CAPÍTULO 7. Candidatura de Erwin
<<Las mujeres alfas con órgano reproductor masculino guardan una estrecha gama de genes asociados a la violencia, neurosis, egoísmo y celotipia. Suelen ser personas impetuosas, narcisistas y además tienen un insaciable apetito sexual. Esta conducta es menos usual en hombres alfa.>>
A Ymir le sonó el despertador muy temprano. Historia separó sus párpados lentamente al oírlo. Estaba ya totalmente desacostumbrada al ruido del móvil. Movió perezosa la cabeza y se encontró abrazada a la cintura de Ymir, quien no se había despertado todavía. La noche anterior tenía una cara agotada, estaba segura de que le faltaron muchas horas de sueño después de la insufrible resaca.
—Ymir… tu teléfono… —murmuró Historia, aunque al mirar a la mujer se notaba que estaba a kilómetros de allí, profundamente dormida. Procurando hacer el menor número de movimientos se separó de ella y tomó el teléfono, leyendo la alarma. «Preparación candidatura de Erwin», así que hoy era el día. Sí que había pasado rápido la semana. La desactivó y se frotó los ojos, bostezando. Cuando volvió a mirar a la alfa inspiró despacio. Ymir tenía un rostro precioso. Siempre le había parecido atractiva, aunque incluso estando dormida apreciaba ese halo de mujer dominante y directa. Se acomodó cerca de su cuerpo sonriendo y le habló.
Ymir separó muy despacio los ojos al notar la voz, y pese a que cruzó la mirada con Historia tardó unos segundos en ser consciente de dónde estaba. Los enormes ojos azules de la rubia la miraban con un halo divertido y cercano, casi infantil.
—¿He dormido demasiado?
—No, qué va. Pero ha sonado tu alarma.
El cuerpo de Ymir dio como una convulsión rápida, alcanzando el aparato veloz como el rayo.
—Cuánto he dormido —dijo seria, desbloqueando el teléfono.
—¡Tranquila! —Historia se carcajeó al verla así y dejó caer la cabeza en la cama. La morena se relajó al ver la hora y que sólo acababa de sonar; escuchar reír sin parar a Historia hizo que la mirara de reojo con una sonrisa malévola. Dejó el móvil en la mesita y metió el brazo bajo las sábanas, acercando el cuerpo de su beta al agarrarle con contundencia una nalga. La miró divertida.
—¿Te estás riendo de mí…? —Historia dejó de reír despacio pero mantuvo su sonrisa, la luminosidad que tenía la sonrisa de Ymir la llenaba, la hacía sentir bien. Sin contestar nada aprovechó la cercanía de sus rostros y la besó, subiendo una pierna a su cintura y rodeándola con ella. Ymir se le acercó más, abrazándola y continuándole el beso poco a poco, cerrando los ojos. Ambas perdieron la cuenta de los minutos que pasaron besándose, pero lo cierto es que a Historia no le habría importado repetir el mismo round que la noche anterior. La puerta sonó despacio y ambas distanciaron sus bocas sin dejar de mirarse.
—¿Nikolo? —preguntó Historia, a lo que el rubio al otro lado de la puerta respondió una afirmativa. —Enseguida bajaré yo, no hace falta que me traigas nada. ¡Gracias!
—De acuerdo, señorita.
Ymir se quedó observando la boca de Historia, tan bonita y rosada. Cuando sus rasgados ojos la miraron de nuevo le apartó un flequillo rubio de la frente, para verla bien.
—Quiero que vengas a la candidatura de Erwin conmigo. Vendrá una modista a ayudarte con el vestido en un par de horas. Yo tengo que ir antes a hacer papeleo al banco, pero estaré para vestirme también.
—¿De verdad voy a ir contigo? ¿No era que sólo podías llevar a una?
Ymir asintió callada, continuando con las caricias de su índice sobre la mejilla de Historia. La bajita le sonrió. Aquello no le podía haber hecho más ilusión.
Al poco tiempo de que Ymir se hubiera marchado, a la mansión llegaron dos furgonetas bien preparadas tanto con los vestidos como con un pequeño equipo ambulante de manicura y pedicura. Un peluquero con el pelo de colores llevó a Historia al baño personal de Ymir, quien lo cedió para que la peinaran y maquillaran, era mucho más grande que el de las otras habitaciones. El resto de chicas miraron curiosas todas las pasarelas que hizo Historia hasta decidirse con el vestido. Petra miró en silencio, mordiéndose la lengua muchas veces para no airarse al no haber sido la seleccionada. Historia no podía guardar rencor a su compañera: ahora era plenamente consciente del dolor que se podía llegar a pasar siendo una beta que no era la favorita. Cada vez que Ymir le había hecho un desplante le hacía daño, evidentemente no quería pasar ninguna humillación ni violación pública, pero el lado bueno y cariñoso de la pecosa era algo que deseaba disfrutar. Sentía una fuerte conexión con ella que probablemente sintieran todas, y no iba a dejar pasar su oportunidad. Ymir no tardó más de tres horas en volver a casa, y al hacerlo se metió en el vestidor, curioseando qué ropa le había asignado su estilista personal. Se fiaba mucho de su criterio, le tenía las medidas bien conocidas. Nunca defraudaba.
Después, estuvieron juntas charlando todo el tiempo que dos estilistas le hicieron la permanente tanto de las manos como de los pies. Historia pidió que le dejaran las uñas de un color rosado natural. El vendaje no podría quitárselo, pero el vestido que eligió tenía mangas largas, así que nadie se lo notaría. Era un ceñido vestido negro de encaje, cuyos hermosos dibujos cubrían sus hombros, sus brazos y sus costados. El escote era redondo y acompañado de un carísimo collar de perlas. Maquillaje nada ostentoso, pues según el maquillador, a Historia le sentaban mejor los colores claros y que la hicieran parecer un ángel. Seleccionó unos tacones del mismo color del vestido, cuyo tacón era una espiral perlada y brillante. Eran tan altos, que Historia creyó llegar incluso al metro sesenta, algo que para ella era bastante. Las sombras de sus ojos era plateado y negro y el pelo un recogido con preciosas trenzas en uno de los laterales, acabado en un moño, era un look preparado para deslumbrar por sus ojos azules. Historia no podía parar de mirarse al espejo, asombrada con lo que habían hecho de ella. Todo lo que vestía era además carísimo.
Cuando la puerta se abrió tras ella se volteó emocionada y se acercó a Ymir, aunque al ser consciente de lo que vio quedó alucinada y abrió la boca.
—Ymir… se-seguro… ¿seguro que no eres más alta que tu titán?
Historia la miró enrojecida, al recorrerla con la mirada sólo pudo volver a alucinar.
No sólo es guapa, es despampanante.
—¿Voy bien? —dijo Ymir acercándose al espejo, tocándose el pelo.
Ymir tenía el pelo tan liso de forma natural que no merecía la pena arreglarle nada. Su vestido era de raso y enteramente negro, pero tenía un escote picudo que le finalizaba poco antes del ombligo. También tenía una raja lateral que dejaba ver su larga pierna, acabada en tacones enormes plateados. Fácilmente llegaba al metro noventa con aquellas plataformas. Tenía una figura perfecta para llevar un vestido tan elegante. Historia suspiró y se puso a su lado, mirándose ambas en el espejo.
—Nunca voy a ser tan guapa como tú… creo que eres la mujer más sexy del mundo. —Al escuchrla, Ymir la miró de arriba abajo, arqueando una ceja. Cuando volvió a mirarla a través del espejo la rodeó entre sus brazos desde atrás, ladeando una sonrisa traviesa de las suyas.
—Hoy vas a notar la poca razón que tienes. Te llevarás todas las miradas. Yo no deslumbro lo mismo que tú. —Historia tuvo un brillo en la mirada, ruborizándose. Ymir subió un dedo a acariciarle la mejilla. —Ve preparando el cuerpo para cuando lleguemos. Te quiero follar con ese vestido puesto.
—Sh, Ymir… te puede oír alguien.
—Me encanta que seas tan recatada. —Dijo separándose despacio de ella, dándole un pellizco en el culo al irse al escritorio. Allí se acomodó el pendiente de la otra oreja. La puerta sonó e Historia abrió la puerta, al otro lado había un chico joven de esmoquin, con el pelo rizado y oscuro. Tenía pecas en sus mejillas y los ojos color miel, hubo algo tierno de él que le quiso recordar a Ymir, pero no era más que una necesidad biológica que tenía de asociar los rasgos de las personas con su alfa. Eso se lo habían explicado sus padres. Sintió que Ymir la echó a un lado y la condujo detrás de ella, tapándola por completo para ponerse frente al chico.
—Eres el conductor, ¿no?
Ymir olió enseguida que a aquel desconocido le había gustado Historia, y le miró tan fijamente que el joven asintió rápido, nervioso.
—¡Sí! Ya es hora de marchar.
—Espera abajo. Yo no te he dado permiso para entrar en mi casa.
—Mis disculpas, no había nadie en el recibidor y pensé que el guardia estaba avisado.
El chico salió por patas de allí y bajó rápido las escaleras. Historia se asomó un poco cuando él se fue, susurrando y acariciándole el brazo.
—Qué mala… si le has dicho a los vigilantes que le dejen pasar.
—Ya lo sé. Pero no me ha gustado ese repaso que te ha dado.
Historia suspiró sonriendo y negó con la cabeza.
Fiesta de candidatura
Historia se dio cuenta en seguida de que aquel tipo de festividades era justo la otra cara de la moneda. Los jolgorios de sexo, drogas y alcohol descontrolado era lo que todos los alfas hacían, pero cuando se trataba de algo oficial y serio como la elección de un beta, siempre se acordaba de su propia adjudicación. La ceremonia fue increíblemente rápida. Erwin entró en una habitación enormemente amplia, igual que la de Ymir cuando la seleccionó a ella. Había gran posibilidad de que Erwin se fuera con las manos vacías, sin embargo, Ymir le comentó por el camino a la beta que no lo creía. Tanto ella como Erwin tenían fama de estrictos con sus selecciones, pero aun así eran demasiadas damas. Miró silenciosa cómo aquellas chicas tan atractivas, de todas las razas y colores entraban a la sala, sonriendo radiantes a su hombre. Erwin era bastante serio, pasó la mirada por cada una de ellas con cautela. La pequeña rubia miraba a Ymir de reojo. Tenía los ojos fijos en una de esas mujeres, no tenía claro en cuál, pero otra vez notó esa sensación molestia en su pecho. Era completamente incapaz de domesticar lo que sentía. Podía fingir que no se sentía mal, pero la molestia estaba. Temía ser como Petra en el futuro.
—Va a escoger a la morena —susurró Ymir inclinándose al oído de Historia. Ésta prestó atención y vio que el rubio se detuvo frente a la chica que se refería, mirándola más rato que a las demás. Después de unos segundos se marchó sin decir nada. La ceremonia concluyó.
—¿Y ya está? ¿Esto ha terminado? —preguntó asombrada Historia.
—Qué dices… queda toda la celebración por delante.
—Esa chica que ha escogido se parece mucho a la alfa Hange Zoe —comentó la pequeña. Vio a Ymir sonreír con sorna.
—Están enamorados. Pero como dos alfas no pueden tener hijos, es una historia un poco imposible.
—Qué informada que estás…
—¿Yo? Lo sé todo. De todos. De toda esta gente.
Historia rio al ver la expresión chulesca de Ymir, que siempre solía mirar por encima del hombro a casi todo el que la rodeaba.
—Pero no sabía que dos alfas no podían tener hijos.
—No producimos gametos compatibles con los de otros alfas.
—¿Y cómo se sabe que alguien es un alfa cuando son pequeños y no se pueden convertir?
Ymir caminó con Historia entre la muchedumbre, con cuidado de no arrollar a nadie. El banquete estaba por servirse, les tocó la misma mesa que Erwin. Historia no esperaba menos de alguien tan influyente como su alfa.
—Lo sabe la madre que lo da a luz. No me preguntes cómo. Quizá tú algún día me lo digas.
Historia sintió un rubor en sus mejillas al decirle eso y sonrió.
—Parece una especie de instinto materno. Suena precioso…
Ymir la miró con media sonrisa, ya sentada a la mesa. Vio cómo Historia se ruborizaba más y encogía las piernas cuando la tocó entre los muslos, bajo el mantel.
—Para… —susurró avergonzada.
Ymir dejó de hacerlo cuando le pusieron la comida por delante. Hubo varios fotógrafos en todo momento que siguieron capturando e inmortalizando momentos de ese día. Después del postre, la morena le susurró unas palabras a su chica y se levantó de la mesa, quería llevarse algunas fotos de recuerdo ya reveladas, no sólo tenerlas de manera electrónica. Cuando las obtuvo empezó a pasarlas una a una, mirándolas entretenida. Eran todas bastante bonitas, pero la última la hizo quedarse más rato mirando. Historia y ella salían abrazadas y sonriendo a la cámara con mucha naturalidad. La rubia parecía un ángel.
Cuando se guardó las fotos en un sobre, una chica la tocó del hombro. Al girar la cara se topó con una muchachita de baja estatura, de ojos azules y el pelo largo, moreno. Ymir la miró seria, esperando que hablara.
—Perdona, tú… eres Ymir, ¿cierto?
—Sí.
—Me preguntaba si puedes ayudarme a sacar mi coche del aparcamiento… el tuyo está en medio.
—¿Quién eres tú? —se giró Ymir, mirándola de arriba abajo.
—Una beta que no ha sido seleccionada, me temo —la de piel dorada ladeó la cabeza y buscó en su bolso el contacto de su coche. Salió con la chica al exterior del recinto, ya prácticamente se había hecho de noche entre tanta fiesta y ratos interminables de charla. El todoterreno de Ymir estaba aparcado en mal lugar. Para sus adentros maldijo a aquel estúpido, al que sin duda no pensaba pagar un centavo. Al desbloquear las puertas y sentarse en el asiento copiloto Ymir fue a bajar el freno de mano, pero dejó la mano parada en el aire, reflexiva. Lentamente retiró la llave del contacto y volvió despacio la mirada a la chica, saliendo del coche. La muchacha dio un paso atrás, algo insegura al verla salir sin mover su vehículo.
—¿Cómo sabías que este coche era mío?
A la chica se le empequeñecieron las pupilas de repente, como sintiendo un escalofrío. Ymir cerró la puerta del coche de un portazo y caminó lento hacia ella, mirándola fijamente.
—Me lo dijo un… guardia.
Ymir frunció el ceño y acortó más distancia con ella amenazante, pero entonces la de pelo más oscuro miró a otro lado, con una expresión triste.
—Perdona. Sé quién eres. Sólo… quería hablar contigo. A mí siempre me han gustado las mujeres como tú, y sé que eres una alfa ocupada pero… conozco todo de tu vida.
—Ya me acuerdo de ti. Estabas en mi última candidatura.
La chica asintió y sus ojos desprendieron un brillo de ilusión.
—¿Te acuerdas de mí…? ¿En serio…?
—Ahora sí.
—¡Bien! —sonrió ilusionada, pegándose a ella. Ymir guardó las distancias y no la tocó, por lo que la chica bajó las manos, respetando su desconfianza.—Perdona… supongo que ya no necesitarás más betas…
—No, no necesito ni quiero más betas.
La chica asintió y se rascó la nuca, un poco avergonzada.
—Bien, perdona… entonces lo mejor será que me vaya.
La desconocida, porque ni siquiera sabía su nombre, se dio media vuelta y quiso empezar a correr, pero Ymir la agarró con contundencia del brazo y la chica se giró sorprendida, mirando su mano.
—No vas a ser mi beta. Pero no me importa follarte en ese callejón ahora.
La chica frunció el ceño y miró el callejón un poco indignada. Aquello no bastaba. Negó despacio con la cabeza.
—Soy virgen. No voy a perder la virginidad por satisfacerte cinco minutos.
Ymir la soltó y pasó de largo, ignorándola por completo. La chica la miró enfadada.
Después de la cena, del postre y una sesión de baile que a Historia le dejó los pies derrotados, los alfas invitados fueron marchándose poco a poco. Erwin invitó absolutamente a todo a Ymir, pues eran muy amigos, pero la rubia estuvo atenta a las copas que se fue tomando la morena y sutilmente se las iba quitando, haciéndolas «desaparecer». Fue su mediocre estrategia para que no terminara tan mal como otras veces, y como estaba tan entretenida jugando al póquer y luego bailando, no se percató y pudo pasárselo igual de bien sin alcanzar la embriaguez.
—¡Ymir! —Eren Jaeger se acercó corriendo a las chicas, algo preocupado. Ymir paró de bailar un poco cansada y al no encontrar su copa se acercó la botella fría de agua, dándole largos buches mientras miraba de reojo a Eren. —Ymir, tu coche… ¿llegó roto?
La morena lo miró fijamente y negó. Pero no se quedó ni a preguntar. Caminó rápido a la salida, seguida de Historia, de Erwin y de la beta pelirroja de Eren. Historia suspiró impresionada al ver que el coche estaba rayado; tenía el parachoques a medio colgar y una abolladura en una de las puertas traseras.
—Zorra… —masculló Ymir en voz baja, sintiendo un poco de rabia.
—Basta, Ymir. No quiero un numerito en mi candidatura, los invitados ya se están yendo a casa —dijo Erwin tocándola del hombro. Historia estudió la mirada de Ymir, que parecía estar en un punto fijo. Cuando la rubia siguió la trayectoria vio a la chica morena mirándola con una sonrisa burlesca.
—¿Has sido tú, Sandra? —preguntó Jaeger, atrayendo a la chica del brazo. Ymir permaneció en silencio, no quería darse mucha cuerda porque sabía que podía estropear una fiesta que hasta el momento había sido muy agradable.
—¡No, claro que no!
—Mírale la llave. Todavía tendrá la pintura blanca. —Dijo Ymir en un tono lúgubre, acercándose a una de las líneas rayadas de su todoterreno blanco. Eren le requisó el bolso y la beta empezó a intentar tomarlo por la fuerza, cosa que hizo que Eren apretara los labios y la apartara de un empujón. Los alfas podían hacer lo que quisieran con los beta. Pero si lo que decía Ymir era cierto, aquella beta había ido muy lejos de sus posibilidades. La evidencia fue clara: la llave tenía restos de pintura blanca desgranada al haber rayado el coche. La chica se puso a lloriquear, señalando a Ymir.
—Llevo años queriendo estar con ella, ¡y lo único que me ha ofrecido es hacerlo en un callejón!
Historia alternó la mirada entre la chica e Ymir, que miraba a la tal Sandra con auténtica pasividad.
—Si te vuelvo a ver te meteré en la cárcel —dijo la pecosa, subiendo al coche sin mirar a nadie. —Historia, sube.
—Por lo menos te haré pasar por el taller. Te he jodido. ¡Y me alegro! Con lo borde que eres, ¡seguro que ahora te explicas por qué Sasha quería robarte! Es lo único bueno que tienes, EL DINERO.
Erwin y Eren abrieron los ojos impresionados ante semejante desfachatez, aquella chica parecía muy mona hasta aquel momento. Ymir salió del vehículo violentamente y avanzó hasta ella. Cargó el puño en su dirección pero Historia se puso en medio, mirándola preocupada.
—¡No! Ymir, vámonos… por favor… no hagas una estupidez.
Erwin apretó los puños viendo la sonrisa malévola y nerviosa de aquella beta insolente. Menos mal que no la había seleccionado. Sandra se fue corriendo, más asustada que contenta, e Ymir tuvo un segundo arranque de ir tras ella, pero Historia se quedó en medio, entorpeciéndole el paso.
—Vámonos y hablamos. Ymir, por favor…
La morena siguió con la mirada en el camino por el que Sandra se había marchado, pero al poco dejó de mirar y se subió al coche despacio. Erwin negó frustrado con la cabeza y Eren pidió a uno de los guardias que si veían a Sandra se la llevaran al calabozo. A partir de esa noche, sería una beta non grata. Ymir tenía los labios fruncidos, dio un golpe en el salpicadero y encendió rápido el motor. Historia la tocó del hombro, mirándola con todo el tacto que pudo.
—Ymir, esperemos un poco a que se te pase ese mal humor… no conduzcas enfadada.
—Has visto lo que le ha hecho a mi coche.
—Es un coche. Tienes dinero para arreglarlo.
—Eso no me importa una mierda, ¿¡estamos!? —la rubia tragó saliva al notar que la ferocidad iba en aumento y que podía ser contra ella en cualquier momento. No quería pagar platos rotos, pero tampoco quería que condujera así. Cerró los ojos tomando algo de valor y trató de tomar su cara entre las manos, pero Ymir se las quitó de un manotazo y arrancó bruscamente, propulsando el vehículo a gran velocidad sobre el asfalto. Historia se apretó contra su asiento y miró asustada al frente, viendo que la morena zigzagueaba entre todos los vehículos para aumentar la velocidad e ir más y más rápido. Odiaba la velocidad. La odiaba. Siempre le había dado miedo, desde que su hermano mayor tuvo un accidente haciendo cabriolas estúpidas en la carretera.
—No puedes conducir así, para un momento y hablemos. Ymir, hablo en serio.
Ymir tuvo que dar un brusco frenazo al no tener espacio para seguir adelantando, pero aceleró en vacío para incitar al de delante que se apartara de su camino. Algunos coches que no la reconocieron empezaron a pitar cabreados pero la morena se salió del camino para adelantarlos por el caminito lateral de tierra, siguiendo por allí su peligrosa travesía.
—¡Ymir! Maldita sea… —susurró lo último, viendo que volvía a incorporarse al carril y volvía a acelerar, más, y más… no quería mirar los kilómetros por hora que llevaba pero pronto dejó de ver los coches laterales, que se convirtieron en una nebulosa rápida. No sabía cómo no habían muerto aún a semejante velocidad. De pronto dio un grito cuando Ymir volvía a frenar en seco. Tenía buenos reflejos, logró ver un camión que se les iba a interponer justo a tiempo. Historia apretó las manos en el asiento y la miró de reojo.
—Vete al claro del bosque, por favor. Tengo que decirte algo importante.
Ymir esperaba en la carretera, sin mirarla, a que el camión tan largo pasara para continuar con su salvaje conducción.
—Te lo pido por favor…
—¿Vas a dejar de hablar, o te tengo que cortar la lengua? —la interrumpió de malas formas, lanzándole una mirada de desprecio.
—Córtala cuando te lo haya dicho —tenía que convencerla como fuera, sino, jamás lograría calmarla. —Podrías hacerme caso… aunque fuera una única vez en tu vida.
Ymir la miró unos segundos y apartó el coche de la carretera, abandonando el camino vial para meterse en el del bosque. Allí se notaba que no entraba nadie. Avanzó un poco más entre la maleza, el todoterreno tenía las ruedas tan grandes que podía ir sin problemas, cualquier otro vehículo se habría quedado retenido. Echó el freno de mano y la miró sin hablar, esperando que le dijera lo que tenía que decirle. Historia tragó un poco de saliva y adelantó su brazo al contacto del coche, apagando el motor. La miró muy seria a los ojos.
—¿Cuál es el problema, Ymir? ¿Qué te ha rayado y abollado el coche? ¿Es por eso que te da igual matarnos?
Ymir puso los ojos en blanco y adelantó la mano al contacto, dispuesta a retomar el camino a casa. Pero la rubia puso rápido las manos sobre sus mejillas y la hizo mirarle, de cerca. Sonrió con la dulzura que pudo y suspiró.
—No irás a decirme que te crees eso que ha dicho… vales mucho más. Sé que sí… yo puedo ver a través de esos ojos.
La morena le devolvió la mirada, ligeramente sorprendida. No sabía exactamente qué pretendía con aquello.
—Si supieras lo que te quiero… no me harías pasar por esto —prosiguió la rubia, poniendo una mirada de preocupación. Ymir evadió su mirada pero le volvió a insistir, dirigiéndole el rostro a ella. —¿Te da miedo que te quiera?
—No —respondió por lo bajo.
—¿Y de verdad ibas a hacerlo con ella ahí mismo?
—Sí. Si se dejaba, sí. —Contestó Ymir, tan cortante como siempre. En ese momento Historia tenía varias opciones por delante, pero recordó lo mal que le sentaba a su propietaria que le mostraran celos, sólo era una beta… no le correspondía sentir celos. Se preguntó si existiría alguna manera en el mundo de que un alfa prestara toda su atención a un beta sobre los demás, que fuera… fiel. ¿Sería un imposible?
—Está bien —suspiró la más baja, sonriendo delicadamente después. —Aun así… yo… he logrado ver a través de ti. Sé que eres buena… y que no puedo cambiar unas costumbres jerárquicas de la noche a la mañana. —Ymir la miró igual de fijamente que Historia a ella, pero sólo entendía los significados de sus frases a medias. Bajó una mano al muslo de la morena y dirigió la boca a su oído. —Pero eso no quiere decir que no lo vaya a intentar con todas mis fuerzas.
Ymir permaneció en silencio al oírla, pero notó un fuerte escalofrío cuando Historia metió la mano a través de la raja lateral del vestido, apretando la palma contra su entrepierna. La mirada le cambió en seguida. Historia sabía que trastocar la mente de una alfa mediante las palabras, y más con alguien tan seria e infranqueable como Ymir, iba a ser muy complicado. Tenía que utilizar sus cartas a su manera, eso era todo. Le mordió el lóbulo del oído suavemente y se pegó a ella como pudo, notó que había optado por un tanga ajustado, así que sólo tuvo que tironearlo de un lado para liberar el miembro de Ymir. Le remangó el vestido hacia arriba aprovechándose del corte de la tela, pero cuando lo subió, la mano de Ymir le rodeó la muñeca. Historia subió la mirada a ella.
—Qué estás haciendo. —Preguntó la morena.
Historia la siguió mirando fijamente y a pesar de tenerle la muñeca retenida movió su mano hacia su miembro, empezando a acariciarlo lentamente. El cuerpo de Ymir no mentía, la estimulación fue tan inesperada que no tardó ni cinco segundos en sentir como se le empezaba a endurecer.
—¿No quieres que siga…? —la cuestionó la rubia. Ymir se relamió los labios tratando de pensar rápido. Había estado tan enfadada hacía unos segundos… pero al verla tan de cerca y oírle decir todas esas cosas no supo cómo reaccionar. Historia la miraba esperando una respuesta, pero volvió a mover la mano lenta y cuidadosamente sobre su miembro y esta reanudación hizo que Ymir cambiara de expresión, dando sin querer un suspiro hacia dentro. Historia sintió que el agarre sobre su muñeca ya no tenía ninguna fuerza, así que lamió rápido su palma de la mano sin dejar de mirarla, y la bajó. Al tocarla ahora sintió que su tronco se tensaba enseguida y el glande se hinchaba por la humedad. La pecosa apartó la mirada de ella y la bajó a lo que hacía, excitada. La rubia quería seguir comandando la situación, así que sin que la otra se lo esperara se pegó a sus labios y le dio un beso jugoso y pasional, introduciendo su pequeña lengua en la boca contraria. Oyó que la boca de Ymir gemía hacia dentro, más por la impresión de semejante excitación que otra cosa. Su lengua contestó a la de Historia, rozándolas continuamente, mientras la pequeña no dejaba de masturbarla lentamente. Cerca de un minuto, que a Ymir le pareció el paraíso, fue lo que duró el beso. Historia se separó de su boca con dos hilos de saliva conectados a la boca de la otra.
Le sonrió inocentemente y enseguida se acomodó como pudo entre su asiento y el reposabrazos que había entre medias. Dejó las rodillas flexionadas en su asiento copiloto y agachó la cabeza hasta el miembro de Ymir. No tardó ni dos segundos en empezar a hacerle una mamada, y oyó un suspiro quebrado de la morena, que tampoco se esperó aquello. Historia quería impresionarla, destacar, y lo estaba consiguiendo. Pero no era tan desvergonzada como otras betas: no podía mirarla a los ojos mientras se la chupaba porque eso sí que la mataría de vergüenza. Se concentró con los ojos cerrados en su miembro, ni siquiera era capaz de llegar a la mitad. Ciñó los labios húmedos sobre su glande y poco más abajo, moviendo la cabeza en un vaivén suave. Ymir soltó un gemido de placer sin poder contenerse, cosa que satisfizo a Historia, pues no acostumbraba mucho a oírla gemir en sus encuentros. Historia trató de usar la lengua desde dentro y la apretó contra el frenillo de su glande, seguidamente presionando en su orificio cada vez que volvía a metérsela adentro. Reposó sus pequeñas manos en el asiento piloto, cuando de repente, sintió el suave motor del coche y que Ymir estaba conduciendo despacio, dándole a los pedales. Historia se echó despacio hacia arriba pero Ymir no permitió que dejara de chupársela. Acarició su cabeza para instarla a continuar, y bajó el tono de voz.
—No pares. Voy a meterme bosque adentro.