CAPÍTULO 23. Bienvenida al mundo de los adultos
A Reika se le iluminó la cara cuando tuvo contacto de nuevo con su perrito. El veterinario le quitó la vía delante de ambas y sacó el transportín para que llevara un viaje cómodo, pero su dueña no pudo contenerse y cuando el licenciado le dio el visto bueno, lo tomó en sus manos y lo alzó sobre su rostro. Byto coleteó la mar de contento, porque aunque estuviera recién operado, los calmantes seguían haciendo pleno efecto y había tenido otra noche de ensoñación en la clínica. Reika lo acunó en uno de sus brazos y lo abrazó con ternura.
—Muchas gracias, señor… de verdad, le debo la vida —exclamó ella, meciendo al animal. El hombre asintió y apretó una sonrisa parcial, aunque en cuanto la chica dejó de mirarle, se focalizó sin querer en Nami Inagawa. Ésta se limitó a sonreír cuando Reika se giró hacia ella y le pasó un brazo por los hombros.
El camino de vuelta Reika se la pasó acariciando al perro hasta que se quedó dormido. Efectivamente, el trayecto de regreso era largo, aunque el chófer de Nami les había traído todas las comodidades. Esta vez había venido en otro tipo de coche hermetizado y blindado, de cristales polarizados, pero no era la limusina de corto tamaño que solía habitualmente conducir, sino un Bentley mate. Por dentro estaba igualmente adecuado para que el conductor no oyera la conversación de los pasajeros si éstos así no lo deseaban. En la mayor parte del trayecto hubo silencio. Nami había ignorado su teléfono por un día entero, por lo que tenía una ristra interminable de cosas que arreglar para el día siguiente. El fin de semana al lado de Reika se le había esfumado en la cara y ni se había dado cuenta. Cuando terminó de contestar unos diez mensajes, ya algo saturada, bajó la mano al muslo y se quedó mirando al frente. Sonrió por un segundo. Y después miró a Kitami, que en ese momento también la observaba y apartó la mirada.
—¿Qué? ¿Querías decirme algo?
—No —musitó la otra, notablemente más calmada desde la noche anterior. No habían cruzado mucha más palabra tras la discusión, y Reika se había pasado dos horas llorando a la madrugada pensando que no era oída. Llevó la vista a la ventana.
Nami desvió la mirada de ella. Se merecía sentirse como la perra mentirosa que efectivamente era. Esta vez, se dijo, le saldrá más caro.
Reika se fue agriando más a medida que la distancia con su apartamento era menor. El motivo era que estaba hablando a Riku por teléfono y no le contestaba, no le había respondido y ese mediodía habían quedado para comer. Allí se lo contaría todo. Pero no paraba de pensar en el miedo y las inseguridades venideras a raíz de ello. Riku la dejaría, era lo más probable. Y después, ¿qué…? ¿Se acabaría todo con él…? Ni siquiera estaba segura de lo que sentía, Nami lograba confundir sus esquemas mentales. Y eso era porque ninguno de esos esquemas tenía solidez. Finalmente, después de dos horas de viaje, el coche paró delante de su casa. Metió con cuidado a Byto en el transportín y se giró hacia la puerta, aunque antes de accionar el tirador vio que una silueta masculina estaba frente su puerta. Era Riku. Se puso pálida. Era como si algo le oliera mal, fatal. Tragó saliva pensativa… pero se armó de valor.
—Muchas gracias por traerme, Nami… y por todo.
Nami no le respondió. Estaba medio echada en sus asientos, contestando más mensajes de móvil. Reika se mortificó un poco al ser ignorada, pero supuso que seguía enfadada y que ir juntas a la clínica no había significado gran cosa para mejorarlo. Tomó aire y salió con el transportín hacia su vivienda. Nada más la puerta se cerró, Nami se carcajeó en voz baja.
Apartamento de Reika
—¿Por qué no me contestabas? —murmuró Reika con cautela, mientras giraba las llaves y entraba a su casa. Riku le siguió algo cabizbajo, pero al cabo de unos segundos carraspeó y la miró sonriendo.
—Bueno, ayer te podría haber preguntado lo mismo.
—Es que estaba un poco ocupada con el tema del perro. El veterinario nos estaba informando de lo que había que hacerle… y todo eso.
—Vaya. Pues fueron varias horas de explicación.
Reika sabía que las mentiras tenían las patas muy cortas. Trató de ganar unos segundos de tregua mental en lo que sacaba a Byto, que estaba dormido y cansado, de su transportín y dejarlo en su camita. Después se fue poniendo lentamente en pie y miró a Riku con un semblante taciturno. Abrió los labios un par de veces, pero no tenía ni idea de cómo iba a ser capaz de soltarle aquello.
—No te he contestado porque… —retomó el chico— estaba pensativo. No tengo mucho tiempo para pensar, ¿sabes? Trabajo mucho, después del instituto —desbloqueó su móvil—. Pero debí haberlo hecho. Así que perdona si te he asustado. Tenía que pensar.
—¿Pensar…?
—Pensar, sí.
Reika lamentaría enormemente no haberle dicho todo a tiempo. Riku le devolvió una mirada distinta y depositó lentamente el móvil desbloqueado sobre la encimera de la cocina. Pulsó algo en la pantalla. Reika sospechó que le intentaba mostrar algo pero no le hablaba, sólo la miraba fijamente con una expresión que jamás le había visto. De la tensión que sentía sus uñas se clavaron en la encimera de la cocina, en la que apoyó la lumbar de forma insegura.
Él no se movía un ápice. Sólo la miraba, como esperando algo.
Y entonces Reika empezó a oír.
No. Más bien, empezó a oírse. Era ella.
Enfocó lentamente sus ojos azules en la pantalla. Las pupilas se le achicaron al volver a oírse, suspirando y jadeando. Era su voz. Frunció las cejas acobardada y apartó la mirada rápido, como si aquello pudiera frenarlo. Riku la miraba serio sin cambiar de expresión, quieto, y Reika temblaba, amenazando facialmente con ponerse a llorar. Pronto sus suspiros en ascendente en aquel audio pasaron a ser jadeos, gritos ahogados de placer. Pedía a alguien que la follara entre gemidos, que no parara, que iba a correrse…
La había grabado. La rubia parpadeó avergonzada, notando cómo una lágrima cálida caía de sus párpados rápidamente. No tenía ninguna fuerza para mirarle a la cara.
—Páralo —le pidió, y Riku obedeció pulsando el mismo botón.
Se hizo un silencio. Reika temió haber explotado en un llanto aún mayor… pero no lo hizo. En lugar de eso pudo contener el resto de lágrimas y apretó los labios. Tragó saliva lentamente, mirando al suelo pero sin agachar la cabeza. La voz de Riku resonó de repente.
—“¿Tú la haces gritar igual?” —masculló con los ojos inyectados en la pantalla—. Eso me escribió anoche tu amante. Al que te follabas. No sé de quién será este número.
Reika apretaba los labios con fuerza, y aun así notaba perfectamente cómo le temblaban. No se miraban. Pero Riku siguió hablando.
—Supongo que será alguien con dinero de esa Academia tuya, alguien que haya podido ayudarte con los gastos de la cirugía.
Silencio.
—Lo peor es que tú y yo no hemos hecho nada y… —soltó una risa desganada, elevando unos centímetros el móvil—, y sé que eres tú. Es… tu voz.
—Era yo —le confirmó por fin, pasando velozmente unos dedos por su párpado para evitar seguir lagrimeando—. Lo siento. No voy a decorarlo. En el viaje… estuve con otra persona.
—Pensaba hasta que eras virgen. Me rebanaba los sesos intentando saber cómo entrarte, porque nunca parecías dispuesta. Y resulta que tenías un amante.
Reika entreabrió los labios para hablar pero ahora sí que le temblaron más que nunca. Tragó saliva de nuevo y se focalizó.
—Riku… —le miró llena de pesar—, puedes creértelo o no, pero yo… iba a decírtelo hoy mismo. De verdad que quería.
—Tarde. Ya lo ha hecho tu amante. Y supongo que si ha llegado a esto es porque habrá habido alguna disputa entre vosotros.
—No es necesario que hablemos de esa persona, ¿vale? No tiene nada que ver en mi error —murmuró girándose a él. Pasados los segundos de auténtico pavor con aquel audio, le tocó el hombro y le miró fijamente—. La única culpable y mentirosa he sido yo. Lo lamento de veras… y… entiendo perfectamente que esto es imperdonable. Te mereces a alguien mucho mejor.
—¿A alguien mucho mejor…? ¿Pero de qué estás hablando, Reika? Lo que me merezco es puta sinceridad, ¡SINCERIDAD!
Reika no aguantó más y rompió a llorar con su grito, tapándose la cara.
—¡Lo siento! ¡Lo siento, joder, merezco la muerte…! ¡Lo siento… LO SIENTO…!
Se desgañitó llorando y tropezó torpemente, se abrazó las piernas con fuerza mientras sollozaba sobre sus rodillas. Riku apretó los labios… pero era incapaz. Era incapaz de seguir gritándole. Le jodía sobremanera aquella situación. Tomó aire y lo expulsó lentamente, pensando muy bien qué debía hacer. Pero su novia seguía llorando amargamente, así que al final logró hacerle sentir mal. Se fue acuclillando a su lado y la tocó del antebrazo para tratar de descubrirle la cara, pero la chica rehusó, temblando en sus sollozos.
—¡¡Por favor…!! Mereces golpearme, abofetearme, he sido una zorra… yo… jamás lo habría hecho… es… es sólo que estoy tan confundida… Riku, no pierdas más tu tiempo…
—¿Estás arrepentida?
Reika sintió la interrogativa en su cabeza como una especie de remanso. La voz de Riku sonaba dolida. Al levantar la cabeza para mirarle se dio cuenta de que también aguantaba las ganas de llorar.
¿Estaba arrepentida? No podía decirle que no. No hubiese sido del todo cierto. Las últimas veces en las que se había acostado con Nami se sintió horrible. Al final asintió, limpiándose la cara de lágrimas.
—No lo volvería a hacer. Lamento haberte hecho todo este daño…
—Pero no lo volverías a hacer, ¿verdad? Reika, ¿me quieres?
Reika sintió que aquel chico era demasiado bueno para ella. Le miró con fijeza y lo supo. Tragó saliva.
—Sí, Riku, con todo mi corazón. Pero perdonarme sería… en fin. Sería… injusto. He sido una mala novia.
—Pero si me quieres… no puedes volver a engañarme. Y si no vuelves a engañarme, yo… a mí… —suspiró con pesadez— a mí me vale. Me sirve así.
Reika se quedó de una pieza. No se podía creer que alguien fuera tan maduro.
—Riku…
—Lo que me preocupa ahora es que has dicho estar confundida. Y eso…
—No estoy confundida por lo que siento hacia ti. Sé que te quiero… y que quiero estar contigo. Simplemente esta persona ha generado un impacto en mí… pero sé que no es buena para mí.
Riku se sentía lo suficientemente roto sentimentalmente como para perdonar rápido aquella infidelidad. Reika era hermosa, era buena… y quería seguir intentándolo, sólo estaba dolida porque era la parte traidora esa vez.
—Entonces… por lo que a mí respecta… aquí… aquí no ha pasado nada —Riku tomó el móvil y borró el audio delante de ella.
—Riku, no tomes decisiones precipitadas. Entendería que necesites tu tiempo para pensarlo…
—No. No quiero tiempos. Yo estoy muy seguro de lo que quiero. Si estás arrepentida y quieres seguir conmigo… como ya te dije… a mí me vale.
Se abrazaron.
Academia Kozono
Hiroko emitió un suspiro de resignación cuando el profesor dejó su examen sobre su pupitre. Había sacado un 7/10 en Estadística, lo que decrecía su promedio general. Significaba una charla con sus padres y una llamada de atención por parte del Consejo de Estudiantes. La Academia Kozono no perdonaba una. Dobló la hoja por la mitad y echó la mirada a su compañera de mesa, dándole un suave codazo. Rie se encogió de hombros mirándola.
—No ha estado tan mal, ¿no?
—Si no me hubieran metido en esta Academia tan déspota, probablemente no me importaría. Ya me estoy imaginando las horas de charla de mi padre que me va a tocar aguantar.
—Oye, ¿cuándo volveremos a quedar con el grupo que nos presentaste el otro día a Kitami y a mí?
—¿Y esa pregunta así de repente…? —puso cara de pillina, volviéndole a dar un codazo—, ¿te gustó alguien en particular? Tú nunca preguntas sin motivo.
—Bueno, ¿y qué si es así?
—Tendré que saber al menos a quién quieres cortejar, ¿no…? Así te doy consejitos… ¡jajajajaja!
Rie le dio ahora un codazo a ella, mirándola mal. Bajó un poco el tono de voz.
—Bueno… yo quiero conocer a Riku. O a su hermano, no sé… ¡son los dos tan guapos!
—Hm… Riku está con Reika.
—¿Con Reika?
Hiroko asintió, mientras abría la mochila y guardaba dentro su estuche y el examen. Cerró la cremallera y se la cargó al hombro.
—Y llevan ya unas semanas, no he querido preguntar mucho.
—Tsh. Pues hasta hace poco yo la he visto alguna que otra vez con Inagawa. Ni siquiera imaginé que tendría novio.
Hiroko paró un momento sus movimientos y se quedó mirándola, analizando lo que le acababa de decir. Era cierto que ella las había visto lejos de la Academia por el tema del perro, pero sintió algo de curiosidad por saber qué se estaba hablando.
—¿Con Inagawa? ¿Estás segura?
—Sí. La gente habla. Si no te pasaras el día entre tus plantitas de bruja y tus especias, habrías prestado atención al chisme.
—Espera, Rie —la detuvo del hombro cuando vio que se alejaba para irse. Miró rápido hacia el reloj y aprovechó el bullicio del resto de compañeros para preguntar—. ¿Has oído algo más? ¿O sólo que pasan mucho tiempo juntas?
—¡Y yo que sé! Intento estar lo más alejada posible de esa zorra de Nami… ya sabes lo que sospecho. No quiero… —bajó el tono— no quiero acabar asesinada, ¿sabes?
—No permitiré que algo así ocurra. Estate tranquila.
Rie se había tensado en sólo un segundo. Hablar de Nami le provocaba algo de pavor. Tanto ella como Hiroko sospechaban de ella como ejecutora de Saki, pero la justicia no había mediado nada más y los abogados de los Kozono eran infalibles. Ni aun logrando llevarla a la Corte con un Juez de Menores lograrían demostrar que fue la homicida. Pero Rie lo sabía. En su interior sabía de su implicación. Era imposible que Mochida hiciera algo así. Y Hiroko también lo sabía.
—Reika entonces está con Riku, ¿no? Era lo que quería saber.
—Sí, pero es muy amigo mío. No es por pecar de metiche, pero no quiero que salga perjudicado por la cercanía de Inagawa, ya sea directa o indirectamente. Y encima yo se lo he presentado… joder, ¿pero de qué va…? —masculló, cuando de repente sintió un aroma conocido justo a su lado. La voz le hizo abrir los ojos.
—¿Tienes algo que decirme, Hiroko? —era la voz inconfundible de Kitami. Cuando se volteó la observó con fijeza. Podía hacer y parecer muchas cosas, pero no emanaba de su aura maldad alguna. Notaba su pureza. A pesar de ello, su mirada reflejaba cierta intranquilidad mientras le sonreía pacíficamente—. ¿Hay algún problema conmigo, o con lo que hago…?
Hiroko chistó un segundo y suspiró, volviendo a cargarse su mochila.
—Lo que has oído. No quiero entrometerme. Pero…
—Desde que te conozco, en mi vida no has hecho más que entrometerte —le salió del alma decirlo, pues acababa de escuchar cómo hacía alusión a ella.
Aquello pilló a Hiroko con la guardia baja. Tuvo que contener la lengua para no dar pie a su impaciencia. Cuando pensó mejor las palabras en su cabeza, respondió.
—Creo que hace mal en todos aquellos que tiene cerca. Eso ya te lo expliqué. Y Riku…
—Tengo… tengo plena confianza con Riku. Pero no creo que mi vida personal sea asunto de nadie. Corrígeme si me equivoco.
Hiroko asintió, pesarosa.
—Es cierto. Lamento haberte ofendido. No tengo mala opinión de ti, es sólo… que me preocupa que les pase algo malo a mis amigos más cercanos. Y ya procuro no decirte a ti nada directamente, porque a la vista está que siempre harás lo que te dé la gana con ella.
—Pero me apena el tono en el que lo dices. Yo… de verdad que me llevo muy bien con Riku.
Y con Nami, ni yo misma sé cómo me llevo. Después de lo que había pasado el día anterior con el audio, era un mar de dudas. Hiroko tuvo que volver a contenerse y cerró los párpados, inspirando hondo. Dejó salir un suspiro al poco, y sonrió sin ganas.
—Reika, si te fijas, yo no he vuelto a insistir en ser cercana contigo. Porque sé los problemas que puede acarrearte con cierta personita pesada. Dejémoslo estar.
Reika ladeó la cabeza.
—Pero… ¿qué quieres decir con eso? ¿Es… es por eso que llevas todas estas semanas distante conmig…?
—Sí, así es —la interrumpió—, y así seguirá, porque no quiero su influencia cerca.
Hiroko habló con mucha dureza en este punto y no fue consciente de ello hasta que vio la expresión de tristeza de la rubia. Ésta se puso tras la oreja uno de sus cortos mechones y asintió despacio, hablando algo más ahogada.
—Vale, lo comprendo. Bueno… yo sí me considero amiga tuya… si… si me necesitas para algo, estaré. ¿De acuerdo?
—Sí, sí. Gracias —murmuró tajante, antes de pasar por su lado y marcharse del aula con Rie. Reika la siguió con la mirada. De repente, se sintió muy sola. Se humedeció los labios y desdobló su propio examen. Un 3,5 en Física. Sabía que Hiroko no era la mejor opción para pedirle ayuda con las matemáticas, pero Hiratani llevaba evitándola bastantes días y necesitaba de nuevo ayuda urgente. Se distraía con los vídeos online, no tenía dinero para costearse una academia de refuerzo. Pensó en Nami, pero se obligó a barrerla de la cabeza. Volvió a doblar rápido el examen y lo guardó en su mochila. Sacó el móvil y buscó en el historial de llamadas… allí estaban los dos nombres estrella: Riku y Nami.
Telefoneó a Riku y puso el altavoz. Como ese día le tocaba a ella limpiar y ordenar el aula, quería que el tiempo pasara más rápido.
—¿Sí? ¿Reika?
—Hola… ¿cómo estás?
—¡Genial! Me pillas en una reunión de estudiantes… ¿te importa si te llamo luego?
—¡No, tranquilo!
—Eres la mejor.
Le colgó. Reika hinchó las mejillas dejando escapar un prolongado resoplido y terminó de barrer toda el aula entera. Mojó en un pequeño trapo el quitamanchas para repasar los pupitres, cuando su móvil volvió a sonar. Pero cuando miró la pantalla estaba el otro nombre. Se lo pensó dos veces. La despedida entre ellas había sido fría el día previo. Y todavía no se había sacado el tema de la grabación sin su consentimiento… pero Reika no sabía cómo iba a reaccionar siquiera si se la cruzaba por los pasillos. Nami había pasado todas las clases reunida con su tío y tenía toda la pinta de ser por motivos ajenos a la Academia. Reika tomó aire lentamente y contestó la llamada.
—¿Kitami-san? —a veces seguía saludándola así.
—Hola, Nami… ¿ya fuera de tus reuniones?
—Una abogada bastante impertinente ha estado discutiendo con el mío. Nada nuevo últimamente.
—Vaya…
—No es importante —comentó rápido—, necesito los apuntes de hoy. ¿Los tienes?
—Si te fías de ellos… —respondió en un intento de bromear, pero ni siquiera ella pudo sonreír.
—Sí, claro. ¿Todo va bien?
¿Era buena idea sacarle en cara lo que había intentado? No, por teléfono no. Quizás si se hacía la tonta Nami se daba por derrotada en aquel aspecto.
—Bien, bueno… más o menos. Necesito ayuda de nuevo con las matemáticas.
Desde el otro lado de la línea Nami puso una mueca de desinterés absoluto, con los ojos en blanco. Tardó varios segundos en responder.
—Dime que no has vuelto a suspender —comentó al final, medio riendo.
—He suspendido… y esto… esto va directo para la recuperación.
—¿Qué recuperación?
—¿No hacen recuperaciones en la Academia?
—Contéstame tú, que no has parado de suspender desde hace un mes. ¿Has hecho alguna?
Reika tragó saliva. Sonaba muy mordaz.
—No, ninguna.
—Yo quité las recuperaciones. Si has suspendido con menos de un 4, ni siquiera te harán media.
—…Vaya. No lo sabía.
—Lo pone en las normas de la Delegación. Las cambié todas el año pasado.
—Bien, pues… ¿entonces tendré que convalidarla el año que viene?
—No se hacen convalidaciones.
Reika puso una mueca de agotamiento.
—¡Maldita sea! Entonces tendré que repetir curso.
Nami juntó los labios, mirando su propio escritorio pensativa. A ella ya la habían llevado a casa. Cerró el cuadernillo sobre el que estaba repasando matemáticas y se acomodó en la silla.
—Es probable. ¿Qué nota has sacado?
—Un 3 y medio sobre 10.
—Bien. Tu caso es especial desde que entraste, por tus circunstancias. No eras becada, pero tampoco deberías estar trabajando ni emancipada. Lo que suele ocurrir cuando son becados, es que no permiten la matriculación de esos estudiantes otro curso más.
—¿¡Y por qué no!? —empezó a desmoralizarse. Iban a echarla.
—Porque bajan la media.
—¿¡Y qué…!?
—No me hagas decírtelo —musitó, jugando con el bolígrafo entre los dedos—. Miraré a ver qué es lo que puedo alegar en tu favor en el Consejo. Pero que suspendas sin parar se escapa de mis manos.
—¿Qué nota has sacado tú?
—Un 10.
—¿¡Qué!? Madre mía… es que necesito la ayuda de alguien como tú.
Nami reconoció para sus adentros que Reika comenzaba a aburrirle. No le interesaba ya ayudarla académicamente, porque el beneficio que obtenía de ella ya lo tenía en la actualidad sin darle nada. Reika fue infiel al soplapollas de su novio Riku, otro ser inferior, y como era natural y con lo tonta que era, venía a rogar porque compartiera su inteligencia. Nami sonrió con algo de malicia.
—¿Por qué no le dices a tu novio que te ayude? Tiene más tiempo libre que yo.
Reika se quedó en silencio. Dejó de apilar las bolsitas de basura y se puso recta lentamente, hasta que las palabras por fin le salieron. Ella ni siquiera le conocía. No sabía lo ocupada que era la vida de Riku. Había dicho esa frase para acidificar la ya amarga situación. Pero Reika prefirió curarse en salud.
—…Sí, le puedo preguntar. Aunque supongo que sería ya en vistas de acabar la Preparatoria en otra institución.
—Sí, es lo más probable.
Sabía que no podía pedir favores imposibles. No podía tampoco enfadarse con Nami, toda aquella situación había nacido de su falta de tiempo, su total amargura en los periodos de exámenes y, lo que ella misma desconocía, el coqueteo con una depresión por el sumatorio de todos los acontecimientos desde que la había conocido a ella. No tenía fundamentos sólidos de lo que significaba la responsabilidad afectiva en términos de pareja, no conocía más allá del amor familiar y su propia bondad le empañaba la visión clara de lo que la japonesa había hecho de su vida, de manera directa o indirecta.
—Vale… bueno, gracias por todo igualmente. Me has ayudado mucho con muchos exámenes. Te mando las fotos de los apuntes.
Nami parpadeó. ¿Fotos? Los apuntes los podía obtener de cualquiera. Si se los estaba pidiendo a ella, una tonta que no paraba de suspender, era porque sólo quería volver a follársela. Tenía que traérselos en persona o ir ella a su casa.
—¿Te apetece quedar mañana? Sobre… las ocho —comentó indiferente, mirando su reloj de pulsera—. Salgo de la reunión con el Consejo a las siete. ¿Te apetece cenar fuera?
—He quedado con Riku para cenar.
Silencio sepulcral. Nami no parpadeó más. Su mente trabajaba arduamente por darle una explicación lógica, prudente y socialmente aceptada a lo que le decía. ¿Cómo podían seguir juntos? Miró su móvil sobre el escritorio. Había sido cuidadosa, el audio lo había mandado desde otro teléfono tras grabarla. Pero no tenía sentido que fueran a cenar como si nada. Trató de encauzar la conversación rápido. Tampoco quería delatarse. Cabía la posibilidad de que él aún no le hubiera dicho nada.
—Vale, bueno… ¿y por el mediodía, después de clases?
—Es posible, sí. Te tengo que colgar, tengo que terminar de limpiar el aula. Te voy avisando con lo de mañana.
—Muy bien.
Ambas colgaron. Reika se sintió muy mal cuando apartó el teléfono. Pero ya no importaba. Acababa de tomar una decisión importante. La había valorado otras veces, pero jamás la había llevado a término. Así que, con bastante pesar, mañana estaría de papeleo.
A la mañana siguiente
Despacho del director
—Así es… ese es el reglamento. Lo escribió la Presidenta y el Consejo lo valoró positivamente.
—Oh, no quiero que piense que vengo a solicitar ni rogar nada… tengo ya listo todo y simplemente necesito su firma para anular la matrícula.
El director Bey Kozono la miró unos segundos con fijeza. No era imbécil. Aunque no lo supiera todo, había cosas que se sospechaban porque la gente susurraba a voces. Esa chica había pasado por manos de Nami, física y emocionalmente, y como siempre que algo así ocurría, la otra persona salía escaldada. Sabía que Kitami era una chica cuya cruz residía en su mala suerte. Podía tenerlo todo, pero no estaba en su mejor momento. Le sabía mal, pero con su expediente y tal y como estaba el reglamento, Reika tenía toda la razón. A Bey le pesaba que no hubiera decidido apostar por el resto de asignaturas. La chica había ido allí totalmente segura de la decisión de marcharse de la Academia Kozono. Y no podía interponerse. Mientras garabateaba su solicitud, la rubia le sonrió amorosamente y se quedó con la copia que le correspondía.
—Gracias, tengo que llevar la copia a varios sitios…
—Bienvenida al mundo de los adultos, Kitami… —dijo con voz queda. Carraspeó y se puso serio de repente—. Escúcheme. No quiero que piense que se le permitió estudiar aquí por pena. A esta Academia le interesaba traerla aquí. No deje que le llenen la cabeza de paja. Puede que sus circunstancias no hayan sido las mejores, pero no crea que no es capaz. Le deseo mucha suerte en su andadura.
Reika sintió ganas de derrumbarse, quizá por el miedo al cambio, pero se contuvo. Le miró con los ojos algo húmedos y asintió manteniendo la sonrisa.
—Gracias, señor. Ha sido… muy bonito igualmente. Tienen unas instalaciones preciosas. Echaré de menos el club de tenis.
Se dieron un formal apretón de manos y Reika se levantó de la silla. Aunque llena de inseguridad interior, sentía que se había quitado un importante peso de los hombros. Respiró hondo, exhaló y repitió aquello varias veces antes de bajar por última vez los peldaños de la Academia. La miró por última vez y sonrió con melancolía.
Canceló su quedada con Nami. Tenía demasiadas cosas que hacer.