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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 4. ¿Un avance?


<<La cópula de alfas con betas que no son suyos es legal, mientras haya consentimiento por el alfa de dicho beta en cuestión. Sin embargo, los alfas tienen prohibido dejar embarazadas a las betas que no son suyas. Los motivos que han llevado a esta cláusula tienen principios bioquímicos: si la conexión que los betas tienen hacia sus alfas es intermedia o alta y es embarazada por otro alfa, las probabilidades de aborto espontáneo son superiores al 80%. Igual ocurrirá si un beta masculino deja embarazada a una alfa sin pene que no sea su propietaria, ya que sus gametos han cambiado en consonancia con las características biológicas de su alfa.>>

Una semana más tarde Historia había obtenido el primer permiso de Ymir para salir al exterior. Quería visitar a sus hermanos pero por supuesto, todo el trayecto estuvo vigilada. Para su familia, fiel conservadora al estilo de los alfas, aquello no era una atadura sino un honor. Le preguntaron mucho acerca de la gran Ymir, pero Historia prefería ser reservada por un sencillo motivo: sabía poco de ella, y lo que sabía era por otras bocas. Explicó que su ama no se abría sentimentalmente con ella y al parecer con nadie, aunque se notaba que vertía más confianza en las betas que llevaban más tiempo en la mansión. También habló de la competencia que se respiraba entre ciertas betas, y el gusto por algunos alfas de profanar sexualmente a sus betas en público. Historia dijo que jamás había tenido que vivirlo desde su propio punto de vista aún, pero temía ver llegar el día. Su madre Alma, sin embargo, fría y altanera para los negocios, la convenció de que era su deber complacerla en cualquier cosa que a la morena se le pasara por la cabeza por muy desorbitada que fuera. Desde que Historia era propiedad de Ymir la situación económica de los Reiss era increíble, por fin podían ahorrar, lo que siempre habían deseado, pues eran muchos hermanos. Cuando la merienda terminó y ya con algunas compras hechas, volvió en coche hasta la finca de Ymir, donde estaban todos sus caballos y los de las betas. Thomas Wagner, otro beta de Ymir al que sólo acudía por mero placer sexual, se encontraba allí en ese instante, cepillando por orden a los caballos y cantándoles dulcemente. Historia sonrió y asomó su cabeza por el portón, aquel establo era enorme. Cuando terminó de cantar anduvo a su lado, tocando las palmitas. Thomas se asustó, girándose rápido, y al verla soltó una risita.

—Me has acobardado, pequeña.

—¡Qué bien cantas! —dijo feliz Historia, dejando las bolsas de compra a un lado. —Oye, el guardia me ha dicho que no pero… ¿crees que habría algún problema si monto uno de los caballos?

Thomas miró algo pensativo la hilera de yeguas.

—Te diría que no lo hicieras sin preguntar, pero… supongo que estamos solos y que esto es muy grande. Puedo hacerme el tonto si cabalgas un poco más hacia allá.

Historia siguió su dedo y asintió. Miró a los caballos para decidir en cuál subir.

—Ymir está al otro lado. Ha estado montando con Mikasa.

—Oh… entiendo. —Historia se lo pensó dos veces, mejor quizá otro día. Ella hubiera querido proponérselo, pero para Ymir no era nada nuevo cabalgar con sus betas de vez en cuando, y tampoco es que tuviera todo el tiempo del mundo. Siguió caminando hasta el lado que le dijo, buscando las dos figuras de las chicas. Se llevó una de las bolsas con un obsequio para su alfa. Al girar la inmensa esquina que daba a la siguiente hilera de caballos distinguió tres cuerpos. Ymir charlaba con Mikasa, pero también estaba Petra allí. Se acercó con cuidado y trató de poner la oreja. No, no están charlando. Historia abrió los ojos al oír algunas frases. Estaban discutiendo.

—Yo no he tocado tu arco, no sé en qué idioma decírtelo. ¿Desde cuándo dudas de mí? —Mikasa hablaba irritada, Historia no la había visto así jamás. Iba de un lado para otro e Ymir no la miraba.

—Dile a Thomas que venga. Él lo estaba custodiando, ¡él debe saberlo! —chilló Petra.

—Ese arco tiene mucho alcance. Si alguien que no debe se lo lleva, puede hacer daño a mucha distancia. —Pronunció Ymir sin mayor ceremonia, cruzándose de brazos. La rubia se acercó a las dos betas y miró hacia los lados, antes de saludarlas amigablemente.

—Chicas, ¿todo bien? —Mikasa asintió y forzó una sonrisa para saludarla, pero se la notaba nerviosa. Ymir sólo la miró sin responder y luego miró al horizonte. Petra no le dirigió ni la mirada.

—Quizá haya sido la nueva. Nosotras llevamos mucho tiempo contigo. Y hoy ha salido de recreo al pueblo, ¿no? Quién sabe lo que ha podido hacer allí.

Ymir puso los ojos en blanco, aburrida de la personalidad histriónica y envidiosa de Petra hacia la rubia. Historia se sintió ofendida.

—Yo no he hecho nada malo. No sé ni siquiera lo que ha pasado.

—Tranquila, Historia. No le hagas caso —dijo Mikasa negando suavemente con la cabeza. Thomas apareció por la puerta interna del establo y se reunió con ellas, mirándolas muy serio.

—El arco sigue sin aparecer. Las vallas están vigiladas y fortificadas, pero si alguien ha logrado burlar la seguridad, será imposible dar con él. Buscar algo en estos campos es como dar con una aguja en un pajar.

Historia inspiró hondo, ni siquiera sabía qué arco era aquel. La bolsa que llevaba parecía que tendría que esperar para ser entregada a Ymir, estaba ocupada.

—Ymir… puedo… ¿montar un poco a caballo?

—No —dijo secamente, sin mirarla. La castaña se subió a su yegua y se sentó sobre ella, meneándola despacio hacia la otra dirección. Antes de irse miró a todos sus betas.

—Si el arco no aparece mañana, toda actividad fuera de la mansión quedará suspendida. Mataré a cualquier persona de la que sospeche —dijo seria. Petra se largó de allí subiéndose a su caballo y los dejó solos.

Historia vio un brillo lejano y se alarmó. Tardó unos segundos, hasta que captó en el cielo del atardecer la rápida trayectoria de algo alargado dirigiéndose en parábola hacia ellos.

—¡Es…! —Historia señaló con el dedo, pero pese a las películas que había visto, jamás se imagino que una flecha podía ser tan veloz. Thomas se puso recto y golpeó con fuerza la ijada del caballo en el que estaba Ymir, que salió al galope rápidamente. La flecha raspó al caballo en un lateral con la cuchilla de la punta, haciendo que Ymir bufara y tendiera la mano a Mikasa. La de pelo negro corto subió en la misma yegua junto a ella. Ymir, seriamente, se giró a Wagner.

—Thomas.

—Sí, descuida. —El hombre captó rápido a lo que se refería y sin siquiera ensillar a la yegua de al lado, se subió a su lomo y atrapó a Historia del brazo. Pesaba tan poco, que de un tirón la montó delante de él y escaparon. Varias flechas más siguieron la trayectoria del grupo, pero una vez entraron en la misión dejaron de disparar.

La policía estudió todo el caso referente al arquero desconocido, pero lo único para lo que sirvió aquel agravio fue para reforzar la vigilancia en casi todos los metros cuadrados de la villa, que se acababa de convertir en una casa aún más infranqueable. Al cabo de una semana lograron sentirse seguras de nuevo, era imposible que alguien volviera a atacarles, pero claro, ¿y si salían al exterior? Menos mal que los campos de Ymir eran lo suficientemente grandes como para despejarse y perderse, y allí deberían estar a salvo. Pero a Historia le costaba mucho pasar tanto tiempo sin ver a su familia o ver otros rostros. Ymir salía todos los días, la envidiaba.

La siguiente semana pasó asombrosamente lenta. Sin la morena en la casa por trabajo, aún más. Ymir llegó sin aviso la octava noche, misma en la que pidió ver a todos sus betas juntos para cenar.

Comedor

En la gran mesa había tanto griterío… era como una familia de locos y locas, Ymir estaba discutiendo con alguien por móvil, Moblit perdía a las cartas contra Nikolo mientras cenaban, Mikasa se partía de risa con los chistes estúpidos que contaba Mina, y el resto de betas también estaban integrados en alguna conversación. Historia, que se había empezado a hacer hueco lentamente, había caído bien a todas las chicas exceptuando a Petra, que era extremadamente celosa y sin contar a Historia, era la más nueva. La rubia se notaba ahora el estómago lleno después de semejante estofado de Nikolo, y se unió a una conversación con dos de sus amigas betas. De pronto, un guardia de la esquina golpeó un megáfono contra la pared y todos se taparon los oídos, menos Ymir, que jugaba con el móvil en la mano.

—Mañana es una fiesta importante. Vienen Eren, Hange, Erwin y Reiner, cada uno traerá a dos betas. Tenéis prohibido hablar con los betas y con los alfas a menos que yo os lo permita. Esto no es como las otras fiestas. Vamos a hablar de temas políticos y negocios que no os interesan para nada y no quiero diálogos vuestros. —Mikasa y los demás asintieron. Ymir asintió también y se levantó de la mesa despacio. —En la próxima candidatura que hará Erwin es posible que sea seleccionada alguna prima o hermana pequeña vuestra, quiere a una mujer, pero me da igual. No quiero que ninguno de vosotros hable con la elegida en la fiesta. Es una ceremonia importante e íntima para el alfa. ¿Queda claro?

Todos asintieron. Ymir, que ya había terminado de cenar, dejó el plato sobre la mesa, que fue rápidamente recogido por Nikolo. Las chicas siguieron con sus comentarios y otros temas, ya se sabían aquellos protocolos de memoria. Historia se quedó más pensativa al respecto pero no comentó nada. Le parecía mal que la obligaran a no hablar con quien le apetecía, pero por otro lado… ¿era muy diferente a las otras cien cosas con las que no estaba de acuerdo de esa jerarquía? A veces se odiaba por ser tan débil de mente. Tenía que callarse y cumplir su labor en el mundo, traer hijos de Ymir y disfrutar del poder adquisitivo que le daba a su familia. Había gente muerta de hambre ahí fuera que no se daban los banquetes que ella se daba en esa casa.

Esa noche Historia pensó un poco en el estilo de vida que llevaba Ymir y los mil ojos en la nuca que tenía que tener para no acabar muerta a la primera de cambio. Mucha tensión era liberada de forma sexual, eso le había quedado claro, una tensión que tenían en común casi todos los alfas pudientes. Se reclinó sobre la barandilla de la terraza y miró al horizonte… aquellas vistas eran envidiables. Se hacía tarde, tendría que irse a dormir pronto. Mañana vendrían a arreglarla y a ponerla guapa y presentable. Se preguntaba si Ymir se pondría uno de esos preciosos vestidos de fiesta que tenía guardados en el vestidor. Oyó crujir las escaleras y se separó del balcón, mirando con curiosidad quién estaba subiendo a la segunda planta. Sus ojos conectaron con los de Ymir, que la miró de pasada y no le dirigió la palabra, siguió caminando.

—Am… ¡Ymir!

La de ojos color caramelo paró y volteó el rostro hacia ella, esperando que fuera la que se acercara. Historia se le puso por delante y sonrió.

—¿Vienes a nuestro cuarto? Te compré algo hace tiempo, y tuve que volver a comprarlo porque… ¡bueno! Ven mejor, quiero enseñártelo.

Ymir enarcó una ceja mirándola, pero la rubia tironeó de ella divertida y la más alta la siguió, obligada a dar mini zancadas para seguirle el ritmo. Al final del pasillo Historia abrió la puerta y empezó a rebuscar entre las bolsas que tenía.

Dormitorio de Historia

—Espera un momento. A ver, creo que estaba en esta…

La morena la observó pensativa. Antes de irse de viaje también había ido de compras. Parecía que le gustaba darse esos caprichos, cosa que no le molestaba en absoluto.

—¿Te lo pasaste bien yendo de compras? ¿Alguien te miró raro?

—¡Qué va! La poca gente que me reconoció me habló con mucha dulzura, me dijo que con los impuestos que pagabas todos los negocios iban mucho mejor. Noté cariño —dijo alegremente, finalmente agachándose delante de una bolsa. Ymir se recostó sobre el marco de la puerta mirando afuera hasta que la chica volvió a acercársele.

—Esto es un secreto pero… ¡la receta es secreta! Y es de uno de mi hermanos mayores, tiene una pastelería pero hace empanadas. Pruébala. Sé que te gusta mucho la batata…

Ymir no se esperaba que fuera comida, creyó que era algo material. Se la dio con una servilleta envuelta e Ymir sostuvo la empanada con las manos, mirándola pensativa. Alternó la mirada entre la comida y ella y se la acercó a la boca, pero antes de morderla la alejó lentamente.

—Cómela tú primero.

La sonrisa de Historia desapareció fugazmente, sintiéndose ofendida. ¿Acaso creía que la estaba envenenando?

—Es que no es muy grande. Si la como no te quedará mucho y es la única que hab-…

—He dicho que la comas tú primero. —La cortó, acercándosela. Historia suspiró un poco dolida y agarró la empanada, dándole un mordisco generoso. Después de masticar y disfrutar de aquel glorioso bocado se la volvió a tender. Ymir seguía mirando con desconfianza el dulce. De pronto vio un garabato en la servilleta con la que se la había envuelto y atrapó un pico de la misma, abriéndola y mirando el dibujo.

—Qué es esto —preguntó curiosa, mirando dos monigotes mujeres muy mal hechas. Historia casi se la arranca de las manos, muerta de la vergüenza.

—¡Mierda! Pensé que agarré la otra servilleta, perdona. Es que mi hermano no te conoce físicamente, así que le hice un esquemita…

—¿Qué? —Ymir sonrió sin esperarse una respuesta así, y estiró el brazo para tratar de quitársela. Historia se resistió teniendo cuidado de no tirar la empanada, pero al final le logró robar el papelucho de servilleta. Lo abrió de nuevo, soltando una risita floja. —¿Ese palo de la derecha soy yo?

—No sé pintar tan bien como Petra…

Ymir la miró divertida, pasándose la lengua por los labios. Después de inmortalizar ese dibujo en su memoria bajó la mirada a la empanada y vio a Historia masticando, por lo que se la quitó rápido también.

—Es mi empanada —dijo.

—Ah, pensé que ya no la querías… como has sospechado de mis intenciones… —Historia se chupó el dedo. Ymir no respondió, sólo le dio un mordisco y comenzó a masticar. Paró de hacerlo al poco, siendo consciente del sabor de aquella delicia. Masticó más lento, dirigiendo una mirada a Historia. Batata dulce, almendras tostadas y hojaldre crujiente. Había una verdura desconocida entre medias que se notaba que estaba puesta en el punto fijo para no ser adivinada por paladares inexpertos. Creyó que era calabaza, pero fuera como fuera, aquello estaba delicioso. Le dio otro mordisco e Historia sonrió mirándola.

—Me alegro de que te guste.

La morena miraba su dulce, aquellos sabores la pusieron de muy buen humor. Quería más, pero pronto se la terminó de las manos.

—Estaba muy rico.

—Oye… Ymir…

La morena ladeó la cabeza, separándose ya del marco de la puerta. Parecía haber recordado que su destino era otro. Historia lo percibió y preguntó.

—Sé que no vas a pasar la noche aquí hoy… ibas a otro cuarto, ¿verdad?

—Sí —asintió Ymir.

La rubia apretó los dientes sin que la viese la otra. Se odiaba a sí misma por sentir aquello, que claramente, eran celos. Pero trató de comportarse. 

—¿Puedo al menos, pedirte que me des un beso…? Como el de la otra noche.

Ymir entreabrió los labios, mirándola fijamente. Cuando Historia levantó de nuevo el rostro hacia ella, con esos enormes ojos azules, algo pareció movérsele dentro. La morena se pegó a ella y se inclinó, lo suficiente para que sus rostros contactaran. Alcanzó los labios de Historia y antes de empezar, la bajita atrapó sus labios antes, moviendo los suyos acompasadamente, saboreando bien la boca de Ymir. Sintió que los mechones lisos de la morena le acariciaban el rostro al estar inclinada sobre ella y no detuvo aquel momento ni un segundo. Historia estaba de puntillas y así siguió, manteniendo el contacto labial hasta que notó que Ymir se separaba poco a poco. Se negaba a aceptarlo. Quería que fuera para ella. Desconocía si ese instinto nacía de la conexión, pero lo único que le revoloteaba en la cabeza era que quería pasar la noche con ella. Se puso todo lo de puntillas que pudo y se aferró a la nuca con el antebrazo, haciendo que Ymir dejara de separarse. Atrapó ahora sus labios con más necesidad, sintiendo que la morena lo correspondía, pero a pesar de aquella pasión, ambas lo hacían con lentitud. Cuando Historia se separó por fin, con la boca desgastada y las mejillas fuertemente rosadas, Ymir la miraba fijamente, irguiendo la espalda hasta ponerse recta del todo y distanciarse. Historia se secó la boca con su pequeña mano, obligándose a dejar de mirarla.

—Perdona… no quiero que te vayas. No quiero que vayas al otro cuarto.

Ymir seguía con la misma y exacta expresión, muchas cosas se le pasaban por la cabeza. Una de ellas, confusión. De pronto Historia la vio mirar hacia el pasillo, como si recordara que tenía que irse de nuevo.

—Lo siento, perdona —dijo la más baja. —Buenas noches.

Historia se dio la vuelta y subió rápido a la cama, abrazándose a una almohada y mirando al ventanal, iba a pasarlo mal y había sido estúpida pidiéndole que se quedara. No tenía ningún derecho. De pronto los ojos se abrieron al sentir que la puerta se cerraba a sus espaldas; se volteó y dio un suspiro de sorpresa.

—Ymir… —se sentó en la cama sorprendida, viendo cómo la morena acortaba distancias con la cama. Historia elevó los ojos cristalinos hacia ella, la luz de la luna le daba de frente y podía ver su belleza, su increíble belleza. Sus ojos rasgados mirándola, sus pecas, el pelo oscuro y suelto adornando su cabeza. Ymir apoyó las manos en la cama y fue andando hasta acorralar a Historia, mientras las rodillas deshacían las sábanas al avanzar. Historia subió una mano a su mejilla y la acarició del rostro. Se estaba acercando a ella emocionalmente, lo notaba. De nuevo, Historia tomó la iniciativa y volvió a unir sus labios con los de Ymir, acariciándole la mejilla y lentamente el cuello. La otra volvió a corresponder su beso dulcemente, casi parecía otra, disfrutando de las caricias que la pequeña le hacía por el rostro. Dejó de avanzar cuando ya la tenía sobre las almohadas y metió una mano bajo su camisón, recorriéndola desde las piernas hasta su esbelta y minúscula cintura. Sus largos dedos la recorrieron hasta su esternón, pasaron por sus clavículas y finalmente volvió a amasar con atención uno de sus pechos y luego el otro, todo ello sin cortar el beso. Historia suspiró y abrió los ojos, tragó algo de saliva. Le daba cierto temor que en cualquier momento Ymir perdiera los papeles, no quería que le hiciera daño, y tampoco pretendía llevarle la contraria. Pero la había estado viendo lo suficiente para saber lo que le gustaba, así que se armó de valor para hacer una sugerencia.

—¿Te gustaría que las apretara y pasaras tu pene entre ellas?

Ymir abrió los ojos y bajó instintivamente la mirada a sus pechos. Asintió, y esto pareció activarle una tecla. Se alejó sólo para quitarse toda la ropa que llevaba encima. Las botas, los pantalones y bóxers y una camiseta de diario, el sujetador se lo dejó puesto simplemente porque no le prestó ni la mínima atención.

Historia suspiró por lo bajo, siempre le impresionaba verle el miembro tan gordo que tenía entre las piernas, parecía que nunca se iba a acostumbrar. Se incorporó unos centímetros y se volteó para buscar algo de lubricante en los cajones, pero antes de que su mano se metiera en alguno Ymir la agarró de la muñeca y la postró de nuevo en la cama, mirándola desde arriba. Escupió una gran cantidad de saliva que cayó en gran cantidad en el valle de sus pechos. Enseguida se subió encima de ella. No dejó caer todo su peso sobre el vientre de Historia, pero sí lo suficiente para apoyar su largo pene entre sus tetas. Historia bajó la mirada y se lamió la mano, atrapando por sorpresa el glande para estimularlo, haciendo un breve vaivén con la mano. Notó que el abdomen de Ymir se contrajo al sentirla, la oyó suspirar.

—¿Así te gusta…? —dijo, consciente de que estaba llevando un poco más las riendas que las otras veces. Ymir se relamió el labio, realmente le apetecía hacer de todo en ese momento, incluso embestirla a traición, pero la idea que le había dado la puso tan encendida que le quitó la mano de su miembro y le condujo tanto esa como la otra a cada uno de sus pechos.

—Apriétatelos.

Cuando la tuvo como quiso se irguió suavemente poniendo la espalda recta y empezó a mover suavemente la cadera de adelante a atrás, con los ojos inyectados en la imagen de sus pechos. Las manos pequeñas de Historia se apretaban fuerte contra ellos, notando así una increíble suavidad al hacer las embestidas, pero suficientes para sacarle y esconderle la punta. Historia sentía pequeños golpecitos del húmedo glande contra su mentón y en una de esas sacó la lengua, tratando de lamer el orificio cuando Ymir echaba la cintura hacia adelante. Le costaba más de lo que creía estando tumbada. Historia le sonrió un poco desde su posición, pero Ymir no apartaba la mirada de aquella penetración entre sus pechos. De pronto oyó un gemido ronco y la notó aumentar bruscamente de velocidad, moviéndose encima de ella con más fuerza.

Sus cuerpos se conectaron por el sudor al minuto, seguramente su saliva ya se habría secado, pero su transpiración facilitaba continuamente ese vaivén. Historia notaba que tenía el miembro muy duro. Le metió su dedo pulgar en la boca, lo que la tomó por sorpresa, dando un gemido breve al recibirlo. No contenta con aquello cambió el pulgar por dos largos dedos, buscándole la garganta con ellos, Historia aquí aguantó menos y desvió la cabeza al tener una arcada sutil.

—Chúpalos. —La oyó decir. Historia obedeció y movió la cabeza en un vaivén rítmico, impregnando sus dos dedos de saliva. En ese punto Ymir dio una bocanada corta de aire, que no exteriorizara gran parte de sus sentimientos no significaba que aquello no la estuviera  volviendo loca. Estaba muy, muy excitada, la petición de Historia le puso el vello de punta. Siguió moviendo el cuerpo para darse placer sobre sus pechos, mientras Historia sentía  que su propia saliva salía de entre sus labios cuando le quitó los dedos. Queriendo o sin querer, al final la morena dejó gran parte de su peso caer sobre el pequeño cuerpo de la otra y apretó con ganas sus tetas, penetrándolas fuerte y violentamente, sin parar, mucho más rápido que antes. A Historia la vagina se le contraía sola, sentía perfectamente que soltaba humedad de forma continua, excitada. Oyó a la alfa dar un jadeo más ronco y nervioso, entrecortado, haciendo que la rubia se sintiera tremendamente poderosa. La estaba haciendo gemir y ni siquiera notaba dolor. Era increíble ver el rostro ceñudo de placer de Ymir, nunca la había oído gemir así. De pronto paró de moverse y se puso de pie, agarrando a Historia del pelo y arrastrándola afuera de la cama.

—¡Ah! ¡Ymir…! —se quejó adolorida al no esperárselo. Ymir la controló a base de tirones de pelo hasta que Historia entendió que quería que se arrodillara frente a ella. Se abrazó a uno de los muslos de la morena mientras ésta se masturbaba con mucha fuerza, como siempre que estaba al límite. Al verla desde abajo, Historia la vio con los ojos cerrados y muy nerviosa. Pero de pronto sí que bajó la mirada. Ymir arrastró un suspiro pesado observando cómo un fuerte chorro de semen cubrió la mejilla de la rubia. Ella misma apuntó a un sitio y a otro, hasta llenarla por completo. Historia dio un quejido inesperado, cada vez que intentaba apartarse Ymir tiraba con mucha dureza de su cabello obligándola a quedarse ahí y recibirlo todo encima. El semen estaba caliente, y notaba cómo le bajaba por el cuerpo. Cuando acabó, Historia se puso en pie y corrió al baño, limpiándose y enjabonándose el rostro, la había bañado entera. Tuvo que limpiarse sus senos, bastante cantidad les había resbalado desde el rostro también.

Cuando se viene no se puede controlar, me ha regado entera…

Al volver a la habitación vio a Ymir tendida bocarriba en la cama, su vientre se movía pesadamente, como si hubiera corrido una carrera. Cuando fue a la cama la miró desde el borde y sonrió un poco.

—¿Te ha gustado…?

Ymir se quitó el antebrazo con el que se tapaba el rostro y la miró, aún respirando fuerte.

—Sí.

—¿Te ha gustado mucho…? —Historia tiró de su brazo para instarla a erguirse, sin motivo aparente. Ymir se sentó en la cama y apoyó los pies en el suelo, sin levantarse. La miró a los ojos y sonrió un poco, haciendo que Historia notara un cosquilleo en el estómago.

—Sí, me ha gustado mucho —respondió. Al ver ruborizarse a Historia la morena se levantó frente a ella y se agachó a tomarla de la cintura, cargándola en dos segundos y aferrando las manos a sus nalgas para sostenerla. En esa postura, pegó la espalda de Historia en la pared y escondió el rostro en su cuello, empezando a succionarle lentamente una porción de piel.

—Ymir, yo te…

Ymir apretó la succión y le marcó un chupetón con mucha dureza, usando hasta los dientes. Succionó hasta que Historia trató de apartársele, momento en el que «reparó» el daño con una lamida. Historia era consciente de que si la morena quisiera, podía hacerle mucho daño. Ya lo había visto con sus ojos. Al subir la mano a la zona donde le hizo el chupetón notó la piel levantada y algo abultada, y le dolía muchísimo. Pero luego, viendo cómo la tenía cargada, sentía que no podía enfadarse con ella.

—No pensaba pasar esta noche contigo. —Dijo Ymir, haciendo que Historia la mirara con toda la atención del mundo. Se tomó su tiempo para continuar. —Siento haber desconfiado de tu regalo.

Ymir, la gran alfa, pidiéndole perdón. No tenía por qué hacerlo, pero ahí la tenía. Historia la miró con ternura y la acarició del rostro despacio. Negó con la cabeza restándole importancia.

—Sé quién eres… entiendo que desconfíes de tu propia sombra.

Ymir la miró fijamente y poco a poco la bajó al suelo, dejándola en pie. Ella se sentó en la cama y se acercó sus bóxer. Historia se acercó a ella, susurrando.

—¿No podemos dormir juntas?

—Sí. Me quedaré. —Asintió despacio, y se quitó el sostén para dormir más cómoda. Historia sonrió tremendamente satisfecha, aquello de esa noche sí que le era un avance. 

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