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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 25. Una pequeña vida creciendo

Mansión de Ymir

Hacía veinte minutos que Ymir había aparcado. Los vigilantes cerraron cualquier cerco abierto de la villa al estar al tanto de la situación, los familiares de Bertholdt podían tomar represalias tarde o temprano. El lugar más seguro donde Historia podía ocultarse, aunque pareciese paradójico, era ahí mismo, en la casa de su antigua alfa. La seguridad allí era rápida y eficaz, y con principios de lealtad inquebrantables en todos sus vigilantes. Además, no se les escapaba una.

El problema no es Bertholdt, el problema es… Ariadna, pensaba la morena, mientras activaba el freno de mano del Ferrari. Historia no había dejado de mirar una herida sangrante en el abdomen fibrado de Ymir, del que episódicamente salía un pequeño y rojizo borbotón.

—¿Por qué no regeneras? —preguntó asustada, con las manos aún temblando de la conmoción. Su mente volvió a recrear la fuerza de las falanges de Ymir al arrancarle la tráquea y la médula a Bertholdt directamente de la nuca, desactivando toda vida en él. Había sido infalible… y asqueroso de ver. —Me… encuentro mal… —Historia dejó de mirarla, Ymir tampoco le respondía. Tuvo un breve estremecimiento en la garganta al poco de que se detuvo el vehículo, ya en el aparcamiento delantero de la mansión. Ymir quitó los seguros de las puertas y bajó lentamente la mirada a sus abdominales, la camiseta blanca estaba perforada, pero la cantidad de sangre que había salido de allí era tanta, que se le había pegoteado y adherido la tela al cuerpo. De pronto escuchó una tímida arcada a su lado y giró rápido la cara, Historia estaba sentada con las piernas fuera del vehículo y vomitaba sin parar, sujetándose el pelo tras las orejas. La morena salió y rodeó el coche hasta acuclillarse a su lado, acariciándola de la espalda. La rubia tenía las pestañas húmedas por el esfuerzo, pero al cabo, dejó de devolver. No por ello se sintió mejor, porque la causa era simple y llanamente la sensación asquerosa que tenía en el cuerpo, junto al miedo que aún no se había ido. Poco a poco, se posó con la cara pálida en el reposacabezas, aún sentada hacia el exterior. Ymir no sabía qué hacer, pero el estoque que tenía clavado en el abdomen, sin apenas empuñadura de la que tirar para extraérselo, estaba empezando a dificultarle el respirar.

—¿Estás bien? —preguntó la morena, con la mirada analizante. Historia asintió, había vomitado más de lo que ella misma esperaba.

—Llévame a mi casa.

—No irás esta noche. No me fio de mis primos.

Hasta que por fin me revela de su propia voz que tiene primos vivos. Todo un detalle. Historia suspiró.

—¿Y qué pasa con mi familia?

—No les hará nada.

—¿Cómo estás tan segura?

—Porque no conseguiría hacerme daño a mí por medio de ellos. Sólo si te toca, sabe que salto.

La rubia la miró agotada, sintiendo un sudor helado en su nuca.

—Está bien… tengo frío…

Ymir asintió y pretendió ponerse rápido en pie, pero a mitad de camino cojeó de una pierna y trastabilló hacia el lado afectado, su herida volvió a escupir a través de la camiseta una estrecha cascada de sangre. La pecosa se apretó la mano con fuerza en la zona afectada, pero esta vez la sangre siguió emanando, encharcándole los dedos. Historia tenía los ojos muy abiertos, débil como estaba, mirándola sin poder hacer nada del shock. Era demasiada sangre, demasiada. Sus labios titubearon. Cuando Ymir se torció hacia el lado de la herida volvió a cojear, conteniendo en el último segundo una caída por el mareo.

—¡¡Se desangra!! —gritó por fin, sintiendo que su cuerpo de una maldita vez respondía de alguna manera. Dio un salto fuera del coche y se apoyó a su lado, sosteniéndola para que no se cayera. Ymir dibujó una siniestra sonrisa apoyada contra ella, y la contracción de su risa hizo que más sangre saliera de su abdomen. —Ahí viene un guardia, Ymir. Llamaremos a tu médico y…

—No llames a nadie. No es necesario. —Ymir levantó la mano enguantada en su propia sangre hacia el joven vigilante, que dejó de marcar el número de emergencias en su teléfono. Historia soltó dos improperios en voz baja por su tozudez, pero la ayudó a dirigirse a la cocina.

Cocina

La observó desde la lejanía y de pronto, se le tensó todo el cuerpo al ver cómo Ymir se quedaba en sostén para rebuscar algo en su vientre. Entre sus abdominales había una especie de mango muy fino y corto, casi imperceptible a la vista. Ymir lo agarró con precisión y tiró con tanta fuerza de él que logró arrancárselo, llevándose pedazos diminutos de su propia carne en el filo. A simple vista parecía la hoja circular de una espada corta, pero al microscopio, estaba conformada enteramente por puntas de sierra que corroyeron toda carne y víscera con la que se encontró. Historia frunció el ceño y apretó los dientes, le dolió de sólo presenciarlo. Volvió a tener una fuerte arcada y dejó de mirar, apretándose la mano sobre la boca temblando. Quería llorar.

Ymir, que no había gritado pero que sintió como si le hubieran arrancado todas las entrañas con un aspirador, se calmó lentamente, obligándose a regular la respiración. Por fin, el vapor comenzó a emanar de la herida, desde dentro. La morena alzó la espada y ladeó la cabeza al estudiarla más de cerca. Parecía una refinada arma de las altas esferas, como si fuera un estoque muy fino. Historia corrió a la encimera y tomó el primer paño que vio, presionando en la herida antes de que Ymir hiciera nada. La morena la miró y apretó un poco el semblante cuando le presionó más fuerte la herida, seguía sangrando todavía. El paño no tardó en ponerse enteramente rojo y húmedo, cargado de la sangre.

—Pensé que era un disparo… ¿cuándo demonios te han clavado eso? —preguntó la más baja.

—Bertholdt en la cocina. Me impedía regenerarme bien.

—Has estado luchando con eso incrustado en el vientre… —susurró, mirándola con un suspiro de resignación. —¿Por qué fue todo?

Ymir parecía reacia a contestar. Pero era lo que siempre hacía, lo que siempre hizo cuando Historia se le acercaba emocionalmente. Esa vez, respondió.

—Porque no paraba de decirme lo que habíais hecho en la cama, lo que te iba a hacer. Y… hablaba de mi hijo. —Comprimió los labios y se sinceró del todo. —Dijo que al acostarse contigo te acababa dentro y que eso… —sacudió la cabeza, era tan repulsivo que pasó al siguiente tema. —Me dio a entender después que… iba a acabar con el bebé cuando naciera, pero no quise creerlo. —La miró fijamente. —Cuando te empujó en el jardín vi que era cierto. Le daba igual tratarte así.

—¿Lo que hemos hecho en la cama? ¿Pero qué se cree? Ya quisiera verme ese idiota en la cama… ya quisiera siquiera rozarme.

Ymir puso una mueca de extrañeza al oírla, como si le chocara lo que le estaba diciendo. De la herida comenzó a salir vapor con más fuerza, por fin. Respiró hondo.

—Mira Historia, yo sé que quizá acabo de romper todo lo que teníais juntos, fuera lo que fuera. Pero no me pude controlar cuando vi que te empujaba, estando tú tan embarazada. Es mi hijo, y yo sí pienso protegerlo.

—¿Qué insinúas, que yo no lo hago? Debe de ser muy fácil hablar desde tu posición, ¿sabes? Tan alta, tan fuerte, nadie te hace sombra en el cuerpo a cuerpo. Todo el mundo te tiene miedo, mientras a mí no han parado de verme todos como un agujero al que penetrar desde que pisé este mundo. Si mi hijo sale herido no será porque no me haya dejado antes la vida intentando salvarlo, pero no tengo tu fuerza física para defenderme.

Ymir se quedó en silencio. Después negó con la cabeza un poco extrañada y la volvió a mirar.

—¿Por qué dijiste que ibas a dejar que él te poseyera?

—Porque me vi saturada, eran muchos contra ti. Te estaban haciendo dañ-…

—No, no. —Dijo cortándola, y se apoyó un poco en la encimera. La miraba pensativa. —¿Acaso tú y él aún no…?

—Es lo que te he dicho antes, no sé de dónde te sacas eso. Él jamás me ha puesto la mano encima con esas intenciones… y si lo ha hecho, que sepas que no ha pasado de un beso en la mejilla, un abrazo, cuando todavía pensaba que era alguien en quien podía confiar. El día del funeral se portó muy bien conmigo.

A Ymir se le cambió la cara y mientras Historia se explicaba, buscó el teléfono móvil del bolsillo de su abrigo, que estaba también con sangre apoyado en la encimera. Buscó la conversación de hacía un mes, no entendía nada. Cuando encontró aquel historial de mensajes lo releyó para asegurarse.

—¿Y esto qué era, una metáfora para darme celos? ¿O qué demonios fue esto? Me dejaste tirada por irte a cenar con él.

Historia frunció el ceño confundida. Ymir le volteó la pantalla del teléfono y vio un historial de mensajes que ella desconocía por completo. Deslizó el dedo por la pantalla, arqueando las cejas.

—Este… este día no encontraba el teléfono. Justo por esas horas. Estaba en la habitación de mi hermana. —Miró alarmada a Ymir. —Yo jamás te escribí estas cosas.

Ymir tragó saliva, y su mirada se ennegreció, como si acabara de darse cuenta que había sido tomada por gilipollas. La miró fijamente, sin decir nada.

—¡Te digo que yo no escribí esto! —insistió la rubia, buscando ahora su móvil para demostrárselo.

—Habrá sido él.

Historia no tenía aquel historial, y se lo enseñó a Ymir.

—Te mandó todo eso y luego los borró. —Aseguró Historia, aunque Ymir no necesitaba ver aquello para creerla, Historia nunca le había mentido en nada. Confiaba en ella. —Si hubiera empezado algo con alguien… no necesitaría ocultártelo, es más, esa noche cené con Reiner esperando que tú contestaras. Él puede confirmarlo.

—Sí. Ahora me cuadran los mensajes que me enviaste después diciéndome que hacías tú la cena, o que qué me pasaba. Pero no pude leerlos hasta que me compré otro móvil. Y cuando los leí… —rio estúpidamente, sin ganas. — Sólo pensaba que te reías de mí.

Historia suspiró largamente, negando con la cabeza.

—Se ha reído de las dos.

Ymir bajó la mirada a ella, respirando cansada.

—Voy a ducharme, la hemorragia se ha detenido —dijo, separándose con pesar de la encimera.

Dormitorio de Ymir

Enterado de la situación y pensando que Ymir volvería más tarde, Nikolo se había levantado sobresaltado viendo que el Ferrari de Ymir estaba aparcado en la entrada, con trazas de sangre y una vomitona frente al asiento copiloto. Una vez habló con las dos y contempló el rostro demacrado de Historia, se apresuró a hacerles a ambas una merienda como era debido. Historia se dio una ducha reparadora en el que había sido su baño anteriormente, y luego, envuelta en el albornoz, se puso las zapatillas. Tenía un frío garrafal al salir a los pasillos. Se dirigió a la habitación de Ymir, momento en el que se cruzó con Nikolo. Se abrazaron y el rubio bajó contento y sorprendido la mirada a su nueva figura. Después de hablar un rato, el cocinero le dijo que tenían muchas charlas pendientes, pero que las dejarían para otro momento, y le cedió el carrito sobre el que iban dos generosas bandejas llenas de comida. 

Dentro de la habitación de Ymir, por suerte, había una agradable sensación de aire caliente. Había puesto la calefacción.

Mientras la morena acababa de lavarse el pelo y el cuerpo que había estado lleno de sudor y sangre, Historia sintió un ruido de hambruna en su estómago y se acabó tres de las tortitas que Nikolo le había preparado, sin verse capaz de esperarla más rato. Las comió junto a plátano y fresa, y luego también se apropió de un cuenco pequeño de frambuesas que le tiñeron la lengua.

Una vez llenado el cuerpo, se tumbó con cuidado en la cama de Ymir, estirando las agotadas piernas. Una salida que en principio iba a durar quince minutos, se había alargado hasta completar las insufribles dos horas. Vio que el teléfono de Ymir sonaba sin parar, no de llamadas, sino de notificaciones constantes. La alfa siempre había dejado el teléfono bocabajo, pero aquella vez parecía no haberse dado cuenta. Le hablaba todo el santo mundo. No sé como no se le ha caído el pelo del estrés, pensó. No envidiaba la vida del famoso para nada. Al final hizo un esfuerzo por ignorar todos aquellos sonidos de distintas aplicaciones y servicios de mensajería, y reflexionó sobre los últimos acontecimientos. Sobre lo dura de mente que se había convertido el último año. No hacía mucho que había cumplido los 18 años, ya era mayor de edad, pero había vivido cosas que ni siquiera podrían asentarse a esa edad por muchas películas gore que uno viera. La realidad siempre era más cruda. Y después de pasar tantos meses viviendo codo con codo con los alfas, su mentalidad se había endurecido para ciertas cosas. La madre de aquel bebé que esperaba era Ymir también, su hijo viviría con seguridad y cuidados, pero por mucho empeño que pusiera, no podía evitar que conociera aquella malvada dinastía jerarquizada. Al fin y al cabo, de no ser por eso, Historia tampoco habría quedado embarazada de la morena.

—Historia. —Dijo ya cepillándose el largo pelo que tenía, delante del espejo. La rubia se asomó al baño al oírla. —El ginecólogo me ha dicho que estás poniendo problemas para la cesárea.

—No estoy poniendo problemas. Quiero tenerle de manera natural.

—Tu parto tiene un riesgo. —Dijo Ymir con una contundencia que a Historia no le gustó. Se cruzó de brazos, y la morena la miró sólo un segundo a través del espejo. —No hablamos de tu vida solamente, también hablamos de la del niño.

—La cesárea también es peligrosa. Y no se puede realizar muchas veces.

—Sólo te dig-… te… aconsejo, que los firmes. Nada más.

Historia frunció las cejas y también los labios, sin llegar a responder. Se encogió de hombros y se dio la vuelta en la cama dándole la espalda, pero Ymir volvió a hablarle.

—No te estoy obligando, ni quiero que te lo tomes como tal.

—Ya lo sé. Lo pensaré, ¿de acuerdo?

No, no estoy de acuerdo. Quiero que lo hagas, joder. La morena inspiró hondo, aguantó ese pensamiento. Y respondió.

—De acuerdo.

Historia asintió. Ymir salió detrás mientras se anudaba mejor el cinturón del albornoz blanco. La miró de arriba abajo y paró de andar, en cuanto Historia se tumbó más cómoda en la cama. Ymir ladeó un poco la cabeza.

—¿Quieres que te deje dormir un rato?

—No, sólo me duele un poco la espalda. Este bebé… pesa. Pesa bastante ya. Luego me iré a mi habitación.

Ymir apoyó una rodilla, pero no quería acercarse demasiado a ella para no incomodarla. Palpó su zona lumbar y la frotó en un masaje leve. Aunque con dos apretones Historia abrió despacio los ojos, dándose cuenta de la fuerza prensil que tenía en los dedos.

—Oye… —murmuró Ymir.

—¿Sí?

—También… me dijo que no querías que me enterara del sexo del bebé. ¿Por qué?

—Porque di por sentado que en algún momento nos veríamos… ya estoy de siete meses, y llevamos sin vernos desde que tenía cuatro. Quería decírtelo en persona.

—¿Y qué es…? —a Ymir le salió una sonrisa natural, breve y contenta, que contagió a Historia en seguida. Era tan guapa la morena para ella, que verla así le recordaba que seguía sintiendo demasiadas cosas.

—Es un chico… —susurró Historia curvando más su sonrisa, y bajó la mirada a su vientre. Tenía una barriga muy abombada, el tamaño correspondía a una tripa de más de ocho meses de gestación de un embarazo corriente. Ymir la miró fijamente, aumentó su sonrisa y por muy poco se contuvo el besarla. No tenía ningún derecho a hacerlo. Bajó la mirada y puso la mano en la panza, sobre el albornoz. Historia susurró. —¿Quieres sentirle? Hoy está guerrero.

Ymir la miró con esa fijeza sin palabras, asintió un poco con la cabeza. La rubia era consciente de que llevaba puesta esa única prenda, así que con cuidado se abrió el cordón y las solapas en la zona de la barriga, procurando no enseñar de más. Ymir contempló de reojo su entrepierna casi al descubierto pero se centró, no era eso lo que le interesaba en esos momentos. La rubia desnudó su vientre en totalidad. La presión de sus órganos contraídos ahora que aquel niño había ganado tanto lugar dentro de ella era innegable, además, respiraba más fuerte. Ymir dejó suelta su mano, dejando que la otra la guiara de la muñeca hasta ponerla en una zona lateral que tenía un destacable saliente, perceptible al tacto. Ymir expandió la palma de la mano con la mirada curiosa, esas cosas jamás las había hecho y sentido, para ella era nuevo. Historia presionó sin fuerza el dorso de la mano de Ymir. De pronto, el bulto que la morena presionaba se movió, seguido de un nada despreciable patadón con el otro pie.

—Se ha movido —dijo con los labios abiertos, parpadeando asombrada. Historia mantenía una sonrisa tierna mirándola. Para ella no era nada nuevo, a los cinco meses aquel niño había empezado a moverse y de ahí ya no paró.

—Tiene los pies ahí hoy. Da muchas patadas. Te lo juro, a veces es un festival. Va a salir futbolista… —comentó riendo, manteniendo aún la mano de la morena allí. Ymir no sonrió porque seguía alucinando.

—Joder, de verdad hay un bebé ahí dentro. Qué… fuerte.

Historia dejó de reír poco a poco, quedando sus labios en la misma sonrisa de ternura. Sin casi pensarlo, salió de ella levantar la mano hasta su mejilla, acariciándola despacio. Ymir dejó de mirar el vientre y volvió la atención a ella, y enseguida a sus labios. Tragó saliva y volvió a mirar a otro lado, apoyando la cabeza en la almohada. Notó el piecito del bebé deslizarse en la zona donde Historia mantenía su mano, y esto volvió a hacerla sonreír.

—Todo este tiempo… —susurró la más bajita— …te he echado tanto de menos.

Ymir subió lentamente la cabeza al escuchar eso, abriendo los ojos para encontrarse con su preciosa cara de ángel. La atrapó de la mejilla y atrajo hacia ella, girándole el rostro para acercar sus labios a los ajenos.

—Espera… Ymir. —La detuvo a escasos centímetros, y la morena cerró los ojos en lo que parecía ser una mueca de hastío, o enfado. —Yo… debo de estar loca. Este tiempo en soledad ha sido muy duro.

—¿Por qué nunca me has llamado?

—Porque tenía que demostrarme que puedo ser fuerte por él. Por mí misma, por… todo. Saber que soy más fuerte que el sentimiento de quererte. Porque si te veía haciendo alguna cosa horrible de nuevo, tendría que aceptar que estaría yo sola cuidándole por mucho que me doliera y que no… iba a caer en tus redes.

—Y lo has demostrado muy bien —murmuró, y la besó de repente, atrapando sus labios despacio. A Historia le dio un fuerte vuelco en el corazón al sentir la boca de Ymir, quería seguir hablando, pero nuevamente la morena demostraba el poco aguante que tenía a sus propios sentimientos.

Era cierto.

Ymir no sabía contenerse, pero llevaba muchísimos meses demostrándose a sí misma y a sus cercanos que había cambiado, con todas las dificultades que eso le supuso. Ya no podía aguantar más, la tenía muy cerca, y acababa de descubrir que Bertholdt jamás estuvo en medio como le hicieron creer. Historia dio un suspiro al sentir que Ymir le metía la mano directamente entre los muslos, tocándola entre los labios vaginales. Aquello le dio tantísimo placer después de tanto tiempo que cerró sin querer las piernas. Pero no podía dejarla tan rápido. No sabía nada de Ymir en la actualidad apenas. No sabía si había cambiado realmente. Separó sus labios de los ajenos pero ésta se los acercó, respirando en su boca sedienta.

—Ymir, para…

Ymir balbuceó un gruñido y quitó las manos de su sexo para abrirle fuertemente la pierna, ya que las había juntado. Historia intentó quitarla de su agarre pero la morena la inmovilizó con su larga pierna derecha, abriendo la otra con la mano.

—Ymir. —Dijo con la voz más contundente, haciendo que la morena parara de intentar besarla. Retiró despacio su pierna de la de ella, respirando con algo de dificultad.

—Lo siento.

Historia se apartó las dos manos de Ymir de encima y se cerró el albornoz, mirándola con el ceño un poco fruncido.

—¿Crees que porque te he dicho que te echo de menos voy a acostarme contigo? ¿En serio?

Ymir negó despacio con la cabeza, tensando la mandíbula. No la miraba.

—N-no, claro que no.

—No quiero sentir el más mínimo forcejeo entre nosotras, ¿de acuerdo? Mucho menos en la cama.

—Por favor, no te enfades… no te haría ningún daño, te lo prometo…

Historia pretendió decirle aquello con mucha sobriedad, pero al ver la expresión de lástima genuina que le estaba poniendo, comprendió que quizá era la voz de los recuerdos la que la hacía actuar así. Asintió despacio.

—Te… te creo. Venga, tampoco me pongas esa cara. —Resopló y acabó por sonreír, aunque intentó contenerse pues sabía que la otra idiota se había asustado al ver su reacción.

—Ni siquiera he pensado en el niño…

—No hay problema con eso, descuida. Este niño está más sano que nosotras dos juntas. Puedo… puedo mantener relaciones sexuales. Pero será cuando las dos queramos. —Aunque nada más pronunciarlo, no supo si hizo bien al desvelarle esa información. Ymir asintió y la acarició de la espalda.

—Quiero que vuelvas aquí conmigo. Esto está muy vacíosin ti, Historia. Y… tengo que darte el regalo de tu cumpleaños aún.

 tengo que darte el regalo de tu cumpleaños aún
(Créditos al artista que no encontré… pero qué bonita creación.)

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