interesada, Powder. Ella me ha ganado por su personalidad. Sé que si le das una oportunidad podréis entenderos.
Jinx la miró fijamente, y de su mirada nació un brillo que Vi relacionó con el llanto. No se equivocaba. La de pelo azul suspiró largamente y cruzó los antebrazos sobre la mesa. Miró hacia otro lado.
—Creo que no recuerdas la conversación que tuvimos cuando… disparé a Silco.
Vi tragó saliva. No le gustaba rememorar aquel fatídico día. Sabía que los sucesos acontecidos tras la detonación de la bomba habían sido catastróficos para la salud mental de su hermana, ya entonces mermada.
—Lo recuerdo todo. Todos los malditos días.
—Parece que no lo suficiente —se puso en pie lentamente. Su voz sonaba sombría. Deslizó suavemente el plato vacío sobre la mesa y lo acercó a ella. —Gracias por el desayuno. Voy a dar una vuelta.
—No te alejes demasiado —contestó Vi, mirándola fijamente. —Dentro de un rato tendré que subir al ala superior a hablar con ella y aceptar la oferta. Espero que le des una oportunidad a ese profesional.
—Lo haré —musitó en la lejanía, y Vi se sintió un poco más relajada al escucharla. Por lo menos, si lo intentaba, cabía la posibilidad de que Caitlyn y ella pudieran estar juntas sin la presión de estar empeorando la vida de Jinx, algo con lo que sin duda la pelirrosa no podría continuar. Su hermana estaba primero, por mucho que le pesara a la policía, o incluso a ella misma. Sentía que le debía muchas cosas, que tenía una deuda adquirida por no haberla cuidado como merecía. Le pesaba en el alma. Y haría lo posible por reencauzarla a una vida digna.
Vi se dedicó a entrenar un poco después de desayunar, luego se duchó, se cambió de ropa y consiguió subir al ala superior dejándose un dineral en el ticket del tren. Había también avisado a Ekko y a los Firelights de que echaran un ojo a la frontera entre ambas ciudades, por si a la ricura de su hermana se le ocurría hacer alguna andadura. Prestó el cilindro de mensajería por si ocurría algún imprevisto.
Al cabo de dos horas, llegó a Piltover y tuvo que tomar un tranvía para llegar a la zona céntrica de la ciudad. Ya por el trayecto empezaron las miradas extrañas. Vi olía a ciudad subterránea y también lo parecía. Poco le importaba. Iba mascando chicle despreocupadamente, vacilando a quien la mirara demasiado. Con sus andares dejó claro que no guardaba especial respeto a aquellas personas oriundas del centro, que concretamente, eran las peores y más clasistas de todo Piltover. Vi respiraba el aire más limpio, pero también sentía en el ambiente el rastro de tecnología hextech por todas partes. Los hexportales se alzaban enormes, funcionando a la perfección, haciendo que los ricos fueran más ricos, que la desigualdad siguiera acrecentándose. Apretó los puños metidos bajo sus bolsillos y se puso la capucha. Daba igual lo que quisiera pasar desapercibida ocultando su pelo, era rara allí y lo sabía. Ni siquiera podía entrar a un bar porque todos los malditos bares del centro eran desproporcionadamente limpios y de clientes selectos. Así que, por más sedienta y hambrienta que estuviera del viaje, siguió caminando sin quitar la mirada del frente. Tenía muy claro su destino.
Cuartel General de Piltover
—¿Y esa tipa?
—Ah… la hermana de la terrorista.
—¿Procedemos a su arresto, capitán?
El capitán meneó la cabeza dudoso y suspiró. Acabó negando lentamente.
—Si no quieres que la sheriff te empapele, baja el cañón. La chica se llama Vi, colaboró con el Consejo antes de que éste explotara por los aires. No creo que sea justo tampoco dispararle.
—Desconocía esa información.
—Tranquilo, joven. Estás aprendiendo.
El chico bajó su arma y miró cómo la curiosa mujer de la ciudad subterránea avanzaba hacia ellos con pasos cada vez más decididos. Su mirada hacía rato habían conectado, pero había algo que le hacía pensar que no era él su objetivo. Contra más se acercaba, era innegable que más nerviosa se ponía toda la guardia del cuartel.
—Disculpe señorita, ¿desea algo?
Vi paró de andar justo delante de ellos. Pasó la mirada por todas y cada una de sus alegantes y odiosas caras, pero al no ver a Caitlyn se quitó despacio la capucha.
—Necesito hablar con la sheriff.
—Está reunida en su despacho.
—Dígale mi nombre y tenga por seguro que dejará de hacer lo que está haciendo. Dígale también que es importante.
El hombre frunció el ceño, con cierto cabreo. No le gustaba que una civil del ala inferior se dirigiera a él de esa forma.
—Espere aquí unos minutos, seguro q-…
—Por favor, déjelo, iré yo misma —puso los ojos en blanco y le metió tal hombrazo al guardia, que lo apartó hacia un costado. No tardaron en reaccionar el resto de policías, siguiéndola a través del cuartel, pero Vi aceleró el ritmo y parecía saber bien por qué canales girar ahí dentro. Logró llegar a la puerta más grande al final de un pasillo y agarró con tanta precisión el picaporte que al bajarlo lo quebró, quedándose con él en la mano.
—Caitlyn.
La llamó, aunque la mirada le cambió por completo, al igual que la expresión de la cara al asimilar lo que estaba viendo. No fue a la única a la que le pasó. Los guardias también frenaron en seco. Jayce se separó bruscamente de Caitlyn y miró a la puerta estupefacto. Caitlyn respiraba agitada, notablemente incómoda, y se apartó de Jayce con las cejas fruncidas. Vi no podía creerse lo que acababa de ver, los pilló besándose. Bajó la mirada al picaporte arrancado y lo dejó caer al suelo, cosa que hizo un desagradable sonido.
—¡Vi…!
—Ya veo lo importante que es tu trabajo. —Dijo con los dientes apretados, mirándoles a ambos. Caitlyn frunció aún más el ceño.
—Te prometo que… eh, ¿¡no pensarás que…!?
Vi la dejó con la palabra en la boca y se marchó enfurecida por el camino que había venido. La sheriff salió escopetada en su busca, no sin antes dar una mirada de odio a Jayce. Por su parte, «el hombre del progreso» prefirió no salir al exterior si no deseaba sufrir la más dolorosa de las palizas por uno de esos puños vendados que la pelirrosa tenía por manos. E hizo bien. Se limpió la comisura con la yema del pulgar, sonriendo con algo de maldad.
Le he creado un problema sin pretenderlo. Pero a lo mejor así…
Exterior del cuartel
—¡Espera un momento, maldita sea!
—No me sigas. —Murmuró Vi sin mirar atrás, caminando rápido pero sin correr. Tenía las piernas cansadas de entrenar y de la caminata que se había pegado antes de tomar el tranvía, pero le podía más la rabia que sentía en su interior. Era tanta, que ni siquiera se había molestado en pedirle explicaciones.
—¡Vi!
—No estoy de humor. Si lo que quieres es hablar, se hablará en otro momento, pero por el bien de las dos, que no sea ahora.
—Te has dado un viaje monumental para llegar hasta aquí. Por favor, para un momento… —la peliazul soltó un suspiro y dio un par de zancadas para alcanzarla, por fin poniéndose a su altura. La tocó del brazo.
—No me toques.
Cait dejó de hacerlo, subiendo la mirada al rostro ensombrecido de Vi.
—No te toco, de acuerdo. Pero lo que has visto no es…
—¿No es real? —dijo sarcástica, cruzándose de brazos y volteándose a verla. —Ese tío te estaba metiendo la lengua hasta la garganta. Me habías dicho que estabas enamorada de mí.
—Me ha besado él, Vi, y lo ha hecho muy rápido. ¿De verdad puedes siquiera creer que te he mentido con algo así?
—Yo sólo sé lo que he visto. Y lo que he visto, lo he visto muy bien.
Cait juntó los labios, mirándola con pena. De repente alzó la mirada al cielo, cuando unos nubarrones empezaron a instaurarse sobre la ciudad. Chispeó sobre ambas, débilmente.
—Jayce me confesó hace un tiempo que… le gusto. Le dije que a mí me gustaba otra persona, así que nos quedamos como amigos.
—Ya, ya he visto lo buen amigo que es. Quería asegurarse de que tu lengua tenía la suavidad adecuada. —Murmuró con una sonrisa ácida y volvió a caminar. Caitlyn la tomó del brazo para frenarla, y aunque logró que parara, Vi dejó de sonreír y le clavó una mirada totalmente desagradable.
—Te he dicho que no me toques.
—Entonces no me des la espalda, estamos hablando.
Vi se giró poco a poco hacia ella, entrecerrando los ojos. Se cruzó de brazos de nuevo.
—Te venía a decir que mi hermana quiere intentar con ese ricachón comecocos que me sugeriste. Pero, ¿sabes qué? Creo que no voy a aceptar nada de ti.
Vi empezó a sentirse mal al soltar aquello. Quería ayudar a Powder, pero acababa de descubrir que su relación con Caitlyn podía temblar mucho más fácil de lo que ella misma creyó. Los pilares no estaban bien asentados, a lo mejor les faltaba conocerse más. Fuera como fuera, ver cómo Jayce le comía la boca en su despacho, un sitio tan privado y en mitad del servicio de su chica, la puso de muy, muy mal humor. Tenía demasiadas presiones encima y una hermana enferma como para ahora encargarse de sus propias bobadas amorosas. Tenía que priorizar todo lo que Caitlyn no estaba priorizando.
—Si quieres irte con ese grandullón, ve con él —continuó. —Ahora es consejero, se libró de la muerte, está bastante fuertote. Ve con él y vivid la vida tranquila que os merecéis.
—¿Por qué iba a engañarte? —preguntó la sheriff, suspirando. Al ver que la otra daba un paso atrás alargó la mano hacia ella pero se contuvo, ya le había dado dos avisos. Y algo le decía que estaba mucho más cabreada de lo que debería. —No lo eches todo por la borda por algo así, yo no siento nada por él… más que una bonita amistad.
—Me hubiera gustado ver qué puto tema de conversación teníais para haber acabado comiéndoos la boca.
—¿Quieres parar…? —susurró, bajando mucho el tono al ver que un par de compañeros de trabajo hacían la ronda no muy lejos de ellas dos. Cuando los policías siguieron adelante, Cait miró a Vi a los ojos. —Tienes que creerme. Deja de decir tonterías, él mismo si viene te lo podrá decir. Ven, vamos… venga, quiero que lo escuches de su propia voz.
Vi negó con la cabeza.
—Mira, estoy cansada. El viaje para venir aquí como dices ha sido muy largo, pero me regreso. Tengo una hermana que cuidar. Y te aseguro que si lo traes delante de mí, le vuelo todos los dientes de un solo puñetazo.
A Caitlyn le cambió la expresión, las pulsaciones del corazón le subieron.
—Vamos a ver, Vi… ¿qué es lo que te molesta? Ya te he dicho que yo no…
—Que me has hecho daño. No sé cómo se lo has permitido. —Dijo apretando los labios, haciendo que la de pelo oscuro se sintiese aún peor. —Si es un baboso, haberlo despachado rápido. Con todo lo que estoy pasando, no me merecía ver algo así.
Caitlyn soltó un suspiro dolida, siguiendo con la mirada cómo se volteaba y caminaba en otra dirección. No la dejó dar ni tres pasos cuando la alcanzó del brazo, y esta vez, ambas lo lamentaron. Vi sintió un fluir fuerte y amargo en su cuerpo, que le estalló dentro y se transmitió a todos los músculos, tendones y venas de su cuerpo. No supo cómo, no supo por qué con tanta rabia, pero aquella cosa que dio tumbos por todo su sistema circulatorio fue el responsable de lo que hizo. Vi se giró violentamente y la empujó con toda la energía que le salió, airada y brusca. Pese a lo alta y fuerte que Caitlyn también era, lo que Vi percibió fue como tocar una pluma. Caitlyn salió propulsada hacia atrás y una farola frenó su cuerpo de un sonido duro y hueco. Vi la miró con el ceño fruncido, iracunda, pero la mirada perdió toda la fuerza al ver que los ojos de la sheriff se quedaron en blanco un solo segundo. A continuación, se enfocaron en algún punto, lejano. Vi respiró con dificultad, con mucha dificultad, algo le crecía en la garganta y también en cada falange y nudillo, repiqueteando con mucha energía, algo que le estaba pidiendo cada vez más imperiosamente que pateara el cuerpo de Caitlyn con mucha contundencia. Algo oscuro y malo. Tosió fuerte, tocándose la garganta, pero logró calmar el resto de la ira que sentía. Miró agotada a Cait, esperando que hiciera algo, porque su instinto y su mente gladiadora le decían que la fuerza que había empleado perfectamente podía acabar con la vida de un niño. Caitlyn tardó cinco interminables segundos en reaccionar y moverse. Sintió una potente corriente de dormición recorrerle la columna, y finalmente la nuca y la coronilla, zona estrella que había recibido el impacto. Subió temblando una mano hacia la parte posterior de su cabeza, sentía como si la hubiesen sacudido con una sartén pesada. Al retirar la mano tuvo un mareo breve pero se obligó a parpadear rápido para no perder la consciencia. Movió las piernas y se aferró a la farola para ayudar a subirse.
Vi tenía una mirada cansada, pero llena de rabia, y se esforzaba en no seguir acortando distancias con ella. No entendía qué le estaba pasando a su cuerpo, pero algo iba mal. Caitlyn tuvo prácticamente que abrazar la farola para lograr ponerse en pie por sí misma. Y Vi vio, pese a su lejanía, que la mano con la que se había tocado la cabeza tenía sangre.
—A la que no sé cómo aún no he despachado rápido es a ti —susurró mirándola. Vi sintió una punzada de dolor similar a la que hubiera sentido al dar por equivocación a cualquier ser querido, sin embargo, se contuvo. Caitlyn no la miró mucho más rato. Se volvió a tocar la cabeza y notó algo de humedad que no era la lluvia. Se miró las yemas de los dedos ligeramente rojizas por sangre. Estaba claro, era por la fuerza del raspón y del golpe contra la farola. Sintió un nudo en la garganta que avecinaba el llanto, así que ahora fue ella la que dio media vuelta y comenzó a andar en dirección al cuartel.
—Sabes, cupcake.
Caitlyn siguió andando y no la miró, sus ojos no llorarían. Estaban fríos, asqueados. No iba a seguir yendo detrás de ella.
—Jamás haré bien las cosas. Y-yo… —continuó, caminando un rato tras ella para que la oyera. Caitlyn le contestaba sin dejar de andar.
—Siento que te hayas dado un enorme viaje para nada. Iba a ofrecerte mi casa, pero… eres… —no le salían las palabras. Vi se aproximó a ella y al ver más nítidamente su mano con sangre supo que no se había imaginado nada de lo que acababa de ocurrir. Frunció el ceño, acercándose más rápido.
—¿Pero qué coño…? ¿En la cabeza te has…?
Caitlyn tomó impulso y le soltó tal bofetón que la pelirrosa giró la cara hacia un lado, sintiendo lentamente el picor insoportable. La mejilla se le coloreó al instante. Se palpó con la mano y devolvió despacio la mirada a Cait, que tenía las respiraciones sonoras.
—No te perdonaría un segundo maltrato. Me has hecho daño queriendo.
Vi asintió despacio, sin quitarse la mano del rostro.
—No he podido controlarme.
—Es la última vez que corro detrás de ti. —Dijo, y brotó la primera lágrima. Se mimetizó con las gotitas de agua, cada vez más numerosas en la cara de las dos. —Toda paciencia tiene un límite.
—Prefiero que te alejes de mí. Sí. Haces bien —dijo, manteniendo la frialdad ahora que todavía se sentía capaz.
—Ni siquiera prefieres eso. Pero estás tan trastornada como tu hermana, tienes problemas. —Sorbió por la nariz, aguantando como podía las ganas de sollozar. —Creo que si sigo quedándome a resolvértelos lo mínimo es tenernos respeto. Querernos.
—Te quiero, Caitlyn. Pero no te convengo. Prefiero que estés con ese campeón progresista, te traerá menos problemas.
—Las personas que se quieren afrontan sus problemas juntas. ¿¡Sabes que he estado a punto de desmayarme!?
—¡SÍ, LO SÉ! ALÉJATE DE MÍ. ¡¡ALÉJATE!!
Cait dio un paso atrás por su grito, mirándola sumamente apenada, la respiración se le trababa con la indigestión que le provocaba querer llorar y no poder. Comprimió los labios y se agachó con cuidado a por su sombrero de sheriff. Se quedó mirándolo algunos segundos, pero lo volvió a lanzar con rabia a un rincón de la acera en un gesto que sorprendió muchísimo a Vi. Seguidamente, se volteó a la dirección desde la que vinieron, caminando de vuelta al cuartel. La luchadora contempló que por el camino también se fue deshaciendo de los tirantes, la chaqueta y la correa del arma reglamentaria que le rodeaba el muslo. Al parecer iba a salirse de servicio, hervida por la presión de sus nervios, o por visita obligada a la enfermería. O… por cualquier motivo. Cualquier cosa era mejor que sostener la realidad tal y como había sido: Vi había vuelto a golpearla. Y si bien sólo pretendió apartarla, la fuerza desmedida que empleó la podía haber matado de haber tenido sólo un poco más de mala suerte.
Esa noche, ambas se sintieron como una mierda. Ninguna durmió, y lloraron varias horas. Caitlyn se sentía una extraña para sí misma, débil y de poca autoestima si permitía un solo roce más. Era la clase de conductas que había visto en libros o en experiencias a un tercero, pero nunca imaginó que le podía pasar algo similar a ella siendo lo segura que era de sí misma, y sintiendo mutuamente las cosas que sentían buenas por la otra. Ella jamás había empleado su fuerza física contra la de pelo rosa, a excepción de la pelea en la que tuvo que hacerlo si no deseaba salir escaldada, por defensa propia. Pero si eso iba a transformarse en una especie de rutina cada vez que los problemas se agravaban, no estaba dispuesta a vivirlo. No era justo. Su mente estaba más sana y equilibrada que la de las hermanas, sabía que si seguía permitiéndole a Vi seguir por el camino de los puños, tal y como había comprobado ahora, acabaría convirtiéndose disimuladamente en una oscura realidad. El estrés y la presión podrían con Vi, pero si al intentar ayudar le correspondía de aquel modo y encima no se fiaba de su palabra, prefería también seguir su vida por otro camino. Por su parte, Vi se había calmado en lo que respectaba a su enfado por el beso que vio en el despacho, pero en su lugar se sentía estúpida, macarra y maltratadora. Ver a Caitlyn lanzando su sombrero… le había dolido. Le había despertado algo. Como si hubiera rozado un límite peligroso.
Lo peor para Vi, sin embargo, estaba por llegar.
Porque cuando la madrugada continuó y continuó, y Powder no regresaba, se alarmó y salió de la cama. Se secó las lágrimas y fue a su habitación. Sus pertenencias seguían allí, pero su abrigo y sus botas no. También se había llevado consigo una de sus armas rudimentarias fabricada en casa, y habían llaveros rotos a propósito: esto alarmó a la chica. Las cadenas de los llaveros estaban rotos de manera singular, ya que Jinx utilizaba desde que era una niña esos círculos a modo de anillas en sus bombas. Se puso a la velocidad del rayo las zapatillas y una chaqueta chubasquera, pero cuando cruzó el hall del apartamento, vio una nota que le pasó totalmente desapercibida cuando entró anteriormente llorando.
Vi consumió las líneas con avidez, pero lentamente, tras digerir la información que había allí redactada, empezó a sentir náuseas y un profundo malestar. Suspiró despacio y exhaló una larga espiración, dejando caer la nota al suelo. Poco después, cayó ella de culo también al suelo, sin fuerza en ninguno de sus músculos. Oía la lluvia al otro lado de la puerta. Ya nada importaba.
He estado pensando. Como aquella vez, ¿recuerdas? Aquella vez en que te hice elegir entre Caitlyn y yo en la merienda, junto a Mylo y Silco también, ¡ah! Y tu conejito. Cuando hablamos esta mañana, me he sentido en la misma situación.
Sólo que no era igual del todo, porque esta vez tienes muy claro lo que quieres.
Me he dado cuenta, querida Vi, de que te quiero demasiado y que tú me quieres demasiado. Nos queremos demasiado para nuestro propio historial, ¿te das cuenta? Yo no puedo renunciar a mis ideales, tú tampoco, y esa chica menos aún. Está menos jodida que nosotras.
Siento hacerte esto porque va en contra de mis propios valores, los pocos que me quedan. Pero soy la oveja negra de este mundo. Y quiero seguir siéndolo, porque si no me acepto, me voy a ir al carajo y te voy a arrastrar al fango conmigo. Siento dejarte tirada, siento abandonarte porque sé lo que se siente, siento todo el mal que pueda estar causándote. Confío en que puedas perdonarme como yo lo hice contigo. No podemos seguir juntas, Vi, porque de alguna manera egoísta sigo queriendo cosas de ti que a mi edad ya no me puedes dar. Necesito sentir que valgo para algo más que para ser tu hermana, sentir que nadie me necesite y que me dé igual, o sentir que no necesite de nadie sin ponerme a llorar todas las noches. Es duro y difícil de explicar, pero necesito forjar mi propia vida y si eso me vuelve más inestable, que esa sea mi primera y más valiosa estabilidad, porque será la estabilidad viviente de una oveja negra como yo. El mundo está en contra mía y yo en contra suya. Dile a Caitlyn que siento haber acabado con su madre y haber dejado en coma a su padre. Trátala bien, por amor de dios.
Yo necesito irme y cuidarme. Por favor, me harías un favor si jamás me buscas. Por favor, Vi, no lo hagas. Vive tu vida. Te lo mereces.
Nos lo merecemos.
Estaré bien.
Estaremos bien.
Firmado, Pow-pow.
La firma la hizo sentir una especie de arcoíris dentro de su infinita amargura. Había escrito esa carta realmente con el corazón y Vi se lamentaba de haberla dejado sola ir a dar ese paseo.
¿Por qué es todo tan…?
Los dados estaban echados, el futuro era incierto. Algo le decía que su hermana no bombardearía a corto plazo Piltover. Con mucha suerte, no lo haría más, pero su inestabilidad era patente. Le bastaba con que se cuidara. Vivir sin ella sería duro, porque en su corazón, en el corazón de ambas, sentían la falta de su hermana.
Ese fue el último golpe que Vi soportó aquella madrugada. Dobló la carta con las manos temblorosas y, con el cielo encapotado y toda la neblina acompañándola hasta la estación, volvió a tomar un tren en dirección a Piltover.
Se daría la misma caminata de nuevo, pero esta vez hacia la mansión Kiramman.