• nyylor@gmail.com
  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 1. El encargo de la rusa


Revy había perdido la noción del tiempo. Cuando sentía la curiosidad de saberlo, echaba un ojo al cuadernito en el que Rock hacía sus apuntes diarios. Esa madrugada había sido intensa por numerosos motivos. Llevaban exactamente una semana subidos a una embarcación que no era la de su compañía… era un yate y lo había cedido aquella zorra rusa, Balalaika, con el fin de investigar la edificación costera que se había construido tan deprisa. Nada podía ocurrir sin el radar de la rusa, y de hecho, la parte baja del yate tenía una sorpresa escondida: un sumergible que podía detectar otros como él a varias millas de distancia. Revy, Rock, Dutch y Benny habían hecho varios viajes en esos siete días y habían tratado de peinar en la medida de lo posible el mar abierto, pero era ardua tarea, y lo máximo que consiguieron fue detallar las características de los otros sumergibles, motivo por el que tuvieron que alejarse deprisa para no llamar la atención. Balalaika les comunicó que trajeran consigo toda la información que pudieran.

Dutch había hecho un par de excursiones más arriesgadas con bomba de oxígeno y sacó fotografías sobre una curiosa arquitectura submarina, a dos kilómetros de la edificación. Sabía que había información que su jefa les ocultaba, y que se arriesgaban metiendo las narices allí. Pero a Dutch tanto le daba y a Revy también… pero Revy estaba extraña. Y Rock tampoco hablaba mucho. Dutch había sido testigo de sus discusiones desde el primer día, pero la noche anterior, sin embargo…

Popa del yate

Bajo el amparo de una sombrilla, Revy apartaba el plato que se acababa de zampar y se encendía su cigarrillo. Miró a Rock de reojo, que había madrugado y comido el primero: se limitaba a echar la mirada al mar que dejaban atrás a gran velocidad. Ya habían recabado los suficientes datos para que Balalaika se sintiera satisfecha. Rock se humedeció los labios y también alargó la mano hasta su pitillera. Mientras se prendía el cigarro, observó a Revy y sus miradas chocaron. La mujer hizo un ademán de quitarle importancia y dio la primera calada. Él sonrió.

—Estás muy callada —comentó, y acercó un par de dedos al hombro femenino. La acarició sutilmente. Revy bajó veloz la mirada a su caricia y trató de destensarse. No había motivos para estar extraña, pero se sentía así. Al devolverle la mirada a su compañero, este la volvió a pillar y ambos curvaron una tímida sonrisa. Se habían acostado por primera vez la noche anterior. El resto de la banda probablemente lo sabrían, los golpes rítmicos de piel que habían sido imposibles de disimular cuando estaban dándose rienda suelta… hablaron por sí solos. ¿Y ahora?, se preguntaba ella. ¿Cómo se supone que tengo que actuar ahora con él? Yo que creía que todos los hombres me daban asco…

Rock no se hacía demasiadas preguntas, su mente podía ser algo caótica, pero desde luego no era el caos que gobernaba la cabeza de Revy día sí y día también

Rock no se hacía demasiadas preguntas, su mente podía ser algo caótica, pero desde luego no era el caos que gobernaba la cabeza de Revy día sí y día también. El feeling que tenía con ella era algo que se había obligado a pasar por alto bastantes meses.

—¿Cuándo podríamos contárselo a la banda?

La expresión de Revy cambió un poco. Pareció ponerse altiva.

—¿Contarles el qué?

—Pues qué va a ser, que somos pareja. Supongo que ya se lo imaginarán, pero… no hay nada de malo en oficializarlo.

Revy estalló en carcajada limpia y se fijó en el mar inmenso que tenían por delante.

—Relaja, vaquero. Es demasiado pronto para hablar de lo que somos o lo que no somos. Sólo estuvimos… relajándonos anoche, eso es todo. Y yo iba muy pedo.

—Eso no me parece excusa. Y no estabas tan borracha, en peores cogorzas te he visto.

—¿Tú crees? ¿Estás seguro, Rock…?

El japonés frunció el ceño.

—Entonces esto va a quedarse en una anécdota para ti. No quieres ponerle etiqueta.

—No quiero ponerle etiqueta. Todavía no sé si me caes bien del todo.

—Ya. —Rock se mostró enfadado, y en parte, ofendido. Recuperó el cigarrillo que había dejado a medias y dio una larga calada, antes de aplastar el resto contra el cenicero. —Genial entonces.

Se apartó de la barandilla y dejó a Revy sola allí. Ella le siguió con la mirada unos instantes y se aproximó la lata de cerveza a los labios. Estar con Rock no le parecía ni remotamente una de sus prioridades. Aunque al verle enfadado, notó un ligero malestar. No le gustaba hacerle daño. Por muy bellaca que pudiera ser con su elección de palabras, sentía cosas intensas por él desde el momento en el que cayó en su vida. Todos en la embarcación estaban ligados a peligros constantes. Sus tratos con las distintas organizaciones estaban sujetos con pinzas y casi siempre tras la proyección de intereses de la rusa. Bastaba una sola misión un poco más peligrosa que de costumbre y todos podían salir disparados fácilmente del tablero. Si podía evitar que Rock probara esos peligros, lo haría. Él nunca había sido violento ni lo sería. No pretendía cambiar su forma de ser. Pero ese sería siempre el primer paredón que diferenciaba garrafalmente el uno del otro. Revy había pasado su corta juventud obviando estos problemas «de amor». Enfrentarse ahora por echarse novio, le parecía un peligro innecesario.

Dos semanas más tarde

Compañía Black Lagoon

—El Hotel Moscú ha solicitado nuestra presencia mañana a primera hora —Dutch entró de un portazo y se dejó caer pesadamente en su sillón presidencial. Echó un periódico sobre la mesa, que se deslizó hasta llegar a la misma altura de Benny. El rubio se aproximó y lo tomó en alto.

—Así que las sospechas de Balalaika eran ciertas. Habían piedras preciosas incrustadas bajo ese lugar.

Dutch asintió, sin esconder una risita.

—Esa cabrona de la rusa… probablemente sólo nos enviara para confirmar lo que ella ya sabía. No se fía ni de su sombra. Al parecer la información se la dio un extranjero con mucho dinero, que dice querer colaborar con ella para futuras pesquisas aquí, en Roanapur.

—Tiene la suficiente experiencia como para desconfiar de esos pájaros que se presentan así, y más de la nada. —Comentó Jane, informática y novia de Benny, que comía ansiosamente sus fideos al lado del susodicho. Leía prácticamente por el rabillo del ojo. —¿Qué creéis que nos mandará ahora?

—¿»Nos»? —musitó Revy, jugando con una de sus pistolas en la mano. Le echó una mirada desdeñosa, a lo que Jane dejó de devolverle la atención, ofendida.

—Sí, NOS. Pertenezco a la banda tanto como vosotros. ¡Os he ayudado en el pasado!

—Yo diría que sólo nos has traído problemas, todavía recuerdo todo el follón que provocaste con la otra informática. Y toda la mafia de Florida que atrajiste.

Jane se quedó callada, pero se le notaba un aura nerviosa. Se encogió finalmente de hombros con enojo y se levantó de la silla. Benny no pudo evitar reírse por lo bajo cuando la chica ya no estaba oyendo.

—No seas dura con Jane. Quiere ser tu amiga.

—¡Já! Yo no tengo amigas. Así que que deje de hacerse ilusiones.

—Menos mal que algunos todavía te soportamos —Dutch le quitó el periódico a Benny y se lo lanzó a la chica a la cabeza. Revy gimió molesta y lanzó el periódico al suelo. En portada salía el secreto a voces que tanto el extranjero millonario como Balalaila pretendieron, inicialmente, mantener al margen de la sociedad. Y es que una complicadísima investigación bajo cierta costa había llamado la atención de otras organizaciones, por el peso en dinero que significaban todas las incrustaciones preciosas que había en el sustrato, colocadas allí artificialmente.

Rock recibió un mensaje de Dutch acerca de sus obligaciones; él también tendría que presentarse a la mañana siguiente en el Hotel Moscú. Eran visitas extrañas, las que tenía que hacer con la banda cuando eran en el Hotel Moscú. Había pasado tanto horror, miedo, tensión, adrenalina y momentos salvajes siempre que había estado al lado de Balalaika… que estar a su lado oyéndola siempre se le hacía extraño. Conmovedor, como si fuese una especie de reina con muchos ases bajo la manga. Imponía lo suyo, la rusa. Pero tendría que hacerlo le gustara o no.

A la mañana siguiente

Hotel Moscú – Oficina privada de Balalaika

Rokuro alias «Rock» supo desde un inicio que el nombre de Balalaika respondía a una especie de seudónimo para proteger su identidad real de extranjeros como el que había llegado recientemente, provocando todo aquel nido de dudas. Y Rock temía la parte oscura de Balalaika, porque ante todo, sabía que era una veterana de guerra que comandaba la mafia rusa, y que en Roanapur, ella mandaba. Le gustara a quien le gustara, esa era la realidad. Ni un solo gramo de estupefacientes se movía sin que ella supiera el destino, ningún material pornográfico, ilegal o no, salía ni era recibido sin su consentimiento en esa isla. Y sus hombres ponían sus vidas en juego por ella, dados sus servicios prestados en la guerra. Pero a Rock le suponía algo más duro estar en su presencia. No lo había podido comprobar muchas veces pero sí las suficientes: contra más minutos pasara a su lado, físicamente hablando, más difícil se le hacía a cualquiera llevarle la contraria. Él lo había intentado en el pasado, pero resultó inútil y peligroso.

El peligro de Balalaika no es tan solo lo que puede provocar en los demás

El peligro de Balalaika no es tan solo lo que puede provocar en los demás… sino en lo que puede convertirme a mí.

Ese era el pensamiento que una única vez ya le había nublado el juicio

Ese era el pensamiento que una única vez ya le había nublado el juicio. Rock todavía recordaba cómo le afectó psicológicamente la muerte de los niños gemelos. Le hizo entender que había un francotirador por cada rincón, una puñalada por cada traición. Le había dejado más de una semana trastocado, tan antisocial como una cáscara. Y devastado. Es más, había bajado de peso aquella temporada. Acercarse a la mafia implicaba tragos difíciles. Y lo peor no había sido la etapa del silencio. Durante esa etapa de duelo interno, había sido insensible con los demás. Uno más de la mafia. Así se había sentido.

Si ella tiene la capacidad para convertirme en un monstruo, entonces es doblemente peligrosa. No me gusta estar en su presencia. Me siento nervioso. Prefiero el amparo de la banda de Dutch y de Revy sobre cualquier cosa. Cualquier cosa. Cualquier cosa, menos pasar más de una hora en su presencia.

—¿Leíste mi fax? —preguntó la rubia, encendiéndose el puro.

—Sí, antes de venir. —Contestó Dutch. —Así que crees que el extranjero interesado en ti puede ser un informante de los de la propia edificación costera que investigamos.

—Estoy segura. Mis fuentes también. Y yo confío en mis fuentes. —Murmuró la mujer, aún con la atención más puesta en su mechero que en la compañía. Cuando por fin expulsó el humo, reposó cómodamente en su silla y se cruzó de piernas, mirándoles inquisitiva. —Y confío en tus chicos. Habéis hecho un buen trabajo.

—¿Hay algún motivo más por el que has solicitado vernos?

La mujer sonrió brevemente. Le gustaba que Dutch no se anduviera con rodeos. Dio otra larga calada, que a Rock se le hacía eterna por segundos, y señaló finalmente a Benny.

—Tu informático. O la chica que se mueve con él. ¿Qué contacto tienen con el cártel de Abrego?

—¿El… cártel…? —preguntó Benny algo confuso, dando un paso adelante.

—El cártel colombiano. Como bien sabrás, la relación de este hotel con esas organizaciones está sujeta a ciertas reservas. El traspaso de información de cualquier tipo, o el intento de obtener la información de nuestro equipo informático, es un motivo para sospechar.

Toda la banda dirigió inquisitivamente la cabeza al rubio, que empezó a mostrarse nervioso.

—Hablaré con Jane, tranquila. Probablemente haya estado intentando… bueno, chismosear la seguridad de escudos informáticos. Sabe que gran parte de los vuestros los creé yo, así que… a veces le parece divertido hacerme la competencia de estas formas.

—¡Claro que sí! Se la ve competitiva… —Balalaika agrandó una sonrisa, y después sujetó el puro con los dientes. No apartaba la mirada del chico. Y prosiguió con el puro allí sujeto. —Para ser eficaz con el teclado intuyo que necesitas la movilidad de todos tus dedos, ¿verdad? O tenerlos, por lo menos.

Benny dejó de sonreír. Dutch, sin embargo, soltó una fuerte carcajada. Balalaika mantuvo una fiera mirada sobre el rubio, pero al cabo de unos segundos, también se unió a las risas del negro, como si ambos sobreentendieran perfectamente el humor del otro.

—Ah, Balalaika, puedes estar tranquila. Si esa chica mete las narices donde no la llaman, Benny mismo se encargará. Espero que confíes en mi palabra.

Balalaika tardó unos segundos, pero asintió. Revy tragó saliva, y Rock desvió la mirada. Esto pareció ser captado por la rusa, que cambió repentinamente de tema.

—Necesitaré a Rock unas semanas, marcharemos a unas zonas en donde… bueno. El japonés tiene variantes que desconozco.

—Me niego a ir.

—¿Hm…?

Ahora no sólo Revy tragó saliva, sino Rock también. Le acababa de plantar cara sin pretenderlo, pero el problema era que su tono había sonado acobardado. Balalaika se mostró confundida. Dutch volvió a reírse.

—¿Qué es lo que ocurre, compañero? ¿No te gustó la última visita guiada que la rusa te proporcionó? ¿Muchos tiros, quizá?

Rokuro negó con la cabeza bajando la mirada. Puestos a hacer memoria, el tema de los gemelos asesinados no era lo único que le producía rechazo hacia la rubia. También recordaba a Yukio Washimine y todo lo que casi conlleva a la muerte de Rosarita Cisneros, alias «Roberta». Prefería no hacer hincapié en nada.

—Si el chico tiene alguna objeción, quiero oírla de sus propios labios.

Rock irguió lentamente la cabeza hasta que se sintió capaz de volver a conectar su mirada con la mujer. No percibió rastro de maldad en ella. Cuando Balalaika estaba tranquila, podía engañar a cualquiera.

—Tengo mis reservas personales.

—¿Y por qué no buscas a otro intérprete? —cuestionó Revy, arqueando una ceja.

Dutch y Benny se miraron entre sí y finalmente fue el negro quien tomó la batuta antes de que nadie más interviniera.

—Rock irá contigo, jefa. Ha tenido una semana dura en el yate que nos prestaste, pese a las comodidades.

—Es entendible —hizo un aspaviento con la mano, restándole importancia. Cerró un archivador de enorme grosor que tenía sobre su escritorio y uno de sus hombres no tardó ni un segundo en tomarlo y devolverlo a su estante correspondiente. —Bien, Rock, tienes el día de hoy para hacer la maleta. Espero que se te pase el mal humor. Lo pasaremos bien, soy una buena anfitriona.

Guiñó el ojo al muchacho y siguió de largo. Rock se odiaba a sí mismo, aunque se notaba un picor en las mejillas tras escucharla. Revy apretó los labios y se obligó a mantenerse en silencio hasta que la mujer y sus hombres salieron de la oficina y les dejaron paso después.

—Y por cierto —murmuró Balalaika, dándoles a todos la espalda según se alejaba poniéndose el abrigo militar. —Dos Manos, si no llamo a otro intérprete, es porque no quiero otro intérprete.

Revy, alias «Dos Manos», evadió la mirada y se rascó el cuello nerviosa.

Compañía Black Lagoon

El camino de vuelta fue un mal trago para todos. A Dutch no le gustaba hacer de padre, pero se pasó el trayecto entero informando a Benny de todos los dedos que su novia Jane perdería si continuaba haciendo tonterías con los escudos informáticos que Balalaika tenia configurados en los archivos de su empresa. Al final, pareció quedar claro que la amenaza no era ningún farol.

Una vez dentro del piso, Revy no le dirigió en ningún momento la palabra a nadie, sólo se abrió una cerveza y se encendió un cigarrillo. Rock estuvo todo el rato doblando camisas y pantalones dentro de su maleta, pero al cabo de una hora también quiso fumar y se personó en la pequeña terraza donde la morena se pasaba las tardes muertas, mirando el barrio.

—Oye, he estado pensando en una cosa. ¿Tienes fuego? —Rock aproximó el cigarro a ella, pero Revy se limitó a tenderle el mechero sin dejar de mirar el paisaje. —He pensado en que quizá, si esto será trabajo pero con mucho tiempo libre, podrías venir conmigo. No creo que a Balalaika le importe un billete de avión más para ti.

Revy tardó en reaccionar, como si las palabras del japonés le llegaran con mucho retardo. Al final se quitó el cigarro de entre los labios y soltó una breve humareda.

—Paso de ir. A mí no me ha dicho nada de ir, tócate los cojones.

—Bueno, pero dudo que le importe. Esa mujer estará todo el día ocupada y no precisamente va a necesitar de un intérprete durante 10 horas.

Revy soltó una risita sarcástica.

—¿Y tú qué coño sabes lo que ella va a necesitar? No tienes ni idea, Rock.

—¿Por qué estás así desde que llegamos? Pareces siempre de mal humor, y…

—Vete a tomar por culo. Sal de la terraza.

Rock frunció el ceño algo molesto, su actitud de adolescente distaba mucho de lo que debería ser, teniendo la edad que tenía. Sabía que había pasado una infancia y adolescencia durísimas, pero no quería que sus días se definieran con actitudes como aquella.

—Me gustaría hablar de lo que te ocurre antes de que me marche.

—No hay nada de lo que hablar.

—Eso dices siempre, pero yo no lo siento así. Estás molesta. No sé por qué, pero te lo llevo notando demasiados días. Cuéntamelo antes de que pierda la paciencia —le dijo en un tono más bajo, observándola. Ésta soltó bruscamente la lata sobre la mesa y le chilló.

—¡¡Vete de una puta vez de mi vista, joder!! ¡FUERA!

—Eres intratable. He intentado acercarme, pero contigo no hay manera. —Murmuró cabreado y sin mediar más palabra se marchó a continuar con la maleta. Revy aguantó todos los segundos a que él se fuera, y cuando oyó cerrarse la puerta, frunció el ceño y chistó cabreada volviendo la vista al frente.

—Puto gilipollas. Hombres.

 Hombres

Sala de estar

Cuando Rock llegó hasta el salón, abrió tan enérgicamente el frigorífico que el mobiliario cercano tembló. Pasó lo mismo cuando retiró una bandeja de dentro. Dutch ni siquiera alzó la mirada del portátil, pero sí se dirigió a él.

—¿Podríais bajar un poco el tono? Cuando acordamos este lugar como núcleo de trabajo, todos estábamos de acuerdo en que fuera un… núcleo de trabajo. No tenemos por qué escuchar vuestros gritos.

—¡Yo no he gritado…! —chilló Rokuro, metiendo el plato con la comida al microondas. Enseguida trató de relajarse y suspiró—. Hasta ahora, al menos. Pero es que me resulta increíble que con la edad que tiene ni siquiera se preste a escuchar por más de tres segundos.

—Conoces de sobra a Rebecca, muchacho. No nos vengas ahora con esas. Y te ruego que no la cabrees mucho, que luego… no nos rinde en las misiones y es más volátil.

—¿¡Pero qué culpa tengo yo!? Si solo quiero arreglar las cosas con ella y me aparta a voces.

—¿Hay algo que arreglar? —preguntó Benny, sin despegar la mirada de su portátil tampoco, y sin parar de teclear.

—¿Qué…? Bueno, más o…

—Si no hay nada que arreglar, no tienes nada que intentar. Estará cabreada porque estará celosa, poco más. Y contra eso, ay, amigo mío. Contra eso nada puedes hacer. Simplemente esperar a que se le pase.

Las palabras del rubio pillaron por sorpresa al japonés. No es que le viera como un ligón precisamente, ni con conocimientos más allá de la informática. Pero al fin y al cabo tenía novia… y él no. El microondas de repente pitó y el moreno se dispuso a comer. Le pesaba todo. Comió cada bocado más desganado que el anterior, sin cruzar palabra con sus compañeros. Parecían estar ocupados desde hacía bastante con el tema de la arquitectura subacuátic que estaba tan cerca de la edificación. Era raro el lugar, así que probablemente, raros serían sus hallazgos. Pero contra más lo pensaba, más aburrido se le hacía el tema: Rokuro no dejaba de pensar en Revy en la carga que le suponía aceptar el trabajo de Balalaika. Una semana entera se le haría larga. Lo sabía.

Al cabo de unos minutos, terminó de comer y lavó los platos. Benny cerró el portátil, atendió una llamada y salió a la terraza a charlar con su novia. Y Dutch, por su parte, se estiró en la silla. Ahora sí despegó la mirada de la pantalla y miró a Rock durante unos segundos.

—Eh, Rock.

—¿Sí?

—Hay una cosa que he querido decirte desde que salimos del despacho de la rusa. Realmente no te lo dije antes porque… bueno, no quiero que te asustes ni estés imaginándote cosas extrañas. Esto lo hago sólo por prevenir.

Rock alzó una ceja pero no respondió. Dutch prosiguió, bajando notablemente el tono de voz.

—Ten cuidado con ella. Con Balalaika. Es una muy buena mujer, pero tiene una parte oscura. No olvides que es una veterana de guerra. Está acostumbrada a explotar cosas sin inmutarse.

Rock tragó saliva.

—A mí también me preocupa cada vez que estoy en su presencia. ¿No notas como si…?

—Espera, déjame acabar. —Levantó un dedo y se pegó un poco más a él, apoyándose sobre la mesa. Ahora bajó el tono todavía más. —No me importa lo que hagas con ella en la intimidad. Ambos sois mayorcitos para saber lo que os conviene en ese sentido. Simplemente, fuera de la alcoba pórtate con la profesionalidad por la que ella te contrató, nunca des a entender que esperas un trato de favor, eso la molestará, y se molestará también con la banda.

—¡Espera…! Dutch —frunció el ceño—, en ningún momento se me cruzaría por la cabeza acostarme con ella.

El negro sonrió en silencio. Amplió más la sonrisa al ver que Rock no continuaba la intervención.

—Todo hombre se ha imaginado con una mujer así en la cama. Si estamos hablando de intentarlo, bueno, puede que tú no lo intentes, pero ella sí que es probable que deje caer una insinuación. Le gustas. La conozco muy bien.

Rock negó con la cabeza. Dutch se apresuró a ponerse serio de nuevo.

—Lo que me interesa que retengas, es que no le permitas jugar contigo. Ni manipularte, ni que te tienda una trampa. No le permitas nada que no quieras, sé tú mismo. Si te propone algo, no quiero que aceptes sin antes hablar con nosotros. ¿Queda claro, japonés?

Rock asintió un par de veces y le miró más curioso.

—¿A qué te refieres con tenderme una trampa?

—No lo sé con exactitud, simplemente te prevengo. Si te toma la palabra con cualquier cosa, entonces te verás obligado a hacerlo después.

—Siempre he sido fiel a mí mismo.

Dutch se quedó callado, y tras unos largos segundos, meneó la cabeza. Pero acabó asintiendo. Tenía en alta estima a Rock, pero sabía que en muchos aspectos también había que tenerle paciencia, puesto que había sido el último en entrar a la banda y sin duda, el que entró de la manera más rocambolesca e inesperada.

—Y en cuanto a lo otro… —continuó Rock.

—Quiero a Revy como si fuese mi hermana, ¿sabes? —murmuró el negro. Se encendió un cigarrillo—. Pero no voy a meterme en vuestros asuntos. Las relaciones no son fáciles ni como uno quiere. En la gran mayoría de casos, antes de acabar con la mujer correcta, metes muchas veces la pata.

—A mí… a mí me gusta Revy. —Susurró—. Aunque sea una salvaje, yo…

Dutch expulsó el humo de una calada y cerró su portátil con la mano, lentamente.

—¿Cuántos años tenías, Rock? ¿23? ¿25? Eres un tío mayor y formado, ¿no?

—26 años.

—Los mismos que Revy. Te voy a dar un consejo. —Se estiró hacia el cenicero, golpeando suavemente el cigarrillo en el borde. —Balalaika es una mujer que ha vivido lo que ni tú, ni yo, ni Revy jamás viviremos. Ha enfrentado a gente muy peligrosa, sabe tantear un terreno repleto de minas y cubrirse las espaldas antes de dar un paso en falso. Tiene siempre el control. Y no es algo que haya adquirido. ¿Me entiendes?

Rock ladeó la cabeza, pero después de unos segundos, el negro prosiguió.

—Lo que intento decir es que ella es así desde la cuna. Es hija de padres influyentes, siempre estuvo destinada a hacer cosas grandes e importantes, peligrosas. Lo lleva en la sangre. Si la guerra no la hubiera llamado de la manera en la que la llamó, habría sido una tiradora olímpica, porque se estaba preparando para ello. Viene de una familia recta con sus mismos ideales. Si hubiera seguido ese camino, también sería infalible. Pero el destino le tenía todo esto preparado. Ha sobrevivido a bombas y toda ella es un recordatorio de que así ha sido. —Dio una larga calada más, y movió los ojos hacia Rock. —Es muy inteligente. Si te quiere para ella, probablemente lo consiga. Y no me interesa. Porque te tenemos aprecio, Rock. Revy me dijo en privado que si te ibas con ella, cambiarías. Honestamente, yo también lo creo.

El chico titubeó. Quiso responder algo con sentido, pero Dutch no le dejaba pensar y seguía hablando.

—Eres más joven que ella, mucho más. Aprovechará esa década de edad a su favor, y puedes creerme. Si no estás atento, podrá engatusarte en su mundo.

—¿¡De verdad es ese el concepto que tenéis de mí!? —gritó de repente, cortándole. Dutch se movió sorprendido hacia atrás—. ¡¡Jamás me obligará a hacer algo con lo que no estoy de acuerdo!! ¡Parece que no me conoces! ¡Es como si yo te dijera a ti que tuvieras cuidado con una serpiente que ya sabes que muerde!

Dutch soltó una risita ahogada y se encogió de hombros.

—Yo caí, en su día.

Rock abrió los ojos y se quedó con la boca abierta.

—P…p-pero…

Dutch asintió.

—A día de hoy sigo manteniendo que fueron las dos semanas más maravillosas de mi vida.

—Dutch… estamos… ¿estamos hablando de ella…?

Dutch asintió. El chico se quedó anonadado, y trató de reencauzar sus palabras, pero él levantó la mano y cabeceó una negativa.

—Descuida —murmuró—, no me sorprende tu reacción. Así me quedé yo al darme cuenta. Ella fue muy buena conmigo, lo ha sido siempre todos estos años.

Rock se llevó la mano a la frente y se la frotó, como si notara sudores fríos.

—No sabía nada de esto…

—Bueno, eres el primero en saberlo. Después de ella y yo, claro. La conozco lo suficiente como para saber que no habla de estas cosas.

—Es muy fuerte lo que me estás contando, Dutch, jamás lo imaginé. ¿Por qué no siguió aquello para adelante?

—¿El qué?

—Pues… bueno, digo yo que habiéndoos conocido desde hace tanto tiempo… si llegasteis a ese punto es que estábais enamorados, ¿no? O al menos había una fuerte atracción.

—Sentía mucha atracción física por ella, pero nada más. Eso puede ocurrirte a ti también. La cosa es que… no sólo fue sexo. Es una persona atrayente en más sentidos.

—No podría hacerle eso a Revy. —Murmuró seriamente—. Aunque siempre esté molesta por todo, sé que esto especialmente no me lo perdonaría. Sigo pensando que lo que tuvimos en el barco fue algo especial.

—Y piensas bien. Pero Rebecca también tiene lo suyo y es una chica muy inestable. Prefiere hablar a puños antes que con el corazón. —Puso una de sus fuertes manos en el hombro ajeno. Rock sintió lo pesada que era y bajó la mirada, como si aquel fuera el peso de lo que le tocaría hacer a partir de mañana. —Tranquilo, muchacho, sólo quería prevenirte. No es una mala persona. Pero es muy espabilada. Por lo demás, sólo me queda desearte un buen viaje.

Rock se humedeció los labios con la lengua y bufó, algo malhumorado. Ni siquiera se veía capaz de coger el sueño después de semejante información que le había soltado su jefe.

Cuando marchó a la cama, supo que todo lo que Dutch le había dicho era más que cierto, y eran hechos en los que él ya había reparado anteriormente de una forma o de otra. Resultaba raro oírlo de otra boca, pero sí, definitivamente él era el primer asustado en tener un cambio de personalidad, pues apunto de estuvo de echarlo todo por la borda cuando asesinaron a los gemelos. No quería volver a tener esa asquerosa sensación en el estómago nunca más, y mucho menos esa falta de empatía con otras cosas que la requerían. Como fuera, trató de dormir. La semana que le esperaba sería dura.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *