CAPÍTULO 1. Un brusco cambio de vida
<<Los alfas tienen el control absoluto sobre sus betas. Ningún beta puede imponer su voz ante su alfa o el alfa de otro linaje. Por su parte, los alfas tienen la libertad de poseer todos los betas que puedan mantener con su patrimonio, por lo que es común encontrar casas grandes donde cohabitan todos los betas para un mismo alfa. El alfa no tiene obligación de mantener económicamente a la familia de su beta, pero sí es altamente recomendable para mejorar su fama y su reconocimiento en la jerarquía.>>
La madre de Historia había decidido aquello sin preguntar y sin pedir permiso. La situación en la que su casa se había visto envuelta los últimos años había ido de mal en peor. Alma había sido despedida, su marido estaba gravemente enfermo y postrado en cama desde hacía un año. sus cinco hermanos, todos ellos humildes trabajadores de muy mal carácter, sin holgura económica para independizarse. Alma la vio clara: la única hija que era hermosa era Historia, la más joven. A Historia le gustaba escribir y era muy amorosa, tenía una ternura que no tenían sus otros hijos, por no hablar de que entre sus amigos, muchos le habían echado el ojo. No deseaba que ninguno de esos pobres muchachos, sin capacidad para sacarles del hoyo, le pusieran la mano encima. Así que sin previo aviso, la añadió a la famosa candidatura que se había publicitado por televisión: Ymir Fritzel elegiría a una nueva beta para formar parte de su casa. ¡Era perfecto! Aquella imponente mujer de piel dorada se había ganado el respeto del resto de alfas. Entre toda la montaña de alfas pudientes que existía, ella estaba en la cumbre. Igual que la famosa Hange Zoe, era una alfa con pene. Y no habían muchas así. Generalmente aquello era señal de un carácter mucho más tempestuoso y un poderoso apetito sexual. Ymir había dado una polémica el año anterior al no escoger a ninguna de las cien seleccionadas para su casa, se fue con las manos vacías. Pero este año Alma tenía una corazonada: Historia no podía quedarse fuera. Era demasiado tierna. Y muy distinta físicamente a Ymir, seguro que eso le gustaba. No podía dejar pasar aquella oportunidad.
Pero la realidad era que todos temían a Ymir. El último año se había dispersado el rumor de que sintiéndose traicionada por una de sus beta, la había molido a golpes hasta que por un supuesto accidente y tratando de escapar de ella, la muchacha embarazada había caído por el arco del puente más elevado que había sobre el lago. Para las chicas betas, que deseaban parir a otra alfa fuerte, estaban deseosas de ser escogidas y por supuesto, debía ser una lealtad a nivel físico y emocional. Ninguna beta podía yacer con otra mujer u hombre. En el momento de su elección, pasaban a ser propiedad de las alfas.
Eran usuales las grescas con alfas de otros sectores, pero Ymir tenía fama de rudimentaria en el cuerpo a cuerpo y no muchos osaban contradecirla. Usar al titán estaba mal visto entre alfas, pues era simbolismo de sentirse acorralado. En muchas mafias peligrosas, la jerarquía era sumamente respetada a menos que hubiera buenos motivos para no hacerlo.
Candidatura de Ymir
Historia había pasado una noche llena de nervios e inseguridades. Su madre le había avisado de lo que se le venía encima sólo diez horas antes de asistir a la candidatura, le tenía ya un vestido ibicenco preparado y tuvo que discutir con ella por horas, poniéndola al límite y comiéndole la cabeza para convencerla de hacer aquello.
—Tienes que complacerla en todo lo que te pida, Historia. Haz caso a tu madre —le dijo Alma, logrando que la rubia sintiera ganas de llorar. —Después de que te he criado y alimentado durante diecisiete años, ¿no eres capaz de hacer esto por tu familia?
—¡Es demasiado sacrificio!
—¿¡Sacrificio!? —le preguntó exaltada, sin podérselo creer. —¡Por el amor del cielo! Vivirás en la mejor casa del mundo, con la mejor comida del mundo, y ella es una alfa que está más de viaje de negocios que en casa, ¡POR DIOS, HISTORIA! No seas tan egoísta y ridícula.
Frieda, su hermana mayor, empezó a reírse al oír la discusión. Negó con la cabeza sin decir nada. Allí todos pensaban igual, y veían a Historia como una fantasiosa del amor. Para una enorme cantidad de betas en el país, que un alfa cualquiera les escogiera significaba algo maravilloso, ya no tendrían que trabajar ni hacer nada. Pero Historia no pensaba así.
Historia trató de abrir los ojos después de recordar esa discusión, mantenida la noche anterior. Al abrirlos, se sorprendió ante el silencio que había entre el gallinero de chicas hermosas, altas y de vestidos increíbles que se amontonaban a su alrededor. Todas ellas candidatas totalmente voluntarias a pertenecer a la mansión Fritzel.
Y de pronto, la vio. Los ojos azules de la rubia parpadearon y la analizaron desde su distancia. Era una mujer imponente, de eso no había duda. Pero era… muy seria. Tenía los ojos rasgados y de color miel, sin duda una mirada muy bella… pero demasiado seria.
La morena pasó la mirada por todas ellas; sintió aburrimiento y desgana, ninguna de esas chicas le atraía lo más mínimo. Prefería andar follando con su esclavo hombre antes que meterse con algunas en la cama. Era ya la tercera candidatura en la que se iba con las manos vacías. Pero de entre todas esas caras tan maquilladas, logró apreciar una cabecita escondida en la tercera fila de betas que casi escapaba a su radar. Movió a una chica del hombro para que se apartara y cuando la chica se quitó, apareció una especie de princesita rubia. Tenía el pelo dorado y unos ojos gigantescos y azules, que la miraban con algo de inseguridad. Ymir dejó su penetrante y rasgada mirada puesta en ella y se volvió a erguir despacio, como comprobándola a otra distancia. Entreabrió los labios y la estudió de arriba abajo.
Finalmente la dejó de mirar y se marchó de allí sin decir nada más.
Historia, debes complacerla en lo que te pida. Tu vida depende de ello, tu apellido. Esa frase era de Alma.
La candidatura fue rápida, Ymir no había mirado a ninguna mujer más. Pero como era de esperarse, el resto de chicas miraron a Historia con celos y resignación, oliéndose el resultado de la elección.
Mansión de Ymir
Sólo tres días más tarde, Historia fue recogida en limusina y llevada al que sería su nuevo hogar. Había rezado por ser seleccionada nada más llegó a casa tras la candidatura: el estado de su padre había empeorado. Necesitaba un cambio de medicinas como fuera, un tratamiento más caro que no podían costearse.
Pero al momento de repetirse aquellas palabras para sí misma, se encontraba sentada en la enorme cama de su nueva habitación. La mansión era, en palabras simples, gigantesca. Tres plantas, la segunda y la tercera con las habitaciones de las otras betas. Mikasa, Pieck, Thomas Wagner… y ya no recordaba más. Pero las puertas estaban tan separadas por el larguísimo pasillo, que por lo menos no tendría que escuchar lo que hacían en sus propias intimidades junto a la alfa. Al final entró Ymir y eso la hizo tragar saliva. No había hablado con ella nunca, era la segunda vez que la veía en su vida.
—Hola… —sonrió con algo de timidez. La vio sacarse el abrigo y los zapatos. Traía en la mano un móvil que parecía robar toda su atención. Eso le hizo recordar… que a ella le habían requisado el móvil para siempre. Historia no tendría privacidad hasta que su dueña considerara que podía tenerla, si es que llegaba a esa consideración. De pronto, la alfa soltó el aparato sobre la mesita de noche y se acercó a Historia. Le subió la blusa hasta dejarla en sujetador, lo que puso a la rubia notablemente nerviosa.
—Yo… sólo estoy aquí por mi familia.
Ymir volteó la mirada lentamente a ella, hablando en un tono más ronco.
—¿No eres leal a mí por propia voluntad?
Las primeras palabras de Ymir fueron esas. Historia se acercó su bolsito y su blusa, dispuesta a irse.
—Sí pero… no siento la devoción… lo siento, yo… creo que no debería estar aquí. Podría trabajar en la cocina, o…
Ymir la agarró de la muñeca y paró su marcha, atrayéndola despacio hacia ella. Se dio cuenta de una cosa: era demasiado alta, tenía unas piernas largas, delgadas pero fibradas, y un cuerpo de escándalo en general. Historia abrió los ojos y dio un respingo cuando vio que las manos de la morena se situaban en el broche de su sujetador. Se sonrojó y cruzó los brazos por delante de sus pechos, negando rápido con la cabeza. Al ver aquello, Ymir le alejó la blusa y dirigió las manos a las finas muñecas de la rubia, tratando de abrirle los brazos, pero al sentir la mínima resistencia la miró a los ojos.
—Abre los brazos.
—¡No! Me da vergüenza y… te he dicho que no… que no debería estar aquí.
—Abre los brazos.
Su voz era femenina, pero tenía mucha contundencia, se notaba que estaba acostumbrada a que la obedecieran. Se odió un poco por ceder, pero dejó de oponer resistencia, e Ymir bajó la mirada de nuevo a sus firmes y rosados pechos. Tomó uno de ellos con la mano y lo acarició, haciendo que la rubia se estremeciera y evitara verla. Enseguida bajó más las manos y notó que le desacordonaba la falda. Sentía que el momento se acercaba demasiado rápido y se puso nerviosa.
—Puedes… al menos… por favor, hacérmelo despacio…
Ymir no respondía, y a juzgar por su mirada tan seria, juraría que ni siquiera la escuchó. Solo oyó como su falda y sus braguitas caían al suelo y la morena se inclinaba hacia su cuerpo, minimizando la gran diferencia de estatura que había entre ambas. Historia dio un gemido inesperado al sentir los largos dedos de la pecosa rozándola enteramente en su vagina por fuera, palpando y sobándola lentamente. Notó algo de humedad en sus yemas y esto la hizo erguirse, volviendo a hacer que Historia levantara la cabeza para mirarla. De manera abrupta, Ymir cerró su cintura con las manos y la levantó del suelo como si pesara lo mismo que un gato, y anduvo tres pasos hasta reposarla en la cama bocarriba. El corazón de Historia bombeaba con fuerza, más cuando sus ojos se cruzaban con los de su alfa. La vio sacándose el miembro erecto de debajo de la ropa y casi palidece al ver el grosor y longitud de aquello.
—No creo que esté preparada…
Ymir la miró unos segundos pero sólo se lamió la mano y mojó la punta de su glande, masturbando un par de veces para después sobar la entrada vaginal con la punta. Ymir parecía concentrada en metérsela directamente, sin ningún tipo de preliminar, sin besos ni caricias y esto la asustó bastante. A la mínima que apretó su cadera contra las de Historia sintió una barrera totalmente infranqueable. Intentó dos veces, una lenta y otra con más impaciencia, pero al ver que no entraba dirigió la mirada desde sus sexos hasta los ojos ajenos, de forma tan lenta que Historia temió el momento en que se cruzaran. Cuando los fríos ojos de la alfa conectaron con los suyos tragó saliva.
—Quizá si… —tartamudeó la más bajita. —Si lo haces con un poco más de tacto….
—No busco hacerte daño.
Historia inspiró hondo al oírla.
—Pero te lo haré si no te relajas —terminó tras unos segundos de silencio. Historia tragó saliva de nuevo, intentando convencer a su propio cuerpo.
—Estaré bien… só-sólo… un poco más despacio, por fav…
—No quiero hacerlo despacio. —La cortó la potente y susurrante voz de Ymir, aún quieta y manteniendo fija la mirada sobre la otra. Esto dejó a Historia en silencio, limitándose a controlar su pobre respiración. El miembro de la morena aún no estaba flácido, pero había perdido dureza por aquel cruce de palabras. Volvió a agarrar su pene y lo masturbó despacio. Historia se fijó con detalle en que Ymir le miraba las tetas cuando se tocaba.
—Tus pechos son muy bonitos —dijo la rubia adulándola, tratando de tener un acercamiento más emocional. Ymir no pareció escucharla. Sintió que la punta se volvía a acomodar entre sus piernas y se relamió los labios, pensando rápido. —¿Me dejas verlos…?
Ymir detuvo lo que hacía para mirarla con una ceja alzada. Aquello no se lo habían pedido nunca, no siempre la cabeza le daba para acordarse de que tenía que desnudarse, lo hacía como quería, cuando podía, sus obligaciones también eran complicadas. La pequeña mano de Historia alcanzó un seno de Ymir. Eran de un tamaño considerable como los suyos mismos, aunque en un cuerpo tan largo y estilizado no sobresalían demasiado, todo lo contrario a lo que ocurría en el suyo. Con mucha suavidad, deslizó la mano por el sostén oscuro que llevaba Ymir, pero ésta de repente le frenó la muñeca, agarrándosela y apretándola contra la cama. Historia cerró los ojos con fuerza al notar que empujaba en seco para dilatarla; tuvo un amago de cerrar las piernas y quitar su cadera, pero sintió que la otra mano de Ymir la atrapó de un tobillo y dirigió su pequeña pierna con brusquedad adonde estaba. Volvió a penetrarla de un empujón y la rubia gritó adolorida, cambiando su expresión a una más lastimera.
—Me haces daño… —dijo.
Ymir tensó toda la espalda y volvió a dar un otro empujón para embestirla, arrancando un nuevo grito de dolor a la rubia. Se le llenaron los ojos de lágrimas pero no soltó ninguna. La alfa la agarró de las muñecas para sostenerla y se mordió el labio al sentir la fuerza de las paredes vaginales contra su miembro. Incrementó mucho más el ritmo, agarrada de las muñecas y de una pierna como la tenía, viendo cómo Historia sufría y se aquejaba.
Es cruel… me hace daño…, pensaba para sus adentros Historia, reprimiendo todos los gritos que podía. Era incapaz de mantener contacto visual con aquel ser humano que prácticamente la estaba obteniendo a la fuerza. En una de las costosas penetraciones se retorció hacia un lado al tener un fuerte calambre de dolor en una de las piernas y cerró los ojos muy fuerte, quejándose lastimera. El primer maldito descanso llegó cuando la morena se la sacó, al parecer para mejorar su postura. Al sacarla vio lo impregnada de sangre que estaba, era de esperar. Si no hubiese sido así, habría problemas. Las betas debían ser vírgenes en su primera entrega. Historia respiraba agitada y agotada, no llevarían ni tres minutos pero para ella estaba siendo una eternidad. Parecía estar haciendo el amor con un muro innacesible de sentimientos, ¿de verdad tenía que pasar por todo aquello por un buen nombre a su familia? No quería ser violada todos los días, ¿acaso alguien era capaz de acostumbrarse a algo así? Vio algo horrorizada que Ymir ignoraba la sangre de la que estaban llenándose las entrepiernas de ambas y la volvió a penetrar, haciéndola dar un fuerte respingo y arqueándole la espalda al soportar la nueva punzada de dolor. La morena la oyó gritar una vez más, pero no le interesaba. Al parecer tampoco le interesaba cambiar de postura. Historia agradeció por lo menos eso, cualquier innovación con lo irritada que tenía la vagina sería más dolorosa, por lo menos aquel dolor ya lo conocía. De pronto, vio esperanzada que el rostro de la pecosa cambió. Por muy inaccesible que fuera, hasta ella se ponía nerviosa al sentir el orgasmo cerca. Las uñas se le clavaron en el cuerpo de Historia y bajó la mirada a los pechos rosados de la rubia, que se agitaban cada vez que entraba en ella.
—¿Ymir? ¡¡La necesitamos!! ¡Salga un momento! —Ymir no respondió a la voz que hablaba al otro lado de la puerta. Siguió moviéndose al mismo ritmo contundente, concentrada en el cuerpo de Historia. —Ymir, lamentamos molestarla, pero una de sus betas…
Historia emitió un suspiro de dolor muy reprimido al sentir que de repente la mano con la que Ymir le apretaba sus muñecas se apretaba duramente sobre éstas. Lentamente la mujer paró de embestirla y dirigió una mirada a la puerta.
—Estoy ocupada.
—Si no fuera importante… le-le-le… le juramos que lo es. Una de sus betas ha intentado escapar, está amenazando con cortarse las venas si no la dejamos marchar.
Ymir volvió la vista a Historia y luego a sus cuerpos unidos, y de forma muy brusca la soltó. La rubia no se dio cuenta de la fuerza con la que la tenía atrapada a la cama hasta que dejó de sentir la presión en sus muñecas y en su pierna. Sentía un profundo dolor en su interior, y vio que todo estaba manchado de sangre. Puso una expresión de dolor y se agarró a la pared para andar dificultosa hacia el lavabo.
—Aparta de ahí. —Ymir pasó más veloz por su lado y la arrolló con medio cuerpo al pasar antes al baño, de donde cogió una toalla húmeda para limpiarse la cantidad de sangre que tenía en el miembro. Habló sin mirarla mientras lo hacía. —Lávate cuando salga y descansa. Nos veremos mañana.
Historia clavó sus ojos grandes en ella sin decir nada… la realidad era que le tenía un poco de miedo. Y más de pie. Era altísima, tenía que medir más de metro setenta seguro. Era más alta que su padre. Se puso recta cuando pasó con prisa por su lado y lo siguiente que escuchó fue un portazo.
Historia gimió adolorida al sentarse en el bidé y se lavó lo mejor que pudo; sintió ganas de llorar, pero al recordar la situación familiar no lo hizo. Todas las betas tenían un carácter estoico y arraigado al deber, de lo contrario, podían llevar una vida llena de calamidades y dificultades económicas. El poder de una mujer alfa en los hilos sociales era muy poderoso, y como tal, solían haber muchas betas para una única alfa. El caso de Ymir era tal cual. Cuando Historia terminó de secarse se puso una compresa.
—Tantas historias bonitas sobre la pérdida de la virginidad. Y… vaya decepción. —Murmuró suspirando, poniéndose el camisón para dormir un poco. Justo al ponérselo sintió un estruendo seguido de varios chillidos exteriores que la asustaron.
—¿Qué demonios…? —salió con el ceño fruncido rápidamente, abriendo la puerta que daba al pasillo. Atravesó todo el pasillo y siguió el corro de voces; descubrió que el atolladero de golpes y de llantos, y de todos los gritos que había allí, venían de la sala de reuniones. Abrió lentamente la puerta y asomó un solo ojo, la pupila se le achicó.
—¿Quieres que te libere? ¿Es eso lo que quieres? Sasha. —La voz de Ymir era muy baja, pero tan contundente que todos la escucharon. Historia observó que le tenía la cabeza apretada contra la mesa, y que la tal Sasha estaba llorando.
—¡No aguanto más! ¡Me da igual ser pobre, no puedo seguir sirviéndote!
—Suelta el cuchillo.
—Que te jodan…
Ymir entreabrió los labios al oírla y los apretó de inmediato. Dos chicas más apartadas estaban atemorizadas y se apretaban contra la pared, mientras el resto de políticos y mandamases de la sala de reuniones miraban con indiferencia. Mikasa, otra beta de Ymir, dejó de mirar cuando vio cómo Ymir cogía a Sasha de la coleta y la aventó con tanta fuerza contra la pared que Sasha dejó de gritar, cayendo medio inconsciente al piso.
—Yo te libero, tranquila. ¿Alguna más tiene interés en abandonar mi protección?
Mikasa no era capaz de mirar el cuerpo de Sasha, amoratado de tanto golpe.
—Ymir, tranquila. No quieren sublevarse —comentó el concejal, mirando impasible a las dos betas y luego a Sasha.
—Estoy harta de esta imbécil. Ha estado robando.
—Lo sabemos.
—Decidle a Moblit que la tire a los perros. No quiero volver a verla en mi vida.
Sasha empezó a llorar angustiada al saber el destino que le aguardaba. Su llanto llamó la atención de Ymir, que la creía dormida, y le lanzó un escupitajo en la cara, con asco. El concejal y sus subordinados hablaron un poco entre ellos y finalmente le hicieron un par de señas a los guardias que permanecían callados en cada esquina. En ese momento se movieron y la recogieron del suelo, llevándola por todo el pasillo mientras suplicaba clemencia. Historia se hizo rápidamente a un lado temiendo ser vista, pero ninguno de los mandados dijo nada, e Ymir seguía con la atención puesta en la sala de reuniones.
—Esa fue consejo tuyo. La entrada de esa malagradecida a mi bando fue idea tuya por ser de la familia de los cazadores. Sólo han servido para suministrar mal mis fondos y engañar a muchos de mis contactos.
—Reconozco mi parte de culpa, pero el consejo exterior nos la había vendido muy bien. Los cazadores dominaban buena parte de las hectáreas periféricas que ahora son tuyas.
Ymir se palpó la sien y echó una mirada a Mikasa y a Mina Carolina. El concejal y tres de los subordinados fueron los que quedaron allí. Debatieron entre todos ellos acerca de la repercusión de la muerte de una beta, pues no era la primera vez que una fallecía en su clan. El concejal hizo un gesto de superioridad señalando la puerta y las dos betas salieron cabizbajas hacia la puerta. Ymir retuvo del brazo a Mina, haciéndola dar un respingo. La atrajo con autoridad hacia el escritorio y la giró, estampándola en la misma posición que anteriormente tenía a Sasha, bocabajo. El concejal miró a sus subordinados de reojo, pero no parecieron afectados lo más mínimo. Sabían del duro carácter de aquella alfa, lo dominante y autoritaria que era con sus chicas. Mina se aferró al escritorio respirando algo rápido y dio un suspiro contraída al sentir que le bajaba el pantalón y las bragas hasta medio muslo.
—Ym-Ymir… ama…
—No quiero que me hables —le respondió fríamente, sacándose de la ropa interior su miembro que ni siquiera estaba erecto, pero aun así era grande y largo. Historia, aún agazapada cerca de la puerta, empezó a sentir náuseas al ver aquello. Los subordinados del concejal se cruzaron de brazos, uno de ellos miraba la situación con unas risitas cómplices. A Ymir no le importaba que la estuvieran mirando en absoluto. Sin embargo, Mina Carolina estaba avergonzada, no quería que la miraran. Uno de ellos se paseó tranquilamente por detrás para tener una mejor panorámica.
—¿Puedo grabar?
—No —masculló Ymir sin voltearse a él. Le separó los muslos con las manos y lanzó saliva a distancia, dejando que escurriera por toda su zona perianal.
—Ymir, por favor, en la intimidad… ¡ah! —la morena le soltó un azote que nada tenía que ver con lo cariñoso. Le dio otro, y otro más fuerte y violento, con el que Historia tembló al otro lado de la puerta. No podía creerse que aquello fuese a ser lo que le podía esperar. Tenía ganas de llorar. Ymir pegó el cuerpo a su trasero y apretó la punta de su glande contra su orificio anal, haciéndola gritar con los ojos cerrados. Después de aquel grito se hizo el silencio. A Ymir se le puso dura enseguida. Las embestidas empezaron a ser seguidas, rápidas y cortantes, sin cariño, sin amor, descargando parte de su rabia allí. Mina pataleó un par de veces, pero los últimos años se acostumbró por la fuerza a relajar el ano cuando a su propietaria le daban aquellos prontos. Historia agradeció que no gritara más, sin embargo, escuchaba los ruidos que sus embestidas hacían al empujarla contra el escritorio. La piel chocaba con fuerza y rapidez sin parar, y ninguno de los hombres dejó de mirar. De hecho, después de un rato empezaron a hablar de cualquier otro tema mientras sodomizaban a la joven. La morena pronto empezó a acelerarse más, chocándose con más dureza y fue levantando el rostro lentamente según su cuerpo se movía.
—Ymir, tal vez debería cambiar de orificio… un hijo de esta beta sería un buen ejemplar.
Ymir no le respondió, ni pensaba salir del gozo de aquel agujero bien apretado. Siguió moviéndose frenética haciendo a Mina apretar los dientes; cuando de pronto soltó un bufido seco, clavándole las uñas en los muslos. Sus caderas aminoraron la cadencia de a poco y bajó la mirada, sacando poco a poco su miembro lubricado. El orificio de Mina se achicó y empezó a expulsar enseguida el semen, le temblaban las piernas. La morena alcanzó la camisa de Mina y con ella se secó el miembro, guardándolo después tras su pantalón.
—Cómo me enciende ver a una mujer penetrando a otra de esa forma —murmuró un subordinado, que tenía una erección enorme. En cuanto Ymir se apartó del cuerpo de Mina ésta casi se cae, cansada y adolorida, pero pudo ponerse en pie y subirse la ropa. Salió de la sala agarrándose a la pared, andando con cuidado. Al atravesar la puerta se encontró con una muchacha bajita, muy rubia y de impresionantes ojos azules llorosos. Mina se esforzó por sonreír, sabía que era la última agregada de Ymir en su clan de betas, parecía muy distinta a las chicas que solía incluir. La vio tan pequeña e inofensiva que sintió lástima por lo que le quedaba. Pero no le dijo nada, pasó de largo hasta el otro edificio, donde se encontraba su habitación.
—¿Historia? —la rubia se giró adonde venía la voz, asustada. Era el concejal. No movió ni un músculo. —Pequeña, entra aquí. Ven a charlar con nosotros.
Historia no pudo moverse, el cuerpo no le respondía. Sintió un escalofrío al oír la voz de Ymir a pesar de que desde allí no lograba verla.
—Vuelve a nuestra habitación, Historia.
—S…sí, ya-ya… voy…
—No, Historia, ven, vamos —el hombre se empezó a desbrochar el cinturón, mirando a Ymir divertido. —A Mikasa la disfrutamos todos, pero no me gustan las tipas tan largas. Con todos mis respetos de usted, Ymir. Pero esa chica parece casi una chiquilla y…
—Es mi beta. —Dijo solemne, acercándose de repente a la puerta. Historia subió los ojos asustados a ella y luego a los hombres, que la miraban babosos. —La acabo de desvirgar. Tiene que descansar y estar donde le corresponde, nadie le pondrá un dedo encima.
—Yo me… voy a mi… a nuestro…
Ymir asintió sin responderle, se le quedó mirando varios segundos y la rubia se dio la vuelta y fue corriendo a su dormitorio. Cuando la vio cerrar la puerta, la alfa se giró lentamente al concejal. A este se le cambió de repente la expresión y tragó saliva.
—Vuelve a llevarme la contraria y te corto la polla con un cortaúñas. ¿He sido clara?
—S-sí, Ymir. Perdona. Ha hablado el instinto —asintió deprisa, cerrándose el cinturón con rapidez.
—Si me entero de que la miras te mataré. Es mía. Todas ellas son mías. A Mikasa la compartí porque a mí se me antojó.
Historia no pudo dormir hasta muy entrada la madrugada, lamentando que cualquiera que no debía abriera la puerta, temiendo ser violada o golpeada por su propia alfa. Era un hecho que muchos alfas tenían aquellas conductas superiores con sus betas, era lo que ocurría con el poder. Ymir tenía mucho dinero y por ello tenía muchas libertades.
Fuera como fuera, vencida finalmente por el sueño, cayó dormida.