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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 9. Una necesidad

<<Los combates a muerte entre alfas enemigos excluyen la conversión en titán por considerarse métodos de lucha deshonrosos.>> 

Riko, Historia, Petra, Mikasa, Thomas, Pieck, Mina Carolina y Nifa habían estado las tres últimas tardes solos, pues Ymir había viajado por motivos de negocios al poco de la candidatura de Erwin. Nifa cuchicheó a Mikasa que había escuchado vomitar a Riko la última semana, noticia que perturbó un poco tanto a Historia como a Petra. Aunque Historia no lo quisiera reconocer en voz alta, su cuerpo reaccionaba negativamente cada vez que se imaginaba a Ymir teniendo sexo con otras personas, y más si había esa posibilidad de que alguna se quedara embarazada. Sabía que Ymir podía ser muy descerebrada algunas veces, pero sí, también era probable que un bebé de por medio sacaría su lado más cariñoso y atento. Y que sacara ese lado con otra beta que no fuera ella, colmaba a las dos de celos. No pudo dormir la noche anterior al ginecólogo, Riko tenía cita con urgencia para determinar si estaba embarazada. La chica había asegurado por activa y pasiva que sólo era un malestar por consumir lácteos, pues era intolerante, pero que llevarla al ginecólogo era extremista. Como los vómitos duraron más de tres días, Ymir exigió una revisión y ya no hubo nada más que discutir.

A la mañana siguiente, Mikasa acompañó a Ymir, Moblit, Riko y al guardaespaldas al hospital. Era un centro alejado y curtido en seguridad, donde sólo las mejores familias podían costearse los servicios. La revisión no duró más de media hora. Mientras aguardaba en la entrada posterior, Mikasa daba vueltas cortas junto a Moblit, intercambiando alguna que otra frase.

—No paro de pensar en Nanaba. —Comentó de repente, haciendo que Moblit frunciera el ceño. Era un tema tabú en la mansión de Ymir hablar de aquello. Nanaba fue la única hasta el momento que había quedado embarazada de Ymir, pero al parecer la muchacha sintió que no albergaba un alfa desde el primer mes de gestación. Las discusiones con Ymir empezaron a aumentar peligrosamente de nivel, Nanaba no deseaba que su bebé creciera con ella ejerciendo de figura materna bajo sus arranques de ira. Intentó escapar varias veces, y en uno de sus múltiples intentos, uno de los guardias de la casa tiró demasiado de ella y resbaló por una abertura de la barandilla del puente. Nanaba se abrió la cabeza al caer y nunca más reaccionó. El guardia recibió una paliza de Ymir y fue despedido, y la barandilla fue reformada para hacerla más segura, de manera que ya nadie más pudiera colarse entre sus huecos. Mikasa fue testigo del accidente, pero ante la prensa jamás dijo una palabra.

—Shhh, ya van a salir —dijo Moblit, acercándose silencioso a la entrada. Riko e Ymir salieron charlando y unidas por el brazo largo de Ymir, que la rodeaba de los hombros.

—¿Y bien? —preguntó Mikasa sonriendo.

—Ya os dije que sólo era malestar, soy intolerante a la lactosa. Me equivoqué de leche y ya veis el estropicio.

—Me quedo más tranquila sabiéndolo de todos modos. Moblit, ve a comprar sus medicinas —le lanzó un papel sujeto a un bolígrafo que el chico atrapó en el aire y asintió, marchando hasta la farmacia del propio hospital.

—¿Quieres tomar algo con azúcar, Riko? Estás muy pálida aún… —le preguntó Mikasa, poniéndole la mano en el hombro. Ymir se separó un instante dejándolas solas, su móvil estaba vibrando. Cuando lo descolgó y se lo puso en la oreja oyó una voz masculina y susurrante.

—Qué chicas más guapas. La que está embarazada es la de pelo ceniza, ¿verdad?

A Ymir se le empequeñecieron las pupilas y se giró sobre sí misma, mirando a todos los ángulos.

—Quién eres. Da la cara.

—Hey, tranquila… no pretendo hacerte nada.

Ymir sintió estrés en el cuerpo Rápidamente cortó la llamada y fue hasta Rick, tomándola de la muñeca.

—Vámonos. Ya.

Mikasa frunció el ceño y miró hacia los lados preocupada, captó la mirada de inseguridad de Ymir y eso la puso también alerta. El móvil de la pecosa volvió a sonar y ésta vez se lo llevó velozmente a la oreja.

—No me cuelgues, alfa… ¿tienes miedo?

—Si haces algo a alguna…

—¿Ya vas a amenazarme? ¿Tan rápido?

Ymir apretó la mandíbula y enseguida empujó a Mikasa en dirección al coche, Moblit las estaba esperando al otro lado de la carretera ya con el motor en marcha y las medicinas compradas.

—No está embarazada —susurró la morena en voz baja, no quería que ninguna de sus betas escuchara.

—No te creo. Y es una pena, eh. Porque es tan kawai, con esas gafitas… deberías haber cruzado con ella.

Ymir abrió los ojos y dirigió aterrada la mirada a la calle que cruzaban, cuando de manera muy fortuita, un coche de alta gama atravesó la carretera a una velocidad abismal. Ni a Riko ni a Mikasa les dio tiempo a reaccionar, y tampoco a Ymir, que estaba aún más lejos. Sólo pudo ver cómo la fuerza y velocidad del automóvil chocaba con tal brutalidad contra el cuerpo de la chica más baja que salió por los aires, para caer con estrépito y el cuello torcido. Mikasa también fue atropellada, pero al rozarla de lado el impacto no fue ni una cuarta parte de fuerte y cayó rodando hacia un lado, dando un quejido de dolor. Ymir reaccionó en un segundo. Saltó escaleras abajo y en el aire se transformó en titán, rompiendo varios vehículos a su alrededor. Sus fuertes articulaciones empezaron a perseguir como una posesa al coche blanco, que se había obligado a frenar un poco el ritmo por el tráfico. Ymir aceleró y aterrizó en coche tras coche, abollando todos sus techos, para en el último clavar sus garras puntiagudas en el techo del coche de alta gama. Dio un grito de bestia y tomó impulso puñetazo tras puñetazo, hasta atravesar el techo.

 Dio un grito de bestia y tomó impulso puñetazo tras puñetazo, hasta atravesar el techo

—Te mataré —dijo su voz de titán. Los peatones chillaban acobardados y otros, que ya habían identificado al titán de Ymir, la grababan con el móvil en plena acción, disfrutando del espectáculo. La titán agarró del pelo al muchacho y lo sacó al exterior. Cuando inmovilizó su cuerpo tomó impulso y le clavó una garra que le atravesó el ojo y el cerebro. El cuerpo del chico tuvo una especie de cortocircuito en las piernas y dejó caer la cabeza a un lado, con una sonrisa maligna en el rostro incluso estando muerto. Ymir gritó muerta de rabia y apretó la cabeza del chico en su puño hasta que sus sesos reventaron en todas direcciones. No le reconoció la cara, no sabía quién era.

Veinte minutos más tarde, Ymir recuperó su forma humana y dio parte a la policía. Por supuesto, al ser quien era, tenía libertad e inmunidad para actuar para proteger a sus betas. El cabronazo que atropelló a Riko había aprovechado sus minutos de escape en mandarle un último mensaje a Ymir para provocarla.

«Aunque me mates, este equipo seguirá velando porque tu estirpe muera contigo.»

Cuando la entrevista policial acabó, volvió a paso tranquilo y aparentemente calmada a la zona del crimen. La ambulancia hacía rato que había aparcado frente al cuerpo, pero ya sólo seguían atendiendo a Mikasa. La de pelo negro se había dislocado una pierna y tenía un fuerte dolor de cadera, pero afortunadamente estaba bien. Riko murió en el acto, sin apenas sufrir. El impacto había sido a 85 km/h, ningún humano podría sobrevivir e Ymir supo, desde el segundo en que se convirtió en titán, que al volver se encontraría un cadáver. Mikasa permaneció callada y se secó los ojos húmedos, observando la expresión fría y lúgubre con la que Ymir se acuclillaba y veía el rostro sin vida de su otra beta.

Mansión de Ymir

Las betas fueron informadas por Nikolo de lo sucedido, y para cuando el vehículo conducido por Moblit llegó, sólo volvieron tres ocupantes. Ymir salió la primera y ni siquiera ayudó a Mikasa. Entró por la puerta principal y subió las escaleras sin cruzar la mirada con ninguna de las otras chicas con las que vivía. Petra la saludó y pretendió darle un abrazo, pero la morena la empujó hacia un lado y se encerró de un portazo en su habitación.

No salió de allí en todo el día.

—El funeral será mañana —dijo Moblit, con la voz un poco temblorosa. —No pensé que el día pudiera acabar así, en fin… si me disculpáis, Ymir ha solicitado el triple de vigilancia en la casa y sus inmediaciones. Conviviremos con más guardias pronto, será mejor que os vayáis acostumbrando a verlos en todos los pasillos.

Historia quedó bastante afectada por la noticia de Riko y se culpabilizaba de los pensamientos negativos que había tenido de ella cuando se fueron. La habían asesinado fríamente por la mera sospecha de su embarazo. ¿Por qué aquel grupo desconocido quería hacer daño a Ymir de esa manera? ¿Tan importante era hacerle daño, que no importaba ni siquiera inmolarse en el proceso? Fuera como fuera, cuando cayera la noche iría a verla, a pesar de que Moblit aconsejó a todas no moverse de sus habitaciones.

En la madrugada, sin embargo, Historia se quedó totalmente dormida. Su puerta se abrió y ni siquiera eso la despertó. Cuando abrió los ojos fue porque una figura que no reconoció en la oscuridad hizo un estruendo, y al ser consciente de que había alguien en su cuarto se levantó de un salto, a punto de gritar. Pudo contenerse en el último segundo: parpadeó mejor y reconoció a Ymir, con su índice delante de sus labios para indicarle que guardara silencio.

—Casi me das un susto de muerte… —susurró.

Ymir parecía algo adormilada. Historia salió de la cama, se encaminó a ella y la miró bien desde su posición, estudiándole los ojos. Parecían vacíos.

—¿Has bebido…? —le preguntó en voz baja, acariciándola de la cintura. Ymir se pasó la muñeca por la nariz y pasó de largo, sentándose en la cama de la rubia. La más baja corrió a cerrar la puerta y cuando volvió a su lado le levantó el mentón con dos dedos, mirándola de cerca. —¿Estás bien?

—Sí. Pero no me quedo dormida.

Historia observó, con los ojos mejor adecuados a la oscuridad, que Ymir aún tenía suaves marcas de su conversión en titán. Después de días de viaje, trabajo y ahora un asunto como el que se les vino encima, no sabía cómo podía seguir despierta.

—¿Sabes qué? Ponte cómoda ahí, bocabajo. Ya verás como te dejo dormidita. Enseguida vuelvo.

Historia se irguió y volteó para marcharse, pero la morena le encerró le muñeca de un tirón que le movió hasta el hombro, frenándola en seco. Al mirarla de nuevo Ymir la contemplaba fijamente.

—Sólo voy al baño… no saldré del cuarto. Tranquila.

Ymir soltó despacio su mano y asintió poco a poco. Cuando la rubia desapareció por el baño se quitó la camiseta y los vaqueros, quedando en ropa interior. Historia regresó con una loción de masaje y sonrió al verla con la espalda ya tumbada y los ojos cerrados. Como tenía tantos hermanos, era una experta dando masajes, sobre todo a los dos mayores, que muchas veces habían llegado reventados del trabajo. Se remangó el camisón y cuando se sentó sobre su trasero le abrió el sujetador, echándolo a un lado para que estuviera más cómoda. Ymir mantenía los ojos cerrados, pero su cabeza no dejaba de dar vueltas. Tenía tanta tensión acumulada por su día a día, que nada más la rubia empezó a presionar en sus cervicales se oyó un suave crujido, haciendo que Historia suspirara.

—Apenas te he tocado. Estás llena de nudos.

Ymir no cambió a ninguna expresión. Notaba las pequeñas manos de su beta contorneando sus omóplatos y el trapecio, y aplastando con sobrada maestría su columna vertebral, que también crujió cuando mejoró su posición. Algunos nudos que Historia detectó los pudo alisar con facilidad, pero los que tenía cerca de los hombros y la nuca llevaban tiempo allí, y tuvo que apretar con mucha más intensidad para quitarlos. Ymir empezó a poner una mueca al sentir las constantes presiones en el mismo sitio.

—Tranquila, ya está. Había trabajo que hacer aquí, quizá deberías venir todas las semanas. —Murmuró dejando la fuerza para cambiarla a un masaje relajante y suave, y así incitarla a que le entrara también el sueño.

—Lo haces muy bien… —dijo en un hilo de voz, haciendo que Historia sintiera sus mejillas enrojecerse.

—Y lo hago con mucho gusto. —Respondió. Bajó el cuerpo para alcanzar a darle un beso en la mejilla; después se quitó de encima y también se quitó la blusa, tirándola a un lado para dormir más cómoda. Ymir parpadeó pensativa, pero después se volteó hacia arriba y giró el rostro a la rubia, inspirando hondo. La otra abrió los ojos al sentirla mover y cuando sus miradas chocaron, le sonrió dulcemente.

—¿Quieres hablar…? —le preguntó, pero Ymir le contestó cabeceando una negativa. —Ven aquí, anda… o no, voy yo. —Se apoyó de un codo hasta tumbarse sobre ella y la rodeó con sus brazos. Ymir cerró los ojos al tenerla tan pegada, pero esta vez no notó sólo sus pechos, sino también su aroma natural. Podría reconocer el olor de Historia allá donde se lo pusieran. El sólo hecho de pensar que alguien pudiera intentar matarla y quitársela le heló la sangre en ese momento. Apretó con fuerza sus dedos en su espalda e Historia no la soltó ni un segundo, se imaginaba qué tipo de cosas se le podrían estar pasando por la mente. De pronto sintió que Ymir la buscaba con los labios y logró besarla. El primer beso fue casto, pero el siguiente sintió que tenía una clara intencionalidad sexual e Historia se apartó de ella despacio, subiendo la cabeza.

—Ymir… descansa, por favor. Tienes que estar agotada.

Ymir bajó la mirada a la cintura de la rubia y le movió el hilo del tanga a un lado, más que suficiente para tener acceso a su vagina. Empezó a mover hacia abajo ahora su propio bóxer, pero Historia suspiró y la tomó de la cara, mirándola fijamente.

—Estás triste…

—No lo hago por tristeza —respondió la morena muy cerca de su rostro. —Lo hago porque te necesito, ahora.

Historia suspiró ante aquellas palabras, notando cómo su corazón latía más fuerte y su organismo volvía a entregarse mental y físicamente a aquella mujer. Era una atracción magnética, muy fuerte cada vez que se acostaban. Pero sabía que sólo ella notaba ese sentimiento por ser una beta. En cambio, de Ymir, sólo tenía su palabra. Y aunque hubiera querido alargar la discusión para cerciorarse, Ymir le tapó la boca con suavidad y la empujó hacia atrás hasta sentarla con la espalda recta sobre ella. Cuando logró penetrarla vio que su rubia cerraba unos segundo los ojos por el placer y en ese momento le quitó la mano, llevándola a sus caderas.

Aquella fue la segunda vez que Historia pudo hacer el amor con Ymir siendo la que se colocaba encima, cosa que jamás se habría imaginado que haría. No era sólo la postura. Ymir no parecía tener aquella noche espacio para la violencia ni el dolor físico, ni la fuerza sobre ella. Dejó que Historia se moviera y penetrara a su antojo, sin exigir ni pedir nada, sólo disfrutando de la visión de su cuerpo desde abajo, no cambiaron de postura en ningún momento. Los movimientos de Historia fueron en aumento y se agitó con más rapidez cuando oyó que Ymir comenzaba a gemir. La pecosa bajó la mano e intentó correrse fuera de su cuerpo pero la otra no se lo permitió, le volvió a poner las manos en sus pechos. Ymir abrió la boca muy excitada y acabó viniéndose dentro de ella, quedó con el cuello transpirado y una expresión de relajación extrema, respirando profundamente. Historia quedó derrotada, al no estar acostumbrada a ser la activa.

 Historia quedó derrotada, al no estar acostumbrada a ser la activa

Funeral

Ymir sólo asistió al funeral de Riko para firmar los papeles relacionados con el féretro y después se marchó. Fueron sus betas los que quedaron para dar las gracias por la asistencia y el pésame, y la familia de Riko recibió al final de la velada la cuantía de por vida que les correspondía por haber sido seleccionada por Ymir hacía unos tres años, cuando en realidad ambas eran casi crías. Pronto sería el cumpleaños de la alfa, y hasta en las noticias ácidas representaban agosto como el mes fúnebre para la mujer. Hacía años su padre también había fallecido en agosto. La madre de Ymir falleció al poco de darla a luz.

«Es alfa, créeme», fueron las últimas palabras que la mujer dijo antes de dejar el mundo, devastada físicamente por el parto difícil de Ymir. Agosto era un mes duro, y ahora que Riko también falleció a principios de ese mes, empeoraba la situación.

Mansión de Ymir

Con la ausencia de Riko, Moblit organizando una agenda imposible, Ymir sin dejarse caer en su propia casa por semanas y Mikasa custodiada por un médico y un guardia en su habitación día y noche hasta que volviera a andar, la mansión de Ymir pareció un cementerio todos los días que estuvo de viaje por negocios. Dieciséis días la morena no fue a casa y no llamó a ninguna. Al quinto día la cabeza de Historia le robaba el sueño noches enteras, recordando momentos vividos con ella, pero a partir de la semana, la sensación empeoró drásticamente. No fue consciente del dolor de un beta tras la marcha de su alfa hasta aquel momento. Era un dolor puramente mental, sofocante, igual que un drogadicto con el síndrome de abstinencia. Empezó a llorar todas las noches, otros ratos a masturbarse pensando en ella, y el día a día cabizbaja y sin motivación para hacer nada. No sabía si ella la echaba de menos también, pero temía que pasara las noches con otra mujer o perdiera el conocimiento en otra fiesta absurda en el otro lado del mundo. Lo hará, se repetía. Hará ambas cosas, por dios, dieciséis días es demasiado. El resto de betas, más acostumbradas a sobrellevar esas faltas, no expresaban demasiado su dolor. Para Historia fue un calvario. Y en ese momento se percató de lo difícil que sería si realmente decidía separarse de ella para siempre.

Hotel de Tokio, Japón

—Lo único que hemos podido averiguar es que el coche blanco que atropelló a Riko y a Mikasa tenía en el maletero su arco, Ymir. Puede que fuera él el que disparara, o que fuera cualquier otro. Seguimos rastreando sus cuentas bancarias y contactos de teléfono, pero parece bastante premeditado.

—Entiendo. —Ymir tenía la mirada en otro punto, sin mirar a sus subordinados. Se acercó la copa de vino a los labios y dio un corto trago, dejando que aquel manjar llenara sus vías.

—Debería descansar un poco dado los últimos acontecimientos. La mantendremos informada de cualquier novedad. Hemos tenido en cuenta sus últimas reclamaciones y denuncias… si usted cree que se trata de un ajuste de cuentas nacido en el pasado, será más fácil achicar la lista de sospechosos.

—Por el bien de su maldita reputación eso espero. —Dijo secamente Ymir, haciendo que el policía guardara silencio y simplemente hiciera una reverencia para despedirse.

—Por cierto, su amigo Reiner le envía a una de sus beta para pasar la noche. ¿La dejamos pasar?

—Sí. —Ymir acabó bebiéndose los restos de vino de un buche y cuando los japoneses se largaron, dejó caer el recipiente al fregadero, sonándose un ruido de rotura que ignoró.

—¿Se puede…? —Ymir se soltó el pelo y observó, a través del espejo, a la joven que iba pasando. Como Ymir no le respondió las mejillas se le ruborizaron y se quedó de pie en la entrada, sin hacer nada. La morena se acercó lentamente a ella y la estudió con la mirada.

—Así que eres la nueva beta de Reiner.

La chica asintió.

—¿Cómo te llamas?

—Lara Tybur. —Contestó con timidez, y le tendió en seguida una nota. —Mi amo Reiner… dijo que la leyera.

—No me trates de usted. Es desagradable. —Le arrancó la nota de las manos y se giró, abriendo el sobre y leyendo el contenido. La chica suspiró un poco acobardada al ver la actitud de aquella mujer tan alta. Por el espejo pudo ver que su expresión se volvía un tanto malévola, tenía una sonrisa siniestra. Ymir le habló sin girarse.

—Vaya. Te desvirgó anoche.

Lara miró a otro lado, un poco intimidada.

—S-sí.

—Pobre, estarás adolorida —cuando se giró la volvió a estudiar de arriba abajo, guardando la carta en el sobre y lanzándola después a la chimenea, que estaba encendida. Lara se humedeció los labios sin saber qué decir, se la veía claramente nerviosa.

—Me ha dicho que… te complazca en lo que me pidas.

—Sí, eso ponía ahí. —Señaló con el mentón la carta y luego se sentó en el sillón, cruzando los tobillos sobre la mesita. Agarró el teléfono móvil y empezó a tocar algunos botones, ya sin mirarla. La chica miró la habitación, aún encogida un poco. —Yo no soy cariñosa como Reiner.

Lara asintió lentamente, mirándola rápido al sentir que hablaba. Fuera como fuera, no tenía ninguna voz para oponerse. De pronto la más alta se levantó y puso la cámara a grabar en una esquina, y empezó a desnudarse. Al ver los pechos desnudos de Ymir la chica se ruborizó. No le gustaban las mujeres. Le costaría bastante concentrarse con una mujer. Cuando la vio bajarse los bóxer y que semejante cargamento le colgaba de entre las piernas, sin embargo, el corazón le latió rápido, aquel pene era mayor que el de Reiner. Ymir se le acercó con mucha decisión y sin dejarla ni respirar la volteó y la echó sobre la cama en cuatro, bajándole rápidamente las bragas. Lara estaba asustada, respirando rápido, y de pronto sintió una enorme sacudida que le movió las manos hacia adelante. Cerró los ojos con fuerza y justo en ese momento se abrió la puerta. Ymir se detuvo a medio entrar en ella, pero su atención estaba dirigida a la puerta.

—Sí, puedes. Si quieres métesela en la boca.

Lara abrió los ojos y apretó los dientes, mirando lentamente hacia la puerta. Un vigilante se abrió la bragueta y parecía venir dispuesto a unirse por la gentil invitación de la morena. La chica sabía que no estaba preparada para aquello, pero por su alfa tendría que hacerlo. Sabía que esa animal que tenía a las espaldas tenía que quedar satisfecha porque era una de las mejores amigas de su propietario, de lo contrario, Reiner se llevaría una decepción. La vida de un beta era horriblemente dura, injusta. Eso fue lo último en que pensó antes de que Ymir volviera a sacudirla de un empujón, haciéndola emitir un gemido ahogado. Notó que la agarró de los dos hombros y sin darle ninguna tregua la embistió con rapidez y brusquedad, en seco, disfrutando de su coño apretado y aún sin humedecer. El vaivén de su cuerpo era demasiado rápido para llevar un ritmo fijo, por lo que el hombre que quería su felación le costó bastante apuntar hasta metérsela bien. En ese momento Lara sintió puro dolor en su vagina y una constante sensación de ahogo en la boca, que acabó por hacerla apartarla de la cintura del guardia. Ymir llevó la mano a su pelo y la condujo de nuevo hasta el pene del hombre gentilmente, parando de moverse, y cuando la vio llevar un ritmo, volvió a darle igual de fuerte que antes, haciéndola quejarse de dolor con la garganta.

—Es preciosa… —murmuró el hombre, quitándose el abrigo militar para estar más cómodo, tenía el pene totalmente endurecido, y miraba lascivo la boca mojada y los dulces ojos en lágrimas de la muchacha. Era lo suficientemente pervertido como para disfrutar de una escena como aquella. De pronto el hombre dio un grito enfurecido y se apartó de ella, levantando la mano para darle una bofetada. Ymir estaba demasiado excitada y pendiente al mete y saca que hacía entre sus piernas, pero cuando levantó la mirada hacia su acompañante soltó una risita.

—¡Esta zorra acaba de morderme!

Ymir la escuchó gemir a medio llorar y habló entrecortada, sin perder la sonrisa.

—Ha sido sin querer, no se lo estoy poniendo fácil.

El guardia bajó la mano conteniéndose y le levantó el mentón a Lara, que lo miró como pudo.

—Lo… lo siento…

—Bien… —volvió a metérsela y esta vez la obligó a aguantarle hasta la garganta, cosa que la ahogó de inmediato y acrecentó su garganta, aguantando la respiración. Ymir dejó de martirizarle desde atrás y se salió rápido de ella, andando hacia su rostro y apartó al guardia de un empujón, quitando su polla de juego para meterle la suya. El hombre sintió rabia, pero no podía sobreponerse a Ymir, eso no era ni siquiera algo legal. Se contentó con esperar su turno, masturbándose con la imagen de Ymir controlándole la cabeza en un vaivén seco y constante, la boca de Lara emanaba bastante saliva que caía a trozos al suelo, después de que él le hubiera rascado el paladar con su glande. Lara frunció las cejas por el esfuerzo, pero no dejó de mover la cabeza. Ymir sacó su pene de ella y movió la mano en el tronco, empezando a expulsarle todo su esperma en la cara, llenándola por completo. El guardia se masturbó tan rápido viendo aquello que no aguanto más y se corrió a distancia, acercándose para que algunas gotas le llegaran al cuerpo. Ymir suspiró excitada y la hizo volver a chupársela más lento, aprovechando hasta el último resquicio de placer que pudiera sacarle.

—Tráeme el móvil.

El guardia obedeció y alcanzó el móvil de la esquina, dándoselo a Ymir. Esta terminó la grabación del vídeo sonriendo, mostrándole un primer plano del rostro de Lara con trazos blancos por todas partes.

—Abre la boquita para Reiner, que vea lo buena que eres.

Lara obedeció respirando agotada y al sacar la lengua más semen de Ymir resbaló por ésta, cayendo a las sábanas. Al cortar el vídeo se lo mandó enseguida.

—Te desvirgó de madrugada, hace pocas horas, ¿verdad? —comentó Ymir, tirándose en la cama y lanzándole un paquete de pañuelitos. Se quedó tumbada, mirando el vídeo por trozos. Lara la miró un poco extrañada y alcanzó un pañuelo para limpiarse el rostro.

—Sí… ¿por qué?

—Tenías algo de flujo rosa. Sangre.

Lara abrió los ojos y sin saber qué podía significar aquello habló con la voz temblorosa.

—Por favor, ¡no se lo digas a Reiner! Me echará…

—Reiner te ha desvirgado, no te preocupes. No tendrás esa conexión conmigo.

Lara suspiró aliviada, por un momento sintió que todos los esquemas se le habían roto. Agradeció que su alfa fuera el único que tenía ese privilegio, de lo contrario podía verse en serios problemas.

—Simplemente ha salido rosa porque la herida estaba reciente —añadió la morena, a la que se le escapó una risita cuando vio en el vídeo cómo Lara mordía sin querer al guardia. Éste ya se había vuelto a poner el uniforme y guardaba silencio en una esquina, como si nunca hubiera intervenido.

—Tú… eres como Hange Zoe.

—¿Por ser mujer con pene?

—Sí. Y bueno… las dos tenéis fama de…

Ymir alzó una ceja, mirándola intrigada.

—Perdón, no tengo por qué entrometerme.

—Habla.

—Bueno, que sois… bastante violentas.

Ymir rio sin ganas, encogiéndose de hombros. Dejó el móvil a un lado.

—Muy pocas alfas nacemos con pene. Y las que nacen con vagina tampoco son muchas. Casi todos los alfas son hombres, y casi siempre un alfa es bastante dominante.

—Reiner no es así —se le cambió la cara al hablar de él, mirando a otro lado con una sonrisa.

—Porque es un romántico. Has tenido suerte. Él te tratará bien. —La hizo sonreír más. —Hange tiene un problema de los gordos, porque sólo le gustan los hombres. Casi todos sus betas son hombres, pero debe embarazar a una mujer, como me pasa a mí. Claro que… a mí me encantan las mujeres… —le susurró con perversión, mirándola con una sonrisa traviesa. Lara rio y se tumbó a su lado.

—¿Y cómo lo hará?

—Si fuera un poco bisexual no estaría tan encasillada, pero se siente única y exclusivamente atraída hacia los hombres. Así que lo que suele hacer es follárselos por el culo hasta que está a punto de correrse y en ese momento se la mete a alguna de sus dos únicas betas mujer. No es que estén muy solicitadas, esas dos. Viven como reinas, aunque más de una vez han pillado alguna infección.

Lara suspiró pensando en lo duro que podía ser aquello.

—¿Sabes si a Reiner le gusta el… anal…?

—Reiner es bisexual. Y te aseguro que le encanta el anal.

Lara frunció el ceño y respiró hondo. Ymir rio con algo de maldad, mirándola.

—No sufras tanto. Él sabrá cómo hacerlo.

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