CAPÍTULO 8. Espinas
Anya estaba expectante, mucho más que cuando iba a empezar el siguiente capítulo de su espía favorito. Y es que por primera vez en su vida podría visionar el resultado del amor entre sus padres siendo sinceros por primera vez el uno con el otro. Loid estaba nervioso y no paraba de darle vueltas al mismo tema una y otra vez.
Esto no es un maldito juego de muñecas. No es un juego de decisiones donde luego puedes retroceder y ver el resultado de la otra elección. Sólo hay una vida… sólo dos caminos que tomar y en cuanto lo tome… para bien o para mal habré sellado mi destino. Mierda, la niña me oye. Joder, no tengo que pensar en mierda. ¡Mierda! No, o sea… caballitos. Ponis.
—Papi es divertido cuando está intentando caerme bien.
Mierda, ya me oyó. ¡OTRA VEZ! ¿PERO QUÉ ME PASA? Errores de principantes. Maldita sea, ¿cómo se supone que voy a controlar lo que pienso? Esto… es descabellado… ¿habré tenido algún pensamiento demasiado rocambolesco para la mente de una niña? Seguro que sí. Mierda, me oye. JODER OTRA VEZ. Yor, despierta de una vez para que estos pensamientos dejen de escribirse solos. No, espera, Yor no. Tetas, tetas grandes. Tetas bonitas. NO, LOID, ESO NO. CÁLMATE. Pelo bonito. Mejillas lindas. Ojos sexys. No puedo pensar en Yor. Ese cuadro es bonito, ¿dónde lo habrá comprado?
Anya le miraba con las cejas fruncidas, sorprendida del ritmo arrollador de frases que oía continuamente de la cabeza de su padre. Su atención también se redujo al cuadro y giró la cabeza.
—Mami lo recibió como regalo tras asesinar a su víctima 53 —hizo sólo el número tres con sus deditos, y Loid la miró boquiabierto y un poco acobardado.
¿¡A cuánta gente habrá asesinado!? ¿Será mayor su número que el mío? Eso es horrible… no, no puedo juzgarla. Eso es lo que no querrá.
Anya se mordió el labio. Ambos se pusieron tensos y sus mentes dejaron de pensar en nada en cuanto la oyeron balbucear. Loid miró su reloj de pulsera.
Debería despertar ya. Cada vez estoy más nervioso. ¿Cómo se supone que debería encabezar la conversación? Al fin y al cabo soy su víctima también, su presa… esto va a ser extraño.
—¡Papi! ¡Yo tengo la solución a tooooooodos vuestros problemas! —se agitó elevando los bracitos.
Pero tú qué vas a saber, no eres más que una pequeña niña…
—Dime, An…
—¡Papi debería escucharme con atención ahora que sé toda la información, ya que sé más que él y que mami!
Yor se puso recto, en silencio. Tenía toda la maldita razón. Y aunque a su mente aún le costara concebirlo, esa niña se había pasado la vida escuchando los oscuros y retorcidos pensamientos de todo el que la rodeaba. Por motivos lamentables, ya no se sorprendería con facilidad. De repente sintió algo de lástima.
—Papi, tranquilo. No sufras por mí. ¡Siempre fue así! ¡Y ya estoy acostumbrada! —elevó los hombros. Él trató de decir algo pero volvió a negar con su dedito chico, de lado a lado— chichichichi… escúchame, papi. Mami te quiere. Tú la quieres. La solución es… ¡huir a cualquier parte a vivir y que vuestros jefes no os pillen!
Loid sonrió débilmente y bajó la cabeza, con una expresión de derrota. Pero agradeció internamente que aún le quedara inocencia después de todo lo que habría tenido que escuchar. Tomó el taburete que Yor tenía frente al tocador y lo dirigió frente a Anya, tomando asiento despacio. Cruzó los brazos.
—Voy a ser totalmente claro contigo, Anya. Dado que ya no hay nada que se te escape sobre mi vida real.
Anya asintió un par de veces y se puso igual de seria que él, imitándole al cruzar los brazos.
—Chí.
—Las personas para las que trabajamos no pertenecen a empresas normales. No son heladerías u oficinas donde puedas solicitar unas vacaciones o escaparte. Si escapas por motivos como estos, tienen un arsenal de otras personas igual de capacitadas que nosotros para rastrearnos, encontrarnos, extorsionarnos y matarnos con mucha facilidad.
Anya tragó saliva, de repente preocupada.
—¿Vamos a morir los tres?
Loid se relamió los labios despacio y bajó de nuevo la mirada.
—Estoy intentando pensar una manera para gestionar todo esto… y que no ocurra así. Pero las probabilidades más altas indican que así es como acabaría.
—¡Seguiremos fingiendo que no sabemos la identidad del otro!
Loid frunció las cejas.
¿Aquello podía funcionar? ¿cuántas misiones en activo he cumplido y cuántas no?
La respuesta a eso era fácil. En el momento en que tardaba más de la cuenta, significaba que algo en él fallaba, y no en la misión per sé. Sylvia era avispada, acabaría dándose cuenta bastante rápido. Y no descartaba que ocurriera igual con la organización de Yor.
Miró a Yor de repente, pensativo. Y Anya intervino dándole voz a sus injerencias.
—La otra opción es que mami muera y yo viva, eso piensas —dijo apenada— porque cumplirías tu misión y la otra parte nunca sabría que fuiste tú quien la mató.
Loid apretó los dientes. Era muy difícil frenar sus pensamientos, estaba entrenado para pensar soluciones rápidamente. Suspiró y devolvió la mirada a Anya.
—Es sólo algo que se me ha pasado por la cabeza… no pienso matarla. Pero… no puedo evitar pensar en soluciones de diversa magnitud. Estoy entrenado para ello. Espero no asustarte… más de lo que lo habré hecho ya.
Anya asintió otro par de veces.
—Papi. Si no podemos escapar… ¿por qué no lo decís y abandonáis sólo esta misión?
—Porque los que me han encomendado esta misión quieren tirar del hilo. Ese hilo sólo se moverá en cuanto Yor muera, porque es el eslabón más bajo de… —cambió el vocabulario—, bueno, ella es la pieza más insignificante del tablero que hay en su organización. Es como el peón en el ajedrez.
—¡Mami no puede ser un peón! ¡Es la reina! ¡Te gana en batalla hasta borracha!
—Ah… hehe…
Será posible, esta cría…
—Papi —volvió a dirigirse a él con seriedad—, ¿por qué tiene que morir mami para que ese hilo se mueva?
—Es como quitar un solo ladrillo a una pared totalmente tapizada. El dueño de la casa querrá saber qué ha pasado para que ya no esté ahí. Y eso le hará hacer preguntas, movilizar a su servicio, cambiar estrategias, poner otro ladrillo distinto… sin saber que esas mismas estrategias son las que delatan su posición y su manera de pensar. Es una estrategia buena, aunque requiere de buenos investigadores… de buenos espías. Por eso Yor y yo somos enemigos naturales.
Anya comprendió, desde su inmadurez, que las cosas estaban difíciles. Miró a Yor y se le hincharon las mejillas en una rabieta.
—¡Está bien! Entonces… estaré día y noche haciendo guardia en todas las guaridas que vayamos escapando… porque en el momento en que se acerque alguien podré leerle la mente y os diré cómo podéis acabar con esos señores tan malos.
—No puedo ofreceros una vida de escape. Mi vida es el espionaje. Por la amistad que me une a Sylvia, yo podría… preguntarle, pero… es tan arriesgado, Anya…
—Papi… algo hay que hacer…
—No se trata sólo de nuestros jefes —apretó incómodo los brazos contra sus pectorales y de repente señaló a la propia Yor con la cabeza—, ¿has parado a pensar qué puede hacer ella en consecuencia? Sé que le tienes cariño. Y que probablemente sea cierto que tenga sentimientos bonitos hacia nosotros. Pero eso no quita su entrega a su trabajo como sicaria. El trabajo puede imponerse. Puede mentirnos para matarme igual.
—¡¡No!! ¡Mami no te traicionará!
—¿Cómo lo sabes?
—¡Porque lo sé…! —apretó sus pequeños puños, chillando—. Lo sé… ¡lo sé! Ella… está enamorada perdidamente de papi. Y aunque su mirada a veces dé miedo, es muy buena persona.
Loid se ruborizó un poco, retirando la mirada de la niña.
—Aunque esté enamorada —insistió—, eso… eso no es suficiente… no importa cuánto quieras a una persona. Hay cientos y cientos de circunstancias que pueden dificultar que estés con quien amas.
Loid pensó en su madre, repentina e involuntariamente. Pero torció ese recuerdo de una manera asombrosa, no quería que Anya tocara aquel tema bajo ningún concepto. Así que siguió hablando.
—Anya, cambiando de tema… tengo que insistirte en otra cosa —volvió los ojos hacia ella mucho más serio—. No debes contar a nadie lo de tus poderes. Por muy tentada que te sientas, a menos que tu vida dependa en última instancia de ello… esto… es muy importante. Nunca se lo cuentes. A nadie. Por mucho que confíes en esa persona. ¿Me has entendido bien?
Anya se puso seria, contagiada, y asintió rápido.
—Chí. Papi tiene miedo por mí. No lo haré.
—Bien. No te ocultaré nada. El motivo por el que no tienes que hacerlo…
—…papi tiene miedo de que los laboratorios que me dejaron marchar se enteren y me exploten con más experimentación o me maten de una descarga eléctrica. Anya lo ha entendido. Anya tampoco quiere eso —comentó asustada.
—Llevas… ¿toda la vida pudiendo guardar un secreto así, Anya…? ¿Para ti sola?
—Chí. La gente me miraba raro.
—Eres realmente impresionante. Siendo una niña… lo normal es que acabaras desahogándote con alguien. En algún momento de debilidad. Debes de haber sufrido mucho —levantó. Se volteó hacia ella con curiosidad—. ¿Recuerdas cómo y por qué llegaste al orfanato, o quiénes eran tus padres reales?
A Anya le brillaron los ojos por un momento. Pero no gozaba de la concentración ni la memoria para recordar con precisión nada de lo que le habían hecho en esos altos paredones blancos.
—No recuerdo casi nada… sólo algunas imágenes. Todo borroso. Recuerdo a mi madre… pero… creo que le hicieron daño porque intentaba pasar más rato conmigo del que le permitían, y un día simplemente dejé de verla. La eché mucho de menos.
Mi misma carencia.
Loid se esforzó en sonreírle. De pronto, un balbuceo volvió a salir de los labios de Yor. Loid se levantó con cautela.
—Anya, por las dudas… aléjate. No sé cómo va a reaccionar cuando vuelva en sí.
Anya obedeció y se puso pegada a la pared opuesta de la habitación. Estaba nerviosa, pero ni la mitad de lo que lo estaba Loid. Ambos tragaron saliva al verla revolcarse en la cama con mucha pesadez. Rodó más de la cuenta y su cuerpo se precipitó por el borde, cayendo con fuerza al piso.
—¡Yor-san!
Yor abrió los ojos como una leona alerta y brincó, volteándose con rapidez. Lo hizo con tanta rapidez que un nuevo mareo volvió a asolarla, pero esta vez sí pudo colocar los pies y evitar caer. Levantó los puños.
—Yor-san… perdóname… deja que te explique.
—Q… ¿¡qué!? ¿Por qué no me has asesinado?
Yor estaba demasiado nerviosa como para acordarse de que había una niña al lado. Su mirada había visto que él peleaba bien y no se podía despistar una segunda vez. El hombre, no obstante, la sorprendió alzando más las manos y dando un par de pasos hacia la cama.
—Deja que te lo explique.
—N… ¡no te acerques más!
—No lo haré. ¿Dónde quieres que me ponga para que te sientas segura?
—Allí, en la pared.
Loid se alejó, pero nada más lo hizo, vio cómo sacaba con una rapidez pasmosa un cuchillo largo y fino de un doble fondo del cajón. En la mesilla.
Por eso se puso tan nerviosa cuando busqué estúpidamente los condones ahí.
—¿Qué es un condones? —preguntó Anya, con curiosidad.
Loid se sonrojó, maldiciéndose.
—¿Qué estás diciendo, Anya-san…?
—Papi te tiene que explicar que soy omnilectora y que puedo leeros la mente a los dos desde que sois mis papis. Papi es espía de Westalis y está en una misión para evitar la guerra, mami es asesina de malos y sirve a Ostania. Ambos luchan por el mismo fin pero trabajan en organizaciones que son enemigas naturales a efectos prácticos. Así lo ha estado pensado papi, yo sólo tengo que repetir lo que me llega a la cabeza.
Yor bajó el cuchillo, atónita.
—Deja… deja que te lo explique —dijo Loid intentando mantener la calma.
Media hora después
Después de muchas preguntas y de Yor alucinando ante las demostraciones del poder de Anya, sintieron una insospechada calma. Ahora lo sabían todos los unos de los otros. Se miraron entre sí y hubo un alivio espontáneo.
—Pero ahora que ya todos tenemos conocimiento de esta mentira y sabemos quiénes somos, creo que la situación no ha hecho más que complicarse.
Se ha complicado por completo. Sin saberlo era más fácil realizar el trabajo… ¡ay!
Yor había pensado aquello último, y dedicó a Anya una inocente risilla.
Caray, tengo que controlarme…
—Mami, no te preocupes. A papi le pasó igual antes.
—Es… difícil cuando uno ya sabe que le están leyendo la mente a tiempo real —se excusó, respirando hondo. Miró a Loid con preocupación—. Yo… no sé qué decir. Esto se sale por completo de mis manos.
—¿Qué ocurriría si se lo explicaras a tu jefe?
Yor desvió las pupilas y miró a otro punto de la habitación, pensativa… pero acabó chistando con cierta expresión de tristeza.
—Hay… demasiada gente por encima de mí. Si no hago lo que se me ordena, quizá no pase nada porque soy una sicaria de confianza. Pero puede que sí ocurriera si… se enteran de por qué no lo hice. Entonces lo más sensato es que tomaran represalias para salvarse las espaldas.
—La idea de la huida, ¿es plausible para ti?
—Es plausible para mí. Pero no haré pasar a Anya por eso —contestó con firmeza, devolviéndole una mirada muy fija. Loid asintió. Y Anya saltó con enfado.
—¿¡Cómo!? Yo iré donde mis papis vayan. Si la solución es huir hasta que todo nos hagamos viejos y nuestras caras cambien, ¡lo acepto!
—Yo no tendría problema porque llevo toda la vida haciéndolo. Pero tú no podrías, Anya. Y tampoco podemos condenarte a ese tipo de vida —se volteó hacia ella, tan serio como comprensivo—; ahora debes entendernos… has hecho mucho por nosotros. Jamás te dejaremos sola. Eres nuestra hija.
A la niña se le aguaron los ojos, y miró a ambos con mucha vergüenza. Se sintió inmensamente feliz. Yor le sonreía con una expresión tan maternal, que no pudo evitarlo y corrió hacia ambos y los abrazó. Éstos tuvieron un segundo de sorpresa y le devolvieron el abrazo. Pero Loid sentía que el tiempo se les echaba encima. Decidió interrumpir su propia felicidad al hablar.
—Creo… que esta noche necesito estar un buen rato a solas. Hay demasiados intrincados… y tengo que pensarlo muy bien para que ninguna salga perjudicada.
—Para que nadie salga perjudicado —puntualizó Yor, mirándolo aún con fijeza. Loid suspiró mirándola.
Creo que ya he vivido lo suficiente. Ellas son más jóvenes y Yor es mejor influencia que yo para ella… incluso dedicándose a lo que se dedica.
Anya frunció el ceño y se abrazó más fuerte a su madre. Señaló a papi con su diminuto índice.
—Papi quiere hacer un plan para que salgamos vivas porque piensa que eres mejor influencia para mí. Quiere arriesgarse solo.
—Por eso nosotras le ayudaremos a que no haga tonterías —rozó su nariz en la mejilla de la niña, sonriéndole. Loid las miró con cierto reproche pero no dijo nada—. Anya-san… siento que hayas tenido que ver una parte tan fea de mí… se suponía que jamás tendrías que haberlo sabido.
—¡Mami es genial! ¡Pelea mejor que papi!
—Y ha quedado demostrado —dijo él—. Ni siquiera con planificación, factor sorpresa y cuerpo a cuerpo he podido vencerte. Eso dice más de tu eficacia que de mi entrenamiento. Pero creí que tu última frase antes de desmayarte… era una actuación desesperada para que yo no te matara.
A Yor le costó recordar esa última frase, había sido proferida en el camino a la inconsciencia, por lo que estaba difuso. Pensaba justo en eso, cuando Anya la ayudó.
—Mami dijo que quería a papi de verdad antes de echarse a dormir.
—Ah… ya… ya veo… —los colores ascendieron a su rostro nuevamente.
Loid se sentía raro. A su cabeza acababa de acudir otra idea rocambolesca relacionada con Sylvia. Apenas conocía nada de su vida, más allá de que alguna vez tuvo una hija. Nunca profundizaba en el tema. ¿Y si usaba a Anya para escrutarla? ¿Llevaría eso a alguna parte?
No. Sylvia está igual o más preparada que yo para ignorar este tipo de sentimientos. Pero… ¿es que acaso alguien puede descansar alguna vez en esta profesión?
—Es tarde, Anya. Toca dormir. De todos modos, nadie sabe lo que nosotros sabemos y de momento esa es nuestra gran ventaja. Tenemos que seguir fingiendo para que todo siga así.
Ambas asintieron. Loid se puso en pie y fue a acostar a la niña.
Yor se quedó en su habitación, pensando qué diablos podía hacer. Era útil en ciertas cosas, pero torpe y lenta de pensamiento para otras. No tenía la agilidad de él para elaborar planes, no sabía leer en la psiques ajenas para anticiparse. Nunca había hecho otra cosa que fingir no ser sicaria, para luego serlo. Era la única práctica que se le daba bien de verdad… incluso en el trabajo falso del ayuntamiento, donde debía mantener una imagen, era una torpe. Se despistaba con la fotocopiadora, su mecanografía era lenta y no tenía habilidades sociales. Incluso a Camille le había costado tragarse lo de que fue seleccionada para convencer a unos clientes en un crucero de lujo. ¡Cómo iban a creérselo, si todo se me da de pena! Suspiró.
Al cabo de una media hora, Loid regresó a su habitación y cerró la puerta. Acortó distancias con ella.
—Se ha quedado dormida. En cualquier caso, ya me he dado cuenta de que su rango de lectura no llega hasta aquí.
—¿Lo… lo has comprobado…?
—Sí, no ha sido muy difícil. En realidad es más difícil intentar dejar de pensar en cosas vergonzosas estando a su lado. Me ha costado mucho dominarme.
Yor asintió y bajó un poco la mirada, pegando la barbilla a sus rodillas flexionadas.
—Me siento inútil… yo… no sé cómo puedo ayudar en todo esto.
—¿Qué nivel de confianza existe entre tu jefe y tú?
—Henry es el intermediario, pero conozco a su jefe también. Prácticamente me sacó de la pobreza cuando mi hermano y yo no teníamos casi comida. Fue difícil… pero liberador. Es un buen hombre.
—Verás, Yor… estamos en una encrucijada nos movamos para donde nos movamos. Y no quería decir esto delante de la niña, pero… quizá sea probable que tengamos que utilizar una cabeza de turco.
Yor alzó la barbilla ligeramente, mirándolo sorprendida.
—¿Peligrar a un inocente…?
Él asintió. Ella pareció pensárselo… miró a otro lado. Pero sus labios se juntaron y frunció las cejas.
—No puedo hacer eso. Va contra mis principios.
—¿Principios? ¿Has oído hablar del derecho a la vida? ¿Ese que supuestamente tenemos todos?
¿Me… me está juzgando…?
Yor de repente sintió una espinita con su intervención. Le miró con fijeza, algo dolida, y otro poco devastada por motivos más secundarios.
—Puede que sea una hipócrita. Pero sé por qué lo soy. Y por qué hago la justicia de esta manera.
Loid agachó la cabeza, cabreado consigo mismo. ¿Por qué estoy tan antipático? Él también había arrebatado vidas en pos de evitar una guerra… la guerra eliminaba vidas inocentes a mansalva. Él, a cuentagotas. Lo cual no terminaba de diferenciarle del todo igualmente de lo que era un sicarioo un militar con una automática en las manos.
—Perdona, lo que he dicho está completamente fuera de lugar. No puedo convertirme en lo mismo contra lo que lucho, pero… tengo…
—¿Tienes… qué…?
—Miedo —pronunció, casi arrastrando la palabra en un suspiro. Ya no podía mirarla—. Por eso nunca me he inmiscuido personalmente en estas misiones. Me refiero, a sentir cosas. Trae problemas e inseguridades. Pierde uno la eficacia de la profesionalidad porque se hace blando. Ahora estoy asustado, porque no quiero perder a ninguna.
—Antes caeré yo. Soy la menos importante —dijo, sin ninguna lástima en la voz. Le hablaba de repente con mucha contundencia—. Escúchame, Loid. Me entrené también para dar la vida por quien se me mande. Esta vez es lo mismo… lo único que cambia, es que lo hago por decisión propia. A Anya no le ocurrirá nada. Me lo he prometido.
—Hay gente a tu alrededor que es peligrosa para mí y para la niña. ¿Sabes a lo que se dedica tu hermano Yuri? Sabes que no es un policía común y corriente, ¿verdad?
Yor abrió más los ojos, desconcertada.
—¿Yuri…?
Loid sonrió con cierta ironía y bajó la mirada, suspirando.
—Hay que andar con mil ojos siempre. Y siempre… siempre he ganado todas mis partidas por la anticipación. Me di cuenta de que trabajaba para la secreta al poco de que abriera la boca en nuestro salón. Por supuesto, me tiene bien vigilado para que no te haga ningún daño. Pero poco le importamos Anya o yo. Y si se entera de que soy un espía de Westalis, este proyecto familiar tampoco tendrá futuro. Son muchas las espinas que tenemos apuntándonos ahora mismo. A cuál más peligrosa.
—Él… él no hará nada si yo se lo pido.
—Hilará para hacerlo y que pienses que él no tuvo nada que ver. Dará parte a sus superiores, elaborarán un plan bien orquestado para que todo parezca un accidente, y un día, Anya y yo desapareceremos. Tenemos que seguir engañándole. No hay de otra.
—¡Me parece bien! —dijo nerviosa, bajando enseguida el tono de voz—, él… él tampoco tiene idea de a lo que me dedico yo.
Eso no se lo esperaba. Abrió los ojos, curioso.
—¿De verdad? A lo mejor lo sabe y lo está pasando por alto sólo porque eres tú.
—No lo sabe. Mediaría también, porque jamás sería una vida que él quisiera darme. Además, ya no hallaría motivos para explicarle por qué sigo trabajando de eso siendo tú psiquiatra…
Yor parpadeó al ser consciente de lo que pronunciaba. ¿Cabía alguna posibilidad de que esa última misión que le habían encomendado quedara sin cumplir? ¿Qué podría ser lo peor que podía pasar? ¿Qué podían tener en contra de Loid Forger, su marido tapadera, si no sabían nada de él en realidad?
—Quizá si…
—No puedo decirles quién eres. Pero puedo decirles que me has hecho querer cambiar mi vida para siempre. Puedo… puedo intentarlo.
Él frunció el ceño.
—¿Estás segura? Espera, espera… ¿a qué te refieres exactamente?
Yor fue entreabriendo los labios lentamente, más según alargaba una bocanada de aire. Estaba llena de tensión. Lo soltó abruptamente y parpadeó, volviendo a mirarle con fijeza.
—Digo que puedo optar por… decir la verdad. Ocultando tu identidad. Pero… seguirías estando en peligro. Si yo me niego matarte, otro lo hará en cuanto descubra quién eres.
—Puedo vivir con ello. No es fácil saber quién soy. De hecho tú hubieras perdido esta misión… tú no contabas con pruebas. Fui yo quien te pilló.
—Eso es cierto.
—En cuanto a mí… —empezó el rubio, pesaroso. Pero la sola idea de imaginar que podía lograr algo siendo sincero frente a Sylvia se le hacía poco menos que fantasiosa. Ella era una mujer ya curtida por la vida, y sobradamente experimentada para lidiar con sus propios sentimientos. Era evidente que se mostraría aún más fría con los sentimientos de sus trabajadores. Si Loid mostraba signos de debilidad después de tanta perseverancia en todas sus misiones exitosas, ella sospecharía.
Maldición, ahora lamento ser tan perfecto. Algunos fallos pasan por alto con otros espías. Conmigo no ocurriría. Ella se pondría a investigar. Y… lo descubriría.
—¿Y si tiene alguna debilidad que aún no conoces? Quizá… si Anya está lo suficientemente cerca de ella en la situación adecuada, con las frases adecuadas…
—Todo me parece arriesgado en el momento en el que incluyo participación ajena. Y más de una niña tan pequeña.
—Lo entiendo. Sí. Es una idea ridícula… —asintió ella.
No es ridícula. Puede funcionar hasta cierto punto.
—Pero no tenemos por qué forzar las cosas a la primera de cambio. Quizá… sí que pueda testearla un poco. Yor… me has dado una idea muy sensata.
—¿Ahre…? ¿Hice eso…?
Él asintió, y curvó una sonrisa más tierna.
—Sí. Lo hiciste.
—Me alegro… entonces… lo intentaremos.
—Dejemos que pasen unos días prudenciales. Quiero ver si cambian cosas en nuestra vida cotidiana si lo intentas tú primero.
—¿Cosas… como…?
—Acciones secundarias. Figurantes que nos acompañen en nuestros paseos matutinos que cambian de la noche a la mañana. Alguien que mira de reojo todo el pan en una panadería y se va sin comprar nada…
—Lo intentaré. Intentaré ser más observadora.
Él había omitido la parte más peligrosa: WISE sabía la identidad de Thorn Princess porque Fiona la había descubierto al ver el arete en el pelotero. Por eso Loid estaba observando muy bien sus cartas antes de subir la apuesta o retirarse.
Había decidido, con más miedo que determinación, retirarse. Idearía algún salvoconducto por si las cosas se complicaban. Pero no podía decirle a Yor que su jefa ya sabía quién era la sicaria, porque entonces Yor estaría más nerviosa. Procedió a levantarse de su cama. Pero ella de repente le tomó de la mano, un poco ansiosa.
—¿Hay… hay algo más que pueda hacer por ti, Loid-san?
Él frenó en seco, llevando la mirada hasta su rostro. Trasladó sus ojos azules a aquellos finos y hermosos labios, y entonces volvió a sentarse en el borde y condujo una mano hasta su mejilla. Yor se tensó un poco cuando notó su cercanía, y su pecho se agitó del todo al recibir un beso. Loid se quedó allí, rozando ambas bocas, pero al cabo de unos segundos volvió a besarla, atrayéndola más a él. Oyó que la chica suspiraba nerviosa y pasaba una mano a su espalda, para aferrarse y continuar su beso.
A veces, todo parece fácil. Incluso en todo este meollo de mierda. Sólo tengo que sacar la cabeza por la ventana y recordar lo jodidos que estamos. Pero en esta habitación y en este momento, uno puede abstraerse y hacer las cosas mucho más sencillas. Esto es lo fácil… es lo fácil… lo más fácil que puedo hacer… porque hacerlo reconforta y duele… y en este minúsculo instante, es lo que más deseo hacer.
Llevaban un buen rato haciendo el amor, y esas palabras se escribían solas en su cabeza mientras entraba una y otra vez dentro de ella, calmado pero avanzando hasta lo más hondo que su miembro podía. Todos los músculos de su cuerpo se constreñían al empujarla, y adoraba los estremecimientos del cuerpo femenino al que se aferraba cada vez que lo usurpaba.
Es lo que quiero… y es tan fácil…
Habían sido silenciosos. Sólo la cama a veces daba algún chirrido, o sus besos. Pero Loid en ocasiones contraía mucho las nalgas para penetrarla tan adentro, que en una de las embestidas se le escapó un gemido corto y ahogado, antes de ser aplacada por otro beso. Tenía su fornido cuerpo completamente desnudo, sudado y pegado al de ella, tanto, que apenas podía moverse un solo centímetro. Loid empezó a suspirar más entregado mientras suspiraba en su cuello, y cambió de repente a un ritmo más rápido y fuerte, empezando a hacer sonar no sólo el chirrido de la cama con más fuerza, sino también sus golpes de piel. Yor gimoteó y ascendió la cabeza con los ojos cerrados, suspirando cada vez más rota. Loid se mordía el labio mirándola y le cubrió uno de sus senos, acariciándolo con cuidado. Le gustaba mucho su cuerpo. Yor perdió el control de su fuerza y volvió a clavarle las uñas con más fuerza en un momento dado, donde él entraba y salía de ella con más brusquedad.
—Nngh…
Esto… aprieta… pensó ella. Seguía sintiendo la presión, pero también notaba una punzada placentera cada vez que el fuerte cuerpo masculino impactaba con el suyo.
Paró de golpe la cadera, extasiado por sus jadeos controlados para no despertar a Anya, y sintió más nervioso que estaba volviendo a correrse dentro de ella. Se apretó más contra su cuello y bufó excitado, parando de moverse. Ella acababa de tener un orgasmo, el primero que le oía. Y sólo escucharla lo había conducido a él al mismo estado.
Es… lo fácil…
Yor bajó la mirada agotada a sus cuerpos, aún unidos. Loid estaba completamente dentro de ella, con su fortísimo y marcado abdomen pegado sobre el suyo. Le resultó excitante de ver.
—¿Te he hecho daño…? —preguntó sudando, acariciándola de la cara.
—No —negó despacio, mintiéndole un poquito. Había veces en las que la longitud de Loid lograba apretarla demasiado y la tensión se le hacía molesta. Pero había tenido su primer orgasmo en una relación sexual… y había leído que era raro las primeras veces. Sentía que acababa de tocar el cielo con los dedos.
Loid asintió mirándola con cariño y la besó en la mejilla, mientras trasladaba la mano a su miembro. La sintió balbucear un poco cuando la sacó, molesta. Bajó de reojo la mirada al preservativo, y ella también miró.
—Es demasiado fácil… hacer bebés…
Loid soltó una risilla débil al escucharla.