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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 15. Desconfianza

Apartamento de Vi y Caitlyn (Zaun)

Gabriel no tardó mucho en hacerse notar en la casa de Caitlyn y de Vi. Se acercó una mañana por petición de Sevika con otro plan aún más horrible y frío que el del carro roto. Esta vez no habría daño físico. Pero era mucho más importante que no hubiera fisuras, porque de ello dependía el cambio de visión que Vi tendría respecto a los bandos que distanciaban a Piltover de Zaun. Necesitaban a Vi en su equipo, no en contra. Lo lograrían a como diese lugar.

Según acortaba distancias con el extenso jardín, vio a la pelirrosa cargando paja al establo, amontonando un rectángulo tras otro. Se lavó la cara con el agua del mismísimo abrevadero, pasándose la mano por el cabello, tenía calor. Era un trabajo duro. Gabriel se fijó en lo preciosos que tenía los brazos tonificados, y esos hombros femeninos y bien contorneados. Era preciosa. Lo mejor, su cara. Tan hermosa, a pesar de sus cicatrices. O quizá debido a ellas. Sus piercings, el color de sus mejillas, su sonrisa… era tremendamente atractiva para él. Y representaba mucho más que una mujer fuerte. Era el rostro de una auténtica gladiadora que podía cambiar el mundo a favor de Zaun. No había idea que le gustara más.

Vi se dio cuenta de que Gabriel se acercaba y se pasó un paño seco por la frente y la nuca, quitándose el sudor.

—¿Qué haces aquí?

—No me dejaron entrar a ver a Caitlyn cuando ocurrió lo del carro. Quería saber cómo se encontraba.

Vi dejó de mirarle.

Culpabilidad, esto es lo que pasa cuando te manifiestas en una cara. Pobre Vi…

—Se está recuperando. No puede moverse demasiado. —Dijo en un tono ronco, como molesta. Se cargó otro montón de paja al hombro.

—¿Está mejor la herida?

—Le quedará cicatriz. —Musitó, caminando con cuidado debido al peso. —¿Quieres pasar a saludarla?

—Sí, por qué no. —Gabriel sonrió con amabilidad. Se acercó a Vi y cargó otro montón de paja que vio más grande y pesado que el que ella llevaba. Vi no le dijo nada, se la notaba también algo cansada. Al ver que la chica no parecía querer cruzar más conversación, carraspeó y volvió a hablar. —Te noto un poco…

—Se hizo daño porque insistí en llevar tu maldito… tu… carro. —Se corrigió rápido.

—También por eso me siento culpable. Yo sabía lo roto que estaba y aun así…

—No —negó Vi, apretando los labios. Soltó con rabia la paja y se apoyó suspirando cansada en la pared de tablones. —No es tu culpa, tú sabías que necesitabas otro. Yo fui una estúpida y una cabezona. Pero no sabía que se había hecho tanto daño, sino jamás la habría dejado caminando una hora hasta el hospital.

El hombre bajó la cabeza y al poco, también echó la paja sobre el montón de ella. Se palpó las manos para limpiarlas.

—Está bien ahora, eso es lo que importa.

—Le han dado tres meses de baja laboral. —Dijo.

—Es comprensible.

Vi no quería seguir hablando, pero había algo dentro de ella que la empujaba a martirizarse. Al cabo de unos segundos en silencio, continuó.

—Encima dice que quiere recuperar su arma cuanto antes. Es una inconsciente.

—Por el tipo de armas que utiliza… no le aconsejaría disparar. La fuerza del retroceso podría empeorar su esta…

—Ya lo sabe. Pero le dará igual.

Se quedaron ambos en silencio, esta vez ninguno parecía querer aportar nada más. Vi miró la casa y se rascó detrás de la cabeza.

—¿Quieres… tomar algo? Ya que te has dado el viaje hasta aquí…

El secuaz asintió.

Sala de estar

Gabriel esperaba ver a Caitlyn allí, pero no la encontró. Vi puso agua a hervir y se ausentó hasta cinco minutos de reloj, contados, en una de las recámaras. La casita era grande y acogedora, se notaba que salía de un bolsillo acaudalado. Estaba seguro de que las escrituras estaban a nombre de la niña rica. Cuando la tetera comenzó a pitar, Vi volvió trotando y la sacó del hornillo, sirviendo en diferentes tazas el agua caliente, que a causa de las bolsitas de té, se coloreó inmediatamente. Ofreció algo de azúcar.

—Me ha salido demasiado caliente. Ve a verla, si quieres. Sabe que estás aquí y agradece el detalle de haber venido.

El hombre asintió, dejó su taza y le hizo caso.

Habitación

Golpeó suavemente la puerta antes de entrar, y luego cerró tras de sí. Caitlyn le sonrió. A primera vista sólo parecía cansada, típico de alguien que pasa todo el día en cama.

—Déjame ver la herida, por favor.

—Está mejor —musitó, quitándose la sábana de encima y levantándose el camisón. La minúscula cintura de Caitlyn estaba rodeada por varias vueltas de vendas. En su costado izquierdo tenía las gasas, y se veía claramente las marcas de una sutura justo debajo.

—Vaya, me dijeron que quedaría cicatriz.

—Esa fue la primera opinión. Dicen que si curo bien, no tiene por qué. O que será casi imperceptible… —sonrió sin más, elevando los hombros. Se pasó un mechón detrás de la oreja y le miró. —Te lo digo de verdad, poco me importa.

—No eres tan señorita como te imaginaba, después de todo. —Dijo Gabriel, cruzándose de brazos.

—¿Señorita? —murmuró la otra, con una sonrisa.

—Pensé que a pesar de ser sheriff… quizá no eras de las que quisiese ver el peligro de cerca, o echar una mano a cualquiera por el placer de ayudar. Creo que eres la primera del ala superior que tiene esa forma de pensar.

—Hay más como yo, te lo aseguro. Mucha gente quiere la igualdad.

—Pero poca está dispuesta a sacrificarlo todo como tú.

El secuaz se sorprendía a sí mismo con aquellas frases, hasta el punto de preguntarse si realmente pensaba diferente. Cuando la miró de nuevo, vio un brillo en sus ojos que le resultó… ¿enternecedor?

Pero qué me pasa. Empiezo a ver a esta cría como a una hija.

—Gracias por eso. Pero lo que yo hago sola no será suficiente. Los vigilantes debemos esforzarnos más en mostrarnos auxiliadores con Zaun. Y no te preocupes por los tuyos. Tarde o temprano esto se conseguirá, pondré mi empeño.

Gabriel se la quedó mirando de hito en hito, y después, sin palabras, sólo se acercó a ella y le examinó la herida.

—¿Quieres que te traiga té?

—Ha venido Vi a preguntarme antes. Y no, estoy bien.

—Sé que no es asunto mío pero… yo te veo bastante flaca.

—Es mi constitución —comentó Cait, encogiéndose de hombros de nuevo. —No te preocupes, no tengo hambre ni sed, estoy bien. La que no está bien… es ella.

—Es normal que se sienta culpable, ¿no crees?

—No, no lo creo —respondió con contundencia. —Ella no tiene la culpa de un accidente así. Sólo una pregunta, ¿prestaste a alguien ese carro?

—¿Cómo?

La pregunta le pilló muy desprevenido… no tenía nada pensado si la chica luego empezaba a hacer preguntas. Miró a Caitlyn. Pese a lo agotada y dolorida que estaba, veía el brillo de la juventud y de una mente maquinando en esos ojos tan claros.

—Ya sabes —dijo la vigilante—, alguien que pudo tener alguna cuenta pendiente contigo, alguien que simplemente tuvo un accidente y dejó la pata tan perjudicada. Verás, estuve estudiando tu carro.

El hombre tragó saliva.

Esta hija de… mandó estudiar el puto carro.

—¿Y qué descubriste, algo interesante?

—No, no creo —dijo la chica, con una expresión claramente pensativa. —Pero estaba muy mal. No duraría un viaje. De hecho, me ha extrañado que haya podido hacer el viaje que te diste cuando fuiste al carromato, porque tal y como estaba de deteriorada…

—Entiendo.

Fue lo único que le nació decir. Cualquier detalle de más, con ella podría significar una cagada.

—Pero no sé, tenía muescas de haber sido forzada, a lo mejor alguien quiso desatornillarte la rueda y los barriles y se quedó a medias. El caso es que llevando el material que llevas tienes que ir con más cuidado. Ese día fui yo, pero imagina que hubiera sido un niño.

—Sabía cómo estaba el carro, pero es lo único que tengo para transportar todo eso. Y es mi trabajo. Pedí algo que no se me entregó. ¿Qué coño se supone que tengo que hacer, me lo explicas tú?

Sin quererlo, dejó salir la fiera que llevaba dentro, agravó el tono de voz y los ojos de Caitlyn se abrieron un poco más, mirándole fijamente.

—Sé que esto no ayuda, pero yo no me encargaba de eso y cuando leí tu pet-…

—¡¡Es muy fácil echarse el puto muerto entre los altos cargos, siempre es la misma vaina!! ¿A mí qué coño me importa quién se encargue? Yo tengo una familia que mantener, un puto trabajo que realizar. Si ni siquiera tengo ayuda cuando mis utensilios de trabajo fallan, cómo narices se supone que voy a tener mejores oportunidades de vida. Es muy fácil hablar desde una cuna de oro, ¿¡verdad!?

Caitlyn se quedó estupefacta y guardó silencio, tragando saliva. Se sintió muy incómoda, la herida le empezó a doler al contraerse para erguir un poco la postura sobre la cama. Lo siguiente que se oyó fue la puerta abriéndose bruscamente, Vi asomó la cabeza.

—¿¡Qué coño pasa aquí, EH!? ¿Tengo que enfilarte de un puñetazo, cabrón?

La pelirrosa miró al hombre con el ceño fruncido, que por su parte tampoco habló más.

—Sal de aquí pero ya. YA.

El secuaz se puso en pie y pensó que la había cagado del todo. El plan de Sevika se había ido al garete en la parte más importante; aceptaría como fuera las consecuencias. Cuando se giró y se dirigió a la puerta, la voz de la sheriff se escuchó repentinamente.

—Espera.

Vi seguía mirando con impaciencia a aquel cabronazo. Tenía ganas de partirle la cara.

—Vi, todo lo que ha dicho es cierto —murmuró la peliazul, haciendo que la otra relajara la expresión. Se humedeció los labios lentamente pero Vi la interrumpió.

—Cariño, te ha gr…

—Pero tiene razón… en todo. Lo que Gabriel tiene que entender es que de verdad que intento hacer todo lo posible.

—No es suficiente. Y tú deberías pensar igual que yo, si es que las comodidades que te consigue tu novia no te ha nublado ya del todo el juicio.

Vi volvió a enfurecer la mirada, le agarró del pescuezo. El secuaz apretó la boca pero le aguantó la mirada, no la tocó.

—¡¡Vi!! —Caitlyn se destapó y puso los pies en el suelo, pero a la mínima que trató de ponerse de pie tuvo una punzada de dolor que la ladeó bruscamente. Caminó con dificultad hacia los dos. —Déjale. Tiene razón, las cosas están como están. ¿De acuerdo? Los… los cambios van a verse más lentos de lo que hubiésemos querido. Lo siento. Pero te prometo que hacemos todo lo posible. No dejaré que mis hombres se tomen un descanso hasta que yo misma pueda ver el cambio con mis propios ojos.

El secuaz dejó de mirar a Vi, y por su parte, ella le soltó y bajó la mirada, un poco avergonzada.

—Discúlpame. Pero no le grites más —dijo con la boca pequeña.

Él asintió.

—Siento haber perdido yo también los papeles. Pero esto a veces resulta insostenible. Y es injusto —se defendió el hombre.

—Lo sé, y no vivo contenta por ello. Llevo sin pisar el centro de Piltover por motivos que no sean laborales casi un año, Gabriel. Créeme, el descanso en el que me ves hora es obligado. Hago lo que puedo, incluso desde la cama. No te voy a dejar desamparado, ni a ti ni a tu gente. En este momento los carromatos han vuelto a llegar cargados, puedes ir a la calle de la periferia a comprobarlo tú mismo.

Gabriel cerró los ojos un instante. Poniendo las cartas más lógicas sobre la mesa, se daba cuenta de que no tenía artillería verbal para enfrentar a Caitlyn. Y eso era simple: la chica verdaderamente estaba haciendo lo que podía, incluso con una herida sin cicatrizar en el cuerpo. Vi bufó exasperada al darse cuenta de que una línea rojiza atravesaba la tela de la camiseta holgada que llevaba la vigilante.

—Maldita sea, cupcake. Quieta….

Gabriel las siguió con la mirada; la herida de Caitlyn se había vuelto a abrir al haberse puesto en pie tan deprisa. Caitlyn puso los ojos en blanco, harta de la situación, y se volvió a sentar despacio en el borde de la cama.

—Quiero hablar contigo a solas —dijo el secuaz arrastrando la voz. Vi estaba acuclillada frente a Cait y le levantó un poco la camiseta, examinando la herida.

—Yo no quiero hablar contigo —masculló la de pelo rosa, sin mirarle. Estiró la mano hacia una gasa, pero Caitlyn le paró la mano con suavidad. Al mirarse, le hizo un gesto para que se marchara con Gabriel. Vi apretó un poco los labios y asintió, dejándola en la habitación.

Jardín

—Por amor del cielo, sé breve. Yo no tengo ni la mita de paciencia que ella —fue quejándose Vi por el camino. Cuando Gabriel salió al exterior, cerró la puerta.

El hombre se tomó su tiempo. Había ensayado muchas veces aquella escena en su casa. Y estuvo a punto de mandarlo todo por la borda escasos minutos atrás, cuando su verdadera cara salió al gritarle a la sheriff. Pero resultó ser que una especie de revelación le sacudió la mente cuando esos nervios afloraron, se había percatado de algo crucial.

Las cosas no van a cambiar, no al menos antes de que nosotros las veamos. La solución es la guerra, el confrontamiento, porque de lo contrario, sería Piltover el que quiera llevar ese «cambio» del que habla, pero con la velocidad que deseen. Ese cambio sería a un ritmo que les permitiera respirar sin perder riquezas, sin compartir hextech, sin pasar ninguna penuria ni ninguna bajada de sueldo.

Eso para él no representaba un cambio real. Seguían siendo inferiores porque dependían de ellos para avanzar. Caitlyn era posiblemente la mejor imagen que Piltover hubiera podido parir en siglos, hubiera sido una excelente activista de haber nacido en Zaun. Pero al ser tan acaudalada y oriunda de la ciudad de oro, ya tenía una marca de distinción que la separaría siempre de la nación de Zaun, por mucho que lo intentara. Y la mejor baza que tenían, era la que propuso Sevika. Necesitaban una luchadora que tuviera una cara conocida capaz de cambiarlo todo, de perturbar a todos los vigilantes. Esa cara bien podía haber sido Jinx tras la muerte de Silco, pero era una prófuga y su inestabilidad mental embarraba todo. Vi era la mejor opción, la necesitaban. Si tenían a Vi, conseguirían algo.

—Tranquila. Lejos de lo que pueda parecer, no quiero pelear con ninguna, al contrario. Estoy muy agradecido por todo lo que venís haciendo por mí.

Vi se cruzó de brazos y se apoyó en la puerta, mirándole de arriba abajo. No interaccionó.

—Me preguntaba… ¿qué haces con una chica como la sheriff? ¿te has parado a pensar en qué significa tu relación con ella?

—Eso no te importa, Gabriel. No sabía que eras un cotilla —rio sin ganas, acariciándose uno de los brazos. El sol se estaba poniendo y empezaba a refrescar.

—No me malinterpretes. No me interesa que seáis pareja en sí. Pero sí en lo que…

—En lo que significa, ya. Lo has dicho. —Vi apoyó despacio la cabeza contra el marco de la puerta y miró al cielo. Suspiró un poco. —Sí. Claro que lo he pensado.

—Mira, a ti voy a hablarte todavía con más franqueza, no sirve de nada irse con medias tintas.

—Ade… lante —le miró algo confusa, pero interesada. Qué coño le pasa a este, pensó.

—¿De verdad quieres que Zaun vea mejoría?

—¿Mejo…?

—Es la sheriff de Piltover. Hará lo que pueda, pero nunca estará a la altura de semejante disparidad. Nadie podrá hacerlo por sí solo.

—No está sola. Estoy yo con ella, y están sus hombres y todos los que…

—Nadie tiene su convicción, la gente sólo hará lo que les diga un superior porque no creen de verdad en la causa. Todo irá más o menos bien mientras todos esos vigilantes reciban su sueldo, ¿entiendes adónde te quiero hacer llegar?

Vi entreabrió los labios despacio, y esta vez dirigió más atenta la mirada hacia el hombre. Le estaba escuchando. Gabriel continuó.

—No funciona así, los cambios no suceden de una década a otra. En este caso, la diferencia de la socioeconomía no permitirá cambios grandes ni rápidos. No se puede. Todas y cada una de las parcelas donde caminamos tiene restos de shimmer y de putrefacción concentrada por los años, gente sufriendo y muriendo, gente adicta… nadie llegará a esos recovecos porque no interesa. Que ayuden a quinientas familias al día será algo pasajero. Zaun no quiere vivir de limosnas.

—Lo sabemos perfectamente y no es lo que buscamos. Pero mientras las diligencias se tratan en el Consejo, lo mejor que podemos hacer es evitar que por lo menos los niños se mueran de hambre, ¿no te parece?

—¿Y qué haremos con los enfermos? ¿Por qué Caitlyn sigue entrando por vía preferente en un hospital de Zaun? Aunque ella hubiese estado consciente y hubiera pedido que no la atendiesen primero, la predilección de todos los servicios se vuelca hacia el ala superior. ¿No te das cuenta de que todos esos problemas tienen una raíz mucho más profunda? Mucho más… difícil de retirar.

Se hizo el silencio.

—Y qué propones —murmuró pasado unos largos segundos, suspirando

—Y qué propones —murmuró pasado unos largos segundos, suspirando.

—La guerra.

Vi frunció el ceño al oír su respuesta. Clara, contundente y terrorífica.

—Es justo lo que queremos evitar…

—La palabra suena mal por su propio significado. Pero en este caso, la guerra es necesaria para construir una paz. Si queremos que esa paz esté cimentada en estandartes lógicos, que haya cambios palpables desde el principio, que no tengamos que sobrevivir con limosnas de los millonarios… se necesita atacar a los grandes.

—Aunque quisiéramos y fuera la salida, la tecnología hextech no está de parte de Zaun.

—Pero tú tienes acceso a esa tecnología. Y aunque no tuvieras, la llevas encima muchas veces —señaló con el mentón sus puños, y Vi supo que se refería a sus guanteletes.

—Antes… antes pensaba como tú. Lo veía claro, pero…

—¿Pero…?

—Es guerra. Implica destrucción de edificios, toxicidad, muerte por todas partes… —cerró uno de los puños con fuerza, al recordar el paseo por el puente donde Powder y ella descubrieron a sus padres fallecidos. —No quiero que más gente se enfrente a ese dolor. Ese dolor es el que crea más adelante venganzas. Fíjate… fíjate en mi hermana. Con ella… con ella lo vi muy claro.

Sintió que flaqueaba, tocar el tema de la loca suicida le afectaba profundamente. Pero no le interesaba continuar por ese camino, porque tenía las de perder. Su baza era Caitlyn.

—Esa chica, la sheriff… no le convienes en absoluto.

Vi abrió los ojos y toda tristeza dejó paso a un sentimiento confuso, mezcla de enfado y de no saber ni dónde estaba parada. Sentía como si hubiese recibido una especie de golpe, pero aún no tenía muy claro por qué. Le miró fijamente y esperó a que concluyese.

—Es la sheriff de Piltover y una activista de paz. Pero Piltover no sabe el significado de paz más allá de su propia paz. Para ellos, una balanza equilibrada entre Zaun y Piltover significa que tengan que perder. No lo harán, Vi. No lo harán y lo sabes perfectamente.

Vi frunció la boca.

—Puedo entender tu postura. Y hasta cierto punto, la apoyo. Pero la conozco. Sé que quiere y que puede hacer las cosas bien. El derramamiento de sangre tiene que ser lo último siempre que se pueda.

—Siempre que se pueda. ¿Crees que me resulta divertido tener que imaginarme esto? ¿Matar a congéneres? ¿Crees que me divierte matar a otras personas simplemente por llevar capas azules? Me enfrento a ellos porque quiero lo que tienen en la misma y exacta medida en la que ellos las disfrutan, Vi. Ni más ni menos. Igualdad.

Eso no es posible, una voz en su cabeza sonó, y la hizo tener un escalofrío. ¿Sería cierto que pensaba como él? Al fin y al cabo… cómo no iba a entenderle, si era donde había crecido.

—Nadie atacará a un hombre, mujer o niño deliberadamente. Evidentemente, nuestra guerra no es contra la gente buena. Tampoco deseamos matar. Pero necesitamos tener un cara a cara y dar a entender que no podemos ser pisoteados. ¿¡Sabes cuánto tiempo llevan riéndose de nosotros, a la par que ignorando nuestra desdicha!? —continuó Gabriel.

Vi volvió a apretar el puño.

—Y si no lo haces por tu nación… hazlo por ella. No sé por qué estás con ella sabiendo toda la caída de reputación que le puedes provocar. Ella es una Kiramman, ¡lo sé hasta yo! Tiene el emblema en la maldita empuñadura de su arma. ¿Cómo alguien de Zaun ha podido llegar a intimar tanto con una Kiramman?

—Ninguna lo pretendíamos. Surgió.

—Pues no sólo afectas a la misión. También le haces daño a ella.

—Llevas rato insinuando eso, diciendo que no le convengo —murmuró arrastrando la voz, con el tono claramente cabreado.

—Tranquila —se apresuró a decir. Ahí era cuando más cuidado tenía que tener. —Ella no va a dejar de ser una vigilante al fin y al cabo, una policía de Piltover. El rango de sheriff nunca le importó tenerlo, ella quería ayudar a los demás y todo lo que nos rodea. Eso implica unos riesgos que está dispuesta a correr. Eso implica matar a gente como tu hermana.

—Ni se te ocurra mencionar a Powder.

El hombre suspiró. Era muy importante no sólo lo que decía, sino cómo lo decía y lo que proyectaba físicamente.

—Lo que quiero decir es que… los vigilantes como conjunto no velarán por los intereses de Zaun, sino por los propios. La tecnología hextech tampoco nos llegará. Caitlyn quiere llevarlo todo por la vía lenta y diplomática y no lo conseguirá en el lapso de toda su vida, ya te lo aseguro yo. Y eso, compatriota mía, es lo que la diferencia de ti. Si no coincidís en esto, acabará repercutiendo en la relación.

Vi no quería darle demasiadas vueltas. Cada frase la había pensado ella misma en la soledad de su habitación, las noches que Caitlyn y ella habían estado separadas.

—¿Has pensado en por qué está en cama ahora?

—Gabriel. No sé si intentas joderme la paciencia o simplemente molestarnos… pero lárgate antes de que me cabree.

Gabriel obedeció, no sin antes poner una expresión de falsa pena.

Vi se quedó mirándole con rabia. Pero cuando ya no había posibilidad de que mirara atrás, su expresión cambió y bajó la mirada. No quería darle demasiadas vueltas a lo último acontecido, y era porque se sentía muy, muy culpable.

Tres meses después

Con la baja de Caitlyn, no hubo más movimientos notorios que la entrega de subvenciones que ella misma comandó como sheriff. Su suplente apenas movía un dedo, Kiramman no entendía por qué. Pero cada vez que tenía intención de acercarse al Consejo, tanto su padre como sus compañeros le paraban los pies. La herida por suerte no había ido a más y el tiempo en reposo la había dejado debilitada y más flaca aún de lo que ya era. Los meses junto a Vi habían sido felices, pero tenía ápices extraños. Al final, había hecho buenas migas con Gabriel y su familia, pero también había retomado contacto con individuos de dudosas intenciones, como Sevika y algunos de sus secuaces. Sevika era peligrosa y sabía perfectamente que tenía la ideología criminal de Silco. Sin embargo, la única vez que tuvo un nuevo contacto con ella, la mujer le mostró sus condolencias, pidió perdón por su enfrentamiento del pasado y sugirió enterrar el hacha de guerra.

Incondicional a su espíritu bondadoso, Caitlyn aceptó.

Pero Vi estaba extraña. Se preguntaba si el cambio se debía a haber tenido alguna noticia de Jinx, pero por más que intentó preguntarle o acercarse, notaba reticencias que no había notado antes.

Jardín

—Bombón. ¿Queda algo de agua?

—Ahora os llevo. ¿Cómo va eso?

—Casi acabamos. —Vi se secó el sudor de la frente y echó un vistazo al establo, cuyo tejado estaba tomando forma poco a poco. En la cima, Gabriel y otros dos muchachos reían y seguían martilleando.

—Se ve bastante más sólida que la que tiró el vendaval.

—Te dije que eran buenos chicos —comentó Vi, respirando aún algo agitada del peso que había estado levantando toda la tarde para ayudarles. Miró a Gabriel, luego a Sevika. Sevika no estaba lejos, y además, al encararse con ellas, les sonrió.

—¿Pensabas que no éramos buenos chicos, sheriff? —la cuestionó divertida, apoyando su colosal antebrazo en el alféizar que conectaba el interior con el exterior de la casa. Cait la miró un segundo y rio, encogiéndose de hombros.

—No es que fueras la mejor opción en quien poner mi vida… —cargó la jarra de agua hasta el alféizar y Vi la tomó directamente de la boquilla; Sevika se quejó riendo y trató de quitársela, pero Vi quería beber sola primero antes de compartir. Empezaron a forcejear y el agua salió despedida sobre Caitlyn, que se vio empapada de los pies a la cabeza.

Sevika y Vi abrieron los labios mirándola, antes de partir a carcajadas.

—Brujas… —murmuró Caitlyn, apretando una sonrisa. Se fue hacia uno de los pasillos para cambiarse.

—Nunca me había fijado, pero es bastante guapa. —Dijo Sevika una vez estuvo segura de que la vigilante no las oía. Vi se encogió de hombros sonriendo.

—No es guapa, es hermosa. Un ángel.

—No, no es un ángel. —Meneó la cabeza en una sonrisa burlona, dejó que su mirada viajara por las montañas lejanas del paisaje. Se apoyó contra la pared, mirando después cómo los otros trabajaban. —No es un ángel, oye. Tiene mucha fuerza en la mirada. No sé si es por las cejas…

—Es un ángel en todos los sentidos. Si supieras la bondad que tiene… y lo paciente que es…

Sevika ladeó más la sonrisa y calló, al darse cuenta de que uno de sus secuaces venía. El hombre no parecía haberlas oído, pero Sevika se encargó de que lo hiciera en adelante.

—¿Es un ángel en todos los ámbitos, eh?

—Así es. Puedes estar segura —le volvió a responder, peinándose el pelo rosado hacia un lado. El hombre las miró a una y a otra y preguntó.

—¿Habláis de la sheriff?

—Sí, debatíamos sobre lo ángel que parece. Vi está empeñada en decir que es un ángel. Yo le he preguntado que si lo es en todos los ámbitos, pero creo que no se ha dado cuenta de lo que quería decir.

Vi parpadeó un par de veces y les miró, curiosa. Cuando cayó en cuenta puso los ojos en blanco, medio riendo.

—No sabía que te interesaba conocer hasta tal punto mi relación con ella, Sevika… ¿hace cuánto que no te das un buen homenaje?

Sevika empezó a reírse, y la acompañaron los demás que en secreto, habían estado pendientes a la conversación. Vi al final también acabó riendo. Cuando Caitlyn volvió, con un vestido tan blanco y veraniego, muchos de ellos callaron.

—Eh, eh, eh, eh, vosotros a lo vuestro, qué miráis —chasqueó los dedos la pelirrosa varias veces, en cada una de las direcciones donde había alguien mirando a Cait. Al final, la de pelo azul salió al exterior para tomar algo de aire fresco, llevaba todo el día en la casa.

—¿De qué habláis?

—Eh, Sevika. ¿Qué te parecería un trío? Con mi novia.

Los hombres allí reunidos inmediatamente guardaron silencio. Sevika suspiró roncamente y se dejó caer sobre la cajuela abierta de un carro, mirando con una sonrisa ladeada a las dos.

—Deja de tomarme el pelo, cabrona.

Vi no se podía aguantar la risa, y mientras lo hacía rodeó la cintura de Cait con un brazo. Desde su posición, Sevika percibió que Caitlyn se cruzaba de brazos y susurraba unas palabras en dirección a Vi, palabras que al parecer no fueron muy agradables, porque la luchadora enseguida reculó.

—Estoy de broma, Sevika. Tenéis a muchos vigilantes solteros en la unidad de la sheriff, pero la sheriff es para mí.

Sevika sonrió negando con la cabeza. Por lo general, solía fijarse en hombres. Pero tenía sus excepciones. Y Caitlyn era una excepción clara, pero sólo por puro físico. Era preciosa y tenía buen cuerpo. Podía parecer frágil, pero sabía perfectamente que no lo era, y que la fuerza de su convicción era un peligro para toda su nación. Veía claramente a Vi como la débil de las dos. Caitlyn en ese momento, mientras las miraba, estaba susurrando cosas cerca de Vi, y Vi sonreía pasivamente, como si aquellas palabras le entraran por un oído sólo para salirle por el otro. De pronto las miradas de Caitlyn y Sevika se cruzaron, y la de piel morena supo que entre todas esas cosas que le susurraba, una tenía que ver con ella.

—Bueno, chicos, ha sido un placer trabajar con vosotros. Caitlyn está cansada, así que vamos a dejar de molestarla y de gritar.

—No le hagáis caso. Podéis quedaros cuanto queráis. —Comentó Cait. —Yo iba a hacer la cena… aunque hoy no me tocaba.

Se miraron arqueándose las cejas, como vacilando a la otra con una mirada juguetona, y acabaron metiéndose en la casa. Sevika las miró fijamente ya sin sonreír. Sus secuaces empezaron a recoger los bártulos y a cargar los caballos para adentrarse en el centro de Zaun. Cuando hizo el paripé de recoger algunas cosas, se acercó a Vi a la mínima que la vio sola.

—Oye, Vi, ¿has sabido algo de tu hermana?

A Vi le dio un cortocircuito al procesar la pregunta. No sólo la pregunta, sino los sentimientos que desencadenaba. Tragó saliva y movió despacio sus iris azules, hasta que por fin tuvo el valor de mirar a Sevika.

—No. No sé nada de ella desde hace bastante. ¿Es que… tú has oído algo?

—Algo he oído —apretó los labios e hizo como si mirara a todos los que tenía alrededor… como si no quisiese ser oída ni siquiera por los suyos. —Pero lo estuvimos hablando antes y no sabemos si es buena idea contártelo.

—Si es de Powder, me lo contarás. —Murmuró con la voz cambiada, con ese rango esperable de una mujer con carácter que empieza a impacientarse. Vi la miró muy fríamente, de un segundo a otro, y ya no parecía la amiga con la que compartía bromas cinco minutos atrás, sino una potencial enemiga.

—Escucha… cálmate. El principal motivo por el que no estamos seguros de compartir la información es que… —miró furtivamente a la casa donde la sheriff se había metido ya— … bueno, que figuran apariciones delictivas de una sujeta de las características físicas de Jinx en archivos de la comisaría. La policía de Piltover está al tanto desde hace más de dos meses.

Vi tuvo un segundo cortocircuito y no pudo evitar echar una mirada rápida a la ventana, como si esperara encontrar a Caitlyn. Pero Caitlyn estaba en la cocina, totalmente ajena a aquel cruce de palabras.

—¿Quieres decir que Cait sabía que…?

—No hemos querido robar los archivos porque iniciaríamos una guerra, y por más que me vea como una salvaje, yo no quiero sangre esparcida por las dos ciudades tan indiscriminadamente. Pero… los he visto con mis propios ojos. Y me imagino que si el día de mañana se los robaran, te lo iría a contar corriendo para que no te enfadaras con ella.

Vi parpadeó aún más rápido y se arrastró la palma de la mano por la frente. Se sentía agotada.

—Sevika, no entiendo nada de lo que intentas decirme… ¿por qué iba a querer ocultarme que tiene información de Jinx?

—¿No es obvio? Porque no quiere que te enteres. Y ese era el segundo motivo por el que no sabíamos si decírtelo. No sé, quizá la sheriff está haciendo lo correcto, protegerte de tanto recuerdo doloroso, de todas maneras con Jinx ya no había mucho que salvar.

Vi frunció el ceño, algo molesta. Pero… si Sevika decía la verdad, tampoco es que le estuviera diciendo nada descabellado. Se humedeció los labios y miró la ventana, pero cada vez a un punto más bajo.

—¿Qué decía el informe?

—Describía su pelo, sus rasgos, sus tatuajes. Era un informe muy detallado en cuanto al físico, para dar fiabilidad al supuesto avistamiento. También tenía anotaciones hechas a mano, como «Individua muy peligrosa», «matar al instante», o… creo que la otra era…

—Caitlyn no ha puesto eso último —sentenció la pelirrosa, y por un segundo, el esquema mental de Sevika se tambaleó. Pero pudo buscar una excusa veloz.

—Claro —sonrió pacíficamente, y negó con la cabeza despacio. — Yo tampoco me lo creo. Pero bueno, es un informe que está en el despacho principal de la comisaría. Mis hombres acudieron en una misión secreta, porque ya es bastante tiempo el que Piltover se retrasa con la repartición que prometió.

—Ha habido problemas. Eso es todo. Pero, volviendo al informe que leyeron…

—¿Problemas? —el rostro de Sevika se descompuso. Sus ojos parecieron brillar, y mirar a Vi como si aquello que acabara de hacer le perturbase. —¿Me estás diciendo que estabas al tanto de los motivos y no nos los has contado? ¿Acaso crees que la gente más desfavorecida no ha muerto estas semanas? ¿Este último par de meses?

Vi entreabrió los labios y sintió una breve punzada en el estómago. Era cierto que mucha de la mercancía que se suponía que debían entregar había desparecido misteriosamente; en ciertos puntos del trayecto con poca seguridad los carromatos de Piltover se perdían. Caitlyn había estado tratando de investigarlo, pero no era fácil desde una cama.

—Gran parte de la mercancía ha perdido suministros y… lo ciert…

—No me lo puedo creer, ¿cuándo pensabas decírnoslo?

—Piltover no quería dar ninguna señal de alarma. Sólo asustaría más a la nación de Zaun y estoy de acuerdo por una vez. Están rastreando los caminos para saber bien cómo se ha perdido esa mercancía.

Sevika negó lentamente con la cabeza, quería fingir bien eso de descubrir la falta de cooperación y sinceridad con las dos chicas. Se levantó pesadamente de la cajuela, a lo que Vi elevó una mano hacia ella, frenándola.

—Por favor, si sabes algo de mi hermana…

—Déjalo. No sé nada.

Vi abrió los ojos al ver que Sevika se marchaba iracunda.

«Iracunda».

Tras darle la espalda y alejarse, Sevika no hizo más que sonreír.

Habitación de Caitlyn y Vi

Vi había dado muchas vueltas a la conversación con Sevika, tanto, que fue incapaz de sonreír en lo que restaba de noche. Estaba tan descompuesta que no disfrutó de la cena. Cait se dio cuenta, aunque pasó la mayor parte del rato escribiendo anotaciones en un artículo del trabajo que le había llegado. Vi masticaba desganada, observando fríamente el papel sobre el que escribía, y seguidamente miró a su novia. Caitlyn tenía fuerza en la mirada, Sevika tenía razón. Era fuerte también físicamente, una artista marcial como pocas. Por no hablar de sus destrezas con la puntería y juegos de explotar estrategias, como el ajedrez. No era fácil ganar a Caitlyn cuando se trataba de usar el coco. Tragó pesadamente el último bocado de pescado y llevó los platos a la cocina, fregándolos rápido. Tenía ganas de que el día concluyera. Sin decir nada a la peliazul, se dio una ducha rápida, se cepilló los dientes y marchó al dormitorio. Caitlyn hizo lo mismo, pero en su propio cuarto de baño. Cuando vio pasar a la pelirrosa por el reflejo del espejo, dejó de cepillarse el pelo húmedo y la miró con algo de preocupación.

—¿Estás bien? Te noto rara desde la cena.

—Perfectamente —contestó Vi, seca. Cait mantuvo la mirada en ella a través del espejo, y juntó sus labios, como si ese tono de voz con el que le respondió le siguiera resultando extraño. Dejó el cepillo en su lugar y se dirigió al dormitorio. Cuando se cruzó con ella la vio cabizbaja y llevó una mano hasta su mejilla, logrando que alzara el rostro hacia ella. Caitlyn tenía esa maldita habilidad de arreglar todos sus males con una mirada, una caricia. Vi suspiró largamente al sentir que se inclinaba hacia ella y la buscaba de la boca, besándola cariñosamente. No pudo evitar sentirse mejor, ni quería. La atrajo de la lumbar, apretando los dedos sobre su albornoz. Caitlyn mantenía los ojos cerrados y se inclinó un poco más hacia Vi, profundizando en el beso con ayuda de la lengua. Sus labios se unieron y desunieron una y otra vez, moldeándose a los labios de la boca ajena, hasta que la de pelo azul fue bajando despacio las manos al cordón del albornoz que llevaba Vi, abriéndolo.

—Cupcake… —se separó despacio, tomándola de las manos para separarlas. —¿Estás segura de que con tu herida…?

—Estoy bien. Vamos a la cama… —le susurró al parar uno de los besos, y a Vi le pareció la voz de un ángel.

Y una vocecita le despertó dentro, huraña y antigua, como si llevara muchos años sin manifestarse.

«La tienes en un pedestal. Y a lo mejor se está aprovechando de eso para hacer su labor de vigilante sin decirte todas las partes de la misión. ¿Por qué iba a hacerlo? Powder es una criminal… y Caitlyn una vigilante. No hay más lógica aplastante que asumir que son agua y aceite. Atente a las consecuencias.»

Vi sintió una fuerte corriente placentera al sentir que Caitlyn se apretaba contra su cuello, besándolo intensamente, con todo el amor y cariño que la caracterizaba. Sus manos empezaron a deslizar hacia abajo sus braguitas, cuando de pronto Vi separó la cabeza y le agarró las manos, mirándola directamente. Cait detuvo con suavidad los besos y enderezó el cuerpo, ganando esos centímetros de altura que tenía sobre ella. Se quedó mirándola con curiosidad, como si buscara una explicación a que la detuviera.

—Sigues débil. Vamos a dormir solamente, ¿de acuerdo?

Aunque le pareciera una petición extraña viniendo de Vi —que era la que solía incitarla sexualmente— , la peliazul asintió brevemente y la miró de arriba abajo. Sonrió con dulzura y la abrazó, apoyándose en su hombro.

—De acuerdo, durmamos. Tienes que estar agotada.

Vi no dijo nada. Las palabras de Sevika danzaban en su mente como una espina hincada. Tenía la necesidad de saber si aquello era cierto, pero al mismo tiempo temía descubrir que Caitlyn le hubiera escondido ese tipo de información. Para ella eso era una mentira, no había más.

Se acostaron en la cama desnudas, como casi todas las noches, a excepción de las bragas. Caitlyn había notado poco comunicativa a Vi desde que los chicos se marcharon, por eso pasó rato mirándola, calibrando en silencio cómo actuar para que le contara lo que estaba ocurriendo. Caitlyn era muy observadora, así que supuso en seguida que tenía algo que ver con algo que le había dicho Sevika. No se fiaba de Sevika, nunca lo había hecho al cien por cien, per quería creer en lo que le había dicho, quería creer que quería verdaderamente la paz como ella.

Confirmó que a Vi le pasaba algo cuando no se quedaba dormida. Vi siempre solía quedarse dormida a menos que algo le afligiese la mente. La morena abrió los ojos en la oscuridad y sus ojos, acostumbrados a la negrura también, veían con total nitidez cómo Vi no dejaba de parpadear. Ni siquiera podía fingir que dormía. Se giró hacia ella y pegó el cuerpo, posando la mano en su cuello y masajeándolo. Vi reaccionó despacio, sus pesares se alejaron al sentirla, pero no por mucho tiempo. Se miraron fijamente y se dieron un beso corto, quedándose cara a cara. Caitlyn se acomodó cerca y cerró los ojos, pero no dejó de acariciar a Vi del vientre por cerca de media hora. Vi notó cada unos de los paseos de sus yemas con un cosquilleo agradable, hasta que después de cuarenta y pocos minutos, las caricias de la peliazul fueron frenando a ratos, cada vez a ratos más largos, hasta que su mano se detuvo por completo, rendida al sueño que tenía. Vi sonrió con cierta ternura, dentro de su terror. Acarició la mano de Caitlyn y con extremo cuidado, la apartó de su cuerpo. Hizo el menor ruido posible al separarse y levantarse de la cama.

Caitlyn movió suavemente la cabeza, pero enseguida volvió a sumirse en la quietud típica de alguien que está más que dormido. Vi salió de la habitación y atravesó el pasillo que daba al despacho de su novia. Como sheriff, Caitlyn tenía todo debidamente archivado y limpio, y tenía una copia de cada caso abierto en comisaría. Vi se sentó en la butaca del escritorio y empezó a buscar por diferentes letras, esperando encontrar hojas que hablaran de «Jinx».

Doce minutos más tarde, empezó a desesperarse. Era cierto que no había encontrado lo que Sevika le dijo, pero también era cierto que Caitlyn tenía cajones bajo llave otros documentos. Al parecer, había cosas que no deseaba que nadie encontrara. Tuvo que pasar cerca de media hora de reloj buscando una maldita llave que sirviera, pero al no tener éxito, acabó tirando de los cajones una y otra vez, cada vez con más desesperación. Al final rompió en un gemido ahogado sin poder evitarlo, llevándose las manos a la cara.

Estoy confiando en las palabras de alguien que odia Piltover… pero… ¿por qué Cait tiene cosas bajo llave? Maldita sea, Pow-pow… jamás voy a descansar tranquila si no sé de ti.

Suspiró largamente y tras unos segundos en los que se obligó a calmarse, frotó sus pestañas con la mano. Al final, sin haber logrado nada más que ahondar en su miseria, se levantó pesadamente y volvió al dormitorio. Caitlyn seguía profundamente dormida. Al aproximarse al colchón y verla descansar suspiró y dibujó una pequeña sonrisa: por lo menos verla dormir era un elixir de paz. Su pecho se ensanchaba muy suavemente, casi podía oírla respirar. Con cuidado de no hacer ruido se recostó a su lado. El movimiento y peso de su cuerpo hicieron que la chica emitiera un pequeño balbuceo y se acomodara, pero ni por asomo sus respiraciones cambiaron: Vi se aguantó la risa. Su sheriff estaba en el séptimo cielo. La acarició del rostro suavemente y luego la recorrió con la mirada: el enorme tajo que había tenido hacía meses estaba reducido a una cicatriz aún muy visible. Aquella cicatriz también había sido por su culpa, cómo olvidarla. Posó la palma de la mano sobre ella. Antes de darse cuenta, ya tenía los ojos brillosos.

A la mañana siguiente

Caitlyn había madrugado para ser atendida por su fisioterapeuta, que acudía una vez a la semana a verificar que la curación muscular de su costado iba viento en popa. Había dado mejoras muy pronto pese a la gravedad de la herida, pero cierto era que le quedaría marca de aquella anécdota, grabada en la piel por muy tirante y agradecida que fueran las células de una veinteañera. Vi no siempre tenía el temple de ver aquellas sesiones de tortura a las que la fisioterapeuta sometía a su novia. Caitlyn terminaba sudando sin siquiera moverse del sitio. Por suerte, en aquella ocasión el masaje no fue tan doloroso como otras veces.

—Gracias por venir. ¿Quiere beber algo? —preguntó la pelirrosa, mirando a la licenciada. Ésta negó educadamente con la cabeza y las despidió con la mano.

Cuando Vi cerró la puerta, se encaminó hasta la camilla y ayudó a Caitlyn a incorporarse.

—¿Hoy un poco menos doloroso que la semana pasada?

—Sí, estoy algo mejor —asintió, sudando como estaba y con la expresión fatigosa, era difícil hasta creerla. Vi sonrió algo apenada y la acarició de la mejilla, con tanto mimo y suavidad que la sheriff dirigió una mirada hacia ella.

—Qué cariñosa estás —murmuró sonriente, posando su mano encima de la de Vi.

—No me gusta verte sufrir. Lo del carro fue culpa mía, insistí en que estaba en condiciones y…

—Han pasado meses y sigues con lo mismo. Fue un accidente. No te martirices más, ¿de acuerdo?

Vi curvó un poco más su sonrisa y asintió, acabando por comprimir los labios.

—Sevika y el resto estarán por venir. —Comentó la vigilante, pasándose una toalla por el cuello. —Voy a ducharme. ¿Los carromatos están reforzados?

—Sí, hoy nos traían el resto de caballos para hacer el siguiente reparto. Oye, Cait…

—¿Sí? —la peliazul se separó para quitarse el top deportivo. Vi se quedó un poco pasmada al ver que se desnudaba, pero después de tartamudear se centró.

—Anoche vi que tenías cajones bajo llave.

Cait paró de desvestirse y se quedó mirándola, semidesnuda. Le echó una mirada de arriba abajo muy furtiva, muy veloz. Vi la captó y se apresuró a explicarse.

—No he cotilleado nada —siguió, mintiendo piadosamente. —Pero… bueno, Sevika me comentó unas cosas y me entró ansiedad. Quería comprobarlo por mí misma.

Caitlyn se abrazó sus propios brazos, tapándose los turgentes senos que definían su cuerpo. La miró ladeando un poco la cabeza, con pena en la mirada.

—No hay novedades de tu hermana, Vi. Te lo prometo. ¿Crees que no te lo diría?

—Lo sé. Sé que no me lo ocultarías. Perdona por… desconfiar. Pero me extrañó que tuvieras cajones bajo llave.

—Cierro casos importantes y secretos porque no puedo dejar que ningún cotilla dé con ellos. Ahora que Sevika y su grupo merodean esta zona, tomé esa medida. Pero no es por ti. Y si me esperas, puedo enseñarte todo lo que hay en ellos… como vista preliminar. Tampoco puedo dejar que veas muchos detalles, se supone que son confidenciales.

—Descuida, te creo. De verdad —Vi sentía que su rostro se enrojecía de la rabia que sentía, pero hacia sí misma. Sentía vergüenza por haber hecho a Caitlyn ofrecer una explicación. Caitlyn no tenía motivos de verdadero peso para mentirle, y si así fuera, al cuerno. La creería le dijera lo que le dijera. La amaba y sabía que ella también. El respeto era mutuo.

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