CAPÍTULO 2. Muro emocional
<<Los/las betas deben ser vírgenes a la hora de la entrega. De lo contrario, el alfa puede devolverle y tomar las medidas que considere pertinentes. Al término del primer encuentro, la biología de los betas suele generar una conexión emocional con su alfa, lo desee el beta o no. Esta conexión puede ser casi nula, leve, media o de gran intensidad, pero su evolución madura con el paso de los meses hasta quedarse estática en un nivel. Ese nivel es variado, al igual que variadas son las personas. Cada beta es diferente. La conexión nunca es sentida por el alfa, por lo que se entiende que es un enganche psicológico y físico de los betas para sentir la necesidad química de engendrar hijos de su alfa.>>
Historia no tardó en conocer a las otras siete betas de las que Ymir disponía. Eran ocho, pero según se supo a los pocos días, lo que quedó de Sasha fue sólo el anillo de beta de la casta Fritzel, que fue vomitado por uno de sus perros. Se habían dado un auténtico festín con aquella muchacha. Sus padres recibieron una indemnización y estaban obligados a exiliarse y a no reclamar las tierras que ahora regentaba Ymir, a pesar de que la hermana de Sasha era una alfa de bajo rango. Ymir tenía 19 años, casi 20, y sus consejeros le habían dicho que aún le quedaba mucho mandato por delante, lo de tener descendencia podría esperar. La primera embarazada había muerto en circunstancias sospechosas tratando de escapar de la villa Fritzel, perdiendo al bebé con la caída al río. Sasha era relativamente nueva, y se había descubierto que fue intermediaria de varios robos de dinero y de joyas que Ymir tenía bajo su poder, para que su familia se compraran parcelas que no estuvieran a nombre de su ama y así tener un lugar al que ir en caso de que aquello saliera mal. A Historia se le explicó que Ymir tenía un carácter complicado, taciturno, pero sobre todo, todos y todas le aconsejaron no tener trato con ella si estaba con ira. Historia ya le tenía miedo desde lo que vio en la sala de reuniones, temía el día en el que se le cruzaran los cables y lo pagara con ella. Además, se fijó en que sus celulares eran custodiados por un subordinado del concejal, como Moblit, personal de confianza de ella que sin embargo no solía asistir a las reuniones como la que Historia había presenciado. Moblit era fiable pero no soportaba la jerarquía que los alfas tenían como si fuera aquello un harén. En el otro extremo del mundo era Eren, otro conocido alfa, quien tenía gran poder y fama. Tanto Eren como Ymir tenían un poder de titán extraordinario y muchas influencias. La utilización de aquel recurso ya hacía años que no se veía.
Historia había tenido trato con las otras betas y la verdad es que eran bastante amables, aunque sí que se respiraba algo de competencia entre ellas algunas veces. Todas sentían devoción por Ymir, o al menos eso era lo que ella percibía. Y le faltaba el coraje para afirmar que ella no sentía tal empatía por la que era su propietaria.
Al día siguiente de su llegada, vino a la villa de Ymir otro alfa pero con el que había una muy buena relación desde hacía décadas, por parte de los padres de ambos. Se trataba de Reiner Braun. Éste tenía un harén mixto, sodomizaba tanto a hombres como mujeres. Ymir también había tenido sexo con hombres por diversión, pero no había punto de comparación con el placer que sentía al estar con una mujer. Reiner se sintió muy atraído físicamente hacia Historia nada más verla, pero respetaba las costumbres de su amiga y sabía que no podía tener demasiado trato con sus betas si no quería enfadarla. A pesar de ello, tuvieron un rato para hablar.
—Nunca había visto a una personita como tú por aquí —murmuró el rubio, bebiendo un interminable buche de cerveza.
—Sí… quizá lo ha hecho por cambiar. No me parezco a ninguna de sus chicas.
—Créeme. Le gustas. ¿Te trata bien?
Historia no respondió, puso una expresión extraña, ni siquiera sabía qué decir.
—¿Te ha tomado ya? —la cuestionó, mirándola fijamente. Historia asintió tímidamente y él sonrió. —Ya veo lo que le gusta.
—¿Lo que le gusta?
—Quizá tu inocencia. Eso puede ser bueno o malo.
La rubia se quedó un poco confundida, sin saber responder tampoco a aquello.
—Yo… creo que aún estoy aprendiendo como es esta dinámica, mis padres nunca me la contaron en detalle. Me siento extraña viviendo con una desconocida.
—Descuida por eso, pronto la conocerás mejor.
Historia se peinó el flequillo con sus finos y cortos dedos, suspirando. Reiner la mirró de arriba abajo y bajó la voz.
—No es inaccesible emocionalmente, aunque lo parezca. Pero no le gusta dejarse conocer.
—¿Hablamos de la misma Ymir…?
Reiner asintió divertido. Historia inspiró hondo y soltó lento el aire.
—Te puedo decir cómo ir ganándotela poco a poco, pero no va a ser fácil. Generalmente, un mal día puede tirarlo todo por la borda. Y necesita tener a todas sus yeguas bien domadas.
Historia frunció el ceño y sintió que le dolía la cabeza con semejantes comparaciones. Él prosiguió.
—Pero seguro que una personita tan mona como tú puede ganársela. Poco a poco.
—La primera vez que nos acostamos intenté acercarme un poco a ella, pero… fue muy brusca.
—Es brusca. —Confirmó él, terminándose la cerveza. —Pero es una mujer. Las mujeres tienen su corazoncito.
—¿Los hombres no…?
—Claro que sí. Pero ella tiene pene siendo alfa, y piensa mucho con él. Usa eso.
Historia negó con la cabeza agotada de pensar en tantas cosas, además, asociaba el sexo e Ymir a algo doloroso. No quería tener una segunda vez igual que la primera por nada del mundo. Además, el despertar había sido tan solitario… Ymir ni siquiera volvió a casa tras aquella intensa noche en la sala de reuniones. De pronto, Reiner se puso recto y fingió ignorar a Historia, Ymir acababa de entrar al salón de fiestas donde una enorme masa de betas de Reiner y de Ymir estaban por allí hablando tranquilamente. Historia no pudo evitar centrar sus ojos en ella y seguirla con la mirada, aunque la morena parecía no querer charlar con nadie hasta que chocó puños con Reiner, amistosamente.
—Buena candidata, la rubia pequeña. Me gusta —sonrió Reiner, guiñándole un ojo a Historia. Ymir señaló con la cabeza a Levi Ackerman, que estaba tirado en uno de los sofás comiendo palitos de regaliz y charlando con otros beta.
—Lo mismo te digo. ¿Ese no es el hermano de mi beta Mikasa?
—Sí. La chupa de maravilla. Y tiene un ano, Ymir… —puso una expresión de alivio, elevando las cejas. Historia sintió náuseas con aquella información. —Lo tiene más cerrado que el de una mujer.
—¿Ah sí? —Ymir pareció quedarse pensativa mirando al chico. —Entiendo…
—¿Te apetece un intercambio?
Ymir paseó la mirada por los asistentes, y finalmente se fue tumbando en la moqueta, dejando la espalda en un puf igual que Reiner.
—Está bien —dijo después de un rato, pensativa. Historia vio que un brillo especial se instauró en sus ojos. Sí que pensaba como un maldito hombre. La vio señalando con el mentón a una rubia de ojos azules. —La rubia delgada, tráela.
—Es Armin, es un chico —partió a carcajadas Reiner. —Pensé que te gustaban con más pechos.
—Y me gustan, pero no hará falta esta vez.
—Sé buena con él. Es bastante quejica y llorón.
—¿Puedo… puedo retirarme…? —masculló Historia, sin ganas de ver otra sesión de aquello. No lograba integrarse en aquella jerarquía, no le gustaba nada de lo que estaba viendo.
—No. —Contestó secamente Ymir, volviendo la mirada a ella. —Lárgate de ahí, pero que no te pierda de vista.
Reiner subió la mirada a Historia. Estuvo a punto de solicitarla a cambio, pero prefirió no empeorarle su ya intensa y corta experiencia. Él era más gentil.
—Trae a Mikasa. La alta de rasgos orientales.
Dos guardias hicieron cumplir aquel intercambio, trayéndoles a ambos individuos. Historia no quiso mirar, pero había algo morboso en todo aquello, casi enfermizo, que le hacía mirar de reojo. Quería conocer a Ymir, pero realmente le costaba sentir empatía por alguien con la mente tan turbia. Cogió un canapé y se sentó cerca del resto de invitados. Al cabo de unos minutos observó que tanto Armin como Mikasa hacían una felación al alfa que no le correspondía tal y como ellos querían. Reiner dejaba a Mikasa llevar su propio ritmo, disfrutar de lo que hacía e incluso acariciarle, sin embargo, Armin mamaba con las manos a la espalda y con el rostro controlado por una mano de Ymir, que le apretaba la cabeza con contundencia. Al no tener nada de qué sostenerse el chico parecía ahogarse constantemente con semejante pene. El rostro de Ymir era el poder y la dominancia absoluta, tenía unos rasgos muy característicos con los que cualquiera sentiría al menos respeto, pero mientras él chupaba ella empezó a usar el móvil, pareciendo en otra onda. Reiner fue bastante escandaloso para correrse, dejando que la mano de Mikasa hiciera todo, Ymir sin embargo, no dio ni un jadeo y se corrió en la boca de aquel rubio, exigiéndole que lo tragara todo. Armin tuvo una seria arcada al hacerlo, que provocó una fuerte risotada de Reiner. E incluso algunas risitas cómplices entre otros betas, los más acostumbrados a una situación que para ellos era ya de lo más normal.
Algo que llamó la atención a Historia es que no toda la tarde fue así. Después de las viandas, tanto Reiner como Ymir habían jugado al escondite con todos los demás, con ropa y con las normas genéricas del juego, lo que amenizó bastante el transcurso del día. Se lo pasó bien, incluso. Cuando ya todos se marcharon, las betas de Ymir se fueron a sus habitaciones. Historia recogió sus zapatos y también se preparó para marchar, pero la morena alzó la voz.
—Historia, tú te quedarás a cenar conmigo.
La rubia se giró y asintió sin decir nada. Bajó despacio las escaleras y se sentó a la mesa, esperando que los cocineros trajeran la cena.
—Eres bastante mala escondiéndote. Y eso que entrarías en cualquier lugar. —Historia pinchó la carne y sonrió lo que pudo, los nervios la invadían lo quisiera ella o no. Su alfa se la quedó mirando varios segundos y le dio un mordisco al pan. —¿En qué piensas?
—En mi familia —dijo, un poco temerosa. —Echo de menos a mis hermanos. —Ymir tragó y cruzó los brazos sobre la mesa, escuchándola sin decir nada. —Pero estaré bien, sólo estoy aún… amoldándome a esto.
—Lo sé —dijo la morena, llevándose a la boca otro bocado. —¿Quieres tu celular para llamarles?
—Oh, a esta hora seguro que están todos dormidos. No te preocupes. Gracias.
Ymir asintió, su mirada se volvió a distraer en unas notificaciones del teléfono. La voz de Historia le sonó lejana de repente, hasta que cuando la miró de vuelta, notó que estaba esperando una respuesta.
—¿Qué?
—Preguntaba que… si todas las betas desean tener hijos contigo.
—Eso dicen. Los alfas no conseguimos con facilidad dejar a nuestras betas embarazadas. Generalmente desean el dinero, el poder o la fama que conlleva estar en casa de sus alfas y prefieren retrasar el embarazo por sus propios métodos sin que el alfa se entere.
—¿Eso es cierto…?
—No siempre. Pero sí en los años que corren. Siendo algunas tan jóvenes como tú, puedo llegar a entenderlo.
Historia se mordió el labio pensativa. Al recordar un par de escenas se le cortó el apetito y miró hacia otro lado. Susurró.
—¿Siempre va a ser así…?
—Así cómo. —Historia cerró los ojos un instante. Ella hacía las preguntas con mucho recelo y suavidad, y que Ymir le contestara tan solemne la hacía pensar muy bien lo que iba a decir.
—Tú… tienes sexo allá donde puedes y con quien quieres y… me preguntaba si tus betas, a pesar de ser betas… no lo pasan… ¿mal?
—Probablemente —se encogió de hombros, el asunto le traía tan poca importancia que ya tenía los ojos distraídos en la pantalla del móvil otra vez. Historia tragó saliva y miró hacia su plato, inapetente. De repente, móvil en mano, se puso Ymir en pie y caminó despacio por alrededor de la mesa. Envió un audio. —Si no pagan por las tierras que les presté seré yo quien me lo coma, no dejaré ni sus anillos.
Historia cerró los ojos intranquila y se puso lentamente de pie. Recogió su plato y vio que Ymir ni siquiera la estaba mirando, seguía discutiendo con alguien por el móvil. Llevó las cosas a la enorme cocina; cuando el cocinero Nikolo la vio se puso colorado.
—Señorita, no es necesario que usted recoja… ya iba a hacerlo yo.
—No importa, en mi casa lo hacía siempre. —Le sonrió dulcemente y entregó la montaña de platos. Al volver al salón Ymir terminaba de beber de su botella de agua y se guardó el móvil en el bolsillo, aproximándose a Historia. Ésta la miró aferrada a una silla, levantando cada vez más la cabeza según la morena avanzaba hacia ella.
—¿Cuánto… cuánto mides…?
—1,79 —dijo Ymir, parándose justo frente a ella, mirándola desde arriba.
—¡Madre mía! Eres… más alta que mi padre.
Ymir sonrió. La primera sonrisa que le hacía. La primera. Historia se vio contagiada y sonrió un poco más tímida.
—Vamos. —La invitó la morena, atrayéndola hacia ella del hombro con suavidad. Enseguida Historia sintió que el corazón empezaba a acelerársele; la hizo subir las escaleras y se acercaban al dormitorio.
Dormitorio de Historia
—Estoy algo cansada —dijo una vez dentro del cuarto, viendo que Ymir se estaba deshaciendo de su ropa y de sus botas. No le respondió. Se desprendió de la camiseta y de su ropa interior. Los pechos seguían sujetos por un sostén, aunque Historia apreció lo bonitos y respingones que los tenía. —Ymir…
—Qué.
—Yo… bueno… estoy un poco cansada del día.
—Tengo ganas de hacerte mía y lo voy a hacer esta noche —pronunció sin miramientos, haciendo que Historia parpadeara y mirara la cama. Temía que le doliera… pero no dijo nada— Quiero que te quites la ropa.
La rubia inspiró hondo y se fue desnudando también, despacio, como si quisiera alejar el momento que se venía. En realidad, era por miedo más que otra cosa.
—Oye, Ymir…
La pecosa se quitó el sujetador por primera vez frente a Historia, exponiendo sus perfectos y preciosos pechos. Tenía la piel dorada y suave, y unos pezones rosados. Al fijarse bien en ella vio que tenía marcadas suavemente las líneas abdominales y la musculatura femenina de las piernas era perfecta. Tenía las piernas muy largas, estilizadas y marcadas, como si saliera a correr o hiciera algún deporte concreto. Cuando se quiso dar cuenta vio que Ymir no contestó. Simplemente llevó una mano al broche de su sujetador y se lo abrió, dejando ver los pechos de tamaño similar de Historia. En un cuerpo tan bajito y delgado, parecían un par de tallas mayores. Se quedó prendada de esa imagen unos segundos, en los que Historia se dio cuenta de que no era casualidad. A Ymir le gustaban sus pechos.
—Ven. —Historia oyó su voz y se le acercó. La morena agarró su mano y la situó en su entrepierna, haciéndole hacer un vaivén rápido por fuera de la ropa interior. Historia bajó la mirada a su bulto ya empinado y rodeó su enorme grosor con la mano. Casi ni podía cerrarla a su alrededor. Ymir la agarró de la muñeca y se la movió deprisa, buscando excitarse rápido.
—¿Te gusta así tan brusco…? —susurró la rubia.
—Hazlo como yo te digo. —Historia obedeció, haciéndole una paja más o menos rápida, notó que se le endurecía bastante más.
—Se me está cansando la mano…
Ymir quedó callada sin dejar de mirarla, no le interesaba lo más mínimo que se cansara. Historia agitó la mano con algo más de rapidez, pero al sentir un calambre de dolor aminoró el ritmo, haciendo que la otra bajara la mirada hacia su pene erecto.
—Ymir… ¿podría… darte un beso?
Ymir entreabrió los labios sin escucharla, mirando el vaivén más lento de la mano de la chica. Al cabo de unos segundos le apartó la muñeca y la condujo a la cama, dejándola apoyada con las manos sobre el colchón. Historia se giró para tenerla de frente de nuevo, no deseaba hacerlo así, pero la morena la giró con más fuerza y esta vez apretándola de la nuca para que pegara la cabeza a la cama. Al estar en cuatro pero con la cabeza totalmente pegada a la colcha, Ymir la terminó de desnudar, liberándola de sus braguitas.
—Me has… ¿oído?
—Cierra la boca.
Historia levantó un poco la cabeza para mirarla, a lo que Ymir acariciaba la punta de su miembro ya en su entrada. Como si se diera cuenta tarde de que estaba levantando la cabeza, le volvió a pegar la cabeza contra la cama. Se posicionó atrás palpando su entrada vaginal. Historia cerró los ojos y apretó sus manos contra la colcha. Tragó saliva, pero antes de poder hacer ni un quejido, sintió que Ymir la penetraba bruscamente dilatándola sin cuidado. Cerró sus puños en la colcha, dando un jadeo ahogado. Abrió un ojo y a través del gran espejo de una de las paredes vio el rostro imperturbable de su propietaria, empezando a tomar velocidad en las embestidas. Historia no aguantaba, era una postura incómoda y era la segunda vez que tenía sexo en su vida. Tenía un miembro grande y la estaba irritando. Maldita sea, me duele… Al cabo de unos segundos dio una patada en la cama sin querer, en señal de protesta, tratando de girar sobre sí misma. Ymir sacó su miembro, sabía que estaba muy cerrada, pero con sus insistencias había logrado empezar a humedecerla, más por respuesta fisiológica que por placer. Eso fue un breve y ansiado descanso para la beta, que se meneó hacia un lado yendo en contra de sus movimientos y pretendió decirle algo, pero antes de que nada saliera de su boca recibió un violento azote en el cachete que la hizo dar un grito. La piel tardó unos segundos en manifestar dolor, pero cuando lo hizo, Historia sintió lo mucho que le había escocido. No le hacía falta mirarse en el espejo para saber que la mano de Ymir había quedado enteramente marcada. Ahora la morena subió las dos rodillas a la cama y la pegó con más violencia a las sábanas, dejándole sólo los glúteos levantados.
—Si quiero así, se hará así. Follaremos como yo quiero, siempre.
Historia lanzó un grito quebrado al sentir que volvía a meterse en ella de forma más brusca que antes. Las dos manos de Ymir se acoplaron a su cintura y empezó a moverla en un vaivén corto y veloz, en sentido contrario a sus propias caderas, logrando embestirla hasta el fondo cuando tiraba de ella hacia atrás. Historia gimoteó dolorida, pero el temor a su trato la hizo aguantar como una campeona. Puede ser peor… aguanta… Miró al espejo de nuevo y se sorprendió de la fuerza mental que tenía para soportarla; Ymir prácticamente la violaba, metiéndosela tan rápida y violentamente que asustaba. Se imaginó el dolor terrible al que se habían acostumbrado sus otras chicas, como Mina Carolina, después de darle todos esos azotes y luego penetrarla analmente sin siquiera lubricarla. Todos esos pensamientos se evaporaron cuando el ritmo de la morena seguía igual, tan aniquilador, por más que intentaba relajarse seguía notando que su miembro entraba en contra de su voluntad y le dolía. Apretó la mandíbula y suspiró quejándose, le habló entrecortadamente.
—Ymir… agh, más despacio… —Ymir no la estaba escuchando. Sólo tenía los ojos inyectados en lujuria, no se cansaba ni un segundo de penetrarla de aquel modo, chocando no sólo su entrepierna a ella sino también sus largos muslos contra los isquios de la rubia, que de tanto impacto empezaron a agotarse. En una de las sacudidas la empujó con más fuerza y logró hacerla caer de golpe sobre cama, Historia no tenía más fuerza en la lumbar ni en los brazos para aguantar sus embestidas. En ese momento soltó sus caderas y dirigió las manos a las muñecas de Historia y la irguió hacia atrás, levantando medio cuerpo en el aire. La rubia sintió que sus manos tenían la fuerza de unas esposas, las cerró fuerte para que no se le resbalara, y al empezar a penetrarla desde aquella posición le dolió el doble.
—¡Ah, Ym-Ymir… por… por favor, me haces daño… por favor! Dios… —bajó el rostro derrotado, sintiendo cómo su cuerpo botaba con fuerza al seguir recibiéndola desde atrás con la misma brusquedad, no valía de nada rogarle, no tenía sentimientos ni empatía. Un nudo creció en su garganta, se sentía muy indefensa y usada. Los gemidos de dolor se convirtieron en pequeños quejidos llorosos sin poder controlarlo, estuvo así por unos minutos más, hasta que por fin, Ymir salió de ella y la dejó caer en la cama. Historia sintió un profundo alivio en su entrepierna cuando cesó todo aquello. Vio que la pecosa avanzaba con las rodillas en la cama y empezó a masturbarse con mucha fuerza sobre ella, apuntándole a la espalda. Historia respiraba agotada y dio un balbuceo cuando la fuerte mano de Ymir la giró con fuerza, tumbándola bocarriba. Los ojos de Historia miraron con la rapidez con la que ella misma se daba placer. No era como un hombre, era peor. Casi un animal. Al subir la mirada hacia ella también vio que nuevamente sus pupilas estaban fijas en su cuerpo y en sus pechos mientras se tocaba, y de repente la vio poner una expresión de excitación que se fue rápido. Ymir entreabrió los labios pero de su boca no emanó nada, sólo un suspiro muy tenue, a la par que empezó a dispararle todo su semen sobre los pechos. Historia cerró los ojos al notar que algunas gotas le salpicaron cerca de la cara. Dos chorros más la sacudieron y se deslizaron por sus pechos, muy calientes y espesos, y respiró hondo, tratando de calmarse.
Ymir al acabar simplemente se quedó acariciando su pene más despacio, como sintiendo aún algunos resquicios de placer. Miró después a su beta. Historia era muy atractiva, llena de su semen, más. Salió de la cama sin más, poniéndose un albornoz. Su erección empezó a bajar de a poco mientras se lo ataba.
—… —Historia no sabía qué decir. Ymir apenas la miraba, apenas interactuaba con ella. En la cena había hablado muchísimo para lo que la tenía acostumbrada, que era esa total indiferencia. Parecía sólo ser un objeto de descarga sexual y eso la hería. No sabía cómo hacer las cosas. —¿Puedo… lavarme?
—Sí —dijo Ymir recuperando el móvil en la mano y se dejó caer en el sillón de la terraza; Historia pasó a un segundo plano de nuevo. Se encaminó hasta el baño y se metió en la ducha, quitándose los fluidos de su alfa de encima y también aprovechando para lavarse el pelo y todo el cuerpo. Cuando salió y se secó se sentó en el inodoro. Contrajo las piernas y el abdomen al sentir el inmenso dolor en su vagina al orinar, aquello era como soltar cuchillas. Cerró los ojos con fuerza… le había pasado igual cuando perdió la virginidad, supuso que debía de ser cosa de las primeras veces. Tiró de la cadena y se puso el albornoz que le correspondía, de talla más pequeña, y se lo ató al salir a la terraza junto con Ymir. Francamente, sentía que estaba acorralada en aquella realidad. Al verla estirada en el sillón exterior se fijó en sus largas y preciosas piernas por enésima vez. La forma de sus rodillas ligeramente contraída ya le confirmaba que hacía deporte. Y sus manos, esas que tanto daño podían hacer, eran preciosas y femeninas. Tenía los dedos alargados y acabados en uñas pintadas de carmesí. Las tenía largas y algo puntiagudas, pero se dio cuenta de que era también porque sus uñas eran largas de manera natural de por sí.
—¿Te pintas tú las uñas?
Ymir tardó muchos segundos en contestar. Literal, Historia llegó a creer que no la había oído, porque seguía con los ojos sobre la pantalla del teléfono.
—No —dijo finalmente, en un tono bajo.
—Haces deporte, ¿verdad? Bueno, siendo una alfa con tanta fama… imagino que sí.
Pareció desviar por fin los ojos de la pantalla pero miró al horizonte, las inmensas e interminables tierras de aquella mansión, todo le pertenecía hasta donde llegaba la vista humana. Historia vio que se quitaba la media cola que había llevado antes y su pelo, una corta melena que apenas tocaba sus hombros, se deslizaba totalmente sedoso y brillante.
—Tienes un pelo precioso.
Ymir la miró. Dejó sus pupilas largos segundos puestos en sus ojos, que pese a ser enormes, no intimidaban ni una cuarta parte. Historia bajó la mirada ruborizada, sentía que cualquier tipo de acercamiento con ella podía ser un error.
—El tuyo es mucho más bonito —le respondió, aumentando el color rosado de las mejillas de Historia.
—Ah… yo… ¡qué va! Viene de familia, en mi casa aburre ver a tanto rubio…
Ymir dejó el móvil sobre la mesa y volvió a mirar el ocaso.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —arrancó de nuevo Historia, que no deseaba sumirse en otro silencio. La morena le devolvió la mirada de nuevo, esperando.— ¿Por qué me escogiste a mí?
—Fuiste la única que llamó mi atención.
—Pero… ¿por algún motivo?
Ymir movió los labios, le estaba haciendo pensar.
—Supongo —acabó diciendo. —Eres muy guapa. Quise hacerte mía de inmediato.
Historia frunció un poco el ceño, pensativa. Cuando sus ojos se cruzaron por primera vez con los de Ymir, sólo pensó en lo seria que era.
—¿Con todas tus betas tienes una buena relación?
Ymir elevó las cejas y se acomodó de nuevo en el sillón. Apoyó un tobillo en el pico de la mesita. Historia observó más de su cuerpo: también tenía unos pies femeninos y preciosos, nada anchos, de uñas del mismo tono que las manos. Eso sí, el largo le sacaría unas seis tallas mínimo. A ella se le habían quedado los pies de niña pequeña.
—Están disponibles cuando las deseo, son leales y se interesan por mi bienestar. Es lo único que espero de mis betas. —Alargó un brazo hasta la mesita y agarró la botella de agua, dándole un largo trago. Ofreció después a Historia, pero ésta negó con la cabeza. —Lo que viste la otra noche no es la primera vez que ocurre. Así que al final nunca puedo bajar la guardia.
Historia tragó saliva al recordar el estado del rostro de Sasha.
—¿Sasha te traicionó?
Ymir asintió.
—Su familia me robaba dinero por medio de ella. Y tenían tierras que no eran a mi nombre pero estaban compradas con mi dinero.
Historia de pronto recordó lo que había estudiado de los antepasados alfa de Ymir. Le vino como un golpe a la mente: su madre le dijo claramente que con el paso de generaciones la dinastía alfa de Ymir era cada vez más dura y más millonaria, lo que atraía a buitres y a traidores dispuestos a llevarse alguna tajada. El padre de Ymir había sido asesinado por una de sus betas, y con seis años tuvo que ser la dirigente de pleno derecho.
—La traición es algo que tu familia ha visto siempre de cerca, ¿verdad?
Ymir encogió los hombros, parecía no querer ahondar en el tema.
—Oye… Ymir…
La morena la miró un instante, pero luego empezó a bostezar. Historia se puso en pie y acortó distancias con el sillón en el que estaba con ella. La miró de pie y sonrió un poco.
—Sé que no es mi posición pero… necesito al menos intentarlo y pedirte una cosa. —Esperó que le contestara con cierta felicidad, pero Ymir la miraba con una dolorosa indiferencia. Suspiró antes de hablar, tenía que encontrar las palabras adecuadas. —Bueno, verás. Yo… sé que te dije que no estaba preparada y que hacía esto por ayudar a mi familia —asintió mientras hablaba, y subió los ojos azules a los de ella. —Pero vamos a pasar toda una vida juntas, y me preguntaba si al menos estas primeras veces podías ser… más…
Ymir esperó que acabara, mirándola fijamente. Sus ojos eran cortantes, tanto, que la rubia miró a otro lado intentando buscar la palabra.
—…cariñosa.
La morena la miró un rato más, pero de pronto, explotó a carcajadas. Historia no supo cómo tomárselo. Ymir quitó el pie de la mesa y se puso en pie irguiendo el cuerpo despacio, la pequeña dio un paso atrás, sintiendo de nuevo esa tremenda inferioridad física, tenía que alzar el cuello para mirarla. Se empezó a marchar. ¿Acaso no iba a contestarle? ¿en serio? Historia caminó y tiró de su albornoz hasta frenar a la otra, que volteó sólo el rostro con un deje de diversión.
—Yo no soy así. Si es eso lo que buscas en mí, vas a sufrir muchísimo.
Historia soltó la correa del albornoz y la miró preocupada, respirando más costosa. Ymir se quitó el suyo del cuerpo y se dejó caer en la cama bocabajo, cerrando los ojos. Parecía que ahí nació y murió la conversación.