CAPÍTULO 13. Primer contacto con los secuaces
Tres semanas más tarde
El tren que atravesaba Piltover llegó finalmente a las barriadas más periféricas de Zaun. No importaba cuántas tiendas tuviera el centro, Zaun no había recibido las ayudas prometidas del ala superior a tiempo y la vegetación, en gran medida, volvía a pudrirse por los efectos de los gases contaminantes. El asunto había llegado nuevamente a manos del Consejo. Caitlyn y Vi decidieron actuar juntas después de unas merecidas vacaciones de la sheriff, que había aprovechado para cuidar de su padre en la medida de lo posible tras su despertar.
El secuaz de Sevika se encendió un cigarrillo, era el único tren programado aquel día desde el centro mismo de Piltover. Sólo gente rica vendría de allí, y la mayoría escoltados, por supuesto. Después de ver una pesada fila de personas que le eran desconocidas, sus ojos se fijaron en una chica vigorosa, de pelo rosa y ojos azules que dio un salto ágil para abandonar el vagón. Vi, sin lugar a dudas. El hombre soltó lentamente la calada, fijándose en sus movimientos. Vi estaba buenísima, le encantaban sus tatuajes. Una mujer de brazos fuertes y una complexión envidiable, estructurada por el deporte. Los hombros redondos y fibrados indicaban su inclinación hacia el boxeo. Se humedeció los labios con lascivia. Le hubiera gustado conocerla más a fondo o incluso dejarle constancia de su nombre real. Pero pensó que la vida daba muchas vueltas, esa chica podía fijarse en él cuando ya no tuviera más ganas de seguir jugando a las muñecas. Vi dio media vuelta y levantó los brazos en dirección al vagón, que aún tenía la compuerta abierta. De ésta salió una muchacha alta, de piernas largas y sumamente delgada. Cabello liso como un espejo y azul marino, ojos celestes. Concordaba con la descripción y el retrato que le había dado Sevika, así que confirmó que las dos chicas eran los objetivos de su misión. Vio que Caitlyn sonreía al ser tomada de la cintura por la pelirrosa, la bajó así del vagón.
Para el secuaz, las mujeres como Caitlyn eran aperitivos pasajeros. Una chiquilla de familia adinerada, con olor a perfume caro. Tenía las manos largas y bellas, las uñas todo lo cuidadas que Vi no las tenía, el rostro níveo y pulcro, sin una sola marca. La poca piel que le veía en su traje de vigilante carecía de tatuajes. Eran muy diferentes, sin embargo, el prototipo del secuaz era Vi. Las mujeres dominantes, como Sevika. Le daba igual lo bien entrenada y fuerte que fuera Caitlyn: en el mundo sólo importaban las apariencias. Y Caitlyn, en su cabeza, sólo servía para tomarla por la fuerza en algún callejón, humillarla y tirarla a un contenedor al acabar, una flacucha sin gracia con una cara bonita. Vi era para que cumpliera verdaderamente sus fantasías sexuales. Una mujer fuerte y radiante.
—¿¡Te has vuelto loca!?
—Sí, loca de amor. —Dijo Vi, elevándola del suelo unos centímetros más, riendo con ella. La dejó después de nuevo en el suelo y rozó la nariz con ella.
Al parecer no tienen reparo alguno en mostrar lo que sienten, pensó el secuaz. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que Sevika, por una vez en su vida, ha tenido una buena idea incluyéndome.
Estación de tren
—Señoritas, ¿las ayudo? —un hombre de mediana edad se les acercó despacio. Tanto Vi como Caitlyn cargaban maletas pesadas, pero la sheriff parecía tener complicaciones para arrastrar la suya en el carrito. Eso era simplemente porque el carrito que le asignaron había sido manipulado por el secuaz. El secuaz, con la mejor de sus expresiones faciales, les sonrió amigablemente.
—Si quieren, claro. No quiero molestarlas.
Vi miró al hombre con la ceja alzada, dejó su maleta y se acuclilló frente al carrito. Al moverlo con la mano comprobó que una de las ruedas tenía el enganche doblado, y arrastraba. Hacía del peso de la maleta un trabajo doble.
—No se preocupe, llamaré al encargado de la estación. Llevo cosas muy pesadas ahí dentro, no podremos llevar la maleta sin el carro —apuntó Caitlyn. El hombre y Vi rieron a la vez, haciendo que la vigilante les mirara sorprendida. —¿He dicho algo gracioso?
—Aquí no hay encargado de estación. Esto no es Piltover, piernas largas —comentó Vi, aún con la sonrisa contenida. Intentó arreglar el enganche con la fuerza de sus propias yemas, pero estaba hundido completamente hacia el otro lado. —Qué extraño. Era el único carrito que quedaba. Por eso nadie lo ocupaba, me imagino. No suele haber por aquí.
—La llevaré a rastras, tranquila. La tuya pesa demasiado —dijo la peliazul, arrastrando la maleta hacia el borde del carrito. —Señor, ¿sabe si hay alguna tienda por aquí para…?
—Dejen que las ayude… no les cobraré, si es lo que les preocupa. Me dedico al campo, sé lo que es levantar objetos pesados una y otra vez. ¿Está muy lejos su destino?
El hombre esperó alguna especie de confirmación en el rostro de la morena, que a su vez miró a Vi. Vi miró unos segundos de más al hombre y luego devolvió la mirada a su chica, encogiéndose de hombros. Vi no reconoció al secuaz, esa era la carta que estaba jugando Sevika. Jamás se habían cruzado en las reuniones, era un buen candidato. Y el primer paso les salió bien: las chicas confiaron en él. Entre Caitlyn y el hombre, que tenía unos brazos enormes y musculados, lograron llevar la maleta hasta la serie de apartamentos que estaba a seis manzanas de la estación. Cuando llegaron a la puerta, Caitlyn entregó al hombre unas monedas que él gentilmente rechazó.
—Le dije que no lo hacía por el dinero. Esa maleta se veía pesada.
—Es usted muy amable. —Caitlyn le sonrió. El secuaz se percató de que tenía los dientes más blancos y bien alineados que había visto en su vida, y una curiosa separación entre sus dos paletas. Algo le quemó por dentro, y es que el dinero de Piltover era empleado hasta en tonterías como esa, tener una buena sanidad bucal. Él tenía la mitad de los dientes podridos y amarillentos, amén de torcidos. Un atisbo de mala gana se presentó en su rostro, pero le dio tiempo a cambiarlo rápido antes de que la chica le viera. Miró entonces los guantes que se quitaba de las manos. Caitlyn los tiró hacia la mesa auxiliar del hall y luego se volvió de nuevo hacia él. —Disculpe, ¿cómo es su nombre?
—¡¡Hay que hacer la compra!! Maldita sea, sabía que al final tendríamos que coger el coche —gritó Vi desde la cocina. Eso le dio al secuaz unos segundos de tregua para inventarse un nombre.
—Gabriel. Encantado de conocerlas. Perdone la indiscreción, ¿vienen de turismo? No es que sea el mejor destino…
—En realidad venimos por trabajo. Pero… hasta ahí le puedo contar por el momento. —La chica le sonrió, con una dulzura que probablemente atraería a cualquier hombre de calle. «Gabriel» sólo se puso nervioso cuando Vi apareció de nuevo junto a ellos. Era imposible que le reconociera, aunque se dio cuenta de que le volvió a echar un repaso de arriba abajo.
—¿Quiere algo más? —preguntó con fuerza, haciéndole estremecer. Caitlyn dirigió una mirada a Vi y sonrió negando con la cabeza.
—No, quería saber si veníamos a admirar Zaun por vacaciones.
—¿Es usted idiota? —le encaró, interponiéndose entre ambos. Cait dejó de sonreír y miró a Gabriel.
—¡Disculpe si he sonado entrometido! La verdad es… que, bueno, sólo quería advertirles de que Zaun está bastante plagada de delincuencia… más de lo habitual. Sé que no las conozco de nada, pero son jóvenes y guapas, corren peligro. Hay gente muy mala por aquí. No sabía cómo ofrecer mi ayuda sin sonar entrometido o peligroso yo mismamente.
—Haga el favor y váyase. —Vi empezó a fruncir el ceño. Además, caminó más cerca de él, amenazante y protectora. Caitlyn no dijo nada. Sabía que a pesar de haber tenido contacto con Zaun, era el hábitat de la pelirrosa, ella sabría un poco mejor qué esperar de ciertas personas. Al parecer, Gabriel le olía a chamusquina.
Gabriel no dijo nada. Asintió muy rápidamente y se marchó, echándoles antes una mirada de pena. Cuando Vi cerró la puerta, echó la llave.
—Vaya —musitó la peliazul, tardando unos segundos en asimilar. —Lo has amedrentado.
—No me fio. Y tú tampoco deberías, Zaun ha cambiado mucho.
—¿Crees que quería algo más?
—No tengo la menor idea. Pero no hables mucho con gente de la periferia. Amo mi ciudad, pero sé también cómo son algunos individuos. Ten cuidado, ¿vale? Algunas veces estaremos separadas y no podremos evitarlo. Pero por mi parte y para evitar cosas raras… prefiero que hagamos lo que tengamos que hacer aquí siempre en compañía de la otra.
Caitlyn asintió y miró a través de una ventana cómo el hombre seguía alejándose sin mirar atrás, parecía asustado.
Era parte del plan. Hacerles creer, por lo menos a una de ellas, que era inocente y buena persona.
Punto para Sevika.
Horas más tarde
Había tenido un sueño ligero dentro de un sueño profundo. Ligero porque era dulce, visualizaba el enorme y alto árbol que Ekko había estado cuidando, preservando la belleza de Zaun que él sabía que existía, pese a los años de mutación y putrefacción de los lagos. Vi sonreía viendo semejante belleza, cuando de repente, sus ojos seguían el danzar elegante de un pajarillo sobrevolando entre las ramas y piando con energía. El mural con su hermana, con todos los que habían perdido la vida, con ella misma plasmada entre los ladrillos, cobraba vida propia. Pow-pow seguía siendo Pow-pow, en su sueño no tenía esa ropa andrajosa y esas botas de cordones mordisqueados, sólo era una adolescente sin ojeras y la expresión vivaracha de una niña de su edad que no ha sido arrastrada por traumas. Vi no era consciente del dolor de la realidad en ese sueño, y por eso, se sintió infinitamente feliz viviendo aquello. Pronto una suave oleada de calor la atravesó despacio, seguido de cosquillas breves y agradables. Bajó las manos a su cintura y luego al abdomen, se deshizo de la chaqueta pero el cosquilleo persistía y la fuente de su origen seguía siendo algo invisible. Su cuerpo reaccionaba, de hecho, ella misma no paraba de reaccionar. Respiró acalorada, suspiró pasándose la mano por el pelo. La siguiente oleada de calor que atravesó su cuerpo la hizo despertar por fin: sus ojos se centraron poco a poco en el techo del apartamento. Parpadeó varias veces y sus sentidos se afinaron en las paredes de la habitación. Sintió un enorme placer entre sus piernas y separó los labios, suspirando despacio.
Elevó unos pocos centímetros su cabeza de la almohada y ahí la vio. Debido a la perspectiva visual, su propio montículo bajo su abdomen ocultaba cómo la lengua de Caitlyn se le movía lenta y cariñosamente en círculos. La sentía con ansias, quería más, pero lo que llevó a Vi a una fuerte excitación sexual más allá del sexo oral, fue cómo la sheriff movía sus ojos celestes hacia ella sin decir nada, mirándola con total fijeza mientras su boca seguía lamiéndola. La mirada de Caitlyn denotaba cierta satisfacción al verla despertar gustosamente a sus atenciones, pero no dijo palabra alguna. Volvió a cerrar los ojos y aferró bien las manos a los muslos de Vi, impulsándose con suavidad para apretar más la lengua en su vagina. La acaparó seguidamente con los labios y mucha suavidad, acariciando su clítoris con raspares delicados de sus labios, sin tirones ni succiones que cortaran el placer. Vi se mordía fuertemente el labio mirándola, no dejaba de hacerlo. En un momento dado, una de las largas manos de su novia dejó de estar aferrada a su muslo y al retirarla, la vigilante volvió a establecer un contacto visual directo.
—Qué preciosa eres —musitó la pelirrosa. Caitlyn volvió la vista a su sexo, pero al instante de empezar a abrir los labios Vi se los acarició con el pulgar, buscando introducírselo. La chica fingió obedecer y entreabrió la boca, pero antes de hacerlo ladeó una sonrisa y volvió a girar la cara a la entrepierna de Vi. Se chupó un dedo y acomodó el hombro, posicionando con cuidado la mano entre sus pliegues. Empezó a penetrarla con un dedo despacio, aunque sintió que éste se adentraba con tanta facilidad, que enseguida continuó con un segundo.
—La lengua, cupcake…
Caitlyn retrajo algo de saliva y le acarició el clítoris en círculos con la punta de la lengua, oculta en el interior de sus labios. En mitad de ese trabajo abrió nuevamente los ojos, centrando su mirada en ella. Vi hundió los dedos en su oscura cabellera y la acarició una y otra vez, a veces empujándola más hacia su entrepierna sin darse cuenta, fruto del placer. Arqueó la espalda y contrajo los músculos de su cintura, exhalando una fuerte bocanada de aire. Caitlyn la sintió más nerviosa y se pegó más a ella, plenamente concentrada en masturbarla con los dedos y la lengua. Vi la oyó suspirar también a ella, por lo bajo, cada vez que tomaba aire para continuar. Cuando tuvo un fuerte acercamiento al orgasmo apretó los labios contenida y se irguió. Caitlyn separó los labios de su clítoris pero la retuvo con una mano.
—Quédate tumbada…
—No puedo.
—Sí pued-… ¡Vi! —dejó de hablar riendo, cuando de un tirón la luchadora la cogió del brazo y la lanzó contra la cama. Peleaban de broma a veces, siempre de broma, Vi jamás volvería a ponerle la mano encima para algo que no fuera en juego. Pero esta vez la morena estuvo más rápida y le hizo la guardia con las piernas, evitando que la comandara pese a estar arriba suya. Vi bajó la mirada pícaramente por el cuerpo tonificado de la morena y pasó su mano por él, acariciándola del costado.
—Deja que me mueva…
Caitlyn negó divertida con la cabeza. Estiró el brazo hacia la mesita de noche y agarró un consolador, ni muy grande ni muy pequeño que parecía tener preparado ahí de antes.
—Pero de dónde…
—Me lo he traído de casa —contestó la de pelo oscuro, echándole una mirada breve antes de sobarlo con cuidado, en círculos, para ir dilatándola. Vi cerró los ojos un segundo y se mordió tan fuerte el labio que ella misma se hizo sangre. Notaba que la sheriff comenzaba a penetrarla con el dildo cada vez más, y también notó excitada la vibración leve que le había puesto para acompañar esas penetraciones. Vi soltó un gemido largo y se volvió a arquear. Al final se dio por vencida y rodó para quedar bocarriba en la cama. Caitlyn se recostó a su lado, manteniendo la mano entre sus piernas para continuar penetrándola.
—Más fuerte, bombón… no me duele en absoluto.
Cait obedeció, mirándola fijamente. Le gustaba mucho verla disfrutar, y esos meses había aprendido en ese ámbito estando a su lado. También era cierto que la sombra de la experiencia de Vi siempre la había hecho sentir muy inexperta, ella siempre la hacía llegar al orgasmo prácticamente en cuestión de minutos. Ella, en contraparte, le costaba mucho más hacerla llegar. Vi le había dicho en infinidad de ocasiones que eso no tenía nada que ver con el placer que le daba. Y realmente era así. Caitlyn esta vez se emocionó, sonriendo cuando vio que al pillarla por sorpresa recién levantada, tenía la guardia muy baja y sentía que estaba lubricando bastante. Vi volvió a gemir fuerte, llevó las manos al camisón de su compañera y prácticamente se lo arrancó del cuerpo con ambas manos. Los pechos de Caitlyn eran preciosos y perfectos, ligeramente más grandes que los suyos. Abarcó su seno izquierdo con la mano, amasándolo con frenesí, y ascendiendo después la mano hasta el largo y estrecho cuello de la chica, agarrándola de allí sin fuerza. Cait suspiró y acarició el antebrazo, sintiéndola. No frenó las penetraciones, las aumentó más cuando sintió que Vi la tomaba del cuello con algo más de contundencia. De pronto la pelirrosa echó fuertemente la cabeza hacia atrás y jadeó con la voz más potente, empezando a correrse. Caitlyn sonrió satisfecha al verla, y fue disminuyendo la velocidad cuando las contracciones abdominales de la otra iban también en descenso.
—Aggggggh… —Vi se mantuvo con la cabeza caída hacia atrás, ahora sostenida con sus codos en la cama. Era consciente de la cantidad de líquido que había emanado de ella, le salían con suma facilidad los squirt. Su espalda, su pecho y su frente tenían una fina película de sudor por la contención del placer, Caitlyn la había hecho explotar del gusto. Cuando por fin irguió la cara y vio que le había empapado por completo la mano de la morena, se echó a reír.
—¿He echado demasiado?
—Lo de siempre… pero hoy antes. —Susurró divertida, retirando la mano de Vi de su cuello. Separó el dildo de sus cuerpos y se fue recostando sobre el cuerpo de Vi, mirándola con dulzura. Rozó la nariz con la de ella suavemente, hasta que sus labios se pegaron y comenzaron un beso apaciguado, saboreándose despacio.
—Creo que ha sido el mejor despertar de toda mi vida. —Dijo sin apenas separarse, aún se le notaban las respiraciones algo más agitadas que la ajena.
—¿Sí…? —preguntó la otra en un susurro, continuando con las caricias sobre su nariz.
—Sí.
—Habrá que repetirlo…
—¿Y por qué lo has hecho? Te aburrías porque no me despertaba, eh…
—Un poco…
—¿No íbamos a trabajar? —preguntó mimosa la de pelo rosa, acariciando la espalda de Cait con la punta de los dedos.
—Sí, lo haremos. El cargamento de comida y las nuevas subvenciones deberían llegar en un par de horas. ¿Ekko informó a los ciudadanos?
—No se lo he preguntado, pero cuenta con ello. Le hace mucha ilusión. Todos esperamos que sea un nuevo comienzo.
Caitlyn asintió imperceptiblemente, no quería apenas moverse al tener la cabeza cómodamente anclada entre el pecho y el cuello de Vi. Dibujó garabatos con su índice en su hombro. Estando tan cerca de su pecho, podía sentir cómo latía su corazón. Era una sensación agradable, se sentía como en casa. A ella no le hacía falta nada más para ser feliz… pero sabía que sus principios y la necesidad de igualdad en el mundo sí que la hacían incompleta. Ser feliz e incompleta la podía perseguir el resto de su vida, por el orden de prioridades que tenía desde que había empezado a forjar su propia personalidad como policía entregada, alejada de los lujos que le propiciaban su apellido.
—Pero… —continuó Vi— ¿has dicho dos horas?
—Fue la hora que acordamos con Ekko, ¿no lo recuerdas?
—Después de semejante orgasmo se me ha olvidado hasta el nombre.
Caitlyn rio un poco y movió el rostro para alcanzar su cuello con los labios. Empezó a besarlo suavemente, mimosa, de manera tan lenta y cariñosa, que parecía que el tiempo dejó de avanzar. Vi se sentía en las nubes. Pocas cosas podían alejarla de un oasis como aquel, la realidad era que estaba profundamente enamorada de Caitlyn.
—Bombón… me estás volviendo a poner nerviosa.
La morena sonrió y paró de besar su cuello, dejando el largo de la nariz acariciando su cuello con la misma lentitud.
—¿Quieres que salgamos a desayunar?
—Te quiero desayunar yo a ti. ¿Te sirve?
—Si eres tú…
Vi sonrió con esa respuesta y le comió la boca. Como era usual en ella, no tardó en llevar la batuta del beso, abarcando con energía los labios de Caitlyn, a tal punto que ésta dejó de sonreír y siguió su ritmo, concentrada y con una innegable excitación en aumento. Vi sacaba su lado más pasional, también el más sensual. La besó con todas las ganas que sentía por ella, chocando su lengua una y otra vez con la de la pelirrosa, casi siempre en contestación a su demanda. Vi ladeó una breve sonrisa maligna cuando un pensamiento sobre lo que iba a hacer se le cruzó por la mente. Continuó besándola largo y tendido, no se le cansaba la boca de hacerlo, y en un segundo dado, comenzó a masturbarla en círculos.
—¿Cuánto tiempo llevas así de mojada? —le preguntó con cierta chulería. Cait la escuchó pero no le salió contestar, estaba empezando a excitarse más de la cuenta. Sólo se pegó de nuevo a la boca de su chica y volvió a buscarla con la lengua. Vi movió con autoridad la otra mano hacia su culo, apretando una de sus nalgas. Separó un cachete de otro con ambas y palpó su entrada desde allí atrás, dejando tranquilo su clítoris. Enseguida la penetró, haciendo que Cait diera un suspiro inesperado y sus labios se desconectaran de los de la pelirrosa.
—Sh… sh, sigue besándome —le susurró, metiéndole el segundo dedo también. Caitlyn estaba más apretada siempre al principio. Empezó enseguida a penetrarla con dos dedos, con la palma de la mano bien anclada contra su nalga en el proceso.
En el exterior de la casa, a pocos kilómetros de la serie de apartamentos, los carromatos a reventar de provisiones, de fertilizantes para las tierras afectadas y de subvenciones a negocios en estado precario, iban aproximándose hasta la zona acordada. Habían cruzado un valle y luego un lago putrefacto, que desprendía un olor tan fétido que ni los pájaros deseaban cruzarse por allí. Pero la contienda no dejó indiferente a nadie. Vinieron cientos y cientos de personas a cotillear y otras a cobrar lo que les correspondía tras el aviso de Ekko. Al parecer, sí que Piltover estaba decidida aún a dar nociones de paz entre las dos naciones después de todo. El ala superior y la inferior debían llevarse bien a como diera lugar, porque se necesitaban y porque era lo correcto. Las callejuelas empezaron a abarrotarse de personas, también algunas pequeñas familias abandonaban sus casas muy cerca de donde Vi y Caitlyn estaban. En consecuencia, Sevika y su grupo se camuflaron bien y vistieron túnicas de campesinos para pasar más desapercibidos. Gabriel se tomó la molestia de comprarse otro tipo de túnica, más llamativa pero igualmente algo roída, y vio la ocasión perfecta para cotillear el perímetro de la vivienda temporal donde las chicas hacían vida. Se ocultó entre varias personas para aproximarse disimuladamente a la parcela donde vivían. Pasó a la parte de atrás y se metió bajo una de las tantas lonas que ocultaban los vegetales de los jardines traseros, carpas que servían de detención al aire contaminado de Zaun. Hizo el menor ruido posible para acortar distancias con la ventana. El hombre tuvo una pequeña impresión: al meterse bajo la lona vio un conejo muerto tras haber comido una zanahoria en mal estado. Se sintió mal sólo dos segundos, tras los cuales reanudó su trabajo y se puso a mirar por la única ventana que ofrecía algo de información.
Se quedó petrificado.
Vi parecía susurrar algo en el oído de la otra, ambas estaban desnudas. Gabriel meneó la cabeza y suspiró largamente, no esperaba encontrarse con esa imagen. Acababa de verlas sin ropa, y en especial el cuerpo de Vi, era demasiado para él. Su erección se acentuó en menos de quince segundos. Al pegar la cara a un filo de la ventana, contempló cómo literalmente Vi cabalgaba a Caitlyn desde atrás en menos de dos segundos, chocándose violentamente contra ella y con un strapon anclado a la cintura. Tenía a la sheriff fuertemente agarrada del pelo y haciéndola rebotar cada vez que la embestía. Caitlyn no era muy escandalosa, cosa que el secuaz oculto agradeció. Sus gemidos eran más bien suspiros constantemente cortados por el impacto de las embestidas, que a juzgar por la lubricación del strapon, estaba haciendo de maravilla su efecto excitante. Lo que encendió verdaderamente al hombre fue percibir que la primera en tener un orgasmo no era esa niña rica, sino la pelirrosa, que de repente frenó las embestidas en seco y dio un fuerte jadeo ronco. Empezó a azotar las pequeñas nalgas de la vigilante con rudeza, marcándolas inmediatamente, para luego agarrarlas con saña y seguir moviéndose contra su cuerpo, como si aquel aparato de silicona fuera una extensión más de su abdomen. Uno de los azotes fue mucho más fuerte y logró hacer que Caitlyn gritara.
Gabriel contempló maravillado que dicho aparato que llevaba Vi en la cintura parecía tener también una vibración clitoriana cada vez que ensartaba el lado del dildo, por eso Vi se había corrido. Sin embargo, cuando quiso comprobarlo, su deslizamiento en el alféizar fue ruidoso y movió las cortinas. Rápido como un halcón, el individuo descaminó todos los pasos que había dado, borrando sus huellas como pudo y se integró en la muchedumbre. Dio gracias a la aglomeración de personas, de lo contrario, ya le mirarían raro por la acusada erección que apretaba su entrepierna.
Centro de Zaun
—¿Están listas para salir? —preguntó Sevika en cuanto le vio acercarse. El secuaz negó con la cabeza, pero luego puso una expresión de duda.
—Creo que les queda para un rato. Están follando.
—¿Están qué…? —los ojos marrones de la mujer se abrieron desmesuradamente, y dirigió una mirada a los otros secuaces. Algunos rieron en voz baja, otros se mantuvieron indemnes. —Parece que la gran sheriff pacificadora sí que tiene tiempo para aplazar la misión de paz, si se trata de Vi la que la entretiene.
—Tienen un aparato sexual que no había visto en mi vida…
—No me cuentes detalles.
—Increíble cómo os las ingeniáis cuando os falta una buena verga de por medio. A este paso, nos vamos a quedar sin mujeres si empezáis a encontrar el placer en otras mujeres. Menuda gracia.
—Cállate —le interrumpió, iracunda. —No me interesa, no hemos venido a hablar de nada de eso. Escúchame. —Le señaló con el índice, y seguidamente, señaló una carroza que había aparcada junto a un mulo. —Haz que el mulo tire del carro, pondremos algo de peso. Una de las patas del carro está un poco cedida y he astillado la madera. Lo único que tienes que hacer es encontrarlas de la manera más azarosa que puedas, con la entrega de comida y subvenciones tienes la tapadera ideal. Pídeles dinero para un carro y un mulo mejor. No traen en sus reservas ni lo uno ni lo otro.
—¿Y entonces qué narices conseguiré con eso?
—He conseguido un pedido falso de ambas cosas. Para los vigilantes de Piltover, este papel representará un pedido no llegado a término, pero no sabrán por qué. Se tendrán que inventar alguna excusa.
—¿Y qué narices conseguiré con eso?
Sevika puso una mueca de odio, chasqueando los labios al oír que le repetía la misma pregunta. Cómo no nos vamos a fijar en mujeres, si algunos no sabéis sumar uno más uno.
—Verás. El supuesto hecho de que un campesino haya pedido hace mucho tiempo un carro en mejor estado, con madera de Piltover y no la quebradiza de Zaun, un mulo con mejor salud, y que no le haya llegado ninguna de ambas, sembrará la suficiente duda en los vigilantes para hacerles creer que las reservas que llegan están incompletas. Además, sabiendo cómo es la sheriff, se sentirá en deuda contigo y tratará de darte alguna solución. Esa será tu vía para acercarte a ellas.
Gabriel se humedeció la lengua despacio, ahora era, supuso, cuando había que obrar la segunda parte del plan, la que acordaron primero.
—Claro. Y ahí es cuando tengo que empezar a meter mierda, ¿no?
—Si ambas te ven vulnerable, se fiarán de ti casi por obligación. Además, otros secuaces compañeros tuyos también presentarán papeles de que faltan cosas, porque si sólo eres tú podría ser sospechoso.
El hombre asintió. Otro secuaz se les acercó, al tanto de la conversación.
—Recuerda ser minucioso. Las chicas no son tontas. Queremos una guerra fría desde dentro, no encarnizada, porque con el ejército de Piltover tenemos las de perder. Somos pocos.
—Descuida. La manipulación de mujeres no es tan complicada. Supongo que puedo ocuparme de la niña rica.
—No —intervino Sevika. Apretó las manos en su cintura y dejó caer los hombros en un suspiro. —No, irás directo a comerle la cabeza a Vi. Tiene que ser así. Tiene que ser Vi la manipulada. Ya te lo expliqué, imbécil.
—Vi es más lista que la otra niña rica. No caerá.
—Ambas son inteligentes, pero Vi es más impulsiva. Si atacamos rápido, jamás se fiaría de ti. Como tu compañero ha dicho, la guerra fría es desde dentro y muy fría. Lenta si hace falta, no me importa el tiempo que te lleve. Cuando Vi sienta que no hace nada por Zaun estando con ella, te tocará convencerla de unirse a nuestro grupo. Es bastante más complicado de lo que parece, pero… sí. Tiene que ser Vi. No sólo por los guanteletes hextech, sino porque sé que Caitlyn no se dejará manipular.
—¿Estás insinuando que ella no caería en la trampa pero Vi sí? Yo me lo replantearía, Sevika…
Sevika sintió crisparse sus nervios una vez más, el hombre era muy cabezota. Ella sabía bien lo que se hacía.
—Si lo haces bien, Vi caerá. —Sonrió con cierta malicia e impaciencia al mismo tiempo. —He tenido mucho trato cercano con la hermana menor. Están cortadas por la misma tijera. Vi tiene sus traumas psicológicos, sólo que le han afectado de manera diferente. Creo que podemos joderle la mente poco a poco. Caitlyn no tiene traumas que yo sepa. Ha vivido una vida llena de lujos y aun así, mira en qué trabaja. Tiene su ideología más sólida que una viga de mármol. Da igual que intentes convencerla de que es poco para Vi, no te creería. Sabe muy bien lo que vale y lo que tiene que hacer por el mundo. Créeme… Vi está más confundida. Es más débil. Sólo que no lo sabe. Hazlo bien y te irás dando cuenta.
—Qué pena que no puedas hacerlo tú misma, ¿eh…? —se burló Gabriel. —Por cierto, si sale bien y se siente muy solita… ¿me la puedo quedar?
—¿Quedar?
—A Vi. Que sea mi novia.
Ahora sí, el resto del grupo estalló en carcajadas. El que se les había acercado antes también, mirándolo con lágrimas en los ojos de la risa descontrolada que tenía. Gabriel frunció el ceño y le dio un empujón, molesto.
—De qué te ríes, cara mierda.
—Por favor —contestó Sevika, con una sonrisa de suficiencia. —No seas fantasioso. No va a cambiar a una señorita alta, elegante, preciosa e inteligente por un moco gigantón harapiento, bobo y feo como tú. Su aliento debe de oler a rositas del campo, y el tuyo huele a setas podridas. Ten más sentido del ridículo cuando me preguntes esas cosas.
Gabriel le sacó la lengua y volvió al carro, con la misión que le habían encomendado.