CAPÍTULO 19. Una nueva secretaria
El director de la Academia convocó a su sobrina para formalizar su vuelta al puesto que había dejado colgado por motivos más que respetables. El golpe de los medios de comunicación estaría al caer, pero Nami insistió en recuperar su puesto cuanto antes, incluso antes de tener el permiso médico. Así que allí se presentó bien entrada la mañana. Bey la puso al tanto de todas las pesquisas durante los días que estuvo ausente. Nami no contaba con la presencia de una persona más en el despacho. La había visto alguna vez, pero tan de pasada que ni siquiera prestó la merecida atención.
—Oh, y te presento a Hana Yoshida. Ha estado encargándose en tus días de ausencia de todos los documentos que se te estaban acumulando. Lo ha hecho muy bien, así que desde el Consejo Estudiantil la hemos propuesto como tu nueva secretaria. Te vendría bien tenerla mano a mano, ya que está bien informada de todos los clubs deportivos y también de las últimas actualizaciones que habrá en el temario de las asignaturas.
Nami asintió brevemente y volvió a mirar a la chica que su tío tenía a la izquierda. La muchacha se puso en pie poco a poco, ligeramente sonrosada, y sonrió con timidez a Nami mientras le tendía la mano. La morena la tomó con una sonrisa más elongada y devolvió la mirada al director.
—No hay problema. No he tenido secretaria desde Mochida.
—Por eso mismo —concluyó el hombre, dejando un par de documentos sobre el escritorio—. Me voy y os dejo leerlos tranquilas. Cuando podáis, dejadlo todo firmado en mi oficina.
Nami asintió y esperó pacientemente a que su tío desapareciera de allí. Después, volvió la atención a la chica. Hana era una estudiante de magníficas notas en todas las asignaturas de letras, y además, una reputada competidora de Equitación en la categoría “junior”, deporte que no practicaba en la Academia sino en una acaudalada institución privada. Pero para Nami, el hecho de que tuviera buenas notas o fuera jinete no le importaba lo más mínimo, al fin y al cabo, sus notas eran muy altas, pero no eran como las suyas, que eran perfectas. La chica tenía un cuerpo similar al suyo: era alta para tener quince años, una melena lisa de color negro y un bonito flequillo a la altura perfecta de las cejas. Tenía los ojos marrones, mucho más oscuros que ella, pero unas inusuales pecas sobre su nariz le daban un aspecto inocente y precioso. Cuando la vio inclinarse hacia el documento para leerlo, contempló con lástima que su busto era decepcionantemente pequeño, y su culo también. Tenía la manicura perfecta hecha, de color rosa palo. Nami inspiró hondo y pensó en Kitami. Aquel sí que era un cuerpo de verdad. Bajita, de tetas enormes, culo que se hacía notar, muslos en su justa medida y pese a ello, perfectamente proporcionada.
—Ah… no quiero firmar… si no te parece bien… —la voz melodiosa y tímida de la chica la arrancó de los pensamientos lascivos que iba a comenzar a tener. Observó a Hana, que al final no había firmado. Desplazó despacio el bolígrafo en su dirección. Nami le sonrió y garabateó rápido el papel.
—Perdona, estoy aún situándome. Claro que me parece bien, me vendrá bien algo de ayuda. ¿Cómo tienes de controlados los clubs de la Academia? Supongo que con la equitación no tendrás mucho tiempo libre.
La chica abrió los labios a mitad de su frase pero se trabó, un solo segundo. Parecía haberla pillado por sorpresa que la tuviera localizada.
—Ah, ¡sí! Es que… me gusta el nivel que he visto, no esperaba tanto en una Academia de Preparatoria.
Así que se cree que tiene muchos conocimientos.
Nami sonrió con cierta malicia al principio, pero luchó por mostrar una cara amable.
—¿Te apetece tomar un café a la salida? —le dijo en un tono apaciguado, con el único fin de analizar su reacción. La chica en ningún momento pareció pensar nada extraño, pero sonrió algo apenada.
—Bueno, mientras no sea café… sólo lo probé una vez de pequeña y sabía fatal.
—Claro. Y mejor no lo tomes, que luego te acostumbras… y te conviertes… ya sabes. En un adulto —puso los ojos en blanco para potenciar una burla. La chica se rio dócilmente.
—Pero no estoy criticando tus gustos ni nada, eh… es que si es igual que el que mi padre me dio a probar… buagh… y sob…
—A mí sí me gusta. Contra más amargo, mejor —la cortó de golpe. La chica se puso algo tensa pero mantuvo la sonrisa.
—Seguro que está rico… algo tiene que tener, ¿no? Para que todo el mundo lo tome…
—Sí. La cafeína.
La notaba incómoda. Y esto le gustó. La chica cambiaba de parecer fácilmente, a placer de quien detectara con autoridad. La recorrió sutilmente de arriba abajo, su cuerpo era tan básico, que lo único que le provocaría placer sería hacerla tener disonancias cognitivas hasta que llorara.
¿Será de las que llora bajo presión? Me encantaría comprobarlo.
Sabía que las notas no lo eran todo. Esa estúpida imbécil, incapaz de tomar la decisión de firmar un papel, era como una niña.
—Sí, supongo…
—¿Vas a firmar hoy, o esperamos a mañana? —la atacó sutilmente, haciendo que la chica volviera a ponerse tensa, entre risas. Vio la firma de Nami y se aproximó el papel lentamente. Nami observó que estaba leyendo las cláusulas—. ¿Vas a leerlo ahora? Si quieres, dejamos el café para otro día.
—Ah… ¡no, no! Sólo… sólo miraba que mi nombre estuviera bien escrito.
Mentira, supo Kozono. Valiente estúpida niña pequeña me han ido a traer. ¿Quince años? Jamás fui tan imbécil, ni con doce.
La chica firmó rápidamente y le dio el papel. Nami sonrió.
—Voy a dejarlos en su despacho.
Cafetería de la Academia
—¿Cómo andas, Nami? Mi más sentido pésame…
Fueron varios los estudiantes, todos amigos o conocidos de Nami Inagawa, quienes pararon a saludarla según se la fueron encontrando en la cafetería. Hana se sintió abrumada, era imposible charlar con ella si a cada segundo la reclamaban. Cuando por fin la turba se fue dispersando, Nami se pudo centrar en su café y Hana también se acercó su taza de té.
—No hacía falta que me esperaras para tomártelo… esto siempre es así —dijo la presidenta, apartando los sobrecitos de azúcar en dirección a la chica. Ésta los tomó de buena gana y echó nada menos que tres enteros en su té.
—No pasa nada. La verdad es que tiene que ser atosigante para ti… ¿no…?
—Estoy acostumbrada.
—Mucha gente te conoce —la chica ladeó una sonrisa—. Sabes, tienes pinta de ser una buena persona. No entiendo por qué hay gente que te tiene tanto temor.
—¿En serio? ¿Temor? —cuestionó la otra, con sorpresa—. No es lo que me gusta incentivar.
—Bueno, es que con esa palabra parece que quiero decir que te ven como un ogro… es más bien… como… una chica tan popular que da cosa acercarse.
—Tú también eres popular. Cuando has abierto tu taquilla, lo tenías todo lleno de fotos… parecía una tienda de cámaras —dijo riendo, mientras giraba la cucharilla. Hana rio contagiada y se encogió de hombros.
—Es que me ha tocado una buena clase… no me puedo quejar. Me da pena tener que marcharme algún día de esta Academia.
—¿Verdad? A mí también. ¿Tienes pensado qué harás cuando llegues a último año?
—Me gustaría estudiar literatura. Y ser escritora de novelas.
Valiente chorrada, pensó Nami. Tuvo que contener las ganas de carcajearse delante suya, pudo controlarse en las últimas. La chica sonrió un poco.
—Seguro que te parece una tontería, ¿verdad? —prosiguió.
—Oh, no. Cada uno sabe lo que se le da bien y si no es así, hay tiempo para pensarlo. De hecho, creo que ser escritora te pega. He visto cómo has estado documentando todo en mi ausencia, eres bastante organizada. Eso es importante en un buen escritor.
La chica amplió su sonrisa.
—Viniendo de alguien como tú, me halaga… gracias.
Kozono seguía peleándose internamente con las carcajadas que no llegaba a emitir. Le dio un sorbo a su café amargo y dio un balbuceo de gusto.
—Bien. Bueno, lo que me gustaría hablar contigo es un poco del reparto de tareas que se suele hacer entre la Presidenta y la secretaria del Consejo. Como sabrás, el a…
—Inagawa… perdona… perdona que te interrumpa, pero…
Nami enarcó una ceja, no le gustaba que la trabaran al hablar. Pero se la quedó mirando como si no le diera ninguna importancia.
—Tranquila, dime. ¿Ocurre algo?
—Verás… te va a parecer una tontería, pero llevo más de un mes dándole vueltas al tema de las invitaciones que la Academia permite dar a cada competidor… en el tema del tenis.
—¿Invitaciones? ¿Qué ocurre?
—Es que… sólo permiten a dos invitados por competidor.
—Así es.
—Si pagara más dinero… ¿podría pedir más? Una de mis amigas es tenista en el club y está muy mal, porque su familia paterna no puede asistir… su abuela está muy enferma y quiere verla… era una conversación que tenía pendiente con el director para solicitarle el permiso pero, bueno, el tiempo fue pasando…
—Espera, espera, espera… —la morena rio en un resoplido, algunas frases parecían información inconexa—. No entiendo qué es lo que me estás pidiendo a mí exactamente.
—Si pudieras… hablar con el director, o con quien estuviera encargado… para darle a mi amiga diez entradas más de las permitidas… —cerró los ojos y agachó la cabeza, con timidez—. Sé que son demasiadas pero… no lo pediría si no fuera importante, de verdad que no.
—No se pueden adquirir más entradas por dinero. Sólo son dos por el tema del aforo, son muchos competidores.
—¡Pero por favor….! ¿Tan difícil sería poner unas sillas plegables a ocho personas más? Es que…
—Si lo hiciéramos con tu amiga, tendríamos que hacerlo con cualquier otro competidor.
—Pero seguro que daría muy buena imagen anunciar el hecho de que la abuela está en las últimas. ¿Sabes…? El mundo periodístico. tiende a la pena.
Nami se la quedó mirando, parcialmente sorprendida. Había algo oculto en ella. No era tan tonta. ¿Se la estaba intentando colar?
—Es una pena, Hana… las reglas son las reglas. Dile a tu amiga que no es posible.
—Vale, ¿y si… y si logro que otros cuatro estudiantes me cedan sus dos invitaciones? ¿Tú crees que…?
—Prueba a ver. A lo mejor así sí reúnes las ocho que faltan.
—Pero en la normativa de eventos dice que son intransferibles. En ese caso no estaríamos hablando de un tema de aforo. ¿No es así?
—Bueno… —Nami ladeó un poco la cabeza y miró hacia los lados, antes de bajar la voz—, es cierto que son intransferibles. Pero si logras tener ocho invitaciones de cuatro competidores que no deseen usarlas, yo mediaré para que esa familia pase sin problemas.
—¿Harías eso por mí…?
—Claro. Nada me pondría más contenta que ver a esa anciana disfrutar del talento de su nieta… si yo te lo decía por el aforo. No soy tan estricta.
—Claro… Nami, ¡eres genial!
A Nami le rayó sobremanera que la llamara por su nombre de pila tan deprisa.
—Inagawa está mejor.
La chica se puso colorada.
—Ah… sí… perdona… perdona, de verdad… perdona mis confianzas… dios, tengo que estar molestándote —apuró el té, mientras Nami negaba con la cabeza.
—No pasa nada.
—Creo que estoy molestando con mi presencia… si quieres dime lo que ibas a decirme, ya te he robado suficiente tiempo.
—Descuida. Sólo iba a decirte que tenemos distintas competencias. No puedes tomarte libertades en ese puesto. Te las mandaré por correo esta tarde. También te mandaré qué te corresponde hacer cuando, por los motivos que sea, yo no esté para solucionar. Son problemas bastante generales que pasan casi todos los años.
—Bien —Nami frunció un poco las cejas al ver que todo se lo comenzaba a apuntar en un papel—. ¿Qué más?
—Necesito que para la semana que viene tengas un listado de todos los participantes de tenis y atletismo y que confirmes sus direcciones de envío para los resultados de sus análisis sanitarios. Me consta que algunos se han mudado estos meses.
La chica asintió y siguió escribiendo rápido. Nami se acabó el café y continuó.
—También que presentes mis dos propuestas en el temario nuevo del año que viene y del siguiente. Quiero que tu promoción llegue al último curso con una nota media superior que la que hay en la actualidad.
—S… ¿superior…? —la chica la miró unos segundos; Kozono asintió tres veces seguidas, lentamente—. Pero… está en un 8,9. Sería prácticamente excluir de las recomendaciones del director a cualquiera que no tenga un sobresaliente.
—Efectivamente.
Hana comprimió los labios en una mueca y escribió más lento ahora. Nami jugaba con la cucharilla del café, sin mirarla. Siguió hablando.
—La gente cree que me importan las notas. Y… qué va. Lo que quiero es descartar la mediocridad en su total magnitud. Busco a la gente que tiene facilidad para comprender y que no le cueste estudiar. A superdotados que no sean vagos cuyo coeficiente intelectual es medido por psicotécnicos y luego no dan palo al agua por aprobar nada. Quiero a gente despierta. ¿Me entiendes? Gente… con talento. Por eso también pretendo cambiar el formato de los exámenes.
—¿La gente que se lo aprende todo de memoria y luego lo sueltan como un papagayo son talentosos para ti?
—De una manera inferior, pero sí.
Nami se equivocaba. Y Hana sintió que la insultaban. Era justamente el método que ella tenía para tener la magnífica media que tenía. Incluso con las matemáticas, con la física, y con cualquier asignatura que le habían puesto en el pasado y que se le había atragantado. Todo tenía solución académicamente si se aprendía a base de memoria. Pero claro… eso no la convertía en una persona tan resolutiva como alguien con capacidades buenas para el pensamiento abstracto, o la facilidad natural para imaginar ecuaciones y sus soluciones de cabeza.
—Vale… lo… lo apunto. ¿Cómo abro tu casillero, tiene alguna contraseña que podamos compartir?
—No es en mi casillero. Es en uno común que tú y yo compartiremos mientras estés ocupando ese puesto. Yo tengo el mío personal aparte, y tú también. La contraseña estará en tu correo también.
La chica asintió. Contestó.
—Quiero que sepas… que el talento tiene muchas formas de considerarse talento… a mí me parece talento el que brota de alguien que sabe tocar bien el violín, o el que tiene un oído tan fino para detectar todos los instrumentos en un popurrí…
Nami curvó una media sonrisa, mirándole fijamente.
—El violín es precioso. Y muy difícil de practicar.
—Así es…
—No quería ofenderte. Es más, si lo he hecho, te pido mis más sinceras disculpas…
La chica notó amilanarse un poco la tensión. Sintió timidez al recibir disculpas de alguien como ella.
—No hay problema… supongo que no todo el mundo puede ser tan perfecto como tú —le dijo cerrando la libreta y sonriendo.
—No me dores la píldora —respondió riendo, mientras se cargaba el bolso sobre el hombro y se iba poniendo en pie—. Supongo que será difícil coincidir en clase en adelante, ¿verdad? No coincidimos en ninguna asignatura.
—No… coincidiremos cuando toque Educación Física. De todas maneras, mañana tendrás listo todo lo que me has pedido. Espero que nos llevemos bien… Inagawa-san.
Nami sonrió y asintió. Sus caminos se separaron.
Dos horas más tarde
Mansión de Hana
—¿Qué me cuentas? ¿Ha dicho que sí? —sus amigas se partían de risa con la historia.
—Os lo digo yo, que sólo hay que saber conocerla. No es tan mala como dicen… ¡es una arpía! ¡Se lo noto a leguas!
Las chicas volvieron a desternillarse de risa en la cama. Todas llevaban pijama, puesto que era una quedada nocturna que a Hana se le había ocurrido. Sus cinco mejores amigas hacían compañía en distintos colchones, y llevaban como dos horas repasando frase a frase todo lo que le había dicho a Inagawa.
—Yo sólo te digo que tengas cuidado —dijo una chica con el pelo rosa claro, que observaba más neutra toda la situación. Era la hermana menor de Hiroko, y estaba muy prevenida con respecto a Inagawa. Sabía que no era trigo limpio y que estar cerca de ella era espiritualmente negativo.
—Vosotras dejádmela a mí. Cuando acabe este año, seré la nueva Presidenta del Consejo, seguro que ella misma me nombra.
—¿A quién le importa eso?
—¿Acaso no lo sabes? —comentó otra de ellas—. Es tradición de la Academia Kozono hablar maravillas de la secretaria del Consejo, tengas la nota que tengas, a las universidades más prestigiosas. Qué cerquita que estuvo Junko Mochida de conseguirlo…
—Cuentan las malas lenguas que estaban liadas.
—Sí, algo he oído —reconoció la morena, pensativa—. Si eso es cierto, es que le gustan las mujeres. Apuesto a que es una información que guarda muy recelosamente.
—Nah, no creas, en la academia se sabe de sobra. Lo único que intenta ella es no llamar tanto la atención… por el papel que tiene su familia en el país. En algún momento le explotará todo en la cara —comentó otra, que se estaba haciendo la manicura.
—Si le gustan las mujeres puede que sea mucho más sencillo obtener lo que quiero. ¿No creéis? —inquirió Hana, poniéndose de repente en pie sobre su propia cama, con las manos apoyadas en la cintura. Miraba triunfalmente hacia sus amigas, como si quisiera representar una escena de superhéroe—. Ya veréis, en una semana me la camelaré. O menos, quizá, si juego bien mis cartas los días de Educación Física. Seguro que le gusto.
—Le gusta Reika Kitami, de su clase.
—¿Quién es Reika Kitami?
—Mira, te la busco… tiene Instagpic.
Hana profirió un suspiro de desagrado mientras sus amigas se arremolinaban alrededor del teléfono ajeno. Bajó de la cama y miró, tratando de fingir que no le interesaba demasiado.
—Mira, es ésta.
Cuando Sakura giró el móvil, Hana vio la cara inmaculada de un ángel personificado. La foto sólo dejaba apreciar hasta medio muslo, por lo que vio claramente en qué se diferenciaban. Suspiró hacia dentro, concentrando la mirada nuevamente en los ojos azules de la chica.
—Es guapísima —dijo otra, que ya estaba mirando el resto de fotos.
—Parecéis todas unas lesbianas desesperadas —masculló Hana, con algo de enfado. Era verdad que era muy guapa. Tenía rasgos claramente extranjeros, los ojos enormes… igual que otros atributos que tenía enormes—. De igual modo, no creo que estén juntas, porque la he estudiado y ni siquiera me sonaba el nombre de esa rubia. Nunca la he visto con Inagawa.
—No están en una relación oficial —murmuró la hermana de Hiroko—. Pero mi hermana me ha contado que Nami es muy peligrosa y que no me acerque a ella, así que… quizá eso explicaría por qué Kitami ha estado faltando por temporadas a clases.
—Eh, Aki, vas a tener que decirle a tu hermanita Hiroko que afloje más información. La necesito para ser la estudiante de Preparatoria con más contactos de la Academia.
Aki puso los ojos en blanco.
—Bueno, le preguntaré a ver si sabe algo.
—Eso. Pregúntale por gustos, aficiones, ya sabes… cosas que hacer con ella.
—¿Para qué quieres iniciar una relación? Si luego sale mal, no olvides que es sobrina del director.
—Sólo quiero acercarme lo máximo posible a ella para sacar sus contactos y hacerme con mi propio círculo. Después, ella podrá salir de esa ecuación.
—Utilizarla, eh… qué atrevida —dijo Sakura—. ¿Y no se te ha ocurrido pensar que a lo mejor te sale bien y luego quiere… ya sabes… contigo?
—Ay, por favor —puso los ojos en blanco—, nadie va a enterarse de eso, ni siquiera vosotras, será información personal. ¿¡Estamos!?
—Pero, Hana… no llegues a tanto —murmuró Aki, chistando—. Es mayor que nosotras, ¡seguro que querrá hacerlo contigo!
—¿Y cuál es el problema, hm? ¿Acaso pensáis que es mi primera vez? —aquello las dejó en silencio—. Perdí la virginidad con Makun. Así que ya sé qué es eso de… tocarse y… besarse con lengua. Da como un poco de asco, pero bueno. No es difícil, y con una chica seguro que ni duele.
—Estás loca, Hana. Mejor que no se entere tu madre.
—Sí, mejor, y mejor si vosotras os estáis calladitas.