CAPÍTULO 12. Boomerang oscuro
Desde lo de Yukio, Rock había pasado por varias fases adaptativas con respecto a lo que ofrecían los barrios de Roanapur. Había sufrido mucho aquella pérdida, pero aun así, con mucho dolor y horas de ansiedad, había logrado dormir. Desde su discusión con Revy, sin embargo, sintió que su enfoque en la vida estaba totalmente mal hecho. Y lo peor es que todos en la banda sabían lo egoísta y gilipollas que había sido.
No.
Lo peor era, en aquel preciso momento, que iba en un coche blindado de 8 plazas con Revy sentada frente a él, y no se dirigieron la palabra ni una sola vez las 3 horas que duró el desplazamiento a la base militar. Balalaika ya había movido la primera ficha y la banda de Dutch tenía que hacer presencia con un buen arsenal de armas automáticas a seguir con el proceso de desmantelamiento. La última novedad que hubo fue que, debido a la baja de Zack Ford, dos hombres más vinculados a la banda habían eliminado archivos que les relacionaban con él, en sistemas digitales sobre los que Balalaika ya sí que tenía el control. Benny dio con la clave, le informó, y fue lo único que necesitaron para dar con una ubicación de la presunta sede del grupo organizado. La misión se tornaba complicada, los que no sabían disparar no tenían hueco de ningún tipo allí. Para Rock la importancia de todo aquello se reducía a lo que pudiera ayudar a Revy y nada más, por mucho que ella estuviera dolida con él. Seguiría adelante con el cometido.
Agradeció internamente que dispusiera a Eda en otro vehículo y no en el mismo, porque yendo los 3 habría sido insostenible.
Después de llegar a la base y recibir instrucciones, Rokuro fue relegado a un ala donde estaban…
—…los que no hacemos nada útil.
—Deja de quejarte, abuela. —Sonrió Benny, dándole una amistosa patada en el trasero cuando pasó por su lado. —Tendremos control remoto a sus localizaciones y voces en todo momento, ¿no te parece lo suficientemente emocionante?
Rock se rascó el cabello, mirando dudoso los seis portátiles repletos de videocámaras que el rubio tenía ya conectadas y bajo su dominio.
—¿Sabes cuándo empezará todo esto? Estoy nervioso.
—La verdad es que yo también. —Echó una mirada rápida al fondo del recinto, donde se encontraban Boris y Balalaika hablando con otro cuerpo especial. Rock admiraba esos trajes tácticos que llevaba la unidad militar. Supuso que aquello era la fuerza militar contra la policial y, teniendo en cuenta el origen delictivo de ambos bandos, la situación podía resultar catastrófica.
—Ella nunca se moja, ¿verdad?
—No creas. La he visto una vez vestida con la uniformidad. —Comentó Benny en un tono más bajo. —Es una gran mujer, te digan lo que te digan. Y menuda puntería, chico.
—¿Y por qué no va ahora? Ha sido la fundadora de toda esta persecución.
—Es demasiado importante. Ella quiere, si te sirve de consuelo.
—Si no fuera tan malo en este tipo de tareas no me habrían ni preguntado, me habrían directamente dado el chaleco antibalas.
Benny puso los ojos en blanco, había veces que tratar con Rock le recordaba a un niño pequeño e insufrible. Se puso los cascos sobre las orejas y le ofreció otros. Se acercó también un cuenco atestado de ganchitos naranjas y cogió un puñado, metiéndoselo en la boca. Mientras masticaba, Rock iba pasando la mirada de cámara en cámara.
—Son a tiempo real. Podremos avisarles por walkie de cualquier cosa extraña que veamos. Pero estas son las exteriores y no me preocupan. Me preocupan las interiores, por la barrera cibernética que tienen.
—¿Podrás entrar?
—En teoría logré entrar anoche, tuve que llamar a Dutch y a Balalaika de urgencia y mandar algunos datos informáticos. Pero eso no quita que cuando me vuelva a conectar ahora, alguna señal les salte. Es posible que pueda reducir alguna y combatirla incluso, pero eso les pondrá en alerta antes de tiempo. Y necesitamos todo el tiempo del mundo, porque este es su territorio.
Rock se ponía nervioso a cada nueva frase que oía y cogió otro puñado de ganchitos, comiendo agresivamente y tragando con dificultad. Era una marranada hacer eso en aquel impoluto y enorme escritorio lleno de botones, pero ayudaba a combatir los nervios.
—Bien, Benny-Boy. ¿Cómo va eso, recuerdas todo? —escucharon ambos a Dutch por sus cascos.
—Igual de bien que mi primer interrogatorio policial. —Comentó, mientras se ajustaba los decibelios en el ordenador por la voz. —Estaremos en contacto en todo momento a menos que se rompan las comunicaciones, es el único sistema que no podrán corromper. Si me quedo sin señal, intentaré dictar de memoria los planos tal y como los recuerdo. Harriet conoce bien los pasadizos.
—¿Has escuchado, rubia? ¿Confirmación?
Harriet. Eda había recibido instrucciones concisas de utilizar su identidad falsa por cuestiones obvias. Les venía muy bien la presencia de esta chica, pero después de la discusión con Revy, Rock sentía que algo se le escapaba. No atinaba a saber el qué. Pero no quería empezar a temblar de miedo. Él tenía que poder con eso y más. A lo lejos divisó un chaleco antibalas sobre el respaldo de una silla, no sabía qué hacía ahí abandonado. Supuso que era equipación sobrante de la cantidad de armamento que habían traído los contactos de la rusa, porque había armas, subfusiles y fusiles por todos los malitos lados.
—Confirmo, jefe. —Oyeron todos la voz de Eda.
—Hay una alta posibilidad de que nos quedemos aquí, por un motivo u otro. Así que sin entrar demasiado en sentimentalismos… mucha mierda a todos, camaradas. Sea lo que sea, habrá sido un honor.
Y después de las palabras de Dutch, Benny empezó a pulsar interruptores. El único monitor que faltaba por encender se desbloqueó y mostro otra cámara dirigida por control remoto. Ésta mostraba un marco de más botones, Rock no entendió nada.
—¿Qué demonios es eso?
—Será mi chivato. Como no puedo prever qué ataque me lanzarán si me pillan infiltrado en su red, lo que sí puedo saber es cuándo les llegue la emergencia a ellos. En base a eso, podré actuar más rápido. —Se crujió todos los dedos de la mano y rotó las muñecas, liberando tensiones. Enseguida empezó a teclear rapidísimo, a una velocidad que ni Rock había visto anteriormente. Se había preguntado muchas veces qué ocurriría si una tecla era mal pulsada, porque jamás le veía borrar nada. Simplemente seguía tecleando, una y otra y otra vez, como loco. De pronto las dos torres del ordenador emitieron un sonido potente proviniendo de los ventiladores. Los monitores se pusieron en negro y comenzó una barrita de carga. Rock se ajustó el micro a la boca por si también tenía que aportar algo. Sintió nervios, muchos nervios, y además el silencio era sepulcral más allá de las teclas del ordenador.
—Benny-Boy…
—Me está costando, pero estoy entrando. Allá vamos. —La mirada del rubio estaba en todo momento en las pantallas y, muy repetidamente, en el último monitor que era su chivato. En ningún momento pareció haber nada diferente allí, por lo que Rock supuso que los de la CIA no debían saber nada de la intrusión.
—¿Si nos pillan, saldremos alguna vez de la cárcel?
—Cárcel —rio por lo bajo Benny, sin dejar de mirar su pantalla. Sus dedos seguían tecleando. —Mejor no pienses en eso. Céntrate en lo que tenemos por delante. Avísame si alguno de los botones que ves en esa pantalla parpadea o se queda encendida en rojo. Significa que me están detectando.
—A la orden.
Por suerte aquello no ocurrió. Benny le dio al enter y por fin separó las manos del teclado por unos segundos. Las cámaras empezaron a cambiar y a mostrar distintas partes de pasadizos y habitáculos, eran indudablemente cámaras de seguridad. Estaban numeradas y tenían un código que, por lo que Rock vio en los apuntes a mano de Benny, eran la manera de identificar en qué parte del edificio estaban instaladas.
—Y contestando a lo otro —murmuró Benny, ya tecleando más tranquilo—, no nos estamos enfrentando al Centro de Inteligencia, no al Cuerpo legal como te lo estás imaginando. Somos una banda criminal que se está enfrentando a otra, y ambas son muy sofisticadas y agresivas según dónde las toquetees. No nos enfrentamos a pena de cárcel por esto. Sólo nos enfrentamos a la tortura o directamente a la muerte.
—Lo suponía. Qué asco me dan —dijo con rabia, fijándose al detalle en los pasadizos. Habían vigilantes corpulentos que iban y venían, trajeados. Benny pulsó el botón para liberar su micrófono.
—Al final del pasillo hay doce guardias. Custodian dos rellanos. Si los atravesáis desde distintas direcciones y os encontráis en la oficina central, tendréis acceso a la cámara acorazada y al conducto subterráneo. El pasadizo que hay tras los cuadros es subterráneo y está plagado de guardias a cada vuelta de esquina. Es ahí donde deberían estar reunidos. Veo la puerta cerrada de su sala.
—¿Y es ahí donde debería estar el objetivo?
—Están los quince integrantes de la organización. Después, sólo contactos, asesores y secundarios.
Dutch reflexionó unos segundos.
—Así que habrá que matarlos a todos.
—Son muchos y todos armados, Dutch. Y no hay garantías de que esté Dossel.
—Estará —tronó la voz femenina de Balalaika, que había permanecido en silencio hasta el momento en las comunicaciones. Lo hizo a través del propio micro de Benny. Rock la siguió con la mirada, estaba inclinada sobre el respaldo de la silla del informático y también miraba las cámaras de seguridad. —He estado ahí antes. Dossel está en la planta subterránea o bien en la oficina central. No descartéis encontraros con más pasillos de los que Benny puede ver aquí. Sería lo esperable.
Rock tragó saliva y comió ganchitos de nuevo, masticando sonoramente. Al menos el sonido de su propia degustación exagerada le calmaba los otros pensamientos que se le venían a la cabeza.
—Que empiece la fiesta pues.
Un golpe seco, y después, las titubeantes luces del fuego cruzado aparecieron en las cámaras de vigilancia. El fuego del otro bando tardó apenas dos segundos en aparecer en respuesta, pues había habido un claro factor sorpresa por parte de Black Lagoon y el cuerpo militar.
Edificio
—¡¡Joder!! ¡¡Dos recambios y esto sólo acaba de empezar!! —chilló Revy con los ojos brillantes. Dutch, seguido de una tropa de quince hombres, arrasaron con los primeros vigilantes. No se detuvieron. Revy iba más o menos hacia la mitad de la comitiva y vigilaba los pasillos secundarios donde Benny no tenía acceso visual. Logró matar a cuatro que habían decidido esconderse tras las vigas y a otros dos que trataban de huir por la puerta principal. Hubo un silencio de tres segundos, y de nuevo, otro torbellino de tiros. Revy tenía el oído muy acostumbrado a reconocer el fuego cruzado y la cadencia ajena durante una reyerta. Identificó dos armas sin verlas y dejó de correr hacia el lado al que estaba yendo. Giró rápido sobre sus talones y se metió por otro pasillo, y allí se chocó brutalmente con Eda. Ambas se apuntaron pero dejaron de hacerlo cuando reconocieron a la otra, y se pegaron espalda contra espalda. La tensión en aquel momento no las dejaba pensar en mucho más, a pesar de lo que había estado ocurriendo en el ámbito personal. Ambas eran buenas pistoleras y el choque que se dieron había sido por tener la misma antelación desde distintos ángulos. Dos hombres acabaron asomados al pasillo donde se encontraban, pero antes de apuntar, Revy levantó su arma y le voló a los dos la cara. Eda corrió agachada y se asomó por el otro extremo: no había nadie. Chistó a Revy y le señaló el rellano. Habían llegado las primeras, antes incluso que el cuerpo de militares, a la zona donde se empezaban a bifurcar los pasillos en muchas direcciones.
—Sé dónde está la oficina. Es ese lado —musitó la rubia, señalando con el cañón una de las entradas más estrechas. Revy terminó de recargar la munición y se fijó en los otros pasillos.
—¿Estás segura?
—Sí. Ve, yo te cubriré. —Eda se bajó la visera negra del casco militar y recargó el subfusil.
Revy asintió y empezó a acelerar el paso, ella no llevaba ninguna protección en la cabeza y ahora empezaba a lamentarlo, odiaba esos putos cacharros. Pero según avanzaba, sus pasos iban deteniéndose solos. Bajó la mirada y apretó los labios. Odiaba reconocerlo, y más aún decirlo. Pero tuvo que frenar. Volteó media cara hacia atrás y le hizo un gesto a Eda.
—No. Ve tú delante. Yo te cubriré las espaldas.
No se fiaba de ella. Eda puso los ojos en blanco, arrastró un improperio y se adelantó sin mayor ceremonia. Fue pegada a la pared y a la mínima que llegó a la puerta de la oficina y bajó el picaporte, una mano la agarró con fuerza de la muñeca y la empujó hacia adentro. Revy, sin tiempo para reaccionar, apuntó con el arma, cuando otra mano a sus espaldas la agarró y muy rápidamente le practicó un mataleón desde atrás. Apretó con tantísima fuerza, que la morena sintió un mareo en menos de dos segundos. Las habían pillado a las dos totalmente por sorpresa y habían tomado esa dirección por cuenta propia sin esperar al resto de compañeros. Revy emitió un gemido quebrado y forcejeó como pudo, moviendo el cuerpo incomoda. Por los duros pectorales que notaba en su espalda, aquel era un hombre, y estaba trajeado. Notaba como su bícep era una piedra anclada a su yugular. Abrió los ojos nerviosa y trató de introducir la mano en el mismo mataleón para hacer alguna palanca. También trató de introducir el hueso de la barbilla tras su antebrazo, pero resultó imposible. Se estaba ahogando. Un tercer brazo, de una persona desconocida, la golpeó en la boca del estómago y acabó con la minúscula reserva de aire que le quedaba en el pecho. Apretó los dientes y cerró los ojos, angustiada por el dolor. El hombre apretó más.
Si sigue me rompe el cuello… pensaba. Sacó fuerza de donde no la tenía y le clavó el codo en un costado, pero el hombre ni se turbó. De pronto, una línea de tiros hizo salpicar la pared de sangre y la fuerza de los brazos cedió.
—Joder Revy, ¿¡pero qué coño haces aquí sola!? ¿Ya te has disgregado del maldito grupo?
Revy emitió un largo jadeo agonizante, con los ojos abiertos y tocándose el cuello. Empezó a toser y a respirar atropelladamente. Cuando tuvo algo más de aire en los pulmones miró a los dos cadáveres que yacían descabezados por la artillería rusa. Dutch la levantó tirando de su brazo mientras la mujer aún tosía.
—¿Puedes continuar?
—¡Pues claro que puedo continuar, joder! Pensábamos que tarde o temprano llegaríais aquí vosotros, si estábamos prácticamente al lado.
—Y lo estábamos, pero esto tiene muchos caminos y es fácil perderse. Haz el favor de quedarte a mi lado. Si alguien te mata, por lo menos quiero saber quién fue.
Revy se hizo bien la coleta de nuevo.
—¿Y Harriet?
—La he perdido de vista.
Dutch se quejó cabreado dando un puño en la pared. Revy pestañeó concentrándose.
Oficina principal
Patrick Dossel había sido descortésmente interrumpido mientras hacía un recuento del dinero negro recaudado aquella semana. Los billetes habían salido desperdigados por todos lados y muchos ahora estaban llenos de sangre de sus hombres. En cuanto el picaporte de su despacho se abrió, él mismo preparó la emboscada. Su principal subordinado había agarrado al militar desconocido y lo tiró adentro. Un cuerpo largo, de traje táctico con casco. El hombre trató de despojarle del casco, pero cuando le puso las manos encima la mujer levantó el subfusil y le agujereó el rostro sin pensarlo dos veces. El cuerpo fornido cayó y Patrick entonces desenfundó su pistola. En cuanto la apuntó, Eda se escondió rápidamente usando el cuerpo ajeno como escudo hasta que pudo rodar hasta buscar amparo tras el sofá. Conocía aquellos sillones, aquellas alfombras, aquellos cuadros. Lo conocía todo, se había acostado con su jefe varias veces en ese mismo despacho. Patrick era un buen tirador, y por primera vez en mucho tiempo, Eda sintió en el pecho la adrenalina más propia del temor que de la tensión. Sintió dos disparos al otro lado del sofá, uno de ellos le rozó la superficie del traje. Contó hasta dos y se abalanzó sobre el único pasillo que había en ese despacho, que llegaba hasta un cuarto de aseo. Patrick se cubrió con la otra pared, y ambos permanecieron ocultos esperando a que el otro diera el primer paso.
—¿A qué debo el honor de este asalto, querido desconocido? Si vienes por la recompensa que puso la rusa, te aseguro que te estás equivocando de bando, esa zorra te dará las gracias y te pagará con cuatro tiros en cuanto me entregues.
Eda se asomó apenas un segundo y disparó en descendente, logrando pelar la punta de los mocasines que Patrick llevaba. El hombre escondió hacia atrás el pie y se acarició los labios con la lengua, pensativo. Escuchó tumulto al otro lado de la puerta. Era posible que si el resto de cabrones que venían con él traían buen armamento, la echaran abajo o incluso la serraran. Con los militares ya nunca se sabía. Los odiaba.
—¿Tienes familia? ¿Hijos que quieren ir a la mejor universidad del continente? No tires tu vida por esta decisión de mierda. Puedes ser mucho más grande. Deposita el subfusil en el suelo y hablemos.
Hubo un silencio prolongado. Patrick agradeció que a los que estaban al otro lado les costara abrir la puerta. Eso le daría tiempo. El arma de su contrincante era mejor, pero no importaba. Se lo podía camelar. No le quedaba otra. Se agachó unos centímetros y estiró el brazo para coger un espejo de mano que había en su cajón. Colocó un poco el espejo sin asomar la mano, y en el reflejo, durante un solo segundo, vio algunos mechones sobresaliendo por debajo del casco.
Una rubia. Con lo que me gustan.
Ocultó el espejo de vuelta y se puso de pie despacio.
—Haremos una cosa. Podemos seguir jugando a los pistoleros si quieres, pero no te conviene. Si aceptas el dinero que te voy a ofrecer ahora, te daré una vida de ensueño. ¡Asi, como lo oyes! Como en las putas películas de Hollywood, todo fácil y masticadito, no tendrás que trabajar en tu puta vida. Fácil, ¿no?
Nada más hizo la pregunta, asomó la mano con la pistola y dio un tiro, después del cual recibió en respuesta una lluvia de balas. Se lo esperaba y logró quitarla a tiempo. Cuando echó mano del espejo, Eda disparo y se lo rompió en mil añicos. Patrick lanzó el espejo hacia un lado y asintió, concentrándose. Tomó la guardia policial y cedió. En el momento preciso, asomó medio cuerpo y empezó a disparar. La mujer le respondió y cambió de altura para intentar despistarle, cada vez que se asomaba. Patrick era vertiginoso, y muy preciso para disparar. Se asomó de nuevo, viéndose ambos a la misma vez, pero él disparó antes y la alcanzó de lleno en la visera. El cristal blindado se le agrietó, y por supuesto, hizo que se escondiera algo más despistada. Pestañeó varias veces para volver en sí y se quitó la visera. La lanzó por el pasillo y oyó cómo Patrick la volvía a atravesar en su trayectoria.
—Sabes que si te doy de nuevo, bombón… va entre ceja y ceja, ¿no?
La mujer seguía sin responder. Tras unos instantes, la oyó cambiar de posición y esa fue la suya para asomar la mano y disparar. Se escondió rápido y en cuanto oyó el contraataque, se arrodilló en cuestión de milésimas de segundo, y apuntó al cuerpo. Dos tiros la alcanzaron en el pecho, y escuchó con regocijo cómo el peso de la rubia caía sobre la pared. La chica emitió un gemido de dolor y se contuvo mucho para no chillar. Lo logró. Logró quedarse en silencio, pero empezó a transpirar. Era lo suficientemente buena como para no haber sido disparada nunca en zona vital, ni siquiera con el chaleco puesto. Pero la munición de Patrick podría llevar a un mono a la luna, y lo primero que pensó cuando recibió los tiros en el chaleco, fue que se había fisurado alguna costilla. Reguló las respiraciones rápido y volvió a la carga. La puerta empezaba a sonar demasiado fuerte, Dutch estaba tiroteando sin parar el cerrojo desde fuera y estaba consiguiendo exterminarlo a punta de bala. Patrick seguía concentrado en ella. Cuando se volvió a asomar, disparó a la libanesa, pero porque no le hacía ya ninguna falta mirar. Sabía cómo iba a asomarse. Y acertó. Eda recibió otra bala en el hombro, peligrosamente cerca del borde del chaleco, que de haber acertado en carne la habría tenido otro mes de baja. Volvió a chocarse contra la pared por el impacto, y emitió un quejido rabioso, apretándose con la mano el hombro. Patrick soltó su pistola y corrió de dos zancadas adonde estaba, y rápido como un puma, la embistió saltándole encima. Le quitó el casco sin visera y su expresión cambió, a una más asombrada.
—¿Edith…?
Eda le miró iracunda, aún adolorida, y le asestó un puño en la cara, que fue bloqueado sin ninguna dificultad por su antiguo jefe. Patrick sonrió con cierta ternura y de pronto la abofeteó, con toda la fuerza que le permitió su cuerpo. Le giró la cara al hacerlo, y la nívea piel de la americana se tornó roja en cuestión de segundos.
—Se ve que no me echabas de menos. ¿Sabes que he ido a poner flores a tu tumba? —pregunto el hombre, mirándola desde arriba. Estaba sentado en su pecho, y sabía que tras los tiros previos, aquello la mantendría a raya. Apretó las nalgas contra su cuerpo y disfrutó al verla removerse por el dolor. —No sabía yo que la puta rusa tenía tanto poder… y mira que sabía que iba a ser dura de pelar. ¿Pero usar una de mis propias creaciones contra mí?
Le acarició el rostro, de nuevo con ternura. Eda había sido una alumna ejemplar. Cuando había entrado al cuerpo, después de meses en un centro de menores del cual su padre había limpiado el historial, sintió que hacía grandes avances con ella. A Eda le gustó aquel ambiente, pero había algo en ella que la seguía atrayendo a ser una buscapleitos.
—Estás preciosa, Edith. Como siempre… —le pasó el dedo índice por su cuello, y le rasgó con la uña la cremallera del traje táctico que vestía bajo el chaleco. La chica hizo un esfuerzo y logró agarrarle el brazo, y luchó por inmovilizárselo. Casi lo logra. Patrick empezó a forcejear por liberarse, y cuando sintió que le iba a partir el codo, cogió rápido su arma y pegó el cañón a su chaleco, descargando otro tiro en su cuerpo. Eda gritó y le soltó el brazo, retorciéndose hacia un lado. Patrick no la dejó recuperarse, se puso en pie y le agarró la tiranta del chaleco, arrastrando el cuerpo de Eda hasta el centro del despacho. Disfrutaba, siempre había disfrutado del dolor ajeno. Pero nunca había ocurrido con Eda. En algún momento de su formación, Eda ya había cumplido los 23 años, él ya tenía los 43, y logró tener encuentros sexuales consentidos con ella. Pero no era comparable. No era comparable a coger a una niña por la fuerza y violarla contra su voluntad y oírla llorar. Por eso en ese preciso instante, donde Eda no logró gestionar el dolor físico y empezaba a sollozar, sintió que acusaba una erección. La miró a los ojos, los tenía llorosos y seguía ovillada aunque la arrastrara del chaleco. Se puso en pie y le descargó una patada en la cara que la hizo callarse repentinamente. Le dejó de agarrar. Patrick elevó una ceja y se acuclilló a su lado, tomándola de la mejilla, pero al hacerla mirar hacia arriba la notó lánguida y le sangraba la nariz.
—Si te quedas dormida no es divertido. Maldición… —miró nervioso hacia la puerta que Dutch seguía cosiendo a tiros junto al resto de hombres. También empezó a oír agolparse a sus hombres en la puerta que daba a los pasillos subterráneos, y ahí sí que sintió el miedo de no tener adónde huir. No le quedaba otra que usar a Eda como rehén, pero estando inconsciente, a lo mejor no le creían. Le dio palmaditas suaves en la cara, buscando hacerla reaccionar.
—Venga, mi agente favorita… ¿me oyes? Despierta, preciosa…
Dutch dio una patada y lanzó la puerta abajo. Un séquito de hombres con equipación militar, escudos de protección y una mujer morena le apuntaron. A Revy de pronto se le cambió la cara, al reconocer de inmediato al tipo.
—¡Eh, vamos! No querréis perder a vuestra amiguita, ¿no? Y yo tampoco me perdonaría atravesarle el cuello… es una buena chica. —Murmuró Patrick, con el cañón de la pistola apretado contra la yugular de Eda.
A Revy le castañetaban los dientes. Dutch elevó la voz.
—Nadie va a dispararte si no haces ninguna tontería. Estás rodeado. La rusa te quiere, así que vamos, suelta el arma y ven con nosotros sin ponernos las cosas complicadas.
—No iré con la rusa. Esa guarra tiene muy mal amueblada la puta cabeza. —Despotricó a voz en grito, apretando más el arma contra el cuello de Eda. Dutch apreció que la policía estaba inconsciente, pero tenía que reconocer que el tono envalentonado de Dossel era muy autoritario. Estaba solo y podía volverse loco, disparar a Eda y luego finalizar con el suicidio. No sería la primera vez que lo viera. Dutch no estaba dispuesto a perder ni a Revy ni a Eda en aquella misión. De pronto la rubia frunció sus rubias cejas y emitió un gangoso murmullo, sentía como si una apisonadora le hubiera caído en el cuerpo.
—Tienes dos opciones, Patrick. Sales pacíficamente, o te disparo yo misma. Y supongo que todavía te quedan unos añitos buenos de querer disfrutar de ese yate que te has comprado, ¿no? —la voz inquietó al mismo Dossel, que se removió. Detrás de varios militares que ahora se habían movido para dejar paso, asomaron las características facciones de Balalaika, la cara quemada. Era la primera vez que se encontraban en persona, al menos para él, pero sabía perfectamente quién era y cómo era. Lo que no esperaba, era tratar nunca directamente con ella.
—No me fio de tus palabras. Lo que he estado haciendo este tiempo es porque tienes el mayor repertorio de lameculos soviéticos abanicándote la carita mientras el sector ilícito está por las nubes.
—Vaya, mis disculpas, ¿se suponía que tú ibas a acabar con eso? —Balalaika sonrió brevemente. —Has intentado robarme. Y no pasa nada. Te lo perdonaré todo, si hablamos tranquilamente en mi despacho. No me hagas repetírtelo, por favor…
—No te daré las coordenadas que buscas —dijo rápido y nervioso. Eda empezaba a ejercer resistencia con él a medida que despertaba, y la aferró con más fuerza hacia él mientras ambos se ponían en pie.
Balalaika frunció el ceño.
—¿Pero de qué coordenadas me estás hablando?
Patrick la miró confuso.
—¡Estás jugando conmigo! ¿¡Piensas que voy a creerme que has movilizado todo esto para encontrarme y luego irte de picnic!?
—Quería buscarte aquí porque no atendías mis llamadas. Y sabía que me encontraría con esta protección. En fin, ¿has decidido algo ya? No tengo todo el día…
Rock, desde el otro lado de las cámaras, sufría viendo todo aquello en la distancia. Además, tanto él como Benny se habían perdido muchas cosas debido a la humareda levantada por el tiroteo. Pero había visto cómo estrangulaban a Revy y cómo disparaban a Eda, y fue retenido hasta tres veces por dos hombres de Balalaika, cuando intentó ponerse el chaleco antibalas y bajar allí por su cuenta. Se tuvo que quedar allí con Benny.
En la oficina, todos estaban cautos por si Patrick hacía algún movimiento en falso. Balalaika mantuvo la compostura y la calma como si nada de aquello fuera con ella, y bostezó cuando Patrick decidió tomar la vía pacífica y acompañarla. Llevaba a Eda consigo sujeta sin dejar de apuntarla, pero seguía nervioso al estar tan rodeado por todos los ángulos. Boris le arrebató rápidamente el arma de la mano al hombre, y zafó a Eda de su agarre también. Cuando avanzó por medio de todos los militares pasó por el lado de Balalaika, a esta se le transformó el rostro en una mueca de perversión y repentinamente, sacó una Glock de su gabardina, apuntándole a la sien y pulsando el gatillo. Eda tuvo un espasmo de miedo al sentir aquel ruidito a escasos centímetros de su propia cabeza. No tenía balas. Y Patrick, objetivo de la broma, casi pierde los estribos.
—Dios es grande… —musitó la rubia.
—Cállate. Contigo hablaré después. —Zanjó Balalaika, dedicándole una mirada de pocos amigos a Edith.
Mientras los hombres de Balalaika esposaban a Patrick, éste observaba todas y cada una de las caras que se atrevían a devolverle la mirada. Todas menos la de una persona. La misma chica de antes. La conocía. Sí, estaba seguro. No habían pasado tantos años y su rostro había estado en varios historiales delictivos. Pero Revy no le ofrecía el rostro completo así que le costó situar sus recuerdos.
A esta le bajé las bragas. Estoy seguro… pero dónde, cuándo…
—Andando. —Dutch lo obligó a mirar a otro lado y le empujó para que caminara. Patrick se dio el lujo de sonreír y caminar tal y como le ordenaban. Un bonito recuerdo llegó a él, después de todo.