• nyylor@gmail.com
  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 16. Cestas de regalo


—¡Han llegado cestas! Mirad, están con sus etiquetas y todo… ¡Thomas, ayúdame!

Petra recibía con una sonrisa de oreja a oreja los regalos que otros alfas habían enviado a Ymir. Al parecer, otro de sus negocios había dado tal golpe de éxito que había descabancado a tres casas alfas de rango medio, similares a la antigua casta de los Blouse. La caída de alfas débiles para seguir enriqueciendo a los más millonarios era otra lucha que Ymir ganaba siempre con creces. Y como era muy peligroso llevarse mal con ella, todos sus amigos (y los no tan amigos, pero sí interesados) no habían dudado en enviarles las felicitaciones. Dos vigilantes llevaron las cestas a la cocina, donde las chicas habían sido llamadas para atiborrarse a los dulces que quisieran. Historia miraba toda aquella estúpida celebración sin pena ni gloria, llevaba una semana entera sin saber del paradero de Ymir y como ya era costumbre, sus intenciones de marcharse pacíficamente de allí sin huir se veían mermadas cada vez que la alfa tenía un nuevo viaje que hacer. Se iba siempre sin avisar, así que iba a ser más complicado de lo que parecía. De todas formas, no iba a esperar mucho tiempo. Cuando Nikolo se le acercó, la sonrió y se agachó a entregarle su cesta, todo lo simpático que podía ser.

—Que aproveche, para la chica más tierna de esta casa.

Historia sonrió humildemente, con personas como él, tan buenas y cariñosas y que siempre la habían tratado tan bien, jamás podría enfadarse. Asintió de buena gana el regalo que le correspondía, pero en lugar de llevárselo a la habitación lo puso en la isla de la encimera, paseando los ojos por la cantidad de dulces que había en esa montaña, bajo el plástico que los envolvía. Se humedeció los labios y retiró el nudo del moño, para hacerse con tres barritas de chocolate kiinder, un huevo y dos chucherías de nubes, que fue comiendo por el camino. Como los nombres estaban en todas las cestas, la dejó ahí mismo.

—Nikolo, puedes probar lo que quieras. Te mereces mil de estas por la comida que nos haces.

Nikolo negó ruborizado.

—Gracias, preciosa, pero yo me retiro a descansar, que ya tenéis la merienda servida. No soy fan del dulce. Aprovechad. ¡No os vayáis tarde a dormir!

Historia y las otras chicas le despidieron con la mano. Historia tomó del aparador del hall el libro del Oeste que había sacado de la biblioteca y siguió leyéndolo, mientras se comía sus dulces. De fondo, las chicas pasaban rato en la piscina y otras simplemente se habían ido un rato a hacer equitación. A ella no le apetecía salir. El dulce le vendría bien y la lectura también, para no volver a pensar en su padre. Había pasado las tres últimas noches en el hospital pero afortunadamente le dieron el alta, cosa que la relajó. Esa enfermedad era tan imprevisible…

Al cabo de una hora, una llamada sonó en la cocina. Mikasa estaba cerca así que descolgó, asintiendo un par de veces antes de descolgar.

—Ymir ya está en el aeropuerto, vendrá para acá en un rato.

Historia se quedó mirando a Mikasa desde el sillón, y notó un malestar en la tripa al saber la noticia. Ya venía, la mujer de sus pesadillas. Poco había durado el viaje. Ahora tenía que enfrentarse a la idea de ser valiente y entregarle los papeles… para que los firmara. Más le dolió la barriga con sólo pensarlo, de hecho, los dulces empezaron a repetírsele.

—Voy a dormirme un rato, Mikasa. Estaré en la habitación —la de pelo negro asintió y la sonrió dulcemente, antes de salir con las demás a la piscina. El frío pronto llegaría a la ciudad, no era estación precisamente para andar dándose bañitos… pero lo sabían y por eso mismo disfrutaban lo que podían. Seguro que Mikasa pronto sustituiría los largos en la piscina por las sesiones durísimas de gimnasio en el sótano. También la había visto un poco de capa caída últimamente, pero estaba tan triste ella misma, que no tenía fuerza mental para preocuparse por los demás.

Unas horas más tarde, aún acurrucada en la cama, se dio cuenta de que su cuerpo seguía rechazando los dulces que se había comido. Dio un gemido de dolor breve, al tocarse el vientre, y se ovilló hacia el otro lado de la cama. Hacía ya cinco minutos que había llamado a Nikolo por el botón que había en la cama, se odiaba por perturbar su tarde de descanso, pero sabía que algo iba mal y se sentía débil para avisar al guardia que custodiaba el pasillo de su planta. Cuando el rubio subió a la habitación y se la encontró, se dio cuenta rápido que de que efectivamente, estaba muy descompuesta.

—Te habrá sentado mal algo. Te traeré un té de manzanilla, ¿de acuerdo? ¿Te duele la cabeza?

Historia asintió sin fuerza para contraer el paladar y responder oralmente. Tenía muchas náuseas. Nikolo la acarició despacio y dejó preparado en su teléfono el móvil de Ymir, pues antes de llamar a un médico, siempre había que pedirle permiso.

Para cuando Ymir regresó a casa, el estado de Historia había empeorado bastante. Moblit y Nikolo llamaron al doctor y éste acudió como un relámpago a la mansión, haciéndole un estudio de síntomas. Ymir había recibido la llamada de Nikolo pero no retrasó nada en el trabajo, llegó al acabar, y no subió al piso de Historia en lo que el médico la examinaba.

—Está temblando demasiado —murmuró el licenciado, viéndola incapaz de estar quieta en la cama por las ligeras convulsiones. Además, le sudaba el rostro y todo el cuello. —¿Desde cuándo presenta esa palidez?

—Unas tres horas van ya.

—Bien, llamaré a mi compañero. Necesita suero, está totalmente deshidratada. Que nadie le dé nada de comer o de beber. Yo que ustedes empezaría a revisar la comida de la última compra. ¿Han comprado algo fuera de lo común?

—No, lo de siempre. Nada raro, las otras chicas están bien… —dijo Nikolo preocupado desde la puerta. Historia empezó a temblar más fuerte y a balbucear incómoda, con la mirada perdida.

—Me llevaré una muestra de saliva y de sangre —comentó el hombre, mientras llamaba por móvil a su compañero para que trajera el material. —No se preocupen. A casa de alfas siempre traemos un laboratorio ambulante en la furgoneta.

Nikolo se echó las manos a la cara, resoplando nervioso. Historia parecía que iba a convulsionar peor en cualquier momento, tenía la boca muy seca, la cara blanca, sudaba sin parar… pero ella manifestaba frío.

Mikasa recorrió alarmada todo el pasillo hasta llegar a la puerta de Historia.

—Ymir está aquí, ¿le digo que venga?

—Sí. Que venga.

—Pero qué… ¡Historia! —sabía que estaba mal, pero no hasta ver cómo temblaba. Se preocupó enseguida y fue rápidamente escaleras abajo, donde estaba Ymir.

Abajo también se encontraban algunas chicas. Petra, Pieck y Nifa miraron preocupadas a Mikasa, que bajaba como si fueran unas olimpiadas. Se dirigió directamente a Ymir, que estaba sentada en el sillón.

—¡Está fatal! Van a traer el equipo hospitalario aquí mismo, hay que hacerle pruebas. El médico dice que deberías subir.

—¿Cómo? —Ymir frunció las cejas, poniéndose en pie.

—Está temblando sin parar, no respira bien. Necesita suero urgente. El médico sospecha que sea una infección de las graves. Pero ha comido lo mismo que nosotras, ¿no…?

Las chicas asintieron, pero con un halo reflexivo. Petra de repente abrió los ojos y señaló la cocina.

—Su cesta… las cestas… iban con nombres.

Ymir abrió los ojos y fue directa a la cocina, buscando la cesta de Historia. Mikasa se llevó las manos a la cabeza.

—¿La han envenenado sólo a ella? ¿Por qué?

—¡Ve a saber! —Petra la buscó junto a Ymir. Nikolo las había guardado en la despensa general. Allí estaban todas las demás. La morena tomó la de Historia y se la pasó a la pelirroja.

—Llévala al furgón de laboratorio que hay en el jardín y explícales.

—¡Sí! —Petra salió corriendo al exterior a zancada limpia, las mismas que Ymir para subir hasta la habitación de Historia.

Dormitorio de Historia

Al entrar al dormitorio y verla, internamente se asombró mucho más de lo que quiso manifestar en su rostro. Se inclinó hacia el médico y vio que estaba terminando de abrirle una vía en el brazo mientras Moblit la sujetaba, pues no paraba de temblar involuntariamente.

—Bien. No quiero que coma ni beba nada, sólo se alimentará de este suero, de momento.

Ymir lanzó una mirada de sicariato al médico y le apartó con el hombro para ponerse por delante, examinándola de arriba abajo. Historia estaba tan perdida y temblorosa que parecía ni siquiera enterarse de que Ymir estaba delante de ella. La alfa la destapó bruscamente de las mantas y le tocó una de las piernas. Estaba sudando, empapada hasta por allí. La piel le ardía. Volvió a dirigir la palma hacia su mejilla y notó el calor garrafal que desprendía.

—Pero si está muerta de fiebre —dijo volteando medio rostro hacia el licenciado, como si le pidiera explicaciones, cabreada. El hombre se acercó y volvió a taparla con el edredón.

—Tápela, aunque esté caliente, la sensación térmica que ella tiene es de frío. —Los gimoteos incómodos de Historia hicieron que ambos voltearan el rostro hacia ella. Ymir apretó los labios y se quedó arrodillada cerca de ella.

—No se irá de esta casa hasta decirme qué es lo que tiene y qué es lo que se lo ha provocado. —dijo secamente. Le apartó el flequillo pegado a su frente por la humedad e Historia frunció las cejas, no tenía los ojos abiertos, se encontraba tan mal que apenas sabía a quiénes tenía alrededor. Pero pudo reconocer vagamente la voz de Ymir.

—Mi compañero ya se ha llevado las muestras.

—Es posible que hayan envenenado su cesta de felicitación.  —Dijo Petra agotada de las dos carreras que se acababa de pegar.

—Habrá que esperar un par de horas.

—¿¡Un par de horas!? —gritó Ymir, haciendo que Moblit inspirara hondo. Miró de pie la situación y se agachó al lado de la morena, para mirar el rostro cansado de Historia.

—Nuestro sistema es rápido, pero no puede hacer milagros —se defendió el médico. —Es un análisis completo.

—Iré a traer compresas de frío, ahora subo —Moblit intentó apartarse cuando de repente sintió que la mano de Historia enganchó su pantalón, reteniéndole sin fuerza.

—Nom-…no…no-me-dejes con ella…

Ymir se levantó apretando la mandíbula, y miró a Moblit.

—Iré yo a por ellas.

Moblit asintió y le agarró la mano a la rubia, quedándose a su lado. Antes de salir Ymir miró sombríamente a esos dos, sintiendo celos. Sabía que Moblit no tenía interés en Historia, así como también sabía… que él detestaba las permisiones que los alfa se tomaban con los beta, ya que todas sus hermanas habían muerto a manos de un alfa. Moblit era el único ser humano que salió con vida de negarse a ser un beta. Amaba a Hange Zoe, pero si cedía a estar con ella, se convertiría en un esclavo más de aquel sistema. Hange nunca tomó represalias en su contra cuando el chico desapareció de su candidatura. A Ymir, Moblit le parecía un chico servicial y atento, y muy organizado con su agenda, pero en aquel momento no quería que Historia le viera como un apoyo emocional… y lo estaba siendo.

A las horas, se confirmó lo que la mayoría sospechaba. El contenido de todas las cestas fue analizado. Sólo la de Historia tenía todos los dulces con una sustancia venenosa que había provocado un festival de virus en su cuerpo. Al parecer el causante de aquella fechoría quería darle un susto y no matarla, pero el sistema inmune de la beta no pareció reaccionar bien ante semejante infección de golpe. El doctor solicitó una reunión privada con Ymir. Y lo único que vieron el resto de betas fue que salía de su despacho con la cara descompuesta y directamente hacia su propio dormitorio.

«En estas circunstancias, tenemos que pedir al alfa propietario que modifique la parte del testamento que involucra al beta enfermo. Si muere, la parte del contrato de pertenencia que se hizo en la candidatura cede un porcentaje anormalmente grande a la familia afectada. Si Historia aguanta hasta mañana, podremos mirar esto con otros ojos. Pero ahora, la situación está complicada. Lleva muchas horas con fiebre alta.»

Ymir no cambiaría su testamento por muchos millones que se llevara la familia de Historia Reiss, ya le ocurrió con Nanaba y Riko, no era tan deplorable como para encima bajarles la parte que les correspondía por la muerte fortuita de esas chicas. Su cabeza estaba a otras cosas. Ordenó que organizaran el cuarto de invitados para el médico, exigiéndole quedarse a pasar la noche por si surgía otro altercado con Historia a mitad de madrugada. 

Esa noche, entró a su habitación y echó al resto de betas que habían ido a hablar con ella. Los temblores compulsivos se estaban disipando, afortunadamente. La medicina que le inyectó directamente en vena el doctor estaba funcionando, pero aún temblaba un poco. También sugirió que ahora podía beber algo de agua que no fuera del grifo. Ymir atrajo un puf para dejarse caer y mirar en todo momento a la rubia, que ya parecía reaccionar a los estímulos que la rodeaban. Sus ojos azules parecían algo grisáceos, apagados, pero ahí estaban aún, parpadeando con vida.

—¿Cómo te sientes?

—Un poco mejor. O un poco menos mal —murmuró con la voz seca. Ymir se humedeció los labios y aproximó una botella de agua, la destapó y se puso de rodillas para estar más cerca del borde de la cama.

—Bebe un poco, está fría —susurró la morena, colocando con cuidado la boquilla en sus labios. Historia abrió la boca y el agua entró como si fuera el paraíso a su cuerpo, el frío le venía bien. Ymir la vio tragar unas tres veces y a la cuarta la separó brevemente, mirándola a los ojos. —¿Quieres más? —la rubia negó despacio y dejó la cabeza apoyada, cerrando los ojos.

—Tranquila, Ymir —contestó débilmente— Seguro que mañana estoy mejor para que puedas hacer conmigo otra vez… lo que quieras.

—Será mejor que aplacemos esa conversación.

—¿O qué, me pegarás? —sonrió un poco, maltrecha.

Ymir enarcó una ceja. Bajó el tono de voz, como si alguien pudiera oírla.

—Cada vez que me provocas con una de esas estúpidas frases, me haces querer echarte a la calle. ¿Quién coño te has creído que eres?

Historia abrió algo más sus ojos pero los apartó de Ymir, suspirando. Tenía tantas ganas de llorar y tan poca fuerza física para contener las emociones, que sentía que pronto iba a hacerlo.

—Me equivoqué tomando esta decisión. Empezó siendo para ayudar a mi familia, pero… —suspiró— intentaré ayudarles de alguna otra forma a ganarse el sueldo. No puedo seguir aquí a expensas de que un día acabes o acaben con mi vida.

—Saldrás de aquí sólo si yo decido dejarte marchar —arrastró la voz mirándola con contundencia, intimidante. Historia la miró preocupada.

—En ese caso me quitaré del medio. Créeme. Será cuando menos te lo esperes.

Ymir perdió la fuerza en su mirada instantáneamente, oyéndola decir eso. Se quedó varios segundos callada y volvía a sentir que perdía las riendas de la conversación. Abrió los labios para responder, pero Historia se le adelantó.

—Eres tóxica para cualquiera que se te acerque, por muy buenas que sean las intenciones de la otra persona… nadie podría salir bien parado contigo cerca.

La morena fue ascendiendo el cuerpo y la miró con el ceño fruncido desde arriba. Le costaba ordenar su mente.

—Só… sólo eres una beta. Un vehículo, un puto vehículo. Me has hecho decir y hacer cosas que me costarían la reputación como alfa.

—¿Y tienes que hacerme daño para recordarme que eres más fuerte y poderosa que yo, es eso? ¿Para recordarme que sólo soy un cuerpo al que puedes maltratar cuando te plazca, ES ESO? —rompió a llorar nada más se lo gritó, tapándose la cara con las manos.

—Deja de llorar. Vas a volver a deshidratarte.

Era una imbécil, pero al caer en cuenta de eso se notó más agotada. Se secó las lágrimas y la miró compungida, con la respiración algo alterada. Ymir le devolvía la mirada completamente impasible, como siempre, como si hablara con un muro de piedra.

—Cuando esto pase… yo… no, en fin, sólo espero… que esto no haya…

Ymir enarcó una sola ceja, confundida. No sabía de qué estaba hablando, debía de estar con las defensas muy bajas.

—Haz el favor de callarte y descansar.

—Volveré a decirte una y otra vez que firmes, hasta que firmes. Me quiero ir de aquí…

Ymir se puso en pie y decidió no hacer ningún comentario. Lo siguiente que Historia escucho fue cómo la puerta se cerraba.

La morena, andando por el pasillo, sopesó la situación. Creía saber perfectamente el autor de aquello. Su espíritu deseaba cobrarse venganza, pero era mucho más complicado de lo que parecía.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *