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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 4. Sábanas con olor a Revy


—¿Se puede?

—Hm. —Revy no prestó mucha atención, estaba subida al armario tratando de sacar un pantalón y un abrigo de fuera de temporada.

—¿Qué haces ahí? —murmuró el japonés, cerrando la puerta tras de sí.

—Busco los dos paquetes de cigarrillos que Dutch me ha escondido —habló con el cigarro entre los dientes, daba las caladas y las soltaba con bastante práctica—, el cabrón se cree muy listo y me los esconde en mi propia habitación.

—Creo que es su forma de hacer que ordenes un poco… esto. —Miró el desorden colosal que había. No había ni cinco centímetros sin mierda en el suelo, y un olor a tabaco que echaba para atrás. Se llevó la mano a la nariz. —Revy, ¿quieres que te ayude un poco a limpiar?

—Ni se te ocurra, este es mi cuarto. Aquí manda mi caos. —Se volvió a agarrar del armario, esta vez del estante más alto, y hundió un brazo entre un montón de ropa que también tenía allí desordenada. Emitió un sonido de queja y uno de sus pies vaciló del soporte bajo, haciéndola sujetarse allí con más fuerza.

—Ten cuidado —Rock levantó las manos y se aproximó adonde estaba, temeroso por si resbalaba. Revy apretó los labios y por fin pareció dar con algo, por lo que sacó el brazo y lanzó una bolsita con 2 paquetes de cigarrillos sobre la cama.

—Bingo —alzó el puño de la victoria y después volvió a sujetarse. Dio un suspiro. Estar tanto rato haciendo fuerza contra el armario empotrado la había agotado. Se bajó finalmente de un salto y cogió la bolsa.

—Tal vez no es mala idea que frenes un poco con el consumo de tabaco. Todos aquí fumamos de más.

—Ya, ya ya. —Musitó sin hacerle caso, abriendo uno de los paquetes y sacando el siguiente cigarrillo. Quiso guardar la bolsa en los cajones de su mesita de noche, pero ninguno de estos se abría debido a toda la porquería que tenía allí guardada sin ningún tipo de cuidado. —Y a todo esto, ¿a qué venías? —le preguntó tras un rato, cogiendo el mechero de la mesilla y tendiéndose bocarriba en la cama. Dejó el cigarro que estaba fumándose, apagó lo que quedaba de colilla y se llevó el siguiente a los labios.

Rock se quedó mirándola varios segundos. No sabía si era buena idea, con lo volátil que era Revy, ir a su cuarto a volver a sacar aquel tema. Pero algo en él le había hecho entrar allí en lugar de a su propia habitación, así que trató de ser valiente.

—No vengo a molestarte, que conste. Sól-…

—Esa frase ya me molesta. Qué coño quieres. Sé breve, haz el favor. Este es el último antes de irme a dormir por hoy. Que menudo día de mierda, con esa imbécil de pelo teñido que tenemos que aguantar ahora aquí.

—Jé… —Rock soltó una risilla nerviosa, no parecía del mejor humor. Nunca lo estaba de todos modos. Inspiró muy hondo y se concentró. —Yo… quería saber por qué estabas de acuerdo con Dutch en lo de que me marchara.

Revy tardó unos segundos en accionar el mechero; le miró de reojo, pero rápidamente lo encendió.

—Ese tema ya está zanjado para mí.

Rock colocó la mano sobre la mano de Revy, capturando su atención de nuevo.

—Pero es importante para mí. ¿Quieres que me vaya? ¿No te sientes a gusto conmigo aquí?

Aunque no quisiera exteriorizarlo, Revy comenzó a ponerse algo nerviosa. Apartó disimuladamente la mano de Rock al apresurarse para dar un calada y retirar el cigarro de los labios.

—Dutch no quería que te fueras tú solo. Quería darme el dinero para que nos fuésemos los dos. Adonde quisiéramos, pero lejos de aquí. Dice que este ambiente no me hace bien —rio irónica. —Será capullo, cree que tengo algún tipo de salvación o que no me gusta mi vida. Esto es lo único que sé hacer, ya se lo dije.

—Este ambiente no le hace bien a nadie. Puedes dejarlo atrás, enfrentarte a él o mezclarte con él. Creo que lo que Dutch intentaba era que no te siguieras mezclando con todo esto.

—Y sin embargo aquí estamos, tú y yo. Y seguiremos. El asunto está zanjado, ¿no?

Por un momento Rock se pensó si aquello era cierto. A lo mejor intentar hablar con ella era un caso perdido. Revy no sabía comportarse en una sociedad normal y tampoco la veía muy capacitada para estar en un trabajo «normal». Tenía un vínculo con las armas. Y por supuesto, también lo tenía con Dutch.

—¿Y tan difícil de entender es que yo también esté con vosotros? Acepté este cambio hace tiempo.

Revy se carcajeó, mirando al techo.

—Mírate, por amor de dios. Si hasta tu ropa para dormir da risa. Y luego te pones con esas… blusas y corbatas de oficinista.

—No sabía que tenía que vestirme tan táctico para parecerme más a vosotros. Supongo que eso no se lo dices a Benny, ¿no?

—Benny cumple otra función aquí. No es como nosotros, ni tampoco se mancharía las manos. Pero tú… —le dedicó una furtiva mirada, y acabó negando con la cabeza. —Eres raro. Quieres estar en ambos bandos y no pertenecer a ninguno. Si sigues yendo con Balalaika, creo que puedes cambiar a peor.

—Y eso es lo que te preocupa. —Atajó Rock, al darse cuenta de la verdad. Revy se quedó callada con el ceño fruncido, cerró los ojos e inspiró hondo. Soltó el humo y dejó el cigarrillo en el cenicero de la mesilla, que estaba atestado de colillas. Rock cogió el cenicero y lo apartó después, aprovechando ese espacio libre para apoyar el codo y mermar las distancias con ella. Revy se removió en la cama ligeramente incómoda. 

—No, no es exactamente así.

—¿No, segura? —la apretó, al percibirla nerviosa y menos receptiva. —Porque te noto más tensa. ¿Seguro que no he dado en el clavo?

Revy no soportó ni una frase más y se impulsó hacia delante, sentándose en la cama. Rock la siguió con la mirada.

—El tema está zanjado. No quiero que me lo saques más —contestó fríamente.

—Es que quiero saber lo que piensas de verdad, por una vez. ¿De verdad no vas a ser sincera? ¿A qué le tienes miedo?

—Mira Rock, ojito con las palabras que utilizas… yo no tengo miedo a nada. Siempre hablo con la verdad.

—Me mentiste esta mañana en la cara, y si te hubiera salido bien, ya no estaría aquí. ¿De verdad es eso lo que quieres? Dimelo y Dutch no tendrá que repetírmelo. Haré las maletas y tomaré mi propio camino. Pero no decidirás adónde me vaya, ni qué camino tomaré.

Revy se abrazó a sus rodillas y permaneció ceñuda un rato largo más, sin interactuar. Notaba que su corazón estaba palpitando más rápido, fruto de la aversión que le producía que la pusieran en encrucijadas morales.

—Si decides irte con Balalaika será tu problema, no el nuestro. Pero te convertirías en un hipócrita.

—Jamás he sido un hipócrita, no empezaré a serlo ahora.

—Dutch tenía razón —sonrió, burlona. —No tienes ni idea de cómo funciona esta jungla. Acabarás comido por el primer león con colmillos que se te cruce en el camino. Y no tendrás a nadie para defenderte.

—¿No sé cómo funciona la jungla? ¿y cómo funciona, Revy? ¿apretando gatillos y acabando vidas al que mejor pague?

Revy dejó de reírse y se alteró de un segundo a otro, saltándole con las manos al cuello. Empezó a apretar y Rock se trató de defender aturdido, pero al cabo de dos segundos ella dejó de presionar y le empujó al suelo (o mejor dicho, al montón de ropa que había en el suelo), señalándole con dos dedos como si fuera un arma.

—¿Lo ves? ¿¡Ves!? —gritó —el mundo real te sorprenderá, y con esa cara de cachorrillo es como vas a recibirlo cuando te llegue la hora de morir. Y yo lo único que quería era ahorrarte ese día.

Rock apretó los labios, mirándola sin hacer nada. No movió apenas un músculo, y Revy tampoco. Se miraron largo rato hasta que la muchacha bajó la mano y volvió a sentarse sobre el colchón.

—Todos tenemos nuestros motivos. Si yo no quiero irme de aquí, es porque me gusta trabajar con vosotros. Y porque creo que no todo siempre tiene que acabar con sangre. Hay otras vías. Se puede dialogar hasta con el más peligroso.

—NO, ROCK, NO. HAY GENTE MALA AHÍ FUERA CON LA QUE NO PODRÁS —gritó más fuerte. —HAY GENTE MALA Y PUNTO, GENTE QUE DISFRUTA CON EL DOLOR Y CON LA FRAGILIDAD AJENA. ¿¡DE VERDAD ESTAMOS TENIENDO ESTA CONVERSACIÓN!?

Rock guardó silencio al verla tan alterada. A Revy se le marcó una vena en el cuello por el grito, le miraba iracunda de repente y no entendía por qué. Entonces, lejos de lo que ella esperaba, levantó la cara de las manos en son de paz.

—Perdona. Tienes razón. Siento haberte provocado.

Algo más tiene que haber. Es raro verla así.

Tuvo un flashback de una ocasión, en el barco, donde una misión se complicó y Revy empezó a hacer su propia ley, disparando a todo hombre que se encontrara sin mediar palabra. Acabó con todo el barco y casi dispara a quien no debía, de no ser porque Dutch estuvo cerca para relajarla. Tenía un interruptor que podía poner el mundo de los demás patas arriba, pero a Rock no iba a engañarlo: si ocurría eso, era porque el primer caos lo tenía ella adentro.

—Lo siento —repitió, susurrándole. Revy, desacostumbrada a los tonos calmados, cambió su expresión y también hizo un esfuerzo por serenarse. Le tendió la mano y le ayudó a levantarse. Después hubo un silencio. El chico tragó saliva. —No quiero hacerte ningún daño. Me importas mucho… mucho más… de lo que crees.

—¿Qué?

—L-lo q-… lo que oyes —bajó la mirada, humedeciéndose los labios—, si voy a seguir aquí, y créeme que es lo que deseo hacer, tengo que mejorar en muchas cosas. Poque no sólo quiero ser vuestro compañero, sino saber actuar, hablar y protegeros sin quedarme siempre al margen… como tú dices. Contigo no quiero estar al margen. —Subió lentamente la mirada a ella. Revy seguía con las cejas algo fruncidas, pero su expresión denotaba que le costaba mantenerle la mirada. —Me gustas… desde la primera vez que te vi, siempre me gustaste, con tus… malas formas, tu sentido del humor y tu locura… jamás conoceré a nadie así. Y quiero estar contigo, Rebecca.

—Para, no sigas. —Se esforzó en tomárselo a risa, y soltó una carcajada un poco nerviosa. —Mira, sé que estabas aburrido hoy y tenías que hacer tu…

—Te juro que no es mentira. No me lo estoy inventando. —Negó con la cabeza, cortándola al hablar. —Desde que te vi lo supe… supe que ibas a trastocarme de muchas maneras. No tengo ninguna duda, porque me he pasado todo este año confirmándolo. La única diferencia es que al principio quería conocerte. —Bajó el tono de voz y se aproximó a su rostro, atreviéndose a poner las manos sobre la cama donde estaba Revy sentada. —Ahora ya no quiero, sino que tengo la necesidad. ¿Me estás oyendo…?

Tan cerca suya podía notar su respiración acelerada. Y la mirada de no podérselo creer. Revy desvió rápido sus iris oscuros hacia otro punto de la habitación y se echó un poco hacia atrás, pero él la tomó de un antebrazo.

—Suelta.

—Sólo quiero que me escuches sin que huyas —la soltó de inmediato, logrando que volviera a mirarle.

—No hago otra cosa que escuchar tus tonterías desde que has entrado —dijo en el mismo tono bajo, notablemente incómoda. Pero su incomodidad no nacía del rechazo. No podía rechazar a Rock, porque sus sentimientos hacia él también eran los que eran. No quería que su relación se transformara en algo tan profundo, en algo donde verdaderamente tenían que saberlo todo el uno del otro, porque entonces Revy sentía que tenía muchas cosas que ocultar. Tampoco se veía capaz de hacerle feliz. Rock se apoyó más cerca de ella sobre la cama y le puso las manos en las mejillas, y entonces, la chica empezó a echarse hacia atrás despacio, en la misma medida que él se acercaba. Rock logró acortar la suficiente distancia como para rozar sus labios, pero ella giró la cara hacia un lado y susurró.

—Es más fácil para mí si sólo nos acostamos. Y dejamos todo lo demás a un lado.

Rock frenó y la miró atento a los ojos, aunque ella no le devolviera la mirada.

—¿A qué te refieres?

Revy negó brevemente con la cabeza, no pensaba ni siquiera conceder una respuesta.

—¿Podríamos hablar a la cara, diciéndonos la verdad por una vez? —insistió él— sin que me tires un mueble a la cabeza o que me hables como si fuera un perro.

La mujer se mordió los labios.

—Mira, en realidad… es inútil —contestó, arrastrando las palabras—. Sal de la habitación, porque sino… no dejaré que te vayas.

Rock se sorprendió. Sintió una alegría. Pero Revy insistía en no devolverle la mirada, como si le costara aguantarse. Volvió a acercarse a su cara, la atrajo sin fuerza hacia sí, de la mejilla, hasta que sus cabezas estuvieron frente a frente. Cerró los ojos e inclinó más el cuerpo, poniendo ambas piernas ya sobre la cama. Revy miró fijamente su boca, y cerró también los ojos cuando ambas se conectaron.

No lo entiendo… por qué… por qué es tan testarudo…, pensó Revy.

Pero los siguientes pensamientos se nublaron rápido, cuando la lengua de Rock buscó la suya con necesidad

Pero los siguientes pensamientos se nublaron rápido, cuando la lengua de Rock buscó la suya con necesidad. Empezaron a besarse con más pasión, saboreando mutuamente el interior de sus bocas una y otra vez, Revy suspiró y lo agarró con cierta fuerza del dobladillo de la camisa que llevaba, y le dio pequeños tironcitos para abrírsela. Resultó fácil.

A Rock, ya con el olfato acostumbrado al hedor del tabaco de aquella habitación, se le había olvidado muchas más cosas que quería decir. Se había interpuesto su sinceridad con respecto a los sentimientos que Revy le provocaba desde que prácticamente la conoció. Y se sentía feliz por ello, pleno. Le gustaba saber que había podido traspasar una barrera tan gruesa con ella, porque estaba claro que era una muchacha con problemas emocionales. Habían conectado sin estar ebria, cosa que por supuesto, hacía de esta ocasión algo totalmente distinto a la primera vez que se enrollaron. Aquello no tenía nada que ver con lo que estaban viviendo ahora. Se sintió un poco avergonzado de su erección, que no había tardado ni diez segundos en hacerse notar en aquellos pantalones cortos de pijama. Apartó un poco la cintura para que no fuera tan evidente, pero Revy, lo hubiera notado o no, sólo se separó de sus labios para centrar las manos en sus pantalones. Le bajó de un tirón brusco éstos junto a los calzones y entonces Rock no pudo seguir escondiendo nada. En unos segundos quedó expuesto. Le rodeó la polla con la mano y empezó a masturbarle rápido y fuerte, a lo que Rock cerró los ojos adolorido y se jactó en su oído.

—No tan fuerte, Revy… con más cariño…

Revy parpadeó y subió la mirada a sus ojos, con una expresión más preocupada.

—Lo siento —murmuró; llevó una mano al segundo cajón de la mesita. Tras manotear a ciegas, cogió el lubricante y un par de condones. Dejó los condones a un lado y mordió el sobre de lubricante, usando el contenido en la mano y volviendo a masturbarle, más despacio. Pero el pene de Rock estaba tan duro como un ladrillo, y no tardó en engordar más con las caricias de su palma. Rock gimió intentando no hacer mucho ruido y dejó que ella le acariciara allí mientras él le retiraba la camiseta y observaba maravillado los pechos de la morena.

—Joder, Revy… —susurró excitado y bajó la boca a uno, chupándole el pezón incesantemente. Revy paró de acariciarle y entreabrió los labios, boqueando un suave suspiro de placer al sentirle. Rock introdujo una mano bajo sus bragas y la penetró con un dedo, y más se excitó al sentir lo tremendamente húmeda que estaba. Metió un segundo dedo y ahora si notó cierta presión, que fue acompañada de un quejido femenino. Sacó la mano mojada de sus fluidos y masajeó uno de sus pechos, mojándolo al amasarlo, sin dejar de succionar y aplastar con la lengua el otro pecho, con el que estaba encaramado.

Era increíble lo poco que le importaba en ese momento todo lo demás. Incluso la conversación que acababan de tener acerca del futuro importaba poco, sólo estaba fantaseando con el cuerpo de esa mujer, le ponía muy cachondo sentirla bajo él, mojada, y escuchar sus suspiros contenidos cuando le daba placer. Tenía el miembro tan duro y erecto que no pudo aguantar más y se separó rápido de ella para deshacerse del todo de sus calzones y de la ropa que le quedaba puesta a ella. Revy tenía un maldito cuerpazo. Estaba justificado, hacía mucho deporte con Dutch, sabía artes marciales aunque no estuviera tan entrenada como Roberta, y tenía mucha fibra en brazos y piernas dada su táctica en el trabajo. Al ser él también fumador, no notó el sabor de su boca diferente, pero sí lo sentía en sus sábanas, que a saber cuándo había sido la última vez que las cambiaba. Al recostarse sobre éstas, encima de ella, volvió a sentir el olor profundo del tabaco y la marihuana, y también en la propia ropa de pijama que le había quitado. Pero al desprenderla de todo eso y volver a pegar la cara a su cuerpo sólo entraba por sus fosas el aroma natural de Rebecca, que también le resultaba inconfundible.

—No puedo más, ven aquí —murmuró Rock, que la echó sobre la cama del todo, apoyándola de la espalda en lo que él se acercaba, arrastrando las rodillas hasta juntar ambos cuerpos. Acarició con el pulgar una sola vez el clítoris de Revy y ésta se arqueó, suspirando excitada. Le separó las piernas y se agarró el miembro, apretando el glande contra la pequeña abertura de su vagina. Pero ella le paró un instante y le dio el preservativo, que Rock se puso muy rápidamente. Después se volvió a poner manos a la obra. Le costó varios segundos introducir el glande entero, estaba muy bien dotado, y se apretó totalmente contra el cuerpo de Revy mientras meneaba la cintura de adelante a atrás, en un vaivén a presión, lento, luchando por entrar dentro de ella. En uno de los intentos Revy se mordió el labio y dio un suspiro, clavando las uñas en un costado de Rock y bajando la mirada a sus sexos unidos. Se apretó más contra ella agarrándola de los pechos, con su vientre bien pegado al de ella, y volvieron a besarse con mucha pasión. En uno de los empujones Revy dio un quejido ahogado entre sus labios y el japonés sintió cómo la dilatación ya le permitía entrar casi por completo en ella. Al separarse y cortar un instante el beso, estaban ambos totalmente empapados en sudor. Se puso con la espalda recta mirándola desde arriba y disfrutando de las vistas de sus hermosos pechos y sus tatuajes. Se sentía a punto de explotar, quería hacerla suya totalmente, como un animal, pero tampoco quería hacerle ningún daño. Era difícil ponerse caballero con semejante imagen de su cuerpo a sus pies. Apretó el ritmo de repente y se chocó con ella fuerte, haciendo que Revy diera un jadeo más fuerte. La acarició de la mejilla desde arriba y cerró los ojos extasiado, entrando y saliendo de ella rápido y fuerte, haciendo que el choque de cuerpos fuera tan abrumador, que en cualquier momento pudiera correrse. Cogió un vaivén continuado, chocándose con ella sin parar, ya ni rápido ni lento, y él mismo se mordió el labio al abrir los ojos y contemplar totalmente encendido cómo su grueso miembro entraba y salía de ella por completo, en el perfecto cuerpo de Revy. Era perfecta. La siguió con la mirada, tenía la línea del ombligo sudada, los pechos no paraban de botarle, y se agarraba con los brazos al cabecero por encima de su cabeza. A Revy le costaba aguantar los gemidos y Rock disfrutaba cuando a veces la embestía con más fuerza y tenía que oírla jadear más agudo, incapaz de controlarse. Era extraño verla indefensa por el placer, era una mujer que nunca estaba con la guardia baja. Y ahí estaba ahora, abierta de piernas para él, sudada y con las uñas bien clavadas en su brazo al que se sostenía para evitar llevarse un cabezazo por sus empujones. Era glorioso. De pronto su pene salió hacia fuera al echarse algo más hacia atrás y ambos aprovecharon para tomar aire. Revy dejó de arañarle y suspiró hondo, recuperando el aliento mientras Rock rápidamente se movía hacia abajo. La morena tuvo un fuerte calambre de placer cuando sintió la lengua de Rock apretándole en su sexo de repente. Frunció las cejas y se puso muy tensa, nerviosa.

—Joder… sí…

Murmuró entre suspiros. Rock se hundió más contra su vagina, apretando con la lengua en su clítoris una y otra vez mientras le metía dos dedos, y sentía cómo las piernas de Revy se tensaban por momentos.

Eso es… quiero que grites…

—A-a…ah… —La respiración de Revy se agitó y no llegó a pasar ni quince segundos. En una de las bruscas embestidas que hacía con sus dedos sonó un chapoteo húmedo y sacó ambos completamente empapados. Metió la lengua y notó las contracciones vaginales, mientras ella arqueaba la espalda y daba gemidos suaves, agotada. La había hecho llegar al orgasmo. Eso multiplicaba su placer. Se incorporó sólo un poco para echarse sobre ella, y la miró a la cara. Revy aún recuperaba la respiración y se acomodó un poco sobre la cama. Se miraron unos segundos… él llevó la mano a su mejilla, acariciándola dulcemente.

—Eres… preciosa…

—… —Revy dejó de mirarle, notablemente ruborizada, controló un poco la respiración. Ni siquiera se veía capaz de responderle de la vergüenza que le daba.

—Te quiero, Revy.

La mujer le puso toda la mano en la cara, tapándosela.

—¿Te quieres… ¡callar!?

Rock rio por lo bajo.

—Ya me callo, ya me callo… me lo tomaré como un «yo también».

—¡Já! Ya te gustaría.

—Con que ya me gustaría, ¿eh…? —murmuró divertido, quitándose la mano de Revy de la cara. Le dio un suave beso mirándola fijamente, y ella le siguió aun con su típica sonrisa de diablilla en los labios. —Yo aún no he acabado, ¿o qué creías?

Revy se rio y volvieron a unirse en un beso húmedo. Él fue incorporándose y volvió a sostenerse sobre la cama con las rodillas; agarró a Revy y la levantó de la misma manera, siguiendo el largo beso de lenguas que tenían. Estaba muy excitado, definitivamente duraría poco el siguiente asalto teniendo en cuenta que aún no se había corrido ni una vez. Le sorprendía, de hecho, no haberlo hecho aún. Temía durar poco para ella. Revy se distanció de su boca y por unos instantes se quedaron mirando fijamente, con la única luz proveniente de la luna a través de la ventana. Ya era bastante tarde, probablemente estuvieran todos dormidos. Revy le sonrió dulcemente y bajó un poco hasta situarse bajo el cuello masculino, besándolo y acariciándolo con la lengua. Esto volvió a hacer suspirar al japonés, que se llevó la mano a la polla y comenzó a masturbarse él mismo, quitándose el condón y motivado por el chupetón que Revy le hacía sin autorización. Pero mientras le besaba la chica tanteó con la mano hasta recoger el otro condón y lo abrió con las uñas, sacándolo del envoltorio y apartando la mano de Rock para colocarle bien el preservativo. Rock iba a explotar, lo notaba de nuevo. Las caricias de Revy podían convertirse en algo adictivo para él. Era tan fácil acostumbrarse a algo así… con lo brusca que era normalmente… era como un regalo inesperado verla en esta tesitura.

Rebecca finalizó con un mordisco su chupetón y ese fue el último detonador que Rock resistió. La tomó de las caderas y la giró con suavidad, reclinándola después de la espalda, obviamente indicándole así que quería ponerla en cuatro. Pero se resistió, y tras un divertido forcejeo, Revy fue quien lo tumbó finalmente bocarriba. Le dio la espalda y se penetró sentada sobre él. La postura hizo que el miembro de Rock se curvara un poco, además de que ella volvía a estar apretada, y no hizo falta ni dos sentadas para que sintiera que el orgasmo le podía venir en cualquier momento. Ella levantó los brazos para retirarse todo el largo de su pelo en una coleta alta con las manos, sin dejar de apretar el ritmo, y Rock alucinaba de placer viendo la bella línea de su espalda y su pelo recogido. La agarró de ambos glúteos y ayudó a marcar más fuerte el movimiento. Al principio ella estaba dominando, le miraba de reojo con la excitación de alguien que disfruta de lo que hace, pero cuando Rock se sintió próximo a correrse, sin cambiar la postura, se irguió un poco y la agarró muy fuerte de la cintura, haciendo que las embestidas fueran mucho más duras y profundas. A Revy se le cambió la cara y empezó a gemir más fuerte, no podía controlarlo, aunque no quería aparentarlo, él le estaba dando bastante fuerte y tenía su fuerza también, le llegaba muy adentro. En una de las veces que chocó su cintura desde abajo para penetrarla Revy se tuvo que agarrar al cabecero para no caer. Dio un suspiro acalorada al sentir el mordisco de Rock en su espalda, que gemía descontrolado. Se quedó quieto varios instantes hasta que salió de ella, con el condón puesto. No hacía falta ser muy observador para ver que también estaba hasta arriba de semen.

Pasados los momentos de euforia del orgasmo, los dos empezaron a respirar con normalidad, mirando al techo. Rock se sentía pleno. Había tenido sexo con otras mujeres, muy pocas, pero ninguna como Rebecca. Se sentía tan atraído a ella en aquellos momentos, que la idea de marcharse con el dinero y con ella a hacer una vida juntos de repente se le hizo preciosa. Giró la cabeza hacia ella y le tocó la mejilla con el nudillo, mirándola embelesado. Revy le devolvió la mirada y la bajó por sus labios. Rock se acercó y la besó, posando seguidamente la mano en uno de sus muslos. Dio un tirón para que se colocara sobre él, y allí se siguieron besando largamente.

Le hubiera gustado combinar palabras, pero se dio cuenta de que le gustaba ver a Revy callada… como una fiera totalmente mansa, allí sobre su cuerpo desnuda. Su flequillo aún estaba algo húmedo de la batalla campal que habían tenido, y después de desgastarse la boca largos minutos, permanecieron simplemente acariciándose, tanto la cara como las manos. Al poco, sin cruzar palabra alguna, Revy acabó dejando caer la cabeza sobre su pecho y se quedó dormida.

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