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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 4. Una pequeña confusión

Ymir había partido hacía más de dos meses. Los titanes seguían molestando ocasionalmente la vida normal de los ciudadanos, pero por suerte, la sensación de conocimientos era distinta gracias a la pecosa. Ahora, sabían que todos esos titanes eran eldianos que no podían fallecer, eldianos que como ella, podían pasarse 60 años deambulando por la nada, y que ante nadie que los matara en las inmediaciones marítimas entre Marley y Paradis, aumentaban en número con el paso de los años. Matar a un titán a sabiendas que era una persona eldiana ajusticiada sólo por ser eldiana cambiaba el paradigma social conocido. Historia Reiss apenas podía creerse que aquello fuera cierto, y que el racismo marleyense pudiese llegar a tal nivel.

—Estás increíble, Historia —la chica dirigió sus enormes ojos azules a la voz que acababa de hablarle, al lado del trono. El granjero Jamie, su nuevo mejor amigo, no perdía ocasión para adularla. Aunque ella no pudiera verse a sí misma, su imagen, pese a su estatura, irradiaba grandeza y serenidad. Cada vez que debía presidir en el castillo o atender algún deber militar debía hacerlo con sus vestidos y una larga túnica brillante. Su corona le otorgaba un nivel superior ante cualquier hombre, mujer o niño. Por otro lado, su pureza la hacía parecer un ángel hermoso. Era normal que varios hombres se le hubieran insinuado y acercado, pero definitivamente, fue Jamie el que se había ganado su confianza después de tantas horas en el orfanato campestre. Al mirarle y ver la cicatriz que le cruzaba la nariz volvía a sentirse impotente, recordando la rabia con la que su compañera le había sacudido.

Como siempre, tener un cetro no te convierte en nada, Historia, se decía a sí misma.

Hange no había dado información acerca de los cálculos que Ymir hizo. Ymir le dijo antes de partir que si tardaba dos meses debían darla por muerta, sin embargo, no haría tal declaración pública hasta que pasara medio año… a menos que las circunstancias empujaran a elaborar un plan de urgencia. Sabía lo buena luchadora que era en el cuerpo a cuerpo, la fuerza que tenía pese a su delgadez, y lo escurridiza que podía ser en el ámbito social; pasaría desapercibida. Si alguien de la guardia marleyense la reconociera, sin embargo, ya le habrían arrebatado al titán mandíbula y sus restos ahora formarían parte del nuevo sucesor. Deseaba con todas sus fuerzas que esto no se hubiera cumplido.

┃ Al otro lado del muro…

Tenía que aguantar. Como fuera, pero debía hacerlo. Estaba completamente sola en aquella misión. Cometió errores en el proceso y por conversaciones oídas entre Reiner y Zeke, Galliard estaba preparado para atacar a la «chica alta, morena y de pecas en las mejillas» cuando llegaran a Paradis, debían recuperar el mandíbula a todo coste. Ymir pudo anotar varias de sus investigaciones en un cuaderno y también logró infiltrarse exitosamente en los almacenes de Zeke Jaeger. Nada era un esfuerzo con un traje robado de la guardia marleyense, y más aún si jamás optó por vestir la estrella eldiana. Odiaba esas estrellas con todo su ser.

En el momento que Ymir repasaba todos estos pensamientos, era perseguida por todo un batallón a un kilómetro de distancia. El terreno era plano y podía identificar a las masas, y dos luces cegadoras que evidenciaban la conversación de alguno de ellos en titán. El carguero fue el que vio en las filas delanteras, lo que hizo que Ymir golpeara más fuerte la ijada de la yegua. Ese maldito cuadrúpedo corría muy deprisa, si se convertía, no creía que la longitud de sus brazos fuera a poder hacerle competencia, el cuadrúpedo tenía extremidades más largas. Su ventaja era la distancia que les separaba de ellos. Los árboles la ocultaban bien.

Reiner había descubierto a Ymir fisgoneando y toda su captura estaba siendo muy precipitada. Algunos otros contendientes prepararon cinco ballestas al mismo tiempo y las dispararon. La yegua de Ymir corría a mucha velocidad, pero hasta ella oyó el impacto de las flechas incrustándose en las rocas laterales por las que pasaban. Avanzó entre los caminos más recónditos que encontraba, buscando amparo en su espalda para que ninguno de los ataques la sorprendiera.

—¡¡Que no llegue al mar, maldita sea!! ¡Pieck, date prisa! —gritó Reiner, a punto de morderse la mano. El carguero dio un bufido y corrió lo más rápido que pudo, subiéndose de un salto a las rocas que Ymir dejó atrás hacía medio minuto. Ascendió por la parte de arriba y corrió desenfrenada, buscándola. Oyó un relinchar y ladeó la cabeza a las rocas contiguas, que guardaban un camino más diminuto. Ahí fue donde la vio. Así que alzó su poderosa mano y desencajó una de las rocas, arrojándola con fuerza delante de su camino. La estampida fue tan cercana que el caballo se rompió el hocico al chocarse, y el cuerpo de Ymir voló antes de caer estrepitosamente a la tierra. Pieck rompió otra roca más y esta vez usó mucha más fuerza para aplastarle las piernas e inmovilizarla, y de paso, lastimarla para que no tuviera fácil el convertirse. Ymir dio un inmediato grito de dolor, notaba perfectamente todos los huesos rotos bajo su cadera. El impacto le había roto algún órgano interno, estaba segura. Así que lamentablemente, y a coste de una energía brutal, se acercó la mano a la boca. Pieck intentó impedirlo, pero de pronto, una bola de fuego y luces encendió el lugar y la fuerza de la conversión de un titán la cegó demasiado para saber por dónde intervenir.

Cuando la vista se le acostumbró de nuevo y sus compañeros llegaron, sólo se encontraron a la yegua malherida.

┃ Dos semanas más tarde

—¡Capitán Levi! ¡Venga! ¡Oh, dios!

—Se puede saber qué ocurre, Arlert. —Ackerman apareció con una mirada seria, aunque al ver lo mismo que Armin, su expresión desprendió un destello—. Llama a Hange y di que traiga la carreta. Buen trabajo, subordinado.

Armin salió cabalgando hasta el otro grupo de militares que vigilaba la zona. Entre un sinfín de árboles enormes y arbustos que dificultaban el paso, había tropezado con un cuerpo. No quiso alarmar a nadie, pero el estado en el que se habían encontrado a Ymir era preocupante.

De haber querido desfallecer, nos habríamos encontrado un cadáver.

Tenía las piernas rotas a medio regenerar, pero el escaso vapor y la lentitud de cicatrización en sus heridas indicaban que estaba siendo una regeneración muy lenta. No había casi energía en su cuerpo.

—Tres veces se ha convertido, y lo intentó una cuarta. No podía más —murmuró Hange, una vez volvió con Armin y la carreta. Estudiaba la mano de Ymir, mordida por todos lados. —Traed las provisiones de viaje que nos queden, el resto ayunará por hoy. Son dos días de camino a los muros.

—Me da que tiene mucho que contar. Mirad esto —Levi abrió una mochila. Había un cuaderno escrito a mano y un maletín hermético que por suerte, parecía no haber sufrido ni un solo rasguño. Hange asintió, satisfecha con el resultado, pues sabía que Ymir había traído lo solicitado. Cumplió con su misión y ya no tendría que volver a ese lugar, o al menos no sola. Se merecía unas buenas vacaciones. Cuando dos de sus hombres la sujetaron con cuidado y la pusieron sobre las mantas en la parte de atrás de la carreta, indicó a Armin que subiera para ir supervisándola y alimentándola en el viaje. Armin asintió y subió.

Le creció bastante el pelo…

Le quitó el flequillo crecido de la frente. Tenía magulladuras y los labios secos. También había adelgazado esas últimas semanas, caminando a la deriva.

—Siento que te hayan mandado ir sola. Andar en forma humana por estos campos… no me lo puedo ni imaginar. Ymir… ¿puedes oírme? —el traqueteo de todo el mundo preparándose para regresar al muro y el arrancar de la carreta no parecieron perturbarla de su sueño. Armin se acuclilló a su lado y la sostuvo de la cabeza, acercándole la cantimplora para humedecer su boca. Vertió agua entre sus labios, pero ésta discurría por los laterales. Empezó a preocuparse.

—¡Capitán! ¿Cree que podremos hacerla comer?

—Sí.

La sequedad de Levi a veces hasta a él le sacaba un poco de sus casillas. Observó que tenía un torniquete hecho con harapos en una de sus piernas. Al no sangrar, Armin se lo desanudó y estudió la magnitud de las heridas. Sus muslos no tenían daño alguno, pero las piernas amputadas desprendían vapor. Rompió el pantalón y observó que la forma de éstas era irregular, lo que indicaba que sus dos rótulas fueron fracturadas en algún momento. Sin embargo, el vapor en una de ellas recolocaba el hueso muy despacio. Arlert volvió a tomarla de la nuca y la hizo beber, esta vez poco a poco. La puso a mirar hacia arriba para que tragara de forma involuntaria. Repitió el proceso cuatro veces, hasta que la chica empezó a toser débilmente.

—¡Ymir! ¿Puedes oírme?

La morena abrió los párpados apenas, tenía toda la vista nublada. Lo último que recordaba fue caerse de un árbol intentando alcanzar una manzana, muerta de hambre, sin éxito. Se había arrastrado los últimos dos kilómetros con las rodillas rotas, incapaz de sentirse fuerte para convertirse. Teniendo el cuerpo tan desfallecido, era como una pluma llevada por el viento, y ahora sus sentidos eran débiles. Pero delante de ella, y dentro de su nublado campo de visión, aparecieron los enormes ojos azules y el pelo dorado que tan familiar se le hacían. Oía su voz muy lejana y no la entendía. Simplemente usó el último retazo de fuerza que le quedaba para atraerle de la parte posterior de la cabeza y unió sus labios con él, besándole tiernamente.

—¡¡Socorro!! —balbuceó Armin, removiéndose inquieto ante el agarre. Separó los labios de Ymir y lo único que se encontró fue a Hange, Eren, Mikasa, Sasha y Jean riendo a carcajada limpia, cabalgando alrededor de la carreta—. ¡Chicos! ¡No tiene gracia!

—Oh, la tiene —decía Connie, que venía alucinado desde atrás a unirse a ellos—. Te ha confundido por Historia, la muy tonta.

—Ymir, ¿puedes comer…? Lo necesitas con urgencia —preguntó Armin, acercándose con más precaución ahora. Pero Ymir no volvió a dar señales de vida hasta el día siguiente.

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