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CAPÍTULO 18. El olor a oso


A primera hora de la mañana siguiente, Caitlyn se personó en el despacho gubernamental que había al oeste del nuevo edificio de reuniones. El hombre que la atendió tenía grandes influencias con familias acaudaladas de la zona y tenía en alta estima a la sheriff por sus grandes logros en una carrera recién nacida, más teniendo en cuenta la corta edad de la muchacha. Era con diferencia uno de sus mayores tesoros, porque Caitlyn además resolvía casos que habían estado mucho tiempo cerrados.

La cara de dicho dirigente se volvió pálida cuando la muchcha se desenganchó la placa de sheriff de la hombrera y dejó su sombrero sobre el escritorio.

—¿Qué está haciendo, sheriff?

—No merezco este título, señor. He venido a presentar formalmente mi dimisión. Siento no haber contribuido más tiempo a nuestra causa.

—Pero…

El hombre regordete se sintió triste y traicionado al mismo tiempo. Miró la placa y luego a Caitlyn, sintiendo cómo la mayor de sus estrellas iba perdiendo luz.

—No puedo dejar que lo haga —continuó—, es la mejor vigilante que hemos tenido y su corta carrera como sheriff ha sido implacable. Además, ¿por qué ahora…?

—Porque dejé escapar a una antigua reclusa. Pese a todo el daño que hizo a Piltover y a Zaun. A su hermana, de alguna manera, también la dejé escapar, aunque esto se escapó un poco más de mis manos. Quiero dejar la placa porque voluntariamente dejé huir a una terrorista ayer.

El hombre vinculó hechos. Suspiró largamente, como si sopesara cómo iniciar una reprimenda. Si hubiese sido cualquier otro policía, aceptaría la dimisión sin ningún preámbulo. No era un hombre que regalara oídos a nadie. Pero tenía que haber motivos de peso para que algo así sucediera. Caitlyn lo daba todo desde el principio. Su rostro, tan bello y níveo, tenía ahora un moretón enorme, amén de pequeñas heridas y rozaduras repartidas por todo el cuerpo y también por el rostro, de chispas que habían estallado con el ataque del día anterior. Al final, sólo susurró.

—Es usted umana, humana como todos. Nuestras debilidades nos hacen fuertes. Créame, se ha desempeñado como una auténtica sheriff, diga lo que diga. Si cree necesario tomarse un tiempo del cuerpo lo aceptaré. Pero no deje la placa. Tómese unas vacaciones.

—No p… no puedo…

Vio debilidad en ella, por primera vez. No la reconocía. Tristeza en sus ojos, y angustia en la voz.

—¿Le ha ocurrido algo?

Caitlyn vaciló unos instantes. Aquel hombre la había instruido desde que tuvo el primer rifle en las manos, junto a Grayson, y sabían bien sus cadetes cómo de antipático podía llegar a ser. La llegada de sus primero nietos le había enternecido, se había vuelto más tranquilo y tratable. Caitlyn no sabía de qué manera hablar sin pensar en lo vivido con Vi.

—No perteneceré a la seguridad de Piltover. No estoy tan bien cualificada para ello como creía. Eso es todo.

—Dígame una cosa, Kiramman —se levantó pesadamente de su escritorio y levantó el índice en dirección al rostro ajeno. —¿Quién demonios le ha hecho eso en la cara?

Caitlyn abrió un poco los ojos y se le perdió la mirada a un lado, buscando alguna explicación perfectamente lógica para tardar tanto. El maquillaje no había sido suficiente para tapar el hematoma que se había expandido a lo largo de la nariz. El hombre la alcanzó con suavidad del mentón y frunció el ceño, estudiando con su mirada anciana el moretón.

—Un solo puño, ¿cierto? Justo en medio de la nariz.

Caitlyn parpadeó más rápido, mirándole a los ojos, pero volvió a desviar la mirada deprisa.

—No será el joven Jayce, ¿verdad? Tiene cara de buenazo y de estúpido, pero ha sido incansable y pesado toda esta última temporada. Tengo el poder para degradarle como consejero y de exterminarlo en…

—No ha sido Jayce. Él es mi mejor amigo, y créame, esto no es la primera vez que ocurre.

—Pero Caitlyn…

—Aquella vez que tuve que guardar reposo, hace ya cinco meses… señor, alguien con la cabeza tan débil como yo no puede ocuparse de asesinos tan peligrosos. Y no lo digo con miedo. Lo digo con decepción. Hacia mí misma. No me reconozco. La mujer a la que quiero me hizo esto, y sé que no es mala persona. Pero… me hace sentir vulnerable y estúpida. Sé perfectamente que si respondiera en igualdad de condiciones…

—Usted no tiene necesidad alguna de responder en igualdad de condiciones. Coge un arma, apunta y le vuela la cabeza.

Caitlyn abrió un poco los ojos, la idea la ensombrecía, la hería también. Obviamente no era capaz de hacerle eso.

—No puedo matarla.

—Y ella tampoco podría matarla a usted. Pero si tiene tantos problemas de autocontrol, que lo solucione lejos de usted. Porque si la veo pasar a mi lado, seré yo quien la elimine.

La vigilante frunció el ceño a la par que bajaba la mirada, eso sería garrafal y el peor final posible. Sentía un nudo en la garganta, forjado por la impaciencia y un odio cuya raíz ella misma desconocía.

—Debería marcharme.

—No aceptaré su dimisión —comentó finalmente el hombre, doblando por la mitad el papel que había dejado sobre el escritorio. Se lo tendió y Caitlyn lo cogió. —Ha estado a punto de cometer un error. Ahora mismo me pondré en contacto con los de arriba para otorgarle unas merecidas vacaciones. No quiero que piense que va a ser destituida. Se contemparán otros vigilantes menos cualificados que usted para sustituirla en su ausencia, pero mientras tanto, póngase fuerte y no deje de entrenar. Usted es igual o más fuerte que toda la comisaría. Eso no lo olvide nunca, policía.

Caitlyn sonrió un poco, y se quedó mirando el papel. ¿Había sido su parte débil la que había escrito palabra por palabra? ¿Realmente quería dimitir? Era el papel que jugaba en el mundo. Siempre, desde bien joven, desde aquella conversación con Grayson, supo que estaba nacida para el bien. Sentía rechazo hacia las injusticias. Siempre se lo había replanteado todo, incluyendo su propio entorno, teniéndolo todo y creciendo bajo la educación sofisticada. Si estaba donde estaba era porque se lo merecía.

Pero, ¿por qué con Vi permitía aquello? No era justo.

Tenía que haber algún cambio… pero no le precisaba a ella hacerlo.

Caitlyn no sentía que debiera nada a nadie, ni siquiera a Piltover, pues acababa de defraudar su jura de bandera ahí mismo, con esa última acción de dejar huir a una loca que quería explotar bombas cerca de civiles. No era el pensamiento de una rebelde, sino de una mujer dolida que no podía más. Al final, la debilidad había tenido un origen amoroso. Era patético, ridículo. Pero sentía demasiada pesada la carga sobre sus hombros, la seguridad de Piltover y de Zaun era una losa que traía muchas más losas encadenadas detrás, y no podía tirar ella sola del peso. Demasiados problemas para una sola espalda. Demasiados intereses en juego. Una mujer justa se quedaba corta ante tanta telaraña de ineptos y de vandalismo.

En otra parte… (Zaun)

—Cómo la odio.

—Hace lo que cree mejor, como nosotros —manifestó Vi, pasándose un paño por las heridas y cambiando a una mueca de dolor.

—Te disparó y más de una vez. No sé cómo puedes seguir defendiéndola. Y no deberías haber dejado pasar casi toda la noche con ese torniquete mal hecho.

Vi apretó los puños, pero entonces, los levantó y se miró los nudillos.

—Yo tampoco sé cómo no me ha disparado antes. Me lo merezco.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Sevika, mientras miraba cómo el curandero se encargaba de limpiarle las heridas.

—Porque le he pegado en la cara, SEVIKA. EN LA CARA. ¿¡Desde cuándo soy así!? ¡Ni siquiera es la primera vez! ¿Sabes qué? ¡Ni siquiera creo que haya sido por eso! Me ha disparado porque me ha visto con detonaciones en la mano. Quería evitar eso. Si disparaba a las bombas, obviamente estallarían.

Sevika se humedeció despacio los labios. Caitlyn le caía tan mal… que ni siquiera sabía a qué recurrir para hacer sentir mejor a Vi y que creyera que aún estaban en el mismo bando, había que ir con cuidado, porque de lo contrario habría problemas con su lealtad.

—He roto muchas promesas. Tenía que proteger a mi hermana y no lo hice, y eso ha marcado su vida y la mía para los restos. Pero también ha cambiado a nuestras ciudades. He creado un monstruo. ¿Me convertiré yo en otro si salgo huyendo, y no acarreo con las consecuencias?

«Total, ya lo hice una vez», se autocontestó la pelirrosa. Estaba sentada de hombros caídos frente a los guanteletes de hierro fundido que pertenecieron a Vander. Alzó la mirada al ocaso y sus ojos se perdieron en el cielo naranja, permaneciendo muda por largos minutos. Había desgastado el cerebro de tanto estrujarlo. Pensando en su situación, la cual no parecía tener solución alguna. Powder no sentía ningún apego emocional a ella que no estuviera enlazado a su obsesión y a su enfermedad. A razón de ello, las hermanas discutieron y volvieron a perder el contacto. Se imaginó cómo la pequeña Powder subía a un tren rumbo al norte, o a algún páramo donde empezar su carrera como terrorista profesional, uh, genial. Si la volvía a ver, sería en algún campo de batalla, y sería las veces que hiciera falta para proteger su integridad y la de sus compañeros en caso de haber frente abierto. Su hermandad había quedado completamente dañada y destruida en cuanto Jinx lanzó el proyectil hacia el Consejo, habían intentado coser esa herida, pero la realidad de la catástrofe y sus consecuencias las perseguía y se había alimentado de todo lo poco bueno que ambas aún conservaban. Esas consecuencias se habían alimentado del amor que Caitlyn profesaba por Vi, y había dejado sólo un mar de lágrimas entre las dos. Vi había golpeado a Caitlyn por segunda vez, rompiendo su última gran promesa, y esa agresión no sólo había significado el fin de su relación de novias, sino que también había puesto de manifiesto que la relación filial con Powder estaba también rota. Ya no eran las mismas. Seguir intentándolo con la vigilante la haría creer que todavía había posibilidad de salvar algo en su humanidad, y Vi la creía ya perdida.

—Al final me he convertido yo en el peor enemigo de las dos personas que más he querido. ¿Cómo se lidia con eso?

Preguntó a los guanteletes, que estaban con los puños en dirección a ella misma. Sevika no la ayudó, porque no le convenía.Ni siquiera contestó. Vi podía llegar a imaginarse la respuesta de Vander, pero por algún motivo, sintió que la posición defensiva de los guantes confirmaban que él también estaría cabreado con ella.

—Yo no tengo dinero para asistir a un psicólogo, como haría Caitlyn. Es tan gentil, que incluso estuvo dispuesta a pagárselo a mi hermana.

«But you changed too…»

—Pero he cambiado también —murmuró, asintiendo con una sátira sonrisa. —Sí, eso decía Pow-pow… antes de dejar de serlo. Me dijo que tenía que eliminar a Caitlyn de un maldito tiro en su sien… si quería recuperarla. Intento pensar que una parte de ella sabía en ese momento… que yo no podía hacer algo así. ¿Qué crees tú?

Los puños no respondieron. Y Sevika ya no estaba a su lado, en algún punto de su monólogo se habría aburrido y la había dejado sola. En su lugar miró sus propios puños, abriendo y cerrando los dedos de sus manos vendadas. Al hacerlo muy fuerte la herida del raspón de bala en su hombro se resintió, haciéndola poner una mueca. Dejó las manos caídas.

—Ojalá estuvieras aquí, Vander. Porque… si estuvieras aquí… por lo menos… yo no me sentiría tan sola. —Las lágrimas empezaron a descender de sus ojos, no las contuvo, estaba sola. Recordó a Caitlyn acariciándole la cara. Era tan buena…

Esa misma noche, pudo obtener alojamiento gracias a Ekko, a quien decidió no contar ni una palabra de la última incursión en la que había participado con Sevika y sus secuaces. Le perjuró que le devolvería el dinero de todas las noches que la estaba hospedando gratis, pero él insistía en que no le pagaría un penique. Le dio la habitación de la terraza, la única separada del bloque, porque sabía que a pesar de ser humilde, querría descansar de todo el jolgorio que el resto de huéspedes a veces llevaban a cabo hasta altas horas de la madrugada. Muchos de los secuaces ahora estaban en prisión, esos días de persecución constante eran muchísimos menos, y podían respirar un aire más limpio. Dentro de lo que cabe, la actuación de Caitlyn había sido implacable, y en Zaun se hablaba bien de los vigilantes. Vi intentaba hacer oídos sordos cada vez que escuchaba su nombre; agradeció estar separada del resto de habitaciones esa noche. Estaba tan derrotada, que cayó dormida rápido.

«Ese miedo en tus ojos…

…ya lo he visto antes…»

Vi despertó agitada, y sintió un olor peculiar en la habitación

Vi despertó agitada, y sintió un olor peculiar en la habitación. Era como si un oso, un lobo, o cualquier mamífero hediondo hubiera estado paseando por las proximidades de la cama. Encendió una vela, pero no vio a nadie. La puerta continuaba cerrada y la ventana con la rendija entreabierta, igual de abierta que cuando se fue a dormir. Al final logró convencerse de que había tenido algún mal sueño y se echó a dormir.

Los entrenamientos de tablas con los Firelights se detuvieron en seco en cuanto todo Zaun oyó lo que había ocurrido con Piltover. El plan de Sevika tuvo éxito a medias, pero no sería suficiente para engañar a las personas que tuvieran dos dedos de frente: había un rumor que sostenía que eran los propios zaunitas los que se habían disfrazado para alterar el orden público, crear vandalismo y asesinar a sangre fría, con tal de echar la culpa al ala superior. El mulato sabía que Caitlyn jamás sería capaz de encabezar una guerra, y menos de esa magnitud. Jamás haría daño al débil, además, estratégicamente era una idiotez. La mente retorcida tras ese plan era Sevika.

Pero lo que Ekko no supo hasta que Sevika, sus secuaces y Vi se personaron en su motel, era que Vi era consumidora de shimmer y que secundaba la causa de los rebeldes. Eso explicaba muchas cosas. Se enteró por un soplo de sus camaradas, al ver a Vi discutiendo con la morena mientras ambas se aplicaban su dosis personal.

Taller de reparación de los Firelights

—Vi está interesada en tener la ayuda vuestra para el próximo golpe. Lo pensaremos mejor. Hay que ir con cuidado, porque se han avistdo vigilantes cerca de algunas de nuestras guaridas. No queremos hacer mucho ruido ahora, o descubrirán los almacenes de Silco que quedan sin registrar.

—Y eso no os convendría nada, imagino —dijo Ekko sin mirar a ninguna de las dos. Vi parecía más relajada que otras veces, sus ojos estaban de un azul neutro. Probablemente llevara unas horas sin meterse ese veneno entre pecho y espalda. —¿Y tú qué opinas, Vi? ¿Estás de acuerdo con todo lo que dice tu nueva amiguita?

—No somos amigas. —Dijo rápido la pelirrosa, echando una mirada rápida a la morena. —Pero tenemos un mismo propósito. El renacimiento de Zaun.

Ekko y algunos de los Firelights que les rodeaban abrieron los ojos y se miraron entre sí. Ekko casi tuvo un microinfarto al oír aquello. Tiró el martillo con el que trabajaba al suelo y acortó distancias con ella, alarmado.

—¿Qué acabas de decir?

—Lo que has oído.

—Dios mío —rio el chico, irónicamente. Apenas podía creerse lo que estaba presenciando. —¿Pero tú eres consciente de que hace no muchos meses fuimos con Caitlyn al Consejo para detener esa misma horda que ahora encabezas? ¿Qué coño haces aliándote con los esbirros de Silco?

—Un respeto, niño —inquirió Sevika, adelantándose unos pasos. Vi levantó la mano para que no se acercara más, y Sevika bedeció.

—No quiero replantearlo del mismo modo que él.

—¡Él por lo menos iba de frente! ¿¡Vas a negarme que fuisteis vosotros los que matasteis a toda esa gente con bombas!? ¡¡Ahora ya lo veo claro!! ¿Es esa mierda que te metes la que te hace actuar así?

—No… no estoy orgullosa. Pero Ekko, escúchame, esto puede ser la diferencia entre el ant…

—No quiero oír nada más. No colaboraremos.

Se agachó a por el martillo negando con la cabeza, aún bastante impresionado con la actitud y el rumbo de decisiones que estaba siguiendo su amiga de la infancia. —Realmente estoy decepcionado. Ahora sólo tengo que saber por qué Caitlyn no te ha arrestado todavía.

—Está recuperándose, se dio bien fuerte con una puerta —dijo entre risitas Sevika, a lo que un par de secuaces correspondieron con la broma. Vi la miró por el rabillo del ojo y volvió a sentir ira. Cada vez era más fácil sentir ira… eso era cierto.

—Dime Vi, ¿me tienes algún tipo de respeto?

—Todo el del mundo. ¿Acaso lo dudabas?

Ekko dejó de martillear como estaba haciendo, y en su lugar, martilleó tres veces seguidas en una parte distinta de la tabla, provocando un sonido mucho más agudo, como el de una campana que anuncia un nuevo round. Dejó el instrumento apartado. De pronto, una puerta se abrió lateralmente. De ella empezaron a caminar un amplio grupo de vigilantes.

—¿Qué coño es esto, Ekko? —Sevika dejó de reírse.

Ekko sonrió de lado ante la pregunta y no la respondió. Se hizo a un lado al igual que todos los Firelights. Los vigilantes rodearon a los secuaces. Por desgracia no estaban todos, pero sí los más influyentes a los que no pudieron dar caza en el atentado de la última entrega de subvenciones.

—Todos contra la pared.

Vi se sintió traicionada, pero lo primero que hizo fue mirar a todas direcciones esperando encontrar a Caitlyn. No estaba. Se puso contra la pared, pero se sorprendió de ver que nadie le cacheaba ni le ponía esposas, ni le leía sus derechos. Frunció el ceño al escuchar la retahíla de coordenadas que un policía estaba soltando por la boca a Sevika: al parecer, habían dado aquel tiempo con casi todas las guaridas que les quedaba por descubrir en Zaun. Había otras de producción de shimmer, más pequeñas, y Vi se dio cuenta de que esas no las había encontrado.

Cuando uno por uno fueron yéndose arrestados en los patrulla, Ekko se aproximó a Vi, que aún seguía contra la pared, y le susurró.

—Sé que no es culpa tuya… no del todo. No voy a dejar que tu mente se vaya a la mierda como ha ocurrido con la de tu hermana. He llegado a un trato con el alto mando de los vigilantes. Te quedarás aquí conmigo. Y toda esa mierda del shimmer se acabó.

Vi se mostró reacia y antipática.

—Que te jodan. No tengo ni idea de lo que crees que haces, pero si la escuchas…

—Basta, Vi. ¿Pero es que no te ves? ¿No te oyes? Das asco. ¿Qué es lo que te ha pasado?

Vi frunció el ceño con más pena que gloria en esta ocasión. Se sentía manipulada. Por ambos bandos. No quería saber nada de nadie. Bien visto, sólo le interesaba pudrirse en la cárcel, que era precisamente del lugar del que la habían librado.

—Dile a esos perros que me pongan las esposas. No quiero saber nada de nadie. He hecho lo que he podido, nada es correcto.

—Haz el favor de cerrar la boca. Vas a trabajar en el taller y en el motel que regento. Se te van a dar de sí las manos de todo lo que vas a ayudarme a limpiar, tanto el edificio como las calles. Se acabó vivir en la mierda. Y espero que no te dé duro el síndrome de abstinencia, porque te comerás mi tabla.

—¿Qué te crees que tengo, Ekko, 15 añitos? 

—¡Shh! —le puso una mano en su hombro y Vi sintió una especie de escalofrío. Se giró y le miró fijamente. —¿Y tú qué creías, que yo iba a dejar que te echaras a perder? Por favor… todos estamos hartos de sufrir. Vamos a hacer las cosas bien. Sólo espero que… —bajó el tono de su voz— sólo espero que tus ansias por ser más fuerte para ayudar no regresen, porque volverás a buscar amparo en el shimmer y es lo que todos queremos erradicar. Hace daño, transforma a la gente. Es un transformador de voluntades. Te hace tener ira y actuar desmedidamente. Aún te tengo fe, Vi, porque sé que fue el shimmer el que te hizo hacer todas esas barbaridades. Y no dejaré que vuelvas a la cárcel si puedo evitarlo.

Flashback

Vi se dejó caer agotada sobre Caitlyn, completamente empapada en sudor y con la respiración agitada. Los brazos le temblaban del esfuerzo. Bajo ella, la vigilante también respiraba cansada, pero ni de lejos con la misma asiduidad que su pareja.

—¿Bien

—¿Bien…? —preguntó Caitlyn con burla, pasando una mano por el pelo alborotado de su novia. Vi balbuceó largamente, restregando la boca por el vientre ajeno, mezclando besos y lamidas. La de pelo azul sintió un fugaz cosquilleo y empezó a reír, moviéndose un poco. 

—Creo que nunca había sudado tanto. Parece que acabo de salir de una ducha —se reía la pelirrosa, haciendo otro esfuerzo más con los brazos, que mantenía apoyados a cada lado del cuerpo de Caitlyn. Elevó unos centímetros la cabeza y suspiró largamente, acercándose al rostro de la morena.

—Te has cansado… así es como acabo yo cada vez que procuro hacerte llegar. Eres difícil… —murmuró con una sonrisa traviesa, que contagió a la luchadora al instante. Vi se abalanzó sobre ella y empezó a besarla apasionadamente, cerrando los ojos. Disfrutaba enormemente degustándola, ya lo había hecho con todas las partes de su cuerpo y lo seguiría haciendo de no estar desfallecida en ese momento. A veces se cuestionaba si no estaría aprovechándose de su generosidad. Paró el beso bruscamente y se separó, haciendo que Caitlyn se le acercara de forma involuntaria, abriendo los ojos. La miró confusa al verla separarse tan deprisa.

—Qué pasa, me has dejado colgada… —rio levemente. Vi sonrió.

—A veces me pregunto si me estoy aprovechando de lo buena que eres… nunca me has dicho que no.

Caitlyn estalló en carcajadas, dejando a Vi algo sorprendida y con las cejas arqueadas. Le dio un toquecito en el hombro.

—¿De qué te ríes, policía?

—Por favor, cómo no voy a reírme —se puso la mano en la boca, mirándola con dulzura, pero también con cierta picardía. —Tengo las mismas ganas de hacerlo contigo que tú, sólo que te me sueles adelantar.

—Bueno, es verdad… pero a veces me das tú unas sorpresas que…

—¿Sorpresas? Tú ni preguntas, directamente empiezas a quitarme la ropa.

—Intento imitarte, eso es todo…

—¿Cómo que imitarme?

Vi sonrió. Se relamió los labios y hizo un esfuerzo para colocarse sentada su lado en la cama, apoyándose como ella en el cabecero.

—A mí no me sale igual que a ti… tan seductor… pero dios, cupcake, cuando te pones modo sensual…

—¿Ahá…? —sonrió de lado, siguiéndola con la mirada. Vi se pegó a  uno de los hombros de la peliazul y lo besó suavemente, haciendo pequeños chasquidos labiales al separar los labios de la piel, todo ello sin dejar de mirarla fijamente, intentando cautivarla. Caitlyn la seguía con la misma sonrisa, se le hacía cómico que aquel comportamiento era por «tratar de imitarla».

—¿Con esa cara de idiota me veo?

Vi despegó los labios de su hombro y abrió los ojos.

—¡Serás…! —la agarró rápido del cuerpo, saliendo de la cama y arrastrándola a tirones de allí, mientras Caitlyn se partía de risa intentando evitarlo. —Así que cara de idiota, ¿eh? Con que esas tenemos…

Caitlyn se resistió a ser levantada, aunque al final, con la guerra tonta que tenían entre forcejeos y tirones, Vi le apartó hacia un lado los brazos y la cargó en un hombro como si fuera un saco de papas, desnuda como estaba. Caminó -ella por supuesto también desnuda- hacia el pasillo.

—¿Pero adónde vas, idiota…? —preguntó Cait, ya enrojecida del ataque de risa.

—A tirarte al charco de barro que hay fuera, no has visto cómo llovía… te vas a enterar, ¡de mi cara no se ríe nadie!

—¿Te volviste loca? ¡¡Déjame en el suelo ahora mismo!!

—Sh…. Cupcake, no patalees tanto… —en mitad de sus convulsiones por salir de su agarre, le azotó con fuerza una de sus nalgas, haciéndola dar un gemido breve.

—Cómo te pasas, Vi…

—Es que te portas muy mal… ¿quieres otra?

—¡No! —gritó, levantó la cabeza para verla de reojo, pero era incómodo hacerlo estando colgada en su hombro. Empezaron a reír, y más aún cuando Vi observó que la vigilante se sobaba la nalga que tenía roja de su azote.

—Ups, me pasé… es que no sólo tengo cara de idiota, también lo soy un poco…

Caitlyn rio negando con la cabeza. Vi dio media vuelta y regresó a la habitación de ambas. Dejó a Cait con cuidado en el suelo y se giró para el baño interino, accionando el grifo de agua caliente para darse una merecida ducha.

—Cupcake, ¿quieres ven…?

La pregunta se le cortó cuando una mano le tapó la boca desde atrás, bien apretada, sintió que una silueta mayor que la suya se le arrimaba por la espalda. Caitlyn le dio un empujoncito breve pero rápido, que obligó a la de pelo rosa a colocar las manos velozmente contra la pared. Reconocería el aroma de su novia a kilómetros, Caitlyn estaba jugando a un cambio de roles. Se puso cachonda inmediatamente.

—También puedo ser igual que tú. —Le murmuró al oído, mordiéndose el labio tras su frase, y no le quitó la mano de la boca. Violet la miró con fijeza desde su posición, más sumisa. De pronto sintió un empujón que porvenía del vientre de Cait, que se le pegó fuerte a la espalda. Comenzó a tocarla con la mano libre en su cavidad, al principio con suavidad, pero pudo discernir entre toda el agua que caía de la propia ducha, que aquello jugoso que había entre sus piernas no era agua precisamente. Sentía la viscosidad. Vi dio un gemido ahogado a los pocos segundos, al notarla penetrarla desde atrás con una autoridad impropia de Caitlyn, reconoció la textura y el grosor del dildo que solían usar en el strapon. Cait pegó bien su cuerpo al ajeno y comenzó a embestirla, le quitó la mano de la cara y acopló las dos a sus caderas, las cuales atrajo hacia sí con la misma velocidad y contundencia. Vi dejó abiertos los labios, gimiendo cada vez que los empujones hacían que el dildo se ahondara en ella. Cada vez más rápido, cada vez con más fuerza. Le ponía mucho sentir a Caitlyn en ese plan. De pronto sintió que iba a correrse, y cuando ya estaba a punto…

Fin de flashback

Vi despertó bruscamente en la cama, respirando salvajemente. Se incorporó deprisa, como si tuviera muelles en las posaderas, a recapacitar sobre lo que acababa de ocurrir.

—Lo que me faltaba, un recordatorio de la falta que me hace.

En el silencio y oscuridad de su habiticón del motel, podía oír también los ronquidos de Ekko. Se preguntó la cantidad de veces que aquel piojoso las habría oído follando, ahora que se daba cuenta de que pared con pared no habí apenas distancia y todo podía oírse.

Se dejó caer bocarriba en la cama de golpe, con la cara tapada, respirando muy hondo.

Maldita sea, pensó. Qué duro es esto. No me basta con echarla de menos a todas horas, ahora mantengo los sueños húmedos. Joder, cupcake, si estuvieras aquí… qué ganas de repetir ese asalto en la bañera.

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