CAPÍTULO 12. El caballo de Troya
Mansión Kiramman
Los dos guardias que custodiaban la verja exterior vieron claramente una figura encapuchada acercándose a la casa y dieron la señal de alarma. Dentro, Caitlyn saltó de la cama y se calzó unas zapatillas de andar por casa, envolviéndose en el albornoz largo mientras echaba un vistazo a través del ventanal. El aumentador de sonidos reverberó cerca suya y contestó. Oyó una voz precipitada al otro lado.
—Señorita Kiramman, ¿logra identificar a la chica? Quiere entrar al patio, dice que se conocen.
—La conozco, pregúntele qué quiere.
Su voz viajó por el canal, y la propia Vi fue capaz de oírla. Tenía las piernas agotadas de este segundo viaje con el mal clima acompañándola. Levantó sus azules ojos hacia el ventanal de la planta superior y al chocar su mirada con ella, se apenó. La bajó rápido, sintiendo una vergüenza colosal atravesarla de arriba abajo. El guardia esperó a que la intrusa hablara, pero no parecía estar por la labor, así que procedió a colgar hasta que la propietaria volvió a dirigirse a él.
—Déjela pasar. Ahora bajo.
Vi no era una mala persona. Había hecho cosas malas, cosas sin excusa. Agredir a Caitlyn estuvo mal la primera vez, pero la segunda era imperdonable y era lógico que quisiera apartarla de su vida. Ella misma se sentía injusta e interesada yendo allí a pedir amparo y atención después de que hasta su hermana pequeña le hubiera dado el adiós. Los guardias se perdieron de vista en cuanto dejó atrás la verja, no sabía cómo esos pobres diablos aguantarían toda la noche mojándose, habían incluso relámpagos, pero ninguno entraba en la caseta de vigilancia. Quizá se había reforzado la vigilancia en todas las casas adineradas mientras la huida de Jinx siguiera reciente.
La pelirrosa subió pesadamente los peldaños de piedra que la separaban de la puerta principal, notaba las suelas de sus viejas zapatillas como esponjas, cada vez que pisaba sus pies se encharcaban, llevaba la última media hora sufriendo frío y temblores en el cuerpo. Ni siquiera se había abrigado convenientemente, parecía que todo le daba igual. Dio dos toques en la puerta y apoyó la palma de la mano en el marco, haciendo un gesto de agotamiento al pegarse de lado a éste. Suspiró largamente… hasta la vista la tenía cansada. No sabía qué iba a decir cuando Caitlyn abriese la puerta, estaba en blanco. Había ido hasta allí para… ¿para qué? ¿Suplicar perdón? ¿Decirle a la cara que debían separarse? ¿Darle pena, la misma pena que ella sentía por sí misma?
No le dio tiempo a pensar en respuestas cuando la gigantesca puerta se comenzó a abrir. Tras ella apareció el precioso ángel con el que solía soñar.
—Bombón —murmuró.
Caitlyn no respondió. Se quedó mirándola de arriba abajo, claramente Vi estaba hecha un desastre. La luchadora empezó a sentirse descompuesta. Ver a Caitlyn era un recordatorio permanente de lo diferentes que eran. Se había desplazado allí sin dinero para el tranvía en esta ocasión, con un paraguas que no duró ni quince minutos de caminata por la fuerza del diluvio. La lluvia y el vendaval la habían despeinado, estaba sucia y completamente empapada. La vigilante, como no podía ser de otra manera ante los ojos de la pelirrosa, estaba inmaculada. Tan estilizada y esbelta, tan hermosa y pulcra, parecía realmente un ángel. Sus ojos celestes brillaban con la escasa luz de luna que se colaba entre los nubarrones. Sólo quería abrazarla, abrazarla fuerte, pero no podía tener tanta desfachatez después de lo que había hecho por la tarde.
—Tu… tu espalda… tu cabeza… ¿estás bien? —nada más decirlo, se sintió tonta y débil. Parpadeó y sintió que una congoja enorme le subía hasta la garganta y se tapó los ojos con las palmas de las manos, echándose a llorar desconsolada. Los hombros le temblaron con fuerza, sollozando una y otra vez, cada vez con más ruido al no poder contener la pena. Cait entreabrió los labios dispuesta a decir algo, pero de pronto abrió los ojos sorprendida, viendo que Vi se arrodillaba de golpe, devastada. Parecía haber recibido la peor noticia del mundo. Rápidamente se apiadó. La quería demasiado, no podía verla así. Se acuclilló delante suya y buscó con las manos sus mejillas, haciendo un poco de fuerza para que retirara las manos de su cara. Vi las dejó caer, llorando sin parar, lágrima tras lágrima, y la miró desconsolada. Caitlyn también se sintió mal cuando sus ojos se encontraron con aquellos tan llorosos.
—Qué pasa…
—Ella… me ha… me ha dejado… se ha ido y no va a volver. Y yo… sólo puedo pensar en ti y en lo miserable que soy… por… todo, por… —la congestión de su estado no la dejaba expresarse bien. Un trueno sonó mucho más ensordecedor e incluso llegó a tapar las palabras de la pelirrosa. Cait miró al cielo y bajó la mirada hacia ella, susurrándole.
—Entra en casa, vamos. Necesitas un baño caliente o vas a enfermar.
La ayudó a levantarse y la puerta se cerró tras las dos.
Tras un reparador baño muy caliente y un aseo total, Cait le prestó un pijama para pasar la noche allí.
—Qué delgada eres de brazos —musitó Vi, al ver las mangas algo ajustadas por la zona de sus hombros y codos. En realidad, era de lo poco que se le ocurría decir dada su rocambolesca situación y el tema del demonio que no quería sacar. Después de la llorera que se había dado, en la intimidad del baño pudo reflexionar un poco. No quería que Caitlyn pensara que todo aquello era una especie de estrategia para ganársela, porque nada más lejos de la realidad.
—¿Estás mejor?
Vi negó con la cabeza con total sinceridad. Inspiró hondo y se levantó de donde estaba sentada, sin mirarla.
—Siento haberme presentado de esta manera. He… he traído… —comenzó a rebuscar la carta de Powder en un bolsillo de su chaqueta, pero Cait alzó la maltratada carta en alto. Se la quedó mirando unos segundos. —Veo que la has encontrado.
—Sí, te he registrado la chaqueta. También la he leído.
Caitlyn no hubiera hecho nada de eso de no ser porque su actitud violenta la había empujado a desconfiar. Una parte de Vi se sintió muy desnuda al comprobar eso. Se encaminó hacia donde estaba la policía, pretendía hablar, pero la chica sólo le volvió a entregar la nota doblada.
—¿Sabes dónde puede estar…? Hace una noche de mierda y…
—No sé dónde puede estar, lo siento. Tampoco peligraré ningún patrulla para que vaya a buscarla. Si quieres ir tras su pista, ahí tienes la puerta.
Notaba su aspereza. Estaba fría. Era lógico y sabía que se lo merecía, pero la realidad era que escucharla contestarle así la desanimó más. Negó después de varios segundos.
—No. No iré a buscarla de nuevo. Sé que podrá cuidarse. Lo que no tengo tan claro es que pueda protegerse de sí misma. Eso sí, se ha llevado más de la mitad de mis ahorros.
—¿Necesitas dinero? —cuestionó la otra mujer.
Vi levantó la mirada un poco confundida. Negó apretando los labios.
—No, no necesito dinero. Sólo necesito hablar contigo… si puede ser.
—Aquí me tienes.
Vi irguió un poco los hombros y volvió a mirarla, tratando de asimilar su situación frente a ella. Claramente ahora no estaba en posición de pedir nada. Cait la observaba fríamente, de brazos cruzados, esa chica era muy inteligente y Vi sabía de sobra que no le interesaba lo más mínimo volver a oír una disculpa. Aunque bien mirado… quizá no era una mala manera de empezar a acercarse a ella.
La sheriff suspiró ante ese análisis visual que vi parecía estar haciéndole; se acabó descruzando de brazos y se alejó unos metros para servir de la jarra algo de agua en dos vasos. Le entregó uno a Vi, que bebió con ansia por las horas andadas. Cait bebió un sorbo y lo volvió a dejar sobre la mesita auxiliar. La otra se pensó muy bien cómo empezar con aquello, notaba la fuerza de la mirada de Caitlyn, probablemente juzgándola, probablemente pensando cómo echarla de allí en menos de veinte minutos. La entendía. Pensó en cien maneras de contarle las cosas, sin embargo, al final lo único que le salió decir…
—Te necesito a ti.
Cait separó la vista de su escritorio y la miró. Apoyó la espalda en la pared, sin acercarse.
—¿Me necesitas? ¿qué significa eso?
—Que… maldita sea, que te necesito para seguir adelante. No me importa lo que tenga que hacer para mejorar, pero por favor… por favor, deja que sea a tu lado. No me eches tú también de tu vida.
La peliazul tragó algo de saliva y paseó la mirada de nuevo por el largo de su escritorio, para finalizar en la lluvia tras el ventanal. Vi volvió a hablar.
—Te lo pido… no me dejes sola. Necesito estar contigo. Y prometo… prometo que…
—Ya prometiste la primera vez. No sé qué mosca te ha picado, Vi. No pareces la misma que saqué de la cárcel.
—Entonces todavía parecía tener algún tipo de… estabilidad mental. —Se defendió de mala gana, pero no contra Caitlyn, sino asqueada por su propia situación. Suspiró largamente y caminó desmotivada hacia el ventanal al que estaba asomada Caitlyn. La agarró suavemente de la cintura y la fue volteando para tenerla de frente, pero ni a eso llegó, porque cuando la empezó a girar Cait elevó los hombros y se hizo a un lado. —¿Podemos hablar? Por favor.
—Me recuerdas a mí hace unas horas. ¿Qué harás ahora si respondo dándote un empujón desproporcionado?
—Como si me quieres marcar la cara a bofetones.
Cait negó suavemente con la cabeza, apenada.
—No es la relación que quiero. —Apretó los labios y bajó ella también la mirada. —Y siento muchísimo haber contestado también con una bofetada. Me sentí muy vulnerable.
Se llevó la mano a la zona que aún le dolía del impacto al caer, tenía un chichón tras la cabeza. A Vi no se le pasó por la cabeza nada bueno, a excepción de una nueva autocrítica por hacerla pedir perdón.
—Ni siquiera sé cómo puedes pedir perdón tú. No has hecho nada, sólo responder a mi ataque… desproporcionado, como bien dices.
—Me sentí estúpida, Vi. Nadie me había hecho sentir así de estúpida. Te creo conocer lo suficiente para esperar mejores cosas de ti que una actitud tan violenta… y gratuitamente. Jamás te engañé.
Cait miró los ojos azules de Vi alternativamente, largos segundos. Tanto se alargó la espera que Vi se mordió el labio insegura, como si no encontrara las palabras. La había cagado demasiadas veces con ella.
—Te estoy pidiendo demasiado, ¿verdad? —dijo en un tono muy bajo, apretando la garganta para no acabar llorando. Inspiró hondo y puso las manos en jarra, suspirando. —Me iré a casa, no quiero que pienses que…
—No sé qué creer. Sé… sé que lo dices de corazón, pero al mismo tiempo…
—Tranquila —la cortó comprimiendo suavemente los labios—, no quiero presionarte. Te demostraré que te amo. Desgraciadamente no puedo hacerte ver lo mucho que te necesito también. Sólo voy a conseguir atosigarte.
—No —Caitlyn meneó la cabeza suavemente, y frunció un poco las cejas. Bajó la mirada. —No es eso. Sabes perfectamente que quiero estar a tu lado… pero no a todo coste. Que nos respetemos es importante para mí.
—No puedo seguir esperando cosas imposibles. Mi hermana es dueña de su propia vida y de sus propios errores, y no quiere ya mi ayuda. Necesito empezar de cero y hacerlo desde un punto… sano.
Caitlyn se humedeció despacio el labio inferior, calibrando sus palabras. Parecían muy sensatas, pero siempre lo parecían tras el momento feo, cuando llegaba la hora de los arrepentimientos. Sus ojos la recorrieron de arriba abajo, pensativa en todo momento, y se volvió a cruzar de brazos.
—Tu hermana podría aparecer cualquier día. Lo único que quiero que me prometas es que vas a intentar enfocarte un poco en ti. Powder ya debería saber que lo has intentado por activa y por pasiva. Se niega a dejarse ayudar.
Vi asintió con toda la pesadez que aquellas palabras de realismo le provocaban. Dio dos pasos más cerca de ella, haciendo que la vigilante se pusiera más recta, con cierta precaución.
—Dicho esto… la fuerza con la que me empujaste…
—No sé lo que me ocurrió. Pero por favor, estoy muy arrepentida y no quiero hablar del tema.
—Eso me trae sin cuidado. Hablaremos de ese tema ahora. ¿Estamos?
Vi abrió un poco los ojos y al mirarla detectó mucha solidez en la voz, casi parecía una de sus nuevas reclutas. Se puso recta y asintió despacio.
—Está bien… está bien. Pero es que no sé qué me ocurrió en ese momento, te lo digo de verdad. No pude contenerme. Si no hubieses sido tú, habría atacado de la misma manera a quien fuera… era como si…
—¿Estás tomando algo extraño? ¿Medicinas alternativas o estupideces heredadas del laboratorio de Silco?
Vi negó con la cabeza, mirándose las manos. Cait la miró fijamente.
—Mírame a la cara y niégamelo —solicitó, con dureza.
—No tomo nada. —Murmuró, mirándola.
Cait frunció un poco las cejas y volvió a analizarla de cabeza a pies, como si algo no le cuadrara. Pero de cualquier modo ya se lo había prometido. Y no era una persona rencorosa en cualquier caso. El tema volvía a estar hablado y zanjado, y por el bien de las dos, deseó profundamente que aquello jamás se volviera a repetir. Miró a Vi una vez más, inspirando hondo y en silencio. Vi parecía un cachorro en un rincón, a la espera de que su chica decidiera darle otra oportunidad. No quería ni rozar un solo jarrón de su salón sin su permiso, no quería mirarla más de cinco segundos sin su permiso, ni dar un solo paso en falso sin que ella le diera autorización. Tenía miedo a cagarla con cualquier acto que hiciera por propia cuenta. Sólo se quedó mirándola quieta como una estatua. Cait comprimió sus labios y carraspeó finalmente, retirándose de la pared.
—Dormirás en la habitación de invitados.
—Si soy una molestia…
—Si fueras una molestia te ofrecería transporte hasta el motel que regenta Ekko y te perdería de vista rápido. Sólo necesito pensar un poco, y pensar sola. Buenas noches.
Vi se quedó tiesa en ese lugar hasta que oyó que la puerta se cerraba. Caitlyn subió las escaleras hasta su dormitorio y lo último que escuchó fue esa otra puerta cerrándose. Vi ni siquiera recordaba bien dónde estaban las habitaciones en esa enorme mansión. Se sentía una intrusa, y por otro lado, agradecida por la alta estima en la que Cait tenía la relación de ambas. Se asombraba de comprobar que no estaba todo perdido, pero temía que ahora la vigilante empezara a creer que ella también tenía una rabia desmedida que no podía controlar.
Si le digo que he estado probando el shimmer todo este tiempo, me dejará para siempre. Jamás entendería los motivos por los que me junto con Sevika ni con la mayoría de sus secuaces. Sería también una decepción para ella. Definitivamente, este asunto me perseguirá. Tengo que ver muy bien cómo jugar mis cartas. Zaun debe renacer.
—¡Señorita Kiramman! ¡Su padre ha despertado, acaban de llamar del hospital!
La vigilante abrió los ojos y salió corriendo al pasillo. Vi también.
—¿¡Es… es cierto!? —preguntó Cait poniéndose una mano delante de la boca, impactada. Sonrió inmediatamente. —¡Dios, sí…!
—Sí. Está un poco aturdido… pero parece que está estable. Los médicos me preguntan si desea contarle usted misma lo ocurrido con la señora Cassandra o…
En ese momento la felicidad se vio colisionada fuertemente por la realidad. La sheriff fue dejando de sonreír, miró sin querer a Vi unos segundos y volvió la vista al guardia.
—No… que no le digan nada hoy. Se lo… se lo contaré yo, cuando esté un poco más recuperado.
Vi apretó los labios, sentía parte de culpabilidad. Siempre que Powder se mandaba un nuevo asesinato o acto vandálico se sentía culpable, no podía evitarlo. Miró a Caitlyn y pudo comprobar claramente el dolor de la pérdida de su madre, resucitado tras todo el meollo de estrés y la falta de dedicación a sus propios asuntos, al estar colapsada en el trabajo.
—Deberías pedir unos días libres, cupcake —se animó a decirle cuando el guardia abandonó la segunda planta. Caitlyn miraba a un punto fijo, centrando sus profundos ojos celestes en la escalera. Parecía seguir dando vueltas a lo que el guardia le había dicho.
—Esa noticia va a destrozarle —murmuró, y dio un suspiro que ni ella misma oyó, apenas moviendo los labios. Vi bajó la mirada al oírla. —Pero supongo que he de dársela. Lo acabará preguntando.
—Te acompañaré.
Caitlyn elevó la mirada a la luchadora, como si acabara de recordar que seguía allí. Se puso recta y negó brevemente.
—Yo me ocuparé de esto, no te preocupes. Come algo y duerme, llevas tú también unos días pesados… volveré en unas horas.
Vi la vio marchar sin dejarle lugar a réplicas.
—Maldita sea —masculló, rascándose con cierto nerviosismo la cabeza.
Cuatro horas más tarde
Dieron las seis de la madrugada cuando el picaporte de la habitación de Caitlyn bajó. Vi había logrado dormir un par de horas, pero ni siquiera el cansancio le permitió salir del todo de su órbita de vigilia y nervios, la tristeza había vencido al agotamiento y al final lo que hizo fue estar más rato en el balcón del cuarto de invitados. Desde allí fue donde vio que Cait volvía a su casa cabizbaja y sola, sin su padre. Supuso que aún estaría en observación después de tanto tiempo en coma. Las vistas hacia Piltover desde aquel cuarto, que ni siquiera el principal, eran asombrosas. Estaban muy elevados, tenían las laderas de las montañas a la vista y un sinfín de colores vivos por delante. Pero era invierno, y por la hora que era, aún parecía completamente de noche. Cait se quedó una media hora en la planta baja y después subió hasta su habitación de nuevo. Vi lo escuchó todo pegada al otro lado de la puerta, su corazón latía rápido sólo de la incertidumbre, quería estar a su lado pasara lo que pasara, le tocaba estar encima de ella. Quería demostrarle cuánto la quería y que la tenía para desahogarse cuanto quisiera. Pasado un tiempo prudente, bajó el picaporte y circuló por el interminable pasillo, hasta el dormitorio. Tocó suavemente la puerta.
—Bombón…
Cait dio un suave respingo al verla despierta, se sorprendió y se limpió rápido el resto de humedad bajo los párpados.
—¿Por qué no estás dormida?
—Lo he intentado, pero son días demasiado intensos. No podía dormir tranquila sabiendo que estás mal —le susurró en la oscuridad del cuarto, ninguna encendió la luz. Sin esperar a que la otra le permitiera pasar, se adentró y cerró tras su espalda la puerta. Verla triste fue lo que hizo a Vi reaccionar. Llevó las dos manos a las mejillas de la peliazul y retiró la humedad sobrante bajo sus párpados, con los pulgares. Caitlyn suspiró quebradizamente. Había llorado bastante. —Bombón, se me parte el alma. ¿Al final se lo has dicho hoy…?
Caitlyn asintió, intentando hablar lo menos posible para no derrumbarse.
—No paraba de preguntar…
—Siento mucho por lo que estás pasando. Me tienes aquí. Ven. —La abrazó rodeándola con fuerza, haciéndola sentir que estaba ahí para ella. Caitlyn apretó los puños tras los omóplatos de la pelirrosa, con los ojos cerrados igual de fuerte.
No se separaron ni hablaron, no ocurrió nada más que aquel abrazo interminable.
Y muy poco a poco, tu respiración se normaliza. Me agrada saber que aunque sea poco, logro hacer algo bueno por ti, pensaba Vi, estaba tan pegada a ella que su pecho notaba los latidos del corazón de la sheriff. La relajación dio paso a una sensación de desahogo, y minutos más tarde, con el abrazo aún durando, Cait se sintió un poco más fuerte para hablar. Se separó solo unos centímetros y miró a Vi a los ojos.
—No le darán el alta aún, pero mañana iré a verle. Pediré unos días libres para poder cuidarle como es debido.
Vi asintió, sin dejar de acariciarle la espalda.
—Pero también me han dicho que tengo que dejarle descansar, por mucho que me moleste —prosiguió, en un susurro. —Que no esté todo el día pegada a él porque no es recomendable en ningún paciente. Tiene varios trazos de memoria perdidos.
—Poco a poco, Cait.
¿Poco a poco, Cait? Eres una completa idiota, nada de lo que le digas la hará sentir mejor. Poco a poco, ya, claro. ¿Eso es lo mejor que tienes que decirle?, aquellas palabras cruzaban la mente de Vi una y otra vez, martirizándola por no estar a la altura del suceso. Sabía que Cait sufría, pero ella también había perdido a sus padres. Y era muy complicado apoyar en un caso así.
—Ante todo, te entiendo… —la volvió a achuchar entre sus brazos.
Tres meses después
Se habían cumplido tres meses desde la marcha de Jinx. Las enormes sumas de dinero que las familias más acaudaladas habían reunido se habían destinado a varios sectores de Zaun, una decisión respaldada por los Kiramman pese a todo, y con la supervisión directa de la sheriff. Caitlyn Kiramman se allanaba el camino hacia el título de pacificadora entre las ciudades hermanas. El ala inferior y la superior podían coexistir sin balanza, pero aún quedaba un largo trecho. El padre de Caitlyn había recuperado la movilidad y funcionamiento de todas sus extremidades, el habla mejoró y dejó de tener poco a poco las lagunas mentales correspondientes a sus meses de coma, que por suerte, no habían ido a más ni agravado su estatus físico. La tumba de Cassandra era visitada todos los días desde entonces. Por una parte, Caitlyn prefería dejar varios días de margen entre visita y visita, pero había dejado de llorar cada vez que se iba.
—Es increíble la mujer en que te has convertido. No sabes lo que te pareces a tu madre…
Aquellas palabras revolvían la mente de la sheriff cada vez que su padre las pronunciaba. Ellas dos se parecían mucho, tenían prácticamente el mismo rostro, a pesar de la disparidad de sus personalidades. Cassandra había sido, no obstante, una luchadora como su hija. Ningún ciudadano de Zaun o Piltover podía dudarlo… y eso era un paso significativo. Aunque Caitlyn no se diera cuenta de lo que estaba consiguiendo, todos los demás lo hacían. La chica empezaba a tener una figura que enseñar al mundo, un mensaje de paz realista y no de falsa esperanza. Si la sheriff de Piltover podía ser tan respetada en Zaun y su propósito era equilibrar la economía entre ambas ciudades, significaba que Caitlyn era realmente una pacificadora. Podía cambiar la historia.
Vi veía esta realidad con orgullo, pero no podía olvidar que lejos de todos esos pueblos, había una niña que se creía grande, con mucho intelecto para la tecnología y pocas luces para la interacción social que estaba sufriendo. Powder empeoraba, y empeoraba a solas. Lo sabía, lo olía. No podía hacer nada por encontrarla, porque estuviera donde estuviera, ya no había ningún rastro que seguir.
Todo Piltover y Zaun acabarían sabiendo de Jinx al cabo de un par de años. Porque Jinx volvería, y volvería a romper la paz de manera directamente proporcional a la rotura psicológica que tenía en todos y cada uno de los ámbitos de su vida. Jinx se consideraba la oveja negra del mundo, por ende, la odiaban. Todos eran sus enemigos y ella, respondiendo a la fama, debía atacar y demostrar que no era lo débil que el mundo creía que era. Había perdido todo contacto con Vi y con todo aquello que le recordaba que un día tuvo niñez. Dejó de llamarse Powder para siempre. Pow-pow había muerto de verdad. En el futuro, cuando las hermanas volvieran a encontrarse, no sería como amigas, no sería como iguales. Ese era el precio a pagar por sus diferencias.
Zaun
El trasplante del brazo nuevo de Sevika tenía sus contraindicaciones. Pero era tal la necesidad de continuar con el legado de Silco, que ésta ni siquiera sé replanteó el rango de transhumanización adquirida tras las consecutivas inyecciones. No quería saber cuánto más duraría ocupando la silla maestra donde meses atrás se sentaba Silco, no quería saber cuándo podía ser también su final. La mentalidad de un patriota iba mucho más allá, la de un luchador. Se retorcía del asco pensando en el miedo que le daban esas estupideces. Sevika estaba muy interesada en reclutar a Vi para esa causa, pero la muy idiota estaba enamorada de la sheriff de Piltover. Según había oído en La última gota, compartían mucho más que amistad, pero esos rumores estaban preocupantemente desfasados: Sevika sabía perfectamente que tenían una relación desde hacía meses, porque a Vi se le notaba. Había trabajado un par de veces con ella y con el shimmer, es más, Vi había ayudado sin saberlo a promover los intereses que Silco tuvo con el shimmer en su día. Se habían visto las caras en dos reuniones, cuando algunos de sus secuaces, ella y la propia Vi hablaban de destruir Piltover para enseñarles quién coño mandaba allí, y que no querían emparentarse con el ala superior. Las cosas habían cambiado desde la última vez que asistió a esa reunión. Ekko había ido un par de veces más pero también abandonó, viendo la gravedad de las misiones que imponía Sevika. Y Vi, temerosa de estropear de nuevo su relación con la vigilante, tampoco volvió a dejarse caer por allí, aunque el trato del shimmer seguía vigente y eso exigía cierta cordialidad entre ambas. A Sevika esas cosas normalmente le traían sin cuidado, pero en este caso cobraba demasiada importancia. No podía ignorar que Vi sentía afecto por la sheriff, era de hecho una buena baza para atraerla a sus propósitos. Pero Vi era también hija de Vander, y por tanto…
…guardará sus respetos a aquel que murió presuntamente bajo las manos de Silco. Más ahora que Jinx se ha dado a la fuga. Estaba segura de que también estaba desaparecida para Vi.
Una de tantas cosas que le hizo confirmar su noviazgo con la sheriff fue su ya nombrada ausencia en las reuniones, pero no sólo en las suyas, también en las que Ekko realizaba en su casa. Enviaban información encriptada en los tubos que viajaban finalmente hasta casas influyentes y contactos del Consejo, como era la mansión de los Kiramman. Si Vi podía ahorrarse semejante trayecto, lo haría. De hecho lo hacía. Ekko enviaba a Vi y a Caitlyn toda la información nueva de su misión y cómo abordarla, las chicas obedecían y no había disputa alguna. A Sevika esto no le gustaba, porque veía que se llevaban bien, que confiaban en los Firelights… y que confiaban ciegamente la una en la otra. Sería complicado separarlas buscando taras en sus ideologías. Si quería separarlas tenía que ser con algo de estrategia. Pensaban igual en casi todo y se querían, así que sería complicado.
—El amor nos hace débiles. De alguna manera, tengo que hacer que Vi entienda su relación con la sheriff como una debilidad. Si logro que se ponga de mi parte, juntas venceremos esa ridícula facción de vigilantes que tanto mal nos ha estado haciendo los últimos años. En forma de terrorismo… pero también en forma de completo rencor. Que sepan que la nación de Zaun seguimos en pie y que no estamos contentos.
—Pero si quieres embaucarla… —le contestó uno de sus secuaces. Sevika sonrió y negó con el índice.
—Vi cree tener la sartén por el mango, es muy chulita… casi tanto como la hermana. Eso la hace impetuosa. Si logro rajar el pedestal de seguridad en el que se encuentran, empezarán a dudar de la otra al no saber si la razón por la que luchan es la que les conviene. O al menos Vi dudará.
—Suena demasiado complicado.
—Porque lo es. Por eso tengo que ir a la que tiene una mayor inseguridad en sí misma.
El secuaz bailó la mirada entre un rostro y otro, pues tenían una pequeña pintura del retrato de las dos chicas. Las miró pensativo.
—Quizá la de pelo rosa…
—Bingo. —Sonrió con malicia. —Va de dura, pero ha perdido confianza en sí misma tras lo de Jinx. Y me consta que tuvo un enfrentamiento a puños con la sheriff hace ya bastantes meses, a poco del bombardeo de la prófuga.
—¿Estás segura de lo que quieres intentar? Puede que sea insegura en los aspectos que dices, pero hacerla cambiar de opinión es bastante complicado. Y por mucho que asistiese un par de veces a nuestras reuniones, no confía en nosotros.
—Sh… tú deja a las mujeres encargarse de lo que las mujeres entendemos. —Se levantó pesadamente, masajeándose el brazo izquierdo. —No me atrevería a hacer dudar a Caitlyn de lo que siente. Esa tiradora me mandaría a freír espárragos rápido. No sabría hacerlo.
—Pero es más fácil matarla emoc-…
—No creas, es escurridiza. Sabe artes marciales y tiene una puntería que ya quisieran algunos de nuestro grupo…
—No seas bruta. Me refería a matarla en el sentido… emocional.
Sevika puso los ojos en blanco, pero después ladeó una media sonrisa maliciosa.
—Amigo, es lo que te intento decir. Estás equivocado. La débil emocional de esa pareja es la de pelo rosa. Ha perdido demasiadas cosas, tiene motivos para cambiar de bando si lo suyo con la sheriff no funciona. Lo único que hace falta es que se crea que no está funcionando. De hecho, yo así lo creo. No durarán. Sólo tengo que convencerla de lo mismo. Y ya está.
—Vi te podría atacar si te ve. Todos sabemos cómo saliste de la última contienda contra ambas.
Sevika suspiró y se puso pesadamente en pie, dejando atrás la barra.
—Olvídame, ¿quieres? No hará falta emplear la fuerza esta vez y todavía denoto en ella cierto respeto hacia nosotros, no te olvides que quiso formar parte de la causa hace no demasiado. Tú simplemente entérate de cuándo veas a Vi por aquí y déjame el resto a mí. Lo haremos desde dentro… ya lo verás.