CAPÍTULO 13. Tiempos de guerra
—Maldita sea…
—¡Pero Hitch! ¿Qué diablos estás haciendo? ¡Salta de una vez!
—Eh… ¡ya voy, me estoy asegurando de que todo está bien equipado! —gritó a pleno pulmón para ser oída, treinta metros más abajo, por Hange, Mikasa, Connie y Levi, quienes esperaban ya un poco aburridos a que la chica guapa de la Policía Militar saltara de una vez con el equipo de maniobras.
—Pst. —Chistó Levi, cruzándose de brazos. —Esa niña tiene miedo. No sé si hemos hecho bien dejándola entrar.
—¿Acaso no ha usado antes el equipo de maniobras tridimensionales? —preguntó Connie, lanzando piedras a un costado, aburrido.
—¡Sí que sabe! —dijo Armin, frunciendo las cejas. —Lo ha usado muchas veces, pero lleva más de cuatro años sin hacerlo y le pidieron que activara el gancho justo antes de impactar. A mí también me costó mucho en su momento.
—Hice bien en hacer estos entrenamientos previos. Sabía que esto pasaría con los holgazanes de la Policía Militar —gruñó Levi.
—No es eso —dijo Hange de repente, entrecerrando la mirada para verla mejor. Había visto esas inseguridades en varios pares de piernas antes, en otros cadetes. —Tiene vértigo. Cuatro años son demasiado, se es más joven e imprudente.
—Voy a hablar con ella —dijo Armin colocándose el equipo, pero de pronto, Hange le puso la mano en el hombro para detenerle. No hizo falta que nadie fuera a darle apoyo moral. Hitch se lanzó prácticamente de cabeza, y permaneció así hasta ganar mucha velocidad y acercarse en picado al suelo. Hasta Levi descruzó los brazos y abrió los ojos, a punto de usar su equipo para evitar una tragedia.
—Se va a… —justo en el último instante un cable surgió con fuerza y se clavó en la pared de prácticas, tensándose y haciéndola cambiar el rumbo de las caderas con una intensa propulsión.
—¡Genial! —gritó Hange, aplaudiendo con los brazos en alto. —¡Genial, Hitch!
Hitch practicó de una pared a otra, la puntería no la había perdido, los ganchos se clavaban donde quería, pues uno de los entrenamientos habituales de la Policía Militar era usar el rifle desde un caballo en movimiento. En efecto, su dilema sería dominar las alturas, el tener las piernas en suspensión para atacar con las espadas, pues perdía concentración por el temor a verse a semejante altitud. Todo se debía a su falta de práctica.
En el cuerpo a cuerpo, como también esperó de sí misma, fue derrotada las dos veces. No había cabida al optimismo en ese caso: nunca practicaba. Pero ya no había tiempo para practicar más. La muralla iba a abrirse y todos debían hacerse con un caballo y ponerse en su posición.
Cuando las murallas se abrieron, Hitch dedicó una mirada al simbólico dibujo esculpido en honor a Rose. Largo viaje había realizado para llegar hasta allí, le dolía la planta de los pies. Cuando vio ascender aquel rostro de piedra, supo que su protección llegaría hasta ahí. Fuera dependería de ella misma y de asistencia ajena. Bajó la mirada a la montura en la que iba subida y se acarició los pulgares y el arco de las manos, tenía rozaduras y eso que había estado practicando sólo una hora. Yurp le vino a la cabeza con uno de sus comentarios, recordándole cuando la conoció que ella no tenía manos para pertenecer al Cuerpo de Exploración, pues se llenaban de callos y roces molestos.
Eso la hizo apretar con más fuerza las riendas.
—¡¡ADELANTE!! —gritó Levi, en cabeza, y todo el pelotón salió a la máxima velocidad. Hitch iba en el flanco derecho, galopando con la misma velocidad que sus compañeros, pero poco a poco y siguiendo el plan estructural, los que tenía al lado también fueron dispersándose, fieles al mapeo mental de posiciones que el Cuerpo de Exploración les había explicado horas antes. El fuerte galopar de aquel caballo, que no era el suyo, se notaba bastante intenso bajo sus muslos. Se inclinó hacia adelante para esquivar una rama horizontal, entrecerrando los ojos. Veía ya muy alejados a sus compañeros, y de momento ninguna bengala había sido avistada. Al echar la vista atrás se dio cuenta de que uno de los más veteranos iba custodiándola con la suficiente distancia. Eso la alivió, habían pensado en ella para que no muriera a la primera de cambio.
—¿Me estás viendo, Marlo? —dijo en alto, sabía que nadie iba a escucharla mientras galopaba.
Pasaron cuarenta interminables minutos sin ningún avistamiento, algo insólito.
—Ni uno, ¿eh? —dijo Zoe, rompiendo su posición para acercarse un momento a Levi. Éste no perdía de vista ningún flanco.
—Probablemente sea una emboscada.
—¿Qué? —dijo Hange, mirándolo impresionada a través de sus cristales.
Levi la miró con indecisión y bufó. Quería seguir gruñendo, pero tampoco podía precipitarse. Si la Coordenada se había puesto en uso, entonces probablemente…
Una bengala negra.
Hange no dijo absolutamente nada. Rápida como la electricidad, golpeó la ijada y se posicionó en su sitio de nuevo para indicar un cambio de rumbo con la bengala verde.
Hitch abrió los ojos cuando la transmisión de la bengala negra llegó hasta ella, y sacó estrepitosamente su bengala para disparar también. Apuntó hacia arriba y miró a su compañero en la parte de atrás, pero cuando vio lo que había a sus espaldas, los ojos verdes se acentuaron en su piel, más y más pálida.
—Avanza —golpeó los muslos del equino con fuerza, haciendo que éste aumentara la velocidad. El cuerpo del explorador que había a sus espaldas no estaba, sólo su caballo. Y detrás del caballo, una horda de titanes de todos los tamaños. Hitch disparó la bengala roja, que se cruzó en el cielo con la bengala negra.
—¿¡Se han cruzado!? —dijo Hange a medio kilómetro de distancia, alucinando.
—Te lo dije —musitó Levi, frenando en seco a su caballo. Claro que se habían cruzado. La horda de titanes había sido finamente orquestada para aparecer por delante y por detrás. —Hange, iré donde están los recién llegados de la Policía Militar o aquello será una masacre.
—Sí, ve. —Hacia Hange se acercaron otros del Cuerpo de Exploración. El equipo de maniobras empezó a usarse enseguida por parte de todos ellos, atacando a los titanes que les venían de frente.
Hitch seguía escapando con una rapidez brutal. ¿Era eso normal? Vio que las bengalas verdes enviadas por Hange se transmitían hasta ella y fue cambiando la dirección como pudo, pues la alta velocidad dificultaba el manejo, habían árboles en su camino. Vio a tres de sus compañeros de la Policía no muy lejos de ella, igualándola en las mismas acciones que ella hacía.
—¡Dreyse! ¡Salta del caballo! ¡Usa tu equipo! ¡YA! —Levi gritó a pleno pulmón, contando con los reflejos de la menor, pero Hitch sólo giró la cabeza y se encontró con una gigantesca mano a punto de arrollarla, y que ya iba colocando los dedos para sostenerla. La expresión le cambió en rotundo, no había tiempo, sólo dos malditos segundos, iba a agarrarla, ¿¡qué demonios hacía allí!? No pudo reaccionar. El monstruo la agarró de la capa y Levi vio cómo las largas piernas de Hitch pataleando en el aire se volvían pequeñas al ganar una desorbitada altura de quince metros.
Chistó cabreado y disparó el gancho directo a la espalda del titán, pero cuando lo hizo, fue arrollado por el mandíbula, salido directo de los cabellos rubios del acorazado. Un golpe a Levi le hizo dar varias vueltas en el aire, pero el impacto no pudo detenerlo. Tenía un ojo en la idiota muchacha que se había dejado atrapar, y aquel otro titán era puro, por lo que ya la tenía cerca de la boca y no demoraría mucho más en engullirla.
Hitch logró sacar las espadas, aunque su mirada y su terror se dividían entre la boca del titán y la distancia al suelo, sobre todo, porque no había estructuras de las que engancharse en ese campo. El titán abrió la boca y en ese instante su instinto de supervivencia la hizo sacar fuerzas de todo el tronco corporal, girándose en sí misma para cortar la capa por la que la tenía sujeta. Al hacerlo, empezó a caer en picado. Quince metros… no sobreviviría, no era posible.
—¡Te tengo, estúpida! —Floch Forster apareció de la nada y usó un gancho en el momento justo, para atraparla casi al final de su caída usando el tronco de un ciprés. El cuerpo de Hitch, que ya llevaba mucha velocidad, notó el fuerte impacto de otro cuerpo igual que si fuera un accidente de carruaje, y se hizo daño, pero por lo menos seguía sintiendo que respiraba. Cuando llegaron al tronco Hitch también se colgó con su propio gancho, y miró ceñuda al pelirrojo.
—¿Y tú… de dónde demonios sales? ¿Qué haces con el uniforme de la legión?
—Cállate.
Hitch le miró con cierto recelo, pero cuando la mandó callar, le dedicó una mirada de desconfianza y clavó el gancho en otro tronco, acercándose a la zona donde perdió el caballo. Al verla alejarse, Floch apretó los dientes y empezó a perseguirla.
Qué demonios trama este imbécil, pensó Hitch, sin poder tampoco desviar mucho la atención pues tenía que estar constantemente cambiando el gancho de tronco. De pronto, como si un tren apareciera cruzar frente suya, el mandíbula volvió a darle un susto justo en frente del rostro, pasando tan cerca de su nariz que sus cabellos se revolotearon en el aire. Hitch aguantó la respiración en ese segundo, conectando su mirada con la del sujeto aleonado que también la observaba… la policía vio que su mano de uñas largas y cristalizadas tomaba impulso para matarla de un golpe. La rubia enganchó a tiempo en una rama más alta y su cuerpo ascendió, pero el propietario del titán mandíbula se había girado hacia ella, y tomó impulso para volver a acabar con ella. Era la primera vez que Hitch estaba cara a cara con un titán así, tan veloz y con inteligencia propia, al hembra y al de Eren le había tocado visionarlos de lejos y desde la seguridad de su puesto de trabajo. Desenvainó las espadas de nuevo, pero la mano del mandíbula estaba demasiado cerca. Como una bola giratoria apareció el cuerpo de Mikasa, que cruzó un tajo de sangre en la palma del titán, sin embargo, no pudo cercenarle los dedos. Galliard pudo cerrar la mano, pero no atrapó a ninguna de las dos. Hitch y Mikasa escaparon unidas de su alcance por la velocidad de la de pelo negro. Cuando se miró atento la mano, comprobó que la garra del dedo corazón estaba llena de sangre que no era suya.
Dirigible
—¿Hizo daño a Mikasa? —preguntó Eren, mirando impasible en el mismo borde del dirigible, hacia la guerra encarnizada que se estaba dando bajo sus pies.
—Quería matar a la boba esa de la Policía Militar, pero Mikasa se ha interpuesto y ha salido escaldada —contestó Floch, que aún luchaba por subirse al dirigible, dándose impulso con los brazos.
—Sabía que iba a interponerse. Tenías que haber retenido mejor a esa boba, como la llamas. Mikasa iba a ir a socorrerla en un momento u otro.
—Perdón, Eren… —se lamentó el pelirrojo, con un cambio en la voz que denotaba auténtica devoción.
—A ti te interesa, esa a la que llamas boba. —Dijo Eren de repente, echando la mirada hacia Floch. Pocos secretos se le escapaban ya al de pelo largo. Floch sintió que aquellos enormes ojos azules le atravesaban y le leían la mente, y aunque no quisiera ceder a sus palabras, negárselo sería insultar su inteligencia. Endureció la mirada y miró hacia la guerra de abajo.
—Sólo es guapa. Y es atracción física, nada más. Habrá otras con la cabeza mejor amueblada que me interesen más.
—No. No las habrá. —La dureza de Eren se transmitió al corazón de Floch, que le miró sorprendido y dudoso. —Pero lamento informarte de que jamás podrás follártela.
Cuando se giró hacia él, el cuerpo alto del pelirrojo se doblegó y se puso con una rodilla clavada, en señal de máximo respeto. Pero a Eren aquellas reverencias no le importaban. —De aquí en las próximas semanas esto se pondrá bastante feo, Floch… —una fuerte explosión en varios puntos le hizo desviar la mirada al exterior a ambos. Eren siguió hablando. —Puedo asegurarte que no a todos os queda mucho tiempo. El corazón se entrega a la verdadera causa. Pero si bajas ahí y te la llevas a casa, le ahorrarás que acabe muerta. Hitch no se maneja bien y morirá.
—Que muera. Yo sólo me entrego a la causa que tú sustentas, Eren. —Apretó los labios y se puso en pie. Eren no tuvo ningún cambio de expresión en el rostro. En su mente todo aquellos acontecimientos no eran ninguna sorpresa, ya sabía lo que iba a ocurrir. Mientras él marchaba a Liberio y la puesta de sol favorecía su camuflaje en los cielos, dejó que aquella estúpida horda de titanes, dirigida y pactada por Zeke y él, acabara con todos los contendientes posibles. Confiaba en Levi y Hange aunque éstos ya no confiaran en él, y sabía que más de uno mataría a esos traidores a su raza.
Horda titán
Galliard había dejado a las dos chicas atrás, pero seguía aplastando, junto al acorazado, nuevas presas con el traje del Cuerpo de Exploración. Reiner se dio cuenta de que había varios de la Policía Militar, cosa que le confirmó las medidas urgentes que el estado de Paradis estaba tomando para hacerles frente. De un puño rompió tres árboles seguidos, tumbando a quince exploradores que estaban estratégicamente escondidos para atacar. Quince muertos.
El carguero seguía disparando misiles a diestro y siniestro, mirando a través del yelmo a los valientes que aún seguían «entregando sus corazones» por una causa perdida.
Hitch llegó con Mikasa a uno de los fuertes de la legión y aprovecharon para recargar el gas y renovar las hojas de las espadas. Aquello se estaba convirtiendo en un caos, había más personas lesionadas que enteras. La rubia se guardó las espadas nuevas y cambió uno de sus ganchos que se había estropeado. Mientras hacía el intercambio miró de reojo a un soldado de la Policía Militar con el brazo masticado hasta el codo, y otro que acababa de perder los dos ojos. Apartó la mirada rápido, pues los conocía a los dos y parte de ella se sentía culpable de haberles incitado a participar en esa masacre.
—No tenían pretensión alguna de acercarse a los muros —musitó Hange, estudiando en un papel los movimientos ilógicos que estaban realizando los titanes. —Simplemente quieren matarnos para no tener ninguna objeción armamentística en Paradis, para cualesquiera que sean sus objetivos. Por eso nos quieren aniquilar ahora.
Mikasa apretó con fuerza un torniquete en su pierna, sin quejarse. El mandíbula había rajado su pierna desde el muslo hasta el tobillo al rescatar a Hitch.
—Hay que matar a los titanes que haya. Me duele seguir asesinando a eldianos de Marley, algunos ni siquiera quieren estar donde están.
—No podemos aprovecharnos del titán de Eren. Ha desaparecido, y veremos a ver qué es lo que ha estado tramando. Sugiero seguir la idea de Mikasa. En cuanto vean que estamos matando a sus armas genocidas, harán retirada. No les quedará otra.
Después de la corta comitiva en la que Hange dio unas directrices, los exploradores volvieron a salir fuera, con las energías renovadas. Hitch había sido enviada al flanco izquierdo, se le cedió un caballo para ello, pero debían alejar la horda de titanes puros de las murallas aún más kilómetros, pues los supervivientes pretendían acampar cerca del mar. Los barcos provenientes de Liberio seguirían allí y pretendían atraparlos volándolos con explosivos. Podían matar a muchos guerreros en cuerpos de titanes, pero los que se salvaran se acabarían cansando de convertirse y viendo que no podían regresar a su tierra, sería más fácil darles caza. Ese era el plan de Hange, previamente pactado con Levi. Para ello, y con el riesgo de que todos los exploradores podían morir en el intento suicida de hacer aquello, seis exploradores tuvieron la misión de ser los mensajeros de las murallas, aprovechando que la Coordenada tenía a los titanes puros alejados de allí, para dar estas instrucciones al pueblo eldiano.
Pero en realidad, esa batalla sería mucho más corta.