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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 9. Salto de fe


Todos miraban a Loid con admiración y respeto, incluso con temor… pero aquel día, mientras avanzaba de la mano con la que era su hija adoptiva, la estructura de jerarquía y orden en las distintas plantas del Centro de Inteligencia estaba tomándose un descanso para prestar atención.

Todos, absolutamente todos los trabajadores, tenían prohibido bajar a civiles a los pasadizos secretos del Cuerpo. Era tan arriesgado, que quien lo hacía tenía el mismo destino que el civil. Anya miraba el sinfín de par de ojos que los seguían a lo largo del pasillo. El despacho de Sylvia estaba al final y no podía parar de recordar una de las escenas de su espía en la televisión adentrándose hacia el último tramo de un túnel donde le aguardaba la muerte.

Despacho de Sylvia

La pelirroja les esperaba desde mucho antes siquiera que se introdujeran en el fotomatón que tenía la trampilla secreta hacia la central. Los había visto por las cámaras que amparaban cada ángulo de la ciudad, porque eran los mismos lugares donde a ella la vigilaban en su día a día… las personas que querían acabar con su vida. No opuso resistencia a que Anya Forger se pegara una buena caminata hasta su escritorio de la mano de Twilight. Se quedó mirándolos con una expresión serena. Ni siquiera parecía confusa. Pero lo estaba. No sabía qué diantres estaba pasando.

Anya apretó la mano de su padre dos veces, y entonces él asintió imperceptiblemente. Dio un paso adelante y la niña también se acercó sin soltarlo.

—Tenemos que hablar.

—Sabes el tremendo error que acabas de cometer, ¿verdad?

Era un buen espía, quizá el mejor. Será una lástima.

Anya la miró asustada y elevó el rostro a su padre.

—He cometido dos errores imperdonables en este trabajo. Y llevo toda la vida dedicándome a él.

Sylvia enarcó una ceja.

—¿Dos?

—Un error ocurrió a cuenta mía. Únicamente. El otro, te condenará a ti y a tu causa si permites que mi acto de buena fe pierda el sentido.

Anya le leyó la mente a la mujer y detectó que se tomó aquello como una amenaza. Apretó la mano de él sólo una vez.

—¿A qué se debe que vengas con ocultaciones, Loid? ¿Traes a tu hija para seguir jugando a los castillos de princesas?

Loid bajó un poco la mirada.

—El error principal que ocurrió a cuenta mía… es que no puedo condenar a la mujer que quiero —levantó la mirada lentamente, para encontrarse con sus ojos gélidos—. Sé la identidad de Thorn Princess.

—E imagino, por tu actitud, que es la mujer con la que compartes piso.

Ni siquiera le costó un poco. Sylvia atinó a la primera.

—Fue inesperado. ¿Quién iba decirme a mí…?

—Era esperable. Había posibilidades. No tan remotas como las que habrás calculado. Pero era una posibilidad plausible. Y ahora… aquí estás. ¿Por qué has traído a la niña?

—Eso no puedo decírtelo.

—Os han registrado en la entrada. A los dos. No hay nada. Así que te lo preguntaré otra vez… ¿por qué has…?

—Te contaré el segundo error que puede salir de este encuentro… si no colaboramos.

¿Qué le pasa? Jamás le había visto actuar de esta manera, leyó Anya provenir de la pelirroja. Le apretó a su padre dos veces la mano. Pero esta vez, la mujer afinó la vista. Tienen un código. Se comunican.

—La señora sabe que nos comunicamos, papi.

—Bueno —sonrió, terminando por soltarle la mano. Pero Sylvia miró a la niña con auténtica sorpresa—. Eso sí que era esperable. Es una mujer muy inteligente.

—No intentes dorarme la píldora, Loid. Dame explicaciones. Y por amor de dios, sé breve. Estás haciendo que pierda la paciencia.

—Dejarás que Anya, Yor y yo nos vayamos de esta ciudad con nuevas identidades. Nos iremos lejos. Presento formalmente mi dimisión del Centro de Inteligencia.

Se irá a trabajar con los de Ostania, pensó la pelirroja. Ella le ha tenido que convencer.

Anya dijo unas palabras en alto.

—¡Peluches, unicornio de fresa!

¿Qué dice esta cría ahora…?

Loid tradujo: «Ella», «pensar que», «traición».

—Sé lo que estás pensando. Que ella trata de hacer que trabaje para Ostania. Estás equivocada.

Sylvia miró a ambos con otro tipo de agudeza. Anya se acobardó y estremeció de cabeza a pies, al saber que aquella mujer tan inteligente se estaba dando cuenta de que le chivaba mensajes en clave. Pero, como era natural, no sabía por qué lo hacía. Sylvia empezó a dudar.

Pero eso significaría que ella se da cuenta y se lo chiva a él. ¿Qué sentido tiene? Es sólo una niña.

Miró a Loid respirando hondo.

—¿Le has contado la misión?

—Ella tiene la misma misión. He tenido que hacerlo. Acepto mi culpabilidad, pero… —miró a Anya de reojo—. Necesito mantenerlas a salvo.

—¿Por qué la has expuesto de esta manera?

—Papi dijo que si yo venía iba a ablandar su frío corazón.

—Ya veo —Sylvia se carcajeó sólo una vez, aquella intervención se le hizo tierna y tonta al mismo tiempo. Le sorprendía que Loid fuese tan frágil, después de todo—. Así que una niña de menos de seis años te ha convencido para que la traigas para… ¡darme pena!

—Quiero dejarlo. Y vas a asesinarme. Necesito que le des sólo a ella la documentación en mano. No puede salir de aquí hasta que le des su nueva identidad y la de su madre. Quiero que figuren como madre e hija biológicas a efectos legales. No como tutora legal. Que les cambies el nombre y el apellido si lo consideras necesario. No podía traer a nadie más aquí.

—Por supuesto que no. Dabas por sentado que iba a matarte, ¿eh…? 

Loid asintió.

—¿Sabes lo cobarde que está siendo tu actitud ahora mismo, teniendo eso en cuenta? ¿Cómo te atreves a desafiarme de esta forma?

Anya sintió otro recuerdo provenir de ella, de su propia vida. Parpadeó indecisa. Había sido sólo una ráfaga, una imagen, como las que detectaba a veces en Bond. No bastaba para darle forma porque tan pronto le vino a la cabeza, la desechó fervientemente de ella. Pero estaba enfadada. Se puso lentamente en pie.

—Sylvia… yo no…

—Has cometido el primer error y el más imperdonable, tenías razón. Pero el segundo también lo cometerás. Tu error no ha sido traer a la niña aquí, sino dejar en mis manos el asunto habiéndomelo dado ya resuelto. No puedo dejar que Thorn Princess siga con vida si necesito la información que nos aportaría su fallecimiento. A alguien como tú se le habría ocurrido presentarme una cabeza de turco. Eso habría sido más inteligente.

—Estoy de acuerdo.

—¿¡Qué!? —frunció el ceño, sin entender nada—. ¿Por qué entonces te arriesgas de esta manera tan estúpida e impropia de ti?

—Porque se lo prometí a Thorn Princess —el rubio se puso tras Anya y dejó caer las manos en sus dos hombros, apretándolos sin fuerza, pero a la vez conformando una unión—. Me quedaré aquí y ella se irá con la documentación. Sé que tenemos los recursos para crear esos papeles en media hora. Sylvia… hazlo por… ella, no por mí.

¿¡Qué coño se ha creído… por qué me hace esto mi mejor trabajador!? ¡Mierda!

A Anya le latía muy fuerte el corazón. Mientras la mujer se debatía en su propia mente, en cuestión de segundos, Loid también tenía su propio debacle y barajaba como un loco todas las posibilidades que tenía para que ella saliera indemne a costa de su propia vida.

—¡No me iré de aquí sin mi papi! —espetó de repente, dando un paso al frente. Esa intervención hizo que las voces de ambos a toda velocidad se silenciaran. La niña miró con el ceño fruncido a la mujer—. Se ha enamorado de mami, ¡así es el amor! ¡Usted no puede meterse… porque se convertiría en la ampagonista!

—Antagonista.

—¡Eso! ¡La anfatagonista!

Sylvia bajó el rostro en un suspiro de cabreo, cerrando los párpados lentamente.

—No puedo. Lo lamento. No puedo —Loid abrió los ojos cuando atestiguó que la pelirroja metió rápido la mano tras el escritorio y pulsaba un botón. Enseguida, dos fornidos hombres abrieron la puerta y se personaron tras Anya y el espía. Anya empezó a gritar cuando uno de los grandullones la cargó como un saco de patatas. Loid los hubiera reducido con una insultante facilidad… de no ser porque le atacaron por la espalda con una pistola eléctrica. Su cuerpo se tensó y dio un gemido al recibir el choque, cayendo bruscamente al suelo. Anya se puso a llorar.

—¡¡Papi, no te duermas!! ¡Hay que avisar a mami! —pataleó sin parar. De alguna manera logró incrustarle su pequeño pie en el cuello y el hombre perdió la respiración. Era tan flaquita que se le escabulló al patearle en la espalda para salir de su agarre, cayendo con fuerza al suelo. La pelirrosa tiró de los zapatos de su padre tratando de evitar que lo arrastraran consigo, sin éxito, y eso la hizo empezar a llorar frustrada. Sylvia suspiró apartando la mirada y trató de enfocarse en otro punto del despacho. Anya chillaba como una posesa, gritando «¡Papi, despierta, papi, papi, papá… ¿vamos a abandonar a mami!?».

Francamente, me creí más fuerte.

Aquella pregunta la trastocó de lado a lado. Justo cuando la puerta se iba a cerrar y el hombre volvió a cargarla de las axilas contra su voluntad, Sylvia elevó la voz.

—Espera. Tú. Deja a la niña aquí. Quiero hablar con ella.

—¿Está… segura?

—¿Qué pregunta es esa, Nile?

—Claro. Mis disculpas —se agachó a dejarla en el suelo y Anya trató de correr rápidamente hacia el otro espía que cargaba a su padre, pero le cerraron las puertas en las narices. Tragó saliva y se giró, mirándola con los ojos aún llenos de lágrimas.

«Anya… es muy importante que nunca se lo digas a nadie. Aunque te sientas al límite… lo más importante siempre será tu vida. Es posible que te quedes a solas con Sylvia, eso será un problema. Significará que no me ha dejado concluir con mi monólogo, ella ya me conoce y conoce mis métodos. Significará también que ha visto algo raro y querrá descubrirlo hablando sólo contigo y sin mi interferencia. Quiero que le digas que…»

—Siéntate un instante, Anya. Hablemos un momento. ¿Te parece?

Anya se acercó sigilosamente mientras se secaba las lágrimas con la manga de su abrigo.

—¡No quiero que maten a papi!

—Nadie moverá un dedo si yo no lo ordeno aquí. ¿Me has escuchado ordenar alguna muerte?

—N… no.

—Eso es porque no nos interesa hacerlo. Pero hay algo raro en todo esto. Anya… sé que puedes estar asustada ahora mismo, pero necesito saber si él te ha contado este plan al detalle. Me daré cuenta si me mientes o me ocultas información. Eso no le conviene ni a papi ni a mami.

Anya le devolvía una mirada llena de auténtica preocupación. Estaba sola ante el peligro y no concebía no volver a verles. Sólo sabía que quería volver a comer la comida asquerosa de su madre, escuchar los regaños de su padre, y que bajo ningún concepto quería volver al orfanato. Mucho menos a los laboratorios después de oír en los pensamientos de sus padres qué significaría aquello. Bajó un poco la mirada.

—Mami está intentando conseguir que sus jefes la liberen del contrato y de la misión de acabar con papi. Y papi ha venido a hacer lo mismo aquí. Pero son obras de buena fe… no sé qué es eso. Mami lo convenció —subió la mirada hasta ella, gritando más—. ¡Mami dijo que había que intentarlo! Que todas las personas tenían corazón. Y papi… discutió, ellos… discutieron. Nunca discuten, mami siempre prefiere la tranquilidad y nunca dice nada porque no le gustan las peleas. Pero esta vez discutieron y discutieron mucho rato, incluso me quedé dormida.

—¿De qué discutieron?

—Papi le decía que usted no iba a dejarnos salir de aquí de rositas. A menos que buscáramos un punto débil. Pero…

—¿Pero…?

—¡Pues no le ha dado tiempo! ¡Usted pulsó el botón del pánico antes de que a él le diera tiempo a hablar de nada! Y ahora… todo depende de mí. Y yo… —cerró los ojos con fuerza, enfadada y triste—. ¡Yo no soy tan inteligente como papi! 

Yor y Loid habían discutido los días previos la mayor obviedad: Yor pretendía convencer al espía de que lo más sensato a esas alturas era dar un «salto de fe». Loid le dijo que dejara de soñar… pero después…

…es justo lo que hemos intentado. Papi le hizo caso al final. ¡No puedo dejar que todo quede en nada!

Sylvia la miró fijamente, respirando hondo. Qué difícil que me lo has puesto, Loid.

—Ese acto de buena fe no serviría de nada conmigo.

Anya la miró llena de pena, y agachó la mirada.

…dile que al menos no te lleve al orfanato. Con eso… con eso me vale, Anya.»

—Si no hay posibilidades… no me lleve al orfanato. Es lo único que le pido.

Quizá pueda extraerle la información a Twilight con la amenaza de devolverla al orfanato.

—Anya… ¿qué me dirías si te busco otra familia que pueda cuidarte?

Viviría vigilada toda la vida repleta de escuchas… el plan de la detención de la guerra fracasará.

—Mami me dijo que sus jefes sólo la mandar a acabar con los malos. ¡Pero… ella se negó a acabar con usted!

—Tu padre me ha puesto en una auténtica encrucijada… lo sabía de antemano. Además, ¿qué tiene que ver eso?

Anya trató de ordenar un poco mejor sus recuerdos.

—Las dos organizaciones buscan el mismo fin. ¡Eso! ¡Eso era lo que decían!

—¿El mismo… fin?

—Ahá. ¡Sí! —se acomodó en la silla y la apuntó con el dedo— ¡por eso usted tiene que hacer un acto de buena fe! Entonces, mami velará porque colaboren en… a los buenos términos. Sí, es era.

—En buenos términos. Ya.

¿Y cómo sé que no nos tenderán una trampa?, pensó la mujer, con la mirada algo perdida. Esto es impsible. ¿De verdad estoy escuchando a esta niña? Twilight ha sido muy descuidado volcándose de esta manera. Pero… este ímpetu…

—Quiero seguir viviendo con ellos. No quiero que se acabe cuando finalicen sus misiones. A usted… no le cuesta nada…

—Estás demasiado involucrada a tu corta edad en cosas que no tendrías ni que entender. Estoy convencida de que esto puede afectarte para el resto de tu vida. Y sabes demasiada información.

—Eso no importa… porque… ¡Anya será espía de adulta! —la volvió a señalar, con mucha determinación en la voz.

«Como mi mamá. Quiero ser espía como mi mamá.»

Sylvia tragó algo de saliva y despistó la mirada de nuevo. Anya no entendió bien la nueva ráfaga que le vino a la cabeza. Pero supo que tenía relación con su hija. Parpadeó y miró más atentamente a la mujer.

—Mami le dijo a papi que esto funcionaría si no se ponía terco. Pero usted no le dejó hablar. Se adelantó. Anya está haciendo lo que puede —murmuró la niña, entre asustada y cabizbaja—. Sólo quiero regresar a casa para continuar mis estudios… pero con ellos. Sino… no podré ser espía para arreglar el mundo como hacen mis papis.

Cielos, creo que quiero vomitar. Me ha hecho recordar demasiadas veces a mi hija.

Sylvia sentía unas náuseas arrolladoras cada vez que salían temas que la transportaban a la muerte de su niña. Por eso prefería sepultar todo sentimiento del ámbito laboral. Porque esa era su debilidad. Y porque su cometido en el mundo era evitar que aquella atrocidad siguiera pasando. Que alguien que no tenía que oír lo que su hija decía lo oía, sólo para acabar con su vida.

Y la vida de Anya correría peligro.

Pero si era realidad el beneplácito de la parte de Ostania, quizá no era tan complejo izar bandera blanca. Y quizá no era necesaria la intervención política de Twilight como Loid Forger para detener la guerra. O quizá sí. Si continuaban en las mismas sin ser interrumpidos, o si Yor callaba información demasiado fundamental y sólo le concedían el despido, podía funcionar. ¿Pero qué garantías había?

—Podría hablar con tu mami. A solas. ¿Dónde está?

—¡No se lo diré! ¡Usted también querrá hacerla babear con ese cacharro eléctrico!

—Tu padre tiene demasiadas habilidades en el cuerpo a cuerpo como para arriesgarnos, por eso mis hombres optaron por reducirle así. Con tu mami será más sosegado.

—No… ¡mami es mejor que papi! ¡Siempre gana las peleas!

¡Pero si sólo es sicaria! ¿Acaso le hace falta algo más que el arma del crimen…?

Sylvia puso las manos sobre el escritorio y se fue poniendo en pie lentamente, con los ojos fijos en la niña. Anya le devolvía una mirada atenta.

No puedo matarla. Y… él…

Bajó la mirada y suspiró, largamente. Presionó los labios.

Tampoco puedo. No es justo.

—Anya… le darás un mensaje a tu padre cuando despierte. Debe seguirlo al pie de la letra. Y… por lo que respecta a ti y a mí… —ladeó un poco la cabeza, mirándola de arriba abajo con una pequeña sonrisa—. Hablaremos cuando seas más adulta. Espero seguir viva para entonces.

—Papi me dijo que usted tuvo una hija —expresó la niña con la boca pequeña—. ¿Ella también es espía?

Claro que no. La fusilaron como aviso. Poco sabían esos bastardos que así sólo me animarían a continuar investigándoles.

Anya se asustó un poco con su respuesta mental. Pero la mujer no extrapoló nada en su rostro.

—Seguramente. No es que tenga contacto continuado con ella… pero la siento presente. Lo más seguro es que sea espía también —asintió, despacio. Le entraron ganas de sollozar, pero se mantuvo firme.

—¿Voy a regresar al orfanato…?

—No. Escucha atentamente, Anya. Le darás un mensaje a tu padre.

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