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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 1. Tienes un nuevo objetivo

Ayuntamiento

Despacho del director

—Recibí su mensaje a última hora.

—Sí… y no lo contestó. Francamente, ¡creí que le había pasado algo! —dijo Yor preocupada, pero enseguida reculó su tono de voz—, ¿cree que me estoy extralimitando?

—¿Extralimitando? Yo no diría eso.

La inexpresividad de su jefe no era nueva en absoluto para ella. Cuando giró la silla para encararla, se fijó bien en sus ojos. Yor le sonrió, con esa inocencia y nerviosismo que la caracterizaba cuando se tocaban temas más personales.

—Bien, uh… —empezó la chica.

—No. Espere. Antes de hablar de lo que conoce como «extralimitación», quiero saber… ¿por qué me mandó ese mensaje?

Yor se fue poniendo seria lentamente, tratando de ordenar sus pensamientos. No tenía ni idea de cómo encabezar aquello. Pero ya estaban cara a cara, y ese señor había sido su jefe desde hacía casi una década. Si no podía confiar en él, no podía confiar en nadie. En el mensaje que le había mandado de «urgencia» la noche anterior, le dijo que quería dejar el trabajo.

«Siento que mis prioridades están cambiando. No quiero continuar matando.»

Y él no le había contestado. Pero Yor sabía que sus mensajes siempre eran leídos a los escasos segundos, e igual pasaba con los que el director le mandaba. Era un trabajo para el que no se podía retrasar ningún tipo de comunicación, aquello no era cruzar mensajes por Whatsapp ni aplicaciones convencionales.

—E… esto… —bajó un poco la mirada, presionando los labios contra sí—, creo que… llevo demasiado tiempo trabajando en esto. Sé que el país nunca terminará de estar limpio de infractores… pero en el último trabajo me expuse demasiado.

—En el crucero Lorelei —completó él, sin dejar de mirarla. Ella asintió—. No podía contestarle anoche por motivos obvios. Quería verla a la cara cuando me hablara de esto. Va a ser sincera del todo.

Yor balbuceó un breve segundo, al tragar saliva más nerviosa. No podía decirle que amaba a su familia tapadera. Que había empezado a mirar a Loid con otros ojos. Que sentía una ternura indescriptible cuando Anya reía por sus chiquilladas. ¿Qué impresión daría? Cerró un poco las piernas y suspiró largamente.

—No quiero… que salgan afectados.

Él empezó a tutearla.

—No olvides, Yor, que esa familia que te has buscado fue sólo para encubrirte.

—Sí, pero…

—¿Pero…? —la cortó rápido. «Pero». Una de las palabras prohibidas en el mundo del sicariato.

—Es… difícil… yo…

—¿Estás completamente segura de lo que quieres hacer? Supongo que has valorado todas las opciones. Y todo lo que ocurriría cuando pase algo de tiempo. Sabes que ese hombre también te usa por el tema de la academia de Anya. Pero en algún momento esa tapadera ya no será necesaria. ¿Entonces qué harás tú?

—Bueno… no espero que él haga nada. Ellos al fin y al cabo sí son padre e hija…

—Exacto. Yor. No me malinterpretes. No harás nada que no quieras hacer, porque necesito a una asesina enfocada en los trabajos. Enfocada plenamente. Pero intento que lo mires con realismo. Como dices, ellos sí son una familia de verdad. Y visto de un modo frío, te están utilizando. Como haces tú. ¿Ese hombre ha intentado algo contigo?

—N… ¡claro que no! Es muy respetuoso —dijo rápido, apartando la mirada. El director entrecerró ligeramente los párpados, fijándose en su expresión ruborizada.

—El día de mañana, cuando esa niña crezca un poco, el matrimonio y la familia como tapadera no serán necesarios. Entonces se acabará tu papel y tu utilidad.

Yor tragó saliva y lo trató de mirar con más perspectiva.

—Quizá envié ese mensaje precipitadamente. Lo lamento —reverenció su espalda unos centímetros, calmando sus sentimientos—. Quizá… quizá estaba pensando en… ya sabe… pedir un mes de descanso. 

—¿No recuerdas lo que te dije hace tres meses, con la llegada de la Navidad?

—¡Perfectamente! —reaccionó, poniéndose recta y haciendo una especie de saludo militar—; ah, descuide, no he olvidado que había una misión especial para estas fechas. La pienso realizar. Me refería a… después de Nochevieja. ¿Sería posible… solicitar un mes de baja?

—Terminada esta misión, hablaremos de esa baja. Quiero cerciorarme de que la estás solicitando por unos motivos y no por otros.

—¿Ah…? —Yor se sentía en desventaja intelectual con ese hombre muchas veces. Pero no osaría seguir cuestionándole. El director era como una especie de padre y de protector, de maestro irreemplazable junto al jefe mismo.

—Bien… —carraspeó y recuperó su elegancia, como si aquellas últimas frases nunca las hubiera dicho—. Le llegarán los datos de todos los posibles encuentros en los que su objetivo se esté desplazando. Tiene que saber que es una misión especial porque no tenemos claro su apariencia física real, ni su nombre de pila. Alguien sin nombre y sin rostro es difícil de averiguar.

Yor ladeó ligeramente la cabeza, parpadeando confusa. Él continuó.

—Limítese a ir a esos lugares a las horas acordadas y estar atenta; si es quien creemos, es lo suficientemente sigiloso e inteligente como para armar escándalo alguno. Pero esta es una misión estatal especial. Tenga mucho cuidado… Thorn.

—Lo tendré. Aunque… yo no soy investigadora —murmuró con la boca pequeña—, y no sé vigilar, pierdo a la niña constantemente. ¿De verdad cree que estoy capacitada para esta misión?

—El resto de nuestros efectivos también estarán vigilando esas zonas. Tengo un plan. Reuniendo toda la información que ustedes me proporcionen sin saber siquiera quiénes son ustedes entre sí, los puntos de encuentro irán descartando civiles. Es un plan muy orquestado. No tiene que preocuparse de nada, salvo de decirme lo que ve y de quién sospecha. Siga actuando con la naturalidad de siempre, ahora es esposa y madre. Y… bueno. Una vez localicemos el objetivo, será usted quien se encargue de liquidarlo.

Yor asintió.

—Llévese esto. Es el nombre del objetivo. Como siempre, la discreción debe ser total. No lo pronuncie jamás en esta empresa ni en casa, ni con su hermano cerca.

La morena se acercó al escritorio y tomó el pedacito de papel doblado. Lo desdobló y, en letra exageradamente minúscula, había escrito un nombre a mano.

«Twilight«.

De algo le sonaba, aunque los servicios que los sicarios prestaban a personas como el director estaban lejos de conocer a fondo esos entresijos. Al fin y al cabo sus funciones eran distintas, y por muy buena que fuera Thorn Princess desempeñando su trabajo, era la última del escalafón. La que obedecía sin rechistar una orden que venía de escalones y escalones superiores de poder, esferas en las que ella ni pinchaba ni cortaba. Le volvió a dar el papel y el hombre lo quemó frente a ella, en su llama del mechero.

—Puede irse.

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