CAPÍTULO 21. Luchando como una vigilante
Una semana más tarde
Nuevos indicios de cargamento hextech no autorizado había salido desde Piltover hacia Zaun, con la diferencia de que en esta ocasión, tanto el grupo de vigilantes como de Firelights los tenían vigilados. Caitlyn había insistido en estudiar las posibles rutas desde que uno salía del puente, hasta los territorios que aún no habían explorado ni arrestado a nadie en Zaun. La zona fronteriza en el puente era un punto caliente de enfrentamientos. La sheriff deseaba arrastrar esa posible confrontación a otro lado, lejos del puente; también sabía que cuando los pueblos no eran muy grandes, las oquedades empleadas para el mercado negro se reciclaban y los contactos no siempre tenían dinero suficiente para alargar kilometraje en esas rutas. Vi y Caitlyn volvieron a coincidir al cabo de siete días tras la noche en la que Cait empezó a recuperar el apetito.
Mansión Kiramman
—¿Me has mandado llamar? —Vi se quitó hacia atrás la capucha y atravesó el umbral que daba al despacho de Caitlyn. Sin duda, mucho más grande que el de la comisaría y mejor ordenado. Aunque se sorprendió de verla con el uniforme puesto. —Pensé que a esta hora ya no trabajabas.
—He acabado mi turno, pero quería darte en persona el nuevo mapeado que me pidió Ekko. Es muy importante que lo examinéis con todo vuestro equipo.
Vi cerró la puerta tras de sí y según se acercaba al escritorio, Cait se puso en pie y le extendió los rollos. La pelirrosa los desenrolló y miró cada detalle del dibujo. Se notaba que lo había hecho un arquitecto, los planos aéreos eran perfectos. Al estudiar los distintos tramos del plan, punto por punto, y entender los dibujos, arqueó las cejas.
—Para esto que has ideado se necesita dinero. Aquí pone que todos debemos llevar cierta armamentística militar.
—Olvídate de eso, son los pormenores. Bueno… más o menos.
—¿Cómo que más o menos? —Vi enrolló de nuevo las cartulinas y las dejó apoyadas en la pared, cerca de su bolsa.
—Me gustaría discutir contigo y los Firelights ciertos puntos del plan, pero prefiero que sea el día que nos veamos todos.
—En un par de días íbamos a vernos todos. Es cierto —asintió, cruzándose de brazos.
—Es muy importante que todos sepan el plan que hay ahí para dentro de ese par de días. Si luego hay fallos, lo lamentaremos en un momento donde ya no habrá marcha atrás. Y no aconsejo la improvisación.
La pelirrosa asintió lentamente, entendiendo la gravedad. Asintió de nuevo al cabo de unos segundos, pero ascendió muy despacio la mirada hasta cruzar sus pupilas con las ajenas. —¿Por qué me has llamado a mí para decirme esto? —la miró fijamente, con esa mirada que podía amedrentar a cualquier gigantón. Cait sintió un poco la carga de esa mirada, y se apuró.
—Ah… bueno, y-yo…
—Sí. Podía haber venido Ekko o cualquier otro. ¿Por qué querías que viniera yo a recibir los planos?
Caitlyn se quedó unos segundos estudiándola en silencio. Se acomodó rápido un flequillo tras la oreja.
—No me sentó muy bien que te fueras precipitadamente la semana pasada. ¿Va todo bien?
—¿Puedo seguir llamándote cupcake?
La morena arqueó un instante las cejas sorprendida.
—La verdad es que no lo sé, pero… supongo que de ti no me molesta.
—Entonces todo va perfectamente, cupcake. —Le sonrió, dulcemente.
Cait la miró unos instantes más y acabó correspondiendo a la sonrisa con otra.
—Sólo quería volver a saber de ti. A lo mejor te molestó que te besara. Pero es que me confundes mucho con tu actitud, y…
—Lo sé. Espero que entiendas que… por más que lo intento, yo también me esfuerzo muchísimo en hacer las cosas bien contigo, conmigo misma y con toda la mierda que hay a mi alrededor. A veces todo se me hace muy cuesta arriba y acabo haciendo daño a quienes menos lo merecen. Nada de lo que pasó aquel día fue mentira… siempre te cuidaré. Y eres… —cerró momentáneamente los ojos, concentrándose en lo que iba a decir. La miró después con mucha fijeza. —Eres lo que más amo en el mundo, no me tiembla la boca para repetirlo.
—Sé que sufres por lo de tu hermana… per-…
—Mi hermana hace ya mucho tiempo que decidió labrar su camino por su cuenta y yo intento hacer lo mismo. Nunca dejaré de amarla tampoco, es mi hermana. Pero no puedo ser tan ingenua. Nuestra relación está destruida.
Caitlyn suspiró dejando los labios entreabiertos, odiaba cuando el rumbo de la conversación acababa llegando a un punto doloroso para alguna. Se encaminó hacia la ventana que había en el despacho y miró su jardín desde allí.
—Dentro de un par de días también comentaré la otra parte del plan, y todos tendréis que estar de acuerdo. Sé que a veces te pones cabezona con lo tuyo, pero… te imploro que mires un poco más allá.
—Miedo me da. ¿A qué te refieres?
—A una tontería. Una gota que puede colmar el vaso, tratándose de tu paciencia.
—¿Me estás tratando de irascible? —preguntó con sorna, tratando de dejar atrás el tema que habían tocado. Se aproximó a ella por detrás.
—Bueno, eres intransigente muchas veces… no te escuchas cuando algo se te mete en la cabeza. Sólo tu opinión cuenta y no atiendes al resto.
Tras decir aquello, Caitlyn no oyó ninguna respuesta desde atrás. Siguió hablando, ahora con una sonrisa.
—Tanto que te has metido con Sevika, y luego ya ves, ella por lo menos considera la opiniones de sus secuaces, me consta que discutía mucho con el tal «Gabriel»…
Vi no respondió tampoco a aquello. Cait menguó la sonrisa poco a poco y miró atrás por el rabillo del ojo, encontrándose con una Vi que le miraba descaradamente el culo.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Hm…? —Vi subió la mirada sin ninguna prisa a ella, y se cruzó de brazos. —¿Me ves haciendo algo?
Cait puso los ojos en blanco y negó con la cabeza cuando volvió la vista al frente.
—Tienes una capacidad brutal para…
—¿Para qué? —preguntó Vi, ladeando una sonrisa.
—Para hacerme olvidar lo mal que hemos llegado a estar. —Dijo, haciendo que la pelirrosa dejara de sonreír. Su mirada se puso algo más tierna al seguir estudiándola desde atrás. Cait siguió hablando con la atención puesta en la ventana. —Hoy estás muy guapa.
Vi se ruborizó al no esperarse el cumplido. Se miró a un pequeño espejo de pared que había colgado: tenía la cara de siempre. Con sus marcas, sus cicatrices, su desgastado piercing y esa irreemplazable cara de «si me vacilas te pegaré una paliza».
—¿Guapa…? Bueno, es cierto que hoy me he peinado un poco.
Caitlyn soltó una risa agradable, que hizo también que Vi se riera. Caminó hasta donde estaba la vigilante y al ponerse a su lado pasó la mano por su espalda, acariciándola lentamente. La besó en la mejilla y en respuesta, la peliazul la miró despacio.
—A lo que iba… dentro de un par de días te quiero colaborativa con la otra parte del plan. No que empieces a discutirlo todo.
—Si yo soy guapa, tú… me quedo sin palabras. —Dijo, ignorándola completamente.
—Sin palabras, ¿eh? —comenzó a reír, aunque en un momento dado la risa se le cortó de pronto, al sentir la mano de Vi acariciándola en la parte de atrás de su muslo. La falda del uniforme esa vez no llevaba pantalones debajo, ni ligas. Los dedos de la luchadora llegaron a una de sus nalgas, la cual amasó despacio, para de repente ceñir con territorialidad sus dedos. Cait bajó una mano a agarrarla de la muñeca, pero Vi se adelantó y la agarró antes, impidiéndoselo. La miró con una sonrisa.
—Tienes toda la razón. Las palabras no son lo mío. Se me da mejor otro tipo de dialecto, ¿sabes, cupcake?
—Mi padre sigue estando en casa, Vi. Y tengo que trabajar, así q…
—Abre las piernas. —La cortó, hablando en un tono notablemente más bajo. Por muy viciosa que fuera, no deseaba que el pobre padre de Cait presenciara tampoco algo así. Apretó la mano desde la nalga hasta el centro de las piernas desde atrás, empezando a discurrir la palma de la mano entre ellas, palpando su clítoris por fuera de la tela. Cait movió las piernas algo más indecisa.
—El momento fue la otra noche, que saliste huyendo.
Vi no quería hablar demasiado de ese tema, pues sabía que esa noche a la que se refería Caitlyn aún estaba muy débil y debido también a una frase que soltó su padre, no se sentía cómoda. Parpadeó rápido y vio que Cait se giraba por sorpresa, muy veloz, encerrando su cintura con los brazos.
—¿Y ahora quién tiene a quién, eh? —musitó Cait suavemente, mirándole los labios. Vi trató de besarla, pero Cait se puso de puntillas, haciéndoselo difícil. —Ja, ja, ja… ¿y qué harás ah-…?
Vi la agarró de un brazo con una maléfica sonrisa y la giró, con una velocidad tan inusual en ella, que la propia Caitlyn no pudo impedírselo. La volvió a poner como estaba, mirando hacia la ventana, y coló una pierna entre las suyas para mantenerlas distanciadas. Pudo así colocar de nuevo la mano entre sus muslos, levantándole un poco la falda. Cait inspiró hondo y trató de revertir la situación, pero en ese momento la pelirrosa le dio un tirón breve y contundente en el mismo brazo, obligándola a apoyarse más inclinada en el alféizar que había frente al ventanal. Empezó a masturbarla con la otra mano, mientras se le pegaba a un lado. Murmuró en su oído.
—Utilizando tu estatura para quitarme un beso, pero qué te has creído… —dijo divertida, con fuerza en la voz. Cait se estremeció cuando Vi empezó a acariciarla en círculos y cerró las piernas sin querer, por el fuerte estímulo inicial. —Así, muy bien. Inclinada hacia delante y con las piernas abiertas, igual que cuando te pongo en cuatro en la cama.
Le soltó tal azote crudo en el glúteo que la oyó gimotear adolorida, removiendo el cuerpo entre sus brazos. Pero se empezó a remover más todavía cuando a través del ventanal vio a uno de sus empleados domésticos caminando por el jardín, trasladando platos y tazas a la mesita exterior.
—Para, Vi, mi padre ha traído invitados, si miran nos van a pillar, joder.
Vi se rio complacida y soltó despacio el brazo de Cait, que hasta ahora la había mantenido inclinada hacia el alféizar. La vigilante suspiró con las mejillas coloradas y se alisó la ropa, también se situó bien la falda. Cuando más o menos recuperó la compostura observó que Vi la miraba de brazos cruzados, apoyada en la pared con la misma sonrisa maliciosa que antes. Caitlyn también sonrió al verla.
—Y además… ya te he dicho que tengo que trabajar. Mira todo lo que tengo que adelantar de los días que estuve en cama —señaló el escritorio, lleno de carpetas y papeles.
—¿Has dicho… «adelantar»? Eres una maldita niña estudiosa, eh… —dijo para meterse cariñosamente con ella, le guiñó el ojo. —Si tienes que adelantar, tan urgente no será…
—El crimen no se lo toma con la misma calma que tú…
Vi mantuvo una sonrisa traviesa en toda la conversación. Se despegó finalmente de la pared, caminando despacio alrededor de la vigilante, sin dejar de mirarla. Cait la siguió con la mirada también, riéndose al poco.
—No me mires así…
Cuando pasó cerca de ella una vez más, giró despacio sobre sus talones y caminó tranquilamente hacia la puerta. La abrió, asomó la cabeza para verificar que no había nadie cerca, y cerró. Al juntar las puertas, echó el cierre con el pestillo. Cait abrió los ojos sorprendida. Ahora la pelirrosa se dirigió directamente a ella, comiéndosela con la mirada. Sonrió al ver que Caitlyn desandaba los pasos que ella daba en su dirección. La de pelo azul la señaló divertida, alzando la voz.
—¡Oye! ¡Te he dicho que no, eh… que tengo mucho trabajo! Vete con esa cara de ligona a otro lado. —Dijo riendo. Vi no aceleró el ritmo ni un segundo, fue tranquila hacia ella, y Caitlyn anduvo hacia atrás hasta que la logró acorralar en una esquina. La vigilante no podía evitar tomarse aquello a risa, Vi era un auténtico bicho. Pero tenía que reconocer que no la estaba molestando en absoluto.
Ojalá nunca tuviera que irse de mi casa, pensó en ese momento. Después miró la horda de trabajo que había sobre el escritorio y cuando Vi se le acercó de nuevo a los labios, Cait susurró.
—No seas mala… sabes que me gusta hacer las cosas bien.
—Y es lo que me gusta de ti. —Asintió despacio, bajando el tono de voz. Le robó un beso, dos, y hasta tres besos cortos, que Cait empezó a corresponder. Después rozó la nariz en su mejilla y alcanzó el lóbulo de su oído con los dientes, mordisqueando sin fuerza. Susurró. —Me encanta que seas tan aplicada en lo tuyo…
—Te he dicho que ahora no y estás rabiando, eh… —murmuró para provocarla un poco, también en voz baja, disimulando bien el escalofrío que le acababa de dar al sentir el mordisco en la oreja. Le sonrió y le dio un beso breve en los labios. Vi se relamió sus labios cuando se separó y esta vez dejó de sonreír y de hablar, y se echó más hacia ella para alcanzarle la boca de nuevo. Caitlyn correspondió, pero lejos estaba aquel de ser un beso como los anteriores. Lento, apasionado, pero muy fuerte, con lenguas que se acariciaban entre sí una y otra vez. Vi respiró hondo al sentir que los cinco sentidos se le alteraban con aquel beso tan jugoso, el corazón le latía apresurado. Se separaron sólo un instante, de apenas un segundo, una pausa que no duró nada porque Caitlyn la buscó ahora en otro beso, saboreando su boca despacio y alterada como estaba. También empezó a respirar hondo.
—¿Seguro que ahora no…?
—Seguro —dijo la otra, mirándola divertida.
Vi se pegó más a ella, mirándola fijamente a los ojos. Le pasó la yema del índice por el labio inferior.
—Deja que te coma bien el coño.
—¿¡Qué…!? Por dios, Vi…
—Shh… cállate un momento, calla. —Le susurró, calmándola. Caitlyn se empezó a ruborizar. Oyó ruido de voces y risas en el exterior y echó una mirada fugaz al jardín, ya estaban tomando el té. Cuando devolvió la vista a Cait, Vi le miraba la boca y sacó despacio la lengua, con la que húmedamente acarició los labios finos de su chica, muy despacio. —Ahora mismo voy a ponerte encima de todas esas carpetas, te voy a bajar las bragas y te voy a lamer hasta que acabes. —Besó sus labios mojados largos segundos, sin dejarla responder. Cait respiraba agitada, ya no estaba ejerciendo presión ninguna sobre los brazos de Vi. El beso reconectó sus lenguas, cálidas y juguetonas, y sintió que los dedos de la pelirrosa volvían a invadirla entre las piernas. Notó muchísimo placer. Y tuvo que acabar despegando sus labios de los de ella, respirando fuerte para calmarse. Cuando Vi abrió los ojos ahora vio que la vigilante tenía sus párpados cerrados, estaba respirando con dificultad. —¿Me vas a dejar, verdad…?
—S-sí —susurró entre respiraciones, Vi ladeó una sonrisa conforme y algo malvada, al sentirla débil. La mano de la vigilante se incrustó en su hombro cuando Vi volvió a masturbarla con la mano sobre las bragas. De repente, se separó de ella sólo para agacharse y tomarla de la cintura, conduciéndola hasta el escritorio y tumbándola allí de espaldas. Cait miró las carpetas sobre las que estaba tendida y se quedó algunos segundos de más mirándolas, por lo que Vi se lo tomó como una distracción puntual y aventó todo lo que había sobre el escritorio al suelo. Dio un tirón suave para manejarla en la dirección que quería y le apoyó toda la espalda en el escritorio. Le recorrió las piernas con las braguitas que llevaba, ya mojadas, y las tiró al suelo también con lo demás; seguidamente le separó los muslos, mirando la vagina de su chica. Se relamió. Al devolver la mirada a Caitlyn ésta la observaba excitada, pero también algo intimidada, menuda situación. Nunca se sabía lo que iba a pasar cuando Vi estaba con ella, nunca. Vi la miró largos segundos, fijamente, y condujo de repente las dos manos a su blusa, abriéndole bruscamente las solapas hasta que varios botones salieron despedidos y los pechos de Caitlyn asomaron enjutados en un bonito sujetador beige. Vi masajeó una de las copas con la mano, pero ni un segundo más tarde se dio cuenta de que el broche era delantero y unió la smanos para abrírselo y exponerla también del torso superior. Cait miró a otro lado, medio riendo, y tapó disimuladamente sus pechos.
—¿Pero qué haces? —rio Vi, divertida al ver su actitud timida. Le agarró las muñecas y le separó los brazos de allí, admirando sus hermosos pechos.
—Tú estás totalmente vestida…
—La que merece disfrutar eres tú, cupcake. Tú. Qué festín me voy a dar contigo —dijo mordiéndose el labio, recorriéndola de arriba abajo. Se inclinó hacia una de sus tetas y atrapó el pezón con la boca, lamiéndolo en círculos.
—Pf… —masculló la vigilante, notablemente excitada, mirándola con el labio inferior mordido. Vi soltó el pezón y se desplazó más abajo, hasta que sus besos la condujeron hasta su intimidad. Le levantó las piernas y las pasó por encima de sus hombros, y se sentó sobre la butaca de trabajo de Cait para estar más cómoda. Le dedicó una mirada tan fija y ardiente, que la vigilante sentía que se deshacía.
Empezó a lamerla, primero despacio, pero totalmente entregada y pegada a su piel, rozando la nariz y toda la boca. Cait echó la cabeza hacia atrás, dando un suspiro reprimido. No quería gemir, le daba vergüenza por si alguno de los invitados o el propio servicio la escuchaban. En su habitación la discreción era absoluta, pero el despacho era la primera puerta en peno pasillo principal.
—Eres…
Vi sonrió en plena faena, pero no cesó de estimularla por todas partes, en cada uno de sus suaves pliegues. Apretó la lengua contra su clítoris y comenzó a introducirle dos dedos, oyéndose un suave chasquido de piel húmeda cuando aceleró el ritmo. Cait extendió una mano al pico del escritorio, aferrándose fuerte. Su vientre se contraía de placer. Vi chupeteó lo que pudo, besando después de lamer, y en una de las lamidas llevó los dientes a su ingle, mordiéndola con deseo. Cait soltó aire retenido en los pulmones, evitando como podía el jadeo. La pelirrosa aceleró el ritmo de sus dedos enérgicamente de un segundo a otro, llegando incluso a hacer botar el cuerpo de la vigilante. Caitlyn entreabrió los labios al borde de gemir, pero…
—¡Señorita Kiramman! ¡su padre la está llamando!
Cait dio un respingo y se sostuvo con los codos en el escritorio, tapándose rápido los senos. La empleada no había entrado, sólo había hablado a través de la puerta. Vi paró un par de segundos, pero a ver que la mujer no entraba, continuó penetrándola y lamiéndola, cerrando los ojos concentrada. Cait sintió un chispazo de placer y empezó a cerrar las piernas, dándole un aviso. Susurró.
—Para, ¡me están llamando…!
Vi despegó su boca toda húmeda de allí y la miró, acariciando sus muslos con las manos. Cait miró su mano derecha, con dos dedos completamente impregnados de su lubricación. Suspiró largamente y le murmuró.
—Dame mis bragas…
Vi se limpió las comisuras con el pulgar que tenía sin mojar, mirándola fijamente. Muy despacio alargó un brazo y cogió sus bragas, devolviéndoselas.
—¡Señorita Kiramman!
—Maldita sea —dijo en un tono muy bajito al escuchar a la señora de nuevo. Saltó fuera del escritorio y se puso la ropa interior con rapidez. —Perdón, la he oído… ahora salimos, estábamos…
—Explorando nuevas perspectivas en el caso —continuó la pelirrosa, chupándose los dedos. Cait la miró mal y se llevó una mano a la cara, suspirando. La empleada tardó varios segundos en responder, como si algo se oliese.
—Ahm… sí… tranquilas, les diré que ahora van para allá.
—Me gustaría hacerlo contigo en tu brillante y enorme casita de lujo.
—Ya. En la casa de mi padre, ¿verdad? Eres…
—No te quedes a medias, a ver… soy qué. —La acorraló contra el escritorio, sonriéndole. Le miró la boca. —¿Soy…?
—Eres preciosa —musitó, y a Vi se le cambió un poco la expresión. La pillaban siempre por sorpresa los cumplidos. La miró a los ojos ahora, estudiándola.
—Eres lo que más quiero, siempre lo vas a ser.
Cait curvó despacio sus comisuras, sonrojada. Ascendió las palmas de las manos a sus mejillas y unió su frente con la ajena, notando sus labios rozarse.
—Y tú eres lo que más quiero yo. Las cosas que me haces sentir… son indescriptibles. Te quiero muchísimo, Vi…
Vi sonrió, notando su cálido aliento. La besó en los labios un par de veces, brevemente.
—¿Y no me reemplazarás, cuando venga una chica más guapa y elegante que yo, hm? ¿Alguien a tu altura?
—Más guapa que tú… eso es imposible. Y más elegante… —soltó una risa entre suspiros, sin poder evitarlo. Susurró. —¿La misma elegancia que me haces perder en dos minutos? —arqueó una ceja, y señaló con el mentón las carpetas tiradas en el suelo. Vi sonrió y se encogió un poco de hombros.
—Estoy un poco enfurruñada… es la segunda vez que nos interrumpen. Con lo grande que es la casa y…
—Se siente muy solo —la cortó la vigilante, humedeciéndose despacio los labios. —Él… llama a amigos constantemente, y yo casi siempre estoy trabajando. Intento estar lo que puedo, pero prefiero que haya siempre invitados en casa, ¿sabes? Le mantienen la mente ocupada. Y a mí también. Aunque…
Vi elevó una ceja, esperando que acabara. La peliazul le sonrió y rodeó su cuello con los brazos.
—Yo siempre quiero estar contigo. Siempre te echo de menos.
—Me vas a poner colorada —dejó de mirarla unos segundos, riendo. —Deja que me lave las manos y vamos a hacer compañía a tu padre. ¿Sí? Deja el trabajo para después.
Caitlyn asintió.
Dos días más tarde, comisaría de Piltover
—No me haré vigilante —manifestó Vi, leyendo incrédula una de las cláusulas. —Aquí pone con letra bonita que tendré que serlo y usar un traje afín.
Caitlyn se esperaba una reacción similar. Sólo rezaba para que aquello no derivara en lo que se temía: había conocido una parte muy agresiva de Violet, y cualquier regresión a esa conducta en una misión tan delicada podría echarlo todo a perder.
—Sólo en esta misión. Luego podrás ser relegada si es lo que deseas.
—No, no y no. Caitlyn, protegeré mi tierra a puño limpio o con los guanteletes de Vander, créeme, son potentes.
—No podemos combatir tecnología hextech sin tecnología hextech. Se te dará un traje con nuevos guanteletes a tu medida, pelearás con ellos. ¡Son mejores!
—¡Pero no los quiero! Estos indeseables deben de ser renegados de la patria, de los pocos seguidores de Silco que quedan por la ciudad. Sólo serán ratas escurridizas, pero te aseguro que sabré pelear mejor que ellos.
—Si ellos tienen armas robadas, eso no podemos asegurarlo —intervino ahora otro consejero, Jayce. Vi lo miró con los ojos entornados, apretando la boca.
—Pero… es que…
—Si no firmas, no podrás estar en esta misión. No hay de otra. —Caitlyn la miró a los ojos. Vi la miró, miró a todo el Consejo que esperaba que firmara, y luego a otros vigilantes que la observaban de brazos cruzados. Aún sentía algunas reticencias, era cierto. Pero tal vez… por una vez…
Se inclinó y firmó, resoplando. Después miró a Caitlyn a los ojos, que no le mantuvo el contacto ni un segundo: se limitó a guardar el papel y a darle una caja cerrada y grande, pero muy ligera en peso.
—Los guanteletes serán enviados a tu habitación del motel. Hoy será la última noche que pases allí, tenemos una base militar montada en un punto estratégico de Zaun.
Vi asintió y suspiró mirando el paquete. Dicho fuera de paso… tenía curiosidad por la estética de su «uniforme» temporal.
Un día más tarde
Los vigilantes esperaron a que el sol se pusiera para movilizarse. Todos llevaban un traje táctico oscuro. Caitlyn tenía un chaleco antibalas y un casco protector que le ocultaba la mayoría de sus facciones, también un ceñido pañuelo que obstruía la boca. La única franja que Vi podía ver eran sus ojos, pero nada más. El traje que ella portaba, sin embargo, mucho más llamativo y ligero, estaba preparado para frenar de por sí casi cualquier bala, pero no proyectiles. Se sospechaba que la armamentística robada de hextech eran guanteletes de pruebas que habían salido defectuosos y un sinfín de recámaras de pistola con balas modificadas, todo ello había dado fallos y había sido descartado, pero algún contacto avispado había robado esta mercancía y pretendía venderla, con el gran peligro que podía suponer. Caitlyn sabía que había miras potentes en esas armas, con las que era prácticamente imposible fallar si se disponía de fuerza para sostener en alto el cañón. Temía que Vi saliera herida.
Desgraciadamente, el enemigo no dejó mayor rastro que unas marcas de ruedas marcadas en la tierra que de repente se borraban. La sheriff insistió en que habían sido marcadas a propósito, pero hubo una discusión con otros que opinaban diferente por la escasez de otras huellas en mitad del páramo. Al final y por seguridad, decidieron hacer una retirada silenciosa, pero fueron sorprendidos por un tiro. El disparó atravesó sin más la cabeza de un vigilante, que cayó muerto instantáneamente. El siguiente disparo atravesó el cuello de una mujer Firelight, que cayó de igual forma.
—¡Usad los escudos! —gritó Caitlyn. Tenía un subjefe allí que comandaba la retaguardia, pues era donde estaban los vigilantes recién llegados. Muchos de ellos pusieron el escudo a tiempo, pero a pesar de ello, varios recibieron alguna bala. El hombre empujó a un muchacho con una granada de mano preparada, y al tirarla a un punto concreto, ésta reventó en mil pedazos, en una explosión que se combinó con otra y otra, como si las explosiones reverberaran para magnificarse al mezclarse los productos químicos que conformaban la tecnología hextech. Era un arma hecha gracias al ingenio de Viktor y Jayce, que muy a su pesar, se habían visto en la tesitura de crearlas para acabar con malhechores. El problema fue que la explosión reventó cerca de ellos mismos, y dos árboles se rompieron por la mitad, cayendo ruidosamente al césped. Caitlyn logró quitarse a tiempo. Oyó pisadas al otro lado del árbol y su mirada, rápida como la de un halcón, se movió al ritmo de esas mismas pisadas, hasta que detectó piernas corriendo tras los árboles. Levantó el arma y disparó tres veces: tres piernas se agujerearon, de tres personas distintas. Un grupo de vigilantes se acercó con cuidado a detenerles, sacarles de territorio de fuego y hacerles preguntas. Caitlyn vio a otro moviéndose desde las ramas, apuntó y disparó. Vi mandó a volar a dos locos que se le acercaron armas en mano, y vio cómo sus pistolas defectuosas reventaban en el aire nocturno, entre chispas eléctricas.
—Chúpate esa, cabrón.
Vi continuó peleando, siendo la primera en encabezar el combate. El traje estaba pensado para resistir buenos golpes en la corta distancia: preparado para una luchadora como ella, fiel al cuerpo a cuerpo y que iba lanzada en primer lugar. Embistió a todo el que se le puso por delante y pudo ver un pequeño campamento a lo lejos, situado al oeste. Empezó a correr recargando sus guanteletes. Se encarnizó en otra lucha de una contra seis, mandando al aire a casi todos ellos. Caitlyn corría no muy lejos de ella, dando zancadas más largas. Paró en seco al ver que un destello salía de lejos, alguien con un aparato rodante salía en dirección a Vi.
—¿Qué es eso?
—¡Una pieza que no salió bien, como todas! —gritó Jayce, muy agotado de portar su martillo. Lo recargó mientras señalaba a la pelirrosa. —¡Dile que se quite del medio!
—¡Vi! —gritó la sheriff, pero Vi no oía, seguía lejos. Caitlyn volvió a correr rápidamente en su dirección; la mujer estaba tan pendiente a la lucha contra aquellos siniestros chalados, que no veía que a pocos metros estaban preparando una estampida con aquel aparato, directo contra ella. Caitlyn cerró los ojos con fuerza y apretó más la marcha, corriendo lo más rápido que podía hasta tener una visual del malnacido que estaba empujando el arma. El corazón le dio un vuelco al ver que el cañón, igual que el de un tanque, dejaba de estar quieto para enfocarse en Vi. La enfocó y pareció surgir electricidad del borde, el aparato se volvió azul y notablemente inestable, tembló haciendo temblar a su vez el bosque entero. Jayce se tapó la cara con las manos, horrorizado al ver lo que se les venía, aquello iba a matar a casi todos.
El criminal preparó el gatillo, que tenía una dimensión gigantesca, proporcional al proyectil que lanzaría directo a Zaun, pero justo cuando levantó la mano, una bala le atravesó el cráneo y se incrustó en la hierba. Fue tal la precisión que el muchacho permaneció unos segundos en pie, ya muerto, hasta que su cuerpo perdió el equilibrio y cayó en redondo. Un segundo fue a reemplazarlo, y su cabeza también recibió un tiro certero. Jayce tuvo que usar la mira de otro arma para ver bien lo que ocurría tan lejos, en la negrura: Caitlyn disparó a un tercer individuo, y ya nadie más acudió a reemplazarle. La mujer se quedó en su posición unos segundos más, estudiando con la mira si había alguien más escondido, pero parecía ser un grupo ya con casi todos los integrantes muertos. Bajó el arma y corrió a donde habían tenido lugar los disparos. Había tres cadáveres, los tres con el rostro irreconcible y desfigurado por el balazo de la sheriff. Al verlo de cerca Caitlyn tuvo una sensación oscura en el cuerpo, que ya había sentido en otras ocasiones, porque nunca había deseado disparar a matar. Pero supo discernir la decisión que sentían esos chicos: no iban a dudar en lanzar el proyectil. Si hubiera sido Jinx, probablemente también lo habría hecho. No había tenido casi tiempo de pensar. Vi la alcanzó jadeando, muy agotada, y desactivó uno de los guanteletes para que se le cayera de la mano. Tocó a Cait del hombro.
—¿Estás bien…? Lo has hecho bien, Caitlyn. De verdad.
—… al menos eso espero. Yo no me siento bien.
Jayce acudió y preso de los nervios, agarró a Caitlyn y la abrazó fuerte, delante de Vi, casi arrebatándosela. La pelirrosa los miró, al principio sin expresión, pero al cabo de pocos segundos notó una creciente rabia activada por los celos.
En ese momento dejó de mirar y frunció el ceño, bajando la cabeza.
¿Por qué siento estas cosas tan negativas? Tengo que aprender. Estas son las impulsividades que me hicieron perderla. No quiero que me siga pasando, joder. Pero qué asco le tengo.
Al cabo de un rato, se llevaron de allí a todos los implicados. Pocos habían salido con vida, la mayoría muertos por la descarga de las propias armas defectuosas o por alguna otra consecuencia provocada por ellas. Después de una reunión de emergencia para recolectar todo lo robado y regresarlo a Piltover, la mitad de la policía decidió hacer noche en los campamentos que había en Zaun. Vi, Jayce y Caitlyn, junto a otros veinte subordinados, prepararon un caldero con sopa caliente y repartieron cuencos para todos. Vi se acabó su plato a los tres minutos y se ausentó a asearse en la tienda que le había tocado. Las tiendas de campaña, lejos de ser lo pequeñas y simples que eran en Zaun, en ese campo eran auténticos levantamientos bien fortificados, con lonas duras y rígidas que no serían tumbadas por el viento. Por dentro eran espaciosas, con mesa para comer y el saco de dormir. Era mucho más de lo que Vi hubiese pedido, pero prefirió no ser una quejica. Al poco de asearse y de beber algo de té, se sentó despacio en una de las butacas que había frente a la mesita. Se quitó el sujetador y bajó la mirada a sus músculos: tenía el abdomen morado enteramente por un costado, al haber recibido el impacto de un guantelete defectuoso que portaba uno de los individuos. La malla interna del traje se había roto, pero había absorbido gran parte del impacto. Tenia resentidas las costillas, pero por suerte no le habían roto ninguna. Algo había de reconocerse a sí misma: llevaba mucho tiempo queriendo sentir la drenalina que provocaba un combate cuerpo a cuerpo… y más por el bien de la ciudad que la vio nacer. Se sentía como un vigilante devoto debía sentirse. Y a pesar del trágico final de aquellos malhechores que habían decidido pudrir Zaun con su avaricia, se sentía…
…aliviada. Aliviada por detener algo peor. Útil. Viva.
Una sombra alagada comenzó a proyetarse desde el otro lado de la lona de la tienda. La voz fue inconfundible, su vigilante.
—Vi, ¿puedo pasar?