CAPÍTULO 21. Punto y aparte
Ymir aguardó en el exterior fumándose otro cigarrillo, con las manos temblorosas al principio, pero con una progresiva sensación de abandono con el paso de los cuartos de hora. Todos los periodistas salieron primero, luego los parientes más lejanos, y finalmente la familia Reiss también abandonó la capilla, entre otro sinfín de palabras de aliento, abrazos y llantos varios. Ymir se quedó sentada en un saliente de roca que bordeaba la entrada al aparcamiento subterráneo, pero por el lado de fuera, así veía como todo el mundo se marchaba en sus coches. Subió la mirada a Pieck cuando la vio pasar y a ella sí la paró, asomando medio brazo por la pared y entregándole las llaves del Bentley.
—No pasaré la noche en casa hoy. Llévatelo. —Pieck no preguntó nada más. Ymir volvió a sentarse en el borde.
La siguiente en pasar que reparó en Ymir fue la periodista rubia y de ojos claros que hacía una hora se había follado en el aseo. La chica le dedicó una sonrisa de lado y se paró frente a ella, tendiéndole la mano. Ymir la ignoró por completo hasta el punto que la mujer acabó sintiéndose ridícula y se fue cabreada hacia su vehículo. Parecía que no habría segundo asalto, una pena.
Finalmente, Historia y Bertholdt salieron hasta los aparcamientos. Historia paró a mirar alrededor, no veía a Ymir, y aquí la morena suspiró hondo preguntándose si de verdad quería enfrentar una verdad como aquella. Se sentía muy estúpida, además de desplazada e ignorada. Estaba convencida de que el hijo no era suyo. Pero no tenía derecho a sentirse así. Se lo había hecho pasar muy mal a Historia. Y se sentía patética por haberse follado a la periodista. Lo que la rabia la hacía hacer era descomunal, tóxico para ella, Historia tenía razón.
Pero me ha pedido que la espere y dije que sí. No la seguiré decepcionando. Se puso en pie despacio y salió del paredón, acortando distancias con la familia Reiss. Frieda parecía haber captado por fin la atención de su alfa, por lo que Bertholdt estaría sin entrometerse. Todo un alivio. Alma sonrió al ver que su hija pequeña se reunía con Ymir en privado en una de las esquinas, eso significaba que había asuntos sin resolver. Historia se llevó a Ymir al otro lado de la pared para que nadie pudiera verlas ni escucharlas.
—Ha sido una misa bastante larga… —comentó Ymir.
Historia sonrió dulcemente, y llevó la mano a su mejilla. Dejó de sonreír al ver que Ymir fruncía el ceño y apartaba la cara, cosa que la hizo bajarla. Ya no parecía estar tan receptiva.
—Ymir… escucha… esto me cuesta muchísimo de contar. No quería que nadie se enterara. —Suspiró y volvió a bajarse la cremallera del abrigo, hasta abrir las solapas. Atrajo una mano de Ymir y la pegó a su bajovientre, en la zona donde más tensa estaba su curvatura. La morena sintió que le volvía a ascender un nudo por la garganta, pero no volvería a llorar frente a ella. No entendía por qué la hacía sentir aquello, sólo supo que al ver que Historia ascendía sus enormes ojos hacia ella y le sonrió se sintió aliviada sin motivo.
—No sé cómo puedes pensar que es de otra persona… —susurró en un hilo de voz, haciendo que Ymir borrara estupefacta cualquier expresión del rostro.
—¿Q-qué…?
Historia suspiró. Aquello definitivamente no iba a ser fácil. Se lo tenía que decir. Eso sí era relativamente fácil. Lo difícil sería acarrear con las consecuencias de decírselo. Ymir era muy imprevisible.
—Es tu bebé, Ymir. Nuestro bebé. —Le apretó la mano contra su vientre. Pero Ymir sólo la miraba a ella, parpadeando con los ojos cada vez más húmedos. —No llores, por favor… ¿estás feliz…?
Ymir asintió, frotándose los ojos con la otra manga.
—¿De verdad…? ¿De verdad que…?
—Ahá… —afirmó, volviendo a llevar su mano contraria a la mejilla de la morena. Ésta, totalmente impactada, se arrodilló y le subió lentamente el jersey de lana, encontrándose con el vientre desnudo por delante. Pegó las dos manos a su piel, acariciando despacio. Historia sintió un escalofrío recorrerla al sentir que daba un beso allí. La llenó de ternura. Acarició su pelo despacio, mirándola desde arriba. Ymir habló al vientre.
—Eras tú el que hacía oler distinto a tu madre… ¡eras tú!
—Sí… cuando notaste eso casi me da un infarto.
—Soy una mierda de persona… —le bajó el jersey y pegó la cabeza allí, comprimiendo los labios. —Soy una desgracia humana…
—Para, por favor. —Suspiró la otra, instándola a levantarla. Ymir se puso en pie pesadamente, cabizbaja. La rubia resopló despacio y subió las dos manos a sus hombros, esforzándose por sonreír. —Voy a seguir adelante con esto. Este niño es un alfa, puedo notarlo. Desde hace poco lo supe. Tengo que tener la mejor de las saludes mentales para saber cuidarle y educarle.
Ymir la miro fijamente y alternaba también la mirada con su vientre. Historia le acarició el cuello, haciéndola cerrar los ojos.
—Por eso no has tenido síntomas —murmuró Ymir, sintiéndola. —Es un mecanismo de defensa… para que el bebé no se haga notar hasta que su aborto por medio de cirugía ya no sea una opción.
—No habría acabado con él en ninguno de los casos. Yo… no podría hacerlo. Y menos con un hijo tuyo.
Ymir abrió los ojos despacio, sintiendo devoción por la persona que tenía en frente. Se inclinó hacia ella despacio, temiendo ser rechazada, pero Historia volvió a hablar.
—Este bebé no será hijo de una beta —murmuró con fuerza en la voz, mirándola fijamente. —Y… no puedo decidir cómo vas a actuar tú, pero… no pienso dejar que se críe en el entorno en el que tú me tenías viviendo.
Ymir no la estaba oyendo. Se había perdido en su boca, y de repente, muy fortuitamente, se inclinó a ella y comenzó a besarla, trabando la frase de Historia.
—Ymir… esp…era…
Ymir la aferró de los brazos sin fuerza, moviendo sus labios con ganas sobre los ajenos. Historia la correspondió algunos segundos, pero de pronto se despegó rápido, respirando cansada. Ymir trató de alcanzarla de la cara.
—Basta, Ymir…
—Por favor, te echo de menos… no p… no puedo pensar claro…
—Oye. Basta. —La miró muy en serio, logrando que Ymir suspirara contenida y guardara las distancias. —¿Acaso me has oído? ¿Has oído lo que te estoy diciendo?
El cerebro de Ymir tenía serias dificultades para trabajar en dos cosas al mismo tiempo si una de esas cosas era un despliegue de libido. Pero recordó por qué estaba allí parada, miró a Historia de arriba abajo, y asintió despacio.
—Bien —murmuró la rubia, limpiándose las comisuras. —Bien, pues… necesito un tiempo a solas para pensar.
Ymir parpadeó un par de veces, confusa. ¿No es un bebé motivo suficiente para que quieras volver conmigo?
—Pero Historia…
—No voy a volver a tu casa. Soy una mujer y voy a ser madre, y no voy a dejar que nadie le haga creer que… puede tratar a las personas como me han tratado a mí. —Su mirada se endureció al volver a verla. —No dejaré que conviertas su cabeza en la tuya, ¿me has entendido?
Ymir la miró fijamente, sintiendo el fuego en los ojos. Asintió despacio.
—Lo entiendo.
—No permitiré bajo ningún concepto que mientras aprende a andar esté viendo cómo su madre se folla a otras personas y vomita en la alfombra, o pega a su otra madre. Y te recuerdo que hace una hora volvías a agarrarme del brazo.
Vio que Ymir cerraba el puño y paró de hablar. La morena pareció ser consciente de que la estaba viendo y abrió la mano, intentando dejarla relajada. No podía permitirse seguir perdiendo los nervios.
—No… no quiero que me tengas miedo.
Historia la miró con un claro temor, pero más que por la situación, era por el posible futuro que se les abría.
—Creo que lo más sensato es permanecer separadas.
Ymir se la quedó mirando sin llegar a entender del todo.
—Pero… yo…
—Necesito curarme, te lo dije. Estoy con una psicóloga que me está ayudando a superar algunas inseguridades que tengo a raíz de… en fin, de todos los meses que pasé en la mansión. Y hablando con ella me he dado cuenta de que no puedo estar con alguien como tú, porque tú… estás plagada de inseguridades y de carencias afectivas. Y yo nunca te fui suficiente para arreglar ninguna de las dos. Tienes que arreglarlo tú desde dentro.
—¿Cómo podré demostrarte el cambio si no estás conmigo…?
—Este tiempo que necesito es para mí. No lo hago pensando en ti, siquiera.
Ymir se relamió los labios y dejó caer los hombros en un suspiro. Se notaba que Historia llevaba su tiempo en terapia, no era fácil de dominar ni contradecir. Tenía muy claras sus ideas.
—¿Cuánto tiempo necesitas?
—Eso no lo puedo calcular, Ymir.
—¿Podemos seguir hablando por teléfono?
—No, es mejor que no. Salvo si es alguna urgencia.
La morena bajó lentamente la mirada a su vientre, frunciendo los labios. Historia suspiró hondo y miró hacia el jardín, donde sus hermanos seguían hablando entre sí junto a Frieda y Bertholdt. Miró a Ymir de vuelta y le señaló el jardín con la cabeza, invitándola a caminar juntas. La morena se puso a su lado y avanzó hasta el sendero de piedrecitas que daba al parking subterráneo. Parecía que la conversación estaba zanjada. Alma las miró con una sonrisa tenue y les hizo señas para indicar uno de los coches.
—Chicos, nosotros nos volvemos a casa. Podéis venir todo lo que queráis.
—Nosotros nos marchamos ya —dijo luego Bertholdt, con la mano de Frieda tomada. Dio un beso en la mejilla a Historia para despedirse y cuando se acercó a Ymir ésta le dio la mano, sonriendo con cinismo. Bertholdt la sonrió y le dio la mano. Cuando la morena vio por el rabillo del ojo que Historia se metía en el vehículo le apretó con fuerza la mano a Bertholdt, impidiendo que se alejara.
—Si me entero que te acercas a ella o intentas algo prenderé fuego a toda tu familia. Te lo prometo, hijo de perra. A toda tu familia.
A Alma, única testigo que escuchó aquello sin querer, se giró lentamente a verlos, Bertholdt tenía una expresión de miedo contenida, e Ymir… le sonreía plácidamente, soltándole la mano. Se la había apretado tanto que la piel se contorneó amarillenta, hasta que volvió a su color natural.
Joder, me ha acojonado hasta a mí… pensó la madre de Historia, tragando saliva.
Ymir lo siguió amenazante con la mirada hasta que Historia la tocó del brazo para llamar su atención, momento en el que Ymir le mostró la mejor y más reconfortante de sus sonrisas. Era demasiado feliz, pero tener a Historia tan lejos estando embarazada… y teniendo a ratas como Bertholdt tan cerca… le preocupaba. Se agachó hacia ella y la rodeó fuertemente con los brazos, respirando hondo al notar de nuevo el vientre abultado bajo el abrigo. Se había vuelto a tapar, su familia desconocía el secreto. Historia no quería prolongar demasiado la despedida, pero quería al mismo tiempo que el abrazo fuera eterno.
—Pasa esta noche conmigo, por favor —le susurró al oído, mientras acariciaba su pelo rubio. Historia sintió que su corazón latía más rápido al sopesar la propuesta. —Sólo esta noche, por favor. No me volverás a ver hasta que tú lo decidas y estés preparada.
—¿Me prometes que vas a trabajar en lo que hemos hablado? Tu carácter… —susurró la otra, acariciándola del cuello.
—Te lo prometo —la besó sonoramente en la cabeza, y se distanció sólo un poco, mirándola fijamente. La acarició de la mejilla. Ninguna se daba cuenta, pero no ocultaban su amor y sus caricias delante de nadie en aquel momento. Los hermanos de Historia decidieron darles un poco de espacio para no cortarles el rollo.
—Bueno…
Historia sospechaba que Ymir pretendía tener sexo con ella, pero cuando estuvieron en casa de Historia, en realidad, la presencia de la alfa en un hogar tan humilde dio más pie a las bromas y a los juegos de mesa entre ellos que a cualquier otra actividad. Sus hermanos se partieron de risa cuando Ymir se pegó un sonoro golpe con la persiana de la terraza, que estaba a la altura de los Reiss. Historia le puso una compresa de hielo en la frente en la marca de las rendijas que se le quedó a la morena, y a partir de allí ya poco tuvo sentido. Cuando se hizo de madrugada y se acostaron en la cama, Ymir sólo la apretó contra ella y le acarició el cabello y la espalda sin descanso, hasta que la pequeña se quedó dormida. La miró como si mirara a un ángel frágil y perfecto. No podía mirarla de otro modo. Era maravillosa. Situó con suavidad la mano en el bajovientre para volverse a creer que ahí dentro había una vida. La naturaleza… era increíble. Subió dos dedos a su mejilla y la acarició despacio, respirando hondo.
—Te quiero… —susurró sin despertarla. Al final, acabó dormida con ella apoyada sobre su cuerpo.
Ymir sabía que en cuanto llegara el nuevo alba, tendría que marcharse y buscar ayuda de algún tipo que le hiciera tener más autocontrol y otra visión del mundo en el que vivía, si verdaderamente quería ejercer de madre de la criatura. Otro de sus objetivos era que Historia volviera a estar con ella de manera totalmente voluntaria y que se sintiera segura de hacerlo, pero aquello sería igual de complicado. Sabiendo que iba a ser la última noche en mucho tiempo que iba a pasar con ella, habría deseado acostarse con ella. Pensó en insistir un poco más porque de verdad que había algo en su fisiología animal que le exhortaba a meterse en ella, entrar en su cuerpo, lento, rápido, lo que fuera, pero sentirla al cien por cien. Pero de ningún modo iba a presionarla o a incomodarla. El primer paso para el cambio sería esa misma noche, no insistiría porque ya le había dado a entender que no. Acarició su vientre despacio, asimilando la noticia. Sonrió. No tenía ni idea de cómo iba a evitar volverse loca sin tener cerca a la madre de su bebé, ese vientre que era la única barrera que lo protegía de ese mundo asqueroso. Pero trató de no pensarlo demasiado.