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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 11. Un total y absoluto fracaso

A la mañana siguiente

Rock había dormido como un bebé tras el sexo desenfrenado. Una parte de él temía la angustia venidera: sabía que le gustaba otra mujer, pero en el momento de la verdad y harto del mal trato recibido, había mirado a otro lado. Lo cierto es que, por mucho egoísmo con el que sus actos pudieran ser mirados por un tercero, estaba lejos de sentirse mal. Acostarse con Eda no debería significar necesariamente nada más que eso. Sabía bien que en su corazón seguía estando Revy, pese a todos el lado malo que había. Pasadas las once de la mañana, se despertó cuando oyó la puerta de la habitación del hotel abrirse. Abrió los ojos lentamente y se removió remolón entre las sábanas. Tenía agujetas en las pantorrillas y en las cervicales, y ambas zonas se tensaron cuando se estiró.

—¿Eda…?

Oyó un tarareo lejano, y sí, al fijar bien a mirada, vio a Eda de espaldas, sudada de arriba abajo y con outfit deportivo. Todas las mañanas salía a correr. Tenía los auriculares inalámbricos metidos en las orejas, así que no escuchaba nada. La chica cogió ropa limpia sin mirarle y se encerró en el baño.

—Joder, qué sueño… —bostezó largamente y por fin se animó a salir de la cama. Él también se ducharía. Fue preparando la ropa para encarar el día. Según el calendario detallado, esa tarde debían comunicarse con Balalaika para ofrecer avances. Dependiendo de lo que conversasen entonces, la rusa les confirmaría si el viaje acababa ese mismo día o hacia el final de semana, pero Rock imaginó que ya estaba todo zanjado.

El cabrón que violó a Revy era Patrick Dossel o uno de sus subordinados. Quién iba a imaginar que ese desgraciado hubiese llegado a la CIA y creerse con potestad de entrometerse en los asuntos de la mafia rusa. ¿Cómo había sido tan arriesgado, acaso creía que la guerra que se le vendría no estaría a su nivel? ¿O era lo suficientemente ingenuo para confiar en que Balalaika no iba a enterarse? En ambos pensamientos ha pecado de tonto, y fuera quien fuera el que le haya hecho aquello a Rebecca, estará cerca de ese grupo corrupto.

Asintió para sí mismo, convencido de que le encontraría y ajustarían cuentas. Pero de pronto, la imagen de Eda reventándole la cabeza al informante de Patrick le quitó la valentía de un plumazo. Eda había trabajado para Patrick, estaba entrenada bajo sus órdenes. Eso tenía que significar que en el momento en el que él pretendiese hacer algo en su contra, otros como Edith Blackwater vendrían a por él… y entonces no habría diferencia entre los sesos reventados de Zack y los suyos. Su instinto de supervivencia tuvo un parpadeo y pensó inmediatamente en la rusa. Ella podía ayudarle, al fin y al cabo era casi seguro que el objetivo que tenían era el mismo. Pero llegando a ese pensamiento, Rock frunció el ceño. No quería estar eternamente bajo las faldas de Balalaika. No terminaba de confiar en su «buen corazón».

«Lo único que quiero es ver cuánto puedo aguantar bailando en el abismo», esa frase le dijo una vez mirándolo a los ojos. Un segundo después, aplicó un mataleón para romperle el cuello a su victima delante de Rock.

—Ah, el guapetón… pensé que aún dormías.

Rock miró hacia adelante y se levantó con su ropa en la mano.

—Hola. Se me han pegado las sábanas. Iba yo también a duc… —Eda se le acercó con una sonrisilla traviesa y resuelta, y lo agarró de la nuca para besarle. Rock se lo siguió y la acarició de la cintura, con suavidad. Tenía la toalla húmeda cubriéndola, acababa de salir de la ducha. Se separó unos centímetros a mirarla. —Quería hablar de lo de anoche.

—¿Hablar? —murmuró cerca de él, con la misma sonrisa.

—Si, bueno… p-pero sé que hay cosas más importantes de las que querrás hablar. ¿Sabes a qué hora tenemos la videollamada con Balalaika?

—Aún falta. Pero nuestra misión aquí está cumplida.

—Verás… antes de que ocurriera lo que ocurrió, le estuve dando vueltas a algo…

—Ahá… —murmuraba ella, acariciándole una y otra vez el flequillo negro de su pelo. Le miró de arriba abajo y Rock acabó apretándose más contra sí su ropa hacia el cuerpo, pues empezaba a sentirse vergonzoso: seguía desnudo.

—Bueno, y que no sé si tendremos problemas con ella por haberlo liquidado, ¿sabes?

—¿Liquidado a quién?

Rock parpadeó, algo atónito. Tardó en responder.

—Pues… al tal Zack Ford. Le disparaste. Ya lo habrán encontrado allí, Balalaika probablemente se haya enterado.

Eda puso una mueca de total desinterés, de desgana y se encogió de hombros.

—Lo habrán matado otros después de haberlo visto entrar con nosotros al baño. Habrán creído que nos soltó información y ahí mismo lo liquidaron.

Rock tuvo un escalofrío ahora cuando notó su siguiente caricia. Era astuta. Pero seguía sin entender por qué quería encubrir su ejecución frente a la rusa.

—Pero no fue así —insistió. —Eso es lo que nos convendría contar a terceros, incluso al propio Patrick Dossel, si es que tiene más afiliados que puedan estar tratando de traicionarle. Pero Balalaika debería saber la v…

Tú límitate a hacer lo que yo te digo. Deja que hable yo cuando ella llame.

Rock comprimió los labios con indecisión. No se veía muy capaz de hacerse el tonto con algo así. Bajó un poco la mirada y trató de cavilar en por qué estaba ocurriendo todo aquello.

—Sería una coartada perfecta el hecho de que le hayan asesinado después de hablar con nosotros. Pero sólo para una cosa. —La miró fijamente, más serio. —Y es que todo lo que le digas tendrá que tomarlo como auténtico. Por mucho que sospeche. Ya no tiene otro hilo del que tirar para descubrir al líder. Zack era el único hilo.

Eda asintió varias veces, ladeando más la sonrisa.

—¡Claro! ¿Lo ves? Esa es la explicación.

No te creo, pensó Rock.

—¿Por qué le mataste entonces? ¿Qué más da?

—Porque iba a atacarnos. O qué creías. ¿Que tras aquella encerrona iba a dejarnos escapar sin contar nada?

—Pero nuestro deber se limitaba a la extorsión y lo habíamos conseguido. Disparaste cuando te dio el nombre. Entiendo que pudiera darte rabia que fuera tu jefe, ¿pero cuál es el problema a estas alturas? Ni siquiera creo que Balalaika llegara a sorprenderse.

Eda también cambió a una expresión más seria, mirándole con mucha fijeza. Calibrando, para sus adentros y en silencio, la inteligencia de Rock. Eso no le gustaba. Nunca le había gustado la gente que se las daba de inteligente, ni la gente que la cuestionaba. Pero al cabo de unos segundos suspiró y le sonrió.

—No creo que tengas ninguna necesidad de enmarronarte haciendo estas investigaciones por tu cuenta.

—¡Eso lo desconoces! Yo también tengo mi interés personal en encontrar a esos corruptos hijos de puta, Eda. Tenemos que colaborar en esto, porque sino, ¡se hará más difícil!

—Me precipité —murmuró con voz queda, bajando la mirada y negando suavemente con la cabeza. De repente, parecía muy afectada. —Lo siento… ¿crees que habré fastidiado la misión…? Ha sido una falta de profesionalidad por mi parte. Balalaika no me perdonará. —Bajó más la mirada. Rock se sintió mal y trató de no pensar más en aquella equivocación, total, ya de nada servía. Era necesario centrarse en lo que se venía.

—No, Balalaika no se enfadará. Le daremos la información y sabrá qué ficha mover. Cuando pregunte acerca de por qué está muerto, diremos lo que has pensado y ya está. Dejémoslo así. No le demos más vueltas a este asunto, ¿vale?

Eda sonrió más animada, y asintió. Se abrazaron. Cuando la rubia se reposó en el hombro masculino, la expresión le cambió, miró a Rock por el rabillo del ojo y se tuvo que aguantar la risa.

—Pero son misiones muy arriesgadas las que hacemos. Así que no me ocultes nada en adelante, ¿vale…? —continuó Rock.

—No, claro que no. Perdona, pero es que estoy acostumbrada a trabajar en solitario. —Murmuró, de nuevo totalmente seria, con un tono lastimero. Rock la miró sonriendo más dulce y cabeceó hacia el armario.

—Venga, ve a vestirte ant-… —a Rock se le ahogó la frase en cuanto Eda volvió a besarle. Lo agarró de la espalda con las dos manos y apretó sus dedos fuerte, consiguiendo juntar sus cuerpos. Él la correspondió, respirando fuerte— …Veo que frío no tienes… ¿no has venido cansada de la maratón mañanera?

Eda intentaba besarle mientras le estaba hablando, sonriéndole con picardía. Cabeceó una negativa y bajó una mano su nalga, apretándole fuerte. El japonés se puso colorado. Cuando la rubia volvió a besarle ahora, la rodeó con los brazos y giró rápido, tirándola con cuidado en la cama. Eda cruzó una pierna por fuera de su espalda y torneó el cuerpo velozmente, colocándose ella encima; la toalla en el proceso se había caído ya sobre la cama. Le masturbó rápido con la mano, poniéndolo muy nervioso en muy poco tiempo, Rock dio un gemido cortado. Casi sin ningún preliminar, y muy distinto a la noche anterior, la rubia se le sentó encima y se penetró poco a poco; Rock iba notando la presión y el peso femenino según se acomodaba sobre él.

—Espera… no me quedan más condones…

—No te preocupes, guapetón… tú deja que yo lo haga todo… —le susurró, pegándose rápido en su frente para obligarle, muy sutilmente, a que se volviera a recostar en la cama. Rock dio un gemido más fuerte cuando la sintió moverse ahora, cabalgando despacio sobre él. Tenía un cuerpo impresionante, sus pechos eran enormes, y toda fracción de cuerpo estaba bien tonificada. Se le nublaron los pensamientos por el placer, la cogió de las tetas y las amasó mientras dejaba que ella se moviera. De pronto, el sonido del timbre los paralizó a ambos. Rock quiso contestar, pero Eda le puso la mano en la boca divertida y recuperó el ritmo de sus movimientos.

—Buenas… ¡servicio de habitaciones! ¿Se puede pasar…? —se oyó desde el otro lado.

—Si quieres ver cómo me follo a este cachorro, adelante, abuela. ¡¡Entra!! —dijo en plena risotada maléfica, acabando por soltar un breve gemido.

—Por Jesucristo… —la sombra de la mujer al otro lado de la puerta se quitó rápido, y también la de su carrito.

—¡¡Vete a tomar por culo!! —le gritó Eda más fuerte y Rock noto extasiado cómo su coño lo recibía más húmedo, empezando a salpicarle sus propias piernas con cada sentada. El japonés abrió la boca y jadeó fuerte, sin parar de apretarle los pechos. Eda se mordía el labio mirándole, tenía los ojos lujuriosos al observar sus expresiones de debilidad. Le quitó una mano de su seno y la llevó hasta el cuello femenino, agarrándolo sin fuerza para acariciarla. Acarició su labio inferior mordido con el pulgar y vio como la rubia separó ambos y empezó a chupárselo, gimiendo. Aquello le excitó muchísimo.

Como Rock había «descargado» hacía no muchas horas, aguantó algo más. Eda se lo ponía difícil igualmente para resistir. Y parecía leer cuándo necesitaba o quería cada cosa sin decir ni una palabra. Cerró los ojos fuerte un solo segundo, dando un quejido más ronco. Y enseguida la oyó hablar, mirándole desde arriba.

—¿Te trato bien, mi rey…? ¿Te gusta lo que te hago…?

—Sí…

A ella se le escapó una risilla, entre gemido y gemido. Dejó de cabalgarle y se movió hasta su cara, prácticamente sentándose en ella. Rock suspiró y pegó la boca a su coño, besándolo y recorriéndolo con la lengua como un poseso. Eda movió las caderas apretándose contra su boca, y se empezó a reír cuando notó algunos espasmos de Rock bajo ella, que dejaba de lamerla para gemir al tener él un orgasmo. Miró por detrás de su hombro contemplando cómo se corría con el pene erecto y volcado hacia atrás sin que nada ni nadie lo tocara en ese momento. A los pocos minutos, el orgasmo lo tuvo ella también.

Horas más tarde

Después del almuerzo, Eda dejó a Rock descansando de una nueva maratón de sexo, volvió a ducharse. Se puso una camiseta rosada de tirantes y un abrigo de pelliza interna, que tenía cosido en los propios laterales las fundas de armas. Se enfundó su pistola cargada, se colocó las gafas picudas de sol y se guardó un disco junto a otras pertenencias en la riñonera. Se vistió con vaqueros ajustados y converse desgastadas, una gorra que tapara gran parte de su fisonomía con la visera baja y se encendió un cigarrillo. Lo más normal hubiera sido coger el coche, pero tenía buena orientación y había estudiado las calles antes de aquel viaje con Rock. Sabía adónde tenía que ir y prefería ir andando. Así que después de escribirle una nota y dejársela en la almohada al bello durmiente, marchó al único locutorio que había en el pueblo de Surwile.

El pueblo en sí no tenía mucho que ofrecer. Parecía una versión desmejorada de Roanapur pero en miniatura, con muchos menos habitantes. Las comisarías eran de pegatina, exactamente igual que las de allí. Caminó con ojos en la nuca durante toda la travesía y no paró a comprar nada hasta que llegó a su destino. El locutorio era una mierda. Tenía los rodapiés podridos, las columnas revestidas con madera comida por las termitas que se paseaban a su antojo. El letrero tenía más años que la propia Edith. Había poca gente usando los ordenadores, pero sí que había más afluencia para usar las cabinas. Pagó por veinte minutos al del mostrador sin quitarse las gafas de sol violeta en ningún momento, y se dirigió al ordenador más apartado que vio. Una vez sentada, aproximó con cautela el rostro a la torre y sopló en la ranura para retirar el polvo. Metió el USB y sacó de la riñonera el disco. Miró por encima de las semiparedes que la cubrían para cerciorarse de que nadie la veía y procedió a meter el disco también.

Pasó la información de un dispositivo a otro en unos diez minutos y luego abrió el archivo. El ordenador no tenía los programas pertinentes para leerlo ni detectar el tipo de información que allí se guardaba, además, Eda se había tomado la molestia de comprimir la mayor parte del contenido. Pero era tal el sinfín de carpetas, que ni siquiera ella misma las había visto todas. Se acercó un nuevo cigarro a los labios y se lo dejó ahí sin encender, mientras tecleaba en la carpeta principal. Y disimuladamente, de la misma cajetilla de tabaco, sacó una tarjeta identificativa pequeña, policial. La dejó tirada bajo el escritorio sin cambiar la expresión de su cara y a continuación volvió a centrarse en la pantalla. Para verificar el contenido, abrió una de las carpetas que no le había dado tiempo a comprimir, aunque se tomó varios segundos para cargar. Adentro había un sinfín de fotografías y videos amateur de pornografía. Eda sacó el mechero y se encendió el cigarro, aspirando largamente una calada mientras el cristal de sus gafas reflejaba a una muchacha, no mayor de dieciocho años, siendo violada, producto de una trata de blancas. Cerró el vídeo y la carpeta y dejó el disco dentro de la torre. El USB se lo metió en la riñonera y, antes de que el del mostrador le llamara la atención por fumar, se cerró bien el abrigo y salió al exterior. Se ajustó bien la visera de la gorra y siguió fumando ya fuera.

En el poblado hacía un frío demencial, y eso que sólo había estado ahí dentro no más de 25 minutos. El clima de Surwile avisaba de sus noches difíciles, y el abrigo de pelliza interno que llevaba no es que hiciera tampoco milagros. Se metió la mano izquierda en el bolsillo y con la otra fue fumando, hasta regresar al hostal. No estaba segura de cómo saldría aquello que acababa de hacer. Pero parte de ella se sintió más tranquila.

—Pero el contacto está muerto. Y bien sabías que era el único vínculo que tenía para llegar hasta la banda.

La voz de Balalaika a través del portátil sonaba igual de intimidante que siempre. Era como si la tuvieran en carne y hueso allí delante. Su webcam ni siquiera la enfocaba bien, sólo se le veía el rostro de lado mientras Boris recargaba un subfusil en un segundo plano. Rock tragó saliva y miraba todo el rato a Eda. Sólo ella había hablado.

—¿Qué podíamos hacer? Rock le convenció como pudo, pero alguien debió verle. Sabes perfectamente que con que uno solo le haya visto salir de allí después de hablar con dos desconocidos, sería foco de sospechas.

Balalaika movió la webcam un poco más hacia arriba, mostrando el lado de la cicatriz.

—Era un vínculo importante. Me extraña que le hayan matado así como así. Rock, ¿tú viste algo?

—Lo que ella ha dicho.

Balalaika se quedó mirándolo de hito en hito a través de kilómetros de distancia, sabiendo que él sentía su mirada cerca. La rusa sonrió. Eda sintió que la situación flaqueaba por la torpeza de su compañero, así que retomó la batuta.

—Estaba tan nervioso que no se dio cuenta ni vio nada. Es un pobre pimpollo, no le podemos pedir más.

—No, claro. Pero a ti sí.

Eda asintió.

—Dijo el nombre de Patrick Dossel, lo juro por mi placa. Lo juro por mi sobrina.

Balalaika asintió, quitándose el puro de la boca.

—Sí, si no lo dudo. Pero te dije que extorsionaras a ese tipo porque le necesitaba. Y quería sobornarle más adelante. ¿Hace cuánto crees que esta banda tocapelotas está en activo, hm? ¿Querida exagente?

Eda torció mínimamente el gesto. No quería seguir ese rumbo. No quería, bajo ningún concepto.

—Patrick estudiaba el tráfico de armas usándome como infiltrada. Yolanda lo corrobará.

—Esa vieja follamonaguillos tiene las espaldas bien cubiertas y yo pagué vuestro chiringuito para que así se mantuviera. Vosotros estudiábais nuestros movimientos y yo os pagaba para que dierais la información que me interesaba. La única con la que no contaba era contigo. ¿Estabas metida sólo en el tráfico de armas, seguro…? ¿Por qué te infiltraste en la misión de los barrios bajos?

—Sospechaban que había tráfico de armas también.

—Espero por tu bonita cabeza rubia que así sea, porque sino yo misma te despellejaré. Y a tu sobrina también.

Eda emitió un suspiro involuntario, muy corto, que para Rock fue la expresión retenida del miedo. Eda controló su expresión facial y le contestó.

—Ese hombre tendría cosas que ocultar, Balalaika. Cosas realmente feas acerca de lo que se cuece en Surwile, y tendría información pesada de la banda a la que estudias. Obviamente iban a calcinarle cuando le vieran charlando con gente extranjera.

—Si Patrick Dossel es el líder, entonces la CIA está metida en el ajo. Tu antiguo jefe está metido en líos importantes, y para él estás muerta, por lo que esto a ti te viene redondo si me atrincheran con mis propios negocios ante la ley fuera de la frontera de Roanapur.

—Su mayor preocupación será él mismo y sus riquezas. Si me ordenas acabar con él, lo haré. Sabré dónde y sabré cómo. Pero necesitaré entonces más identidades para no acabar en la puta federal, porque me perseguirán toda la vida.

Esa oferta pareció calmar el rostro airado de la rusa. Se lo pensó. Tras unos segundos, sacó el puro de entre los dientes y soltó el humo.

—Bien, por el momento lo dejaremos estar. Seguiré por la línea de Dossel y a ver adónde nos lleva. Mañana estad a las 9 de la mañana en el aeropuerto. El jet os recogerá en las pistas que os mandaré en breve.

A Rock le temblaban mucho las manos, pero era todo por los nervios que Balalaika le producía. Se las apretaba con fuerza mientras Eda y ella habían estado intercambiando raquetazos. Cuando la llamada se cortó, suspiró. Sentía frío en la nuca.

—Joder… casi te descubre.

—No digas tonterías, hombre. A Balalaika hay que saber contestarle rápido, sino puede sospechar. Pero ya sabía yo que soltaría alguna amenaza antes de colgar.

Rock suspiró profundamente y se apoyó en la mesita. Miró a Eda con atención.

—¿Cómo está tu sobrina pequeña?

—Con su madre, a salvo y lejos de aquí —murmuró, jugando con el cigarro entre los dedos. —Claro que nadie está a salvo de la sombra de la rusa.

—Sigo pensando que mentirle ha sido innecesario.

Eda se rio por lo bajo, señalando con el cigarrillo el portátil ya cerrado.

—¿Sí? ¿No has visto cómo se ha puesto cuando se ha enterado? Y está enfadada porque no le gusta perder el control sobre la gente.

Rock estudió la situación tratando de ser lo más objetivo posible. Pero había puntos extraños en todo. Se dio cuenta de que la complejidad de los turbios negocios ilegales estaban tejidos por mentes igual de complejas, ¿cómo sino un alto rango del Centro de Inteligencia podía llegar a hacer estas barbaridades? Su atención se distrajo cuando oyó girar la recámara de munición del revólver, observó a Eda y sonrió.

—¿Has pensado en trabajar en algún sitio simple, alguna vez? ¿Una panadería?

—En una frutería, mejor. Para ofrecer los mejores melones del condado. —Dijo divertida, ante la sonrisa intimidada de Rock. Eda sonrió muy ampliamente y acarició su hilera superior de dientes con la lengua. —Y tú, ¿has pensado en volver a tu oficina?

—Oh, no podría. No después de conocer todos estos suburbios…

—Sentirías que estarías ignorando todo el mal que hay en el mundo. ¿No es así?

Rock frunció el ceño y asintió lentamente.

—Justo eso. Si estoy aquí por algún motivo, el motivo seguro que es ese. Y no quiero morir antes de sentir que… bueno, de sentir de alguna manera que he obrado bien. No es que desmantelar bandas sea mi pasión, pero si puedo eliminar a 20 hijos de puta que causan mal a otros 2.000 inocentes, me sentiré mejor.

Eda se le quedó mirando y sonrió.

—Concuerdo. ¿Qué vamos a cenar? ¿Pido al chino de aquí al lado?

Rock negó y se levantó de la silla, acercándose a la nevera enana de la habitación.

—Hoy al ver que tardabas en llegar hice algunas compras. Hay que cenar sano. Y yo cocinaré, si no hay inconveniente.

Eda puso una mueca de disconformidad y se quejó, tumbando la cabeza en la mesa.

—Pero yo quería follar… aprovechar el tiempo libre.

Rock se puso colorado, de cara a la nevera, y agradeció que no le estuviera mirando.

—Ah, respecto a eso… no es que no me lo haya pasado bien ni nada… pero, vamos a calmarnos un poco.

Eda sonrió, mirándole desde la mesa.

—¿Estás seguro de eso, Don Juan?

—Completamente. —Siguió de espaldas a ella, sacando una tablita de madera para cortar los champiñones y los pimientos. Pero se puso nervioso cuando oyó una silla moverse y los pasos de Eda acercándosele. La chica le puso las manos en los hombros y lo notó tenso.

—¿Qué te han parecido estos días conmigo, no te da ni un poquito de pena que se acabe…? —murmuró en su oído, mordiéndole el lóbulo a traición, cosa que hizo gemir a Rock y sonrojarse. Se giró y la cogió de las manos.

—Es que… me duele… verás, no estoy acostumbrado a… —Eda le miraba con una sonrisa que denotaba la nula vergüenza que sentía, pero al mismo tiempo lo que le gustaba sentir la vergüenza de él. Dejó que la tomara de las manos, y aún así, las bajó hasta sus pantalones y los empezó a abrir. —…E-Eda… escucha…. Te digo que no estoy acostumbrado a llevar este ritmo. El mini Rock está adolorido.

—Te lo haré con cariño si quieres. Despacito… con amor, como los recién casados, qué te parece… —le musitó en los labios, y le abrió la camisa. Rock se resistió al primer beso y al segundo, pero la tercera vez que intentó besarle trató de salirse de su arrinconamiento, y Eda lo apretó con el hueso de su propia cintura. Metió la rodilla por un lateral de la rodilla de Rock y esto le hizo flaquear de la pierna en una sumisión. Eda le seguía sonriendo y tuvo un acceso fácil a su boca. Por supuesto, se salió con la suya y logró conectar ambos labios. Y besaba bien… muy bien. Rock se sintió algo contrariado, porque el detalle de la pierna no le había gustado.

Pero Eda podía ser muy persuasiva, y tuvo que reconocer, mientras volvía a mantener sexo con ella, que también era lo que deseaba.

Un día después

El jet tuvo unas turbulencias que pusieron a Rock con el corazón en el cogote a poco de aterrizar. Y no es que tuviera mucho tiempo para recuperarse: cuando el avión dio el último freno y les abrieron las compuertas, allí estaba una plantilla militar de seis hombres corpulentos y armados para recibirles. Rock se sentía intimidado cada vez que estaba entre aquel tipo de personas. 

—A la orden —murmuró Boris, mirando a los recién llegados a la par que colgaba el móvil. Le hizo una seña a uno de los uniformados y un muchacho rubio se apartó de ellos, acercándose a Rock.

—Tú.

—¿Yo…?

—Sí, tú. Andando.

Rock se acordó repentinamente del hijo de Balalaika. El que tenía ahora dándole órdenes no era él, pero igualmente seguía siendo muy joven para portar un fusil en las manos. Si era mayor de edad, perfectamente los podía haber cumplido ese mismo día. Aunque parecía que no era la primera vez que sostenía un fusil. Perdió de vista el jet y a Eda una vez lo metieron en un coche blindado. Rock estaba nervioso y pensaba en todo momento que le esperaba un interrogatorio.

Pero sorpresivamente, no fue así.

Dejaron a Rock en la Compañía Black Lagoon, sano y salvo. Tras mucho preguntar, Boris le comentó que Eda sí que fue dirigida directamente al Hotel Moscú. Entonces Rock empezó a temer que el plan de Eda hacía aguas.

Compañía Black Lagoon

—¿Cómo estás del viaje, colega? Mucho frío por esa zona, ¿eh…?

—Bastante, ni te lo imaginas. Sobre todo por la noche. —Tiró la maleta sobre la mesa y la abrió para sacar una bolsita de provisiones. Dentro había como veinte barritas de una marca extraña. Benny y Dutch tomaron una y se quedaron maravillados al probarlas. —Una locura, no he visto estas barritas por aquí. Pero están de muerte. ¿Dónde está Revy?

Dutch se comió la suya de dos bocados y cabeceó a una esquina del salón. Rock se giró y vio a  Revy fumando con una pierna flexionada, estaba apoyada contra la esquina.

—Luego me gustaría hablar contigo, si es posible —dijo Rock, y le tendió una barrita en señal de enterrar el hacha.

—Que te den —le dijo con el cigarro entre los labios. Cogió de mala gana su dulce y se dio media vuelta, dirigiéndose a su habitación. Rock no sabía ya si reír o llorar, pero trató de no darle tanta importancia ahora que acababa de llegar. Volvió a él la amenaza de Revy, pidiéndole que se marchara para no volver.

No me pondré triste, estoy de muy buen humor. Ella no lo cambiará tan fácilmente.

Dutch le abrazó con fuerza cuando se volteó y Benny también. Jane se agenció una de las barritas y sacó todo un arsenal de cervezas de la nevera.

Tras muchas horas bebiendo, Rock acabó bailando y perdiendo el equilibrio con Benny, que canturreando como bobos acabaron durmiendo la mona en el mismo sofá del salón.

Rock no volvió a saber de Eda en 24 horas. El Hotel Moscú se puso en contacto con la compañía Lagoon. Balalaika tenía noticias, cómo no, y eso ponía un poco nerviosos a todos.

Hotel Moscú

En el pasillo previo a la oficina de la rusa habían tres guardaespaldas con armas cortas. Dutch, Benny, Revy y Rock subieron pesadamente las escaleras y Balalaika pidió que Dutch y «el informático», del que ni siquiera se sabía el nombre, entraran primero. Se quedo hablando con ellos a puerta cerrada mientras Rock y Revy aguardaban fuera. Con el paso de los incómodos minutos, hasta la presencia de los guardaespaldas se le empezó a hacer de poca importancia a Rokuro. Estaban lejos, más atentos en sí a la puerta y a las lejanas entradas de los pasillos. Había otro cerca de una ventana. Rock inspiró hondo y dejó salir el aire pausadamente, centrando la mirada en Rebecca.

—Anoche al final no pudimos hablar.

—No es necesario. No te preocupes.

—Siempre me preocuparé, ya te lo dije —se intentó acercar un poco a ella, disimuladamente deslizándose por la pared.

—Siento el batazo, ¿vale? Todo dicho. Y ahora, déjame en paz.

Rock suspiró.

—Yo te quería decir algo también.

—A ver, sorpréndeme.

Rock miró hacia los lados para asegurarse de que no le oían.

—Si en algún momento algo sale mal, quiero que vayas al banco y que cobres lo que te pertenece. No se lo he dicho a nadie, pero… con las misiones que hemos venido haciendo hasta ahora, he ahorrado bastante, también de lo cobrado en esta última misión.

—¿De qué narices hablas ahora? ¿Qué te pasa, Rock?

Rock la chistó, ligeramente nervioso a que alguien la oyera elevando el tono. Revy bufó airada y apagó el cigarrillo disimuladamente al aplastarlo con la pared.

—No me iré a cobrar ninguna transacción, estoy bien como estoy.

—En ese caso dónalo. Haz lo que quieras con él. Simplemente que sepas que es tuyo.

Revy le miró de reojo, aprovechando que no la estaba observando. Le preocupaba.

—¿Te has metido en algún lío…?

No alcanzó a oír respuesta, la puerta del despacho se abrió y Dutch les llamó.

Despacho de Balalaika

—Tomad asiento, por favor. ¿Un habano?

Rock negó con la cabeza y Revy apartó la mirada, indiferente. Se cruzó de brazos y piernas y se dejó caer en el respaldo.

—Lo tomaré como un no —siguió la rusa, apartándole la caja dorada de su alcance. Dutch ya tenía un puro entre los dedos. Rock siguió con la mirada a Balalaika.

—¿Dónde está Eda? —la cuestionó.

—¿Eda…? —le miró unos segundos y se encogió de hombros. —Y yo que sé, Rock, no soy su niñera. La dejamos en casa después de que nos trajera unos ficheros.

—No he logrado ponerme en contacto con ella desde entonces. A lo mejor le ha pasado algo.

Balalaika no pudo evitar sonreír. No porque le hubiera hecho nada, sino por la preocupación y compañerismo de Rock.

—Descuida, Eda está perfectamente. Ha cogido un pago extra por el riesgo al que se exponía en esta misión y creo que mañana iba a unas playas de España. Cambiará el número de móvil de aquí a mañana, seguramente.

Rock asintió más o menos conforme, le cuadraba la explicación, aunque la desconfianza lentamente se había apoderado de él esos últimos meses con respecto a Balalaika.

—Desconfías de mí… —dijo con ternura, moviendo la cabeza hacia un lado para echar el humo en esa dirección. Le miró sonriente, jugando con el puro entre los dedos. Rock negó y se dispuso a hablar, pero la rusa le cortó. —No quiero que ninguno de los presentes de esta sala esté aquí si no se fia de mí.

—No le hagas ni caso, Balalaika. Es un sentimental. Déjale con un hámster dos días y querrá convertirlo en su hijo adoptivo —apuró Revy.

—A mí me valen los hechos. Nada más. Los hechos probados son que esa señorita ha estado años traficando y estudiando armas de Roanapur, quedándose con fechas, nombres y dinero negro en pos de los de Inteligencia. Y un importante sector de los de Inteligencia se acaban de descubrir como enemigos directos de esta organización. Como también han cometido actos ilegales, saben que les tengo cogidos por los huevos. Y Eda está ahí, en medio. Muerta para ellos porque yo así lo dispuse. Pero entre ceja y ceja porque no ha cerrado con éxito la misión porque… ella no tuvo cuidado. ¿Es así, Rock?

—Es así —dijo tras un rato, algo disconforme con el tono de Balalaika. —Pero y…

—Cállate. —Lo acalló de repente, y le señaló con a punta encendida del puro. Rock tragó saliva. —Lo único que me interesa saber ahora es, con todo lujo de detalles, cómo fue la dichosa extorsión.

Maldita sea. Me va a pillar. Eda corre peligro si digo algo que no encaja con su versión… ¿por qué cojones no dedicamos tiempo a hablar de esto antes de subir al jet?

—Fuimos al edificio donde estaba el hombre trabajando, el tal Zack Ford. ¿Hasta ahí… bien…?

Balalaika alzó una ceja.

—Continúa.

Rock cruzó los dedos bajo la mesa. La rodilla se le empezó a mover rítmicamente. No se la jugaría: diría la verdad hasta donde pudiera para no perjudicar a terceros

—Bueno, Eda me dijo que esperara en los baños femeninos de la sexta planta. No me contó mucho más. Esperé en uno de los aseos y escuché que lo trajo con ella después de un rato, estaban… bueno. Liándose. Teníamos una señal acordada, así que cuando la hizo entré apuntándole con un arma y ahí fue cuando ella le registró, le quitó el walkie y la identificación creo que también, pero ya lo tengo todo un poco borroso… estaba muy nervioso, Balalaika. Prometo que eso fue todo.

—Continúa. Qué le dijo ella.

—Le preguntó que quién era el líder de la banda que estaba metiendo las narices en Roanapur. Se resistió, pero… Eda le golpeó varias veces con la culata hasta que le rompió la boca y dijo que se llamaba Patrick Dossel.

Revy frunció el ceño y bajó un poco la mirada, pero no hizo ningún gesto más. La rusa, por su parte, meneó las rodillas pensativa, de izquierda a derecha.

—¿Y luego? ¿qué ocurrió después? Con detalle.

—Luego… —le disparó…—… le… le dejamos ir. Eda le devolvió sus cosas y… bueno, no sé, el propio hombre se acobardó y dijo que no diría nada si le dejábamos con vida… pero alguien debió vernos al salir del aseo. Porque luego nos dijiste tú misma que lo habían encontrado muerto.

—Es que lo encontraron muerto allí. En el aseo que describes. Había sesos hasta en el techo.

Rock apretó las manos con fuerza, la una contra la otra. Se hacía daño de la fuerza que empleaba. Balalaika le miró de arriba abajo, y aunque no pudiera ver sus manos desde su ángulo, percibía su nerviosismo.

—Lo… lo entiendo pero… pero nosotros le dejamos ir. Es posible que alguien nos viera salir y diera el aviso al propio Patrick… y que él haya tomado cartas en el asunto desde la distancia, no lo sé. Si tan poderoso es, podría hacerlo.

—Ese no es el problema.

—¿Pro… problema?

—El problema es que ese hombre, como te expliqué, era el vinculo estrella con Patrick y con la organización que yo estoy buscando. Hubiese sido fácil sobornarle o seguir extorsionándole, porque aunque tu inexperta cabecita no lo sepa, hay muchos cables de los que tirar en una mafia. Y era importante que así fuera, como yo os lo pedí, porque a ese hombre ya lo tenía completamente estudiado. Pero ahora sólo tengo la maldita palabra de un muerto, Rock. Y ya no hay forma de enterarme de nada más.

Rock bajó un poco la cabeza, con los labios fruncidos.

—Es… lo que vi. Lo siento.

—Bien. —Asintió y apagó el puro en el cenicero. Se acercó un fichero, lo abrió, y al pasar unas hojas, llegó a una especie de documento amarillento con una foto sujeta con un imperdible. —Estudiaremos a Patrick Dossel, con los riesgos que esto conlleva. Roanapur se preparará para un tiroteo de aquí a una semana. Si no vienen aquí, mandaré a mis hombres a que me lo traigan.

Rock asintió, sentía por fin algo de sosiego, parecía que por fin se había cerrado el maldito tema de Zack Ford.

—Rock —le llamó de repente, poniéndolo tenso como un clavo.

—¿Sí…?

—¿Eda ha estado contigo en todo momento?

El chico negó con la cabeza.

—Es cierto que los primeros días teníamos que conocer bien el pueblo y las instalaciones en las que se movía Zack, pero después cada uno tenía su habitación de hostal y hacía su vida por separado.

Balalaika sonrió de medio lado. Y entonces, al verle esa expresión tan altiva, supo que algo de lo que había dicho había sido un error.

—Así que mucho rato separados. Ya. —Miró a Revy en un giro rápido de los ojos, pero sacudió la cabeza después, como si se quisiera centrar en lo importante. —Bien, podéis marchar. Gracias, Dutch, por la puntualidad. Como siempre.

Todos se pusieron en pie y salieron del despacho. Rock se sentía exprimido y cansado, como si le acabaran de escarbar el cerebro, y eso que el «interrogatorio» no había sido tan terrible. Revy se encendió otro cigarrillo nada más volvieron a salir a la luz del exterior.

Exterior del Hotel Moscú

—Mira, la querida americana, por aquí rondaba… —Dutch sonrió y se aproximó a Eda. La encontró apoyada contra un Mustang negro que brillaba más que el sol en sus gafas. Rock y Revy también se acercaron a saludarla.

—Cómo estás, guapetón —Eda le guiñó el ojo tras las gafas, y luego le dio un empujón cariñoso a la morena, que le sacó la lengua. —¿Qué os ha dicho Doña Angustias?

—Preguntaba por vuestra expedición. No es que esté muy contenta con los resultados, pero no le queda otra que aguantarse con lo que tiene. —Dutch se encogió de hombros y se encendió un cigarro. Rokuro aceptó el ofrecimiento de Revy y se prendió otro. El club de fumadores estaba completo, pues Eda también tenía uno entre los dedos.

—Os moriréis todos de cáncer —dijo molesta Jane, que siempre arrugaba la nariz cada vez que alguien se encendía uno cerca de ella, y acto seguido, se marchó.

—Qué tocapelotas es —murmuró Revy con malhumor, aspirando una larga calada. —En fin. Supongo que no hay trabajo que hacer por el momento. No ha dicho gran cosa del Patrick ese, ¿no…?

—Nah, seguramente esté recibiendo un montón de nueva información. No olvides que el resto de cazarecompensas y de organizaciones están tras su busca, lo que pasa es que al saber de dónde viene ese cabron, van con cuidado.

—Hacen bien. No sé yo quiénes van mejor armados —comentó la americana.

—En fin. También le ha preguntado a Benny acerca de unos encriptados. No me he enterado de nada sinceramente. —Dijo Dutch, echando la mirada a Jane y a Benny en la lejanía. Esto pareció avivar el interés de Eda.

—¿Ah sí? ¿Qué clase de encriptados?

—No me enteré de nada, parecían hablar de otro caso distinto —el negro se encogió de hombros y pasó su enorme brazo alrededor de los hombros del japonés

—No me enteré de nada, parecían hablar de otro caso distinto —el negro se encogió de hombros y pasó su enorme brazo alrededor de los hombros del japonés. —Pero bueeeeeno ya estamos unos días libres hasta que el teléfono suene de nuevo. Toca descansar, ¿no, campeón? Que sepas que Jane te ha comprado una tarta porque se enteró de que era tu cumpleaños.

—Ah… vaya… pues se me ha pasado hasta a mí —dijo Rock, algo ruborizado. Revy enarcó una ceja.

—Casi nos cuesta que la encierren en el calabozo, la trató de comprar con billetes falsos.

—¡No le cuentes eso! —chilló Jane, que se había acercado a grandes zancadas— ¡Ven, Rock!

Dutch dio fuertes risotadas e hizo un cabeceo de reverencia para despedirse de las chicas, y se llevó a Rock consigo.

Revy sonrió disimuladamente al verlos marchar con los demás.

—Qué cabrones son. Incluida la payasa esa. Al final se está adaptando bien. —Se volvió a encender el cigarro negando con la cabeza. Eda le dio un segundo empujoncito, divertida.

—No me has llamado ni una vez para ver qué tal me iba, vaya pedazo de zorra. ¿Qué clase de amiga eres?

—Hemos estado ocupados aquí. Los trabajos de guardaespaldas son una puta mierda.

—Lo sé, lo sé. —Dio una calada y se quitó las gafas. Revy la miró unos segundos al rostro.

—Qué raro verte sin maquillar. Ya no pareces tan puta.

—Lo de puta se lleva por dentro —sonrió de lado, provocando que Revy le siguiera la gracia. Pero de repente, se hizo un silencio incómodo. Revy apartó el cigarro de su boca y sopló el humo que el viento helado se llevó rápidamente. Apretó la mandíbula después y movió la cara en dirección a Rock. Eda siguió su trayectoria con los ojos y volvió a apoyar la espalda en el coche. —Es un buen tío.

—Supongo. Es de esos que cree que puede arreglar el mundo.

—No lo hará. Pero creo que sí que puede arreglar el mundo individualmente, a alguien.

—Con lo pasteloso que es, seguro. Tendrá a su novia del futuro japonesita bien atendida. Siempre hace de cenar… sí. El papel de amo de casa le quedará bien.

Eda le concedió algo de razón, aunque con un cabeceo indeciso.

—Si quiere seguir esta vida, no encontrará a esa japonesa modosita en ningún lado.

—Pues mira, ya tienes por dónde empezar. —Dijo Revy, aunque sonó más seria de lo que pretendía. A Eda se le escapó una risa débil, apartando la mirada y volvió a fumar. Revy sintió un pequeño nudo en la garganta con esa reacción. Era la pregunta que intentaba evitar a toda costa, la realidad que no quería enfrentar. Pero una parte de ella seguía creyendo que quizás… que sólo quizás… no había ocurrido nada entre ellos. —Supongo que… allí habréis congeniado bastante bien.

—Es un buen novato para este negocio. Si se pone las pilas, mejorará.

Eres una auténtica zorra. Vas a hacer que te lo pregunte, ¿verdad…?, pensó Revy. Tuvo que hacer un esfuerzo inhumano para no saltar a la defensiva. Eda le había preguntado sus intenciones con él mucho antes de aquel viaje, enfadarse era absurdo. Rebecca carraspeó y tiró el cigarro al suelo.

—No parecía una misión tan complicada, yo la habría hecho el primer día.

—No se podía —respondió la otra, más seria—. Era un edificio grande y había que tenerle visto y localizado. Teníamos que saber también cómo se movían los demás trabajadores y qué zonas eran las más concurridas. Y las más vacías.

—Una misión de una semana para algo que se hace en tres minutos… eso dice mucho de tu eficacia como policía.

Eda sonrió, irónica, aún no la miraba de vuelta.

—Soy cuidadosa, o eso intento. Aunque delante de ti haya ofrecido otra imagen y te la hayas comido con papas.

Touché, pensó Revy un poco rabiosa.

—Pero… si tan controlado lo tenías, ¿cómo es que os habrían visto salir de ese baño?

—Contratiempos —murmuró Eda encogida de hombros. —El que nos haya visto se escondió bien, a lo mejor me vio antes subir con él. Yo que sé.

Revy se mostró dudosa al principio, pero no tenía base alguna. Aparcó el tema.

—Tienes que saber que Balalaika no parecía muy contenta. El interrogatorio ha puesto nervioso a Rock.

—Le habrá gustado saber que nuestras versiones coincidían. Es una puta desconfiada.

Revy suspiró largamente. Se quedó mirando aburrida hacia un lado. De pronto, Eda volteó el rostro hacia ella.

—Oye. No sabía que era el cumpleaños de Rock. ¿Cuándo fue?

—Ayer, cuando vino. Pero aún seguía enfadada con él, así que… no me uní a la fiesta.

—Ouch, qué dura —rio levemente y tiró el cigarrillo a la acera. —Había pensado en regalarle su propia pistola sin serial, ¿qué te parece?

—¿Has pensado tanto en dos minutos, Eda? Si te acabas de enterar…

—No estoy tan amargada como tú, camionera. Me cae bien. Mejor que nunca, de hecho. —Ladeó una sonrisa.

Revy volvió a tener esa horrible sensación en la garganta.

—Un… un arma es demasiado, aun así. Regálale cualquier mierda y se conformará. Se conformará con todo porque es un buenazo.

—Qué aburrida eres…

—Mira, hay cierto tipo de regalos para cierto tipo de confianzas, esto va así. ¿Habéis hecho la primera misión juntos? Eso sería, digamos… la confianza proporcional a… un casco de motocicleta.

Eda arqueó una ceja, cruzándose despacio de brazos.

—Vaya mierda. Ni siquiera sabrá conducir una moto mayor a 49 cc.

—Jajajaja, bueno… ¿y qué tal una corbata?

—Déjalo —hizo una mueca de desagrado—. No me gustan tus ideas.

—Es que es la confianza, ya te lo digo. Todo dependerá de eso.

—Confianza —le respondió, soltando una risita. —Me lo habré follado unas treinta veces, yo creo que hay confianza de sobra.

Revy se quedó mirándola, y se maldijo por tardar demasiados segundos en responder.

—Ya. Imagino.

—Me lo he follado todas las veces que he querido, te lo aseguro… —curvó más su sonrisa, cabeceando en dirección a Rock. —Es muy complaciente. —Suspiró, algo aburrida. —Pero ya me he quitado las ganas que le tenía. Le he dejado los huevos vacíos.

Revy emitió un suspiro de desagrado, y dolor. Miró a Rock y sintió que quería ponerse a llorar, pero no lo haría allí. La invadió una rabia indescriptible. Eda volvió a hablar.

—Hm, pero los buenos principios que tiene no interesan una mierda aquí. Podía haber hecho yo sola la misión… si te digo la verdad, ha sido como mi putita en todo el viaje.

Revy le devolvió una mirada más seria.

—N…No hables así de él.

Eda se encogió de hombros en respuesta, sin añadir más cosa. A Revy se le notaba la rabia contenida, y fue entonces cuando la rubia dejó la mirada puesta en ella.

—¿Qué coño te pasa?

—Nada.

Pese lo que sentía, Revy trató de normalizar y evitar una confrontación que no llevaría a nada. Honestamente, le dolía saber la verdad, pero lo prefería. No entendía mucho de las relaciones entre pareja, porque hubo mucha desestructuración en el formato familiar más simple que ella había tenido. No tenía referentes y se había criado entre pandillas y pistoleros que traficaban con drogas y sexo. Podía adivinar que una vez más, todo se traducía siempre en el mismo interés. Pero igualmente le molestaba saber que Eda se había tirado a Rock, porque sentía cosas fuertes por él y con el paso del tiempo se había hecho un hueco estable en su corazón. Eda la seguía mirando con una expresión que no soportaba, así que sacudió la cabeza.

—Bien, me abro. Que vaya bien.

Eda no dijo nada. La siguió con la mirada porque claramente ahora veía que le había tocado alguna fibra sensible. Al no ser dueña de los mismos sentimientos por Rock, para ella todo carecía de interés realmente y de valor. Había antepuesto sus propios caprichos y en ello se refugiaría. A sus espaldas, Revy oyó que Eda cerraba la puerta de su coche y arrancaba, yéndose tras quemar un poco de neumático. Se unió a los otros con la mirada algo ensombrecida al principio, pero rápidamente trató de escurrir el bulto y entretenerse con lo que fuera que estuvieran hablando.

Dos horas más tarde, la pequeña celebración con tarta acabó y se fueron retirando hasta la compañía Lagoon. Revy había estado mirando disimuladamente a Rock según comían. Le costaba pensar que un tipo con tan buen fondo pudiera cambiar rápido de sentimientos. Pasaría una noche de mierda, estaba segura. Notaba que le costaba mantener el buen semblante más de lo que imaginaba, y al cabo de unas horas, fingió un dolor de estómago para irse a su dormitorio.

Pero para su sorpresa y su desesperación, no estuvo mucho rato sola.

Habitación de Revy

—¿Se puede…? —Rokuro toqueteó la puerta desde fuera. Tenía una taza de manzanilla en la mano contraria. No escuchó a nadie. —Revy, ¿estás despierta?

—Sí —murmuró tras un rato de silencio. Ocultó un pañuelo bajo la almohada y estiró el cubrecama antes de que el otro abriera la puerta. Rock le sonrió un poco y le dejó la taza sobre la mesita de noche.

—Descuida, no estoy tan mala.

—Al menos lo parecías… pero tranquila, que no voy a insistir, sólo es por si se te asienta un poco el estómago. Me marcho ya para que puedas seguir descansando.

—No te cansas de ser un buenazo, eh…

—Contigo no. Pese a lo que haya pasado… eres mi amiga. O eso quiero creer.

Revy suspiró y alcanzó la taza. Le dio un pequeño sorbo y sonrió, meneando ahora el té con la cucharilla.

—Siento lo que pasó. Pero sigo pensando que hay temas en los que mejor no ahondar.

—Ahondar contigo, sí, ya me ha quedado claro. Me centraré en lo que tenía pensado hace un tiempo y ya está. Yo creo que me podría venir bien seguir trabajando de intérprete para Balalaika. Es estricta y dura, pero de algún modo u otro siempre acaba haciéndome reflexionar.

Revy se contuvo de poner los ojos en blanco, aunque fue la primera reacción natural que iba a tener.

—Pronto Balalaika nos dará tarea que hacer. Nunca hay descanso en este trabajo.

—Os mandará algunas diligencias, pero después de resolver lo de esa dichosa banda, yo me iré. No sé muy bien cuándo volveré, Revy. Y quería que fueras la primera en enterarte.

La chica ladeó un poco la cabeza y le observó de arriba abajo. Dejó la taza sobre la mesita y asintió, volviendo la mirada a la ventana, como si cavilara en algo.

—Pues en ese caso, procura que no te maten. Es lo único que te puedo decir.

Rokuro asintió, humedeciéndose los labios y también perdiendo la mirada en otro punto. Parecía una despedida fría. Su mente divagó: había tenido tantas sesiones de sexo en Surwile con Eda, que tenía los resquicios de querer seguir desfogándose todavía; una imagen de Revy gimiendo bajo su cuerpo mientras era embestida le traicionó la atención del tema de conversación. Pero Revy no parecía en absoluto ya interesada en esos temas con él, era como si después de su gran pelea, ya todo hubiera quedado a medio morir, y en camino de morirse del todo. Lentamente se acercó y dejó caer la mano sobre el hombro de Revy, que reaccionó mirando de reojo.

—Supongo que no participarás en esta misión y es respetable. Nos veremos entonces cuando termine.

—Habéis tocado tanto los cojones con ese tema todos, que ya me habéis hecho partícipe. Si no colaboro, me sentiré peor.

—Bueno, ya hablaré yo con Dutch para que no te diga ni el lugar ni la hora. Tú no vendrás.

—¿Otra vez creyéndote mi padre, eh? —le dio un fuerte codazo para apartar su mano, y sonriendo, le señaló con el dedo. Se puso de pie—. Parece que no terminas de conocerme. Al final, por una o por otra siempre acabo participando. Ahora que se ha descubierto que la dichosa banda organizada está relacionada con la plantilla de policías corrupta de mi barrio, quiero ver hasta dónde acaba.

—Francamente, no sé si es lo correcto. Creo que te podría afectar psicológicamente.

Revy cabeceó hacia atrás, poniendo los ojos en blanco y haciéndole una expresión de burla.

—Eres un maldito tocapelotas, Rock. ¿No sabías de antemano que psicológicamente aquí ya estamos todos jodidos? ¿O es que llegas un año tarde?

—Por muy jodido que se esté, no quiero que empeores.

Revy se colocó un cigarrillo entre los labios y mientras lo prendía con el mechero, se encogía de hombros.

—Pues ese ya no es tu problema. Concéntrate en hacer un buen dúo dinámico con Eda —le espetó, desde el fondo de su alma. Le miró expulsando el humo de tabaco—. Me ha contado que os pasasteis todo el viaje follando.

Rock se ruborizó rápidamente, y se sintió desnudo. Eda se lo había contado. Él no pretendía hacerlo, no tan rápido. Alzó un poco las manos y sonrió como un estúpido.

—No quería contártelo aún… porque no sabía si podías reaccionar mal.

Revy se encogió de hombros por enésima vez.

—He reaccionado mal. —Comentó, bajando el tono de voz. —Al no pegarte un puñetazo, porque lo que me tocaría hacer después es prácticamente rogarte perdón por ser igual de llorón que caradura.

—¿Qué…? ¿Caradura? ¿¡Caradura por qué, eh!? —Rock frunció el ceño. Revy se le quedó mirando por largos segundos con atención, como si esperara que él continuara su propia pregunta.

—Has armado una buena llorera por el batazo que te di en la cara, y ha sido ese el pensamiento que tenías en la cabeza para acostarte con Eda. El «Revy me trató mal».

Rock se quedó un poco pensativo, y sintió que se angustiaba ligeramente, pero tenía que defenderse.

—Porque no es precisamente el resultado de alguien que te quiere o que quiere estar contigo. No estoy dispuesto a ser el perrito faldero de nadie, Rebecca, aunque contigo he hecho varias excepciones.

—Nunca me lo has parecido. Yo siempre te he respetado.

—Já. Sí, seguro. —Se cruzó de brazos, mirándola con una sonrisa sarcástica. Ella asintió, confiriéndose la razón de manera absoluta.

—Te he respetado en todo momento, te lo creas o no. Yo jamás te habría… —ahí paró de hablar, al darse cuenta de que decirlo expondría demasiado sus sentimientos. Movió los iris rápido en otra dirección, seleccionando mentalmente otro tipo de palabras. —Yo no lo habría hecho, eso es todo.

—Ella me dio el cariño que no me diste tú.

Revy abrió un poco los labios y los cerró rápido, asimilando aquello. Joder, una bala me habría hecho menos daño. Tuvo serios problemas para responder, bajó la cabeza y se mordió el labio inferior, lentamente. Rock se mantuvo firme y siguió hablando.

—Pero no quería decírtelo, porque aún albergaba cierta duda de si lo poco que vivimos había sido importante para ti. Ojalá hubieras sido tú y no ella. Pero lo que digo es la verdad que he vivido yo. ¿Para qué dejarme estar tan cerca si luego ibas a tratarme de esa manera?

Revy tuvo una breve sacudida de cabeza, una negativa muy fugaz, pero le costaba mantenerse quieta del todo, le costaba responder, porque las palabras que Rock le decía la estaban hiriendo. Tragó saliva y suspiró. Se giró a la ventana y abrió un poco para que la habitación cerrada no la agobiara.

—¿No vas a decir nada? —preguntó él.

—Creo que tienes razón en algo importante —murmuró, llevándose la mano con el cigarro a los labios. —Hice mal al dejarte entrar en mi vida… de esa manera. Pensaba que eras otro tipo de tío.

—Sé por qué digo cada palabra, Revy.

—Me alegra que no te consideres el perrito faldero de nadie. Jamás te he considerado como tal. Y por supuesto jamás me he referido a ti de esa manera. —Abrió un poco los labios para dejar salir el humo. Por un par de segundos, la mirada se volvió inexpresiva—. Tu amante se ha referido a ti como su putita en todo el viaje, así que imagino que tu concepto de cariño y el mío son distintos. Ahora lo entiendo. Para ti una caricia es cariño, pero sólo porque vino después de nuestros golpes.

Rock se puso tenso al oír aquella declaración. Se cabreó internamente pensando en Eda. Menuda hija de…

—Pues mira, por lo menos, pese a lo maleducada que ha sido con ese comentario, me ha tratado bien cuando me tenía allí.

—Sí —asintió, con el mismo semblante perdido. —Debe de ser agradable tener a una persona falsa cerca. Nunca permitiría que te enteraras de nada, siempre que le comas bien el coño después. —Ladeó un poco la cabeza. —Conozco a Eda bastante bien. Bastante mejor de lo que te conozco a ti, ahora que me doy cuenta. Sé lo que hace con los hombres. Es una mujer tan ocupada, que no tiene tiempo para compartir vida y sentimientos, por lo que siempre mirará por ella misma, ¿y por qué no iba a hacerlo? —se le escapó una risa totalmente desganada. —Es más fácil decirle a alguien que le quieres, que se lo crea y que puedas follártelo y hacer o deshacer a tu antojo. Espero que no te haya convencido de ninguna otra cosa con respecto a… esa misión tan importante que teníais.

Rock tragó saliva. Las palabras de Revy le estaban haciendo reflexionar. Empezaba a sentirse como un títere, un completo gilipollas.

—En el momento en que te niegues a hacer lo que ella quiere —prosiguió—, tratará de convencerte por todos los medios que se le ocurran. Está entrenada para mentir, o para fingir sentimientos. Es una puta madera, una encubierta. Hará lo que tenga que hacer para tener éxito en lo que esté tramando. Por descontado, si te sigues negando y te mantienes firme en no hacer lo que quiere, ahí es cuando verás cómo es en realidad. Y eso aplicado a todo.

De hecho, Rock no pudo evitar sentir esas aplicaciones en los recuerdos del viaje, que ahora se empezaban a volver amargos. En efecto, Eda había usado sus armas de exagente de la CIA para convencerle de mentir a Balalaika, y sus armas de mujer para tener sexo todas las veces que se le antojaran, incluyendo una de las últimas, en la que a pesar del placer, Rock empezó a tener pequeñas heridas por el roce continuo durante tantas horas. Incluso le hizo una llave de derribo para conseguir follar con él, sí o sí, inmovilizándole o haciéndole flaquear las piernas si era preciso. Le hablaba cariñosamente mientras usaba la fuerza. Eda se había salido con la suya y además se había dado un sinfín de homenajes para vanagloriarse. Y Rock, a pesar de sentirse como un imbécil, tenía que ser un poco justo y reconocer que aun así, dos no follaban si uno no quería. La responsabilidad era plenamente suya. Disfrutó todas y cada una de las veces.

—Bueno… yo no venía aquí a hablar de Eda de todos modos. Será mejor que aparquemos ese tema y el de la misión.

—He luchado por aparcar el tema todo este día, desde que ella me dejó claro las veces que se acostó contigo. Pero, ¿sabes?, ahora que estamos tocando este asqueroso punto, no puedo mentir. —Asintió débilmente y le miró de reojo. —Me has decepcionado. No te creí capaz.

Ahora fue Rock el que comenzó a sentir un nudo incómodo en la garganta. ¿Le había hecho daño? ¿Tanto daño como para sincerarse así, sabiendo lo que a ella le costaba?

—Revy… —se intentó acercar a su cuerpo pero ella se pegó más al marco de la ventana, mostrando su incomodidad al respecto.

—Yo no he… bueno. No lo he hecho muchas veces. La primera vez que fue consentido fue contigo.

La primera vez, tras los efectos de una fiesta, pero a la vez completamente conscientes de lo que hacían. Surgió natural. Rock había quedado maravillado con ella independientemente de cómo hubiese sido el encuentro, porque ya entonces Rebecca le encantaba. Pero se puso a recordar el momento en el que se agarraba con fuerza a sus brazos cuando entraba en ella por primera vez. Le costó horrores. Lo único que diferenciaba aquello de una primera vez era la ausencia de sangre. Para entonces él ignoraba todo por lo que ella había pasado años atrás.

—Jamás lo habría hecho si hubiera sabido lo que sentías hacia mí.

—No estoy segura —murmuró con algo de rabia contenida. No quería ladrar a nadie, pero notaba que la tristeza lentamente se transformaba en rabia, como siempre. —Hice mal las cosas contigo, siento mucho haberte hecho daño. Pero no me haré responsable de que te tomaras eso como un pretexto para… en fin. Hacer lo que querías, ni más ni menos.

—¡Jamás lo habría hecho! ¡Te lo juro por Dios, Revy! —se le saltó una lágrima, sentía mucha impotencia. La tomó del brazo y la giró hacia él para que la mirara. —Quiero que me creas… ¡quiero estar contigo! Siempre he querido.

—Que no puedo, joder. —Dijo molesta, zafándose de su agarre. —No puedo apenas mirarte a la cara. No paro de imaginarte con ella.

—¡¡Por favor…!! —gritó, y se acuclilló agarrándose a una de sus piernas, abrazándola y sollozando pegado a su muslo. —No sabía nada de esto, pero… sabiéndolo… MALDITA SEA, no puedo dejar que te separes.

Revy levantó suavemente las manos al ver, sorprendida, cómo le lloraba en la pierna, alzó las cejas. Le tocó un brazo para intentar que la soltara, pero Rock se aferró más fuerte, obviando su intención.

—No quiero seguir hablando de este tema, Rock. Te agradezco el té, pero prefiero que me dejes sola.

—¡¡NO!! —abrió de repente las manos, agarrándose a una de sus caderas y se levantó como pudo. La giró más hacia él y le buscó la boca, lo hizo tan deprisa, que Revy no pudo evitar que juntara sus labios en un beso, la presionó contra la pared. Revy se removió, quitó el rostro y le retuvo del pecho, dándole un empujón para mantener la distancia. Se contuvo para no ser brusca con él.

—Uh… Rock, no juegues con mi paciencia. No seas tan cabrón. Lárgate, haz el puto favor.

—¿¡Y qué pasará ahora!? ¿¡Se acabó!? ¿La he cagado y se acabó para siempre?

¡SÍ, JODER, SE ACABÓ! —le gritó mucho más fuerte, haciéndole dar un paso atrás—. VETE DE MI HABITACIÓN ANTES DE QUE TE PARTA LA NARIZ Y VAYAS LLORANDO A BUSCAR CARIÑO.

Rock lloraba a moco tendido, sintiéndose un perdedor. Esto es lo que se siente cuando tocas fondo y pierdes todo lo que te importa, le vino a la mente. De repente, la parte buena del viaje se le hizo también un absoluto fracaso. Sintió egoístamente que todo marchaba en su contra, pero fue sólo un escudo muy momentáneo: sabía que la había cagado. Sabía que sólo él podía responder por sus actos. Y lo más lamentable… había hecho daño a Revy. Cuando le cerró en la cara de un portazo, oyó cómo su cuerpo se deslizaba a través del otro lado de la puerta lentamente, y tenía un sollozo ahogado. Revy se tapó la boca y cerró los ojos con fuerza, prácticamente tragando sus sentimientos para no ser oída. Rock se marchó cabizbajo y lloroso a su dormitorio. Los compañeros habían oído gran parte de la conversación, pero se mantuvieron totalmente al margen. 

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