• nyylor@gmail.com
  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 6. La hora del té


<<La custodia de hijos nacidos entre un alfa y un beta es siempre enteramente del alfa. Tienen el poder de decidir qué será de ellos hasta la mayoría de edad.>>

Habitación de Petra (unas horas antes)

Frente a su lienzo, la chica pelirroja concluía su última obra al óleo. Tenía el dormitorio plagado de sus propios cuadros, todos ellos preciosos y muy variopintos, y todos ellos con su propio significado. La conexión bioquímica con su propietaria la había estado torturando todo el maldito día desde la discusión en el desayuno, que involucró a Historia. Las magulladuras de la cara no eran nada para ella, ya estaba acostumbrada. Tenía una distorsión del amor tan enfermiza que lo único que la traumaba era que Ymir aún no la hubiera reclamado, ya había pasado más de un día. Por su forma de ser -que ella conocía bastante bien- no le cuadraba que aún no hubiese venido a pasar la noche con ella… creyó que el enfado sería pasajero. Desde que Historia llegó a la casa parecía que todas las atenciones iban a esa maldita mocosa que nada tenía de especial. Pero lo cierto era que, cuando Petra estaba a solas, se sentía mal por dirigirse a ella con tanta severidad. Ni siquiera hablaba ella, sino algo dentro de su cuerpo que vivía acongojado porque Ymir la quisiera. Le jodía no ser ya la «última incorporada», ahora la joven era la única menor de edad que había en la mansión… y esa era Historia Reiss.

Cuando terminó su cuadro fue a lavarse las manos y se miró en el espejo, suspirando largamente. Llevaba tanto tiempo encerrada en la villa que ya ni siquiera deseaba ver el mundo exterior más allá de las interminables parcelas de campo de la mansión. No deseaba comprar nada porque todo estaba en la casa ni tampoco deseaba hacer más amigos. Miró el reloj de pared: se hacía de noche otra vez. Ayer, Ymir había lanzado a la rubia contra el aparador del hall, y a ella le había meado encima. No es que esperara que volviera con prontitud a reclamarla… pero no quería que tardara más o empezaría a pasarle factura a nivel físico, lo sabía. No sabía estar sin ella. Petra había desarrollado una lamentable conexión de por vida, cuyo pronóstico era fatídico en los terrenos sociales. De hecho, cada año estaba más cerrada en sí misma. Pieck Finger era suertuda según ella, porque al ser la primera beta de Ymir y la mayor de todas, tenía una confianza con la pecosa que el resto no habían tenido tiempo de desarrollar. Seis años con Ymir… Pieck comentó que a los catorce años, su alfa perdió la virginidad con ella, y sabía perfectamente que eso para Ymir era especial por muy dura que pareciera. Además, Pieck era la única que podía permitirse salir sin escolta por la calle.

Su cabeza maquinaba todo el día con cosas que estuvieran relacionadas con Ymir, sin parar. Era una obsesión. Las pocas veces que estaba lúcida lloraba, viéndose encerrada en su propio laberinto mental donde todas las paredes tenían el rostro de aquella mujer. Una parte de ella aún sabía que era malsano. Miró el reloj de nuevo: sólo cinco minutos. No era tan tarde, pero el sol se ponía cada vez antes por la estación. Oyó ruido en el pasillo. Contó los segundos pertinentes y abrió muy despacio, asomando la cabeza: Ymir abría la última puerta del dormitorio de Historia. Parecía que a pesar de haberla lanzado contra el aparador seguía queriendo meterle la polla.

—Será hija de puta… cómo te odio, joder. —Bufó hirviendo por dentro, insultando a Ymir por lo bajo. La rabia se le acumulaba en la garganta como un jodido cáncer cuando experimentaba los celos.

Salió de su habitación y subió a la tercera planta. La puerta siguiente al despacho de su propietaria era la habitación de Finger. Tocó suavemente con los nudillos.

Dormitorio de Pieck Finger

Se unió al té que tomaban Pieck junto a Riko. Pieck ofreció amablemente todos los sabores que tenía en su cajita de infusiones, pero la pelirroja sólo se contentó con el primero que alcanzaron sus dedos.

—Té negro, como tu mente hoy —dijo calmada mientras se lo preparaba. Petra se echó en su cama, suspirando largamente.

—Está con esa maldita enana, que parece una niña.

—Es una niña, cariño. Legalmente está aún en la adolescencia.

—Es una zorra.

Riko miró a Pieck como si reprochara en silencio la actitud de Petra, pero la de pelo azabache se limitó a curvar una sonrisa la mar de pacífica.

—Bueno, Petra, sé que estás pasando por algo doloroso. Pero piensa que Ymir te tiene muy presente. Mencionaste hace unos días que te había propuesto ir a la candidatura de Erwin, ¿no?

—Después de lo que pasó ayer en el desayuno, lo dudo. —Bufó cabreada. —Y lo que me quema es que si la enana le chupa bien la polla esta noche, seguro que se lo pide a ella. Y a mí que me den.

—Se está enamorando. Seguro que lo hace —rio Riko, con algo de maldad. Dio un largo sorbo. —Qué genial te salen los tés, maldita sea.

—Chicas, ¿podríais dejar de hablar de mamadas y de Ymir en mi habitación? Sino, os echaré a las dos. —Dijo Pieck con el mismo tono tranquilo. Petra observó a aquella mujer. Tenía unos ojos enormes y oscuros, y la piel tan blanca como el papel. También un cuerpo de escándalo y los pechos grandes que a Ymir tanto le atraían.

—Pieck, ¿cuántos años cumpliste el mes pasado?

—Veintiséis.

—¿Y cuándo fue la última vez que te reclamó en la cama?

—Eso es algo íntimo entre ella y yo. Siempre te lo digo. Además, no deberías preguntar cosas cuya respuesta te hará daño.

Riko puso una mueca al oír la conversación de sus compañeros y bebió otro trago.

—Yo llevo unos días encontrándome mal a la hora de comer. —Comentó. —Llevo evitando tener sexo con ella casi una semana.

Petra se mordió los labios por dentro, reflexiva. Quizá no estaba todo perdido.

—Pieck… ¿cómo sabes que la enana se está enamorando? ¿Has hablado con ella? —preguntó, cambiando de tema.

—No la conozco demasiado, pero se le nota. Sinceramente, dudo que se haya enamorado antes. Esta va a ser su primera vez en todo y… bueno.

Riko y Petra guardaron silencio, oyendo con atención. Sabían perfectamente que la experiencia de Pieck, que encima era más mayor que la propia Ymir, era clave para entender a la alfa.

—Pero Ymir le acabará pegando en cualquier momento y la ahuyentará.

Pieck frunció un poco los labios al oír a Petra. Asintió despacio.

—Va a sufrir. Eso es inevitable. Es muy buena y algún palo se va a llevar.

—Pues como nos lo llevamos todas —terció la rubia.

Pieck volvió a llenar de té la taza de Riko, y seguidamente sirvió más agua caliente. Al acabarla, tocó el botón y activó el mondaplatos, para que Nikolo les trajera más agua caliente desde la cocina.

—Ymir se quedó sola con seis añitos —recordó Pieck. —Sus tíos la educaron a su manera y obviamente, pudiendo tener siempre lo que ha querido cuando ha querido…

—¿Creéis que si la hubiera criado su padre hubiera salido mejor? —dijo Petra, subiendo los pies a la cama de Pieck, que se los tocó un par de veces para advertirla de que los quitara. La chica se sentó en el borde de la cama para descalzarse, pero siguió hablando. —Yo creo que hubiera crecido mucho peor.

—Dicen que era bastante cabrón —asintió Riko.

—Riko, sinceramente, ¿tú ves a Historia siendo buena chica? Yo creo que es de las que se callan la maldad y la guardan. Luego son las peores.

—No —atajó Pieck. —No es mala. Otra cosa es que pierda aquí toda la inocencia con el paso del tiempo. —Suspiró, frotándose uno de los párpados. —Pero es tan cute…

Petra puso los ojos en blanco.

—Sí, super cute…

—¿Sabes que Historia admira mucho tu destreza frente al lienzo, Petra? —Pieck sonrió mirándola, y contempló que la pelirroja por fin cambiaba de expresión.

—¿En serio…? ¿Te lo ha dicho ella?

Finger asintió. Riko sonrió.

—Es cierto, yo también estaba. Dijo que quería decírtelo, pero justo en ese momento bajabas las escaleras y la miraste como una perra asesina —partió a reír, acomodándose sus gafas.

—Sí. Puso una carita…

—Porque me pone enferma —musitó Petra. —Espero que le pegue y la asuste, así con suerte se escapa y su contrato se quiebra.

—No digas eso, ¿vale? Ni siquiera piensas así. No lo digas más, Petra. —Pieck la miró fijamente, haciendo a la otra tragar saliva. Sabía que en el fondo, lo que hablaba era su maldita inseguridad.

—Lo siento. Me da… rabia que haya venido la última. Sólo es la… maldita novedad, tengo que rezar para que este odio que le tengo cese.

—Te lo he dicho mil veces, lo que deberías hacer es hablar con Ymir seriamente y decirle que necesitas una terapia. Si quieres puedo hablar yo con ella y…

 Si quieres puedo hablar yo con ella y

—No, Pieck. No.

—Sólo es una cría, y tiene pinta de venir por presión familiar —añadió la de pelo oscuro. —Lo menos que podemos hacer es tratarla bien y hacerla ver que puede contar con nosotras. Y eso va por las dos. —También miró a Riko al decir aquello, todos en la casa sabían que era bastante desapegada al principio. —Por cierto, dijo que por la noche me traería una cosa que le presté.

Riko elevó los hombros. De pronto Nikolo les subió a través del mondaplatos más agua caliente, y Pieck sonrió dando palmitas.

—¡No seas rácano y sube galletas también! —gritó Petra a través del conducto, acercándole a Pieck la tetera.

—¡Ya es tarde, chicas, a la cama! —gritó riendo Nikolo, su voz llegó como un eco. Las muchachas rieron y cerraron el conducto, dispuestas a disfrutar de la última ronda de té.

—¡¡Es cierto!! ¡Ya mismo es medianoche! ¿Cuánto llevamos aquí parloteando?

—Yo no tengo sueño, Riko. ¿Tú sí? —preguntó la pelirroja, a lo que Riko negó. Pieck llenó de infusiones las distintas tazas y sirvió, cuando de repente sonó tímidamente la puerta.

Riko dio un saltito del sillón en el que estaba y le bajó el volumen a la música. Miró a sus compañeras y abrió la puerta despacio. Historia alzó la mirada y al encontrarse con alguien que no era Pieck pareció tener un respingo, las mejillas se le pusieron rojas y ocultó un objeto en el bolsillo del albornoz.

—Historia, ¿todo bien?

—Hola… sí, ¿está Pieck?

—Déjala pasar, mujer. —Rio suavemente la de pelo negro, levantándose y acercándose a la puerta. Historia pasó al interior y la miró sonriendo.

—Perdona las horas, vi que había luz bajo la puerta y llamé. ¿Interrumpo? —miró a ambas y luego a Petra, que no levantó la mirada de un mechón de pelo que se estaba acariciando. Al verla tan poco receptiva dirigió rápido los ojos azules a Pieck.

—No interrumpes nada, quédate con nosotras. ¿Quieres un té calentito? —Pieck se inclinó a ella y la frotó de los hombros, con cariño. Historia se quedó mirando la tetera, se le antojó, pero al ver de nuevo a Petra se lo pensó dos veces y se giró hacia Pieck, bajando un poco el tono de voz. Se sacó del bolsillo del albornoz un tubo de lubricante.

—Al final ni me ha dado tiempo a usarlo… pero gracias. Toma. —Le pasó disimuladamente el producto, aunque Petra llegó a verlo. La pelirroja sonrió con ironía, levantando más la voz.

—Así que habéis estado follando hasta ahora, ¿no?

—Qué… —Historia miró sonrojada a Petra un sólo segundo, muerta de la vergüenza. Petra se sentó lentamente, sin quitarle la mirada de encima.

—Confírmamelo o no dormiré esta noche, por favor. Dime si habéis follado.

Pieck seguía situada al lado de Historia, acariciándola de un hombro y dedicándole a su otra compañera una mirada muda de reproche.

—Sí —dijo Historia en un tono bajo, sin mirarla. Le daba vergüenza.

—Y vienes con esa cara de recién follada a molestarme, ¿no? Qué descarada.

—¡Petra! —Pieck frunció el ceño y se adelantó, señalándole la puerta. —Vete.

—No —la pelirroja se levantó y pasó de largo a Pieck, enfrentando a la más bajita. La fue a señalar con el dedo demasiado cerca, pero la morena le apartó el brazo a tiempo.

—Ha sido ella la que ha venido a mi habitación. Yo no la he llamado. —Dijo con un tono un tanto tembloroso la rubia, se notaba que no estaba acostumbrada a trifulcas así. Petra se adelantó más, enfadada.

—Ya veremos cuánto te dura esa cara de sobrada. Y conmigo no tienes que fingir esa dulzura. Eres más guarra y más zorra que… —Riko se metió por medio, alzando la voz.

—¡Cómo te pasas, por dios! Petra, das miedo. Anda, vámonos a tu cuarto. Vamos. —Tiró de su brazo y aunque a regañadientes, la chica caminó con ella hasta el pasillo. Siguieron discutiendo antes de alejarse, entre cuchicheos.

Pieck suspiró y dejó el lubricante a un lado.

—Historia, no le hagas ni caso, ella… no está muy en sus cabales estos últimos meses. Hey… vamos… no me llores —vio que la rubia ponía un puchero sin poder controlarlo y se sentó junto a ella en el borde de la cama, mirándola a los ojos. —Petra necesita una atención especial, no se lo tengas en cuenta.

—Entiendo que la quiera para ella. Pero no sé por qué me habla así —controló su garganta, pero igualmente una lágrima furtiva cruzó rápido una de sus mejillas. Pieck se la limpió y curvó una sonrisa un tanto maternal.

—Te tiene envidia. Y tiene miedo, eso es todo. No te preocupes porque no te hará daño, aunque no lo haya parecido… Petra es inofensiva.

Historia asintió en silencio y comprimió sus rosados labios, intentando serenarse. Pieck le colocó un mechón rubio tras la oreja y susurró.

—¿Por qué no has usado el lubricante? ¿No te ha dejado?

—No. Me lo ha quitado de las manos y ha dicho que no le gustan ni los lubricantes ni el condón.

Pieck rio levemente.

—No se dejará poner un condón en la vida. Pero el lubricante, la puedes convencer tú.

—¿Convencer…?

—Sí. —Alcanzó el tubo de lubricante y leyó la etiqueta. —Éste es de melocotón. Tú te acercas a su oído sensualmente, así, arrimándole el pecho. A ella le gustan mucho los pechos.

Historia la miró embelesada, como si fuera una preciosa maestra. Pieck era muy guapa. Mirándola a los ojos, sacó un poco de lubricante y lo untó en la punta del tubo.

—La miras fijamente y le dices que lo has visto por la tele… y dices que quieres probar. ¿Le has hecho una mamada alguna vez?

Historia suspiró, sintiéndose torpe y virginal. Negó con la cabeza.

—Pronto lo harás. Seguro, porque le encantan.

Le enseñó un poco cómo hacerlo, aunque sabía que sería inexperta a la hora de iniciarse igualmente.

—Entiendo… fu —suspiró colapsada por tanta información. —Por cierto… antes has dicho que le diga que aprendí por la tele…

—Si —asintió divertida. —Ymir tiene contratados como cien canales guarros. Y si le cotilleas la aplicación que tiene por cable, está unida a varios canales de vídeos amateur. Es su género favorito.

—Dios, es una máquina. ¿Es capaz de pasar un solo día sin que…?

—Sí, creo que alguna que otra vez pasó tres o incluso cuatro. Pero no es común. Es muy activa.

Historia suspiró largamente. Pieck se acercó a ella con una sonrisa y la rodeó con sus brazos, cálidamente. Aunque la rubia sintió un poco de dolor en su brazo cortado, se lo siguió. Se sentía protegida cerca de Pieck.

—Oye… Pieck…

—¿Sí? —se separó y la miró atenta.

—¿Crees que podría sentir amor por mí?

La de pelo negro ladeó la cabeza, no quería ser fría o demasiado directa, pero tampoco quería mentirle y que se hiciera ilusiones. Pieck tenía casi diez años más que esa cría, y sabía leer la ilusión en sus ojos.

—Puede sentir mucho cariño. Pero es una persona un poco dura. —Le apretó cariñosamente la mano. —Te gusta, ¿verdad?

Historia se sonrojó.

—Siento cosas muy fuertes cuando nos besamos… pero me da miedo que no sea recíproco.

—Lo que sí sé, es que le atraes bastante. Aprovéchate un poquito de eso.

—¿Aprovecharme?

—Sí, Historia. Sabes… —miró a la puerta para asegurarse de que Petra y Riko ya se habían marchado. —Si Ymir ha ido esta noche a tu cama, es probable que te proponga ir a la candidatura de Erwin.

—Yo creo que no… además nunca sé qué decir delante de tanta gente importante.

Pieck sonrió.

—Ve y pásatelo bien. Y ahora a dormir, que si se despierta y no te ve a su lado, se molestará.

Historia asintió más animada, aunque no creía que le propusiera aquello… hablar con Pieck la hizo sentir mejor.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *