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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 20. El camino prohibido


—¿Tienes el plano aéreo?

—No hace falta. Me conozco estas calles de memoria—contestó Caitlyn, con un deje de preocupación en la mirada. Movía el índice de una línea a otra, devorando el último comunicado que les había llegado la madrugada previa a su jornada, justo escasos minutos antes de que la sheriff entrara. Los zaunitas con los que Piltover trabajaba codo con codo habían enviado un mensaje urgente advirtiendo de la poca seguridad en ciertos callejones de los barrios pudientes. Ekko hacía hincapié en las coordenadas de su carta, insistiendo en que acababan de confirmar una partida dirigida por secuaces de Sevika a los que las autoridades no habían logrado dar caza. Eso significaba que las últimas guaridas que quedaban, tal y como Jayce y Cait sospecharon en su salida, se encontraban en Piltover y no en la ciudad subterránea, habían estado las últimas semanas perdiendo el tiempo. Había sido un plan urdido indudablemente por Sevika, aunque que fuera en esa zona también indicaba que estaba quedándose sin terreno: las vías de intercambio se habían estrechado debido a la vigilancia del ala superior, ahora eran menos trabajadores y más peligro en cada vuelta de esquina, por no hablar de que a pesar de haber estado varias veces por allí, se sentía inexperta. Aquellas no eran sus calles, no las tenía controladas. Había que vender con mucho cuidado, pero lo bueno era que la cercanía a los contenedores de los consejeros había posibilitado meter mano a productos carísimos que contenían tecnología hextech, por lo que el mercado negro se había abastecido esa semana. No paraban de robar y de vender lo robado, y el peligro añadido a esos robos era que el material que se apropiaban de los contenedores era siempre defectuoso, por eso mismo estaba desechado. Sevika arriesgaba más a su patria de lo que la ayudaba, pero como Vi en su momento, prefería enfrentar el que creía el problema mayor: «los ricos de arriba que no quieren ayudar a los pobres de abajo». Estaba empeñada en fortificar la idea de guerra y llevárselo todo por delante si eso cambiaba algo, o por lo menos robaba riquezas a los que siempre la habían tenido. Todo lo demás, a ella y a los suyos les daba igual.

Pero Jayce había estado avispado, Vi también, y Ekko también. Los tres habían pillado a sus hombres en pleno intercambio y no fue mucho más complicado rodear los caminos que conducían al resto de guaridas. Caitlyn no quería pecar de optimista esta vez: una ratonera exterminada no acababa con los ratones, estos buscarían otra guarida a la que huir y desde la que continuar sus fechorías, más aún teniendo en cuenta la personalidad agresiva de cada uno de ellos. Sevika ya había dicho más de lo que se esperaba, y cuando se la encontrara la próxima vez, se pudriría en la cárcel. Esta vez sí. Pero antes tenían que asegurarse de elaborar un plan bueno para que ni la mercancía ni los secuaces se les escapasen. Jayce viajó con Caitlyn en el dirigible para tener una vista clara de los puntos calientes donde ya sabían que se pululaba con el mercado negro. Caitlyn sólo hizo unas anotaciones más en el mapa, a lápiz, y enrolló los planos para alcanzárselos a su ayudante.

—Hazles copia, transcríbelos a Zaun. Cualquier mensaje que Ekko mande de vuelta, que llegue directamente a mi despacho. No hables de esto con nadie más.

El muchacho asintió torpemente y dio un tirón breve a la anilla para ir planeando con el enorme aparatejo en el que se movían por los cielos.

—Has trabajado muchísimos meses en este caso. Cuando los encarcelemos, ¿qué haremos con el shimmer? —preguntó Jayce, cruzándose de brazos.

—Habría que pedir opinión a los científicos. No lo tiraré a ninguna parte sin el visto bueno de nuestros ecólogos. Quién sabe cuánta porquería concentrada lleva ese líquido en sus enlaces.

—Quizá podríamos utilizarlo en armamento hextech.

—¿Cómo lo haríamos?

Jayce se abstuvo de contestar rápido. Pensó muy bien en cómo iba a decir aquello.

—Bueno… no podemos dárselo de beber a nadie porque ya hemos visto las consecuencias en Vi, pero… hemos de reconocer que el brazo de Sevika sí que es útil. Ella se lo inyectaba en su armadura.

—Pero también le cambiaba la expresión de la cara, salivaba mucho. El color de los ojos, todo… —negó rápido cabeceando. —Es peligroso. No me fio de las consecuencias en un cuerpo humano a largo plazo, y tampoco creo que alguien las haya probado.

—Pero si de verdad puede dar tal movilidad a una extremidad que fue arrancada…

—¿Por qué no intentáis primero hacerlo exclusivamente con hextech? A Viktor le funcionó en la pierna, según observé…

—No sé si usar exclusivamente hextech no tenga sus consecuencias tampoco… y lo digo precisamente porque yo también le he visto. Últimamente está extraño. Pero en fin, no quiero preguntar. Y yo también tengo mucho trabajo.

Caitlyn elevó lentamente los hombros inspirando aire, y dejó salir un suspiro de golpe. Le dolía la cabeza muchísimo. Irguió un poco la nuca y se fijó en el radiante sol que estaba abrasándolos. De repente, sin motivo aparente, su vista se nubló. Dejó de ver nítido. La cabeza le volvió a dar un pinchazo en ambos lados de la sien.

—No me encuentro bien.

—¿Cait?

La chica parpadeó más rápido, y su mente evaporó todo pensamiento de un segundo para otro. Fue tan drástica la palidez en su rostro, que Jayce se preocupó y la agarró en el aire, justo cuando Caitlyn perdió el equilibrio.

—¿Qué demonios…?

—¡¡Sheriff!! —chilló su ayudante, que se acercó a ellos. Sólo ellos tres iban en el zeppelin, por lo que la situación era un poco descabellada.

—Tranquilízate. Termina de descender este trasto, creo que le ha dado un golpe de calor. No es nada. ¡Aparca de una vez! —se puso autoritario, señalando la anilla de la que antes estaba tirando el muchacho. El ayudante así hizo y afortunadamente, en menos de diez minutos pudo aparcar en su lugar correspondiente, no estaban demasiado alto. Cait había recuperado la consciencia a los escasos treinta segundos de desmayarse, lo primero que vio al abrir los ojos fue a Jayce abanicándole el rostro con su sombrero.

—¿Estás bien? Menudo susto…

—Pero qué… —levantó la cabeza entre sus brazos y se agarró a su hombro para impulsarse, pero Jayce la instó a quedarse como estaba.

—Haz el favor de esperar un poco a que te circule la sangre por esa cocorota. Llevamos dos horas ahí arriba. ¿Has desayunado algo?

La chica negó furtivamente, con algo de culpa.

—¿Me tomas el pelo, Caitlyn? ¿Por qué no? Con las jornadas que te pegas deberías desayunar en condiciones, ¡no te reconozco!

Caitlyn estuvo a punto de elevar la voz como él y contestarle, pero la mirada azul se posó primero en el chico que les acompañaba, que los miraba notablemente nervioso. Jayce le hizo un gesto para que se marchara.

—Sólo ha sido hoy.

—Mentira. Hablo con tu padre. Que no se te olvide que él también es amigo mío. Ya lleva varios días diciéndome que no te alimentas bien.

—Pues que sea la última vez que habláis de mí a mis espaldas. —Dijo, adquiriendo rápidamente el mismo tono envalentonado que él. Cada vez que la oía así, se amedrentaba. Cait se levantó por sí misma y le quitó el sombrero de las manos, poniéndoselo enseguida y saliendo de la cabina del dirigible. Instintivamente buscó un sitio con sombra y sólo dejó de andar cuando llegó a la máquina de agua, de la que se sirvió un poco. Jayce suspiró y anduvo detrás de ella, también paró al lado de la máquina.

—¿Estás bien? —preguntó, mirándola con fijeza. Cait bebió dos pequeños tragos de agua y asintió.

—Estoy bien. Sólo quiero acabar con esto.

—Tu salud es importante. Tienes un trabajo que es duro físicamente, Caitlyn. Lo sabes de sobra así que nada sacas regañándome a mí.

Cait asintió de forma imperceptible, una parte de ella quería hacer oídos sordos a todo. Le estaba molestando que Jayce se sintiera en su derecho de decirle qué tenía o qué no tenía que hacer, aunque a la vista estaba que tenía razón: se había desmayado.

—¿Podemos hablar con sinceridad, o vas a tenerme aquí hasta que sea la hora de comer? Te recuerdo que luego cada uno vuelve a su oficina, y tu oficina es la calle. No quiero que estés desmayándote en una persecución. Pienso traerte la comida y dártela a cucharadas si es preciso, ¿me ent…?

Su pregunta se aturulló, porque ambos guardaron silencio cuando la puerta de la oficina que había cerca de la máquina de agua se abrió y salieron varios vigilantes, todos ellos saludado cordialmente al consejero y a la sheriff para seguir después con sus propis asuntos, entre risas. Se iban ya a comer. Caitlyn miró el reloj de pared y pareció fruncir un poco las cejas. Jayce asintió, como si le leyera la mente.

—Oh sí, si no has desayunado eso significa que llevas desde ayer por la tarde sin comer bocado. ¿Vas a decirme por qué, o tampoco tengo derecho a saberlo?

Sabía perfectamente cuánto la estaba presionando, no se callaba. Cait se cruzó despacio de brazos y se apoyó en la pared, sin llegar a responder nada. Él continuó con su sermón.

—En ese caso espera aquí, te traeré ahora mismo el almuerzo. Tu padre me ha dicho que llevas todos estos días así. ¿Creías que ninguno nos íbamos a dar cuenta…?

—No como porque no tengo apetito —dijo al final, con los labios un poco apretados. Odiaba sincerarse en aquello, le daba vergüenza. No tenía por qué decirlo a nadie porque era muy personal, pero Jayce era un maldito pesado cuando se lo proponía. Y seguía insistiendo.

—¿¡Me vas a decir por qué!?

—No lo sé. Empezó a pasarme hace un mes, cada vez tengo menos hambre.

Jayce calló, milagrosamente, unos instantes. La miró fijamente, pero ella ya no le devolvía la mirada. Parecía costarle hablar de aquello.

—No puedo comer, me siento… mal todo el día.

—¿Tienes idea de qué puede estar provocándotelo?

—Supongo que puede estar influenciado por mi desánimo. ¿Pero hasta este punto? Nunca me había ocurrido.

—¿Has probado a comer igualmente?

—Lo he intentado, pero con el cuerpo así… acabo lamentándolo después.

—Tienes una profesión muy deportiva. Necesitas alimentarte y descansar bien. Yo que tú solicitaba una baja y trataba de averigu…

—Qué conveniente que alguien en un puesto tan cómodo como tú me aconseje a mí nada. Haz el favor y déjame trabajar en paz.

Jayce se sorprendió de esa respuesta. Cait le dio esquinazo y pasó por el umbral hacia la oficina, pero justo en ese momento una nueva voz les hizo dar un respingo.

—¿Interrumpimos? —Ekko ajustó su tabla de Firelight bajo la axila y les miró a ambos con la ceja alzada. Detrás de él había dos ayudantes enmascarados, y detrás se encontraba Vi, mirando atentamente con sus ojos claros la situación. La mirada se le quedó enfrascada en Jayce, al que acababa de ver elevando la voz a Cait, y viceversa. No debía ni quería imaginarse ningún motivo que le hubiera podido empujar a eso, ellos habían viajado hasta la comisaría para hablar directamente con la sheriff. Estaba algo enojada porque en el trayecto también había tenido pequeños rifirafes con Ekko.

—Ekko, ¿va todo bien? —preguntó Caitlyn, ignorando a Jayce y pasando por su lado para mirarles más de frente. Enseguida extendió el brazo en dirección a su despacho. —Pasad todos y hablemos más tranquilamente.

—Bien, entraré y le dir… —empezó Jayce.

—Sólo queremos hablar con la sheriff —cortó Ekko, mirando fijamente a aquel fortachón y dándole esquinazo rápido. Él y sus otros Firelight se metieron allí, Vi incluida. Esta pasó la última, y no evitó lo más mínimo chocar una potente mirada de desagrado con él.

Caitlyn estaba tan mareada que apenas se fijó en la comitiva, sólo reconoció a Ekko. Vi cerró tras de sí la puerta dejando fuera a Jayce, y se acomodó en una de las esquinas del amplio despacho que tenía su ex. No quería mirarla demasiado, estaba allí porque la causa era la más importante de su vida, de su nación, y se lo tomaba como el trabajo más importante del mundo. Cait dejó caer algunas carpetas sobre otras tantas que habían sobre la mesa. Al verlas todas apiladas y desordenadas se dio cuenta de que sus subordinados habían puesto algunas en el lugar incorrecto, siendo como era ella de ordenada, lo supo al primer vistazo. Ambos lados de la sien se volvieron a manifestar en una punzada de dolor, que la hizo cerrar los ojos. Se pasó la mano por la frente aprovechando que aún estaba girada hacia la mesa, disimulando así que se frotaba la frente o algo similar, pero lo que hacía era apretarse con la yema de los dedos la zona afectada. La punzada se fue súbitamente, para en su lugar retornar un mareo breve que la hizo nublar su visión por segunda vez aquella mañana. La voz de Ekko se distorsionó en sus oídos, pero luchó contra su propio organismo y pudo entender todo lo que dijo. El mareo sólo duro dos segundos. Pudo girarse y seguir aparentando que todo iba bien.

—Ya está confirmado. Y no podemos esperar mucho más. Va siendo hora de poner en marcha todo aquello que dijimos en su momento… quizá sea un poco antes de lo esperado, no sé cómo estarás de ocupada con otros asuntos de Piltover.

—Esto es prioritario, Ekko. No te preocupes. Lo que había pensado era almacenar el shimmer y los artículos hextech robados hasta que sepamos exactamente cuánto se han llevado. El shimmer no podrá quedárselo nadie más que esta comisaría. No haré nada con él hasta que los ecólogos y botánicos de ambas ciudades me digan que no es contaminante deshacernos de él en alguna parte. Tiene pinta de ser tóxico para las plantas y para ciertas aguas salinas.

—Al parecer, un derivado químico del shimmer provocó hace muchos años gases contaminantes cuando entró en contacto con los lagos de Zaun. Como dices, hay que proceder con cuidado —esta vez fue una segunda mujer la que habló, una mujer rubia. Ekko le explicó a Caitlyn que se trataba de una científica ambiental zaunita, especializada en la flora y fauna de los barrios que bordeaban toda la periferia de Zaun.

Caitlyn asintió. Acarició pensativa su labio inferior con los dedos, rascándolo sin darse cuenta. Miraba a otro punto del despacho, analizando la situación. Le costaba pensar claro, pero se concentró. 

—Aún no sé qué castigo imponer a los que han propiciado los traspasos. Pero me resulta igual de importante que las personas afectadas por el shimmer tengan una atención especial en Piltover, con los médicos de aquí. Hay varios funcionarios que se han puesto las pilas con ese tema… y bueno, tenemos un protocolo a seguir para los que están muy desfavorecidos por sus consecuencias.

—Me parece bien, pero no olvides que tarde o temprano esos médicos también tienen que dar parte de sus investigaciones a Zaun.

—Ya lo hice. Descuida.

Ekko asintió, sentía que se entendía bien con la sheriff. Habían hecho bien en confiar en ella, era una auténtica profesional.

—Yo estoy aterrorizado —comentó otro Firelight, que en ese momento se descubrió la cara. —En la fábrica donde tenían esclavizados a los niños zaunitas hay muchas bajas… bajas que coinciden con el número de trabajadores que ahora hacen los traspasos de shimmer y de armas defectuosas. Puede que mi hermano perdido esté ahí. Si en algún momento hay que abrir fuego contra ellos…

—Habrá que hacerlo contra los que pretendan utilizarlo en contra de los civiles, nosotros no matamos a sangre fría —atajó Caitlyn. Caminó alrededor de su mesa y finalmente se sentó en su enorme butaca, forrada en cuero. Ekko la observó algunos segundos y ladeó la cabeza. Caitlyn se tomó unos instantes para buscar una carpeta entre todas esas que tenía por delante, y al cabo de un segundo pareció encontrar la que le interesaba. La abrió y empezó a pasar las páginas de un portafolios, había retratos dibujados de varias personas. Vi, desde su esquina, levantó curiosa la cabeza y trató de ver desde donde estaba todas esas caras dibujadas. Ninguna con trenzas, ninguna de pelo azul. Ella paró de pasar hojas y señaló con el índice un jovencito de no más de doce años. Giró el portafolios y se lo enseñó al Firelight. Cuando el chico lo reconoció, se puso la mano en el pecho.

—¡¡Es él!! ¿¡Dónde está!? ¿Le has encontrado?

—Sí —asintió Caitlyn, hablando despacio. Cerró el portafolios y se mordió el labio inferior antes de continuar. —Bueno… le diré a uno de mis subordinados que te lleve con él. Ha respirado altas concentraciones de shimmer y aún no ha recuperado la consciencia, pero lo hará.

—Dios mío, mi madre hará una fiesta en cuanto regrese a casa.

Caitlyn sonrió. El único guardia que escuchaba la conversación desde fuera de la oficina fue el encargado de acompañarlo hasta el hospital. Ekko no pudo evitar sonreír. Vi no sonrió, ni sintió demasiado rato la alegría de aquel momento. Sentía tristeza en su corazón. Cada vez dolía menos… o no.

No.

Duele diferente, pero no menos.

Cada vez que se acordaba de Powder, una parte de ella le recordaba que seguía siendo débil y le salía dar un profundo suspiro. Esa vez no fue una excepción. Caitlyn empezó a ordenar el resto de carpetas y a ponerlas en las estanterías. Se puso de puntillas para alcanzar uno de los estantes más altos. Vi se dio cuenta, por el título del lomo de las anchas carpetas, que lo estaba ordenando alfabéticamente.

—¿Cuándo asaltaremos a esa gentuza? —preguntó Vi, harta de esperar.

Caitlyn tuvo que parpadear antes de asimilar la voz de Vi. La vio entrar desde el primer momento, pero también intentaba por su parte no mirarla demasiado. Era cierto que habían compartido un momento cercano cuando le devolvió la riñonera, pero… había pasado tiempo. Al dejar la última carpeta en su lugar se giró y se quedó de pie, apoyando las manos en el escritorio.

—Bueno, necesito un par de días para construir un plan de ataque que tenga algo más de estrategia del que probablemente tenga el suyo.

—Dos días perdidos —murmuró con la voz torcida, malhumorada. Negaba con la cabeza. Ekko miró de reojo a Vi pero no dijo nada. Y Caitlyn contraatacó.

—A lo mejor una mente tan brillante como la tuya quiera arrojar una buena idea primero —la señaló holgadamente con una mano, antes de cruzarse de brazos. —Te escucho.

—No hace falta mucho. Con rodearles será suficiente.

—Tienen explosivos y armas hextech defectuosas cuya proyección de dinamita hay que estudiar antes de hacer cualquier movimiento.

—¿Por qué? Yo me adelantaré, dirigiré la primera línea.

—Tus guanteletes podrían aguantar la implosión, pero no disponemos de tiempo para hacer guanteletes al resto de Firelights y de vigilantes.

—Pues yo sola me encargaré de los que tengan explosivos. ¿Cuántos son?

—Más de diez. El número exacto no lo sé. Pero Sevika no es tonta. Los empleará en distintos puntos si pretende tener una oportunidad.

Vi tuvo que callarse, apretando mucho los dientes, la mandíbula y los labios. Miró a Caitlyn con cierto desafío… pero aquello era una estupidez. Al mirar a Ekko, éste la miraba con un gesto de cabreo.

—Deja de decir locuras sin sentido, Vi. Presta atención a lo que ella dice, tiene experiencia militar.

—No pongo en duda tus estudios. Sólo digo que… quizá si podemos darnos prisa, a lo mejor evitamos el mal mayor.

—Las prisas nunca son buenas. —Alegó la científica zaunita, negando despacio con la cabeza. Vi tuvo una ligera sensación de traición por parte de los que la acompañaban. Sintió ganas de dar un golpe en el escritorio y ponerlos a todos en marcha, pero se contuvo. La firme voz de Cait volvió a capturar la atención de todos.

—Trataré de darme la prisa que pueda, y a lo mejor en veinticuatro horas tengo un plan mejor. Tengo ya algo en mente, pero dejad que estudie los pros y los contras. Además, por la cantidad de armamento y de shimmer que he calculado que están arrastrando, no pueden darse tampoco demasiada prisa. No les daría tiempo a hacer traslados a la guarida que les queda.

—Podría situarme directamente en la guarida que dices que les queda si ya la has localizado.

Cait tuvo que parpadear, como un picotazo leve de enfado que le vino a la cara al oírla de nuevo. Apoyó de nuevo las dos manos sobre el escritorio y se inclinó un poco en dirección a Vi.

—No es tan fácil, Vi. Tienen guardias. Creo que muchos de los que empuñan armas también son críos.

—¡De alguna maldita forma tendremos que pillarles, joder! —gritó, exasperada. No quería tomar aquel camino, obviamente, ni matar a ningún menor, pero lo empezaba a considerar un sacrificio por un bien último.

—¿¡Pretendes matar a cualquiera que se te cruce por delante!? —le respondió, enérgicamente.

—No se trata de eso. No lo haría si veo que son niños, pero estás poniendo trabas sin parar a algo que puede ser mucho más sencillo.

—Nada es sencillo. Toda la información que te digo no es una invención, hemos estado vigilándoles desde que sabemos que están aglomerándose por Piltover.

—¿Y gracias a quiénes sabes esa información, eh, Caitlyn?

Caitlyn quiso contestar, se le hincharon los pulmones de aire para hacerlo en el mismo tono, pero cuando abrió la boca se detuvo, y sólo le salió dar un fatigado suspiro. La miró fijamente, comprimiendo sus labios. Vi continuó y sonrió viperina.

—Si necesitas un maldito break te lo tomas después de trabajar. Pero cobras muy bien para lo poco que has estado haciendo estos días. ¿Estaba rico el helado?

—Vete al diablo. —Le contestó con los dientes apretados, totalmente invadida por el cabreo que Vi se había encargado de transmitirle. Los miró a todos. —Fuera de mi oficina.

Ekko le dio un empujón sonoro a Vi, que la hizo trastabillar hasta estamparse con una lámpara de pie. La colocó bien y suspiró largamente, no devolvió la mirada a la vigilante.

—No pienso quedarme de brazos cruzados viendo cómo ellos se ponen a jugar al ajedrez. Sevika tiene la mentalidad de un tronco.

—Mira adónde coño nos ha llevado su personalidad de tronco. —Espetó Ekko. Cogió su tabla y le dio un coscorrón en la cabeza con ella, haciendo que Vi se la tocara adolorida. —¿Por qué no sales fuera, Vi? Necesitas tomar el aire. Déjanos a nosotros hablar.

Caitlyn se contuvo de echarlos a todos, ganas no le faltaban, acababa de ser cuestionada por esa desagradecida ex que tenía. Sintió un temblor que la recorrió de arriba abajo, y malestar general. Al parpadear, nuevamente se le nubló la vista.

Qué coño me pasa. Así jamás podré pensar en un plan para nada. Ella me satura…

Bajó la cabeza suspirando, aún inclinada sobre el escritorio, y sintió que los pasos de Vi se alejaban. Cuando la pelirrosa salió, se topó con Jayce, que se acercaba con una bandeja de comida.

—Vaya, y con servicio a domicilio. Qué bien —ni siquiera hizo el favor de apartarse más. Sacó de la pitillera un cigarro y se lo encendió.

—Ponte más lejos, aquí no se puede fumar.

—Haz que me vaya más lejos, guapetón, si tienes huevos —le provocó, soltándole la primera calada en la cara. Él alejó instintivamente la comida y entró ignorándola, tocó la puerta. Caitlyn al verle dio un suspiro breve.

—Siento la interrupción. Enseguida me voy, sólo venía a dejar esto por aquí.

Ekko sonrió.

—Un poco tarde para almorzar, ¿no, sheriff?

—No ha comido nada desde ayer a esta hora.

Caitlyn le dirigió una mirada criminal a Jayce al decir aquello, que hizo que guardara silencio y saliese por la puerta. A Ekko se le borró la sonrisa de la cara al oírlo, y el resto de Firelights prefirieron no comentar nada. El mulato carraspeó y se acercó a la mesa, mirando el plato de comida.

—¿Y eso, Caitlyn? ¿Va todo bien?

—No te preocupes por mí, yo estoy bien. Preocúpate por ella —meneó el mentón en dirección a la puerta, en lcara referencia a Vi. —La última vez que la vi me habló muy bien, pero jamás había cuestionado mi profesionalidad. Jamás se lo toleraré, ni a ella ni a nadie.

—Trabajas mucho —la acarició del hombro, apretando sin fuerza, y notó una contractura cerca de la nuca. Cait se estremeció al mínimo contacto y se puso de pie, evitando así que Ekko siguiera tocándola. —Tranquila —le sonrió—, nosotros nos marchamos ya, esperaremos dos, tres y hasta cinco días si hace falta, estate tranquila. Y cuídate, porque si no te tenemos en forma para entonces, seguro que los resultado serían nefastos.

Caitlyn no le miró al decir eso, empezaba a tener poca fuerza mental. El olor de la comida, lejos de abrirle el estómago, se lo cerraba más. Acababa de tener una discusión con Vi y ahí lo supo con total claridad: era ella. Ella se lo provocaba, bien por su falta, o bien por su carácter de mierda adquirido. El olor del tabaco llegaba hasta su despacho y la asqueó. Los Firelights trataron de llevarse a Vi, pero tras un cruce de gritos en muy mal tono, se disgregaron y Vi se quedó en la puerta sin más, terminándose su cigarrillo. Caitlyn se sentó muy despacio en la silla y se acercó el plato. Pollo con papas y verduras de todos los colores, Jayce había puesto de todo lo que se encontró en el comedor. Sacó los cubiertos de cartón y estuvo toqueteando la comida con ellos por dos minutos, mirando sin hambre alguna.

No puedes volver a los cinco años. No sé lo que te pasa, Caitlyn, pero por tu puto bien, cómete ese puto muslo de pollo.

Se dijo aquello a sí misma, tenía problemas significativamente mayores como para empezar con aquella bobada de no comer. Carraspeó preparando el cuerpo y se llevó el primer bocado, a pesar de que la comida no se le hacía apetitosa por muy bien que oliera. Masticó algunos segundos, cada vez la sensación de angustia iba a peor. La mirada se le agrió y sintió que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para tragar. Se le empezó a repetir la comida en seguida y se tapó la boca, luchando por no vomitarla.

En el exterior, Vi daba la última calada a su cigarro. Lejos de calmarla, aquella nicotina la hacía sentir imbécil. Había adquirido el vicio cuando no podía dormir, fruto también de las noches en las que no paraba de ahuyentar al sueño pensando en lo que pudo haber sido y no fue, con esa mujer que estaba a escasos metros tras la puerta. Vio cómo Jayce le trajo la comida y estuvo a punto de aventársela en la cara, estuvo a punto. De pronto, ese mismo pensamiento la puso triste. Bajó la mirada y apretó los labios con fuerza, tratando de contener un puchero que salía más y más. Miró a otro lado y se pasó el puño por los párpados húmedos, retirando la humedad de unas lágrimas furtivas. Ya no sabía si lloraba de rabia o de celos, pero lo que sí sabía era que tenía mucha tristeza. Se estaba convirtiendo en un ogro amargado que pagaba sus frustraciones en el resto. Tragó saliva e inspiró hondo, ahora que había derramado algunas lágrimas, sus ojos brillaban más azules todavía. Se pasó una mano por el pelo tratando de serenarse y volvió a frotarse la cara, ordenando sus pensamientos. Al separar la espalda de la pared se enfrentó a la puerta y bajó despacio el picaporte, entreabriéndola.

—¿Puedo pasar?

—Claro que no. —Le contestó la otra de inmediato, soltando el tenedor encima del plato. No llegó probar más de un bocado, y ahora que Vi la molestaba, el estómago se le cerró del todo. —Márchate, por favor, o pediré a los guardias que te echen.

Vi la miró fijamente unos segundos, Caitlyn se limitaba a frotarse con mucha fuerza su sien derecha, con los ojos cerrados, parecía agotada. Vi entró al despacho y cerró la puerta. Anduvo hasta el escritorio, y mientras se aproximaba, Caitlyn abrió los ojos y suspiró.

—He dicho que te marches.

—Me marcharé, tranquila. —Paró de andar al notar su tono de voz. —Y perdona. Perdona mi pronto. Haremos las cosas como tú quieras…

—No es como yo quiera. —Dijo secamente, apoyándose despacio en el respaldo.

—Venía calentita porque he pasado todo el trayecto discutiendo con Ekko. No quiero que pienses que no he hecho progresos… o que sigo tomando shimmer.

—¡Vi, márchate!

Vi abrió los ojos sorprendida y bajó la mirada rápido, sintiendo que se le llenaban de nuevo los ojos de lágrimas.

—Cuídate… —dijo en un hilo de voz y se encaminó rápido a la puerta. Cait estuvo tentada de coger el plato de comida y tirarlo enteramente a la basura. Escuchó un golpe seco y cuando elevó la mirada vio que Jayce entraba por segunda vez, chocándose con Vi de frente cuando iba a salir. La pelirrosa no pudo esconder su expresión de pena, los dos la vieron llorar. Pero Jayce obvió por completo este hecho y se dirigió a Caitlyn.

—¿Todavía sigues sin comer? Maldita sea, ¿cuántas horas van ya?

Vi paró de andar y giró un poco la cabeza hacia los dos. Se frotó rápido las lágrimas con el puño. Se quedó quieta, esperando que Cait respondiera a aquello. Pero lo único que hizo Cait fue hacer un esfuerzo más por levantarse y arrastró el plato hasta el otro extremo.

—He desayunado demasiado, no me entra más comida.

—¿Pero qué estás dic…?

—Jayce, vuelve al Consejo. Déjame trabajar, te lo pido por favor. Demasiada reunión de golpe acabo de tener.

Jayce frunció el ceño, entendió que mentía en lo del desayuno para que Vi no la pillara. Salió por patas de allí como alma que lleva al diablo, notablemente enfadado y dando un portazo. Pero Vi no se fue. Se dio media vuelta con los pómulos colorados de tanto frotarse con la manga, aspiró por la nariz y acortó distancias con Cait.

—¿Estás bien?

—Vi… por favor… no quiero empezar a ser maleducada contigo. Tenemos un trato cordial hasta donde yo sé y quiero que así se mantenga. ¿Podrías…?

Vi la agarró de la mano rápido, notándola fría. Cait paró su pregunta y frunció el ceño, apartándole la mano.

—¿Estás bien? —repitió la pelirrosa, encarándola.

—Estoy bien.

—Mientes.

—¿Qué?

—Tienes la mano fría como el hielo y hace calor ahí fuera. Estás pálida como un muerto. No comes. ¿Qué más te pasa?

—Nada que sea de tu incumbencia —le respondió repentinamente, casi al mismo segundo en que Vi terminaba su pregunta. La miró algo dolida, pero trató de que no se le notara.

—Caitlyn…

Cait empezó a sentir que se agobiaba. Parpadeó y empezó a ver a Vi difusa. Trató de sostenerse y pudo hacerlo deprisa, anclando una mano al borde de la mesa, pero aquel ligero mareo fue suficiente para que a Vi se le cambiara la cara y la sostuviese de la cintura.

—¿Qué ha sido eso? ¿Eh?

—Suéltame —le quitó las manos de su cuerpo, pero seguía sintiéndose acalorada. Se quitó el sombrero y lo dejó cerca del plato, y caminó hacia el exterior. Vi no la dejó. La siguió, y antes de salir dirigió una mirada al plato que no había tocado. Algo le ocurría. Más flaca no podía estar, pero ese detalle ya no era nuevo. Era más bien su palidez lo que le decía que algo no iba bien, aunque bien pensado, a lo mejor estaba menstruando o algo le había sentado mal.

—Caitlyn. Ven aquí.

—No me persigas o llamaré a seguridad.

Vi siguió andando a la misma velocidad tras su figura, con las manos metidas en los bolsillos de su fina chaqueta. Sólo paró cuando Cait se puso delante de una especie de lector, en el que pegó su huella dactilar para que una caja metálica se abriera. Vi meneó curiosa la cabeza para ver qué había en la caja, pero de allí sólo sacó otro montón de ficheros que cargó en los brazos antes de que la caja cerrase.

—Eso es demasiado, deja que te ayude.

—No —dijo, notablemente agotada de aguantarla. La evitó pasando por su costado y emprendió la vuelta a su despacho. Vi se adelantó y agarró todos los ficheros desde el otro lado. —Que no hace falta, Vi, ya me encargo yo.

—No, estás débil. —Le trató de quitar las cosas, pero Caitlyn se cerró en banda y se apartó hacia el otro lado. Al final, a pesar de su intención de ayudarla, todo lo que llevaba encima se cayó desperdigado al suelo, algunos subordinados las miraron por el ruido, pero sólo un par de ellos, el resto seguía en su descanso de comer. Caitlyn suspiró largamente y se agachó rápido a recoger todo.

—Perdona… —murmuró Vi, ayudándola a recoger. Cait negó con la cabeza.

—Tranquila.

Cuando se pusieron de pie, Vi llevaba la mayor parte del peso y con tal de no escucharla, Cait no le volvió a discutir. Anduvieron juntas hasta el despacho y dejaron todo sobre el amplio escritorio. Vi miró el diámetro de todos esos ficheros y movió despacio las pupilas a su ex.

—Siento haber insinuado que no estás trabajando. Cuando se me cruzan los cables necesito que me des una bofetada.

—Piensa lo que quieras. No tengo que explicarte ni a ti ni a nadie lo que trabajo. Yo lo sé perfectamente y con eso me vale.

Vi se rascó la cabeza notablemente avergonzada.

—Siempre has sido más madura que yo, cupcake.

—Deja de llamarme así. No lo hagas nunca más.

La mirada de Vi cambió y sintió que le faltaba un poco el aire. Se quedó mirándola largos segundos, a pesar de que Cait seguía hojeando sus papeles de pie junto a ella. No le devolvía la mirada.

—E-está bien. Yo…

Cait negó con la cabeza, suspirando molesta. Vi se alejó un poco de la mesa.

—¿Quieres… que te eche una mano con todo eso?

Caitlyn ni siquiera le respondió. Procedió a sentarse en su silla, dejándola a ella de pie. Siguió hojeando sus papeles y trató de concentrarse en lo que estaba leyendo, sin demasiado éxito. Vi se acercó un taburete sin pedir permiso y se sentó a su lado. Alcanzó uno de los papeles, haciendo que los ojos de la vigilante miraran lo que hacía, distrayéndose.

—No me desordenes eso —musitó, volviendo la vista a lo que estaba leyendo.

—Aquí dice… «señora mayor, unos 40 años, pelo lila, hallada infraganti con su vecino de urbanización y un millón de dólares en joyas… metidas en sus bragas…» —fue dejando de leer, arqueando las cejas. —Joder con la gente de Piltover. Para que luego digan que somos nosotros los escandalosos. ¿De verdad la pillaron con las bragas llenas de joyas?

Caitlyn siguió a lo suyo. Se acercó un bolígrafo y empezó a escribir anotaciones en el papel en el que estaba concentrada.

—Pero bueno, mira este otro. Adolescente de catorce años sufre una erección delante de su prima y es denunciado por su propia familia, la niña no para de soñar con pinos desde ese día. —Siguió leyendo el papel y cuando lo devoró, lo soltó y cogió otro, empezando a buscar casos que se le hacían interesantes. Soltaba risitas sin parar. Con uno, con otro. —Un hombre cae desde una novena planta y se salva por caer en el tendedero de su vecino. Justo al levantarse descubre que su mujer le engañaba con ese vecino, al pillarles haciendo el amor. JAJAJAJAJAJAJAJA.

Cait dejó de escribir y se le escapó una sonrisa breve. Vi se inclinó hacia ella como una bala, asustándola.

—TE HAS REÍDO. TE HA HECHO GRACIA. Mira este: un perro empieza a hablar y le dice a su dueño que todas las bragas que ha estado robando no son de la vecina, sino de su madre que vive al lado.

—Eso acabas de inventártelo, Vi.

Vi se desternillaba de risa, llevándose la mano al pecho. Soltó un papel y cogió otro más. Caitlyn suspiró sonriendo y negó despacio con la cabeza.

—Un zombie alto y fuerte llega a la ciudad y se alimenta de cerebros mecánicos, vive en busca de cerebros de verdad porque son más ricos. Pero es un zombie tonto, muy tonto, y no tiene olfato para identificar cuándo se come un cerebro mecánico de uno real. Por eso no se da cuenta nunca de que el único zombie con cerebro mecánico es él, que es…

—¿Pero qué estás diciendo? —tuvo que preguntar la otra, mirando con las cejas fruncidas extrañada el papel que sostenía Vi.

—Es que si las historias son muy aburridas yo me las invento —tiró otro papel y cogió otro. Cait ordenó el papel que acababa de lanzar y lo puso bien.

—No me desordenes las cosas… —repitió en un susurro, y volvió a frotarse la sien. Vi se extrañó al verla y se acercó a su cara, tocándola de la espalda.

—Perdona, no lo haré. Cait, tienes mala cara. A lo mejor necesitas tomar el aire.

Cait negó frunciendo las cejas, con los ojos cerrados. Pero sí. Realmente se encontraba mal.

—Voy a desmayarme.

—¿Qué…?

Fue lo último que le dio tiempo a avisar. Vi se asustó al verla poner los ojos en blanco y desplomarse hacia un costado en la silla, y rápida como una bala, la sostuvo para que no se deslizara al suelo o se golpeara contra el escritorio. Le sostuvo la cara muy preocupda, tomándola de la barbilla y agitándola un poco.

—Caitlyn. ¡Caitlyn!

Cait no reaccionaba. Vi sintió que se le iba la respiración de su propio cuerpo por el miedo. Se puso de pie velozmente y pasó los brazos bajo su cuerpo. La vigilante no pesaba gran cosa, pero le costó levantar sus largas piernas. Tuvo que impulsarse dos veces para cargarla en sus brazos.

—Dios mío —murmuró acobardada, no sabía que estaba tan mal. Miró el plato de comida lleno y salió corriendo hacia el exterior, llamando la atención de los vigilantes que en ese momento entraban de nuevo al cuartel.

—¿Qué le ha pasado?

—Se ha desmayado. Prepara un coche, ya.

Dirigió una mirada a Caitlyn. Estaba blanca como la leche.

Una hora más tarde

Caitlyn parpadeó despacio por tercera vez. Había recuperado la consciencia un par de veces antes, pero ninguna llegó a durar demasiado antes de volverse a desplomar. Esta vez, mientras su visión se volvía lentamente nítida, vio los enormes ojos de Violet observándola con preocupación, y una mano acariciándola de la mejilla. Estaban en su habitación.

—¿Qué me…?

—Tranquila. No hagas esfuerzos, ¿quieres?

Le musitó, hablándole con la voz baja para no alarmarla ni darle ninguna preocupación extra. Jayce estaba en una esquina de la habitación con los brazos cruzados. En la mesa auxiliar que había cerca de él su padre había dejado un nuevo plato con algo de comer, pero momentos antes de que la vigilante abriera los ojos, ambos habían tenido una acalorada discusión acerca de qué debía comer Caitlyn. Jayce estaba empeñado en hacerla comer a como diera lugar.

—Cupcake, ¿me oyes bien? ¿Te pitan los oídos o algo así?

La chica meneó la cabeza en una negativa.

—Eso está bien. Eso está muy bien. Te vas a beber esto que te he preparado.

Caitlyn bajó la mirada cansada a una botella de vidrio que tenía agua. Vi se la destaponó y no permitió que le discutiera ni que se hiciera la remolona; acercó la boquilla a sus labios y le dio de beber, despacito. Cait se acomodó un poco y bebió algunos buches. Se dio cuenta enseguida de que se trataba de agua con un fuerte dulzor afrutado. Sintió una punzada momentánea en el cuerpo, que se desvaneció fugazmente: la bebida energética empezó a hacer su trabajo a los escasos segundos de circular por su cuerpo. Cait apartó la boca cuando se sintió saciada, pero Vi negó con la cabeza.

—Abre, cupcake.

—Ya está…

—De eso nada. Has bebido cuatro buches. Cógela —le puso las manos alrededor de la botella y le instó de nuevo a beber, sin prisa. —Despacito. Pero te la vas a acabar. ¿Estamos?

Caitlyn la miró tragando saliva y dirigió una mirada a Jayce. Éste estaba cabreado por dentro, porque no soportaba verlas juntas. Pero tenía que reconocer que había estado mucho más veloz que él. Caitlyn se había negado a comer. No sabía qué diantre le ocurría.

—Tengo muchas cosas que hacer.

—Ya hemos estado hablando con un superior para que te conceda un par de días libres.

—No los quiero. —Se movió de la cama dispuesta a levantarse, pero en cuanto lo hizo Vi se acuclilló hacia el lado por el que pretendía apoyar los pies en la moqueta y le puso las manos en las piernas, mirándola fijamente. Le susurró.

—Por favor… por mí —susurró. Caitlyn la miró con otros ojos. —Descansa un poco. ¿Vale? Tienes que hacerlo, porque no estás en condiciones ni de patrullar ni de leer informes.

Cait apretó los labios y dirigió una mirada hacia Jayce por segunda vez. Éste se marchó sin decir palabra alguna, dejándolas solas. Vi se puso de pie y la ayudó a posicionar en la cama, pero no del todo. Dejó la inclinación justa para que pudiera seguir bebiendo. Se sentó después a su lado, sin dejar de mirarla. Caitlyn suspiró.

—No deberías estar aquí.

—Me iré, pero no antes de ver que estás mejor.

—Te lo digo de verdad, no quiero estar en la cama. Sentir que no estoy haciendo nada me da ansiedad.

—Caitlyn. —Dijo con contundencia, logrando que la mirara a los ojos. —No-estás-bien. No lo estás. Anímicamente… te está pasando factura todo. Y lo sé porque de algún modo yo también lo estoy padeciendo. ¿Desde hace cuánto que no comes? Jayce no ha sabido decirme.

—Porque no se lo he dicho a nadie —dijo, con la boca pequeña.

—Cuánto, Caitlyn.

Se hizo un pequeño silencio. Cait miró a otro lado y suspiró, relamiéndose los labios secos.

—No sé, creo que un par de meses. Ha sido progresivo, casi no me he dado cuenta. Pero se ve que ayer fueron demasiadas horas seguidas y empecé con los mareos.

—¿Por qué no comes?

—Porque no puedo. No entiendo lo que me pasa, es… malestar. Nunca logro ya concentrarme del todo, por mucho que lo intente. Y no quiero fracasar también en esto, porque…

—¿»También»? No has fracasado en nada. En nada, cupcake. El único fracaso andante soy yo.

—Y yo por habértelo permitido. Si hubiese estado más atenta desde el principio…

—El simple hecho de ver estas consecuencias en tu cuerpo… en tu conducta, créeme. Casi me da un paro al corazón cuando te has desmayado. Lo primero que pensé es que estabas embarazada o algo así…

—Sí, del espíritu santo. —Dijo con sorna, riéndose un poco. Vi no se rio. Le acercó de nuevo la boquilla de la bebida, insistiéndole, y Cait bebió un buche un poco más largo. Al apartarlo de su boca Vi miró la botella y le hizo un gesto para que continuara bebiendo.

—Beber lo toleras mejor.

—Puede que sí. Como te digo no le he prestado mucha atención al tema de la comida…

Vi suspiró, sin apartar la mirada de ella.

—No podemos continuar así. Estamos en la mierda.

Caitlyn no pronunció palabra alguna, ya bastante vergüenza le había dado reconocer que no se había alimentado bien, en su cabeza era patético. Estar así por una incipiente depresión era lo menos glamuroso que se le ocurría para sufrir un desmayo. De pronto sintió la cálida mano de la pelirrosa en su mejilla y esto la despistó, volviendo la mirada a ella. A sus ojos. Se miraron fijamente.

—Si me faltas, me muero. Eres lo que más amo de este mundo.

Caitlyn pensó automáticamente que soñaba esas palabras

Caitlyn pensó automáticamente que soñaba esas palabras. No podía ser real que le soltara aquello después de tanto tiempo separadas, de tanto tiempo sin sentirse. Vi bajó la mirada nada más decirlo. La otra notaba los latidos de su corazón, que bombeaba imparable por los nervios que le produjo escucharla. Cerró los ojos y pensó muy bien qué iba a decir.

—Mira, Vi…

—No podemos estar juntas. Te he tratado mal. No respeto tus decisiones. Sé lo que vas a decirme.

Caitlyn sintió un nudo en la garganta, no sabía cómo continuar.

—No busco ponerte en una encerrona. No hables, ¿de acuerdo? Sólo bebe. Quiero que te recuperes.

Cait pudo aguantar el llanto, a cambio de un dolor enorme en la garganta. Siguió bebiendo poco a poco, y al cabo de veinte minutos charlando tranquilamente con ella, su cuerpo parecía estar mucho mejor.

—Aún me duele la cabeza…

—Has aguantado mucho rato. Ven. —Estiró el brazo hacia la mesita de noche y agarró una compresa helada, pensada para el dolor de cabeza. De hecho era lo mejor. —El agua también tenía una aspirina. Pero esto te va a dejar nuevecita, te lo prometo.

Caitlyn suspiró al ver que se acomodaba en su cama, con el fin de acostarse junto a ella. No era que le molestase. No le molestaba en absoluto. Pero discutía mucho con ella y sabía que de un modo indirecto era la causa de estar como estaba. Vi era una especie de camino prohibido, una senda peligrosa. Sabía que era buena persona, pero… 

…había tantos peros, que no sabía ni cuál empezar a enumerar.

—¿Quieres que me vaya? —preguntó de repente, mirándola. Se había dado cuenta de que la miraba con ojitos tristes. —Lo entendería perfectamente… quería ver que despertabas bien y ya está.

Caitlyn se lo pensó… pero negó despacio con la cabeza.

—No, no quiero.

—Está bien… que conste que me lo has suplicado, eh.

—Idiota… —sonrió más ampliamente, acomodando su largo cuerpo bajo las sábanas y cerca del de Vi. No quería arrimarse demasiado y que pensara nada raro, pero Vi, siendo como era, jamás se quejaría. La compresa helada era mano de santo para el dolor de cabeza y empezó a calmar el dolor de Cait en cuestión de minutos. Eso le dio una paz indescriptible, un alivio que necesitaba desde hacía como cinco horas. Vi sintió que al cabo de unos quince minutos, la respiración de Caitlyn empezaba a ser más acompasada, su pecho subía y bajaba a un ritmo constante. Estaba profundamente dormida. Retiró con cuidado la almohadilla fría de su frente y la volvió a dejar en la mesita. Trató de acurrucarse un poco más, estaba demasiado cerca del borde. En ese momento se abrió la puerta despacio. Vi movió la cara hacia allí y vio asomado a Jayce. Le indicó que se callara al palpar el índice sobre los labios, y también le hizo un gesto para que se largara. Jayce no dijo ni hizo el menor ruido, se largó.

Cinco horas después

Caitlyn volvió a despertar cuando el sol ya había desaparecido por completo. Era de noche. Se removió en la cama un par de veces, remolona, antes de recordar que no había dormido sola. La botella que Vi le había dado antes de beber estaba en la mesita de noche y había sido rellenada hasta arriba de nuevo. La abrió y dio dos buches cortos, y desde su cama miró su habitación: estaba sola. Dejó la botella y se desperezó sentándose en el borde de la cama. Se levantó poco a poco y sintió un mareo gradual, que por suerte no llegó a nada feo. Caminó despacio cruzando la habitación y salió al pasillo. Vi estaba subiendo con un cuenco en las manos que tenía una especie de papilla de verduras, y ésta humeaba. Al subir la mirada la vio con las manos apoyadas en la barandilla observándole y se le hizo una imagen muy tierna.

—Servicio a domicilio —dijo ladeando una sonrisa. Cuando subió el último peldaño elevó la mirada hacia ella y le hizo un gesto con el mentón hacia la habitación. —A la cama. Toca comer.

—Quería evitar justo esto, que las personas de mi alrededor se preocuparan y me trataran como a un bebé.

—Un bebé pide comida a todas horas, tú la rechazas. Así que habrá que tomar medidas —contestó la pelirrosa, esperando a que se volviera a meter en la cama. Cuando lo hizo le puso el cuenco sobre las manos y ella se limitó a cruzarse de brazos, mirándola comer. Cait sonrió.

—¿Y vas a quedarte ahí?

—Sí, hasta que dejes el cuenco limpio. No quiero ni tener que fregarlo después. Le vas a pasar la lengua al terminar.

—Claro… —negó con la cabeza divertida y trató de comer despacio, soplando primero. Pero aquello era simplemente ridículo. Estaba comiendo con normalidad. Ahora no se le atragantaba la comida. Podía masticar bien, podía tragar sin sentir que se ahogaba.

—Mientras dormías he estado hablando con un par de entendidos que tenía Jayce a mano… y bueno. Es todo psicológico, al parecer. —Se arrodilló fuera de la cama, mirándola comer. Le acarició uno de los antebrazos despacio, con sus nudillos. Caitlyn la miró mientras tragaba. —Me ha apenado mucho saber eso, Cait. Quiero que estés bien.

—Yo también quiero estar bien, pero francamente no me lo pones nada fácil. —Le salió aquello del alma, y se arrepintió al momento. Se le cambió la cara y miró al fondo de la habitación, tragando con más dificultad. Suspiró. Vi no se ofendió. Tenía razón, toda la razón.

—Lo que más lamentaré es no haberte podido demostrar lo que he cambiado. O mejor dicho, que he dejado esa droga. Te juro que yo jamás he sido así, no es mi personalidad natural.

Caitlyn volvió a tener dificultades con el apetito y procedió a abandonar el cuenco, pero Vi la frenó y volvió a ponerle el plato sobre las piernas. La miró sonriendo.

—¿Ves? Es casi automático. Y es todo culpa mía.

—No es todo culpa tuya, pero… las circunstancias se han dado muy mal. Hemos tenido mala suerte…

Vi ocultó el labio inferior al morderlo fuerte, con las paletas. Finalmente suspiró y siguió con las caricias por el brazo ajeno. Pero esta vez se fue incorporando.

—Eres lo único que necesito ahora mismo para seguir adelante. Tienes que estar sana y fuerte para combatir a esos cabrones, porque… tú eres más fuerte que todos ellos juntos. Y desde luego, mil veces más fuerte y lista que yo. —Dejó de acariciarla en el brazo para deslizar ahora las yemas de sus dedos por una de sus mejillas. Eso, sumado a lo que le decía, hizo que Cait se ruborizara un poco y bajara la mirada a su plato. Comió una vez más, no quería hablar, se sentía demasiado desnuda.

—Larguirucha, mírame un momento…

Cait parpadeó un par de veces antes de subir la mirada a ella. La pelirrosa le acarició la boca con el pulgar, primero el labio superior, y luego el inferior. Cuando acarició su labio inferior Cait sintió que se ponía nerviosa, y suspiró un poco.

—Vi, por favor…

—¿Qué? Sólo miro lo atractiva que eres, cupcake.

Cait no pudo evitar sonreír tontamente, no siguió mirando sus ojos. Comió la última cucharada y dejó el cuenco vacío donde estaba. Vi dio el visto bueno.

—Pues no estaba malo, el paté ese de gatos que había en la cocina…

—Aquí no hay ningún gato, idiota —dijo riendo.

Vi la miró sonriendo sin más, adoraba verla reír, le había costado mucho hacer que riera. Se preguntaba cuántas horas podía pasar intentando hacer que se sintiera mejor. En momentos como aquel, pensaba que se podía tirar toda la vida haciéndolo y nada le agradaría más.

—Voy a darme una ducha —dijo la peliazul, saliendo de la cama.

—Ten cuidado, ¿quieres? Todavía puedes marearte.

Al cabo de veinte minutos, Cait salió de la ducha totalmente renovada. Aunque pareciera increíble, seguía sintiendo la cabeza pesada aunque ya no le doliera, y sus músculos estaban algo fatigados. Era como si su malestar hubiese logrado ponerla enferma anteriormente, de ahí el desmayo y sus posteriores consecuencias corporales. Se sentía lánguida, pero por lo menos estaba limpia. Vi había aprovechado el tiempo que ella estuvo en el baño para cambiar todas las sábanas y después simplemente se quedó mirando a través del enorme ventanal que había en aquel dormitorio. Era una bestialidad de vistas, siempre le habían encantado.

—Es precioso de noche, ¿verdad? Piltover.

—Y Zaun también, si lo ves desde el ángulo correcto. —Murmuró Vi, disfrutando del silencio reinante que se había instaurado para apreciar las vistas. Cait se puso justo tras el hombro derecho de Vi, también a mirar por la ventana. Ambas permanecieron en silencio.

—Cada vez que veo las estrellas desde mi habitación del motel, me acuerdo de ti. No ha habido una maldita noche que no haya pensado en ti y en todas mis cagadas.

Caitlyn bajó un poco la mirada, pero la volvió a subir hasta Vi.

—Eres lo mejor que he tenido. 

Cait tragó saliva a medida que continuaba. Vi no paraba de hablar…

—Y eres la única capaz de espantar mis demonios. ¿Soy demasiado egoísta por decírtelo así?

Cait negó con la cabeza lentamente, aún algo cabizbaja. Vi inspiró hondo y sonrió un poco, pensando en todo lo que podía decirle a continuación, pero que prefería callarse para no herirla o hacerle el tema aún más difícil. Bastante injusta había sido ya en general con ella. De repente notó que Cait la sujetaba sin fuerza de la mano y la instaba a voltearse, y cuando lo hizo, se pegó a ella despacio y ladeó un poco el rostro, acortando distancias con el de Vi. Sus narices se rozaron un poco. Vi se sorprendió mucho con aquel acercamiento, y no quería incomodarla llevándolo a más, así que se quedó quieta. Esperó que dijera algo, pero Caitlyn no habló, no dijo una sola palabra. Sólo la miró fijamente, con aquellos preciosos ojos celestes que tenía, y que enseguida se volcaron a sus labios antes de abrir los suyos y buscarla en un beso. Vi suspiró fascinada pero puso rápido los pies en la tierra, e hizo un mvimiento breve hacia atrás al poco del comienzo del beso. Cait se quedó observándola muy fijamente, con aquellos potentes ojos turquesas que decían mucho, pero que también estaban algo débiles.

Nada me apetece más ahora mismo que hacerle el amor. Nada. Pero…

—Espera, Cait…

Caitlyn subió una mano a su nuca y la hizo volver a mirarla, conduciéndole el rostro hacia ella al desplazar el pulgar por su mandíbula. Despacio y con cariño, se volvió a unir con su boca, cerrando los ojos y besándola con lentitud. 

Me rindo. No puedo con esos ojos con los que me mira.

Vi siguió el beso, lento pero cada vez más profundo, sentir de nuevo la boca de Caitlyn sobre la suya era una especie de regalo traído del cielo. Simplemente aún no se lo creía. Cait suspiró entre beso y beso y bajó las manos al cinturón de Vi, empezando a abrirle la hebilla.

—Cupcake… estás jugando con fuego. Si sigues…

—Quiero quemarme —le susurró, por fin, mirándola con una perversión fugaz en sus ojos que a Vi puso muy cachonda. Abrió los labios y cerró los ojos, suspirando muy largamente, contenida al sentir las manos de la peliazul terminando de abrir su cinturón, y seguidamente abrir los botones del pantalón. Se humedeció el labio inferior y abrió los ojos, mirándola fijamente. No colaboró en quitarle la ropa, porque estaba disfrutando demasiado del hecho de ver hacer eso a Caitlyn. Cuando ésta deslizó por sus hombros la chaqueta que llevaba para continuar desnudándola, la pelirrosa ascendió la boca hacia su cuello, mordiéndola y haciendo que la vigilante emitiera un suspiro de placer. Cait le bajó en respuesta la chaqueta, la tiró y puso los dedos de ambas manos en los botones de la blusa que llevaba debajo, abriendo uno a uno. En ese momento, poco antes de que llegara hasta el último, la puerta sonó con mucha fuerza.

—¿¡CAITLYN!?

Cait suspiró asustada y por la impresión se separó de Vi, ésta última se quedó observando la puerta y unió de nuevo las dos solapas de la blusa, abotonándosela de nuevo.

—¿Papá…? —preguntó Cait, un poco dudosa.

—El joven Jayce me dice que estás con Vi y que subiera, que había pasado algún tipo de percance. ¿Está todo bien ahí dentro?

Vi sonrió irónica, pasándose la mano con fuerza por los labios, que estaban rosados del beso que acababan de compartir. Negó despacio, mirando a Caitlyn mientras le respondía.

—Nada… estoy bien, estamos bien. Ahora bajaré.

—De acuerdo. Vuelvo abajo. Quiero hablar contigo muy seriamente, Caitlyn. No puedes continuar así. No te quiero perder a ti también, ¿de acuerdo…?

Dicho aquello, poco tardaron en sentirse las pisadas lejanas ya de su progenitor. Cait suspiró un poco y volvió a acercarse a Vi, siendo ella esta vez la que se inclinó a su cuello y comenzó a besarlo suavemente. La piel de Vi se erizó, pero a ella las palabras de aquel hombre la habían trastocado más de lo que quería, y acabó apartando a Caitlyn.

—Vamos a la cama —susurró Cait, que ni se había dado cuenta del suave empujón. Volvió a inclinarse a su cuello, besándolo con cariño, y empezó a trasladar poco a poco sus labios hasta la mandíbula de la pelirrosa. Vi tragó saliva y la volvió a separar.

—Perdóname, cupcake.

Cait sólo frunció el ceño, pero Vi le explicó.

—Tu padre tiene razón —continuó. —Has sufrido mucho y has tenido repercusiones. Deberías descansar, ¿vale?

Cait se quedó un buen rato mirándola en silencio, pero al cabo de unos segundos asintió.

Esa noche no durmieron juntas. Vi sentía culpabilidad. Y Caitlyn, a su modo de entender las cosas, también. De alguna manera ambas sentían que no podían estar con la otra, y que todos los esfuerzos que hacían en otros ámbitos de su vida eran insuficientes. Estaban buscando refugio en los brazos de la otra, sobre todo Vi, que después de todo lo vivido aquella tarde, no podía parar de martillearse la cabeza pensando que acababa de provocar todo ese desorden alimenticio en Caitlyn, y que para más inri, le había estado insistiendo todo el rato en el trabajo hasta irritarla y propiciar un desmayo. Las atenciones y cuidados sobre ella habían despertado sentimientos en la policía que al fin y al cabo nunca murieron, pero que ambas sabían, podía tratarse de un simple parche temporal. No quería hacerle más daño. Si se acostaba con ella, si hacían el amor, había un alto riesgo de que la cosa acabara empeorando después, como les había ocurrido antes.

Además, tenían la guerra casi en los talones.

Ni Vi ni Caitlyn podían permitirse ignorar eso.

Ni Vi ni Caitlyn podían permitirse ignorar eso

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