CAPÍTULO 11. Salva una vida, pierde tu libertad
Historia despertó por un ruido, alertada. Se volteó a ver a Ymir y suspiró, dolida al ver que era otra noche donde aquellas pesadillas volvían. Nuevamente, algo parecía tenerla muy nerviosa, jadeaba como si estuviera llorando pero de sus ojos no emanaba ni una lágrima. Todo se obraba en su subconsciente. Historia deseaba abrazarla y despertarla con dulzura, pero sabía muy bien que tocarla podía ser un mal aliciente a hacerla perder el control. Ymir tenía una de las manos con los tendones marcados, tensos y con los dedos abiertos en el aire, como si estuviera conteniéndose de saltar y pelear o agarrar algo. ¿Quizá ya podía controlar sus acciones, sería que logró doblegar a su mente en el campo de los sueños? Por su propia seguridad, se levantó y encendió la luz, mirándola desde la lejanía de la puerta. La morena sacudió una pierna de forma mecánica y volvió a tensar la mano.
—Ymir… —vio que su ceño se fruncía y sus dientes se apretaban. Y de pronto, como si un rayo pasara de repente, todo su cuerpo volvió a dormirse, relajó la expresión y la mano.
Historia volvió a acostarse a su lado, mirándola con recelo y tristeza. Suspiró e intentó no hacer ningún ruido ahora que parecía haber conciliado de nuevo con el sueño.
Por la mañana, Ymir no parecía estar dispuesta a comentarle nada. Historia agarró su mano mientras desayunaban. No le gustaba que tuviera que tragar todo aquel dolor en soledad.
—Esta noche ha sucedido.
Ymir paró de masticar y miró sus manos unidas. Lentamente tragó y subió la mirada a la rubia.
—Sí —había tosquedad en su voz. Continuó después de unos segundos—. He tenido que dejar que te maten delante de mí sin hacer nada, y pasarlo fatal.
Historia bajó la mirada, ella tampoco tenía nada que hacer ante una situación tan fea y extraña.
—No me has atacado, es lo importante… ¿no?
—Lo sé —siguió comiendo. Historia quería ayudarla, pero no sabía cómo, debía ser horroroso asumir una muerte así, sin siquiera tener claro si tu cerebro se lo estaba imaginando o aquel apaleamiento era real. Apretó suavemente su mano y susurró.
—Te quiero… muchísimo.
Ymir cambió la expresión y la miró de vuelta. Poco a poco suspiró.
—Te quiero… muchísimo.
Con el paso de un mes, el jaleo real se había incrementado. Historia fue duramente criticada por descuidar sus ejercicios reales, e incentivada por nuevas guerras contra los titanes del otro lado del muro, tuvo que dejar de vivir en casa de Ymir y volver a palacio. Las obligaciones cortaron de raíz muchos de sus planes, y por parte del Cuerpo de Exploración, también demandaban más tiempo la presencia del titán mandíbula. Los escasos ratos que podían verse, casi a escondidas, eran para entregarse la una a la otra, y ya apenas podían dormir juntas. Aunque internamente Ymir lo agradecía: no quería que la reina siguiera sufriendo por ella y sus pesadillas, durmiendo con una daga al lado por si cualquier noche volvía a atacarla. Era estresante para las dos.
En una de las reuniones de la Policía Militar, la Guarnición y el Cuerpo de Exploración, Historia Reiss tuvo que dar específicas instrucciones de cómo atacar al bando enemigo, ya tenía muchas más nociones en batalla y Erwin había ayudado mucho a su formación. Eren para entonces había desaparecido del mapa, nadie sabía dónde andaba. Ni siquiera Mikasa. Pero no tenían tiempo ni camaradas que perder enviándoles a buscarle, el enemigo era prioritario. Además, hacía algunas semanas se había descubierto el pastel de Annie, que ya estaba cristalizada.
Varias reuniones al aire libre hicieron falta para concretar las armas que debían llevar en las carretas. Habría muchas flechas, misiles nuevos y por supuesto, un buen arsenal de gas y de cuchillas para los reemplazos. Los altos cargos del cuerpo de Exploración y algunos cadetes estaban a su lado, transportando bolsas de artillería en los muros. Todas las carretas iban subiéndose hasta allí por los ascensores lentamente, así que era raro ver a alguien sin el equipo de maniobras.
—¿Son ciertos los rumores de que han construido un fuerte en el exterior?
—Sasha dice que oyó pasos sobre madera en uno de los bosques, pero no conseguimos ver nada. Ella lo asegura sin dudas. —Comentó Erwin, ante la pregunta de la reina. Ambos tenían la mirada fija en los mapas, todos con retazos desconocidos acerca del mundo exterior. Historia pasó su pequeña mano por uno de los dibujos, había zonas entre el sinfín de árboles que aún no habían explorado a fondo.
—Debido a nuestra condición no nos queda otra que tomarlo como cierto —apuntó Historia.
—Bien. ¡Llevad el gas a la carreta que irá al bosque! —gritó el comandante a sus subordinados, que enseguida obedecieron. Haría falta acampar allí si era posible, pero tenían que frenar el avance de los enemigos a como diera lugar.
—No he recibido los dos últimos informes de los avistamientos en los otros muros —la rubia levantó la mirada del mapa, como si buscara a un culpable de lo que acababa de decir. —¿Quién estaba a cargo de esa vigilancia?
—Iré a preguntarlo al vigilante actual —musitó Levi, golpeando sus botas en el caballo para salir galopando. Erwin vio por el rabillo del ojo a Hange ajustándose el equipo de maniobras y apretó las muelas. Antes de decir nada miró a Historia, y ésta pareció fijarse en lo mismo.
—Soldado, hace mes y medio que la atravesaron con una lanza. Podíamos ver a través de su muslo.
Zoe levantó la mirada con las cejas arqueadas, pero enseguida las frunció.
—¡Ya está bien! ¿Tan débil creéis que soy? Alteza, es mi decisión y orgullo como soldado.
—Ella no puede correr, la he observado —dijo Erwin directamente a Historia, sin prestar atención a Hange. Historia asintió y siguió mirando a la soldado.
—Soldado Zoe, bájese de la muralla. No está en condiciones de pelear y no saldrá al exterior. Usted estudia bien la biología, sabe perfectamente que esa pierna empezará a dar problemas si no la cuida. No saldrá hasta dentro de otro mes.
—¿Có-cómo…?
—Y es mi última palabra.
Hange dedicó una mirada airada al rubio, como muy pocas veces dedicaba. Cortarle las alas a aquella cabezota era peligroso, ella misma era a veces peligrosa y solía actuar en solitario. Erwin la veía capaz de desobedecer incluso tras la directriz de la reina, así que no le quitaría el ojo de encima.
—Bien, pues hasta que su capitán traiga noticias… me quedaré aquí —dijo la rubia, leyendo algunas anotaciones del viejo cuaderno de Ilse. Por puro entretenimiento. Hange en su día lo había pasado todo a otro cuaderno. Erwin hizo una reverencia y siguió ayudando a sus subordinados con el cargamento, pronto saldrían. Miró hacia alrededor, todo el mundo parecía estar ocupado. Ymir no estaba muy lejos, la tenía a la vista, mientras transportaba los pesados combustibles junto a Mikasa, en la carreta. Armin y Jean se ayudaban a subir más espadas a las otras carretas, que también se dirigieron al bosque. Pero después de estudiarlos a todos, la mirada volvió a depositarse en Ymir. La mente le divagó en seguida; hacía tres noches había vuelto a acostarse con ella, esta vez, Ymir quería constantemente tomarla con su vagina, cosa que Historia también disfrutaba muchísimo. Sonrió al recordarlo. La vio dejando en la carreta otra pesada carga y parándose a beber agua. Mikasa hizo lo mismo, intercambiando algunas palabras con la morena. No podía oírlas. Al fijarse mejor en Ackerman, notó que ésta le devolvió la mirada. La quiso saludar con la mano, cuando notó en su expresión el terror y los nervios. Historia frunció el ceño extrañada, y vio cómo Mikasa se acercaba a ella a una velocidad antinatural, corriendo como una posesa. Una flecha cayó en parábola a ras de la oreja de Historia, haciéndole un minúsculo corte. Mikasa logró apartarla a tiempo. Sin embargo, Ymir, que se había quedado paralizada en un primer instante, vio que un segundo encapuchado cogió a Historia de la capa y le dio un tirón seco hacia el borde del muro, sin miramientos.
—¡Historia! —gritó exasperada, lanzándose sin pensar al borde. Sus largos dedos alcanzaron a agarrarla de la capa real, suspendiendo el cuerpo de la rubia en el aire. Notó asustada que la pomposidad de esos ridículos telares de la realeza empezaron a escurrirse, no tenía suficiente agarre, y lanzó un grito de rabia. Erwin dio la señal de ataque y los pocos que caminaban sobre las murallas vieron que el ambiente allí estaba extraño, el encapuchado no parecía estar solo. El único que podían ver se acercaba peligrosamente a Ymir con la hoja de una espada levantada y se vio obligado a batirse contra él. Mikasa también fue empujada por la espalda, pero por suerte, accionó rápido el equipo de maniobras. Ymir hizo un esfuerzo sobrehumano por bajar la otra mano y exponer más su cuerpo fuera de la muralla, y justo cuando lo hizo, logró alcanzar una de las manos de Historia. Rápidamente llevó la izquierda al carril por el que solían desplazarse los cañones, usándolo como apoyo para no caerse al vacío. La rubia sintió que cuando logró unir su pequeña palma con la de la morena, ésta apretó el agarre con tanta fuerza que le hacía daño. Miró abajo, pero al ver sus pies suspendidos sobre cincuenta metros notó un vértigo que no había notado antes con el equipo de maniobras y sintió terror.
—Ymir…
—No te voy a soltar. Te tengo.
Historia subió la mirada hacia ella y se impulsó temblando, agarrándose a su muñeca con la otra mano también.
—Escala, Historia. Sube… —Ymir cerró los ojos. Su novia no pesaba mucho, pero esos cuarenta kilos en una sola mano empezaban a costarle. La mano de la que se sostenía a la muralla empezó a resbalar del carril por el sudor. Apretó los dientes, mirando fijamente cómo Historia lograba ascender algunos pasos. La rubia puso una mano en la superficie, pero de pronto un pie le falló y resbaló con mucha más fuerza, raspillándose el rostro con el muro. Ymir logró agarrarla por segunda vez, suspendiéndola de un tirón más duro en el aire. En ese punto el hombro se le resintió.
—Historia…
—No hay ningún maldito saliente por el que escalar…
Ymir notó un fuerte tirón en el hombro y cerró los ojos. No pensaba asustarla más haciéndoselo saber, pero tenía que hacerla subir cuanto antes.
—Inténtalo de nuevo, rápido.
—¡Ymir… suelta… no puedes más! —dijo con los ojos húmedos, sabía reconocer perfectamente la expresión del dolor físico en su cara. Al caer Historia se había hecho un raspón sangrante en una de las mejillas. La morena notó con mucha rabia que la pequeña dejó de agarrarse a ella, por lo que sólo su mano era la que hacía todo el esfuerzo.
—No te rindas. ¿¡Pero qué demonios estás haciendo!? MALDITA SEA, AGÁRRATE —le espetó, notando con auténtico terror que la mano de la rubia empezaba a deslizarse por el peso. Empezó a recorrerla un sudor frío. Miró hacia el carril en un momento de desesperación y ajustó una de las punteras de las botas como palanca, soltando de allí la mano izquierda y llevando las dos manos para sostener mejor a su novia. Ésta respiró compungida y asintió, agarrándose de nuevo a las dos manos. Ymir contrajo el cuerpo y tiró hacia arriba con todas sus fuerzas, logrando elevarla lo suficiente para que llegara a agarrarse a la superficie. Cuando notó que por fin subía, la sujetó bien de la espalda. Historia también estaba adolorida y exhausta, pero cuando por fin logró subir una rodilla al muro, un encapuchado la miró de pie. Los ojos azules de la rubia le miraron con preocupación, y de repente, el desconocido apoyó la suela de su bota en su rostro. Ymir miró de reojo pero no fue suficiente para reaccionar. Quienfuera aquel cabrón, la pateó hacia atrás con contundencia, haciendo que la espalda de la chica se torneara hacia atrás y cayera de cabeza a través del muro.
No. No. NO.
Ymir dio una exclamación de terror viéndola caer y enganchando el equipo en un segundo, disparó temblando hacia ella. El gancho viajó fugaz como el rayo, más rápido que el propio cuerpo de la reina, y la punta estrellada atravesó completamente la pierna izquierda de Historia, parando su caída en seco de un brusco tirón. Historia abrió los ojos con el césped a apenas dos palmos de su rostro. En ese segundo, cuando fue consciente de que no había muerto, cuando salió de ese estado de estrés, su cuerpo manifestó el dolor. Ymir abrió los ojos al oír el grito desgarrado de su chica. Erwin y Mikasa, tras su enfrentamiento con los otros desconocidos y con el que acababa de patear a la reina, se apresuraron a bajar del muro con el equipo de maniobras y agarraron a Historia, cortando el cordón del gancho que había usado Ymir para frenarla. Erwin la tomó en brazos y contempló la herida: el gancho era lo de menos. El tirón en seco hacia arriba le había descolgado la rótula, el hueso asomaba por un lateral.
—¡Hay más, proteged a la reina!
A Mikasa se le cambió la expresión en un segundo. Lanzó una daga de mano al aire y ésta cortó el extremo posterior de la flecha, pero ya era demasiado tarde para desviar su trayectoria, y la punta atravesó el hombro de Historia, quien vio delante de sus ojos la punta de hierro asomada y llena de sangre. Todo el mundo se giró y gritaron, incluso los escoltas de la propia Historia que estaban alertados debajo de los muros. El impacto fue tal que Erwin cayó con ella al suelo.
—La propulsión ha sido muy fuerte. Ha sido una maldita ballesta —dijo fría Mikasa, estudiando con suma precisión el origen de la trayectoria, hasta que vio a alguien escondido entre el tumulto. Empezó a correr tras él, y se le sumaron todos sus compañeros, incluyendo al propio comandante. Ymir corrió abajo con el equipo de maniobras como una desubicada, hasta el cuerpo de Historia. Se acuclilló a su lado, levantándola del hombro que no estaba dañado.
—¡Abre los ojos! ¡Historia! ¡POR FAVOR! —por suerte, Historia pareció salir de su letargo y separó los párpados, pero con un claro halo de cansancio. Vio a Ymir con los dientes muy apretados enrabietada, incapaz de decir nada. Al ver que estaba despierta miró en todas direcciones, buscando al culpable. Con los ojos húmedos la volvió a dejar en el suelo y se cambió el gancho cortado por otro, preparando el equipo de maniobras.
—Ymir no… no t-te arriesgues…
Ymir ni siquiera respondió. Desapareció del campo de visión de Historia en cuanto activó el gancho, saliendo disparada. El tumulto parecía ocultar muy bien los rostros, pero al final, desde arriba, vio claramente a quién estaban persiguiendo. Mikasa era muy rápida, y fue la primera en alcanzar el brazo del chico. No tenía armas encima, pero lo redujo rápido, sin pensar y casi sin verle el rostro, hasta que se dio cuenta de que el cuerpo que tenía atrapado era el de un menor de edad. El niño lloraba, temblando, viendo el arsenal de soldados que habían salido tras su busca.
—¡Me han obligado, por favor…! ¡Me han obligado!
—Quién te ha obligado —dijo Mikasa, sin expresión. Levi llegó y observó al crío, no lo reconoció.
—¡Un hombre rubio! ¡Necesitaba el dinero, por favor!
—Un hombre rubio. Menuda información más mala —suspiró Mikasa, pero no hizo nada más. Lo dejó ponerse en pie. La Policía Militar se acercó a la escena y traían unas esposas consigo. En medio de ellos aterrizó Ymir, desenvainando la espada del equipo de maniobras, por lo que los ciudadanos, que ya estaban alterados, ahora dieron un paso atrás.
—Ymir, es un niño. Ha sido coaccionad-… —empezó a explicar Mikasa, pero vio alucinada que la morena se puso en posición de ataque para asestarle al chico una estocada mortal. Tuvo los suficientes reflejos para patear sus muñecas y desviarle la hoja, pero sólo logró que el niño no fuera decapitado. En su lugar, el lateral de la hoja le cruzó el cuerpo entero, tirándolo al suelo. Mikasa pisó con fuerza la hoja contra el suelo, impidiendo que Ymir la alzara por segunda vez.
—Llevadlo al hospital.
Aunque francamente, no creo que sobreviva, pensó Levi tras hacer aquella solicitud, viendo que el niño perdía las fuerzas al gritar, con el estómago abierto. Miró los ojos enfurecidos de Ymir.
—El niño ha tenido lo que se merecía por atacar a la reina —dijo Jean, sin sentirse seguro. Pero le sabía mal que todos miraran así a Ymir.
—Historia es prioritaria —secundó Levi, sin emociones—. Que todo el mundo se disperse y vuelva al trabajo. Podría repetirse dado que el niño seguía órdenes. Que la reina esté a cubierto con Erwin, ayudadles, y que la atiendan rápidamente.
Mikasa tomó del brazo a Ymir, quien se zafó rápidamente de ella y usó el gancho para desaparecer de allí. Ascendió hasta los mismos muros, y allí, mientras corría para volver con Historia, un guardia se chocó con ella. La morena alzó la cabeza de malas formas pero al encontrarse con la cara del sujeto, dio un respingo. El hombre se sacó del abrigo una vara de hierro y la descargó con tal brutalidad contra su cabeza, que la noqueó al segundo. Vio el cuerpo de Ymir desde arriba, observando cómo un charco de sangre crecía a su alrededor, y sólo espero no haberla matado. No podía arriesgarse, pero tenía que llevársela sin que se convirtiera.