CAPÍTULO 7. Omnilectora
La alarma de Yor sonó a las siete en punto de la mañana. Apenas habían conciliado el sueño unas escasas cuatro horas. Ambos habían perdido la noción del tiempo. En algún momento en el que no prestaron atención al reloj, se quedaron dormidos. Loid abrió los ojos sin ninguna sensación de sueño de por medio. Llevaba despierto unos veinte minutos dándole vueltas a lo que había ocurrido… ni siquiera podía ponerle nombre a aquello. Si Franky, Sylvia o cualquiera de sus compañeros que también eran espías se enteraban de aquello, podía dar lugar a habladurías. Y es que Sylvia ya le había dicho que no era ninguna locura si decidía darle credibilidad al asunto teniendo que engañarla mediante el sexo o promesas falsas. Pero lo que no podía ser era que fuera una sensación legítima… porque entonces todo se complicaría. Loid sabía que casos de ese estilo se habían dado ya antes en el Centro de Inteligencia. Por primera vez en su vida, compadecía a esos antiguos compañeros, que habían sido desplazados del cuerpo sin miramientos. Incluso recordó que uno de ellos había sido engañado por la mujer en cuestión, siendo ésta otra espía de una banda que se había realzado con el contrabando. Esos amargos recuerdos cargaron sobre su cabeza unos cinco o diez minutos. Pero en cuanto volteó a mirarla…
…No.
Sabía que era real. Su cuerpo reaccionaba inmediatamente al verla dormir. Estaba bocabajo con el rostro apoyado en la almohada, y su liso y largo pelo negro cubriendo gran parte de la línea de su espalda. Era una especie de sensación reconfortante. Como estar en casa, y a la vez querer olerla, besarla, saborearla. Pasó la mano por allí para retirarlo y acariciar él mismo esa línea, primero con los nudillos, luego estiró el índice hasta perfilar su pequeña mandíbula. Yor pareció semipestañear, pero siguió totalmente dormida, sólo balbuceó un poco. Apartó la mano y se frotó los ojos, pensativo. Entrar en ella había sido muy excitante. No recordaba ya sensaciones así. Cuando sonó por segunda vez la alarma de Yor, se levantó y se puso los bóxer rápido. Yor reaccionó tras varios segundos, aturdida, y miró la hora con las cejas fruncidas. La pospuso diez minutos y agarró las sábanas, guareciéndose por completo bajo ellas al sentir el frío del cuarto.
—Voy a la ducha, Yor… hoy tengo que llegar antes a la consulta. ¿Quieres que deje lista a Anya?
—No, ahora me levanto… ve tranquilo a trabajar —le sonrió, con la mejilla algo rosada, pero no le miró demasiado tiempo.
Una hora más tarde
Franky le había dado un soplo a Loid. Un soplo urgente. Tenía que volver a movilizarse al centro comercial donde había estado la noche anterior y oír la declaración de otro trabajador de WISE. Lo de trabajar a tiempo parcial con compañeros al rubio le desagradaba si no estaban a su mismo son. ¿Por qué habría de volver allí? Él había peinado la zona aprovechando un pretexto de salida con los amigos de Yor, y luego de su tapadera como psiquiatra. Pero no era nada cuidadoso que volviera a personarse… porque si eran puntos de encuentro calientes como ya le había especificado Sylvia, él corría peligro. Más si se personaba solo.
Como fuera, al ser un caso tan especial, no le quedó otra.
Centro comercial
Reconoció a Fiona nada más verla. Todas las técnicas que le había enseñado en el pasado las había ejecutado al dedillo, y la contraparte era ser sólo reconocida por un espía como Twilight. La chica se había puesto peluca de color castaña y se había retirado sus lentillas moradas para ponerse otras de color verde. También se había aplicado maquillaje y desmejorado a propósito la imagen para parecer más entrada en años. Twilight pasó por su lado mientras ésta volcaba el recogedor lleno de pelusas en el cubo que portaba su carrito de la limpieza.
—Disculpe, ¿no habrá usted recogido algún llavero con forma de esqueleto? Se le cayó ayer a mi hija…
—Caballero, no moleste. Los críos que están aún en la guardería saldrán pronto al recreo en este pelotero y lo pondrán todo perdido. No me he fijado si hay cosas desperdigadas por ahí.
Twilight fingió una mueca de desaprobación y elevó los hombros, como diciendo corporalmente «qué remedio»; se dio media vuelta.
Fue desgranando mentalmente las vocales y consonantes que le había dicho Fiona. El anagrama perdió sílabas que ellos ya sabían de antemano que siempre se descartaban en la política que tramaba WISE. Nadie ajeno a ese entrenamiento podría saber jamás qué era lo que aquella «limpiadora» le había comunicado en clave. Así que dobló la esquina en el tercer piso del centro comercial, pidió dos tallas de zapatillas concretas para probarse, y cuando el trabajador no miraba, rasgó un lateral del cartón para hacerse con un diminuto envoltorio de aluminio. Toda precaución era quedarse corto en WISE. Twilight había sido visto por dos agentes en ese proceso, y los había perdido de vista pero sólo era cuestión de tiempo que le encontraran probándose zapatos y comenzaran a hacerse preguntas… pues estaba en supuesto horario laboral. Loid había comunicado ya en su puesto que había ido a por aquel llavero, pero seguía siendo un pretexto flojo. El plan había sido demasiado arriesgado para una alarma instigada por Franky, que a su vez fue avisado por el Centro de Inteligencia. Algo estaba por ocurrir, Loid se lo veía venir. No cometería la idiotez de desenvolver el aluminio frente a nadie.
Lo hizo en su propia consulta, al cabo de veinte minutos.
Y al determinar qué era lo que estaba viendo, comprendió que acababa de cometer uno de los mayores errores de su vida.
Al anochecer
Nueve horas más tarde, Loid llegaba al apartamento. Anya se encontraba subida a horcajadas sobre Bond, moviendo sus piernecitas y elevando los brazos hacia su madre mientras seguía riéndose infantilmente. Tenía la boca llena de merengue, algún dulce con tinte rosa que Loid no llegó a identificar.
—¡Hola, Loid! Bienvenido —la chica estaba secando los platos recién lavados y dejándolos bien apilados junto al resto.
—Buenas tardes. He traído la cena —comentó apaciblemente, dejando varias bolsas sobre la encimera.
—¡Hum! Iba a cocinar yo… justo iba a empezar.
Anya agrió un poco la cara al oírla, no iba a quitarle las expectativas pero allí todos sabían lo nefasta que era para los favores culinarios. Así que dio más brinquitos al ver que no se iría con el estómago pesado a descansar. Enseguida y casi sin quitarse ni la chaqueta, Loid sirvió los platos calientes y fue destapando la comida. Anya chilló de alegría y dio un costoso salto para subirse ella sola a la silla, dando palmitas en lo que él preparaba servilletas y Yor dejaba los cubiertos al lado de cada comensal.
Ni me ha mirado… ¿no le gusté…?
Anya echó una mirada a Yor. Parecía nerviosa. Pero el olor de la comida fue capaz de conquistarla y tenía mucha hambre. No sabía a qué hacía referencia su madre.
—¡¡Que aproveche…!! —dijo la niña.
—Anya, espera a que todos estemos sentados a la mesa —murmuró Loid mientras aún tomaba asiento y se quitaba el sombrero—, voy a lavarme las manos y enseguida regreso.
Anya se impacientaba, agitaba hacia delante y atrás sus cortas piernas y miraba con cara de felicidad los platos y el pan recién tostado. Las fosas nasales se le hinchaban una y otra vez, olisqueándolo todo.
Seguro que se lo ha pensado mejor y no quiere seguir la relación. Dios mío, eso significa que seguramente pronto tendré que dejar de verles…
—¿Mami…? ¿Estás triste? ¡Estás mirando la puerta con esa cara! —la señaló inquisitivamente, moviendo a Yor de sus pensamientos.
—Ah… ¡no, no! Sólo estoy un poco cansada, no hemos parado en el ayuntamiento. Eso huele que alimenta, ¿verdad?
—Mami me cambia de tema.
Yor sintió una punzadita de respeto hacia la niña. Tenía una suspicacia arrolladora y precisa para detectar los ambientes, eso era innegable. Prefirió no contestar nada y seguir sonriendo como la semejante tonta que ya de por sí se sentía. Sus nervios igualmente se agitaron un poco más cuando Loid volvió a la mesa, con su particular semblante sereno. Se sentó a su lado.
—Bien, podéis comer. Es cocina extranjera. Magro. Esto no se puede dejar hasta mañana, así que si alguna deja una sola porción, me enfadaré —musitó con el tono serio, empezando a degustar.
El plato de Anya lleva los suficientes somníferos para unas dos horas. El de Yor, sólo me dará un margen de una hora, quizá una hora y media. Al ser adulta le afectará algo menos.
Anya parpadeó antes de probar su plato, mirando a su padre. ¡Había puesto somníferos en la comida! Lo miró con las cejas en una expresión de duda.
Somníferos. ¿Por qué somníferos?
…
Los somníferos…
…
¿¡Qué diablos eran los somníferos!?
Ladeó la cabeza.
¿Son caramelos ocultos, papi…?
Miró la comida y probó un poco de magro. Le gustó. Probó otro poco.
Bien. Si se acaban el plato, quizá los efectos de la dormición duren algo más.
Anya casi se atragantó de repente. Se quedó petrificada y miró a su padre, muy impactada.
¡Papi nos envenena! ¡Quiere que durmamos dos horas! ¿¡Por qué!? Cerró con fuerza su pequeño puño en el tenedor, sin saber cómo actuar.
—¿Estás bien, Anya-san?
—¡¡Tienes un pelo en la comida, mami!!
—¿Ahre…? —Yor bajó la mirada y estudió su plato, y lo mismo hizo Loid. En cuanto ambos se despistaron, Anya tiró bajó sus piernas a la velocidad del relámpago mundial lo que le quedaba de comida. Cuando ambos le devolvieron la mirada fingió llevarse el plato a la boca, arrastrando el tenedor como si hubiera tragado a morro todo el magro.
—¡¡Compórtate!! ¡Deja ahora mismo ese plato en la mesa! ¡Come bien, y siéntate recta!
Era la primera vez que Loid alzaba la voz para regañarla. Anya, con las comisuras todas manchadas, dejó el plato.
—Estaba muy rico, papi… perdón…
Tampoco es que fueran a quedar muchas pruebas del delito. El magro que había caído a sus pies había sido chupeteado y más que tragado por Bond, que estaba ahí abajo siempre a la espera de que un alma caritativa le lanzara algún picoteo.
—Te habrás equivocado, Anya… esto está bien. A lo mejor te ha dado esa impresión —dijo Yor, que siguió comiendo. Anya entreabrió los labios preocupada, pero no sabía cómo alertarla. Miró enseguida a su padre, que degustaba su plato sin pena ni gloria con la mirada sumida en aquel revoltijo de carne y tomate. Ambos se lo terminaron casi al mismo tiempo. Y Loid contempló unos segundos su reloj.
En unos quince minutos empezarán a notar los efectos.
Anya repasó sus escasos conocimientos adquiridos acerca de la hora en el colegio. Se le atragantó aquello de la hora desde la primera vez que vio el reloj en la torre para salvar a su padre de una bomba. Trató de pensar hasta que sintió que su cabeza iba a estallar… los dos pensaban muchas cosas al mismo tiempo y sus voces interferían en sus conocimientos. Se estaba irritando, y también poniendo nerviosa.
—Anya, ve preparándote para ir a la cama.
Yor levantó un poco la mirada de su plato y observó a Loid.
Está muy raro, ¿habrá tenido un mal día en el trabajo…? No habló nada en la cena.
—¿Cómo han estado hoy los pacientes, papi?
—Un día largo. Sin duda, no lo repetiría. Y ahora a la cama.
Anya agachó un poco la mirada y dejó el tenedor sobre el plato. Dio un saltito hasta el suelo y cruzó una breve mirada con Yor.
Seguro que esos quince minutos ya han pasado, mami es fuerte y no se dormirá. ¡Bond también es fuerte y grande! También resistirá. ¡Te salió mal el plan, papi!, iba riéndose en su camino hacia la habitación. Usó su banqueta para alcanzar del armario el pijama colgado y se lo fue poniendo.
En el salón todo estaba tenso. Yor estaba convencida de que él no hallaba las palabras más sensatas para decirle que se lo había replanteado y que no le había gustado nada de lo que habían hecho, que se arrepentía. De pronto le vino a la cabeza su guapísima compañera de trabajo con el pelo lavanda, una chica hermosa. Quizá alguien así era lo que Loid estaba buscando… o no quizá buscando, pero sí lo que le llenaría más. Una mujer científica como él.
—Voy a lavar los platos —murmuró mientras se limpiaba con la servilleta las comisuras y se levantaba. Él no dijo nada. Permaneció sentado con los codos sobre la mesa, la vista al frente y las manos cruzadas. Apoyó vagamente la nariz contra éstas. Y a los pocos segundos, oyó cómo caía el agua del grifo. Yor lavaba los platos. Debe estar enrarecida, incluso curiosa, preguntándose qué me ocurre.
Lo cual le resultaba muy irónico.
Se fue poniendo en pie lentamente mientras sus iris azules se volcaron de nuevo sobre el reloj. Diez minutos y treinta y pocos segundos.
Anya, atenta a través de una pequeña rendija a lo que pasaba en la cocina, sintió un tenue mareo. Su mente estaba somnolienta, pero fue sólo algo fugaz. Bond bostezó y se fue acurrucando en el camastro que había a los pies de la cama de la niña y cerró sus ojos adormecido. La chiquilla lo observó con curiosidad.
Esos caramelos de somníferos han actuado al final en Bond… ¡pero no podrán conmigo! Sólo probé un pedacito. ¡Estaré bien para salvar a mami!
El calmante no logró dormirla. Pero no estuvo preparada para lo que sus ojos empezaron a ver, y sus oídos a escuchar.
—De todas las personas en el mundo… ¿te habrías imaginado que el paciente de un día cualquiera fuera el que acabara con tus sueños? Con tus propios sueños, Yor.
—¿Uh…? —Yor miró de reojo mientras Loid se ponía de pie y se le iba acercando. Vio que llevaba la bandeja de madera con la que cortaban quesos en la mano. Siguió hablando.
—Sí, eso mismo. Es un poco extraño. Te pasas el día ayudando a los demás… y luego, un día cualquiera, alguien viene a reírse de ti. Así, sin más. No hay más motivos porque… el que recibió la burla aún tiene que asimilar qué ha ocurrido en el camino para que algo así llegue a suceder. Es desconcertante. Y raro. ¿A ti te confunde? ¿O te suena algo de lo que dijo? —mostró su más gentil sonrisa.
De pronto, como si dos personalidades en él se hubieran mezclado repentinamente, Anya abrió los ojos asustada cuando le vio alzar la bandeja. El hombre se movió con una rapidez abismal, tratando de partírsela en la crisma.
—¡¡MAMI…!! —gritó fuerte, abriendo del todo la puerta y saliendo al pasillo. Pero frenó sus pies atemorizada. Yor lo vio venir en el último instante y bloqueó con su propio brazo el lateral de su cabeza, protegiéndose igual que un boxeador contra un croché. Anya apretó su peluche en las manos. No podía leer más las mentes, el miedo le había trabado en ese segundo el pensamiento racional.
—¿Loid-san…? ¿¡Pero qué…!? —gritó Yor. El rubio volvió a arremeter contra ella. No hubo ninguna broma ni precedente. De la nada, Anya dio un paso atrás al ver cómo los dos se empezaban a batir en una lucha. Loid intentaba agredirla, y no lo hacía con ninguna lindeza: daba golpes secos, fuertes, y de pronto, también de la nada, Yor dejó de bloquear o esquivar sus golpes para respondérselos, con rapidez y eficacia. Eran muy buenos. Parecían estar en una fatídica sincronía. Ambos eran conocedores en profundidad de las artes marciales mixtas, especialmente Yor, que había doblegado su cuerpo en la lucha desde que era una cría. La contundencia de Loid no tardó, sin embargo, en hacerse notar. Logró darle un codazo en la boca que la hizo escupir sangre, pero entonces ella giró en seco su brazo y lo retorció. Loid se zafó bruscamente de su intento de agarre y volvieron a repartirse una paliza. No emitió una sola mueca de dolor.
Pero los golpes llevaron un ritmo profesional. Y al final se descolocó por completo.
Yor superaba sus conocimientos. Su fuerza no sólo era aplastante, sino sus técnicas. Y tenía un entrenamiento demencial para reconocer patrones de lucha ajenos. De pronto se sorprendió a sí mismo siendo él quien tenía que dejar la ofensiva para bloquear o protegerse de las contras, y cuando se descuidó un mínimo, un potente rodillazo de la mujer le impactó en la quijada, haciéndolo trastabillar.
—Debía haberlo supuesto antes —murmuró cabreado, limpiándose la sangre de los dientes. Yor no le entendía. Le miraba cansada, aún con la guardia puesta. Paró de golpearlo. Pero Loid no podía permitir que aquello se quedara así. Volvió al ataque.
—¡Basta…! —gritó Anya, en su saludable lejanía. Pero ninguno de los dos parecía escucharla. Era como si ambos temieran por sus vidas. Pero notaba que era papi quien ejercía el rol del instigador de aquella pelea. Yor había tenido que defenderse al verse acorralada, y por supuesto, volvió a conseguirlo. Esta vez la sicaria tomó un cuchillo de la cocina y pronunció un tajo tan veloz, que Anya escuchó perfectamente cómo rompía el aire en seco. Lo hizo dos veces, y a la tercera, oyó un grito ahogado. Loid se cubrió el brazo con la mano y tomó rápido una distancia, mirándola muy cabreado. Yor tenía la mirada encendida, igual que si fuera a rematar cualquiera de sus pedidos laborales. Se acercó a él y giró con maestría el mango del arma blanca, dejando la hoja hacia abajo. Cuando apretó fugazmente hacia abajo, Loid la agarró de la muñeca y le impidió que el atravesara el cuello.
—Eras tú. Ya entiendo… —musitó la mujer, con la voz cambiada y profunda, y unos iris tan amenazadores que habrían sido suficientes para sumirlo en una pesadilla lo que restaba de semana. Él apretó hacia arriba su mano, cuando de pronto Yor le asestó una patada en las costillas que casi lo dobla por la mitad.
—Mami… por favor… ¡deja a papi…!
Yor apretó la mandíbula. Si le hacía daño, era porque… claro. No había otra. Había tenido que averiguar su identidad. Pero eso significa… que tiene que tener los medios para saber quién soy, sino no se arriesgaría a este ataque, sólo llamaría a la policía… y… y eso…
—¿¡Alguien te mandó matarme!?
—No. Alguien te mandó matarme a mí.
—No. No es cierto —dijo ella, mirándole impasible mientras él intentaba respirar adecuadamente tras el golpe que le había propinado.
Yor parpadeó mirándole, intentando pensar en qué se le escapaba. Pero los pensamientos se le iban cada vez más lejos, y se hacían pesados. Como sus párpados. La mano perdió fuerza y se le escurrió el cuchillo, que fue a rebotar en el suelo manchándolo de sangre. Loid sonrió.
—Es cierto y lo sabías. ¿Verdad, Thorn Princess?
Ella abrió los ojos desmesuradamente y entendió a quién tenía en frente. Pero sus respiraciones habían calmado contra su propia voluntad. Sentía que perdía las fuerzas. De pronto, se tambaleó, y su mirada pasó a ser una mucho más asustada. Se agarró a la columna de la cocina, luchando por no dormirse. Obligó a tensar todos los músculos de sus piernas, pero éstos parecían burlarse de ella.
—Qué me has dado…
—Somníferos para tumbar a tres perros como Bond.
—T… tú… er… eres… —una de sus piernas flaqueó y chocó más fuerte contra la pared. Loid observó algo impactado cómo Yor se resistía a los efectos del calmante como si tuviera autoridad alguna para comandar contra el torrente de sus venas. Apretó los brazos abrazando la columna, pero cuando trató de escurrirse hacia arriba él la pateó del estómago, y la chica cayó estrepitosamente sobre el suelo. El golpe la atontó más todavía. Y ya no se veía capaz de incorporarse—. Eres… Tw… Twil…
—Sí. He tenido suerte de darme cuenta de tu identidad, antes de que te dieras cuenta tú de la mía —tomó el cuchillo del suelo y lo levantó. Lo aproximó a su cuello para rebanárselo limpiamente, ignorando todo el meollo de sentimientos que le chillaban que no hiciera aquella locura, porque claramente la quería. No quería convertirse en aquel antiguo compañero de trabajo. Tenía que ser profesional. Tenía que cumplir. Tenía que dar parte a WISE. Tenía que…
…Yor aún tenía algo de fuerza reservada en sus manos y trataba en esos segundos de desviar la punta del arma de su cuello. Pero le miraba a él fijamente, y de pronto, cuando estaba a punto de desplomarse, parpadeó y dejó de ejercer fuerza alguna. Pero no por sueño. Loid miró sorprendido cómo cubría con sus manos la suya.
—Siento que acabe así… te quería de verdad… yo… de verdad que… —perdió el conocimiento a mitad de frase; sus manos empezaron a abrirse sin fuerza y su cabeza se combó hacia un lado.
Loid la miró exasperado, sudando y tembloroso. La tenía. La tenía dormida justo delante. Apretó los labios.
—¡¡PAPI, NO…!! ¡NO LE HAGAS DAÑO A MAMI!
—A… Anya…
¿Qué demonios estoy haciendo? ¿¡Por qué he llegado a esto!? ¿Por qué Anya está despierta? De… ¿¡de verdad pensaba en hacer esto así, aquí!?
Se le cayó el alma a los pies al ver a Anya llorando desconsolada, con total amargura; temblaba mientras rodeaba la cabeza de su madre.
—¡¡NO LE HAGAS DAÑO!! ¡LA QUIERO! ¡PAPI, POR FAVOR, PAPI…!
Loid se maldijo por haber provocado todo aquello delante de la niña. Probablemente acababa de traumatizarla de por vida y ni siquiera la había escuchado gritar hasta ahora, tras tanta descarga de adrenalina.
—¡No quiero que muera… por favor… papi…!
Loid se puso en pie y dejó en el fregadero el cuchillo de cocina. Después se acuclilló sobre ambas. Anya lloraba desconsoladamente sobre ella, probablemente pensando en que estaba dormida por otro daño ocasionado. Suspiró bajando la cabeza al imaginar eso. Había faltado a su palabra de no hacer llorar a los niños. Anya estaba atemorizada, pero ni por esas dejaba de abrazarla.
—Está bien, Anya. Déjame levantarla, ¿sí?
—¡Eres malo! ¡Querías dormirla para hacerle daño… ella es muy buena conmigo! ¡No te dejaré!
Sí que lleva rato oyéndonos. Maldita sea.
—No tenías que haber escuchado eso. Era una conversación de adultos. Pero todo tiene una explicación… que se te dará en el debido momento.
¿Cómo voy a explicarle esto? Necesito llevarme a Yor cuanto antes e informar a WISE.
—¡¡No quiero que le hagas daño!! —volvió a explotar a llorar, y Loid cerró los ojos algo impacientado. Se lo merecía por haber hecho todo a las prisas. Había salido todo mal. Ahora también, para más inri, los gritos y lloriqueos de Anya podían traer a vecinos y que sospecharan.
—Deja de gritar, por favor. Te prometo que no voy a hacerle daño alguno.
Tengo que llevármela cuanto antes, antes de que despierte.
—¡¡No la llevarás a ningún lado!! —dijo envalentonada, y él sintió un estremecimiento. Era como si leyera su maldita cabeza.
No sería capaz de matarla. He pasado miedo, esa es la realidad. Y creo que ella también. Pero no podría matarla. Esto es un despropósito. Tengo que entregarla a los servicios de Inteligencia, dejar a Anya en el orfanato y marcharme lejos.
Anya dejó de sollozar por un momento y parpadeó, muy dolida. Dejó de mirar a Loid y le acarició la cara a su madre con sus manitas.
—Yo le contaré a mami que todo fue un accidente y que has tenido que irte. Quiero vivir con mami, si tú no quieres estar con nosotras. Pero no quiero volver al orfanato.
—¡Anya…! —gimió sorprendido, aquello rayaba casi la locura. Tragó saliva. No había modo en que tuviera tantísima perspicacia. Le tendió una trampa.
Lo dejaré al azar. Si Anya elige el color turquesa, ellas vivirán juntas por siempre y me marcharé, y no volverá al orfanato. Es un color tan raro de pronunciar que no lo acertará.
—Anya, si te propusiera adivinar un color cualquiera de los que hay en el…
—¡Turquesa! ¡Déjanos en paz!
No podía ser. Los perros. Los niños. Los laboratorios clandestinos. La conexión con las altas esferas y los procedimientos fallidos de niños probeta para ser utilizados en organizaciones criminales. No había datos sólidos acerca de un origen anterior. Uno de los campos que se estudiaban entre niños y hermanos gemelos era el propio campo morfogenético y traspaso de información. Niños esper. Pero no podía ser. No era más que ciencia ficción protagonizada por científicos modernos chalados. ¿Cómo podía ser que… Anya…?
—Anya —trató de acercar con cuidado su mano a ella, pero la chiquilla se espantó un poco y se revolvió para alejarse, sin soltar la cara de su madre. Le miró con las cejas fruncidas—. Anya… ¿puedes leer las mentes humanas?
—¡¡Sí!! ¡Sí que puedo! ¡Soy omnilectora! ¡Siempre supe que mami hacia daño a gente mala! ¡Y tú también querías la paz en el mundo, por eso me inscribiste en Edén! ¡Lo sé todo! ¡Y os acepté! Porque… porque… ¡¡no quiero estar sola!! ¡¡Y porque pensé que los dos érais buenos…!!
Loid abrió mucho los ojos y sintió que el corazón estaba tan desbocado en su interior que sus palabras no atinaban en salir. Estaba incómodo. Aquello era… increíble.
—¡Sí! ¡Soy increíble!
Es… impresionante.
—¡Sí! —prosiguió la niña con determinación— ¡soy impresionante!
—No podemos decir nada a nadie —dijo de repente, mirándola muy serio—. Anya. A nadie. Hay gente muy mala que si te encuentra, te llevarán consigo. Y el orfanato al lado de esos laboratorios es un safari. ¿¡Me entiendes!? —la tomó más fuerte de los hombros, mirándola de repente muy cerca. A la niña le temblaron un poco los labios, pero asintió fuerte.
—No quiero que mami se vaya… os quiero a los dos… pero… si tengo que elegir… ¡tú le has intentado hacer daño a mami primero!
Loid tragó saliva, sintiéndose culpable. Asintió elevando un poco las manos.
—En efecto. Tienes razón… he sido…
Qué coño, puede leerme la mente. Ya habrá escuchado de todo. Así que…
—… ¡he sido UN CAPULLO INTEGRAL!
Anya lo miró, sorbiendo por la nariz para contener sus lágrimas. Le señaló con su minúsculo dedo.
—Y también le has hecho más daño a mami. Ha estado toda la cena pensando que no te satisfizo en la cama. ¡¡Eso es culpa tuya, por no comprar los juegos de mesa que te pedí!!
Loid volvió a tragar saliva. Había que tener mucho cuidado con ese poder. Se esforzó muchísimo, pero muchísimo, en no dedicar ni un segundo a pensar en qué significaba la actividad de la cama.
—¿¡Qué es hacer el amor!? ¿Eso cómo se hace? —lo cuestionó.
Así que puede leer frases. Pensamiento construidos con frases. Pero no tiene tanta facilidad para descripción de imágenes.
Anya le miraba ahora frunciendo el ceño. Parecía más concentrada que de costumbre. Loid se apresuró a echar calma al asunto antes de echar por tierra su propia deducción última.
—Anya, esos juegos… son juegos distintos. Tú no los conoces, porque eres una niña pequeña.
—No lo sé —se aferró más a la cabeza de Yor y la miró a ella. Le acarició la mejilla despacio—, pero pensaba muchas cosas tristes. Pensaba que si no te gustó en la cama tendría que irse y que no quería dejarnos.
Loid miró a Yor concentrado. Así que ella también sentía algo genuino por él. Por ellos.
—Mami te ama… papi, te lo aseguro. ¡Piensa siempre en lo bien que se te ve todo y en lo gentil que eres con tus pacientes! Que yo siempre he sabido que no tienes ningún paciente, pero…
—Dios mío, esto… es surrealista —se tapó media cara con la mano al caer en cuenta—, esto… es… Anya… lo has sabido todo de ambos desde el principio y aun así…
—¡Sí! ¡Porque hija de espías, es espía también! Y como papi dice, la paz en el mundo es lo más importante.
Loid la miró fijamente, sintiendo una débil punzadita en el corazón. Lo había escuchado absolutamente todo desde el primer día. Por eso hizo los sudokus y los crucigramas, por eso era incapaz de concentrarse bien en los exámenes, por eso siempre parecía tener una excelente perspicacia y tenía comentarios tan raros como precisos. Aquella niña era un encanto. Era formidable. Era…
Anya tenía las mejillas sonrosadas mirándole. Claro. Me está oyendo.
—Así es, ¡te oigo muy bien! Y ahora… por favor… no me devuelvas al orfanato…
Loid se volvió a acuclillar más cerca de ella y suspiró profundamente.
—Jamás. No sé lo que va a pasar, Anya. Pero no volverás a pisar ese lugar.
—¿Me lo prometes?
—Sí. Te lo prometo.
Anya sonrió con notable felicidad. Bajó la mirada a Yor.
—Papi, vamos a acostar a mami…
Loid asintió sin pensárselo. Aquello que se avecinaba… podía ser muy grave. Demasiado. Coló los brazos bajo el cuerpo de la sicaria y la elevó. Estaba totalmente dormida. Tenía sangre en el brazo y a causa de ello, la mujer también tenía algunas salpicaduras ajenas. Pero los ojos fueron a parar, en cuanto la recostó en la cama, a sus lóbulos de las orejas.
Fiona le había dado un mensaje con un hondo significado, y la vio de muy buen humor. Le dijo que se había visto a una madre morena hacía un día por allí, en el pelotero. Se encontró un mensaje en uno de los tornillos… que era justo donde su destinatario fue a buscarlo. Sólo una mujer, sólo un hombre. Pero la identidad no estaba clara.
Mujer morena, de piel blanca. Cuello bonito. Sólo un arete dorado puesto.
Y el arete compañero, dentro del envoltorio de aluminio que habían hallado los espías de WISE.
Loid se cruzó de brazos y se quedó de pie, viéndola dormir.
Lo que tenía que haber hecho era aprovechar su inconsciencia para trasladarla hasta las instalaciones de WISE de manera disimulada, algo para lo que ya tenía escondite. Pero Anya había truncado todo lo que tenía o debía de hacer. No era capaz de decepcionarla. Si ella no hubiera estado, la habría matado llevándose por delante todos los sentimientos que latían por esa mujer. Tomó aire profundamente.
Desobedeció todas las órdenes que le dio Sylvia y decidió que la primera persona con la que hablaría… sería con la propia Thorn Princess.