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CAPÍTULO 23. La última caza


Caitlyn había sido participante activa de la misión de la pasada noche, por lo que terminar la guardia le costó un auténtico horror. Estuvo dos veces a punto de quedarse dormida, y faltaban vigilantes en los perímetros más lejanos y peligrosos, por lo que tuvo que despertar a unos cuantos más. Cuando el sol por fin comenzó a alzarse y las lejanas campanadas de la iglesia del pueblo sonaron, supo que eran las siete de la mañana. Notaba ruido y movimiento en algunas carpas, ahora era cuando los que habían dormido toda la noche hacían el siguiente turno durante las cuatro horas siguientes, previas a partir. Caitlyn había repasado el plan de búsqueda de Sevika, el falso Gabriel y otros secuaces más, los más intrépidos que habían logrado escapar de una forma u otra, pero estaba tan agotada, que estaba previendo que tendría que posponerlo. No podía relegar esa misión a sus subordinados… Sevika los mataría y seguiría haciendo de las suyas. Más ahora que estaría muy cabreada, sin reservas de shimmer con los que proseguir su contrabando. Cuando los aprendices a vigilante ya hubieron desayunado junto a la sheriff, Jayce se aproximó con el par de consejeros con los que había viajado, y anunciaron ahí mismo su marcha.

«No es lugar para miembros del Consejo», «bastante que el joven Jayce ha ayudado con su martillo», «nos llevaremos el material hextech robado y seguiremos la investigación junto a los laboratorios»; fueron algunas de las frases que compartieron con la sheriff antes de cargar a los caballos y marcharse. Caitlyn dio una charla rápida a sus muchachos tras el desayuno y pidió que ante cualquier sospecha, no abrieran fuego sino que volvieran a hablar con ella. También les pidió que se pusieran ropa de civiles para ir de incógnito.

Después, algo temerosa porque no le gustaba relegar sin vigilar, tuvo que ausentarse esas cuatro horas: lo quisiera ella o no, el cuerpo le pedía con urgencia un poco de sueño. Entró en la carpa y Vi aún seguía allí tirada, durmiendo a pata suelta. Caitlyn se quitó el uniforme y soltó todas sus cosas sobre el taburete. Dejó el arma bajo una esquina del saco de dormir, donde no molestaba, y se acostó lentamente al lado de Vi.

Cayó rendida en cinco minutos.

La partida de los subordinados no tuvo éxito alguno. Finalmente, tuvieron que levantar el campamento nada más la sheriff se levantó.

En algún punto de Zaun

—Sevika, esto es ridículo. Con la derrota de anoche ya lo perdimos todo.

—Todo no.

—¿Todo no, estás segura? Acabo de hacer recuento de bidones. Con cuatro bidones no tenemos para pagar ni siquiera la primera ruta. Aceptémoslo, ¿bueno? Está ya todo perdido.

—Ese par de zorras… —dijo escupiendo un trozo de tabaco de mascar, agrio y de fuerte olor. Los dientes se le quedaron algo ennegrecidos del rato que lo llevaba masticando. —No se podía contentar con quitar a Vi del lado de los zaunitas, sino que ha conseguido que pelee por su causa. Sabía que lo de Jinx le había afectado, pero definitivamente se deja comer el coco por cualquiera.

—Y qué esperabas —musitó Sid, que era el que se había hecho pasar por «Gabriel» frente a las chicas. —Te lo advirtió ese calvo cabrón, el shimmer afecta directamente al cerebro. Te vuelve un zoquete. Un zoquete poderoso, pero un zoquete al fin y al cabo.

—Cállate y déjame pensar.

—Deja de pensar en nada, tengo un plan mejor. Y creo que sería mucho más rápido. ¿Sabes? Sólo necesitamos tener una charla con el consejero. ¿No dijiste que le gustaba la vigilante?

—Sí, desde que eran críos. Parece que el idiota no quiere aceptar que los penes no le provocan nada. Y lo sabe todo el Consejo. Todo Piltover, probablemente.

—¿Has pensado en usar tus armas de mujer con Caitlyn, Sevika? A lo mejor hemos estado haciéndolo mal todo este tiempo… —dijo y enseguida comenzó a soltar fuertes risotadas, ante la pasividad de la morena, que no dijo nada a ese respecto.

—¿Has terminado, Sid?

Sid asintió, aguantándose un poco todavía la risa. Sevika también asintió. Preparó un mensaje en papel, que mandaría al Consejo.

En menos de veinticuatro horas, ese mensaje llegó a su destinatario y Jayce lo leyó.

Pero, sorprendentemente, Sevika recibió una negativa a todo lo que propuso. Al parecer, ni aunque Cait le hubiera dado calabazas, conseguiría de él nada.  La confianza de Jayce no estaba en venta.

Caitlyn buscó la manera, tras aquella misión, de hacer ver a Vi la importancia de convivir juntas. Vi no quería negarse, pero había cometido tantas bajezas contra ella, que lo último que quería era añadir otra más a la lista. Apenas podía creerse todo lo que le había aguantado, sabía que no podía jugar con eso. Caitlyn se lo dijo claro, el único motivo para que no la hubiera apartado de su vida era el de su intoxicación, pero no le perdonaría que siguiera con aquello. Así que poco antes de aceptar su propuesta, abrió el maletero de su coche -donde tenía un montón de frascos de reservas de shimmer- y llamó a la vigilante para que Piltover le buscara un sitio donde pudieran deshacerse de ellos sin contaminar nada. Vaciar la cajuela al cero después de todo el cargamento que había llevado encima durante tantos meses, la hizo sentirse con el alma desnuda. Pero más fuerte. Caitlyn valoró su esfuerzo y la ayudó más tarde a preparar la habitación, pues ella tampoco había vuelto a la casa donde habían estado juntas, no desde que todo se torció tantísimo. Vi tuvo que respirar hondo cuando volvieron a ese jardín, donde habían compartido tanto.

La buena noticia era que estar todo el día (y todos los días) con Caitlyn calmó muchísimo la sed de shimmer, y no tardó demasiado en prescindirlo de sus pensamientos por completo. Por suerte, el consumo no llegó a ser letal para las células de su piel, pudo regenerar bien las erupciones. La última analítica de sangre señaló que los restos de shimmer estaban controlados y decreciendo a buen ritmo. Vi estaba ya fuera de peligro. Caitlyn preparó en comisaría un exhaustivo cuestionario psicotécnico para verificar que Vi estuviera en condiciones de portar arma, como nueva vigilante que había aceptado ser. Porque sí. Caitlyn le había propuesto trabajar juntas, y pasado un prudente tiempo de reflexión, la de pelo rosa quiso aceptar. No había motivo alguno ya para no hacerlo: Caitlyn era el reflejo de una persona pura y pacífica, lo que quería ver como nexo entre ambas ciudades. Hablando en plata, si Caitlyn fuera la fundadora de un partido político, Vi se comprometería a ser su mano derecha allá donde fuese necesario. No tenía ni una maldita duda, y a esas alturas tampoco las tenía acerca del alcance de los sentimientos que la una tenía por la otra. Vi sentía que conocía a esa chica incluso mejor que a su propia hermana. Powder siempre sería su pariente más sentida, sí, pero la realidad era la que era: Caitlyn significaba ahora su todo. Sabía que quería una vida con ella para siempre, y nadie, ni siquiera su hermana, las podía separar.

Frontera (puente entre Zaun y Piltover)

El bombardeo fue inesperado, y tardaron demasiado tiempo en averiguar el foco de la mayoría de disparos. Habían pasado tres semanas desde que la última partida de la sheriff había dado sus frutos, pero desde entonces, los únicos logros por parte de la policía fue desmantelar dos guaridas más en Piltover, y ya habían barrido todas las calles. Sabía perfectamente que si quedaba algo por tumbar, sería en los barrios bajos de Zaun.

Y para no variar, Caitlyn no se equivocaba. Pero había presionado y acorralado tantísimo a Sevika, que ésta tuvo que recurrir a la baza más desesperada: como la escasez de suministros y de armamento no permitía pagar los costes de un transporte, la única opción era jugárselo todo a una carta, la de entrar por la fuerza en Piltover ellos mismos, los que quedaban, y provocar la guerra matando a alguien del Consejo… o sencillamente atentando contra el edificio como en su día hizo Jinx. Desgraciadamente para Sevika, debía acercarse mucho más a Piltover para llevar a cabo un plan así: las armas de Jinx no las tenía nadie a mano, y menos con su tecnología tan personal. Sevika y los dieciocho secuaces que quedaban en pie pretendieron hacer la guerra directa contra Piltover, y la rebeldía le salió cara. Pudieron llevarse por delante a la mayoría de vigilantes que custodiaban el puente, pero la siguiente horda de capas azules que vinieron ante la emergencia pudieron defenderse mejor de las detonaciones. Sevika había puesto a sus hombres en puntos muy estratégicos y lentamente lograban avanzar un poquito más. Si lograban pasar la primera línea rival, podrían proyectar un explosivo que sí llegase al Consejo. Si esta detonación hacía volar por segunda vez el edificio, o mataba a la sheriff, la guerra con Zaun estaba asegurada. Y eso quería Sevika, ya viendo que todos sus planes anteriores habían fracasado. Ya no podía engañar a su propio pueblo: sus actos estaban describiendo la conducta de alguien que odia a Piltover, sin más pretexto que ese. Y como cualquier otro acto de aquel calibre, pintaba suicida.

—NO ME LO PUEDO CREER —gritó Sevika, motivada y contenta, al identificar a Caitlyn y a Vi entre toda la multitud de guardianes. Piltover se mostraba poderosa y fuerte con aquella línea de vigilantes disparándoles o contraatacando con explosivos de bajo calibre. La mujer de piel morena detectó que el tipo de respuesta con la que estaban contestándoles era más o menos calmada, más para detenerles que para matarlas. —Claro, y vienen a proteger el puente. No querrán romperlo. Qué lindos. Sid, quiero que destripes a la vigilante. Está totalmente a la derecha, cubriéndose con la quinta columna comenzando desde adelante. La tienes casi a huevo, lo que puedo ver es que antes de disparar se pone a analizar nuestras posiciones… dale un maldito tiro en el cuello, como si fuera una yegua porfiada. Vamos.

Sid apuntó el arma y después de una lluvia de tiros por parte de los vigilantes, él se asomó despacito. Tomó aire despacio y primero vigiló bien el sitio que le había dicho Sevika. Vio que Cait se dedicaba a mirar posiciones, tal y como Sevika advirtió. De repente, con una velocidad que le dejó pasmado, la chica asomó medio cuerpo, apuntó, disparó y se volvió a esconder en el lapso de un segundo. Él mismo sintió el impacto a su lado: uno de los secuaces dio tres giros sobre su cuerpo antes de caer al suelo, muerto. Sid suspiro y recargó su escopeta.

No tengo tanta puntería, pensó. Tarda menos de un segundo en apuntar. Maldita sea, vamos a perder aquí. ¿Y ahora, qué va a ser de nuestra causa…?

—Sevika, eso está perdido.

—Pues huye, cobarde. Puede que me maten, pero me llevo a la de pelo azul por delante.

Sid tragó saliva y apretó la boca, mirando con muchísimo cuidado para el lado que les enfrentaba. Caitlyn no era visible desde ningún punto. Pero Vi sí.

—Vi está detrás de la viga derecha.

—La veo. Y no tiene a la sheriff cerca. Si quiere hacer algo útil, tendrá que salir de ahí y enfrentar a los nuestros a puños —gritó Sevika, para que la oyera entre tanto cruce de bala.

—Si es inteligente no saldrá. Tenemos armas de largo alcance.

Sevika se escondió veloz como el rayo cortando la conversación, cuando de pronto un torrente de balas empezó a destrozar la cara opuesta de la viga donde se encontraba. Todos los pilares del puente que desembocaban en la entrada de Zaun estaban machacados por la potencia hextech de los vigilantes. Sevika suspiró y echó hacia adelante la mandíbula, irritada.

—Lo están rompiendo todo —declaró—, si no podemos cubrirnos, nos freirán a tiros. —Dicho aquello, soltó el arma en la acera y se descolgó de la cintura una especie de casco. Lo miró por todos los ángulos, Sid enarcó una ceja.

—¿Qué es esa cosa?

—Gritaré, y será ahí cuando pongáis todas vuestras armas en el suelo, me la jugaré. No os atacarán a ninguno, sólo a mí. Si me dan un disparo en el cuerpo tengo protección. Me da igual quedarme coja —según iba explicándole, se colocó el casco y entonces su voz comenzó a sonar más cubierta. Sid frunció el ceño. Desconocía el material del que estaba hecho el casco, pero llevaba trabajando los suficientes años en Zaun para saber que no era oriundo de allí. —Voy a disparar a Caitlyn, porque es lo que hay que hacer. Hemos hecho el idiota todo este tiempo. Tanto Zaun como Piltover la quieren. No hay mejor guerra que la que puede provocar la pérdida de un héroe.

Sid tragó saliva y bajó la mirada, pensativo.

—¿Ese casco es uno de los que le robaste en los contenedores hextech?

Sevika se quedó callada y no dijo más nada, ya concentrada en la tarea de abrocharse y protegerse el cuello y toda la cabeza, era un casco integral. La visión no era la peor, pero tampoco era la más nítida. No supo por qué habían desechado aquel casco, pero sabía que en teoría, tenía que ser antibalas. Sólo rezó para que el tiempo fuera el preciso y después de dar el tiro de gracia, el casco le permitiera huir por cualquier conducto subterráneo de mala muerte. Lanzó otro casco similar a Sid, pero éste tenía un agujero grande en la parte posterior de la cabeza.

—¿¡Por qué coño me das a mí el roto!?

—Sólo quiero que te asomes para rematarla en caso de rozarla o errar el tiro. No quiero que te expongas mas de lo estrictamente necesario. Y sólo dispara si yo he fallado. ¿Estamos? Avisa al arquero  por si las cosas se tuercen, quiero que esté atento.

—Pero Sevika… creo que… honestamente, a estas alturas… lo mejor es largarnos.

La mujer le puso el casco a la fuerza, y lo empujó a la posición en la que lo necesitaba. Le señaló con el dedo.

—Aunque ellos piensen que somos ratas de cloaca, yo no huiré. No les daré la razón, ni tampoco la satisfacción. ¿¡Me oyes!? Y ahora avisa al arquero. No sólo a los tiradores.

Sid asintió con vehemencia, miró a su alrededor. En aquella fugaz charla que habían mantenido, otros cinco aliados yacían muertos tras sus posiciones. La cadencia de disparos cada vez era menor, cada vez se sobreponía el silencio a las balas. Además, el choque de munición de un lado y otro habían levantado mucho polvo, por lo que todos los implicados se hallaban buscando una buena panorámica desde la que no salir con un agujero en la cabeza.

Vi aprovechó la humareda, junto a otros tres vigilantes que también portaban guanteletes de menor calibre, para hacer una avanzadilla y cruzar el puente, arriesgando sus vidas para alcanzar los bloques de escombros que los tiros habían provocado. La luchadora, vestida de vigilante, logró rodear una grúa de carga y se escondió tras ella, pero tendría que acercarse más si pretendía darles caza a esos malnacidos. No sabía qué pretendían, eran unos locos sin más plan que el de sembrar un caos episódico, pasajero. No entendía por qué lo hacían. Y desde su estabilidad mental ya recuperada, se preguntaba si ella había sido así de imbécil, si también habría sido capaz de arriesgarlo todo sólo por hacer daño y provocar el caos. De repente, un nuevo flujo de balas la hizo respingar del susto y apretarse contra la grúa. Dos disparos se colaron por debajo del chasis del aparato y por poco la rozaron: fue la única confirmación que Vi necesitó para saber que los atacantes sabían su posición. Su única protección era la corporal. Si un tiro la alcanzaba en la cabeza, se acabó.

Respiró hondo.

—¡¡Sevika!! —la voz de la sheriff se oyó, haciendo que el trueno de balas se detuviera sólo unos segundos. —Has perdido. Haz el favor de entregarte pacíficamente, ¡¡esto es absurdo!!

Sevika no respondería. No era tan idiota. Caitlyn tenía la puntería y el alcance de un halcón, si le decía dónde se encontraba, estaba frita. O al menos así la concebía su mente retorcida. En cambio, sí le sirvió para saber más o menos la posición de la vigilante. Así que se cerró la visera y le hizo un gesto con los dedos a Sid, que asintió y preparó su arma.

Sevika no hizo ninguna ceremonia, trazó un plan corto, rápido y sencillo. Cuando miró al lado izquierdo, hizo otro gesto al otro muchacho que quedaba vivo; el chico asintió y se puso a disparar hacia todas direcciones, provocando más neblina por el destrozo del puente y de sus estandartes. En ese momento, los vigilantes respondieron en la misma dirección de donde provenían los tiros, y eso le dio un margen a Sevika para salir hacia el puente, donde no había nada tras lo que ocultarse. Sid se asomó desde su viga, siguiendo la trayectoria de su jefa con la mirada y el pulso algo tembloroso. Sevika cargó el arma y rápidamente apuntó a la primera mujer morena que reconoció. La mujer vigilante recibió un disparo que la tiró al suelo. Caitlyn en ningún momento había salido de su escondite, pero al ver a su subordinada abatida cerró los ojos y comprendió que aquello era una especie de llamada al duelo. No iba a caer en la trampa.

Pero hubo una segunda mujer que sí cayó en la trampa. Sevika apenas tuvo tiempo de reaccionar. Recibió un puñetazo que la mandó al otro extremo del puente, y la espalda acorazada de Sevika por poco rompe las barandas que aún estaban en pie. Dio un quejumbroso gemido y luchó por ponerse en pie; ambas empezaron a repartirse puños por todos los costados, moviéndose y girando para tratar de esquivar a la otra. Danzando a la velocidad que iban, era complicado acertar un tiro certero a alguna de ellas, y esa fue la razón principal por la que los vigilantes no dispararon, ni Sid tampoco, que era el único que tenía visual desde el otro lado.

—No —susurró Caitlyn a uno de sus aprendices, que tenía el ojo tras la mira e intentaba enfocar a la mujer de piel morena. —No dispares a ninguna, puedes fallar. Y aparta de ahí.

El chico la obedeció y sólo medio segundo después, una ráfaga de tiros llegó hasta su anterior posición, alguno del otro bando los había visto.

—Márchate a comisaría.

—¡Pero sheriff!

—Obedece… te falta experiencia para esto, eres apenas un niño. Vuélvete.

El muchacho corrió yéndose por el mismo lugar del que vino. Los vigilantes seguían buscando, desde su lugar, a los que disparaban, que cada vez y ante su minoría, eran más difíciles de localizar. Caitlyn corrió rápido hacia la otra viga y en su trayecto dos tiros la persiguieron, no la alcanzaron por muy poco. Le resultó raro que no dispararan abiertamente a Vi u otro vigilante… habían disparado, sí, pero no desde que conocían su posición. Quieren matarme a mí…

Asomó su cabeza lentamente, y cuando uno de sus ojos captó la pelea entre Sevika y Vi, vio un destello lejano. No miró ni siquiera por curiosidad: se ocultó rápido, pero por muy veloz que fuera, el tiro la alcanzó en la piel lateral de sus ojos, rozándola.

—¡Ah! —se tocó la zona de la sien con la mano. La bala la rozó limpiamente, era un corte superficial, pero un par de centímetros hubieran significado quedarse tuerta. El corazón se le aceleró, preocupada. El objetivo debía ser ella. Sevika tenía a sus esbirros apuntándola y esperando cualquier descuido. No podía asegurarlo, pero la situación parecía indicarlo. Y no creía equivocarse… no, no lo creía. Lanzó una piedra hacia el otro lado, y una pequeña ráfaga de tiros volvió a disparar hacia donde la piedra se movió. Las personas tras los disparos parecían muy nerviosas por acertar en ella. Acababa de confirmar que era el objetivo principal.

Vi y Sevika seguían empujándose y tratándose a golpes animales. La pelirrosa tenía una fuerza con la que Sevika sólo podía soñar, y pronto se dio cuenta de que el abandonar el shimmer no le había hecho perder potencia. No había tenido ocasión de acertar en Caitlyn, y ahora sabía que ni ella la había visto, y que Caitlyn tampoco la había visto a ella. No más de dos segundos, porque sino, la dispararían los zaunitas. Sus tiradores no habían logrado matarla aún porque seguían disparando. En un momento dado, coló un puño en la barbilla de la pelirrosa y Vi escupió sangre hacia un lado. Contraatacó con un golpe de codo y luego una patada, pero como siempre, el último golpe de gracia fue un puñetazo que le rompió parte de la visera. Frunció el ceño al ver que el cristal no se llegaba a despedazar del todo: eso le extrañó.

—Eres una víbora tramposa —farfulló Vi, mirándola con odio. —Pero la has cagado hasta el fondo. No saldrás de aquí.

Comenzó a golpearla sin parar. Sin descanso. 

Cait no quería pedirle a ninguno de sus hombres que se asomara. En su lugar, se puso de rodillas para cambiar la posición de la cabeza con respecto al tirador, y se asomó furtivamente: el único que logró captarla a través de la mira fue Sid, pero no le dio tiempo a dar un tiro, porque las otras dos se movían delante de su objetivo continuamente, sin parar de golpearse. Lo que sí vio también es que Sevika empezaba a perder el resuello, sus golpes eran más cansados, los hombros se le caían, ya no era capaz de mantener la guardia en alto. No podía ver su expresión por llevar el casco, sin embargo, era palpable por la poca eficacia de sus movimientos, estaba mareada. Le corroyeron los nervios y el odio. Tomó una decisión y suspiró, bajando unos segundos el arma y quitándose la visera. Miró a la izquierda y avisó al arquero que Sevika tenía preparado. Las balas de unas armas como las suyas, notablemente más rudimentarias que la de los vigilantes, no lograrían atravesar la coraza del traje que Vi llevaba. Pero las flechas sí. Oh, sí, las flechas sí. El hombre hizo el gesto que el arquero estaba esperando y desde la esquina que estaba, el otro le copió y preparó su arco. Vi estaba dándole tal paliza a su contrincante que Sevika de pronto cayó de culo al asfalto, respirando con una intensidad apabullante, sentía dos costillas rotas… como mínimo. La fuerza de los guanteletes era inexplicable, atronadora. Definitivamente era una luchadora con todas las de la ley. Y ella también. Pero no era mejor que Vi y a la vista estaba. No había sido capaz de bloquear, y las veces que había bloqueado, había sido igualmente doloroso. Trató de ponerse en pie pero un nuevo puñetazo la echó abajo. Vi dio pasos lentos hacia ella, preparando los nudillos.

Caitlyn preparó un francotirador; sus subordinados miraban pasmados la rapidez de sus manos a la hora de alargar el cañón y aumentar la trayectoria. Además, era un diseño con la marca de hextech. Cuando acabó, no perdió el tiempo y se asomó por la viga. Un nuevo destello. Se ocultó, y oyó la ráfaga de tiros. Asintió con la cabeza.

—Saben que estoy aquí, no dejarán de mirar esta viga. Diles a los del lado derecho que disparen al que se oculta en…

—Están muertos, sheriff… —declaró uno de ellos, con voz preocupada.

—¿Los cuatro?

—Los cuatro.

Caitlyn suspiró, un poco impactada y apenada. Frunció las cejas: no iba a dejarse ganar mentalmente.

—En ese caso no hagáis nada. Quedaos en vuestra posición y no ataquéis. Pedid refuerzos para asistir a los que aún estén respirando, pero que no se arriesguen tampoco a atacarles.

—¡¡Son inferiores en número!!

—Eso da igual. Para llegar hasta ellos necesitamos tiradores que asciendan por el lado derecho, está desprotegido. Sólo necesito acabar con el que se oculta en la viga de mi lado, que es el que está aprovechando la pelea de Vi y de Sevika para no ser tiroteado. No sé qué hace, pero está continuamente con el ojo en la mira. Si no logro matarle y me acaba él, pedid refuerzos. Pero ni se os ocurra salir al lado derecho sin que nadie esté cubriendo, porque vais a morir como ratas.

Sus subordinados asintieron, alguno con la cara más descompuesta que otro, pero volvieron al lugar que la sheriff les ordenó. Caitlyn esperó unos segundos. Cuando se volvió a asomar, lo hizo sólo medio segundo, para incitar al tirador a apuntarla. Rápida como una bala, se asomó por el otro lado y pilló al tirador haciendo su ráfaga donde acababa de asomarse ella. Disparó una sola vez.

Sid abrió los ojos acojonado al sentir a su amigo desplomarse con la cabeza reventada, justo en la viga de al lado. Un solo tiro. El corazón le iba a dar un ataque, sentía la taquicardia como nunca. Era demasiado buena… él iba a morir. Algo en su espíritu se lo decía: ese era su último día, había cometido muchas canalladas al lado de Sevika. Se preguntó… se preguntó qué pasaría si la dejaba sola, pero entonces la vio luchar, en el charco de sangre en el que Vi la estaba sumiendo poco a poco, y vio que ni aún cansada y hecha una mierda paraba de propinarle puños o de defenderse, aunque no tuviera ya éxito ninguno. Entonces comprendió lo que Sevika quería decir con aquello de provocar una guerra.

No puedo matar a la sheriff. Antes ella acabará conmigo. Tengo que ser más práctico. Hacer lo que mi instinto me ha mandado escasos segundos atrás.

Miró al arquero y le hizo un mensaje con las manos nuevamente, esta vez con un contenido letal. El hombre, confuso porque antes había recibido otra orden de él, tardó un poco más en asentir, pero lo hizo. Colocó una flecha de hierro larga y muy fina tras la cuerda, y apuntó. Sid rezó para que no le pillaran.

Caitlyn disparó una vez más, pero debido a la rapidez con la que las dos luchadoras se estaban arreando, la bala rozó el hombro de Sevika, no llegó a impactarle lo suficiente. Rápidamente volvió tras otra viga y recargó el arma. Encañonó la viga tras la que sabía, estaba el otro secuaz que vigilaba a las mujeres peleando. Sabía que estaba allí, podía ver la punta de su arma, pero no tenía ángulo para acertarle. Así que corrió de nuevo hacia la viga donde estaba, aprovechando que el otro cabrón que había estado atentando contra ella había muerto. Pero se llevó una sorpresa. Cuando corrió hacia allí, una segunda ráfaga de tiros la persiguió, y una bala logró alcanzarle la suela de la bota. 

—Maldita sea, no tengo visual. Si hay más, no sé dónde se esconden.

Vio un destello por la mira, y dio una voltereta para apartarse rápidamente. Al ponerse en pie de nuevo, disparó y acertó en la frente del chico. Por suerte, la bala que la alcanzó a ella sólo había despegado la suela del resto de su calzado. Los golpes de Vi y de Sevika continuaban siendo encarnizados, y se paró a mirarlas preocupada. Tenía que intervenir. Tomó aire y apoyó una sola rodilla en la acera, cargándose el arma al hombro. Estudió la pelea igual que hacía el otro, agazapada tras la montaña de yesos partidos, y reanudó su plan anterior: disparar a Sevika en alguna parte que la dejara tirada de una vez, con eso bastaría para encarcelarla. Vi no paraba de meterle puñetazos de derecha, y esta vez parecía que la otra no lograba bloquearlos bien. El cansancio ya no podía ser absorbido por el shimmer, ni siquiera el brazo mecánico de Sevika respondía bien. Caitlyn puso el dedo en el gatillo mirándolas fijamente. Vio a Vi recargando el brazo en alto para darle otro puñetazo, cuando de repente, una flecha llegó hasta ella y la impactó bruscamente hacia adelante, haciéndola dar un par de pasos. Caitlyn entreabrió los labios y las pupilas se le hicieron pequeñas, por el shock. El arma se le cayó de las manos y miró alucinada, sin reaccionar. Había sido una sorpresa para todos, pero sobre todo para la propia Vi. Cuando ésta bajó la mirada despacio hacia la flecha, y sólo en ese momento, empezó a notar el dolor punzante y desgarrador. Sevika abrió los ojos desmesuradamente, iracunda, y miró hacia el arquero sin entender una mierda qué estaba pasando. Pero tuvo que volver a mirar a Vi, y la miró a los ojos a través de su visera. A Vi se le mareó la mirada, y dio un paso débil hacia atrás, como si empezara a costarle estar de pie. Tosió y salió sangre de su boca. Rodeó la flecha que tenía atravesada en mitad del costado. Había sido un tiro diagonal muy certero. Trató de tirar de ella, pero el simple hecho de intentarlo casi le arranca el alma, así que no lo hizo una segunda vez. Cayó al suelo, y notó una convulsión que no pudo controlar.

Sevika volvió la mirada al arquero y preparó los pulmones para gritar, cuando de repente, vio claramente cómo dos tiros impactaban en la cabeza del muchacho y caía de lo alto de su torre.

—¡¡Levántate y huye de ahí, estúpida!! ¡¡Vámon-…!!

Caitlyn recargó y disparó de nuevo, cortando la frase de Sid cuando abría la boca. El hombre salió proyectado hacia atrás y sintió el quemazón intenso y el sabor a metal, a pesar de que el tiro le había abierto el cuello. Lamentó con todo su ser no haber muerto en el acto. Sus ojos eran lo único que podía mover del cuerpo, balbuceaba adolorido, pero tampoco podía gritar. Caitlyn salió de su escondite y avanzó al trote hacia donde estaban las mujeres.

Vi apretaba los dientes, de ellos salía sangre. Desactivó los guanteletes y puso la mano temblorosa de nuevo alrededor de la flecha. Caitlyn estaba tan acelerada que tropezó torpemente al caer a su lado. Le apartó la mano de la flecha, tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¡Ni se te ocurra!

—Cupcake, qué rápida…

—No hables —se limpió las lágrimas con el dorso de la muñeca y trató de calmar su respiración, al menos delante de Vi. Un atisbo de luz pareció instalarse en sus iris turquesas al darse cuenta de que la trayectoria estaba en «buena» zona. No era médico, pero quería ponerse en lo mejor… y lo «mejor» parecía indicar que la diagonal del artefacto no había pillado la ubicación de ningún órgano… pero ni siquiera estaba segura. —Vi, no te muevas… ni un centímetro. Ni uno, ¿me oyes?

Vi tuvo una convulsión y miró hacia otro lado, gimiendo de dolor. Cait apretó los labios temerosa, las convulsiones involuntarias nunca eran buenas. Su fino oído notó desplomarse un par de ladrillos en la lejanía, abrió los ojos y volvió a ponerse en pie, girándose rápidamente con el arma apuntando ahí. Nadie había hecho nada esa vez: el arquero había sido el último en morir. Pero parecía que el tal «Gabriel» trataba de pedir una especie de auxilio. Caitlyn se acercó a él sin dejar de apuntarle, encañonándole. Cuando lo tuvo de cerca, apretó mucho la expresión… primero por la carnicería que le había hecho en el cuello sin pretenderlo, y luego por la rabia que él le provocaba.

—C…Cai…sh…

Caitlyn lo miró apática y fría como el hielo, sin expresión. Aquello no era natural en ella en absoluto. Pisó más cerca de su cuerpo y dejó el arma a un lado, acuclillándose frente a él. Sid cabeceó como pudo, la aorta no paraba de borbotear a pulsos rítmicos por la herida de bala, estaba muriendo peor que un cerdo en el matadero. Los siguientes ruidos que oyó Cait fueron de los refuerzos de vigilantes y los sanitarios, atendiendo a Violet. Deseaba estar con Vi en aquel momento, pero miró nuevamente a Sid.

—Te abrimos las puertas de nuestra casa, sólo para dejar que la llenaras de mierda y de desconfianza.

Sid pareció poner con mucho esfuerzo una expresión de pena. Como pudo, señaló el arma, y se señaló a sí mismo. Caitlyn sabía que en una situación así, uno desearía morir rápidamente. Lo estudió largos segundos, mirando cómo seguía perdiendo sangre y su rostro era la viva expresión del dolor inconcebible, sin poder quejarse. Cait se puso en pie poco a poco y se marchó de su lado, sin darle el tiro que le pedía. Una parte de ella se sintió muy mal. Pero no era perfecta, ella también tenía cosas que aprender. Quería que muriera sufriendo, y aunque fuera un pensamiento impropio de alguien pacífico, allí le dejó.

Cuando reanudó la marcha hacia su equipo, vio cómo ignoraban por completo a Sevika con el fin de priorizar a Vi, y en consecuencia, Sevika se había estado arrastrando hasta un arma que había por allí tirada. Caitlyn apenas podía creerse la maldad de aquella mujer. Paró de andar y cargó el arma al hombro.

—Es el único aviso que te doy. Suelta eso que estás tocando.

Sevika la vio y se asustó, no sabía que la estuviera mirando. Levantó los brazos en símbolo de indefensión, apurada por el instinto de supervivencia. Cait no dejó de apuntarla, pero oyó los gritos insoportables de Vi al ser llevada en camilla. Ni siquiera tenía idea de cómo iban a quitarle la flecha sin desangrarla… quitarle el traje sería doblemente doloroso. Podía morir perfectamente. Eso provocó algo en su cuerpo. Ya había empezado a bajar el cañón, pero cuando pensó en aquello tan oscuro, volvió a apuntar a Sevika y disparó tres tiros directos a su cabeza protegida, haciendo que todos los vigilantes se alarmaran y giraran rápidamente. Se encontraron con su sheriff acribillando a la atacante. Uno de ellos, que transportaba las esposas para ajusticiarla, corrió hacia Caitlyn.

—Sheriff…

El hombre se sorprendió al ver la irritación que Cait tenía en la mirada, estaba llena de odio y de dolor.

—Si muere no irá a la cárcel, eso te lo prometo…

—Sheriff, tranquila… llevarán a Vi al hospital. No pierda la esperanza.

Sevika dejó de hablar, pero no de moverse. Gemía angustiada, porque los tres tiros que le había dado habían retumbado en aquel casco como si fueran losas de mármol, y le temblaba el cerebro. Ella misma se lo quitó con gran esfuerzo y dolor, gimoteando, sentía como si el cráneo fuera a reventarle o le hubieran movido algo por dentro. Vio borroso dos botas militares acercarse.

Y lo siguiente que vio cuando irguió la mirada, fue a una mujer de pelo azul tomando impulso y cruzándole la cara con la culata de su rifle. Sevika perdió la consciencia inmediatamente.

 Sevika perdió la consciencia inmediatamente

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