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CAPÍTULO 24. Un mellizo similar

Academia Kozono

Durante el recreo

—Déjalo, Aki. Así está bien —murmuró Hiroko, con la boca llena. Aki observaba el archivador de lado a lado, disconforme.

—Tiene que quedar presentable. Se supone… se supone que es como si lo hubiera hecho Hana.

—No es tu responsabilidad hacer esos diplomas, o lo que sea eso. ¿Acaso Hana no sabía dónde se metía?

—Oh, vamos, es sólo la plantilla. Y tú sabes que la creatividad es lo mío, así que, ¿qué más da?

—Sólo espero que a Inagawa y al director le gusten, porque sino recaerá la culpa sobre ti.

—Las he hecho chulísimas, con sus nombrecitos en tinta dorada y todo. ¡No puede no gustarles!

Hiroko suspiró y movió la cabeza suavemente en una negativa; su hermana había accedido a ayudar a una estresada Hana, que estudiaba y ejercía su labor como secretaria del Consejo casi todos los días, perjudicándole de lleno en la única actividad que tenía para desconectar: la equitación. Nami le había puesto tantas tareas ahora que se acercaban los campeonatos deportivos, que su amiga le pidió por activa y por pasiva que le diseñara las plantillas finales de los diplomas para los seleccionados. Éstos se publicarían en el boletín de anuncios de la academia en dos días.

—¿Tú crees que Inagawa tiene tiempo libre? —le preguntó Aki, terminando de cerrar el archivador. Lo metió en la mochila y retomó su sándwich.

—Para lo que le interesa, sí. No intentes compararte con ella en ningún aspecto, Aki —comentó la otra, masticando mientras miraba reels en su teléfono.

—Es que parece… ya sabes. Algo así como un ejemplo a seguir en todo. Es perfecta.

Hiroko tenía la lengua cansada de explicarle el cuidado extremo que había que tener con esa chica. Aun así, al ser dos años más mayores, era consciente de lo que irradiaba a las chicas que aún estaban en la secundaria. Pero no dejaba de ser la trampa que la propia Nami tenía echada a todo el que no la conocía.

—¿Yo qué te dije, eh?

—Que no hable con ella.

—¿Y qué más?

—Que si puedo evitarla en todo, mejor.

—Bien —se tomó su tiempo en tragar y seleccionar mentalmente las palabras adecuadas—. Si tienes mala suerte, Nami no será la primera persona de este estilo que te encuentres. Alguien de buen ver, muy inteligente, con notas perfectas, familia adinerada, un grandioso porvenir… cuando uno huele el éxito, o cualquier tipo de beneficio personal, se acerca. Es un instinto primario de los seres humanos. Hace mucho tiempo yo también quería ser como ella. Y creo que los primeros años de instituto suele ocurrirle a cualquiera.

—Ya… puede ser —comentó Aki, rasgando sin fuerza la textura del archivador por fuera. Había dejado de lado el sándwich—, bueno… se… se especula que le gustan las mujeres. Así que lo que me dijiste es cierto.

—Yo ya lo sabía. Pero no sé por qué cuando yo te digo algo tienes la necesidad de contrastarlo. Ni que fuera mamá, para pelearte con todo lo que te digo.

Aki suspiró.

—Kaori me dijo que desde que supuestamente Hana y ella quedaron… está rara.

Hiroko frunció un poco el entrecejo y dejó de comer. Bajó el tono de voz.

—¿Quién?

—Hana. Kaori me ha dicho que le logró sacar más o menos que esas dos quedaron. Pero no sabe nada más. Y dijo que se ha estado fijando más en ella desde que le quitó así fuerte una de las manos, ¿sabes? Tenía una marca en la muñeca.

—No… no sé si te estoy entendiendo bien. ¿Cómo que no le logró sacar si quedaron o no?

—¡He dicho más o menos…! Más o menos se lo sacó. Es que Hana se puso nerviosa y no lo desmintió. Entonces… pues… Kaori y yo estamos dando por sentado que han quedado y que le ha ocurrido algo. Está mucho más callada, y si por algún casual coincidimos con Inagawa… o bien se aparta del medio antes o está calladísima todo el encuentro.

Hiroko se lamentó para su propio ser, notando una punzada fatigosa. Cerró y abrió los ojos lentamente, devolviendo la mirada a su hermana.

—¿Y qué pretendes que haga yo? Son sólo suposiciones.

—Pues… yo… a pesar de todo lo que me has venido contando de ella, jamás le he deseado mal alguno. Pero… si le ha hecho daño a una de mis amigas… definitivamente quiero que pague.

Hiroko negó con la cabeza.

—No haré nada, Aki.

—¿N… no…? —preguntó, en un tono de desilusión—. Pues bien que te pusiste manos a la obra cuando… —no terminó su frase. Hiroko la miraba fijamente, y arqueó las cejas al ver que no finalizaba. Puso una expresión de cabreo y mordió su sándwich—. Bah, es igual. Ya lo haré yo.

—Te conté aquello en confianza, Aki, para que veas el extremo al que llegué en esa ocasión. Por alguien que lo merecía. Y tú ni siquiera estás segura.

—No estoy segura, pero sé que quiere dejar el secretariado. Vamos a ver, tampoco hace falta ser un maestro forense…

—Aki —llamó su atención, y volvió a mirarla con fijeza—. No quiero que te involucres, eres muy pequeña. No trastees tampoco en mis cuadernos de hechizos, ¿vale?

—Sabes que no lo haré. Pero me da rabia todo esto. Quiero ayudarla. ¿Por qué con Kitami sí y con mi amiga no…? ¡Debería darte más pena… somos de dos cursos inferiores!

—No entré a valorar nada de eso en aquel momento —murmuró, recordando la fatídica escena aquella mañana. Madrugando para acompañar a Reika a una citología urgente, viendo después cómo su cara se rompía nada más salir de la consulta. Cerró los ojos y los abrió rápido—. Lo hice porque… ese momento me afectó mucho. Ella… maldita sea, era nueva, acababa de perder a toda su familia. Vivía del Estado. Esas personas sufren muchísimo cuando son tan buenas como ella, y Nami estaba transformando su vida en un infierno simplemente porque se le antojó —tomó a su hermana del hombro para capturar su atención—. Hice magia negra en su contra cuando me enteré de la salvajada que le había hecho. Y eso es algo que no pienso repetir. Porque la energía se devuelve. Si te pasara algo, o le pasara algo a alguna de tus amigas por seguir yo jugando a ser todopoderosa, no me lo perdonaré.

Aki la escuchaba con suma atención. Quería mucho a su hermana mayor, y fue bajando los ojos pensativa. Era lamentable.

—¿Crees que si lo hago yo te salpicaría a ti? Porque, entonces… yo tampoco me lo perdonaría…

Hiroko sonrió con más dulzura. Rodeó a su hermana con el brazo izquierdo y le dio un beso en la mejilla. Aunque Aki seguía algo disconforme.

—Podría salpicarme, y por eso no quiero que toques nada de mis baúles ni del altar. Además, ya bastante que no tomo represalias contra ti por tomar sin permiso mis abrigos. ¿De dónde has sacado esto, eh…?

—¡Déjame! —empezó a reírse junto a ella, cerrándose bien la chaqueta que muy discretamente esa mañana le había birlado a su hermana del armario. Al cabo de un rato, cuando terminaron el almuerzo, Aki le dirigió una última pregunta con el rostro preocupado—. Oye, Sano…

—¿Sí?

—En todo caso… no… no creo, ¿no? No creo que haya ocurrido nada de eso. ¿No? —le preguntó, y acto seguido forzó una sonrisa—. No creo que la haya violado, ¿no…? Sería… sería raro… ¿no? De mujer a mujer… ¿no?

Hiroko lamentaba aquellas inquietudes. Estaba esperando que ella le relajara dándole una negativa. Sabía perfectamente que Nami era capaz. Sabía perfectamente que el no hacer nada le dolería. Pero no lo haría sólo por suposiciones. Y mucho menos pecaría de darle a entender a Aki que ese era el camino.

La alarma sonó en ese preciso instante.

—Ve a clase, ¿estamos? Es a lo único que venimos aquí. Recuerda las recomendaciones de siempre —dijo, ignorando las preguntas.

—Voy, voy. Tengo que llevar esto al despacho a Hana.

Hiroko la volvió a mirar, suspicaz.

—¿Vas al despacho de Inagawa?

—Están pegados, se comunican por una puerta interna. Pero yo voy al de Hana. ¡Estás sorda!

—No estoy sorda, pero sé dónde está ese despacho. Te acompañaré.

Aki asintió.

Despacho de Hana

—Oh, ¡genial! ¡Justo a tiempo! —chilló Hana, levantándose rápido de la silla al reconocer la voz de su amiga. Abrió la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, aunque se extrañó un poco al ver a la hermana mayor de Aki con ella—. Ouh. ¡Hola!

—Buenas—dijo Hiroko sin más. Generalmente, causaba sensaciones difusas en el alumnado de cursos inferiores. Era el caso de las amigas de Aki, de hecho. Veían a los de preparatoria como entes superiores a los que respetar y de los que tomar ejemplo. Hana cerró la puerta y les hizo un gesto a las dos para que tomaran asiento.

—Aquí tienes lo que me pediste —murmuró Aki dejando el archivador sobre el escritorio.

—¡Shhhhh…! ¡Oye…! —la recriminó bajando la voz, y al mismo tiempo señalando con el índice la pared de su derecha. Hacía referencia al despacho de Inagawa—. Te lo agradezco, ¡pero baja el tono!

—Perdón, perdón…

—¿No puedes tener ayuda externa? —inquirió la pelirrosa, mirándola con fijeza. Hana se limitó a negar con la cabeza y retirar del archivador las plantillas que le había encargado a su amiga. Sonrió irremediablemente. Le gustaban. Eran bonitas, tenían clase y los trazos dorados a mano daban el toque de elegancia. Aki era muy buena. Pero al fijarse en el contenido, empezó a palidecer. Parpadeó lentamente, y al final se llevó unos dedos a la boca.

—¿Qué pasa…? —musitó Aki, preocupada y alternando la mirada con su diseño— ¿hay algo mal?

—El listado de los seleccionados. No sigue orden alfabético —murmuró, con un deje tembloroso en la voz—, y faltan… faltan los…

La puerta lateral sonó, y a las tres chicas les empezó a bombear con rapidez el corazón. Sobre todo a las dos más jóvenes.

—¿Puedo pasar? —era la voz inconfundible de Nami Inagawa, desde el otro lado. Aki tragó saliva y sacó a la velocidad del rayo el resto de plantillas y documentos que le había pedido. Cerró el archivador en dos segundos y se lo guardó en la mochila. Hana asintió mirando a su amiga y elevó un poco la voz.

—¡Sí, claro! Pasa.

Nami bajó el picaporte y abrió la puerta. Ni siquiera estaba mirando el interior de la sala al caminar adentro, tenía la otra mano con unos papeles que no paraba de releer.

—Voy a tener que llevarme al final todas las medidas que desecharon aquí. ¿Tienes todavía el email de la Directiva?

—Sí —contestó la chica sin tardar, centrándose en teclear en el ordenador. En esos segundos fue que Nami bajó el papel y se centró en la imagen que tenía por delante. Ninguna gracia le hacía que Sano Hiroko estuviera allí metida. Su mera presencia se le hacía poco menos que insoportable. Detectaba algo en su aura que hacía que su organismo la repeliera por completo—. Vaya, no sabía que tuvieras visita. Tenemos poco tiempo.

Hiroko trató de no hacer demasiado contacto visual con la susodicha. Aki, más nerviosa, le sonrió como gesto cordial.

—No te preocupes, si sólo venían a… —paró de teclear, maldiciéndose. No tenía que haber empezado esa frase, porque ahora tendría que inventarse algo. Y ni siquiera había necesidad… ¡Nami ni siquiera le había preguntado!— Venían… venían a…

—A darle un tirón de orejas —musitó Hiroko, ladeando una sonrisa—, en casa se la echa mucho de menos, hace tiempo que no viene a comer ni nada. Además, esta vez hay un postre sorpresa que a ella le encanta. ¿Verdad, Aki?

—¡Ahá! —fueron rápidas las dos. Le dieron unos pocos segundos de tregua a Hana para que terminara de teclear y se focalizara. Nami ladeó una breve sonrisa y se acercó por el lado derecho al escritorio de su sublevada. Observó sin más la pantalla de su ordenador.

—Ése —levantó un segundo el índice en el aire, sin prestar atención ya a las otras dos, y apoyó seguidamente el puño en el borde de la madera, inclinándose a releer el correo electrónico—, sí, es ese. Reenvíamelo y mándame todos los archivos con el tema de los premios. Me acaba de llegar el aviso de que hay que ponerse rápido con eso, porque piensan cambiar todos los premios y trofeos.

—¿De eso no se encargaba la Directiva? —preguntó Hiroko. Hana levantó la mirada del teclado, pero Nami ni siquiera la miró. Le contestó sin mirarla.

—Estamos ampliando competencias. Hana tiene buena creatividad para los bocetos, y las ilustraciones que mandó han gustado. Pero el cambio les pillaba sin tiempo, así que…

—Eso suena muy bien, Hana. ¿Los trofeos esta vez los has diseñado tú?

—Así es —murmuró, sin dejar de teclear y de hacer cosas en el ordenador—, ya los veréis cuando sean entregados.

—¿Puedo verlas? —Nami intervino nada más Hana acabó su última sílaba, como si en todo momento hubiese deseado interrumpirla. Hana se tensó enseguida, al ver que estaba señalando las plantillas que había hecho su amiga. Asintió rápido y volvió la vista a su teclado.

Nami tomó los primeros diseños y los hojeó con detenimiento. Aki hasta el momento había tenido mucha confianza en su diseño, pero la austera mirada de Nami logró hacer tambalear su orgullo, no hablaba. Le latía muy rápido el corazón y no quería imaginarse cómo estaría el de su amiga.

—Son buenas —musitó, al cabo de quince interminables segundos—. Pero, ¿y los de atletismo? ¿Dónde están?

—Am… —Hana descentró la mirada de la pantalla para volver a fijarse en los papeles. Nami se quedó mirándola, como estudiándola con aquellos intensos ojos color miel oscura. Y Aki palideció. ¿De atletismo? Había olvidado por completo ese recuadro en la plantilla. Y no estaban en ninguna otra.

Hiroko sintió la tensión entre ambas y el creciente silencio. Hana resguardó las manos bajo el escritorio y su lenguaje corporal estaba tenso.

—Se… se le habrá olvidado en casa —dijo Aki, en un intento desesperado por ayudarla.

Hana se asustó de repente al oír la intervención, nacida de la inseguridad. Aki no había hecho los nombres de los seleccionados en atletismo, pero peor aún… había dado por sentado que la excusa de “dejárselos en casa” podía exculpar a su amiga, cosa que no era así. Sencillamente, las plantillas entregadas estaban incompletas. La falta de comunicación entre el pedido y el realizador quedaba de manifiesto en ese mismo documento. Nami miró de soslayo a Aki, pero fue a parar deprisa en su secretaria, que no decía nada.

—No están ordenados. ¿Has mirado los requisitos que te mandé? —le preguntó, con el tono suave que solía emplear siempre. Hana asintió deprisa y empezó a abrir carpetas en el ordenador, como si buscara enseñar efectivamente que había leído su mensaje.

—Sí pero… se me ha tenido que pasar. Lo… lo siento, Inagawa.

Hiroko observó de arriba abajo a la chica. Si la tocaba en ese momento, saltaría del estrés que tenía guardado. Nami se quedó entonces mirando a Hana unos segundos de más, con fijeza. Entreabrió los labios, pero los volvió a cerrar y lo único que hizo después fue mirar su reloj de pulsera.

—Ya no hay tiempo para arreglarlo.

—Sí lo hay… haré otra más, parecida a esta. No te preocupes.

—Hana —le puso la mano en el hombro, y la chica tuvo un efímero respingo al sentirla. La recorrió un sudor frío, e inmediatamente bajó la mirada. Nami mantuvo una sonrisa y una voz suave—. No hay tiempo, en una hora estarán aquí. En media hora tenías clase, ¿no? Tómate un descanso. Yo lo arreglaré.

Hiroko respiraba el malestar y empezó a agobiarse ante la atmósfera opresiva. Provenía de Hana. Si la hubiera conocido lo mismo que Aki, habría podido condimentar mejor las sensaciones que le transmitía. Pero Aki también estaba cabizbaja y seria, sintiéndose culpable de haber empeorado la situación de la chica en lugar de ayudarla.

—No puedo… dejarte sola con todo. Por favor, deja que me encargue al menos del tema de los premios —atinó a decir, al sobreponerse a sus propias sensaciones.

—Podemos ayudarla nosotras. Ya que estamos aquí… —terció la de pelo rosa, intentando atraer la atención de Nami. Ésta la miró un solo segundo, pero como si hubiera oído llover, volvió a bajar la mirada a la pantalla del ordenador sobre la que estaba inclinada. Después miró a Hana de nuevo. Y se puso recta.

—Voy a la cafetería, aún no he almorzado. ¿Quieres que te traiga algo de allí?

—N… no. Gracias. Seguiré con esto.

Nami ladeó una comprensiva sonrisa y finalmente le quitó la mano del hombro.

Resultó increíble. Pero en cuanto Nami salió por la puerta, Hana sintió que por fin podía respirar en condiciones. Siempre que podía evitarla, lo hacía. Porque cuando la veía acercarse…

…cuando se fijaba en sus ojos maquiavélicos durante sólo un segundo…

…su mente le recordaba cómo la abofeteaba mientras abusaba de ella, cómo la miraba, o los insultos que le gritaba. El daño terrible que le hizo. Ni siquiera alcanzaba a imaginar cómo Inagawa podía vivir tranquila con lo que había hecho… cómo podía fingir que no ocurría nada, después de los golpes, mordiscos violentos y el asqueroso frote sexual que jamás se le iba de la cabeza.

Pero como fuera, se acababa de ir. Hiroko se había puesto ya en pie y colocado la silla en medio de ambas, tomando el papel organizativo.

—Bueno, chicas. Vamos a enseñarle a esa zorra cómo hacer un trabajo impecable del que no tenga ni una queja, ¿estamos?

Aki soltó una risita, pero en seguida trató de ponerse seria. Estiró la mano hacia la de su amiga, susurrándole.

—Ha sido mi culpa, se me olvidó… deja que yo lo arregle, ¿vale? ¡Con cuarenta minutos voy sobrada!

—Gra… gracias… —dijo, incapaz de mantenerle la mirada. Aki se preocupó más.

—¿Qué te pasa? Vamos, te ha hablado muy bien… no creo que se enfade tampoco si no nos da tiempo, ¿no?

Hana parecía tener claras dificultades para hablar. Miró a las dos un solo segundo y se limitó a asentir y dibujar una sonrisa forzada. Para Hiroko ninguno de esos gestos no verbales pasaban desapercibidos. No tenía confianza suficiente para que le contara algo así, ni siquiera se lo había contado a su hermana. Suspiró y trató de sonreír.

—Oye, ¿es una tirana? ¿Te trata mal si no le das las cosas a tiempo, o qué?

—No… no es eso necesariamente. Suele ser bastante correcta. Es sólo que…

No podía.

No podía, sencillamente. ¿Cómo coño iba a contarle, con qué puta cara iba a contarle a Hiroko que la Presidenta del Consejo le había frotado el coño con su coño, que la había atado y que la había abofeteado de aquella forma en un aseo perdido de la mano de dios? No la creería nadie. Y podían echarla de la Academia si el rumor se extendía.

—¿Es sólo que…? —tanteó Hiroko.

—No hay tiempo que perder. Mejor… mejor quedémonos a hacer esto. De verdad, muchas gracias por la ayuda.

Las hermanas compartieron una fugaz mirada común, pero se pusieron a trabajar con ella.

Cafetería

—¡Nami! ¿¡Cómo va todo!? ¿Qué haces tan tarde aquí?

Nami ladeó la cabeza hacia la voz, justo le acababan de servir su café. Eran los hermanos Katou: Yu y Kouji. Conocían a Nami desde los doce años, cuando entraron a la secundaria y eran poco más que mocosos. Nami sonrió al verlos y les hizo un gesto para que se sentaran.

—Organizando, como siempre. Si queréis acabar el café aquí…

Los mellizos Katou eran hombre y mujer. La chica, de personalidad efusiva, asintió y puso el café encima. Kouji hizo un gesto para que le esperaran y fue a pedirlo a la barra. Nami suspiró para sus adentros. Se preguntaba si en algún momento de su vida la dejarían tomarse un puto tiempo a solas. Aquel año (el primero de su vida en el que había dado más rienda suelta a su yo interior con Reika) se estaba dando cuenta del gran esfuerzo que le suponía mantener la cara social frente a los demás. Yu le sonrió de oreja a oreja, arqueando las cejas.

—Oye, asquerosa… ¿no estás muy desaparecida? Te tienen explotada los del Consejo. Pero ya te vale, antes por lo menos quedábamos a tomarnos algo… ¡no, espera, no digas nada! Es… hummmmmmm… —fingió tocarse las sienes, como una clarividente a punto de hacer su resolutiva—, es por esa chica… ¿verdad? Reika Kitami.

—E… —la morena quiso responder, pero Yu la interrumpió.

—¡He dicho que no me digas nada! Hummmmmm… espera… hummmm… ¿has estado quedando con ella? ¿Por eso a nosotras nos tienes abandonadas? Hum… Nami tiene una relación secreta, wow…

—No seas tonta —contestó burlona, negando con la cabeza—. Ha dejado la Academia.

—¿Sí, verdad? Nos extrañó verla esta mañana.

Nami parpadeó, fijándose mejor en Yu.

—¿Esta mañana?

—En la tienda de pobres. Six. Está en el centro.

Nami paladeó lentamente su café. Si preguntaba de más, haría que Yu confirmara que Reika le suscitaba interés.

—Entiendo —se encogió de hombros—. En fin, no sé qué le habrá pasado.

—¿En serio? Makoto lleva queriendo tirarle fichas desde que entró en la Academia.

Nami soltó una risa suave, frotándose la sien con la mano y acomodándose en el respaldo de su silla.

—Makoto no tiene posibilidades.

—De hecho… nos pidió ayuda, hace no mucho.

—¿Con qué?

—¡Kouji-chan, ven de una vez! ¡Queremos chismosear y no estás!

Nami dirigió una mirada al mellizo. Para ella, Yu siempre había sido la estúpida de los dos. Kouji por lo menos sabía cuándo hablaba de más. Era más retraído. Pese a su parto compartido, el físico de ambos era diferente, y la parte agraciada le había tocado, cómo no, a la más tonta. Para personas como Nami aquello era preferible. Prefería por mucho que las personas a las que se follaba fueran fáciles, impresionables y tontas. Yu se creía la dueña de todos los círculos de amistad. Era influyente, al menos socialmente, pero ni la mitad que ella. Cuando Kouji volvió con su taza y se sentó, Yu volvió a lanzarse al tema que le interesaba.

—Makoto quiere beneficiarse a esa tontita… pero bueno, te han visto varias veces con ella y ya sabes lo que se especula por ahí, ¿no?

—Eso no importa. Que intente ir a por ella si quiere —puso un gesto de aguantarse la risa—. Tú y yo sabemos que no logrará tener acercamiento con ninguna chica que tenga un coeficiente intelectual superior al de un cerdo.

Kouji suspiró en una breve risa, contenido. Su hermanita Yu había tenido sexo con él recientemente, pero eso era algo que sólo sabía él… la propia Yu desconocía que había sido pillada. Por eso, ver su expresión de incredulidad enterrada bajo una falsa sonrisa le hizo gracia.

—Bue… bueno. Y que no te extrañe, porque tiene que ser un estúpido inútil con todo.

Nami se encogió de hombros sin responder.

—Makoto quiere que le arregles una cita con Reika Kitami, tú que la conoces —zanjó Kouji, que ya veía que su hermana iba a alargar el tema eternamente.

—Eso no está en mi mano.

—¡Claro que sí! —insistió la otra—, pero sólo si no te está molestando con ello.

—No me molesta en absoluto. No tengo nada con ella y jamás lo he tenido.

—Pero has estado mucho con ella, tiene que ser buena amiga tuya, ¿no? Nunca nos la has presentado oficialmente, ni nada. La vimos más con Hiroko y con el retrasado de Hiratani en su día que con nosotros.

—Es una buena chica. Y sí, es amiga, aunque con poco contacto ya. No hay tanta confianza como para que medie por él. Además, ¿por qué no ha venido él a decírmelo?

—Dice que te ha escrito como veinte veces.

Nami extrajo el teléfono móvil y abrió su Whatsapp.

Joder, pronunció mentalmente.

—¿¡Pero cuántos mensajes tienes!? Dios, ¡¡contesta algo!! Ver eso me pone nerviosa —chilló Yu al ver todas las letras en negrita y circulitos verde, correspondiente a las docenas y docenas de mensajes acumulados sin abrir—. ¡Qué estrés! Pero los grupales sí que los contestas, cabrona.

—Porque son los de clases y la Directiva. No me cotillees, Yu —murmuró riendo apartando el móvil de su visión, aún seguía deslizando con el pulgar. Finalmente dio con el nombre de Makoto y empezó a leer. Al parecer, le había empezado a escribir de aquel tema hacía dos semanas. Pero Nami recordaba que su interés por ella estaba desde el día que todos se quedaron prendados al ver su presentación en el aula.

—De igual modo, no puedo. No sé qué es lo que Reika quiere hacer con su vida, a lo mejor incluso se muda. No va a venir más al instituto.

—Pero si es amiga tuya podríamos quedar todos para… comer o algo así, yo que sé. Me comprometo a invitarla, porque paso de ir a los sitios de comida rápida donde vaya esa muerta de hambre.

—Hum… es interesante —Nami fingió estar pensativa, pero de repente hizo un gesto de decepción— ah, no, lo lamento. Me acabo de acordar que dijo que tenía pareja.

—¿En serio…?

—Qué tema más aburrido, cielo santo —dijo Kouji, que se había acabado su café caliente de dos buches. Nami estaba de acuerdo con él—. Makoto no sabe ya cómo metérsela en caliente, y siempre le ha pasado igual con las pocas extranjeras que han pisado esta Academia.

—Bueno… Reika parece americana, pero creo que ha nacido aquí. Tiene pleno dominio del japonés —dijo Yu—, la hemos oído hablar en clase.

—¿Por qué no le hablas tú misma? —preguntó el mellizo.

—¿Bromeas? —soltó una risa déspota, y enseguida se dirigió a Nami—. Ignora a mi hermano. Se cree que yo voy a estar hablándole a esa pobretona… lo siento, pero me es desagradable.

Nami se terminó su café. No lo había disfrutado en absoluto con aquella charla, y menos con la tintineante voz de su amiga en el oído.

—Tenías que haber aprovechado que te la encontraste en Six para decírselo —comentó Nami.

—¡No! Estaba allí sólo por las heladerías… y la vi de lejos. Necesitaba confirmar que era ella, pero ya está. No es como que voy a ponerme a hablar con esa estúpida, Nami.

Nami ladeó un poco el rostro, fijándose mejor en ella.

—Qué mala eres —dijo, aguantándose la risa—. No entiendo por qué te cae mal.

—Odio a las mosquitas muertas. Esa tiene que tener algo que ocultar. Además, lleva una vida de mierda. Kouji y yo creemos que ha robado ropa de algunas tiendas caras. Fuera del instituto a veces la han visto llevando ropa cara.

La que yo le he comprado, pensó Nami. Pero la irritante voz de Yu continuaba, y continuaba…

—…¡no entiendo cómo Makoto ha podido fijarse en ella, pero en fin! ¿Sabes cómo me la imagino, de aquí a unos años? De camarera. ¡De camarera, joder! Y cuando ya tenga la espalda hecha polvo, se la tragarán las termitas de su pocilga. Qué lacra de gente, de verdad. Me dan un asco… no sé en qué pensaba tu tío cuando la dejó entrar —masculló, ahora atenta a sus propios mensajes de móvil—, que sepas que mi padre en su momento pensó que estabais perdiendo la chaveta. Mira que dejar entrar a una huérfana pobre… ¡encima, lo suspendía todo!

Nami dejó de oírla en cierto punto. Era otro ser inferior moviendo la boca, soltando mierda de otro ser inferior. Por lo menos a Reika no le olía el aliento como sí le ocurría a Yu.

—…y raro que no tenga piojos. Joder, seguro que es de las que se rompe la ropa y se la cose ella misma. Qué desastre. Lo único sensato que ha hecho… es irse antes de que la Directiva la echara. Menuda pérdida de plaza que habéis tenido más tonta.

—Relájate —la frenó Kouji—, pareces molesta. Y no digas que yo creo que ha robado la ropa… eso lo crees tú. A lo mejor se la han regalado.

—Por favor, ¿puedes pensar con la cabeza? La sudadera que la vi llevando el otro día era de marca. Y era auténtica. Sé reconocerlo a la legua. ¿Me quieres explicar qué polla ha chupado?

—Pues la que habrá podido. Qué más te da —murmuró, inapetente con aquella charla—, y cuando se la chupe a Makoto también la tendrá atada en corto, porque es un puto controlador de mierda.

—Aaaah… eeeen fin —suspiró sonoramente, cuando de pronto su móvil comenzó a sonar— disculpadme, enseguida vuelvo.

Al levantarse e irse, Kouji devolvió la atención a Inagawa y rodó los ojos en relación a su hermana, con lo que Nami sonrió discretamente.

—La única que le ha chupado la polla a Makoto y está desesperada por volver a hacerlo es ella —manifestó de repente, haciendo que Nami le mirara atentamente.

—Pues eso sí que se lo tiene callado.

—Le da vergüenza admitirlo, porque sabe que es un imbécil —se encogió de hombros y se puso a girar el vaso de cartón.

—Y qué hombre no lo es —dijo con una incipiente sonrisa, chinchando a su colega. Kouji sonrió de medio lado y le devolvió una mirada juguetona. Nami detectaba siempre algo en los ojos de él. Podía detectar que no era ningún bobo.

—Somos muy bobos. Peor aún. Muy básicos —alegó, sin quitar la mirada de su amiga—. Se nos puede controlar muy fácilmente. Ponme un par de tetas como las de Kitami por delante y me convierto en otra persona.

Nami sintió sed de repente, y contrajo la entrepierna.

Unas tetas como las de Kitami… la recordó hacía sólo un par de noches, tumbada bajo su cuerpo. Sudada, respirando cansada, con sus enormes pechos subiendo y bajando para regular la respiración después del orgasmo que acababan de tener. Nami trató de mantener la calma.

—A lo mejor por eso se ha ido de la Academia. Olía vuestra testosterona desde lejos.

—No hice nada, porque todo el mundo estaba fascinado con ella —Kouji miró a ambos lados cerciorándose de que no había seguridad que le dijera nada, y sacó un cigarro a medias del bolsillo de sus vaqueros junto al mechero. Se lo encendió rápidamente. Nami sabía que llevaba fumando a escondidas de sus padres desde los mismísimos doce años.

—¿Quieres decir que sino, la hubieses cortejado con tus múltiples encantos? —murmuró Nami, inclinándose algo más sobre la mesa con una sonrisa. Él espiró despacio el humo blanco mientras le devolvía una mirada igual de seria que las de ella misma a veces. Habló con un tono totalmente neutro.

—No me gustan las chicas usadas. Di por sentado que Hiratani se la estaba follando, y me dio asco. Ahora que lo pienso… —entrecerró un poco los ojos, pensando para sí mismo—, creo que quizá me precipité en pensarlo. Pero sé que alguien se me adelantó.

—¿Cómo sabes eso?

—Llámalo intuición… masculina.

Nami curvó más su sonrisa.

—Nunca he visto nada llamativo en sus formas. Pero si tú lo dices…

—No me mientas en la cara. ¿Me has visto cara de Yu?

Nami guardó silencio, decreciendo un poco su sonrisa. No podía pecar de diplomática con Kouji, porque era de las pocas personas que no le parecían completamente estúpidas en el mundo. Y también era observador.

—¿Crees que vi algo en ella? —murmuró la chica.

—Eres observadora. Como yo. Así que sé que viste un cambio en su actitud, igual que se lo vi yo. Si quieres mi opinión, yo creo que alguien se la folló a los pocos días de entrar. Y no tuvo que hacerlo con mucha gentileza, porque menudos días de mierda que pasó. Quiso dejar el club, ¿te acuerdas?

—Ahá —asintió la otra.

—Quien haya sido, menudo campeón —hizo una pausa para llevarse el pitillo a los labios, y succionó lentamente. Nami se fijó en él con más atención incluso—. Si hubiera sido yo, sí que la habría atado en corto. La habría convertido en mi puta esclava. Yu no sabe ver el potencial de una chica así. Tímida, buenorra, sin recursos. Se puede hacer lo que a un hombre se le dé la gana con una perrita así.

—No la llames así, no seas tan maleducado —cortó rápido, haciendo que Kouji sonriera y alzara un poco las manos.

—Disculpa. Contigo me siento tan a gusto a veces, que pareces otro de mis amigos.

—Pero no lo soy. No hables así de alguien que no te ha hecho nada. Es desagradable.

Nami tenía auténticas carcajadas en su interior retenidas. Desconocía el alcance de los pensamientos de Kouji, pero sí sabía que tenía bastante en común con él. Evidentemente, jamás podría reconocer algo así.

—Mis disculpas, hermosa damisela —agregó—. Como te decía… Kitami hubiese sido fantástica. No sé qué será ahora de ella. Una pena haberle perdido la pista.

Pena para ti. Inútil.

—Kouji, estás mal de la cabeza —suspiró Nami con una sonrisa.

—No lo niego. Sé que lo estoy —se encogió de hombros. La señaló con dos dedos, entre los que mantenía el cigarrillo—, además, soy un pobre diablo del que puede aprovecharse cualquier chica. ¿No lo ves? Ponme un par de tetas por delante y yo también seré esclavo de esa mujer. Aunque pueda hacer lo que quiera con ella y con su cuerpo en la intimidad, luego… de puertas para fuera, sufriré por no poder seguir haciéndolo. Estaría todo el día pensando en ella, en qué hace, en por qué no me llama, o incluso si está con otra persona. Y ese, querida Nami… es el auténtico infierno.

Nami había perdido toda sonrisa de su cara. Kouji apretó la colilla en la mesa dejándola manchada, y se ajustó el abrigo en cuanto vio a lo lejos acercarse a Yu. Se dirigió a Nami en tono más bajo.

—La idiota de Yu cree que no sé que Makoto se la ha follado un par de veces. Lo tengo bien vigilado, a ese cabrón. Como se pase un pelo, no la cuenta.

—Makoto no es un buen partido para nadie en el ámbito sentimental. Sé que es amigo nuestro, pero…

—No hace falta que lo jures.

Cuando Yu regresó, su mellizo volvió a ponerse la máscara social. La misma que Nami no soltaba nunca.

Nami salió azorada de la cafetería, dándole vuelta a las últimas palabras que Kouji le había dicho.

¿Era cierto? ¿Acaso… acaso era ella la verdadera esclava de Reika Kitami? No. Se negaba siquiera a pensarlo. No podía ser. Necesitaba descargar. Necesitaba encontrarla y volver a dominarla para asentar sus pensamientos y sus seguridades. Era una plebeya. Era una simpe humana, alguien prescindible.

… Lo… ¿era? ¿Era prescindible?

A Nami le dio un rápido temblor de punta a punta, al darse cuenta de su incapacidad para responder a esa pregunta.

No. No es prescindible… no al menos en este momento, en el que la necesito para demostrar que sigo mandando yo.

Le mandó un mensaje a Hana, encargándole la reunión con el director tras resolver lo de la plantilla. Era la primera vez que ella no se encargaría de algo que le concernía.

Pero lo necesitaba. Porque tenía que encontrar a Reika.

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