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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 7. Agente doble

Cafetería frente al Hotel Moscú

Había novedades acerca de la arquitectura subacuática. La rusa envió una carpeta encriptada al ordenador de Benny con el listado de piedras preciosas y su valor en el mercado negro. El archivo mandaba un mensaje automático cuando él lo abría, directo a la red informática del Hotel Moscú, por lo que sabrían que lo habría leído. Benny le comentó los cálculos que el equipo de la rusa se había encargado de hacer antes de enviarle, cálculos que él se encargó de verificar uno por uno. La suma era desorbitada.

—Ella pretende hacer tratos con el descubridor de la estructura. Al parecer, tiene familiares cercanos y la costa donde se encuentra esto está en una línea fronteriza entre dos parcelas que… bueno. Resumiendo mucho, Balalaika está reclamando el 50% que dice que le pertenece. Si no hay trato, las cosas se pondrán feas y se quedará con el 100% de lo que están excavando.

—Entonces tendrá ya varias grúas y equipos vigilando esa costa —alegó Dutch, que seguía acabándose un bocadillo—. ¿Decía algo más el mensaje?

—Bueno. Ha dejado claro que las piedras se las va a llevar sí o sí. Si se complica el trato, y parece que así está siendo, nos ofrece el 5% de lo extraíble por un robo en las profundidades marinas.

—Y el 5% es…

—Tocaría a cincuenta mil dólares limpios a cada integrante de la banda.

Revy vino del interior de la cafetería con un par de tazas y Rock con los platillos de tartas. No habían escuchado esa parte de la conversación.

—Es demasiado dinero. Proporcional a la dificultad. —Murmuró el negro, acariciando su labio inferior con un cigarro, sin prenderlo. Revy no prestaba aún la merecida atención a la charla. Estaba devorando un donut de chocolate. Rokuro miró a ambos.

—¿Qué nos hemos perdido?

—La rusa ofrece cincuenta mil por cabeza si programamos y robamos la excavación artificial… sin saber bien quiénes están detrás.

—¿La de las piedras preciosas? —preguntó Revy. Él asintió. —Es demasiado entrenamiento. ¿Cuánto tiempo tenemos?

—Casi cuatro semanas.

Revy hizo una mueca y negó con la cabeza.

—La presión es demasiada, Dutch.

—Podrías de sobra. Pero tendrías que entrenar todas las mañanas.

Revy masticó su bocadillo y puso cara de circunstancias, pensándoselo dos veces.

—Si el pago no la ha hecho pestañear, no es que le interese demasiado. ¿No crees? —dijo Rock, haciendo que el resto parara lo que estaban haciendo. Dutch se le quedó mirando a través de las gafas de sol. Revy después de unos segundos siguió comiendo, pero Rock y él quedaron mirándose fijamente.

Al final, Dutch respiró sonoramente y se acercó su lata de cola.

—Tú irás a vigilar esta tarde la mercancía que llegará al hotel.

—¿Y…yo…? ¿Pero qué tengo que ver con…?

—Balalaika quiere proponerte otro trabajo, y por lo visto tiene que ver con el traspaso que ocurrirá desde ese camión. Probablemente quiera enseñarte in situ lo que tienes que hacer.

Revy observaba de reojo, callada, a Rock. Éste cruzó miradas con ella, lo que la hizo centrarse en su postre de nuevo.

—Ya no sé si me interesa. Hace poco te hubiera dicho que sí, per-…

—Me ha dicho que si vas a decirle que no, será a la cara, cuando te persones hoy en su despacho. Quiere hacerte la oferta presencialmente.

Rock se frotó ambas sienes con los dedos y dio un suspiro de cansancio.

—Bien.

A Rock le hubiera gustado, tras el incidente con Eda, irse lejos sólo durante un tiempo, sólo aunque fuera un día o dos para poder desconectar de la asquerosa realidad de Roanapur. Llevarse a Revy consigo, incluso. Pero no. Era imposible desconectar porque siempre había trabajo que hacer. Estaba tan reciente lo de Eda, y era tal la incertidumbre sobre su persona, que no podía disfrutar ni siquiera de ese momento de merienda que estaban teniendo en la cafetería. Rock observó a lo lejos que un turismo negro aparcaba frente al hotel Moscú, concretamente en la cabina telefónica que daba a un locutorio. No le vio la cara, pero era una muchacha muy rubia, de piel clara y pelo liso. Se le abrieron los ojos. Podría ser Eda perfectamente, porque la chica parecía estar caminando apresurada hasta el hotel.

—Parece Eda. ¿Era así su pelo? Con el hábito, ya no me acuerdo bien.

Revy se comió el últim pedazo del donut y se quedó masticando mientras observaba también la espalda de la mujer. A simple vista, podía tratarse de Eda. Pero no fue eso lo que capturó realmente su atención. Los ojos se le situaron en el objeto móvil más cercano a esa muchacha, que no era el turismo del que había bajado, sino otro coche de gama más alta que parecía estar frenando según se acercaba a ella. Revy frunció el ceño.

—¿Alguno llega a ver la matrícula de ese coche?

Dutch irguió la vista hacia donde Revy miraba, pero ninguno desde su ángulo podía ver la patente. Revy se empezó a levantar despacio, ante la mirada atenta de Rock, pero se sentó de golpe en cuanto la chica se metió en el hotel Moscú. El coche que parecía vigilarla se marchó.

—Ese coche la estaba espiando —declaró Dutch.

—Eso mismo estaba pensando. ¿Será la CIA?

—Bueno, ya te dije lo que podía ocurrir. Me posiciono en el lugar de ellos y es cierto que no da mucha confianza que una de tus trabajadoras más rentables esté intacta y de colegueo con la rusa que controla Roanapur. Si fuera Eda, yo tendría mucho cuidado.

Revy lanzó un suspiro largo, como si estuviera cansada. 

—No pensemos más en ello —murmuró Rock, aunque no se reconocía diciendo aquella frase. Porque él no dejaría de pensar en ello. Sólo quería que Revy también tuviera un poco de paz mental. —¿Te apetece dar un paseo ahora?

Benny miró a Jane de reojo y la sonrió, como si quisiera manifesar sin palabras el cachondeo que se traían los otros dos. Jane se rio por lo bajo. Y Revy, que no se dio cuenta, se sonrojó un poco igualmente.

—Tengo cosas que hacer.

—Te ayudaré a limpiar las armas. Las tienes más limpias que las ventanas. —Le dijo Rock en una sonrisa, pellizcándole la mejilla. Revy apartó un poco cohibida su rostro, le daba mucha vergüenza las muestras públicas de afecto, no estaba acostumbrada. Y no se sentía ella misma si la miraban, así que prefería no corresponder.

—Qué colorada se ha puesto… —apretó Dutch, haciendo que Revy le gritara rápido.

—¡¡Cierra la boca!!

Rock sonrió un poco y negó con la cabeza.

—Bien, pues… yo me marcho a dormir —dijo Benny bostezando largamente—. Han sido días pesados. Esta noche no nos esperéis en el piso, nos iremos a cenar y dormiremos cerca del puerto.

Rock sonrió a la pareja y asintió. Dutch fue el siguiente en intervenir.

—Yo tampoco pasaré la noche aquí, tengo reunión con la jefa. Haced el favor y si vais a fornicar, hacedlo en vuestra habitación.

Revy y Rock se pusieron colorados, habían sido pillados haciéndolo en la cocina el día anterior, por Jane, y la muchacha se quedó perpleja del disgusto, así que se tiró cerca de una hora hablando sobre la poca falta de respeto de ambos. Rock asintió varias veces y Revy se limitó a ocultar la cara entre sus brazos, sobre la mesa, como si fingiera dormir.

Horas más tarde

Piso de la compañía Lagoon

Revy se movía con fuerza y rapidez sobre Rock, jadeando cada vez que botaba sobre sus piernas. Rock babeaba con toda la boca abierta chupeteando uno de los pechos de la morena, gimiendo también ahogadamente cada vez que sentía cómo su miembro se introducía bruscamente dentro de ella. No habían estado los ánimos para darse calor esos días, pero sólo bastó que volvieran a quedarse solos y Revy fue esta vez quien lo buscó. Clavaba sus uñas ferozmente sobre los hombros de Rock y éste empezó a gruñir. Revy dio un fuerte gemido y paró de moverse, cayendo rendida sobre la misma cabeza de Rock, donde respiró entrecortadamente. Rock se mordió el labio, ambos se habían corrido juntos. Él, aún con los resquicios de placer dentro, la agarró de las muñecas y las llevó a la zona lumbar de la mujer, siguiendo con las penetraciones fuertes dentro de ella. Revy parpadeó y se removió un poco, dando un jadeo cortado. Trató de separar sus muñecas pero Rock, aún muy excitado, se las apretó más fuerte y le controló el cuerpo, embistiéndola con mucha más fuerza. Revy tensó la espalda y se distanció, sus gemidos ya no eran de placer.

—R-Rock… para.

Rock le apretó más las muñecas con fuerza, y tardó unos segundos en darse cuenta de que la chica las retorcía para librarse, incómoda.

—¡Así no me gusta, para! —gritó de repente.

Rock parpadeó rápido y abrió las manos, rodeándola de la espalda. Revy le soltó un bofetón en la cara, haciendo que al japonés se le nublara la vista.

—P-pero… ¿qué cojones… Revy…?

Revy siguió sentada sobre él, acariciándose las muñecas, y no le miró.

—Revy —insistió, llevó una mano a su mejilla. Ella le evadió la cara sin mirarle.

—Déjame.

—Dime qué he hecho mal. Los azotes no te molestaban la otra noche… —le acarició uno de sus pechos con la mano, delicadamente, sopesando su forma y su tacto con cariño. Revy reaccionó con un suspiro y le devolvió la mirada, directa a los ojos. Negó con la cabeza.

—No me gusta que me inmovilicen las manos.

—Perdóname, ha sido la emoción —le susurró acortando distancias con ella hasta acariciar su mejilla con la punta de su nariz. Deslizó después ésta por la nariz de Revy, acariciándola, hasta que le correspondió. Rock tomó una de sus manos y entrecruzó sus dedos con los de la mano femenina… y atrapó sus labios. Revy dio un suave gruñido y cerró los ojos, echándose más sobre su cuerpo.

Desgastar su boca era un paraíso. Adoraba acariciarla, besarla, tocarle los pechos y nada era tan impresionante para él como sentirse dentro suya. Pero mientras ahora se besaban, no puedo evitar pensar en lo que acababa de ocurrir. Se separó lentamente, despegando sus labios en un chasquido suave y le puso un mechón tras la oreja, mirándola fijamente a los ojos.

—¿Te encuentras bien? —le susurró.

Revy asintió, mirándole los labios. Resultaba anestesiante verla tan calmada.

Ojalá estuviera así siempre.

Cuando volvió a intentar besarla, Revy movió a un lado la cara y dejó que le diera el beso en la mejilla, tenía una expresión pensativa. Rock sabía que algo ocurría, pero no quería presionarla. Se limitó a mirarla dulcemente, acariciándola de la espalda.

—Estoy bien, no eres tú. Me pasó algo hace unos años. Y hay cosas que no me gustan —lo dijo un poco rápido y su rostro era un reflejo de la repentina incomodidad que sentía con aquel tema. Rock asintió despacio, sin frenar las caricias.

—Siento habértelo recordado. No quiero ser pesado, pero… ¿puedo saber qué fue?

Revy se removió incómoda y miró hacia otro punto de la habitación. Se humedeció los labios.

—Un par de hombres me… encerraban a veces en una celda. Y me hicieron daño.

Él frunció las cejas mirándola de arriba abajo. No le devolvía la mirada, ahora fingía estar entretenida con una bolita de tela del sofá. Se tenían frente a frente, pero ella le evitaba la mirada.

—¿Te violaron, Revy? —preguntó seriamente, buscándola con la mirada. Revy frunció los labios y las cejas también, más incómoda todavía. —Siento ser directo. Pero esto me parece muy grave.

—Lo hicieron. No quiero ahondar más en ese tema. El caso es que, respecto a las manos… antes de divertirse siempre me esposaban y me daban una buena paliza. Recuerdo las patadas… —trató de no hacer pausas al hablar, debido a la vergüenza, el asco y la vulnerabilidad que sentía con cada frase mencionada. Se agarró con la mano su propio cuello, cerrando los ojos, y bajó el tono de voz —…justo aquí… siempre me cortaban la respiración con la punta de las botas.

Rock sintió convertirse el placer que tenía en rabia, el momento bonito acababa de irse al traste. Jamás hubiera imaginado algo así, no con Revy. Ahora entendía muchas cosas. Muchísimas. Rock la abrazó con mucha fuerza de repente, sorprendiendo a la misma Revy, que le siguió el abrazo y se pegó a su hombro.

—Gracias por contármelo. Seguro que eras una cría…

—Tenía trece años. No había nadie a quién contárselo de todos modos… mi familia siempre fue una mierda.

Rock cerró los ojos con fuerza, apretó los puños con la misma fuerza. El hecho de imaginarse a dos desalmados pateándola y esposando a una niña pequeña para después ultrajarla… no sabían hasta qué punto estaban rompiéndola, mucho más allá del físico. Quería saber quiénes eran y matarlos.

—Oye… Revy… —murmuró, intentando que no se le notara la rabia que sentía. Ella le necesitaba fuerte, y no cabreado y recordándole el tema. —Sólo… sólo quería saber… ¿qué ha sido de ellos actualmente?

—Uno murió, y el otro ascendió con honores en su carrera y se trasladó.  —Paró al sentir un nudo en la garganta. Se acomodó mejor encima de Rock y estiró las piernas a lo largo del sillón, pero con el culo aún sentado sobre sus muslos. Le miró fijamente. —Uno era el superior de otro pero no investigué gran cosa. No sabía lo que me esperaba, jamás me habría subido a ese carro. Habría… huido. Pero tampoco tenía adónde.

—…Sí —dijo con la mandíbula apretada.

Qué coño voy a hacer con la rabia y la tristeza que tengo encima ahora. ¿Cómo pudo aguantar esta chica y seguir adelante? Joder. Mataré al otro, lo juro.

Rock se esforzó en sonreír mientras salvajes pensamientos intrusivos atravesaban su mente. Revy se pasó una mano por la frente y suspiró.

—Sobra decir que Dutch y tú sois las únicas personas que lo saben. Eda sabe que maté mi padre adoptivo, un borracho que no hacía más que vomitar. Pero aparte de lo que ha visto aquí en Roanapur, no creo que sepa nada más. Si lo supiera no hubiera abierto su bocaza cuando estuvo aquí.

Rock asintió, con la mirada fija en un punto de la habitación. Revy le observó.

—Si me lo encuentro lo reconoceré y yo misma le mataré. No quiero que te pongas ahora a hacer tonterías… no te lo he contado para eso —le susurró. Rock volvió a asentir y se esforzó en mirarla a ella. Le sonrió.

—Es sólo que he tenido poco tacto contigo.

—Tampoco quiero que me trates como si fuera una pobrecita. Se aprovecharon de mí porque podían, y porque la actitud no nace de llevar placa colgada.

—Me llena de ira. Eso es todo. Ni siquiera sé qué decir, pero estoy muy cabreado.

—Bueno. Vamos a dejar de hablar de ello.

Rock asintió y se puso de pie con ella en brazos. Fue andando así hasta la habitación de él.

—¿Quieres ver una película? —le dijo, sin quitar ahora la mirada de ella. Revy asintió y le sonrió.

Aparcamiento subterráneo del hotel Moscú

Dutch no le había quitado ojo de encima los últimos días a los coches que habían estado rondando el perímetro del hotel. Confirmó que pertenecían a la CIA al tercer día, cuando reconoció a uno de los policías paisanos que generalmente se encontraban en otro barrio, a 40 kilómetros de allí. Dutch tenía fichadas muchas comisarías. Se habían tomado auténticas molestias en no ser reconocidos, pero no habían podido engañarle a él. Cuando llamó para decírselo a Balalaika, ésta le dio las gracias y le colgó. Ahora, a cuatro días consecutivos de seguir viendo los vehículos de policías encubiertos, la banda de Black Lagoon tenía por si acaso las armas cargadas. Revy observaba desde el flanco izquierdo, a media distancia, cediéndole el puesto de francotirador a su jefe. Se encendió un cigarro y siguió con la mirada puesta en una de las salidas que daba al parking subterráneo.

—Los coches entraron hace tres minutos. Aquí ya no hay nadie —envió aquello a través del walkie y desenfundó el arma a la espera.

—Ve adentro con los demás. Yo vigilaré desde fuera. —Le respondió Dutch. Revy sacó la segunda pistola y no perdió el tiempo. Balalaika les había dicho que habría seguridad y que estarían todos bien ocultos. Y que por descontado, no dispararían a la banda, pero que tuvieran cuidado, pues desconocía las intenciones reales de los policías encubiertos.

—Es raro que Balalaika no sepa algo. —Susurró Revy, con el cigarro humeante en una de sus comisuras, mientras avanzaba de columna en columna. No tardó en ver a lo lejos los coches rondando con las luces apagadas, el enorme parking estaba atestado de coches. Casi todos eran de alta gama. Revy corrió y se acuclilló tras el amparo de un Bugatti. Asomó la mirada y vio que el túnel que llevaba al parking desde el lado oeste se iluminaba por la llegada de un coche.

—Lo que Balalaika no sabe es si al vernos harán algo, por eso hay que actuar con cautela. No los quiere aquí. Revy, está bajando el coche de Eda.

—Entendido —musitó, aprovechando el ruido del resto de coches. Giró sobre sí misma y rápidamente se cambió de cobertura, en otro vehículo. Asomó la cabeza y fijó la atención en el nuevo vehículo que llegaba. El parking era tan largo y estaba tan lleno de coches que no llegaba a identificar bien a la conductora. Pero Dutch la había visto por la mira, así que debía fiarse. Bajó el seguro de la segunda pistola y apagó los auriculares. Si todo salia bien, no tenía por qué dar un solo tiro.

Pero estos putos maderos de mierda me harán darlo, vaya que sí, se repitió, y al hacerlo, notó súbitamente cómo sus pulsaciones se volvían rápidas. La mente era una buena aliada para ella cuando se acercaba un momento de descarga de adrenalina. No supo por qué, pero de repente se acordó de Rock. Había sentido cada caricia que le daba la noche anterior, así como todas las noches anteriores, cuando ya había cerrado los ojos. Apenas se reconocía a sí misma dejando que fuera así con ella. Le estaba dejando acercarse demasiado, como nunca antes a nadie. Temía que se diera cuenta de la falta de cariño que tenía y que lo aprovechara.

¿Por qué estoy pensando mal de él?, se preguntó y sacudió la cabeza. En seguida se concentró en el coche de nuevo. A su alrededor otro par de coches se movió y Revy se puso recta. Eran los de la CIA. Las pupilas se le empequeñecieron repentinamente cuando vio cómo uno de ellos salía del coche, se metía la mano bajo la americana y desenfundaba una Glock. Revy abandonó todo pensamiento en menos de un segundo, apuntó con ambas manos y disparó tres veces. Le voló la cabeza al tipo igual que si un rayo se la hubiera atravesado, pero no importó. Porque tras él, otros cinco estaban saliendo de sus vehículos y repitieron el mismo gesto que el primero. Revy disparó y otros cuatro hombres ocultos al servicio de Balalaika dispararon desde distintos puntos del parking, pero no fue suficiente. Además, daba completamente igual cuántos fueran, porque todos los que no eran de su bando tenían el mismo objetivo: Revy soltó un improperio al ver cómo cuatro subfusiles descargaban el plomo contra la rubia que venía conduciendo el vehículo. La morena se obligó a esconderse y mejorar la cobertura, pero al apoyar la espalda contra el coche se dejó caer al suelo y cerró los ojos, tapándose la boca y luchando por contener la respiración.

El corazón le iba a salir disparado por la boca si se le ocurría gritar. Acababan de asesinar a Eda entre veinte personas, ni siquiera la habían dejado salir del coche. Se golpeó su propia sien con rabia, y no dejó que pasaran ni cinco segundos para serenarse, sorber la inquina que tenía y tratar de salir de allí sin llamar la atención. Volvió a conectar los auriculares.

—¿¡Qué demonios pasa ahí dentro!?

Revy suspiró y asomó la cara al centro del parking. Los de la CIA se acercaron al cadáver y lo sacaron, aunque la muchacha tenía por lo menos treinta tiros repartidos por todo el cuerpo. Su cabellera rubia estaba encharcada de sangre y salpicada por los sesos, y el resto del cuerpo, con impactos de bala incrustada. Tanto daba. Edith Blackwater había vivido su último día en el mundo. Revy sentía que acababa de perder una amiga. Sabía que tenía que escapar dadas las circunstancias, si la veían, se la llevarían a un calabozo o también la coserían a tiros. Pero no podía irse así como así. La mente le seguía pidiendo quedarse un rato más mirando aquella horrible escena.

—Salid de ahí de una puta vez, si los rusos no te siguen, sales tú sola. YA. —Oyó decir a Dutch, lo que la hizo despertar de su ensimismamiento. Sacudió de nuevo la cabeza y sin mirar atrás salió corriendo por uno de los pasadizos.

Compañía Black Lagoon

—No creo que sea capaz de rendir una mierda hoy.—declaró Revy mientras se encendía otro cigarrillo. Dutch se acariciaba la perilla pensativo mientras colocaba ambos tobillos sobre el escritorio. Jugueteaba con un lápiz entre los dedos. Rokuro permaneció frente a la ventana mientras observaba el diluvio que se golpeaba contra el cristal. Se preguntaba qué harían todas esas personas que iban y venían desde un lado de la acera al otro. Tendrían sus vidas, sus sueños y sus preocupaciones, sus rutinas en su zona de confort. Pasó una mujer paseando un perro y se pregunto cuántos años de vida le quedaban a uno y otro. ¿Duraría más el animal que la dueña, o al revés? En este barrio, probablemente dure más el perro.

Basta con caerle mal a quien no tengas que caerle mal, y caerás a un pozo. Seguía intentando desentrañar un motivo justificado por el que la propia directiva de policías para la que Edith había trabajado años, la había vigilado con el fin no de rescatarla, sino de asesinarla. El hecho de que Balalaika no lo supiera tampoco pasó por alto para él. Es capaz de haber llegado a un trato conveniente, salir ganando de un modo u otro.

—Toc toc, ¿se puede? —la voz de Balalaika le heló la sangre, sonó muy cerca. Se giró tenso y miró hacia la puerta. Dutch bajó los pies del escritorio y se levantó él mismo a abrirle. Boris fue el primero en entrar, inspeccionando la zona, y tras él, Balalaika y otros dos hombres. Les habló en ruso y estos dos últimos se quedaron fuera del apartamento. Boris se quedó apartado en una esquina, cerrando el paraguas.

—El resto de tus hombres pueden entrar si quieren, no tengo problema.

—Tienen que hacer un último recado, ahora regresarán —dijo y secó el cortapuros contra su propia gabardina antes de encenderse el habano. —¿Habéis conseguido ver bien la cara de alguno?

Revy no se había levantado a recibirla, se quedó escuchándola desde un extremo de la mesa, mientras rellenaba la recámara de su revólver y daba las caladas sin siquiera tocar el cigarrillo con las manos. Prensó los labios y cargó bruscamente el revólver.

—Todos tenían la misma cara de chupapollas.

Balaika miró de soslayo a Revy, aunque su expresión no denotó interés alguno. Se dirigió a Rock y a Dutch.

—He tenido que sacrificar a la monjita rebelde, su historial iba a tocarnos las narices.

Revy no contestó, y Dutch le dejó a Balalaika una taza de té sobre el escritorio.

—Era una policía. No es que pueda decir nada bueno de ella. Pero tampoco puedo decir cosas buenas de nosotros —concluyó el negro, soltando el humo lentamente. —¿Qué has hecho con el cuerpo?

—Ya no existe. Era mejor pulverizarlo, hasta los huesos.

Revy frunció ligeramente el ceño, como un pequeño cortocircuito. Rock caminó por detrás suya y puso las manos sobre sus hombros, acariciándola. Estaba enfadada, aunque controló algún que otro pensamiento intrusivo con respecto a lo que sentía en ese momento por Balalaika.

—Bien —expulsó el humo del habano tras unos segundos. Miró a Dutch y, sin apartar la mirada de él, sacó de su chaqueta un par de papeles grapados que le soltó en la mesa. —El problema principal de la agente Edith Blackwater era su propia misión: desmantelar la organización criminal de Sofiya Pavlovna Irinovskaya, alias Balalaika. Hey —sonrió, guiñándole un ojo a Rock. Probablemente porque era el único que no sabía su nombre—, esa soy yo. El desmantelamiento no era fortuito ni repentino, sino escalonado y gradual. Todos los cárteles sudamericanos que venían ayudándonos este último año han tenido bajas progresivas e interrogatorios bien cubiertos en los que han podido ir… desgranando mis movimientos. Cuando se han acercado a las pandillas japonesas me han tocado los bajos, porque les ha conducido directamente a la misión por la que tanto tiempo he estado trabajando —suspiró y se inclinó un poco, pasando su larga uña acrílica por un listado de nombres rusos—. Me hubiera dado igual de no ser por uno de los nombres que descubrí en la ficha de la propia Edith. Esta tipa tenía la misión de matar a un menor de edad.

Dutch y Rock parpadearon y juntaron, casi sin darse cuenta, sus cabezas para leer el nombre. Era impronunciable. Pero ni uno ni otro tuvieron que leerlo dos veces para saber lo que ocurría. Rock frunció el ceño y volvió lentamente la mirada a Balalaika. Ésta apartó el dedo y se cruzó de brazos. Encogió los hombros.

—Era natural que tras interrogarla, los de su calaña esperaran que saliera con el cuerpo y la cara hecha un cuadro. —Sonrió y apartó el habano de su boca. —Y lo hice, pero cuando la vieron salir viva y volver a trabajar aquí supusieron que les estaba tendiendo una trampa a ellos y que había contado todo, exponiendo así al Centro de Inteligencia.

—¿Y tú sabiendo eso permitiste que le reventaran la cabeza en lugar de protegerla?

—¡Revy! —Dutch le gritó con el tono muy serio, a lo que la mujer miró a otro lado y empezó a mover rítmicamente la pierna, impaciente. Balalaika se quedó callada, mirándola con una sonrisa.

—Lo único que importa es sí colaboró conmigo o no. Lo demás, es indiferente. De policías y mafiosos está lleno el cielo y el infierno.

Revy negó con la cabeza, hastiada.

—Claro, y supongo que no llegó a colaborar. Por eso la vendiste. O sí que colaboró, y la vendiste igual.

—¿Por qué no ambas?

Rock arqueó una ceja, olvidando por un instante la rabia que también pululaba por su cuerpo. Balalaika tramaba algo. De pronto, la puerta volvió a sonar. Boris abrió sin pedir permiso a Dutch y dejó entrar a los dos hombres rusos que se habían quedado antes fuera. Una tercera persona entró y Revy abrió desmesuradamente los ojos. Rock exclamó un grito de sorpresa.

—¡¡Serás puta!! ¡Dejaste que me tirotearan!

—… —Revy se incorporó despacio mirando a la rubia, sin podérselo creer. La muy hija de puta de Eda estaba ahí, con una sonrisa de oreja a oreja. Revy chistó impresionada y la señaló de repente, gritándole. —¡Te vi morir!

—Ah, no —negó con el dedo índice, y no lo dejó de mover enseguida, sino que continuó haciendo círculos con él hasta que, bajando poco a poco la mano, situó la yema en uno de los cigarros que había expuestos en la cajetilla de Dutch. —¿Alguien tiene fuego?

Balalaika se frotó  la sien y dio un par de toques con el dedo hacia los documentos, arrastrándolos ahora hacia Dutch

Balalaika se frotó la sien y dio un par de toques con el dedo hacia los documentos, arrastrándolos ahora hacia Dutch. Éste los tomó y dedicó un rato a leerlos.

—Joder, me va a explotar la puta cabeza. ¿Pero tú…? ¿La que murió…?

—El daño colateral. —Murmuró Rock, sin apartar la mirada de Balalaika. La rusa movió el puro de una comisura a otra con la lengua, sin responder. Revy resopló.

—Lo dicho, me va a explotar la cabeza. Me voy. —Dio un golpe con las manos sobre la mesa para después impulsarse con ellas.

—Revy.

Rebecca no llegó a girarse, pero sí volteó un poco la mirada hacia Eda.

—¿Qué coño quieres?

—Hice lo que debía. Tú mejor que nadie deberías entenderlo —le tendió la mano.

—Ah, por favor —puso cara de condescendencia y le chocó la palma de la mano, pero se giró rápido y desapareció por el pasillo. Rock no podía evitar seguir observando a la rusa.

—Bien, bueno —Dutch se hizo notar tras varios minutos de silencio, que Rock supuso que habían sido por la lectura de aquellos documentos. El negro le devolvió los papeles a la jefa y ésta se los guardó sin mediar más palabra. Pero el japonés sentía que no podía dejar las cosas así sin más. Quería saber la verdad… y también tenía otras cosas que averiguar.

—Balalaika, ¿por qué quisiste ayudarla?

La rusa meneó suavemente la cabeza hacia él, pero con el foco del rostro hacia el techo, señal que indicaba claramente que su intervención le era una pérdida de tiempo. Se quedó mirándolo, como si esperara a que preguntara algo más.

—¿Y bien…? —Rock dio un paso adelante, cruzado de brazos. —¿Por qué has traído a Eda aquí, por qué querías que la viéramos viva? ¿queríamos que supiésemos de tu buen gesto? Hablando de buenos gestos, ¿la has salvado por alguna especie de trato?

Dutch estuvo a punto de intervenir, incluso comenzó a abrir los labios, porque sabía que Rock con sus preguntitas estaba tocando terreno pantanoso… que ni siquiera le incumbía. Pero tuvo que parar, porque la rusa se dignó a abrir la boca, retirar el habano y girarse un poco hacia él.

—¿Qué te hace pensar que tienes la relevancia suficiente para conocer alguna de las respuestas?

Rock sintió con aquello una especie de puñalada, sintió el golpe inesperado.

Joder, qué dura es. Apretó los labios.

—Sólo quiero saber para quién trabajamos.

—Tú no tienes la capacidad de querer saber. Sólo de querer. Así que harás como cualquier lacayo, conformarte con tu fajo semanal y dejarte el rabo metido entre las piernas sin cuestionar nada. Como buen perro de la sociedad que eres.

—¿Y tú eres la persona de la que Dutch habla semejantes maravillas? ¿De que tus hombres te siguen por ser una veterana de guerra? ¡Son todo falacias!

Boris no cambió ni por un segundo la expresión de su rostro, sin embargo, no habían pasado ni dos segundos y ya tenía a Rock sujeto por el pescuezo, con el cañón armado de su pistola apretándole en la yugular. El japonés no osó ni siquiera retorcerse, se asustó. Balalaika sonreía. Pasó la mirada por el resto de presentes, dejándola en Benny y Jane. Éstos carraspearon, se pusieron tranquilamente en pie y se marcharon como si nada. Eda les siguió, encogiéndose de hombros. 

Cuando se quedaron a solas, Dutch dejó caer los hombros en un largo suspiro. Balalaika tomó asiento frente a él.

—Rock, tengo buenas referencias de ti yo también. También me las ha dado Dutch.

—Balalaika, oye, no es necesario el… —empezó Dutch.

—No —le cortó Balalaika rápidamente, con el habano entre sus dedos y señalándose los labios para indicarle que se callara. —El único motivo por el que tu japonés sigue respirando, es porque me cae bien. Tiene valores.

Rock tragó saliva al sentir el cañón apretándole aún en el cuello, no habló.

—Yo también los tengo —continuó ella—, Pero Roanapur no espera un líder cristiano y mojigato que pretenda ganarse el respeto de los corruptos con galletitas. ¿Entiendes eso, Rock? ¿De una puta vez? ¿O quieres que te lo diga al estilo ruso? —hizo un cabeceo hacia Boris, y éste lo golpeó contra el escritorio. Le aplastó la cabeza con una de sus manazas y con la otra se las ingenió para abrirle la boca con el cañón e hincárselo profundo. Rock empezó a sudar y a removerse, atacado de los nervios. Miró a Dutch instintivamente y éste dejó el cigarrillo sobre el cenicero, tratando de mantener bajo control sus propios nervios. —No le mires, él no va a ayudarte si yo no se lo digo.

Rock gimió sin poder mover la lengua y cerró los ojos con fuerza.

—Acaba con él.

Rock abrió los ojos y sintió que los ojos se le humedecían; aterrado, comenzó a moverse sobre el escritorio como un gusano

Rock abrió los ojos y sintió que los ojos se le humedecían; aterrado, comenzó a moverse sobre el escritorio como un gusano. De pronto sintió claramente cómo el grandullón apretaba el gatillo y el percutor hacía un sonido metálico que le vibró en la cabeza. No salió bala alguna. Abrió los ojos respirando rápido y agitado, el corazón iba a mil. Boris le retiró el arma de la boca, toda babeada.

Balalaika empezó a reírse, cruzando las piernas mientras sentaba sus posaderas sobre el escritorio. La mujer ladeó un poco la cabeza y le miró, fingiendo una expresión de ternura.

—Todo el mundo teme a la muerte… cuando no son ellos los que pueden decidirla. Tú no eres diferente. —Señaló con el habano la ventana que daba a la calle exterior, una de las más concurridas. —La ley de esta jungla funciona como yo quiero. Les doy lo que quieren a cambio de algo que quiero yo, y repito el proceso en distintas cantidades y con distintos contactos, sin perder de vista los vínculos que hay entre ellos mismos. Hay un jerarquía que respetar. Y te diré algo más. —Soltó el humo y llevó una de sus grandes manos al rostro de Rock, acariciándole la mejilla con las uñas afiladas. —Eda era un agente doble que quería acabar conmigo de manera muy ordenada, haciendo su teatrillo de por medio, jugó bien sus cartas. Lo que ocurre es que siempre hay una línea de detección que cuando un poli intenta cruzar, suena, es como un pitido. Bzzzz. —Imitó el zumbido de una abeja. —Entonces ese pitido suena, alguien o algo me lo notifica, y yo giro de dirección todas las armas. Eda no estaba dispuesta a darme la información de su jefe, pero como te digo, todo el mundo tiene una debilidad. Y todo el mundo suele tener miedo a perder algo. Ella no fue una excepción.

—Sabías que vendrían a matarla si la veían viva, tú misma lo has dicho… preparaste a una doble inocente…

—Y qué. —Dijo. Rock la miró con los ojos llorosos ante tal arcaica contestación pero era todo naciente de la rabia. Le contestó.

—¿Cómo que y qué? ¡Esa mujer tendría también su vida! ¿¡Y por qué demonios has ayudado a Edith!? ¿Eh? ¿qué trato has hecho con ella?

—No hice trato alguno. Ella pensó en todo momento que iba a morir. Como tú, hace unos segundos.

Rock no entendía.

No, espera… sí que lo entiendo. La mirada la cambió de repente. Miró el abrigo que Balalaika llevaba, del cual hacía unos minutos se había sacado unos documentos. Su nombre real, sus apellidos. Los mismos apellidos que aparecían entre el listado de personas que Eda tenía que asesinar por participaciones ilícitas por los suburbios de Roanapur. Los apellidos del menor… eran…

—Era tu hijo. Una de las personas con las que tenía que acabar.

Balalaika le observaba sin expresión alguna, pero luego, tras un rato largo, sonrió.

—¿Y ahora qué, Rock?

Rokuro se puso lentamente en pie, cuando Boris le dejó. Parpadeó varias veces y se secó la humedad de los ojos al pasarse el antebrazo.

—La amenazaste con algún familiar —determinó. —Y cuando la obligaste a hablar, te sentiste identificada. Porque tú no quieres que le pase nada a ese chico. Las dos teníais algo que perder.

—Mi hijo siempre estará en peligro. Por ser lo que es.

—¿Y quién es?

—No es nadie —dijo Dutch. —No es que sea alguien como tal. Pero es el hijo de Balalaika, y querrán matarlo simplemente por eso.

—Y me odia por ello —murmuró ella.

Rock miró a Balalaika. La mujer era fría como el hielo, pero sus palabras y su mirada denotaban un brillo especial esta vez. Brillo que se apagó enseguida, pues ella cortó el contacto visual y se separó del escritorio, poniéndose en pie.

—Eda no ha perdido nada. Ahora es una forajida más de Roanapur, y está obligada a mirar cinco, seis, siete veces antes de cruzar una maldita calle a solas, porque sabe que si no es una buena chica con los míos, le van a rajar el cuello sus propios compañeros de trabajo del Centro de Inteligencia. ¿Y sabes por qué, Rock? ¿Sabes lo único que ha hecho ella para merecer todo esto? Su trabajo. —Soltó una risita que al chico se le hizo maléfica. Es cierto. Sintió… temor, de repente. Era completamente cierto. Edith no había hecho nada por su cuenta, se había ceñido al plan de sus jefes. Había dado todo por cumplir lo encomendado, y así se lo habían agradecido en cuanto vieron peligrarlo todo. Los mafiosos no eran diferentes a la policía secreta, puestos a comparar. Y resultaba curioso ver cuál de los dos bandos podía llegar a ser más despiadado.

—Joder… ¡joder! —exclamó, dando un golpe seco en la mesa. La impotencia que le producía todo aquello era increíble. Asqueroso, incluso.

—Ha sido una agradable charla —murmuró Balalaika. Rock resopló sin responder y se tapó la cara con las manos.

—Será mejor que descansemos un poco hoy. Menuda semana de altibajos —sentenció el negro.

La rusa asintió, se colocó su boina y se justó la cazadora. Boris salió al exterior tras sus espaldas, pero de pronto, Rokuro habló más alto.

—Espera. Balalaika.

—¿Hm?

—No voy a seguir quedándome de brazos cruzados ante todo lo que ocurra a mi alrededor. Necesito hablar contigo en privado. Cuando tengas algún hueco, yo…

—Te buscaré hueco. Estaremos en contacto.

Rock se había decidido a hacer algo por alguien, sabiendo lo egoísta que sería.

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