CAPÍTULO 19. Demasiadas heridas en las que ahondar
Biblioteca
La apretada agenda que tenía no le había permitido avanzar en la lectura tan rápido como le hubiera gustado, pero por fin, después de casi dos meses, había conseguido llegar hasta la parte donde Historia se quedó en el libro del Oeste. Recordaba ese libro en las enormes y largas manos de su padre, lo había releído tantas veces… y por fin sabía a qué venía tanta obsesión con él. La gloria wéstern tenía algo especial. Para alguien como su viejo, que no había sitio al que asistiera sin sus pistolas, le venía el estilo que ni pintado. Parecía mentira, pero aquellos pequeños ratos en solitario con el libro y su copa de vino lograban dispersar gran parte de sus pensamientos oscuros y le daba sueño, algo que siempre era de agradecer. Se sentía más tranquila consigo misma. Desde que Historia se fue y la mansión había quedado tan vacía, tampoco había realizado ni asistido a ninguna otra fiesta celebrada por sus amigos alfas. Empezaba a sentirse desconectada de ellos. En otra onda. De pronto, la puerta se abrió con mucha cautela y la morena volteó medio rostro, mirando quién venía.
—Hey, Ymir… —era Petra. Ymir sintió que parte de su paz se interrumpía cuando la sintió acercarse. Siguió leyendo en silencio, tratando de enfrascarse en la historia. Cuando se le aproximó y vio que leía un libro arqueó una ceja, sonriendo animada. —¿Y eso? ¿Qué lees?
Ymir siguió con la mirada en el libro y le enseñó la portada.
—De Oakley Hall. Es de vaqueros. A mi padre le gustaba el Medio Oeste.
—Oh. Nunca te veo leer.
—No lo hago. Hacía mucho que no, por lo menos —respondió, volviendo su atención a la página que había dejado a medias. Pero antes de retomar el hilo la mano de Petra tapó la página y cerró despacio el libro, haciendo que la pecosa levantara los ojos confundidos hacia ella. La chica se inclinó y rozó sus labios despacio, hasta empezar a besarla. Sintió que Ymir se le despegaba hacia atrás intentando decir algo, pero corrió a arrodillarse sobre el suelo, abriéndole las piernas para colocar su cuerpo en medio. Sus labios seguían buscándola. Por la insistencia, Ymir acabó correspondiendo al beso, un poco aturullada por la terquedad de la pelirroja, pero cuando sintió que le abría la bragueta y le buscaba el miembro balbuceó alejándose de su cara. Le apartó las manos de allí.
—Qué haces… —dijo Petra con una sonrisa sumisa, y muy sensual. Notaba a Ymir muy rara, pero no quería ni darle importancia antes que encajar un rechazo.
—Ahora no me apetece —le contestó, abriendo los ojos para encontrarse con los de ella. Dejó el libro con el marcapáginas puesto en la mesa auxiliar.
—Siempre te apetece. Déjame un rato y ya verás. —Le lamió los labios y bajó rápido la cabeza, tomando su miembro con la mano de nuevo y metiéndoselo en la boca. Nada más empezar a chupar su polla sintió un gemido inesperado de Ymir, que se removió. La morena suspiró del maldito placer que aquello daba, se le puso dura enseguida. La boca de Petra ascendía y bajaba tan rápido que no la dejaba pensar. Pensó en dejarse llevar, pero luego…
—Para… déjalo —la sujetó del hombro, pero la pelirroja lo removió incómoda y algo enfadada, sustituyendo la felación por una intensa masturbación con la mano.
—No me quites, Ymir… relájate, ¿vale? Yo sé cuánto te gusta…
Cuando volvió a usar la boca, la morena la miró fijamente, con un sentimiento muy difícil de comprender. ¿Por qué se sentía tan mal? ¿Qué había cambiado tanto? Todas las veces que había tenido sexo con Petra acababa sintiéndose mucho peor al acabar. El placer esporádico, de la noche a la mañana, había dejado de ser algo positivo.
—Petra, déjalo. No me apetece contigo. Por muy bien que lo hagas. —La apartó con cuidado de su miembro y nada más la chica levantó la cabeza mirándola se lo guardó en los pantalones, subiéndose la cremallera. Petra la miró aún arrodillada en el suelo, con la mirada más iracunda.
—¿Por… por qué…?
Ymir la miró unos instantes, pero se limitó a estirarse a por el libro y volver las manos al pantalón, terminando de abrocharse los botones que escondían la cremallera.
—Nunca me has rechazado —le espetó. —¡Jamás!
Ymir no pareció tener intenciones de responderle, así que la pelirroja se puso en pie con el ceño fruncido.
—¿Es que ya no te gusto? ¿Nadie, ni Pieck, ni todas a las que has echado? ¿No te gustamos ninguna, sólo esa idiota enana? ¡¡Eres una hija de puta egoísta!!
Se le acercó vertiginosamente soltando el libro por el camino, enfrentándola en respuesta, pero paró en seco todo lo que iba a hacer. Petra la miraba con enfado, sí, pero también con miedo. Esa mirada de terror ocurría siempre que se acercaba a alguien. Ymir se apartó un paso y pensó un poco antes de actuar. Y antes de hablar.
—El problema no es ese, Petra —se mordió el labio y miró a otro punto de la habitación, pensativa. Bajó a por el libro y lo depositó en la mesa de nuevo. Sólo tenía que aguantar un poco y no desatar tan pronto su furia interior. —Me he dado cuenta de que no me interesa ningún afecto que no sea el de… bueno. Sólo quiero estar con Historia.
—¡¡Si ni siquiera está aquí!! ¡No es una maldita beta, olvídate de ella!
Chilló Petra, que se le vino el mundo a los pies con esa declaración. Tenía una muy fuerte conexión con ella, si la dejaba… si la abandonaba… no tenía razones de ser. Enseguida se le abalanzó encima a Ymir, sollozando, y la otra la sujetó de los brazos, chistándole despacio para que dejara de entristecerse. Petra gritaba como una loca.
—¡¡¿Cómo puedes ser tan desagradecida?!! ¡¡Te he dejado hacerme de todo, TODO LO QUE HAS QUERIDO!! ¡TODO, YMIR! ¿Cómo puedes…?
—Lo siento —respondió aguantándole los brazos, mirándola con pena. — Yo no me daba cuenta del daño que te hacía, ni a ti ni a las otras. Escucha…
—¡¡Te odio, Ymir!! ¡TE ODIO! —le gritó como una posesa, intentando lanzársele encima. Era una estupidez siquiera intentarlo, Ymir tenía mucha más fuerza que ella. Al final se dio por vencida y se largó de la biblioteca llorando, dejándola algo trastornada por los gritos y el forcejeo, y la revelación que ella misma acababa de hacer sin pretenderlo. Ymir no se creía las palabras que habían salido de su boca. Pero que la colgaran de una cruz si no había sido sincera, como siempre. El libro se había caído de la mesa con tanto empujón, así que suspirando, se agachó a por él otra vez más y lo cargó bajo el brazo mientras salía de la biblioteca. Después de un encuentro tan fortuito con su beta, en el que por primera vez Petra le gritaba y no salía escaldada de un bofetón, le vibró el teléfono.
Los ojos se le abrieron más al ver que era un mensaje de Historia.
«Mi padre ha muerto en el postoperatorio. Sé que te pido demasiado, pero mi madre insiste en un funeral con misa y féretro abierto, lo que exige gastos adicionales… que aún no puedo pagar. Te lo devolveré.»
Ymir sintió una punzada en el pecho y se quedó mirando la pantalla, dolida. Se mordió despacio el labio y le dio a «Responder», pero en cuanto la caja de diálogo se desplegó, no sabía qué palabras de apoyo decir. Nunca había apoyado a nadie. Tampoco nadie tuvo grandes palabras de apoyo cuando ella lo necesitó, así que no tenía práctica. La gente normal se abrazaba y lloraba junta en los funerales, pero ese era el último lugar al que Ymir iría, no los soportaba. Así que al final, en lugar de responderle nada, simplemente cambió de aplicación y le hizo una transferencia bancaria inmediata de 7.000 dólares.
Lentamente se dejó caer en la alfombra, agachando la cabeza con el móvil prácticamente colgando en la mano.
Flashback
—Qué hijo de puta. Es tan precoz que le va a dar tiempo a correrse en todas.
Dijo Ymir con una sonrisa malévola, grabando todo aquel espectáculo. Nuevamente la mansión de la gran alfa se había transformado en una orgía donde ocho alfas habían asistido. Habían juntado tres mesas largas donde ocho betas permanecían con los codos apoyados y las nalgas expuestas, cinco mujeres y tres hombres. Esos ocho betas estaban enfrentados entre sí, de tal modo que cuatro tenían el culo en dirección a un alfa y los otros cuatro, frente a ellos, eran follados por otros cuatro alfas. El juego era sencillo. Echaban a suertes quiénes eran los dos primeros en comenzar y debían acabar en los cuatro betas, con la única condición de que ningún alfa debía terminar adentro a menos que el beta fuera el suyo. Quien acabara antes ganaba, aunque había premio extra si lograban hacer que los betas también llegaran al orgasmo. Cosa difícil dadas las condiciones, no era una posición de sumisión que agradara a todos por igual.
Hange Zoe era una alfa con una fama similar a la de Ymir, muy autoritaria. Frente a ella le habían tocado Levi, Wagner, Sandra y Hanna. Había empezado muy bien, pero cuando le tocó la primera mujer empezó a durar demasiado y a perder concentración. Eren sin embargo era un mecha corta, y como todas las que le tocaron fueron mujeres, lo tuvo fácil, él sólo adoraba a las mujeres. Mikasa fue la última que le tocó, y empezó a follarla duramente, haciendo que Mikasa se apretara con fuerza a la mesa, sosteniéndose. Ymir sonrió al ver que el rostro de Mikasa empezó a colorearse excitada, y al final los quejidos se transformaron en jadeos de placer. Eren se chocó con más fuerza y miró excitado el rostro de aquella beta tan bella de pelo corto, iba a correrse pronto. Mikasa abrió la boca gimiendo muy tensa, y de pronto el pene del alfa salió más mojado. Eren salió rápido de ella y empezó a correrse en su espalda, gritando como un mono. Era la cuarta vez que acababa y salió poca cantidad, pero se quedó mirando a Mikasa, los ojos oscuros que tenía le gustaban mucho.
—Muy dócil —dijo Eren, acariciando una de las nalgas enrojecidas de la chica. —Me gustó. Bueno, he ganado, ¿no?
—Seh —Ymir soltó una carcajada y acercó el zoom del vídeo a la cara frustrada de Hange, quien salió enfadada de Sandra y le dio tal azote en el culo que a la chica se le salieron unas lágrimas, encogida en la mesa.
—No te sulfures, Hange… anda, Armin, ve a darle un poco de amor a Hange. Seguro que tu culo la anima —dijo Reiner, empujando al chico mientras reía.
—No —negó Hange, enfadada. Se dejó caer con el pene a medio caer en el primer sofá que encontró. —Ya se me está bajando hasta la erección.
—Oye, ¿y dónde está Historia? A esa nunca la bajas a nuestros juegos —preguntó Erwin, que de momento sólo se dedicaba a probar los canapés y era el único que llevaba una prenda interior. Eren se dejó caer agotado en la alfombra, respirando entrecortado.
—Creo que está dormida. No trasnocha, a menos que yo la haga trasnochar —musitó la pecosa.
—Seguro que no le importará. ¿Por qué no la traes? —preguntó el rubio mayor, masticando un trozo de su bocata. Ymir miró hacia sus amigos y a las betas que había bajado. Petra estaba tomándose un descanso después de haber sido enganchada por los tres alfas en la anterior ronda, estaba agotada. La morena tiró el móvil al sofá y se encogió de hombros, andando tranquilamente por el salón. Levantó a Petra del brazo de un tirón, que dio un quejido, y de pronto la giró y la puso sobre la mesa donde antes habían estado los demás.
—Yo al menos tengo ganas de verla en acción. Con la estatura que le sacas, seguro que haces lo que te da la gana con ella. —Dijo Eren, observando fijamente cómo le separaba las piernas a Petra y se la metía enseguida, golpeándose salvajemente contra ella. Petra reaccionó enseguida y empezó a jadear, estaba tan cansada que le costaba hasta mantener las piernas en pie, pero el hecho de que Ymir la estuviese follando después de una semana la animó. Erwin sintió que la polla le apretaba en los calzones al ver cómo la pecosa la empalaba con una fuerza animal, chocándose tan bruscamente contra ella que de no ser por la mesa, Petra habría caído ya varias veces al suelo. Ymir se escupió en la mano y la empezó a penetrar por el ano con dos dedos, haciéndola gritar de dolor y placer al mismo tiempo.
—Mira eso —dijo Hange acercándose a Erwin, señalando con el mentón el rostro de Petra. Se la veía muy excitada, pese a lo bruta que estaba siendo su dueña. —¡¡Eh!! ¡Y mira quién se ha levantado! —todos dejaron de mirarlas para centrar la vista en lo alto de las escaleras. Historia había bajado dos plantas al oír los ruidos y la música, y se frotaba uno de sus ojos con cansancio. Cuando asimiló lo que estaba viendo se asustó, dando rápido un paso atrás. Ymir la miraba fijamente, pero seguía chocándose duramente contra el cuerpo de Petra, y al final, sin dejar de observarla, tomó su miembro y lo cambió de orificio, haciendo que Petra chillara más fuerte al recibirla analmente. Con la misma inquina que un caballo; Petra perdió la excitación del rostro para cambiar a una expresión de sumisión forzosa, se notaba que le dolía, pero no salió de ella ni un gemido identificable con el dolor.
—Baja, Historia. Estábamos hablando de ti. —Invitó Eren amablemente, con la cara de pervertido que siempre tenía. Historia negó rápido y subió los peldaños, dirigiéndose en huida al piso de arriba, pero el chico se adelantó velozmente y la agarró de la muñeca, tirando de ella hacia abajo. Ymir apretó los labios concentrada y se quedó quieta sin moverse al terminarle a Petra en el culo, y antes de siquiera acabar de expulsarlo todo, la apartó de la mesa y la lanzó hacia un lado con violencia. Historia miraba a Eren negando con la cabeza y tiró hacia el otro lado. —¿Pero qué hace…? —Al no entender que la beta se le resistiese la atrajo hacia él bruscamente de las caderas, pegando sus pequeñas nalgas a su entrepierna. Cuando le levantó el camisón oyó una voz desde la otra punta del salón.
—Eren.
—Perdón, perdón… había que intentarlo —sonrió depravado, la voz contundente de Ymir asustaría a un muerto. Le bajó el camisón de nuevo. Historia subió las escaleras rápidamente, pero de repente notó que esa misma voz que le había llamado la atención a Eren, ahora…
—Historia, baja.
La rubia cerró los ojos maldiciéndose. No quería ser el agujero de todos esos. Le daban miedo. Eren podía acabar rápido, Reiner quizá ni quería hacerlo porque era una buena persona, pero Hange y Erwin… y el resto que ni los conocía… suspiró quieta, sin moverse.
—No me encuentro muy bie-…
—Te he dicho que bajes. —Notó la voz de Ymir más cerca y tragó saliva, callándose. Los alfas observaron cómo la pequeña chica rubia asomaba sólo media cara a través de la pared, mirándolos con desconfianza.
—Qué ricura, tiene vergüenza… —murmuró Hange divertida, le pareció una mirada muy tierna. Erwin se puso en pie y miró serio a la pequeña.
—Aún no la has tomado en público, ¿no? —apuntó Erwin, mirando a la rubia fija y seriamente.
—No, aún no. —Respondió Ymir.
—Se nota. —Dijo Hange. —Es muy guapa. ¿Verdad, Erwin? Los de ojos azules y rubitos, son muy atractivos.
—Prefiero a las morenas altas de ojos marrones. Con gafas.
Hange se ruborizó y dejó de hablar con él. Erwin hacía difícil las cosas a veces. Pero de repente toda la atención se centró en una de las betas, Petra, quien se levantó muy enfadada y subió las escaleras totalmente iracunda. Cuando se cruzó con Historia la empujó con el hombro y la rubia la miró con preocupación. Ymir se subía los pantalones rápido, y de pronto ascendió la mirada al oír la inquisitiva de Historia.
—Espera, Petra, ¿qué te…?
—Vete a la mierda, enana —le gritó volviéndose a ella, y le dio tal empujón que Historia tropezó con las escaleras y bajó rodando bruscamente, golpeándose con todos los peldaños. Los alfas y los betas allí presentes abrieron los ojos alucinando. Ymir se abalanzó rápido sobre los últimos peldaños y evitó la caída final, sentando a Historia con cuidado. Cuando le vio la cara la rubia empezó a llorar sin parar, tenía sangre en la boca y una hemorragia en la nariz. Ymir no pudo evitar partirse de risa al examinarla.
—Qué mala suerte tienes… te has comido todos los peldaños.
Efectivamente Historia se había dado golpes contundentes en la nariz y la boca con todos los escalones hasta que su alfa la recogió. La miró reírse y dejó de llorar cabreada, qué insensible que es… Ymir, tras la risa, suspiró largamente y levantó muy despacio la mirada hacia Petra, que siguió subiendo las escaleras como una posesa.
—Hacía tiempo que no veía algo así —reconoció Eren. —Se te ha vuelto loca.
—Está celosa —dijo Hange, subiéndose los calzoncillos y acuclillándose al lado de la escalera.
Fin de flashback
Consulta de psicología
—¿Cómo crees que situaciones como aquella te siguen afectando a día de hoy? —Historia se removió incómoda en el diván. Había llegado tarde a su quinta cita con su psicóloga porque la editorial estaba en temporada alta de recepción de manuscritos. La mujer que la trataba era una auténtica eminencia especializada en taras emocionales desarrolladas tras una estadía en casa de alfas, por lo que su principal audiencia eran betas con la cabeza muy maltratada. Encontrarse con aquella profesional le hizo sentirse un poco más arropada por el sistema: no todo el mundo estaba de acuerdo con la jerarquía, no todos tenían miedo a llevarle la contraria a una persona como Hange, Erwin, Ymir o Eren. La supremacía estaba mal vista por muchos psicólogos y psicoanalistas, que sabían que ese sistema provocaba secuelas psicológicas de las que era muy difícil recuperarse, especialmente en las betas mujeres. Historia no había dicho a nadie que asistía a esas sesiones, pero de verdad que las necesitaba.
—Me sigo sintiendo vulnerable.
—Es completamente normal.
Historia había tenido que responder a preguntas tan complicadas como aquella en todas las sesiones. Y en todas ellas, la psicóloga la hacía describir antes una escena donde se hubiera visto muy perturbada, para comentarla y desgranar su significado psicológico, y qué enchastre mental actual se derivaba de eso.
—Depende de la situación, Ymir tiene dos caras, pero… la oscura siempre está presente. Cuando era su beta no podía llevarle la contraria un cierto número de veces, por muy de buen humor que estuviera, porque cambiaba radicalmente y me trataba con violencia o con… ese tono de voz imperativo que ella tiene con todo el mundo.
—La necesidad de sentirse por encima de ti, incluso con su estatus, denota una serie de inseguridades por su parte. Ojalá pudiera tratarla yo también, para mí sería un honor.
—¿Has tratado a algún alfa?
—No, me temo que no, y me muero de ganas. Ellos no tienen bien vista mi especialidad. Suelo tratar a betas después de haber pasado por sus garras, por lo que… los conozco bien, pero no me dejan la oportunidad de demostrarlo. Ya se dará el día. De momento mi preferencia siempre será centrarme en las víctimas como tú.
Historia asintió débilmente, y enseguida se centró en la pregunta que le había hecho. Se quedó reflexiva al respecto, pero luego, la mente le voló por el recuerdo que acababa de rememorar.
Para entonces yo ya estaba embarazada. Aunque no importa las cuentas que haga y cómo las haga, ha podido dejarme embarazada en cualquier momento de esa semana. La más probable, a juzgar por el conteo que le dio su ginecóloga, era el día del funeral de Riko, una de las pocas veces en las que hicieron el amor de verdad… y que Historia atesoraba. Pero la actividad sexual con Ymir había sido cosa de casi todos los días. Era difícil situar el día exacto.
—¿Cómo te gustaría enfocar tu vida ahora? ¿Has pensado en las nuevas metas que seguir?
—Sí, y lo estoy intentando… intento enfocarme en mi familia y en la editorial, y en mí misma. El problema es que no consigo olvidarme de ella… y… hay noches que se me hacen especialmente duras.
—¿Por la conexión del beta a su alfa?
—A veces por la conexión… pero la mayoría de veces es por necesidad mía. Es doloroso. Y… creo que de algún modo que aún no entiendo, lo está pasando mal. Entonces no puedo centrarme al 100% en mí si sé que hay algo que le está haciendo daño. No soy así.
Historia era plenamente consciente de que la falta de sinceridad en ese tipo de sesiones le podía costar un retroceso en su curación, pero por ejemplo, una de las cosas que nadie sabía es que estaba de cuatro meses de embarazo. Quitando a su ginecóloga, de la que tampoco quería saber nada. La sanidad pública era una mierda, pero si solicitaba atención privada, Ymir se enteraría.
—Tengo aquí apuntado que tampoco podías ver una piscina. Explícame esa historia.
Historia frunció el ceño.
—Bueno, eso… yo creo que mejor para la próxima sesión.
—¿No te sientes preparada?
No sé si es eso, o que todo me da una maldita rabia impresionante.
Suspiró.
—el contexto fue que… bueno, tuvimos sexo en su despacho y todo el rato me grabó, estábamos haciendo una videollamada con su amigo. Y… cuando acabamos, él hizo lo mismo para que nosotras le viésemos, pero Ymir se… bueno, se…
—¿Se excitó? —aventuró la psicóloga.
—Se excitó y empezó a hablar con él mientras él se la estaba tirando. Diciendo que qué hermosa era, y todo eso… y me arrebaté. Salí corriendo de su despacho dando un portazo. Eso la cabreó.
Flashback
—¿Dormimos juntas?
Historia resopló, sintiendo que lo que le decía no servía para nada.
—¿Acaso puedo elegir? ¿O si digo algo que no te gusta me vas a obligar?
Ymir apretó la mandíbula, mirándola ligeramente más enfadada. A Historia le tembló la voz al proseguir, pero le enfrentó.
—Sí. Eso significa que no puedo elegir. Entonces haz lo que quieras, como siempre haces. ¿Para qué me preguntas?
—… —Ymir la miró fijamente, en la oscuridad. Humedeció sus labios y suspiró desganada. También algo contrariada. Historia tragó saliva, mirándola con las cejas arqueadas. Al final la morena susurró. —Que le diga guapa es lo que te ha molestado.
—Yo… de verdad, alucino contigo. —Pronunció. Ymir la siguió con la mirada cuando la más bajita pasó por su lado, echándose en la cama. La miró largos segundos, sin saber qué hacer. Historia no parecía con ánimo para volver a darle charla. Se aproximó al borde de la cama y apoyó la rodilla, agarrándola del brazo. Historia dejó que la volteara pero la miró sin demasiada expresión. Se agachó y rozó sus labios, pero éstos no le daban ninguna respuesta. Al final se distanció un poco y se quedó mirándola fijamente.
—¿Es por celos?
—No es sólo por celos Ymir, pareces un orangután, no entiendes nada…
—Un… ¿orangután?
—Sí, eres primitiva con todo aquello que pasa más allá de tu nariz. Te estoy intentando explicar que… lo paso mal cuando… mierda —suspiró, no podía ni pararse a pensarlo. Ymir se había acostado a su lado y la miraba muy atenta, apoyada sobre el codo. Historia trató de calmarse y pudo reprimirse de llorar de nuevo. Inspiró hondo y se giró para quedar bocarriba, encontrándose con el rostro de Ymir. —Cuando me metí en esto no pensé nunca que iba a quererte tantísimo. Es superior a mi mente. Provocas cosas muy fuertes en mí… he… tratado de ignorar que te acuestas con todas las otras mujeres que viven conmigo en esta mismísima casa, pero… ver cómo disfrutas viendo a otra chica es igual de nauseabundo. Me hace sentir una mierda… y que lo hagas justo después de mantener relaciones conmigo me hace mucho daño…
—Sabías lo que había antes de meterte.
—No puedo controlar lo que siento. Ojalá que… nunca… —cerró los ojos y se pasó las manos, quitándose las lágrimas. Respiró compungida, ya con la garganta contraída. Era frustrante sentir que no la entendía, y sobre todo, frustrante no poder parar de llorar como una imbécil debilucha de mente. —Ojalá que nadie te trate de esta manera, sólo tienes ganas de morirte.
Algo caló hondo en sus palabras, haciendo sentir peor a Ymir. Nunca había tenido aquellas sensaciones en el cuerpo, tan desagradables. Sentía lástima por Historia y por cómo hablaba, pero peor: verla llorar la estaba angustiando. Para alguien que desconocía el significado de la empatía, palparla en aquel plano estaba siendo chocante.
—Lara no me provoca ni la mitad de cosas que tú. Pero yo no tendría por qué estar diciéndote esto. Es antinatural —se defendió ceñuda, mirándola fijamente. Historia seguía respirando con dificultad y no le respondió. Ymir se incorporó un poco y se dio la vuelta con el objetivo de marchar, pero oyó la voz de la contraria a sus espaldas.
—Podrás tener mi cuerpo pero no tendrás mi corazón nunca más.
—¿¡Qué diablos significa eso!? —le gritó volteando el rostro, haciendo temblar a la rubia.
—Que… que no sentiré amor por ti cuando me hagas tener sexo contigo. Que no me lo pasaré bien cuando me lo hagas nunca más, y no te dirigiré la palabra cuando nos crucemos.
Ymir se levantó con las cejas fruncidas, mirándola entre cabreada y sin saber qué coño estaba ocurriendo. Pero lo peor era que imaginarse esas frases hechas realidad la hacían sentir menos que ella. Como si no mereciera su atención. ¿Acaso un beta podía permitirse ese tipo de insolencias?
—Sólo he dicho que me parecía guapa. Eso no es ofensivo para ti.
—QUE NO TE ENTERAS, YM-… —el grito se quedó en el limbo, cuando Ymir le giró el rostro de un bofetón. Historia empezó a llorar sin tregua, tapándose la mitad de la cara.
—No te enteras tú —murmuró arrastrando su voz, caminando hasta el otro borde de la cama para alcanzarla. Historia emitió un quejido cuando notó que la agarró del pelo y la obligó a ponerse en pie y andar.
—D-déjame… ¡déjameeee! —trastabillaba sin parar, intentando en vano descaminar las zancadas que Ymir hacía en dirección a la escalera.
—Pero yo voy a hacer que te enteres —prosiguió la otra como si no la oyera. Al cabo de escasos segundos Historia dejó de actuar en su contra, sólo conseguía hacerse más daño en el cuero cabelludo estúpidamente, Ymir no iba a soltarla. Su corazón latía muy rápido, su piel emanaba sudores fríos. Estaba aterrorizada. No tenía que haberle gritado, ¿a quién demonios, sino a ella, se le ocurría semejante desfachatez? Aquello era una mansión de esclavas, al servicio de la más ruin de las alfas. Era absurdo.
—Perdóname… no te gritaré más… perdóname… ¡he aprendido la lección!
Ymir sonrió sardónicamente sin contestar, claro que sí. Contaba con esa reacción. Y le importaba muy poco. Cuando Historia vio que la acercaba a la piscina dio un gemido alterada y volvió a moverse en dirección contraria. Vio como sus pies acababan pataleando al aire, desconcertada, porque en apenas un segundo la más alta la alzó y la aventó contra el agua de espaldas, con la suficiente rabia como para hundirla algunos centímetros. Mikasa se asomó desde la ventana de su cuarto al oír ruidos exteriores, pero se arrepintió de mirar. Tuvo que calmar su mente y sus sentidos para tratar de ignorar lo que estaba pasando… eso fue lo que hicieron absolutamente todos. Historia salió a la superficie y abrió la boca para tomar una bocanada de aire, pero ni siquiera ese nimio placer le permitió. Ymir abrió la mano y la hundió con fuerza hacia abajo, y ahí empezó el auténtico calvario para la beta. Vio sus burbujas de aire en la superficie muy rápido, señal de que no le había dado tiempo a tomar apenas oxígeno. El cuerpo de Historia trataba de nadar hacia otra dirección, pero la otra mano de Ymir la retenía. Del miedo y la desesperación, Historia sintió que sus pulmones empezaban a quejarse en apenas diez segundos, no más. Sus gemidos impacientes se transmitían en ondas hacia la superficie. Ymir la miraba sin expresión, manteniendo su cabeza hundida por largos y largos segundos. Un nuevo y débil tropel de burbujas llegó a la superficie. Esto la hizo ladear la cabeza para tratar de verla por debajo del agua. Los movimientos corporales de Historia no cesaban, pero se habían vuelto episódicos. La poca energía que estuviera teniendo, se reservaba para concentrarse seguramente en aguantar un par de segundos más. Sin embargo, en un momento dado, ni su cabeza ni sus manos, y tampoco sus pies, se movieron más. En ese instante Ymir coló las manos por debajo de sus axilas y la sacó a la superficie. Justo en el segundo. Justo en ese momento en que Historia iba a perder la consciencia, notó el aire henchir su garganta. Justo en aquel segundo, como si lo hubiera calculado. Empezó a toser y a expulsar agua por la nariz y la boca muy atosigada. Historia sentía anestesiado y adolorido el tabique nasal de toda el agua que le había ascendido por ahí. Lo siguiente que sintió fue el doloroso golpe contra el cemento que tuvo cuando Ymir la soltó al suelo, pero sólo podía pensar en respirar. Se atragantó varias veces, todas ellas con expulsión de agua. La última vez que vomitó agua cerró fuerte los ojos, ardida de llorar. Estaba exhausta, con dolor de oídos y de cabeza, y el frío nocturno estando completamente empapada era la guinda al pastel podrido. Ymir, que no se había mojado más que las manos con aquella tortura, caminó de nuevo hasta ella rodeándola, de pie. La miraba con altivez.
—¿Quién soy?
Historia levantó la mirada ante esa pregunta pero cuando se cruzó con sus ojos sintió terror y su corazón volvió a palpitar muy rápido, no podía mirarla. No podía. Era como mirar un demonio. De pronto la bota de Ymir le durmió la cara de una violenta patada que la tiró al suelo. Ymir ladeó la cabeza al mirarla ahora. Como era de esperar, volvió a oírla llorar.
—Qué soy —repitió, planteándoselo de otra manera.
—Una alfa…
—Sí —dijo sonriente, levantando una ceja. Aún la miraba con la cabeza ladeada. —¿De quién es tu cuerpo?
Historia se pasó la mano por debajo de la nariz, estaba sangrando por semejante impacto. Al toser en mitad del llanto, también escupió sangre.
—Tuyo —le dijo temblorosa, tratando de doblegar su mente todavía más. Tenía que hacerlo. No podía estar aguantando aquel maltrato todos los días de su vida. Ymir se le acercó y esto la hizo dejar de mirar su presencia, ni siquiera pensaba, era su cuerpo el que reaccionaba así, la temía más que a nada. Ymir dio un paso más hasta pisarle el camisón; de forma que cuando la rubia notó que no podía seguir gateando habló con la voz rota, como pudo. —No me hagas más… ya, por favor…
Finalmente Ymir se acuclilló delante de ella. Acercó su rostro al ensangrentado de la rubia, que trató de contener las lágrimas. La sostuvo de la garganta con una mano, sin hacerle daño, pero apretando lo suficiente como para que la chica siguiera con aquel miedo. Sus dedos estaban tan firmes en su cuello, que Historia no podía apenas tragar saliva.
—Ym-Ymir…
—Tu cuerpo es mío. Así es. —dijo mirándola muy fija y seriamente. —Tu alma es mía. Tu vida es mía. Puedo hacer contigo lo que me plazca. ¿Me has entendido bien?
Historia asintió, mientras una lágrima más caía por su mejilla.
—Porque me explico de maravilla, ¿verdad? —sonrió Ymir, soltándola del cuello. A la chica no paraban de temblarle los labios. —Un maldito hijo salido de tu cuerpo no haría más que darme problemas. Eres desbocada y en cuanto ves un mínimo de amabilidad por mi parte te intentas aprovechar. Dime, ¿por qué?
—… —Historia intentó abrir la boca dos o tres veces, pero su mente le pedía con urgencia dejarlo estar. Cualquier palabra podía ofenderla, y no se veía capaz de aguantar mucho más golpe.
—Ahora no hablas, ¿no? Prefieres quedarte ahí, llorando y moqueando.
Historia no podía tener orgullo ya. Lo había perdido. Ni siquiera tenía valor para mirarla, algo que siempre había tenido. Valor para mirar y responder a cualquier desconocido imbécil.
—Dime, niñata. Por qué te intentas aprovechar de mí.
—…—Historia boqueó insegura, lo que provocó que Ymir alzara la palma de la mano cerca de su cara. Cerró los ojos rápido.—No… n-no-no lo hago a propósito… por favor, me portaré bien. No lo haré más.
Ymir bajó la mano y suspiró largamente. Dirigió la mirada a otro punto del exterior, como si pensara rápido. Pero Historia recobró fuerzas para continuar.
Ymir se incorporó secándose las manos en sus propios muslos desnudos. Le echó una última mirada de desprecio y se metió en la casa sin decirle nada.
Cuando la puerta sonó y la figura de Ymir desapareció Historia cerró los ojos, tocándose la zona pectoral donde bombeaba su corazón, amedrentado. Tendría pesadillas en aquella piscina, no pensaba acercarse a ella nunca más.
Fin de flashback
—Bien… desconocemos de dónde pueda venir esa rabia —dijo la psicóloga, después de un largo rato de sopesar la historia que acababa de escuchar. —Pero es completamente normal cada trauma que hayas adquirido. Me dijiste que la última vez que hablasteis levantó la mano pero no llegó a pegarte, ¿no?
Historia asintió, con las lágrimas al borde de los ojos.
Exponer estos recuerdos no me está sentando nada bien. Sólo exponen lo estúpida que he sido, y lo lejos que se encuentra mi recuperación.
—Lo siento, pero… son muchas experiencias de este estilo —se disculpó la rubia, que ya no quería sacar más mierda. Se pasó un pañuelo por un párpado, que desprendió humedad enseguida.
—No te disculpes. Estás siendo sincera y lo necesitabas urgentemente. Han sido muchos meses bajo una presión que desde el principio no querías. Historia, ¿qué es lo que te hizo querer con tanto ahínco marcharte de aquella casa? ¿Dirías que ha habido un suceso concreto que te hiciera decir…»ya está, hasta aquí»?
Cuando logró controlar sus sentimientos, Historia comprimió lentamente los labios, asintiendo.
—Intenté suicidarme. Só… sólo fue una vez, pero estaba totalmente dispuesta a hacerlo. Ymir puso la mano en medio, ni siquiera sé cómo fue tan rápida… le corté los dedos a ella. —Inspiró hondo. —Pero después de lo de Islandia sentí auténtico amor por lo que teníamos, por el proyecto que podíamos llegar a formar si cambiaba, a veces es muy cariñosa y me aferré a esas pequeñas dosis de cariño como una estúpida… pensaba perdonárselo todo… —»pero después me di cuenta de que estaba embarazada y que tenía que alejar a esta personita de ella…«. Se quedó en silencio, sin continuar.
La psicóloga pareció anotar un par de frases a mano en su bloc. Era increíble lo desnuda que se sentía al hablarle de aquello.
—No quiero contar nada de esto a mi familia, creo que lo normalizarían —suspiró con los ojos hinchados y los labios rosas, sosteniendo su cabeza al apoyarse de un solo reposabrazos.
—Es normal sentirse indefensa después de todo lo que has pasado, y después de seguir teniendo contacto con ella. Antes de preocuparte por qué es lo que le está ocurriendo a ella o qué precede a la evolución que ha tenido desde que te fuiste, tienes que focalizarte por entero a ti misma y a tu salud mental. Y dejar de tener sobre tu hombros la necesidad de ocuparte de todo en tu casa, tus hermanos mayores y tu madre tienen sus propias preocupaciones, pero no pueden darse el lujo de dejarte una carga tan pesada como la manutención familiar a ti sola. Sé que la presión por la salud de tu padre también te generó estrés. ¿Cómo lo estás llevando?
—Muy mal… él… era mi pilar. Ha sido muy duro ver sus últimos meses, ya apenas hablaba a nadie y no podía tragar. Estaba muy delgado y… ya no hacía ninguno de sus chistes. Creo que tengo demasiadas cosas negativas encima. O quizá soy muy débil para soportarlas, pero siento que todo me va a avasallar y temo caer de nuevo en aquel… acto.
Dijo, mortificada volviendo a recordar el suicidio.
—Tranquila por eso, porque el mismo hecho de decirlo es un paso importante. Los suicidas no suelen avisar… como tú misma has visto. Pensar en el suicidio como salida es, desgraciadamente, un pensamiento común de muchas personas que se ven arrinconadas por el tipo de vida que tienen o los pensamientos oscuros que la inundan. Pero pensarlo no es hacerlo. Y el que estés preocupada por ello, ya es una buena señal. Créeme.
Cuando salía de desahogarse con su psicóloga, sentía una liberación corporal casi mágica. El problema era cuando volvía a acostarse para tratar de conciliar el sueño.
Pero debía tener razón. Jamás sería una suicida ahora que sabía la responsabilidad que tenía, fue muy duro olvidarse de su propio embarazo cuando empuñaba el arma dispuesta a acabar con todo, jamás volvería a hacer algo así. El estar en casa con familia también la hacía sentir en un confort más tranquilo. Y había conocido por fin al simpático alfa de su hermana Frieda.
Bertholdt Hoover era un alfa de dudosa reputación que había empezado a contactar con Historia al poco de difundirse su ruptura con Ymir. Era alto, delgado y fuerte, y tenía una buena cantidad de negocios tras las espaldas que iban viento en popa. Llevaba tiempo hablando con él y conociéndole, y la verdad que, pese al odio que sentía a la jerarquía, no podía enfadarse con personas como él o como Reiner Braun, que eran alfas que por lo menos, no hacían pasar a sus betas por lo que Ymir, Hange o la mayoría de alfas hacían. De ahí su dudosa reputación. La diferencia entre Bertholdt y Reiner era que Reiner era el mejor amigo de Ymir, y por tanto quería mantener las distancias con él. Pensaba en muchas de estas cosas cuando estaba así, tumbada en la cama.
Su móvil vibró y se secó las lágrimas con la manga de su pijama. Pronto sería el funeral de Rod y ya sería duro ese día como para estar deshidratándose todas las noches, no quería que fuera una rutina y temía que su estado anímico acabara pasando factura a su criatura, criatura de la que absolutamente nadie sabía nada.