CAPÍTULO 21. Hitch me trae loco
Al abrir los ojos, sintió que se despertaba de un largo y profundo sueño. Había pasado la noche bebiendo vino y comiendo hasta que el estómago se le aquejó; cuando la madrugada obligó a todas las tropas a regresar a sus puestos de trabajo o a sus casas, Hitch ya tenía un carruaje preparado para llevarla a su casa. Su madre había ido a verla junto a sus amigas, algo que ni ella se esperaba: había pensado muchas veces en su madre estando recluida, verla de nuevo estando sana y salva fue un regalo increíble, le levantó el ánimo.
«Hitch, no quiero que se te ocurra estar cerca de ese tal Reiner Braun. ¡Los de la Policía Militar me han puesto al día!», la voz de su madre retumbaba en su cabeza, no como algo malo o tronador, sino… como una gran preocupación.
«Cadete, te sugerimos mantener las distancias con Braun. Creemos que puede ser peligroso y que puede aprovechar su relación contigo.» Hitch inspiró hondo y soltó el aire despacio, irguiendo el cuerpo de la cama.
Su cama. Su casa. Cómo echaba de menos su casa. El gobierno se había asegurado de dejarla limpia y habitable tras el tiempo de desaparición de la propietaria. Ahora tenía muchas apariciones que hacer en el cuartel general para dar parte de lo sucedido, sin embargo, se le concedió un par de días libres para que asentara un poco sus pensamientos y estuviera más descansada. Cuando se desperezó, se preparó un baño caliente y pasó allí largos minutos metida; se había duchado la noche anterior pero las horas incesantes de galope molestaban su lado más coqueto. Cuando por fin salió y se envolvió en el albornoz, se acercó al espejo y contempló después de mucho tiempo su rostro. Descansada y con la piel de un color vivo, pudo ver cuánto había pasado desde que entró por primera vez al cuartel general. Había madurado y no había deidad que pudiera negar eso, sin embargo, seguía siendo la vivaracha que siempre había sido. Mientras pensaba en todas sus vivencias en la Policía Militar se cepillaba lentamente el cabello. Juraría que el sol de Marley la había dejado algo más rubia que antes… o quizá era una estúpida sensación. El cambio de look la hacía ver diferente, sólo era eso. Ya no tenía flequillo.
De pronto, la puerta empezó a sonar y dio un respingo. Dejó el cepillo en su lugar y se anudó el albornoz en su esbelta cintura, caminando despacio a la puerta. Habían sido dos golpes contundentes y eso empezó a taladrarle la cabeza. Estiró la mano hacia el picaporte poco a poco, pero la frenó cuando oyó la voz al otro lado.
—Hitch.
La rubia abrió despacio, sólo unos centímetros, y sus ojos verdes conectaron directamente con los de Reiner. Éste se quedó mirándola con cierta seriedad, pero al ver que no abría más la puerta bajó la mirada. Elevó los brazos y le mostró una canasta de comida y botes con leche.
—Pensé que aún no habrías desayunado, como siempre te levantas tarde…
Hitch abrió más la puerta y bajó la mirada hasta la canasta. Galletas, pan con un suave olor a recién hecho, mantequilla y algo de mermelada, además de la leche y el chocolate en polvo que venían en botes. En la cinta que cruzaba el mango de la cesta había una rosa atrapada y una nota. Antes de que pudiera decir nada el rubio tendió la canasta a ella y Hitch la tomó con las manos, extrayendo con cuidado el tallo de la rosa. Sonrió al pasarla cerca de su nariz.
—La nota no será tuya, ¿verdad? —dijo con cierto vacile en la voz, sin abandonar su lado burlón. Vio que Reiner mantenía su característica mirada seria, pero sus mejillas se coloreaban un poco.
—Sí, pero prefiero que la leas a solas. Te dejo tranquila. —Asintió convencido y se dio la vuelta, pero a sus espaldas ya pudo oír avergonzado cómo Hitch desdoblaba la nota y comenzaba a leer en voz alta.
—Nani nani… —sonrió y se aclaró suavemente la garganta, dejando a un lado la cesta. —Mi querida Hitch Dreyse, después de todo lo que hem-…
—¡Eh! ¡No! —Reiner se volvió hacia ella rojo como un tomate, tapándole la nota con la mano. —Cuando me vaya, que ahora me da vergüenza.
Hitch le mantuvo una mirada divertida y traviesa, con la ceja alzada. Pero apartó la nota de su alcance y se apoyó mejor en el marco de la puerta, leyendo en silencio cada línea. No había escrito un poema. Había escrito sus sentimientos por ella. Eran demasiado profundos como para leerlos en voz alta, entendía que se sintiera sin coraza si encima lo leía así. Reiner trató de volvérsela a quitar pero Dreyse movió rápidamente la mano de su alcance, terminando de leer a distancia. Cuando terminó Reiner bajó la mirada, muerto de la timidez, con los puños apretados. Vio de reojo que doblaba la nota y que suspiraba.
—No me gusta que me dejen sin palabras. ¿Qué se supone que tengo que hacer contigo ahora?
—Nada en absoluto. —Levantó la mirada de nuevo hacia ella, alcanzando su mejilla con la mano. Al sentir su calidez Hitch también se sintió ruborizada. Volvió a recordar el aviso del comandante Levi y el de su madre. Algunas de sus amigas también habían dicho que Reiner no les daba buena espina, ¿pero era correcto hacerles caso? Después de todo, quién mejor que ella para analizar su comportamiento, después de haber pasado meses cohabitando con él en la misma habitación. De pronto la mano del soldado se apartó y vio que se colocaba bien la gabardina para marcharse.
—Quédate a desayunar conmigo.
Reiner volteó la cara hacia ella, frunciendo el ceño. Hitch le sonrió, y su sonrisa le pareció lo más mágico del mundo.
—Venga, sabes que no voy a poder acabarme todo esto sola —dio una suave patada a la puerta para abrirla del todo, y sin esperar que él le diera una contestación, entró. Sabía que Reiner entraría si no le daba la cara para que se lo pensara demasiado. Se dedicó, una vez dentro de la cocina, a preparar dos vasos de leche con chocolate y a untar el pan con la mermelada. También cogió algo de embutido que la legión le había dejado como obsequio la noche anterior. Reiner cerró la puerta tras de sí y se deshizo de la gabardina. Era la primera vez que veía la casa de Hitch, se dio cuenta en seguida de que cuando estuvo en la Policía Militar debió de reunir bastante mejor sueldo que los del Cuerpo de Exploración.
—Vaya casita te gastas, y encima en mitad del campo más verde. Prácticamente colindando con la reina.
—Me costó lo mío, pero sé ahorrar. ¿A que es bonita?
Él le respondió con una sonrisa mientras llevaba todas las cosas a la mesa del salón. Se sentó en una de las sillas y se remangó un poco la camisa. Miró el decorado: aún parecía a medio decorar, pero había vivido lo suficiente como soldado de Paradis para saber que una casa así era cara.
—Creo que nunca te he visto pelear más allá de la llave que me hiciste en Marley. Se te debía de dar bastante bien para quedar de los diez mejores, ¿no?
Hitch cambió un poco la expresión de su cara. Entreabrió los labios como si quisiera conectar las palabras que le bailoteaban en la cabeza, pero sólo Yurp le venía a la mente. Reiner masticó un bocado, la mermelada estaba deliciosa. Cuando fue a mirarla de nuevo la vio muy pensativa y temió haber preguntado algo indebido.
—¿He dicho algo malo…?
Hitch negó, sonriendo más nerviosa. Se dejó un mechón tras la oreja y se centró en la comida.
—No. Pero quería entrar a toda costa, así que un comandante me permitió el acceso si me desnudaba para él. Lo hice.
Reiner abrió los ojos, jamás habría esperado una respuesta así. Se quedó mirándola de arriba abajo, pero antes de que pudiera decir nada ella prosiguió.
—Pensé que después de una humillación así me dejaría vivir mi vida tranquila, pero no tardó en seguir acosándome y trató de violarme. Me dio una buena golpiza cada vez que me resistía. Annie le vio justo cuando iba a entrar en mí y le… le pegó un tiro en la cabeza.
—Qué demonios… Hitch… —soltó la rebanada de pan y puso una mano en su hombro, Hitch no miraba ya la comida.
—Estoy bien —sonrió negando con la cabeza, y tocó la mano del rubio. —Parece que aquello sucedió hace tanto… llevaba mucho sin acordarme.
—Gracias por abrirte y contarme algo así. Jamás me lo hubiera imaginado…
—¿El qué, que había corrupción entre los altos cargos de la Milicia? Por favor, Reiner…
—En el Cuerpo de Exploración se sabía, pero se habla realmente poco de esas… cosas —acarició la mano de Hitch y la llevó consigo a la mesa, moviendo el pulgar en uno de sus dedos. —Si alguien te hiciera daño ahora, no puedo imaginar de lo que sería capaz…
—Sé defenderme mejor de lo que crees —la chica le miró sonriendo. Reiner paró de acariciarla y miró fijamente aquellos dos enormes ojos.
—No sabes lo perfecta que te veo. Eres… preciosa.
Hitch volvió a ruborizarse, realmente le estaba costando no caer rendida ante tanta palabra bonita. Ella sabía perfectamente que era guapa y no hacía falta que nadie se lo recordara. Pero…
—No sabes cómo te deseo ahora mismo.
Ella alzó una ceja, recuperando esa sonrisa descarada. Reiner se acercó a ella para besarla, pero frente suya la chica le dio un mordisco a una galleta, ignorándole. Él mismo acabó sonriendo ante el palo que se llevó, nada le molestaba. Se aproximó la mano femenina a los labios y dio un beso suave, haciendo que Dreyse sonriera según masticaba, aguantándole la mirada.
Cuando acabaron de comer, Reiner la ayudó a lavar los platos y dejó la cesta con el resto de comida sobre la encimera. Hitch le tiró encima el trapo para secarlos, que se quedó cubriéndole la cabeza.
—¡Qué bien! Por fin un empleado doméstico… me hacía falta, ¿y si luego pasas un poco la escoba?
Reiner se reía mientras secaba los platos. Cuando terminó la faena se quitó el trapo de la cabeza y lo dejó sobre la encimera. De pronto se giró a toda velocidad y la alcanzó en un segundo, rodeándole la cintura con un brazo y atrayendo su cuerpo al de él.
—Pero yo no te voy a pedir dinero… sólo amor. ¿Puedo pedir eso? —le susurró, extendiendo la mano que tenía en su cintura, para acariciarla con los dedos. Vio que Hitch le miraba los labios y eso fue lo único que necesitó, sabía que era una orgullosa. Cerró los ojos ladeando levemente la cabeza y juntó sus labios con los femeninos, probándolos poco a poco hasta conectar su boca del todo. Hitch tuvo sus reservas, pero al sentir el roce constante acabó cediendo, olvidándose de los avisos y de todo el mundo que no fuera él. Su cuerpo se relajó automáticamente, concentrada en besarle, los dos prolongaron aquella unión de sus bocas largo rato. Reiner bajó su otra mano también a la estrecha cintura de la cadete, aferrándola más a su cuerpo, pero sabía que si continuaba con aquel beso iba a excitarse rápidamente. Sintió que Hitch elevó una mano hasta su cabello, acariciando sus cortos mechones rubios con los dedos, mientras una de sus piernas se adelantó entre las masculinas, ajustando su muslo en la entrepierna de Reiner. Aquello hizo que el soldado suspirara y, sin esperar, la levantó de la cintura y de un impulso la separó del suelo, cargándola con ambas manos bajo sus muslos, continuando el beso. No hizo falta mucha más ceremonia para quitarle con facilidad el albornoz que llevaba puesto y dejarla completamente desnuda. Estaba tan ansioso por probarla, que sólo se abrió el cinturón y la bragueta mientras a ella la retenía contra la pared, pero entonces Hitch bajó las piernas al suelo y lo agarró de la mano, robándole la atención.
—Ahora estás en mi casa, nadie va a pillarnos ni a obligarnos a hacerlo rápido. Relájate un poco, ¿sí…? —susurró en un sensual hilo de voz, cautivando al rubio de inmediato, que la seguía con la mirada con pura fascinación. Vio cómo Hitch tras hablar besaba uno de sus nudillos y lo miraba con fijeza, después, pasó la lengua lentamente por su índice hasta concluir con una suave succión de la punta del dedo, sin apartar en ningún instante el contacto visual.
—No pretendo hacerlo rápido, pero es que te veo y…
—Quiero que tú también estés desnudo… —le habló en el oído, con las dos manos agarrándole del cuello de la camisa. Enseguida empezó a desabotonarlos despacio, y él vio como mientras descendía las manos, le besaba en el pecho cariñosamente. Si Reiner había conocido alguna vez el paraíso, se acababa de dar cuenta de que tenía que actualizar el significado. Se iba a relajar, por supuesto que lo haría. Y la colmaría de todos los cariños que quisiera. Pero cuando se quedó totalmente desnudo, exponiendo su musculado y corpulento cuerpo, la tomó de la mejilla para atraerla de nuevo a su boca, besándola con ganas. Su miembro estaba tan empinado que ya estaba acariciándole entre los muslos a Hitch, y sin esperárselo, pronto sintió que la mano de la chica estaba masturbándole con un suave y húmedo vaivén, cosa que le excitó muchísimo. Reiner la condujo hasta la cama y una vez echada sobre esta, le separó las piernas y se acomodó entre sus muslos, mirándola desde abajo con malicia fingida. Después, se concentró en su vagina y empezó a estimularla con la lengua, besando, chupando y acariciando con ella todo su sexo despacio. Oyó un quebrado suspiro proveniente de Hitch, y su mano acariciándole el pelo para que continuara. Reiner cerró los ojos y abrió más la boca, abarcándola por completo al chuparle, y lamer incansable y despacio sobre su clítoris para aumentar su excitación más aún. Tenía una maldita necesidad mental de satisfacerla, quería escucharla débil. No tardó en sentir que empezaba a lubricar, mucho más allá de la saliva de él. A Hitch empezó a costarle estarse quieta del placer y se masajeó uno de los pechos, acompañando todas aquellas sensaciones que tenía. Reiner movió en círculos la lengua en su clítoris y abrió sus suaves labios vaginales con los dedos, saboreándola una y otra vez al recorrerla con la lengua después por allí. Cuando levantó un poco el cuerpo para tumbarse a su lado la chica se sostuvo para incorporarse de cintura para arriba y gateó sobre la cama, poniéndosele por delante para que no llegara a tumbarse. Reiner alzó una ceja divertido al ver que le estorbaba el paso a propósito, aunque lo que no se esperó es que acabara delante de su miembro erecto, masturbándole pero ahora con el rostro por delante.
—Uf, Hitch, ten cuidado… que ya bastante excitado estoy…
—No sólo estás excitado, también te noto nervioso… —dijo pasándose furtivamente la lengua por los labios, cosa que a él volvió a descolocarle la mente. La vio lamerle todo el tronco y cerró los ojos. No quería perdérselo, tenía que mirar, pero al abrirlos esta vez la vio humedeciendo en círculos su glande con la lengua y eso lo alteró más todavía… enseguida su perfecta boca se contorneó alrededor de todo su grosor y comenzó un suave vaivén con la boca, que poco a poco fue trasladándose a su cabeza, y al acelerar un poco, el cuerpo se le movía entero. Reiner apretó fuerte la mandíbula, observando el rostro de Hitch mientras le hacía sexo oral. Verla a gatas chupándosela era…
—Joder…
Suspiró de placer los minutos que la sintió trabajándole en la entrepierna. La mano de Hitch también se movía a la par que la boca, seguía masturbándole, por lo que lo tuvo difícil para no terminarle en ese momento.
Sí, pensaba Reiner. Si continúa así le voy a acabar dentro.
Pero aguantó más rato, limitándose a grabarse a fuego esa preciosa cara de ella dándole placer. Al cabo de un rato sintió que su cuerpo se preparaba para correrse y antes de que eso pasara la separó despacio de su miembro y se agachó a tomarla de la cintura, tumbándola en la cama. La dejó bajo su cuerpo y así, viéndose de frente, Hitch le sonrió y rodeó el cuello con ambos brazos, consiguiendo que Reiner se dejara caer algo más sobre ella y volvieran a besarse. Ambos estaban bastante excitados, sentían el calor corporal del otro. Reiner acarició incansable uno de los muslos de Hitch, y poco a poco acomodó bien la cintura para colocar su miembro entre las ingles de ella, apretando con suavidad al sentir su entrada vaginal. Fue moviéndose despacio al principio, con lentos empujones sin dejar de besarla. Hitch sentía muy bien cómo se abría paso dentro suya, cada vez más, hasta que pronto notó que el fuerte abdomen de Reiner palpaba el suyo. La sensación de sus embestidas acabó haciéndola despegar sus labios de los de él y dio un jadeo ahogado, pero él la sostuvo del mentón y volvió a sumirla en otro beso, apretando el ritmo de las embestidas, sintiéndola gemir con la garganta al no tener la boca libre. Su melodiosa voz jadeante le ponía muy nervioso, era el instinto masculino que tenía dentro. Pero en realidad, lo que estaba viviendo en ese momento con ella estaba siendo único para ambos. Reiner jamás había vivido un amor así. Cuando se separó de su boca apretó la frente contra su cuello, concentrado en lo que hacía el resto de su cuerpo, seguir embistiéndola pero con algo más de contundencia. Vio desde allí cómo lograba entrar en su interior y luego subió la mirada a su cuello transpirado, que besó y lamió frenético, escuchándola jadear.
—¿Te gusta…?
—S-sí… —murmuró entrecortada. Reiner la vio cerrar los ojos y soltó un gemido más agudo que los demás; notó instantáneamente que su miembro empezaba a salir más lubricado de ella, lo que le volvió a dar mucha satisfacción. La oyó jadear cansada, y sólo se detuvo frente a sus pechos, metiéndose uno en la boca y chupando despacio, aunque alguna mordida se le escapó por el camino también.
Pero no la podía dejar descansar, porque él seguía hambriento. Salió de la cama y le tendió la mano para que se levantara con él, cosa que ella hizo, pero a medida que se incorporaba a su lado la mano femenina le fue a parar directa a su miembro, empezando un rápido vaivén que al rubio casi le corta el habla. Dio un gemido ahogado, apretándola de la muñeca contraria sin darse cuenta, y Hitch se mordió el labio al continuar haciéndolo con la misma velocidad, buscando que acabara rápido igual que le había pasado a ella. Casi lo consiguió, pero el soldado la frenó en el último momento de nuevo, levantándole la mano de allí y mirándola con diversión. La giró y la atrajo de las caderas hacia su miembro erecto, buscándole a tientas la entrada desde atrás hasta que logró entrar por completo, Hitch tuvo en ese momento un fuerte escalofrío. Sabía que Reiner adoraba aquella postura, en parte, le gustaba verla algo sometida. Las piernas de la chica eran largas, pero no tanto como las de Reiner, por lo que cuando intentó apoyar las rodillas en la cama él se lo negó y la instó a dejarlas estiradas, para quedarse sólo sostenida de sus brazos estirados, con las manos en la cama. Y ni siquiera le dio tiempo a pensar. Reiner empezó a embestirla con fuerza y más brusquedad, dando un azote duro que la hizo gritar, pero estaba tan caliente que apenas notaba el dolor. El placer era inmenso. Le escuchó jadear a sus espaldas y eso también la excitaba. Al poco, los dedos del chico se le clavaron en sus caderas y los rápidos y fuertes caderazos del soldado culminaron en un último empujón donde entró en ella por completo, gimiendo más largamente. Hitch sonrió con el labio inferior mordido, sintiendo cómo Reiner salía y volvía a entrar, ahora lentamente, pero de manera muy profunda, buscando sentirla bien mientras le terminaba adentro.
No fue la única vez que se acostaron aquel día. Hasta cinco batallas campales se desarrollaron en ese cuarto, y a la quinta, Hitch le amenazó con dejarla dormir o de lo contrario, le llevaría como objeto de estudio a Hange. Sin embargo, ya entrada la madrugada, Reiner volvió a despertarla para reclamarla. Pero ninguno de los dos podía evitarlo, porque en realidad, se querían locamente. Reiner se dio cuenta, abrazado a ella durante toda la noche y sintiendo su cuerpo bajo los brazos, que estaba enamorado.