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CAPÍTULO 14. Un incordio de pelo rojo


Las bajas de Paradis superaron las doscientas. Lograron explotar al cuadrúpedo, al acorazado y al mandíbula, todos ellos demasiado agotados para volverse a convertir, exceptuando al mandíbula. Galliard aún conservaba algo de energía a pesar de que sus músculos estaban agarrotados y también había sufrido muchos daños. Protegido dentro del cuerpo de su titán y conectado a su musculación, sólo podía seguir arrastrándose entre el incendio forestal, el humo de las explosiones y los titanes puros, que seguían alimentándose indiscriminadamente de todos los eldianos que encontraban a su paso. Si Eren volvía a dirigirse a Liberio sin titanes que pudieran proteger Marley, la situación podía complicárseles demasiado. Pieck trató de volver trotando hasta los barcos, pero cuando llegaron, se los encontraron también explotados y hundidos en el mar. Estaban atrapados en Paradis. Galliard observó que de pronto el titán carguero empezó a abrasarse y pudo ver sus huesos. Agazapada bajo la tráquea estaba su compañera, con el rostro magullado y las piernas amoratadas en las rodillas.

—Pieck… ¿me oyes?

No hubo respuesta.

—Genial —masculló Galliard, cerrando los ojos.

Al otro lado del bosque

Habían tan pocos soldados disponibles vivos y enteros, que Levi ordenó que se dispersaran en parejas y grupos de tres para llegar a las murallas de Rose con extremo cuidado, evitando el contacto con los titanes puros. Habían logrado la retirada marleyense a cambio de sufrir incontables muertes. Galliard era el único titán que aún conservaba fuerzas para mantener su forma, y supuso que ante el peligro que suponía andar como humano por esas hectáreas, se quedaría transformado el mayor tiempo posible. Por eso dispersó a sus subordinados más capaces para acampar cerca del mar, suponiendo también que, por lógica, algún barco vendría a buscar a los titanes cambiantes.

La batalla había sido tan reñida y tan larga, que los sobrevivientes quedaron en las últimas y muy desfallecidos. Hitch había sido enviada a Paradis junto a sus compañeros Viv y Dennis, pero cuando llevaba tres horas cabalgando a tanta velocidad fue frenando el caballo despacio, aminorando el paso hasta detenerlo.

—¿Qué demonios haces, Hitch?

—¡Seguid, ahora os alcanzo! —gritó, dejando que se alejaran. Viv se quedó mirándola unos instantes, pero el miedo siempre podía a la razón, y siguieron su trayecto sin ella.

—Dios… —dio un suspiro al no sentirse ya observada y con cuidado, bajó de la montura. Tenía la entrepierna adormecida, las piernas con un fuerte dolor de circulación, y por supuesto, una fatiga muscular que no la dejaba ni rascarse la oreja sin tener una punzada. Movió despacio los tobillos y sintió cómo le temblaban por agarrotamiento. —Y encima huelo a cuadra —Suspiró al mirarse la ropa que llevaba. Tenía ganas de un baño caliente, imaginárselo le daba tanto placer… hizo de tripas corazón y volvió a subir al caballo, notando un fuerte dolor en el trasero y nuevamente en sus ingles. Cabalgar nunca había sido tan doloroso como aquel par de días. Qué maldito suplicio.

Al dejarse caer sobre la silla notó el discurrir de su colgante, acariciándole el cuello. Aquello la hizo abandonar todos los pensamientos negativos que tenía acerca de la guerra de inmediato, el recuerdo de Marlo y su sufrimiento la hacía obligarse a cerrar el pico. Había tenido mucha más suerte que él. Suspiró y volvió a avanzar, buscando con la mirada a sus amigos.

De repente, un fuerte estruendo. Hitch paró al animal en seco de nuevo, temerosa. Le pareció sentir un temblor de la tierra. Miró en todas direcciones, estaba sin árboles ni rocas… pero la colina empinada que tenía en frente tapaba lo que acontecía al otro lado. Se humedeció los labios despacio, sintiendo su corazón palpitar más deprisa. Un nuevo temblor.

Sí, resultaba inconfundible. Ya sabía el sonido de las pisadas de un titán.

Aceleró la marcha y ascendió la colina, muy deprisa, buscando a los dos compañeros que se habían adelantado. Y ahí estaba. Su terror personificándose de nuevo en el cuerpo de un titán. Era un ejemplar de 4 metros. Dennis chillaba conmocionado y escapó a toda pastilla cuando el titán cogió a Viv, alzándola y abriendo las fauces para devorarla. Su compañera, a la que conocía desde el día del alistamiento, pataleaba y sollozaba acobardada, luchando por abrir el agarre de aquella enorme mano que la rodeaba. Hitch pasó justo por debajo, pero Dennis pudo ver en su rostro que había demasiado miedo. Las manos iban sueltas, no agarraba ni las riendas, sólo podía mirar abismada y en shock lo que estaba pasando, sus piernas parecían ancladas a la montura, sus brazos no se habían movido ni un milímetro.

—¡Huye, Hitch! ¡Deja que se la coma, nos dará tiempo!

Hitch volvió la mirada con los iris brillantes a Dennis, sabía que tenía razón. Pero cuando volvió a mirarla allá arriba algo se presionó en su mente y se enganchó al hombro del titán, ignorando la racionalidad de su cerebro. La tensión de las cuerdas del equipo de maniobras era tan contundente y veloz, que su cuerpo salió despedido hasta la frente del titán con buena velocidad. Casi perdió el equilibrio al aterrizar, pero se agarró con fuerza al cabello de aquel monstruo. Dirigió una mirada de soslayo a su compañera y de pronto dio un salto muy breve. Cuando su cuerpo se situó a la altura de la nuca giró con fuerza la cintura, rebanándole el pedazo de piel. Después disparó el gancho a su mejilla y ascendió al rostro, situando las espadas a la altura de la muñeca del titán. Pero cuando volvió a situarse en aquel rostro tuvo un fuerte respingo y cayó de culo, con las pupilas empequeñecidas ante esa imagen: el titán sostenía a Viv por un brazo y tenía los dientes fuertemente apretados en su cintura. Hitch observó que después de unos segundos detenido, el titán logró romper a su amiga en dos, y empezó a engullirla y masticarla lentamente. El grito de Viv y de Hitch fue oído por Dennis en tierra, que tenía las mejillas cubiertas de lágrimas sintiéndose un cobarde. Vio que la rubia volvía a descender y repetía el mismo movimiento para atacar su nuca, con una expresión de rabia que jamás le había visto. El corte se profundizó y en ese momento el titán dejó de masticar, y cayó por fin al suelo. El impacto hizo temblar a los caballos, que empezaron a huir.

—¡Viv! ¡¡Viv!! —mientras el titán se carbonizaba la chica corrió hacia su boca, pero el rostro de Viv ya estaba mirando hacia el infinito. Cayó de rodillas a la tierra, lanzando un grito enfurecido. Cerró los ojos con fuerza, estaba demasiado shockeada como para permitirse llorar. La adrenalina hizo que ni siquiera sintiera dolor en ninguna de las extremidades, y totalmente fatigada como estaba, le arrancó la insignia identificativa de la chaqueta, guardándosela en el bolsillo. No tenía fuerza para cargar con la mitad de su cuerpo hasta las murallas. Mientras hacía un anormal esfuerzo por incorporarse, se dio cuenta de que las piernas le fallaban. Arrastró el cuerpo por la tierra con la poca utilidad que sus brazos seguían confiriendo, pero de repente un nuevo temblor le dio un vuelco al corazón. Con los labios temblando, volteó el rostro a sus espaldas, de donde vio un titán de enorme envergadura caminando hacia ella.

—¡Joder! ¡JODER! —dio un fuerte puño sobre la hierba enfangada, sintiendo ganas de llorar. De pronto, sus ojos cambiaron de objetivo. Había un árbol lo suficientemente alto como para hacer frente al titán. ¿Pero podrían sus piernas? Al echar la vista abajo, también vio una nueva figura por delante del titán puro. Era…

La rubia se alertó al reconocerle y volvió a intentar ponerse en pie por su cuenta.

Eren lo había echado del dirigible, junto a Yelena. La soldado rubia cambió su rumbo enseguida: tenía otro cometido que hacer. Floch se acercaba rápidamente al árbol donde le habían dado sus indicaciones, y mientras hacía aumentar la velocidad al caballo notó el temblor de las pisadas titánicas a sus espaldas. El pelirrojo sonrió. El equipo de maniobras mejorado y pensado para actuar por la noche no tenía enemigos útiles y aquel titán estúpido no podría con él. Perdió de vista a Yelena así que tenía que ir a por la boba de la Policía Militar antes de que aquel grandullón se la comiera. Tras dejar atrás la colina ambos pudieron verse y dibujó una sonrisa maliciosa al verla ponerse nerviosa.

—Vaya vaya. Así que la boba ha sobrevivido. Ella solita. Increíble —se dijo para sí, acortando rápido distancias con la chica. Hitch levantó la mitad de su cuerpo con los brazos pero le temblaban y volvió a caerse, llenándose el uniforme de fango. El pelirrojo era consciente de que había un titán a sus espaldas, pero la rapidez del caballo podía con él. Aún no había necesidad de matarlo. Siguió avanzando hasta el cuerpo de Hitch, encarándola con el animal hasta el punto que la joven pensó que le pasaría por encima. Y para asustarla, eso hizo: justo cuando iba a pisarla ordenó saltar al corcel, que la evadió por escasos centímetros e hizo que la chica se encogiera, temerosa. Después frenó en seco y dio un salto a la hierba.

—Tengo que sacarte de aquí.

—Llévame al árbol y esperaré ahí a los rezagados de mi cuartel. No pienso ir contigo a ninguna parte. ¡Ah! —Floch la cogió de las muñecas y la levantó de un tirón, poniéndola en pie de golpe. La chica sintió que los tobillos estaban inflamados y unas agujetas que no señalaban sólo fatiga muscular, sino algún daño más profundo, aquellas molestias no eran normales. El chico tomó impulso y la situó de piernas abiertas en la montura, cosa que le hizo ver las estrellas y dar un gemido arrastrado, aferrándose a las riendas.

 El chico tomó impulso y la situó de piernas abiertas en la montura, cosa que le hizo ver las estrellas y dar un gemido arrastrado, aferrándose a las riendas

No supo cuánto cabalgaron, pero supuso que no mucho, porque cada segundo era un maldito martirio. Hitch resistió el tipo hasta el árbol, y allí Forster tiró de la capa roída de la policía para poder tomarla mejor de la cintura. La levantó como si fuese una pluma y la dejó abajo, bajo el amparo de las largas ramas bajas que tenía la copa. Hitch respiraba ya con dificultad. Se quedó de pie totalmente echada en el tronco, las dos piernas le temblaban.

—Eren tiene intención de activar el retumbar y de acabar con toda la población que no sea eldiana —murmuró el muchacho, sacándose un cigarro del doblete de su traje y rasgando un fósforo. Escuchó un ruido a un lateral y se giró, viendo a la chica con el culo en el césped y los ojos cerrados, evitando quejarse en voz alta. Sonrió. —Eres una aberración como policía militar, Hitch. ¿Esto es lo que se espera de la guardia real? Cabalgar seis horas y ya con la cintura dormida. Qué lamentable.

Le respondió con una mirada de rabia, y trató con sus últimas fuerzas arrastrar la espalda en el tronco hacia arriba, para ponerse de nuevo en pie. Los tobillos le sugerían que no siguiera ni un centímetro más, pero al obligarse, las piernas simplemente dejaron de responder y volvió a caer en redondo al suelo. Hitch gateó hasta asomarse bajo la rama baja, comprobando si algún explorador estaba cerca. El pelirrojo soltó despacio el humo mirándola y se le acercó lentamente. Lo siguiente que sintió la mujer fue un inhumano tirón en el tobillo, que la arrastró hacia atrás y le sacó un grito reprimido.

—¡Deja de hacerme daño, imbécil…! —se quejó adolorida, encerrando el tobillo dañado con las manos.

—Deja de hacer estupideces.

Treinta minutos fueron los que transcurrieron en solitario hasta que la avanzadilla del Cuerpo de Exploración más rezagado apareció por el este. Floch entonces preparó el rifle y lo cargó, haciendo que Hitch desviara la atención al cañón.

—¿Qué pretendes…?

—Matar a los que se oponen a Eren Jaeger. Tú serás la que vea esto y trasladará el mensaje al interior de las murallas, mientras éstas aún sigan en pie. Espero que disfrutes del espectáculo.

Floch ajustó la culata al hombro y cerró un ojo al observar por la mira, ante la impotente mirada de su antigua compañera.

—Espera… tranquilízate.

—Jamás había estado tan tranquilo como hoy —dijo con una sonrisa de oreja a oreja, y retiró el seguro. —Ese idiota de Levi y esa estúpida de Hange vienen hacia aquí, probablemente se hayan imaginado lo cobarde que eres y den por sentado que estás bajo estas ramas. Ahí le tengo, al enano…

Cuando la rubia vio que su índice se ajustaba en el gatillo se puso en pie como si tuviera resortes en las piernas y empujó el largo del rifle hacia arriba con la poca fuerza que tuvo, que fue suficiente para desviar el tiro. Floch apretó los dientes y mirándola con asco empezaron a forcejear, ambos con las manos aferradas al instrumento. En un momento dado el pelirrojo la pateó en el muslo con brutalidad y la hizo caerse, pero ni por esas Hitch soltó el arma. Seguía tirando, hasta que de pronto notó su fuerza y de un tirón se la logró zafar. Cuando Hitch miró hacia arriba derrotada, recibió un golpe lateral con el metal del rifle que la dejó inconsciente en el acto.

—Maldita idiota… DESPIERTA. HITCH. —Por más que la pateó sin fuerza, no obtuvo ninguna reacción de su cuerpo.

—Parece que la exploradora novata te ha entretenido tres segundos. Justo lo que un explorador nunca debe hacer. —Floch notó el frío helado de una hoja amenazándole la yugular. Quien le hablaba era el capitán Levi. —Entretenerse.

El pelirrojo abrió la boca para responder, pero antes de hacerlo Levi ejecutó un golpe certero con la empuñadura que dejó aturdido al chico. Levantó la hoja para darle el remate, pero de pronto, un fuerte bombardeo impactó al lado de todos ellos, y se hizo la oscuridad.

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