CAPÍTULO 25. Soy una vigilante
Comisaría de Piltover
—¿Qué es ese día que está rodeado en rojo? —Vi observaba curiosa el calendario que había anclado en el despacho de su novia. Por lo general, todas las hojas estaban escritas hasta los márgenes de los quehaceres que la sheriff tenía. Pero el último día de junio estaba rodeado con un bolígrafo rojo, y después ya no había más nada. Levantó el papel para fijarse en los siguientes meses; no había nada señalado hasta dos meses después. Al cabo de un rato giró la cabeza, pero Caitlyn parecía estar sumida en la lectura de una agenda. Sabía reconocer su expresión de concentración: siempre se acariciaba el labio inferior con el meñique cuando estaba leyendo. Vi se quitó las hombreras al ver que ya casi era la hora de almorzar, las dejó sobre su escritorio. Se adelantó hasta la mesa ajena y paseó por detrás de su butaca, echando un vistazo a lo que leía.
—¿Quién es esa?
—Alguien de quien desconfío. Pertenece a la familia Ferros.
—¿Desconfías de ella? —Vi se fijó en el retrato de una mujer con el pelo corto, blanco, y los ojos antinaturalmente azules. —¿Es humana?
Caitlyn sonrió con perspicacia.
—¿Lo es Viktor?
La otra desvió la mirada a la sheriff, arqueando una ceja.
—¿Lo dices por su pierna?
—He oído que no piensa dejarlo estar. No sólo será la pierna, de aquí a un tiempo. Te recuerdo que él sigue en camilla tras la detonación, y no con buen pronóstico precisamente —cerró el portafolios y se estiró en la butaca, echándose unos centímetros atrás. Volteó la silla para mirarla de frente. Vi se encogió de hombros.
—No me extrañaría que expandiera la tecnología por el resto de su cuerpo. Quedó bastante maltrecho.
—Eso es. —Miró de soslayo la carpeta que acababa de cerrar. —Ella es parecida. De cintura para abajo, pues… por lo visto tuvo un buen motivo para su cambio. Como Viktor.
—Pero sigue siendo humana.
—Lo sé. Al menos en parte lo es. —Asintió y miró un punto lejano del despacho. Estaba cavilando. —De todos modos no es ese el motivo por el que desconfío. Tiene un carácter peculiar, y es… muy orgullosa.
Vi volvió a encogerse de hombros y puso la mano encima de la carpeta, haciendo ruido. Esto hizo que Caitlyn parpadease y subiera la mirada a ella.
—No me has respondido —dirigió la mano al calendario de la pared. —¿Qué pasa el 30 de junio?
Caitlyn sonrió brevemente al dirigir la atención al calendario. Se levantó poco a poco y se puso delante de ella, llevando ambas manos al cuello de su traje. Se lo ajustó un poco para ponérselo bien y luego dejó los antebrazos colgando de sus hombros, al aferrarse más a su rostro.
—Bueno, no quería decírtelo pero… son mis vacaciones y las tuyas. Tenía algo preparado.
—¿Vacaciones? ¿Tan pronto?
Caitlyn arqueó una ceja, medio riendo.
—El tiempo se pasa rápido cuando se está ocupado… pero ya llevas varios meses delante de esa mesa. Y bueno, en mi caso, he retrasado tanto mis vacaciones que las he hecho coincidir con las tuyas.
—Pf, pues vaya cosa… yo ya tenía mis planes. —Puso un tono de hartura, resoplando. Caitlyn hizo un mohín… pero al fijarse bien en sus ojos, descubrió que le estaba mintiendo. Ya empezaba a traducir mejor sus ácidas bromas.
—Si quieres me voy yo sola a la isla…
—¿Isla…? —A Vi se le pasó la broma con la que la troleaba, ahora quería saber.
—No te quiero decir nada más.
—No es justo… yo no he podido prepararte nada porque pensaba que tus vacaciones eran más adelante…
—Soy tu superior —dijo divertida, ahora se encogió ella de hombros. —Sé cuándo son las vacaciones de todo el mundo antes de que se les informe…
—Y entonces… —susurró, pensativa. —¿Adónde iremos?
—Descuida, no esperes que haya programado un itinerario de todos los días. Simplemente es estar unos días tranquilas lejos de Zaun y Piltover… si te parece bien, claro.
—Suena… suena bien… —murmuró un poco cortada. Se rascó detrás de la oreja, y tardó un rato en volver a mirarla. Cait la miraba con el ceño un poco fruncido.
—Aunque si prefieres ir a otro lado, puedes decírmelo. Iremos donde te apetezca.
—No es eso, es… —apretó un poco los labios y suspiró— ¿cuánto te ha costado? Tengo algo ahorrado desde que empecé a trabajar aquí, pero dudo que alcance para ir a zonas exóticas.
—Por favor… qué pesadilla le tienes a ese tema del dinero —unió las manos tras la nuca de Vi y se le acercó más. Pareció que iba a por sus labios al principio, pero después lentamente se movió a su oído. Vi tuvo un fuerte escalofrío al notar que la mordía en el lóbulo, la puso nerviosa. Oyó su susurro. —Pero si tanto te afecta, se me ocurren otras formas en las que puedes agradecerme…
Vi la agarró con fuerza de las caderas y la pegó a su cuerpo, haciendo que Cait empezara a reírse. La sentó sin tardar sobre su escritorio y la agarró de las mejillas, empezando no a besarla, sino a devorarla. Cait suspiró un poco impactada, era difícil controlarla, pero la agarró suavemente de las muñecas y se distanció, sonriendo.
—Sh, tranquila… aquí sabes que no, que puede entrar cualquiera.
—Sabes que no tengo ningún aguante con eso. Me provocas… —dijo en un bufido controlado, pegándose de nuevo a su cuello y buscándola allí en un beso intenso, saboreando su piel y su perfume. Cait se mordió el labio, pero tuvo que obligarse a evadir los pensamientos lascivos que Vi le provocaba. Cuando la vio ponerle las dos manos en la blusa las sujetó rápido, parándola.
—Eh, eh, eh… tranquila…
Vi suspiró roncamente y bajó las manos, sonreía. Las puso al final a cada lado de sus piernas, en el escritorio.
—Llegará el día en que te folle en esta mesa. En tu mesa. Vete mentalizando, bombón…
Caitlyn la empujó riendo y se bajó del escritorio.
—Ya ibas a romperme la blusa de nuevo, ¿verdad? —se alisó la blusa como pudo, y la acomodó también bajo el chaleco del traje. —Ya te advertí que a la próxima, me coserías botoncito por botoncito.
Vi la miró de arriba abajo sonriendo, aún con una mano apoyada en el escritorio. Pero se fijó en un detalle y se incorporó, alcanzando a Caitlyn del brazo. Cuando la volteó hacia ella tomó con cuidado el corazón de madera que llevaba al cuello, nunca se lo quitaba. Sonrió dulcemente y la miró, acortando distancias con su boca.
—Me gusta que lo lleves siempre puesto —murmuró, acariciándola de la mejilla. Cait sonrió también y se inclinó a su boca, rozando sus labios.
—Bajo ningún concepto me lo quitaría.
Al cabo de un rato, salieron a almorzar. Decidieron vestirse y comer lejos de la comisaría, pues ya habían terminado la jornada laboral. Era el primer fin de semana que coincidían. Normalmente, Caitlyn tenía que quedarse más horas. Cuando se sentaron en una terraza y el camarero las atendió, Vi se fijó en la vestimenta veraniega de su chica.
—Qué linda que eres. Todo te queda tan bonito… —la miró de arriba abajo, pero sin ningún atisbo de lujuria esta vez. Caitlyn tenía muy buen cuerpo, y a pesar de que ella también lo tuviera, eran muy diferentes. Cait era la que se llevaba siempre las miradas masculinas allá donde fueran. Ella las ignoraba, por supuesto, porque no le interesaban, pero Vi no las ignoraba, y tampoco pasaba por alto el éxito que tenía con las mujeres.
Para desgracia de Vi, hoy sería otro de esos días.
—¡Chicas! ¿Caitlyn? ¿Vi? ¿Sois vosotras?
Cailyn se giró por el grito y se puso de pie, pero Vi no lo hizo y menos al comprobar de quién se trataba. Emma, la chica repostera, se acercaba. Iba de la mano con otra mujer, notablemente más mayor que todas ellas y bastante enjoyada. El primer pensamiento que se le cruzó por la mente fue que se trataba de su madre, pensamiento que descartó al hacer un rápido análisis físico. No se parecían ni en el blanco de los ojos. Caitlyn intercambió algunas palabras con ella, fiel a su simpatía. Vi sin embargo estiró las piernas en la silla y hubo algún punto de la conversación donde dejó de atender el soporífero monólogo que la repostera estaba manteniendo para acaparar la atención de Cait.
—… y por eso es que he estado haciendo menos cantidad de magdalenas, bueno… es que me hice bastante daño, ¿sabes? La gente ya no mira por dónde va. Oye, tú que tienes más experiencia, ¿te importaría echarle un vistazo?
Caitlyn parpadeó unos instantes y asintió, aunque un pensamiento intrusivo le hizo volcar la vista en Vi, de reojo, como queriendo comprobar si andaba molesta. Al menos externamente, no lo parecía, Vi no las observaba demasiado. Y la mujer enjoyada, que ni había saludado, tampoco hizo ningún gesto raro. Caitlyn procedió a tomar la muñeca fina de Emma y retiró las vendas, tal y como ella le pidió.
—No tiene buena pinta. ¿Hace cuánto que pasó?
—Una semana. Los conductores no tienen respeto ninguno por los ciclistas, eh…
—Siempre he creído que es peligroso ir en bici por la carretera, igualmente —alegó sin mirarla, con los ojos plenamente concentrados en el estado de la herida que tenía. Supo que se había roto uno de los huesecitos de la muñeca nada más verla, estaba deformada e inflamada. Al presionar con un poco con el pulgar en esa zona, volvió la vista a Emma. —Sabes que tiene líquido, ¿verdad?
—Lo sospechaba en cuanto me has retirado las vendas. ¿Por qué puede ser?
—Pues… bueno. No soy médico, pero puede ser por infección en esta articulación —paseó el índice de un extremo a otro, y luego marcó la piel abultada—, pero esto parece llevar tiempo. Honestamente, yo iría a un traumatólogo y que él considere pincharte o no.
—¿¡Pincharme!? ¡Qué miedo! ¿Puedes venir conmigo?
—Pues claro que no puede. Qué tocapelotas —se oyó cerca de ambas; el ambiente se tensó de un segundo a otro.
—Vi —Caitlyn entrecerró los ojos, un poco enfadada por su contestación. Vi seguía sin mirar a ninguna, se dedicaba a hacer bolitas con las servilletas que había sobre la mesa del restaurante.
—Já, qué chica tan maleducada —comentó la señora mayor, que hasta el momento no había intervenido. Vi soltó la bolita de papel y se agarró a los reposabrazos de la silla, poniéndose en pie despacio.
—Caitlyn, me quiero ir. Ya no quiero comer aquí.
—Bueno, Emma, lo creas o no me viene un poco mal acompañarte, tenemos cosas que hacer…
—Tranquila, si lo entiendo. —Dijo con la voz sombría, parecía no esperarse que la vigilante le dijera que no. Eso le molestó, principalmente porque no estaba acostumbrada.
—Pero si quieres puedo darte la dirección de mi traumatólogo, está harto de atendernos todos los meses porque siempre nos acabamos haciendo daño en alguna misión. Si le dices que vas de mi parte, te atenderá sin cita previa, estoy segura.
—Yo no quiero molestar… y creo que ya lo he estado haciendo.
—Que no, joder —murmuró más cabreada, pero intentó sobreponerse rápido. —No le hagas caso. Dame un segundo. —Se inclinó sobre la mesa y se sacó un bolígrafo del bolso. Apuntó en una servilleta una dirección y la dobló por la mitad, entregándosela. —Ten. No me has pedido nada malo, es normal que tengas preocupación por la muñeca. Además, se resiente mucho a la hora de amasar. Espero que vaya todo bien.
—Gracias —la pequeña prácticamente saltó de alegría, y rodeó a la peliazul con mucho ánimo, estrechándola entre sus brazos. Vi tuvo un cortocircuito al ver aquello, no se lo podía creer. La niñata tenía una desfachatez asombrosa y esas confianzas que se tomaba la enviolentaban por dentro. Nuevamente, el lado sano de su cerebro trató de tomárselo con humor y luchar contra el lado oscuro.
Le gusta y piensa que tiene posibilidades, por eso te está provocando de esa manera. La perderemos de vista y no la volveremos a ver.
Caitlyn correspondió al abrazo algo incómoda, ella tampoco se sintió muy a gusto. Por muy simpática que fuera Emma, no la había desencasillado aún mentalmente de su puesto como repostera de la panadería, y sentía ahora como si la chica se hubiera saltado varios peldaños de confianza de golpe para darle un abrazo. De todos modos, era un gesto que asociaba con su carácter amigable y dulce, y por eso quizá la gente de su alrededor no se lo llegaba a tomar mal. Cait fue la primera en dejar de abrazarla, y Emma aflojó los brazos mucho más poco a poco. Al final, ni siquiera les presentó a la mujer enjoyada. Pero cuando se alejaron por fin unos metros de ellas, la pareja pareció muy acaramelada.
—Aaaaaaamigo. Míralas. Está con su sugar mummy.
—No digas tonterías.
—¿Acaso se te ocurre otra explicación? Tampoco me extraña, como es pequeña y modosita se cree que puede atraer a cualquiera del ala. Seguro que en poco tiempo la ves fuera de la panadería y con la bici cambiada por un cochazo, qué te apuestas. —Le tiró una bola de papel que impactó en su nariz, haciendo a Caitlyn reaccionar. Se había quedado pensativa.
—Sabes, cuando me ha explicado cómo ha sido el accidente no he podido evitar sospechar.
—Joder, ¿vamos a seguir hablando de ella?
Vi empleó un tono más fiero, y en ese instante Caitlyn la miró fijamente, sorprendida. Irguió la espalda de allí hasta dejar de apoyarse en la mesa.
—No, no…
—Perdona. Perdóname —dijo rápido, al ver que le había sentado mal. Se adelantó donde estaba ella y la acarició de un hombro, mirándola. —Tengo un constante runrún en la cabeza cuando ella aparece, porque sé que tiene intenciones contigo y tú quieres que sea buena.
—Buena ya eres. Lo que quiero es que no espantes a la gente sin motivo, por muchas intenciones que veas.
—Ojalá tuviera tu temple. Pero lo intento, de verdad que lo intento.
Caitlyn acabó esbozando una tenue sonrisa, y la empujó de los hombros hacia abajo para que volviera a sentarse en la silla de la que se había levantado. Después se sentó ella, y teniéndose frente a frente, le cogió la mano. Rasgó con suavidad el dorso de la mano de Vi, en círculos, y se quedó mirándola.
—Pero te voy a quitar el mal humor rápido. Me gustaría que tuvieras algo.
—¿Algo…? —preguntó la otra, mirándola con curiosidad.
—Sí. Y hubiera lamentado que hubiera llegado Emma o cualquier otro a interrumpirme ahora, así que mira. Al final hemos tenido suerte de encontrarla antes.
Vi no contestó, la seguía mirando con curiosidad. Se quedó helada cuando extrajo un pequeño objeto del bolsillo central que tenía su vestido, era alguna cosa pequeña envuelta en una toallita de seda igual de minúscula. Caitlyn lo desenvolvió sin ninguna ceremonia tras colocarlo sobre la mesa, se trataba de un anillo. A Vi se le abrieron mucho los ojos y alternó la mirada con ella.
—Ah… eh… ehm… Caitlyn…
—No digas nada… no hace falta.
—Dios mío, espero que no te vayas a poner de rodillas ni nada por el estilo… —se le ocultó la voz al taparse la cara, se estaba empezando a poner roja lentamente. Miró hacia los lados, nadie la miraba y en el fondo probablemente no le importaría, o no le debería de importar, pero jamás se imaginó que fuera a vivir algo así. Caitlyn se encogió de hombros, mirándola con una sonrisa de oreja a oreja. Parecía disfrutar con aquella reacción.
—Pues no pensaba arrodillarme, pero no me molesta hacerlo —se fue levantando de la silla, pero a mitad de camino la pelirrosa dirigió una mano hacia ella, muerta de la timidez.
—¡No, no… no! Siéntate, haz el favor… que me vas a sonrojar del todo, mujer. Ya, siéntate.
—Vale, vale… —dijo con una sonrisa maligna, tomando asiento de nuevo. Cogió el anillo y con la mano contraria sujetó la mano de Vi, acariciando el dorso de su dedo anular como si estuviera preparándolo para lo que iba a hacer. Vi tenía ese brazo extendido hacia ella pero seguía muy roja, tímida total. Es extraño y bonito verla así, pensaba la sheriff. Caitlyn fue perdiendo la sonrisa poco a poco, mientras el precioso anillo con grabados en madera, y algo similar al barniz que lo hacía brillar, se deslizaba hasta adornar el dedo anular. Vi apretó un poco los dientes al ver esta escena.
—Para mí, este colgante que me diste ya significó una alianza de una manera u otra. Y no quiero dividir el corazón para darte la mitad… yo… bueno, simplemente… quería que tu también tuvieras algo mío. Iba a ser de oro blanco, pero habrías puesto el grito en el cielo. Así que está cubierto con un material para que nunca tengas necesidad de quitártelo. Si tú lo quieres llevar en la mano o colgado al cuello es tu decisión… lo que me importa es que lo lleves.
—Lo llevaré.
—Sé que no hemos hablado de casarnos, ni nada de eso, pero… bueno, lo hagamos o no, para mí esta vida que llevo contigo ya es estarlo.
Vi no se veía capaz de contestar más palabras, estaba asimilando lo que acababa de ocurrir. Daba igual que se lo pidiera o no. El simple hecho de verla poner un anillo en su dedo significaba muchas cosas que no se esperaba vivir jamás. Tragó saliva y se miró el anillo más de cerca. Después le devolvió la mirada.
—Eres maravillosa…
Caitlyn soltó una risita, parecía notablemente más tranquila.
—¿Comemos ya?
Vi asintió.
Semanas más tarde
Viajaban en el mismo dirigible que un día Powder juró transitar, el mismo dirigible que Mylo juró atravesar de un disparo. Cómo era la vida. Al final, Vi había sido la primera en subirse a uno de ellos, cuando nunca le había hecho mayor ilusión. De la mano de Caitlyn todo era ilusión. Parecía estar viviendo un cuento y en parte odiaba sentirse protagonista. Pero adoraba que ella fuera el epicentro de su argumento. Según el dirigible ascendía y dejaba atrás la civilización, Caitlyn abrió un mapa y la pelirrosa pudo ver todas las flechas que había dibujadas en el plano.
—¿Qué es todo eso?
—La ruta por la que nos tenemos que mover para llegar a la isla.
El dirigible recibió un bandazo de aire y se movilizó más de la cuenta, haciendo que Vi se pusiera tensa y se agarrase a las cuerdas.
—Oye… esto parece un poco inestable eh… ¿no podemos viajar a menor distancia del suelo?
—¿Qué suelo? Ya no hay suelo, lo dejamos hace rato atrás.
—Es verdad —rio con nerviosismo, asomando con cuidado el rostro por una de las barandas. Las vistas eran preciosas, pero era cierto que no fue buena idea calibrar la altura que tenían. Por primera vez, la invadió un efímero mareo. Se sentó en una de las butacas que el dirigible tenía para los pasajeros. Iban solas, Caitlyn sabía manejar aquel trasto, aunque temía que le ocurriera algo y fuera ella quien tuviera que ejercer de piloto. Le había explicado cómo maniobrar, pero aun así, no le apetecía nada. Al sentarse inspiró hondo el aire limpio. Ya se apreciaba la isla a lo lejos, y Caitlyn sostenía el cordaje con cuidado. —Bueno, por lo menos si nos caemos de este globo caeremos al mar. Eso me alivia.
—Estamos a más de cincuenta metros. El impacto con el agua es como caer sobre cemento desde aquí.
—Caitlyn.
—¿Sí?
—Cállate un poquito.
Caitlyn echó a reír y movió el cordaje hacia un lado un poco más fuerte, lo que ocasiónó que el globo diera un abrupto bajón de golpe. Vi se puso pálida y se agarró rápido a las cuerdas de seguridad del dirigible.
—¿¡Qué pasa!? ¿Nos caemos?
Caitlyn volvió a partirse de risa, mirándola desde su posición con cierta maldad. Vi preguntó.
—¿Y esa cara, qué te pasa?
—Asustona, quién te ha visto y quién te ve…
—¿Lo hiciste a posta? Serás… ¡si no estuviéramos jugándonos la vida te cogería del cogote!
Caitlyn meneó la cabeza riendo y se volvió a concentrar en el trayecto, ya iba siendo hora de bajar de todos modos. Controló el dirigible hasta que apreció el puerto a lo lejos. Ya habían llegado a la isla.
Vi soñó varias cosas la primera noche tan mágica que pasó en esa isla acompañada de su novia. Pensaba en ella, pero también en su hermana, y en las cosas que había pasado con el shimmer. Se preguntó qué efectos habría desembocado esa droga en ella, probablemente lo acabaría averiguando, sí, no era probable, era seguro, lo acabaría sabiendo.
Te encontraré aunque no te busque, Powder. El mundo no es tan grande. Si estás buscando la destrucción de algo y yo la sanación, nuestros intereses chocarán en algún lugar. Sólo espero que no te la lleves a ella ni a nadie a quien quiero por delante. Porque ahora soy vigilante, y tengo que velar por todos.
No fue con lo único que soñó, tambén soñó a la mañana siguiente, cuando se quedó dormida mientras tomaba el sol en una paradisíaca playa. Soñó que compartía una conversación seria con Caitlyn, una conversación en la que no se ponían de acuerdo sobre quién moriría antes, por una causa u otra. Ambas coincidían, eso sí, en que no llegarían a viejas. Al menos Vi no lo haría. Era demasiado impulsiva en la guerra como para hacerlo, había expuesto innecesariamente su vida muchísimas veces desde que era una adolescente, y casi todas ellas queriendo.
—Oye, Vi… veo que no estás muy atenta a mis conjeturas. ¡Ah! Perdona… ¿te habías dormido?
Vi parpadeó saliendo de su ensimismamiento y giró la cabeza hacia ella, aún algo adormilada. Los únicos que las acompañaban y que ya no estaban siquiera a la vista, eran los camareros del bar. No había clientes tampoco. Caitlyn había movido algunos hilos para que tuvieran la playa y el recinto para ellas solas. Dejar pasar las horas con el sonido de las olas y el suave pasar del viento tibio era muy agradable.
—Perdona, me estaba acordando de algo.
—¿Powder?
—De Powder y de Mylo. Les echo de menos a veces. —Empezó a jugar con la arena, tumbada como estaba. —Pero no quiero ser de esas personas negativas y taciturnas que se pasan el día lamentándose entre los recuerdos. Así que perdona.
Caitlyn dejó a un lado el libro que había traído y se volteó hacia su chica, acariciándola de la espalda. Sonrió levemente, mirándola con ternura y dejando que hablara. A Vi sólo le salió mirarla embobada, y al cabo de unos segundos, se abrazaron. Caitlyn siguió acariciando su espalda.
—No me pidas perdón por ser humana —murmuró en su oído. —Es lo que me enamoró de ti.
Vi abrió los ojos un poco sonrojada. Apretó ella con más fuerza la lumbar de Cait, pero separó el rostro para encontrársela igual de rápido.
—Eres lo mejor que me ha pasado. ¿Qué haría sin ti?
—Continuar con todo el legado, no te queda otra.
—¿Yo sola? Si eres tú el cerebro de todas nuestras operaciones… la cagaría.
—No. —Susurró la peliazul, con una sonrisa. La acarició de la cara y se miraron fijamente, aunque al cabo de un corto lapso, Cait bajó la atención a sus labios y dejó de sonreír, acercándolos poco a poco. Unieron sus bocas y se besaron despacio.
Con ella ningún beso es igual al anterior. Hay algo en su ser, en su simple ser, que me hace mejor. Cuando estoy cabreada sólo tengo que mirarla unos segundos. Y se me pasa. Es un anestesiante a mi lado oscuro.
Cartas del gabinete de una vigilante
Mi nombre es Vi. Soy vigilante de Piltover. Protejo Piltover, protejo a Zaun, la protección es mi deber y nací para ello. Mis decisiones me han llevado a formar parte de un grupo al que crecí odiando. Cuando era una niña, mis padres murieron a causa de conflictos que involucraban a los vigilantes. Juré vengarme contra Piltover y todos aquellos que colaboraban de algún modo a alimentar la desigualdad que un día mató a mi padre, a mi madre… y a la salud mental de mi hermana. Juré vengarme, sí, y matar a los vigilantes igual que ellos acabaron de varios modos con nuestra vida. Pero en mi recorrido conocí a una vigilante.
A una mujer, era una mujer. No sé cómo lo hizo, no sé cómo logró ver tan rápido a través de toda mi capa oscura, de mi rabia desmedida, de mi ironía y de mis continuas faltas de respeto. No sé cómo fue capaz de ver la bondad en mi corazón, que aún seguía ahí. En algún momento temprano de nuestra relación me enamoré perdidamente de ella, y sé que fue pronto, porque sólo hizo falta que me mirara con esos ojos tan vivos para darme cuenta de que iba a cambiar mi vida. Con ella todo tiene otro significado, otro valor, otro color. Nunca un beso es igual al anterior. Envidio sanamente su inteligencia, admiro su belleza, y me siento egoísta cada vez que imagino la vida a su lado, sin separarme ni un segundo. La quiero tanto que duele. La quiero tanto, que temo no estar a la altura. Es mi anestesia a todo lo malo que aún pueda seguir coleteando dentro de mí. Pow-pow se habría llevado bien con ella, lo sé. Pero ya no hay Powder en este mundo que pueda entender lo que yo siento, ni que sea capaz de perdonarme.
No siento que haya perdido una hermana, porque la chica que destruye ciudades con bombas y hace daño a familias enteras ya no es Powder. La magnificación de sus trastornos acabó con ella hace tiempo, la exterminó. Si quedaba algo de ella con vida, permanecerá sólo en su recuerdo y en el mío, pero nada más.
Los pensamientos se escribían solos en la cabeza de Vi, materializando su actual posición en la vida. Cerró una etapa mental en ese mismo momento. Cuando inspiró hondo, lo hizo como una nueva Vi. Sintió el tacto suave de la mano de Caitlyn tocándola, y sonrió. Al parecer, una nueva misión las necesitaba.
—¿Vamos? —preguntó Cait, mirándola con una sonrisa.
—Vamos.
Aunque Jinx no estuviera a su lado, podía ser feliz. Y lo sería.