CAPÍTULO 12. La decisión final

Ymir despertó de rodillas un mitad de un páramo cerrado, con las muñecas encadenadas y un soporte bucal que le impedía morderse. Miró hacia los lados, estudiando el lugar.
Maldita sea, se lamentó. Estaba atrapada. Veía que tenía un pie cercenado del que salía vapor. Probablemente era un mecanismo de seguridad para que de camino a Marley no se transformara.
—Siento el golpe —la voz le hizo levantar la cabeza. Reiner Braun. Los bíceps de Ymir se tensaron y las cadenas chirriaron, le miraba con asco y odio, como si se le quisiera abalanzar encima—. Tranquila. Sé que así no puedes hablar bien. ¿Puedo fiarme de ti? Debes saber que aquí hay maquinaria anti-titán… te podemos volver a humanizar si te conviertes.
Lo único que recibió a cambio fue una mirada de desprecio. Aun así, Reiner desenganchó el metal de su boca. Le ofreció agua, pero Ymir miró hacia otro lado.
—Primero que nada, tranquila. Historia está viva y se recuperará. —La chica le miró de reojo, pero apartó rápido la mirada—. Has ralentizado mucho todo esto al darnos esquinazo, Ymir. Pero ya es hora de que las cosas vuelvan a su lugar.
—No voy a entregar al mandíbula. No sin pelear.
Reiner la estudió con la mirada, suspirando. Se rascó la cabeza.
—Debe ser duro tener que despedirte de repente del amor de tu vida. Si no lográbamos apresarte, todos nuestros tiradores infiltrados no hubieran parado hasta matarla. Y créeme, estaba bien coordinado. Habría muerto. Fui yo el que te encontró y di la señal de retirada. Gracias a que estás aquí, Historia vivirá.
Ymir seguía sin mirarle, pero de algún modo, todo apuntaba a que aquello era cierto. Y ya lo sabía desde hacía mucho. Las cosas se estaban complicando, Historia quería abandonar la corona. Si no podían acceder al mandíbula por las buenas, accederían a la última conteniente de sangre real. Era lógico. Pero fue muy egoísta para querer admitirlo.
—Lo bueno es que, según Zeke, no nos hará falta el poder del fundador, según él… parece que tenemos un fácil acceso a él sin Historia. Él sabrá lo que se hace. El caso es que no se volverá a atacar a nuestra pequeña.
«Nuestra pequeña». Ymir abalanzó el cuerpo sobre él pero las cadenas no cedieron, y sólo consiguió hacerse más daño en los hombros. Le miraba cabreada, verdaderamente furiosa.
—Galliard no podrá venir a conocerte hasta mañana. Hasta entonces, te dejaremos comida aquí pero estarás vigilada. Procura no convertirte, te aseguro que la artillería anti-titán es muy dolorosa.
—Vas a lamentar esto, Reiner —dijo sin mirarle ni una sola vez, y el rubio observó que del lacrimal de la morena se desprendía una lágrima.
—Es nuestro… deber. Lo siento mucho.
—Vete a la mierda. No sabes lo que es sentir —trató de calmarse para no seguir dándole el placer de verla llorar. Sorbió por la nariz y dio un suspiró de rendición, sin saber qué hacer.
Pero Reiner no sentía ningún placer al verla así. Su deber como guerrera era cumplir la misión y conseguir a todos los titanes. Se incorporó y la miró.
—Lo siento. Ymir.
┃ Palacio real
Historia Reiss había estado en observación. Con mucho miedo, el médico dio el visto bueno para extraerle la flecha de golpe, por lo que su salud estaba francamente débil , y así seguiría hasta su rehabilitación. Pero viviría. Y eso era una buena noticia.
Nadie vio a Ymir por los alrededores. Levi se dio cuenta de que había cuatro infiltrados en los muros, haciéndose pasar por vigilantes para tener controlados los movimientos de Reiss.
Cómo odio enterarme tarde de estas porquerías. Esa gente de Marley es astuta, después de todo.
┃ Marley
Ymir había intentado escapar dos veces por medio de la conversión, mordiéndose con fuerza. La primera no logró convertirse completa y fue un malgasto de energía, sin embargo, la segunda, pese a que logró romper las cadenas, fue aniquilada con un tiroteo brutal que le destrozó todos los órganos y rompió todas sus costillas. Tal y como Reiner le había prevenido, el material destructivo marleyense conocía la anatomía titán, y cómo hacer de una artillería un arma para los mismísimos portadores. Ymir despertó sin piernas, y con las manos nuevamente aseguradas con cadenas. Esta vez le aseguraron la boca y la privaron de comer para no asumir más riesgos. Podían desconfiar, pero lo cierto era que el bombardeo y las lanzas habían acabado con ella físicamente. No tenía fuerzas y estaba hecha papilla por dentro. Le dolían las mismísimas marcas de conversión en su rostro. La regeneración también. Y por primera vez en mucho tiempo, se vio perdida y con la oscuridad por delante.
El día que Galliard entró, la vio tirada y más delgada, incapaz de moverse. Había dado mucha guerra, y en cuanto la devorara, conocería sus pensamientos. También le serviría para ver qué tipo de trabajo había hecho Reiner en Paradis.
—Así que tú eres la famosa Ymir —preguntó Galliard, a los pies de la mujer. La regeneración iba por las rodillas, y tenía la mirada algo perdida. Pero pudo reaccionar. Movió los iris hacia su secuestrador. Le costó, pero aún con el hierro pudo entendérsele algo.
—Por favor, protégela. Sólo quiero eso.
Galliard se sorprendió ante aquellas palabras, se esperaba una actitud más destructiva después de todo lo que había escuchado de ella.
—¿Proteger a quién, maldita rata eldiana? ¡Qué me pides! ¿Acaso un favor…?
Ymir tosió, y tomó aire y fuerzas para levantar la voz. Quería decirle lo idiota que resultaba ver a alguien insultando su propia raza, pero el cuerpo no la dejó. No tenía fuerzas.
—¡Eso es, cierra la boca! —la miró con odio, y enseguida dirigió la mirada atrás. Reiner asintió y se marchó de allí, igual los guardias, para dar inicio a la ceremonia. Galliard se inyectó el líquido cefalorraquídeo.
La Coordenada
«Existe un lugar donde todos los titanes están conectados, y todos tienen el mismo origen».
Ymir oyó aquella frase como un eco. Abrió los ojos y volvía a estar frente al mar, con una noche estrellada inmensa frente a ella. Una brisa tibia acariciaba su flequillo, y pronto sintió un olor profundo, un ambiente diferente, a pesar de que lo que veía no cambiaba.
—Te mereces una explicación —dijo el mismo chico alto, de pelo largo y castaño oscuro que también observaba el mar. Ymir notó que sus manos se desintegraban, los dedos lentamente perdían esencia.
—Me está devorando.
—Ya te ha devorado —sentenció Eren, volviendo la mirada a ella. —Estás formando parte de la Coordenada lentamente, mientras tus restos físicos se adhieren al cuerpo del nuevo mandíbula.
Ymir cerró los ojos y varias líneas de lágrimas cruzaron sus mejillas, sin descanso. Respiró entristecida, pero era capaz de sentir otra cosa. No había rabia, ni impotencia. Sólo tristeza y esperanza al mismo tiempo. Y el desafío de lo que estaba por llegar.
—Comprendo tu dolor. Yo también lo tendré pronto.
—Yo no quería morir, pero…
Eren cerró los ojos y cruzó las piernas, arrimándose a Ymir. Observó que las piernas de la morena estaban desapareciendo y su esencia flotando como parte del viento, sin retorno. Uniéndose al gran árbol originario de la vida.
—Cuando volviste a Paradis creaste una brecha no prevista. No estaba entre mis recuerdos. Eso era peligroso. Para que todo se cumpla según lo que yo he visto, ha de suceder tal cual yo lo he visto. No me importaba que volvieras, ni me hubiera importado que hicieras vida con Historia. Pero el cambio que provocó tu decisión hacía que la muerta fuera Historia en cualquiera de los casos. Y ella… debe reinar. Es su lugar. Tenía que incentivarte a irte de su lado por medio de las pesadillas y de las visiones, pero… eras muy egoísta. Aunque te olieras algo, querías quedarte.
Ymir asintió. Eren seguía notándole entristecida.
—Paradis se quedará con Historia, y gracias tu sacrificio, el retumbar podrá generarse. Acabaré y exterminaré a todos los titanes… pero también a la mayoría de la población humana, para que Eldia recupere su orgullo y su estatus como seres humanos, sin maldiciones, sin humillaciones de otras razas.
Ymir abrió los ojos, percibiendo la grandeza de todo aquello.
—¿Puedes acabar con los titanes…?
—Sí. Y lo supe todo al tocar la mano de Historia… —volvió la mirada hacia ella.
—Estará a salvo, ¿verdad…? Eren.
Ymir no llegó a oír una respuesta. Vio los ojos azules del chico antes de desaparecer y se dio por respondida, y lo último que los resquicios de sus sentidos la hicieron sentir, fue el grácil viaje por la Coordenada y sus múltiples ramas interconectadas, el lugar donde todos los titanes confluían. La última parada fue la fundadora, la que le hizo entender su valía y su sacrificio.
Eren oyó un fuerte estruendo lejano y supo que Galliard acababa de nacer como mandíbula.
—Sí, estará a salvo. Y ahora descansa, Ymir. Descansa… gracias.
Ymir había muerto. No volvería jamás.
Y así debía ser.