CAPÍTULO 29. El bien contra el mal
Almacén de descargas
—¿¡Le has perdido de vista!?
—¡Sargento, me perjuró que la capitana había dado la orden!
No, si tonto no es. Es la única forma de hacerles dudar. Ahora tendré que encontrarle.
Recién salido del impacto que había provocado en la torre, Boris no había tenido más suerte. Las unidades comandadas por la rusa se habían cruzado con las que él dirigía. Balalaika había decidido formar parte de la intervención armada a última hora y desobedeciendo los consejos de él. Hacía varios años que no la veía vestir con la uniformidad táctica militar y con el pelo totalmente recogido en trenzas, estaba preciosa (como siempre), pero aquello no dejaba de ser una mala señal. No le gustaba que Balalaika participara en los frentes, porque sabía perfectamente que arriesgaba todo el barco si perecía.
Pero se olvidaba del ego de Balalaika, y que ella no pensaba en la posibilidad de perder.
Pero por lo menos a ella la respaldaban sus años de experiencia y sensatez. A Batareya, que no tenía ni idea de cómo actuar en un enfrentamiento de aquel calibre, no lo respaldaba más que su ignorancia y sus puños de acero. Lo que ocurrió al poco de que Boris advirtiera de que la agente Edith Blackwater hubiera salido viva de la explosión, fue que Bat se metió en el almacén de descarga y se acercara a la armería portátil que el equipo de su madre había arrastrado para proteger la diligencia. Las órdenes de la Interpol habían priorizado el ataque a la compañía Black Lagoon, por lo que los integrantes que tenían conocimientos de armas se vieron obligados a dejar la tarea para centrarse en defender la mercancía. Eso enfureció a Balalaika, y Bat observó cómo se posicionaba y abría fuego a las unidades de mayor rango por medio de un francotirador. Batareya trató de hacerse con un chaleco antibalas más pesado, pero cuando se quitó el que tenía, Jane fue disparada en el tobillo, y el chico empezó a sudar frío, acelerado. No llegó a meter un brazo en el chaleco cuando un grupo de militares pasaron por allí continuando con el fuego cruzado, arrastrados hasta allí. Revy, cabreada también por lo que ocurría, apartó al muchacho de un empujón tras lanzarle un par de insultos y eso lo alejó de la armería. El subordinado de Boris se alertó al ver que estaba prácticamente en medio del fuego cruzado, por lo que se jugó la vida agarrándolo de la camisa táctica y lo echó hacia atrás, ante sus irritados forcejeos. Bat logró apartarle, y entonces, antes de que el militar se le volviera a acercar, un tiro le atravesó el ojo de la cara, y su rostro fue lo último que vio antes de caer inerte. Batareya dio un grito de impresión y se asustó, el ruido de la metralla se le empezaba a hacer insoportable. Agachó la cabeza y se agazapó entre las tuberías, pero no pensaba huir. En cuanto vio la oportunidad y cazó con la mirada al principal problema, tomó aire. Bordeó el almacén con extremo cuidado, desenfundó la pistola que tenía en la cartuchera y con la llave que él y otros pocos sí tenían en su poder, desbloqueó la puerta que daba al laboratorio donde sabía que Revy y Edith seguían disparándose. Él le dispararía a la nuca sin que ella se lo esperase, y con ello se perdería el control sobre la unidad que estaba comandando.
Llegó hasta la puerta y giró la llave. Abrió la puerta y apuntó con su pistola. Revy le vio, abriendo los ojos asombrada.
Laboratorio
Revy fue lo suficientemente veloz como para empujar a Edith y apartarla de la trayectoria de bala. A Batareya le temblaba un poco el pulso dada la situación tan rocambolesca, no obstante, la bala perdida se incrustó en una de las tuberías y la abolló. Como falló, se apresuró a volver a apuntarla, pero entonces Edith ya se había volteado y le hizo volar el arma de las manos con una patada lateral. Bat se sorprendió de la fuerza con la que se la sacudió, y se apretó la muñeca adolorida con la otra mano, sólo unos segundos: la vio acercándosele dispuesta a pelear.
—¡Eda, no sigas! —gritó la morena.
Bat no estaba acostumbrado a aquello ni por asomo. Pero tenía buenas habilidades y striking. Supuso que venía directa a por el cuerpo a cuerpo y aceptó. Esquivó dos puños que le dio, y ni corto ni perezoso atacó con toda la fuerza que pudo en cada uno de sus contraataques. Pegó un puño en su vientre y seguidamente un croché en la sien, pero la mujer bloqueó al menos el de la cabeza, y de pronto, se le acercó mucho y le dio un empujón con ambas manos que logró tirarlo de culo al suelo.
¿¡PERO POR QUÉ!?, se gritó para sus adentros, muy cabreado por la facilidad de su caída, le jodía perder contra una mujer de su misma estatura e incluso menor masa muscular. Se trató de poner en pie lo más veloz que pudo, la vio tomar impulso para patearle, por lo que se cubrió el rostro. Sólo que la espinilla se le clavó en el hígado y todo el oxígeno le fue arrebatado de golpe. Tosió y apretó con mucha fuerza el abdomen para no maximizar el dolor. A tomar por culo, la voy a matar, esto es una puta jungla. Gritó como un loco y le puso las dos manos en el cuello buscando estrangularla, y sin ningún tipo de esfuerzo, la rubia le coló sus dos antebrazos en medio de los suyos, separándolos sin aplicar fuerza. Los bajó rápido y levantó la rodilla en menos de un segundo, haciendo que se mordiera la lengua al impactarle la barbilla y encajarle su propia mordida. Con un dolor inmenso en la boca y sangrando como si le hubieran apuñalado, Bat se inclinó y le tiró con fuerza de las corvas, haciéndola caer al suelo y luchando por hacerle una montada con el peso de su cuerpo.
—¡¡Basta!! —gritó Revy, pero no pudo pararles. Cuando se les acercó una bala le pasó de cerca, y se giró con los brazos apuntando hacia el foco de los tiros. Nada más ver que llevaba el casco policial empezó un tiroteo con él.
Bat golpeó a Eda con el codo y toda la fuerza que pudo, una y otra vez aprovechando que estaba encima, cuando de pronto, sintió un caderazo fuerte provenir de la cintura femenina, que le levantó en peso y casi logra sacarle de la montada. El chico reculó rápido la posición de las piernas y pegó la cara con fuerza a su cuello, apretando con todo el esfuerzo que salía de él, pues sabía que su vida dependía de ello. Eda no se rendía. Agitó sus piernas en momentos concretos, pero ahora que aquel niñato le había pegado bien las piernas, notó lo fuerte que estaba; creyó que era mayor de lo que realmente era. Bat sonrió eufórico al lograr tener más el control. Ahora todo era inteligencia y un poco de paciencia dada la situación límite de la que se trataba. Poco a poco recuperaba la confianza sobre sí mismo. No podía alejar insensatamente la cabeza de su cuello, así que lo que hizo fue hacerlo muy velozmente, para sustituirla por su ancho antebrazo, con el que la apretó brutalmente hasta obligarla a girar un poco el rostro hacia el lado opuesto. Aguantar un brazo estando bajo una montada era una de las cosas más agobiantes que había practicado en su vida. Oyó satisfecho que emitía un pequeño gemido de incomodidad, y que la muy cabrona volvía a utilizar la fuerza de su cadera para empujarle hacia arriba y cambiar la posición de su cuerpo desde abajo, pero Bat logró volver a dominarla apretando las piernas. Comenzó a apalearla con el puño que tenía libre en su costado, pero llevaba el chaleco… y él se estaba haciendo casi el mismo daño. No podía seguir atacando así.
Piensa, piensa…, pero la mujer le arrancó de los pensamiento cuando repentinamente logró liberar uno de sus brazos, y entonces, lejos de buscar seguirle el agarre con técnicas limpias, le clavó dos dedos con saña en los ojos; apretó con tanta fuerza que Bat gritó fuerte y se distanció de su cuello. Al tenerlo libre, Eda le rompió la nariz de un derechazo y ahora sí, atontado, le separó de su cuerpo. Batareya había perdido la visión por unos segundos, pero descubrió agradecido que al parpadear, pese al dolor intenso, seguía viendo. Lanzó una patada feroz hacia su estómago, pero se le quedó el tobillo atrancado entre los brazos femeninos. Dio un brusco tirón hacia atrás para atraerla, pero fue un craso error, porque Eda le pateó con suavidad el único talón con el que se apoyaba contra el suelo y volvió a caer de culo, esta vez haciéndose daño en la espalda. Cuando se le acercó ahora, Eda fue quien le empezó a dar puñetazos. Al tercero Bat cayó del todo al suelo, escupiendo sangre. Pero cuando su mirada cambio de la adrenalina al miedo fue al sentir el frío cañón de la pistola en su mejilla, cada vez más hincado. Entonces empezó a sollozar, levantando las manos.
—Quién coño eres tú, de dónde has salido.
—S-s-soy… ¡soy…!
—Apártate de él, Edith Blackwater.
Eda movió sólo la cabeza en dirección a la voz, y abrió los ojos impactada al saber su procedencia. Agachó vertiginosamente la cabeza hacia un lado, antes de que un disparo alcanzara el muro en el que hacía menos de un segundo había estado su rostro.
—¡¡Qué puto honor…!! —gritó exasperada, harta y agotada como estaba, la joven policía. Dio un suspiro para tratar de recuperar el aliento y se ocultó tras una viga. Balalaika había abandonado su unidad por alguna razón en solitario, y ahí estaba, armada con un subfusil. Edith respiraba rápido, estaba ya muy cansada. Reguló su metabolismo como pudo, pensando bien en el oxígeno que estaba metiendo y sacando, racionándolo en su cabeza y concentrándose en los movimientos de la sombra que proyectaba la rusa en el muro. Miró de reojo al chaval, suspicaz. El sólo hecho de girar la cabeza hacia él le provocó una contractura. Se agarró el mentón con fuerza y lo giró bruscamente hacia un lado específico, crujiéndolo para menguar el dolor del cuello. Bat se arrastraba hacia una esquina, acobardado con el ruido tan cercano de los tiros.
¿Será su…?
Un tiro le atravesó la tela del traje táctico cerca al codo, la viga no era tan ancha como para taparla al milímetro. Se puso de lado y recargó su pistola. Pero su rival tenía un arma automática, tenía las de ganar. Además conocía perfectamente las habilidades de Balalaika en el campo de batalla. Su puntería no tenía comparación.
Soy mejor, coño, yo soy mejor, se repitió, y le voy a ganar.
Eda rodó rápidamente hacia el lado del que había venido y tentó a la suerte: un tiro volvió a rozarla, pero había sido lo suficientemente veloz para sortearlo.
Al lado de Balalaika llegó Boris, alterado. Balalaika no movía los ojos del objetivo a través del subfusil, que cargaba algo más arriba de lo normal. Estaba quieta y expectante, ya que no tenía visual desde allí. Pero Eda acababa de reunirse de nuevo con su hijo.
—¿¡Me oyes, cacho de puta!? ¿¿SÍ, ME OYES?? ¿O HAGO QUE LE OIGAS A ÉL? —chilló Eda dando un tiro al aire. El criajo se sobresaltó por oír el disparo al lado literalmente de su cabeza, pero Eda le tapó la boca y le apuntó de nuevo a la mejilla—. Calla, gilipollas llorón.
—Basta —musitó Boris, alarmado. Se puso cerca del oído de su jefa—. No tientes a la suerte con él. Pregúntale qué quiere.
—Bueno, Eda, de sobra sabes que no vas a salir viva de aquí. ¿Cuánto más tiempo piensas estar ahí agazapada? ¿Voy llamando ya a mi unidad para que te asalten desde el otro lado? No tienes ruta de escap-…
—¿Quieres que te enseñe mi ruta de escape? —le dijo casi al segundo, cortándola.
Lo siguiente que oyó Balalaika fue un grito desgarrado de Bat, lo que la hizo parpadear y ajustar sus largos dedos al mango del subfusil.
—Dame la semiautomática —murmuró la rusa a Boris, sin dejar de mirar la viga tras la que estaban los dos ocultos.
—Pregúntale qué coño quiere y la dejarás salir viva —dijo Boris aún en voz baja, pero con los nervios más perdidos ante el grito del chico. Le pasó la pistola y Balalaika dejó a un lado el subfusil. Entonces se deslizó entre las gordas tuberías tras las que se escondía y saltó hacia otra de las vigas, también seguida por su sargento.
—Bien, creo que ha quedado claro quién coño es la que manda aquí. Envía a todos tus efectivos al puerto este del muelle. Que depongan las armas.
Balalaika rio a carcajadas, lo que hizo a Eda apretar los labios y atraparle otro dedo de la mano a Batareya.
—¡¡N-no, POR FAVOR!!
Balalaika suspiró, ligeramente más crispada al ver que su burla provocó otro grito desgarrador de Vadim allí. Boris tenía el puño mordido, obligándose a calmar las respiraciones.
—Te ofrezco una pelea limpia entre tú y yo —dijo Balalaika.
—Acepto. Después de que abandones la carga de los almacenes y dejes marchar a todas mis unidades con tus armas.
—No sabes negociar. Y eso se enseña cuando llevas poco en el Centro de Inteligencia.
—La situación no está para andarse con equidad. ¿Éste quién es, Balalaika, hmm? ¿Alguien a quien aprecias?
Revy terminó por fin disparando al policía, y rápidamente se movió tras las tuberías en las que había estado Balalaika. Casi le da un infarto al ver que estaba Rock allí agazapado, y a él le pasó igual.
—¿Qué haces, imbécil…? ¿Quieres morir…? —le susurró, sin perder de vista a Balalaika y la viga tras la que estaba Eda.
—¡Balalaika me ha arrastrado aquí, y Boris! Acaban de decirme que vaya y les haga las negociaciones.
A Revy casi le da la risa floja, pero un nuevo tiroteo en el muelle les hizo poner rápido los pies en tierra.
—Ve por allí —le señaló el lugar con la cabeza—. Te cubro.
—Gracias, Revy —dijo, aunque se notaba en su voz la inseguridad. Al final logró ponerse junto a Balalaika y Boris sin demasiada dificultad. Sería la chinoamericana la que estaría en todo momento vigilando que nadie les descubriera y les metiera un tiro a traición.
—Es muy guapo, sí. Tiene los huevos de corbata ahora mismo, está llorando como un bebé asustado. ¿Qué es, hijo tuyo? —gritó Eda, elevando la voz.
—Retiraré mis unidades de los navíos policiales que habéis traído y los dejaré marchar, a cambio del 50% de la mercancía. —Dijo Balalaika con firmeza.
—90.
No, ni hablar, decía el cerebro de Balalaika. Por mucho menos sería perpetua.
—65 —respondió.
Eda realmente se lo pensó. Era demasiada cocaína. No habría abogado que pudiera librarla de ello, además, se sumarían los cargos por todos los crímenes de lesa humanidad en aquella carnicería. Pero un 25% seguiría su rumbo y ellos no podrían seguir la pista, y seguía siendo suficiente droga para que Balalaika siguiera comandando los transportes preferenciales de todas las malditas organizaciones que se movían cerca de Roanapur. Miró a Bat y dejó de apuntarlo a la mejilla. Se lo acercó al oído.
—No te preocupes por esos dedos, se recolocan rápido. Sabes que si esa zorra me la juega, te reviento la cabeza, ¿no?
Bat asintió conteniendo el resto de sus lágrimas. Tenía los ojos rosados por la irritación provocada por los dedos de Eda. Y ahora también tenía un dedo dislocado.
Rock, desde su posición, se acercó con cuidado a los dos rusos. Calculó que, de la viga tras la que ellos se cubrían hasta la viga tras la que estaba Eda habría unos escasos diez metros.
—Balalaika…
—Rock, has venido rápido. ¿Cómo de profundo dirías que conoces a esa zorrita americana?
Rock frunció el ceño, notablemente preocupado.
—Es difícil de predecir. Sólo te puedo dec-…
—Esa respuesta no me gusta, Rock —le atajó. Rock tragó saliva.
—C-creo que llevan tiempo preparando esto… no se irán con las manos vacías.
—¿Cómo que «crees»? —le miró de reojo, aunque volvió rápido a centrarse en el objetivo.
—Sabía que iba a desmadrarse, sabía que habría un tiroteo, pero… esto es demasiado. ¡Son demasiadas muertes! Si quieres mi consejo, acata sus decisiones. Es… —bajó el tono de voz— …es tu hijo, Balalaika. No creo que tengas mucha opción.
—¡Balalaika, me aburroOoOo…! —canturreó la americana—. Hagamos una cosa. Por cada diez segundos de tardanza, le vuelo una extremidad al niño este, con cara de plato. ¿Empezamos por las rodillas?
—Balalaika —masculló Boris, volviendo a apretar los puños. Balalaika no movía ni una pestaña, estaba pensando.
—¡Es un suicidio, Eda! —gritó Revy.
—O me llevo la droga y a esa puta zorra… o se queda con su cargamento y a su pequeño hecho un Ratatouille.
—Es tu culpa —murmuró en ruso Balalaika, con los ojos fijos en la mira. Boris le devolvió una mirada incrédula—. Tú le has permitido venir aquí.
Boris le respondió en el mismo idioma, cabreado.
—Sabías que te seguiría allá donde fueras. Si me hubieras hecho caso y te hubieses quedado en tierra…
—¡Cinco segundooooos…! —gritó Eda y bajó el cañón a la rodilla de Batareya, en sentido horizontal—. Niño, dile a la zorra cómo te estoy apuntando. Y díselo en mi idioma.
—Es… es… —miró asustado su pierna—. Tiene el cañón apuntando hacia el muro, pero… en la parte de abajo.
—Vamos a hacerlo más sencillo —gritó Eda, conduciendo ahora el cañón a una zona concreta de su lumbar—. Cuéntaselo ahora.
—En… la espalda baja… ¡no sé cómo se pronuncia eso en inglés!
Balalaika trató de moverse hacia el borde de la viga y se asomó un solo segundo, pero Eda cambió asombrosamente rápido de dirección y disparó. La trayectoria pasó cerca de Boris y los obligó a volver a cubrirse.
—Ciiiiiinco, cuaaaaaatro…
—Eda por dios… —rogó Rock— no seas animal, puede perder la movilidad…
Eda soltó una risotada. Al parecer debía ser el único que creía que aquello no era exactamente lo que pretendía.
—Dile que aceptas —dijo Boris— o iré yo y me arriesgaré.
—No va a hacerlo —replicó Balalaika, volviendo al inglés. Rock negó rápido con la cabeza.
—Balalaika, no me fiaría de una simple corazonada…
—No lo hará.
—Treeeeees….
Rock se pasó asustado la mano por la frente, descubriendo lo sudado que estaba. Boris bajó el seguro a su pistola, y justo cuando iba a lanzarse a aquel suicidio, Balalaika intervino.
—Está bien. Está bien. Suéltale.
—Da la orden. DA LA PUTA ORDEN —exigió Edith.
Balalaika resopló y se acercó su walkie. Ordenó en inglés a todos sus efectivos que se apartaran del almacén y que permitieran pacíficamente que los policías entraran y se llevaran tres cuartos de los contenedores que habían llegado a puerto. Dicho aquello, se acercó a Rock y le susurró.
—Ella me ha oído. Ve a por él. Cuando te lo dé, te tirarás al suelo con él muy rápido. Hacia la izquierda.
—¿¡Cómo!?
—Haz lo que te digo. Obedece —le pateó en el trasero, y Rock se sintió atemorizado. Parecía él en sus inicios, como si acabara de entrar en el barco de Dutch por primera vez. Revy permaneció alerta, se olía algo extraño. El intercambio no saldría bien, pero había dejado de escuchar todo tiroteo externo.
Batareya se puso recto junto a Eda, que siguió apuntándole a la mejilla mientras salía con mucha precaución de la viga. Rock estaba justo en medio, impidiéndole la visual con los rusos. De pronto, mientras soltaba al niño a los brazos de Rock, y al verle hacer un movimiento mínimo hacia la izquierda, ella saltó hacia el mismo lado, y esquivo tres tiros de bala directos hacia su cuerpo. Desde el piso, disparó a Boris y luego a Balalaika, y recibió otros dos tiros en la pierna. Boris cayó al suelo y Balalaika, como un árbol negado a ceder ante una tala, dio solamente un paso atrás, aunque Rock apreció cómo de la altura de su gemelo su pantalón se teñía de sangre. Balalaika volvió a levantar el arma y esa vez Rock la sujetó con fuerza hacia arriba, desviando la trayectoria de la bala. Revy volvió a disparar a Eda, esta vez en el chaleco, y Eda soltó un bufido de dolor por el impacto. Rock ganó el forcejeo y le quitó el arma. Balalaika, con un tiro certero cerca de la muñeca, lo único que hizo fue cerrar el puño fuerte y ocultarse tras la viga.
—Tenemos el almacén y la droga. Cargaremos y nos llevamos a todos los implicados, incluyendo a los militares, que deponen las armas en este mismo instante. —Era la voz de David a través del pinganillo. Eda aún seguía retorciéndose, y no tendría muchos más segundos para levantarse de allí y huir, pues Balalaika sólo estaba esperando el momento para recuperar su arma y tirotearla de nuevo.
Rock cubrió a Bat con sus brazos, el chico sólo se tapaba la cara con las manos, ya no quería ver nada. Boris se hacía un torniquete con su propia blusa, alrededor del brazo.
—Llevaos a la capitana a la lancha del puerto sur —ordenó Boris en ruso, a quien sea que siguiera sin atrapar.
Rock, fuertemente abrazado a Batareya, oyó un gemido de dolor que se transformó en una risa algo maligna. Levantó despacio la mirada y vio la pierna herida de Eda, que se arrastraba bocarriba y luchaba por rodar para apartarse del laboratorio. Estaba destrozada. Desvió la atención a Revy, que la seguía apuntando, y luego a Balalaika. La rusa ni siquiera perdió tiempo. Miró a Revy y le gritó.
—¡Dispárale!
Revy frunció las cejas, mirando de reojo a Balalaika y también a Eda.
—¡No lo hagas! —gritó Rokuro.
—Cierra la boca, Rock. ¿Cómo coño sabía ella que ibas a tirarte hacia la izquierda? ¿Se lo has dicho?
—¡¡Claro que no!!
—No tiene ningún sentido —coincidió Boris, apretándose la herida. Ambos rusos y Rock miraron a Eda cuando se rio más fuerte. Ésta logró finalmente ponerse bocabajo y levantar un poco el cuerpo con los codos. Logró incorporarse de a poco, sujetándose a las tuberías. Le temblaba una de las piernas y tenía el cuello repleto de sangre de Batareya, también el rostro por la pelea, por la infinidad de golpes y caídas.
—¿Eres su gancho? ¿Has sido su gancho todo este tiempo? —inquirió la rusa.
—Te repito que… que ¡¡no!! —chilló el japonés.
—De haber sospechado el número de efectivos con el que iban a asaltarnos, habría traído aviones —masculló Balalaika, aunque se le escapó una risa—. Menudo cabronazo, Rock. ¿Sabes qué significa esto? Que me has engañado por primera y última vez.
Rock suspiró acobardado cuando la vio salir de la viga, cojeaba exactamente igual que Edith, ambas estaban heridas de una pierna. Pero no arremetió contra él. Se lanzó directamente a por Eda, empujándola. Estaba débil, así que también cayó con ella. La giró con una mano y, con la que tenía tiroteada, comenzó a darle una serie de puñetazos que dejaron a Rock boquiabierto. Eda se reía como una posesa, hasta que uno de los golpes le torció la mandíbula, y entonces de repente, la cogió del puño con las dos manos y se lo giró hasta dislocárselo de un solo movimiento, haciendo que la rusa emitiera un grito. Boris apretó los dientes y se agachó a por su arma. Revy apuntó a Boris.
—No. Deja que se defiendan solas.
Boris levantó las manos, asintiendo a sus palabras.
—Deja que me lleve al chico —murmuró, señalando con la cabeza a Batareya. Revy asintió. Boris y Rock ayudaron al muchacho a levantarse.
Balalaika se levantó e impacto una patada en el cuello de la rubia, que la obligó a volver a rodar y a ponerse en pie, con un grito ahogado por la sangre que vomitaba, pero ignorando esto por completo. Cuando apoyó la pierna herida le sangró más y tuvo un cojeo, gritando. El grito se transformó en una especie de gemido rabioso… y en lugar de irse, se lanzó también a por ella, comenzando una buena serie de combinaciones bestias con las que la propia Revy flipó. Era increíble el aguante que tenían las dos. Al final, Balalaika la cogió del cuello y le clavó todos los dedos en el agarre, y de la nada, levantó su cuerpo del suelo hasta estamparla con la pared. La subió en peso como si no pesara más que un animal, y Eda no tardó en empezar a asfixiarse. Pataleó y subió ambas manos a la suya, no entendía cómo tenía tanta fuerza prensil en las yemas. Boqueó angustiada. Rebuscó su cuchillo y con toda la fuerza y rapidez que pudo, lo cruzó en su cara. Balalaika se alertó y la soltó deprisa previendo su ataque. Giró velozmente el rostro hacia un lado, pero no lo esquivó del todo. Ahora una raja le cruzaba la cara en diagonal, y el ojo afectado sangró de inmediato, igual que su boca. Aun así tenía demasiada adrenalina en el cuerpo para lamentar ese dolor… torció una sonrisa sádica, mirándola. Eda tosió tocándose la garganta, pero no perdió tiempo y volvió a ponerse en pie, tratando de huir mientras cojeaba. Vio un fusil en el suelo y se agachó rápido a por él. Tenía a la rusa justo en sus talones, por lo que lo único que le dio tiempo a hacer fue girarse y estamparle violentamente el arma en el rostro, lo que hizo un ruido muy desagradable. El cuerpo de Balalaika, corpulento e imponente, dio cuatro y hasta cinco pasos atrás, debido al impacto. Eda la miró sin apenas poder respirar, no le quedaban más fuerzas, a Balalaika tampoco. Estaban muy heridas. El corazón de la policía iba a explotar. Le costó entonar una frase, así que forzó igualmente la garganta para hablarle. Y no dejó de mirarla fijamente.
—He ganado… te he ganado… —tiró el fusil al suelo, lejos, y con una cojera cada vez más pronunciada, se giró y caminó al exterior. Balalaika tenía la cara cada vez más cubierta de su propia sangre por la cuchillada. Apretó los dientes al sentir que su pierna temblaba, no sería capaz de estar de pie por mucho más tiempo.
—Jamás despertarás al gigante dormido.
Eda paró de caminar, respirando exhausta, y sólo movió un poco el rostro, mirándola de soslayo.
—Pero tenemos todas tus rutas. Todos tus contactos. Le pillaré a futuro. Lo juro… lo juro por mi sobrina.
Balalaika suspiró abatida, tuvo un mareo por la pérdida incontrolable de sangre, y cojeó, pero pudo sostenerse al muro. Se rio con un tono desagradable.
—Así que mis rutas también, eh… —murmuró cansada, mirando de reojo a Rock—. Has estado con ella… desde el principio.
—¿Qué coño dices? Sólo… sólo le he ayudado con esta misión. Te juro que… te juro que obvié todo lo que me decías en nuestras reuniones privadas, porque no quería concederle ninguna ventaja a ella. Nunca espié tus documentos, me habrías asesinado.
—De alguna forma lo supo. Lo supo todo, ella y su jefe.
Eda fue parando de a poco mientras discutían, y se giró muy despacio hacia ellos. El sudor evidenciaba lo que le costaba mantener hasta el peso de su propia cabeza erguida.
Y sonrió.
—Soy más lista que los dos… y me darán una nueva condecoración por esto. Saldré adelante en mi carrera, ¿¡lo entiendes, jefaza!? —le espetó a Balalaika. La rusa le devolvió una mirada fría.
—Él estaba completamente espiado. Sé a qué horas cagaba, a qué hora salía de su casa, qué puta comida diaria consumía. He permitido que me robes este arsenal en mi cara por salvar a una persona. ¿Cómo sabías todo este tiempo lo que tenías que hacer, eh? DÍMELO.
Eda sentía un regocijo en su infinito ego, que la llevó a tener una nueva risotada, moviendo los hombros débilmente al carcajearse. Al subir la mirada de nuevo hacia ellos, fue a Rock en quien se centró.
—Porque lo escuchaba todo.
Rock alzó una ceja, confuso. Balalaika le miró de arriba abajo, también confusa. Odiaba estar por debajo del rival, pero era imposible que Eda pudiera predecir el futuro. Si Rock no había abierto la boca, ¿cómo narices…?
—No había escuchas en mi casa que no fueran de ella —señaló a Balalaika con la mano, frustrado. Eda dejó una sonrisa pérfida sin apartar sus ojos de él.
—No la tenías en tu casa. La tenías en el cuerpo —se acarició el cuello, y entonces Rock se quedó petrificado.
Balalaika desvió las pupilas a su blusa. Rock fue con la mano temblorosa hacia el cuello de la camisa e introdujo la mano dentro, arrancándose la cadenita que llevaba encima. Examinó de cerca el arma plateada, y al manosearla, Eda fingió un dolor de oído.
—Au, au, au… trátame con cariño… soy un aparatito sensible.
Balalaika sonrió derrotada, mirando al cielo con ambas manos en la cara. Sentía el corte superficial que tenía su rostro ahora, y que le recordaría mucho tiempo el fracaso. Rock cerró también los ojos, sabiéndose estafado emocionalmente. O quizá… no del todo. Pero no podía evitar sentirse así. Cuando Eda le puso ese regalo en el cuello, era cuando más unidos estaban. Lanzó el colgante al suelo. Eda lo observaba ahora sin ninguna expresión y ascendió la mirada al japonés. Luego miró a Revy y se limpió la sangre de la cara con la manga.
—Que seáis muy felices —escupió al suelo y se metió en el almacén de descarga.
Almacén de descarga
—Así es, lo tenemos todo. Están deponiendo armas en este momento, venían hasta los dientes —murmuraba David Blackwater, mientras charlaba con alguien por teléfono—. Ella dice que el 65%. Pero tengo una oferta mejor que hacerle.
—¿Señor? —saludó Eda, con un movimiento educado. Su padre le respondió seriamente con un gesto para que guardara silencio y se apartó para seguir charlando. Eda le siguió con la mirada. Un médico acababa de extraerle la bala y limpiado la herida, pero tenía que sentarse. Se dejó caer con cuidado en el primer asiento que vio, dejando la pierna estirada. A medida que los minutos pasaban y los militares iban siendo apartados sin armas y custodiados, a medida que la sensación de peligro iba en detrimento y la adrenalina volvía a sus valores normales, los receptores del dolor se activaban más y más. Ese tipo de misiones eran de vida o muerte. Tenías que darlo todo de ti y estar dispuesto a morir. A la vista estaba que con aquellos operativos dudaba llegar en condiciones a la edad de Balalaika. La rusa había aprovechado bien su juventud y había sabido apartarse después, sin dejar los entrenamientos, pero estaba claro que sus destrezas funcionaban mejor cuando daba las órdenes, y en su caso, a Eda se le daba mejor recibirlas. Le consolaba saber que su disciplina seguía estando por encima de su ensañamiento con los objetivos, no había perdido el rumbo de sus intereses policiales, como le ocurrió en su día a Roberta.
—La capitana Balalaika y el sargento Boris, junto a Vadim, irán de vuelta a Roanapur.
Eda levantó la mirada con la expresión totalmente neutral. Era tal el shock de lo que oía, que simplemente no le salió expresión alguna.
—¿Señor…? —preguntó con la boca pequeña y de ruego, buscando a su padre con la mirada.
—Hay una reunión comprometida pendiente. Tiene información que nos interesa.
—Es un farol.
David sonrió.
—No hables de lo que desconoces.
Eda frunció las cejas y luchó contra su interior para no saltarle a la yugular.
—No sé qué clase de información crees que tiene, pero te puedo asegurar que acabarás con un tiro en la sien.
—¿A qué te refieres?
La pregunta pilló por banda a Edith. ¿A qué te refieres tú, gilipollas?
—La tenemos, joder. Está ahí mismo, siendo esposada. La única reunión que le espera es con el Tribunal Supremo, por delitos de lesa humanidad.
David no pudo contener otra sonrisa mientras su mirada se centraba sólo en el teléfono móvil. Eda alternó la mirada en él y en el teléfono.
—Claro, Edith. Y los sueños, sueños son… —se guardó el teléfono y volvió a mirar a su hija. Vio que sus ojos se humedecían al parpadear, pero no dejaba de mirarle.
—Me has mentido. Me dijiste…
—Sé lo que te dije. Y era lo que teníamos que hacer. Lo que nos corresponde hacer. Ahora la tenemos como queremos y a nuestra disposición para sacarle la información que verdaderamente nos interesaba, que es conocer al gigante dormido. Sospechamos que pueda ser un magnate o un gobernador político.
—Pero es ella la que mueve los hilos justo por debajo de él. En cuanto él o ella fallezca, Balalaika le sucederá.
—Si esa persona muere, nadie sucederá nada a nadie. Pero si nos deshacemos de la rusa, ten por seguro que perdemos todas las líneas de investigación que tanto trabajo nos ha costado construir.
—Me has engañado desde el principio —farfulló—. Nunca quisiste pillarla.
—Que su joven hijo estuviera aquí y amenazaras con matarlo ha sido todo un golpe de suerte. Estás aprendiendo bien, Eda.
Eda se agarró al escritorio como buenamente pudo y se dio un impulso que le costó horrores, tremendamente adolorida. Ahora el dolor era mucho más intenso, se sentía tan mal que quería devolver. La cabeza le daba vueltas. Necesitaba urgentemente tomar el aire. Palideció y tuvo un mareo al avanzar, que la hizo tropezar y caer justo a la salida de la oficina. David caminó calmado hasta ella y le agarró del antebrazo para ayudarla, pero Eda se removió incómoda y pataleó.
—¡Déjame!
—No seas niña. Ponte en pie y límpiate la cara.
—¡¡QUE ME DEJES EN PAZ, JODER!! ¡VETE A LA MIERDA! —David la apretó del brazo y la trató de levantar una vez más, pero la soltó al tener un respingo cuando volvió a gritarle—. ¡¡SUÉLTAME, QUE ME SUELTES!! ¡¡TE ODIO JODER, TE ODIO!! ¡TE ODIO!
David la soltó y dejó la vista quieta en ella. Se desprendían lágrimas de sus ojos turquesas, tenía rabia contenida. Le hubiera volado la cara de un bofetón, si los veinte funcionarios a su cargo no estuvieran volteados hacia ellos, presenciando lo que ocurría debido al grito descomunal que había dado la muchacha. Eda se giró compungida como pudo y se aferró al marco de la puerta para levantarse por sí sola, con la misma dificultad que antes. Los puntos cosidos en su pierna se habían soltado y otra vez perdía sangre. Se fue cojeando, sostenida a la pared con una sola mano, y salió al exterior del muelle.
Tomó aire, llenando sus sofocadas vías respiratorias del aroma a brisa marina.
A la semana siguiente, entregó voluntariamente la placa.