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CAPÍTULO 24. Vuelta a nuestro hogar

Hospital de Piltover

Aquello no fue como la raja que Caitlyn sufrió por el plan de Sevika y Sid. Vi no hubiera podido aguantar ni media hora más, así estaban las cosas. Cuando llegó al hospital, todo el equipo de la sheriff irrumpió en la sala de espera y se plantaron en la sala de urgencias solicitando atención inmediata. Caitlyn tenía la expresión de la cara cambiada desde que le partió del todo el casco a Sevika con la culata, tras tirotearla. Esa zorra había tenido suerte, encima, por robar algo que no le pertenecía.

Cuando se sentó, aguardando algún veredicto por parte de los médicos, estudió al resto de pacientes que la miraban asombrados. Tenían que haberse desplazado a otro centro privado, pero el tiempo les jugaba en contra. En consecuencia, muchos ciudadanos que reconocieron a la joven Kiramman se acercaron haciéndole preguntas, pero no aguantó demasiado: se levantó dejándoles con la palabra en la boca y salió a tomar el aire. No podía estar para todo el mundo, sólo quería saber qué diablos pasaba en el ala de emergencias donde la estaban atendiendo.

Dos días más tarde

Vi fue inducida al coma y operada de urgencia. Atendida con la máxima premura y los mejores cirujanos, la operación tuvo un buen pronóstico. Cuando por fin abrió los ojos, habían pasado cuarenta y ocho horas desde su operación. Tenía la vista nublada y un dolor de cabeza impresionante, además de las heridas de la cara que Sevika le hizo que también continuaban ahí. Ya no consumía shimmer para curarse rápido.

Caitlyn no abandonó la habitación del hospital ni un minuto. Quería estar ahí cuando despertara. Solía dar muchas vueltas, perdida en la desorientación que daba el hecho de no salir a tomar el aire. Su padre fue a visitarlas y trajo ropa limpia a las dos, sabía de sobra que, conociendo a su hija, no iba a irse de allí ni siquiera para darse una merecida ducha. Caitlyn sólo salió un par de horas de aquel cuarto para almorzar con su padre, pero después volvió, alarmada por si Vi había despertado en su ausencia. El hombre acabó marchándose, ya tenía una edad como para pasar la noche en las butacas por muy privado y cómodo que fuera el hospital. Convenció a Caitlyn de que se diera una ducha y se vistiera con otra ropa… no podía vestir de servicio si no lo estaba y lo sabía, pero la preocupación era tal que le costaba dejar de supervisar el estado de la accidentada.

Al final, al cabo de unas tres horas tras su ducha y que se pusiera ropa con mejor olor, Vi por fin empezó a dar balbuceos. A Caitlyn casi le da un pequeño infarto, saltó de la butaca donde trataba de leer y dejó el libro tirado, aproximándose a la camilla. Vi parpadeó varias veces pero tenía las pupilas algo desorientadas.

—Cai…

—Sh… no hagas ni un esfuerzo. Tienes la parte abdominal muy sensible. —Susurró, agarrando con cuidado su mano. Tenía vía puesta.

—Me va a explotar la cabeza… —intentó incorporarse, la muy insensata, y a Cait por poco le da el segundo infarto.

—Vi, no —trató de no perder los nervios. La empujó con mucha suavidad de nuevo a la camilla.

—Me estoy orinando…

—Llevas un pañal, boba.

—¿Q… qué…?

Vi empezó a parpadear normal, y la miró fijamente. Movió con cuidado sus muslos y sintió que efectivamente llevaba algo algodonoso y asqueroso entre las piernas.

—Qué poco glamour, cupcake. Prefiero mear la cama que llevar estas mierdas, me siento abuela… —dijo entre risas, pero a la mínima que la risa se acentuó en su abdomen apretó los dientes por el dolor y situó la mano allí, sintiendo un montón de apósitos y vendas. —Mierda…

—Por favor… por favor, ni te muevas. Pórtate bien, por favor, no sabes el peligro que has corrido…

—Cuánto «por favor»… —musitó, se notaba los labios secos. Los humedeció y volvió la vista a Caitlyn. —Esto… si los médicos te han dicho algo malo, dímelo cuanto antes.

Cait negó con la cabeza lentamente, suspirando. Metió la mano entre sus mechones rosas despeinados y su mejilla, y la acarició con el pulgar.

—Estás bien… la operación salió bien, pero costó sacarte la flecha y algunos tejidos se desgarraron. Por suerte, ningún órgano.

—Puta Sevika… te juro que la mataré.

—No hables, Vi. No hagas esfuerzos con la voz, ¿quieres? —musitó, sin dejar de acariciarla. Con la otra mano y un poco a ciegas, se acercó la butaca a la camilla y se sentó. La camilla de Vi estaba a baja altura por si despertaba y se echaba a andar. Vi la miró y parpadeó despacio.

—¿Me das un poco de agua?

—Claro —se volvió a poner en pie y preparó un vaso pequeño, donde sirvió agua fresca que ya tenía ella antes. —En cuanto te asientes un poco, deberías comer.

—¿Y tú, has comido algo?

—Claro que sí.

—Asi me gusta, cupcake. Así me… gusta. —Le sonrió, y Cait sintió una especie de alivio al verla sonreír.

—¿Te duele mucho…? —preguntó en voz baja, y pasó una mano bajo su cabeza para sujetarla y ayudarla a tragar. Después de unos tres sorbos largos, Vi se recostó.

—Sólo si hablo fuerte o me muevo lo más mínimo. Pero no pienso mear en un pañal.

—Si ya te has meado una vez… —musitó, acariciándola de la cara de nuevo.

—Pues qué asco… ahora mismo me vas a traer mis bragas.

—Bueno, tranquila… poco a poco, por favor. Es muy importante que tus puntos cierren bien y que las heridas internas también vayan curando. No te puedes mover apenas los primeros días.

Vi suspiró. Le iba a costar estarse quieta.

—No han pasao ni diez minutos y ya entiendo cómo te sentías cuando estas guardando reposo en casa.

—Lo tuyo es mucho peor… la flecha te tenía atravesada de lado a lado, Vi.

Vi asintió, lo recordaba perfectamente.

—¿Sabes? —dijo pensativa y se destapó a la altura de la herida. Al llevar un camisón no se veía, pero sentía el apósito. —Cuando recién me impactó, fue tan rápido…

—Lo sé. No sentiste el dolor hasta varios segundos después. ¿Cierto?

—Sí… qué raro, ¿no?

—Son dolores a los que no estamos acostumbrados. Punzantes y… bueno. Ni siquiera yo sé lo que es tener el cuerpo atravesado por un objeto, así que no puedo decir mucho. Pero en mi caso también tardó en dolerme.

—En fin. Menudo trabajo te estoy dando. —Musitó cariñosa, mirándola. Cait mantenía aquella expresión de preocupación, pero no contestó nada. Vi suspiró y fue ella quien levantó la mano al mentón de la morena, suavemente con los dedos. —Caitlyn… te quiero hacer una pregunta desde hace unas semanas.

—¿Semanas?

—S-sí. Nosotras… —se relamió los labios de nuevo y moridó el labio inferior. Se aclaró la garganta. —¿Somos… pareja?

—Sí —dijo Caitlyn con determinación. Enlazó los dedos con los de ella, este gesto hizo a Vi bajar la mirada a sus manos unidas.

—No te merezco…

Cait agregó su otra mano a las que ya estaban unidas, apretando sin fuerza la mano débil de su chica. Se encorvó un poco hasta su rostro y acarició su nariz con la propia varios segundos… haciendo que Vi cerrara tiernamente los ojos para sentirla. Cuando los volvió a abrir, Cait le devolvía la mirada con fijeza.

—El día de mañana, si me pasara mí algo tan horrible, ¿tú estarías a mi lado?

Vi abrió los ojos y usó los codos para intentar incorporarse hacia su cara, teniendo un dolor interno.

—Siempre —arrastró la voz, mirándola fijamente. —No te debo sólo la vida, Caitlyn. Te debo mi cabeza. Mi equilibrio. Lo único que me apena es pensar en que te alejes, y que pierda de nuevo la estabilidad y la fe. Eres mi brújula, ¿sabes?

Caitlyn sonrió, aunque la instó a volver a reclinarse poco a poco.

—Si yo pierdo el norte, es importante que sepas tratarme.

—Lo que sé es que jamás voy a dejarte sola. Jamás. Lo he hecho una vez, y de sólo pensarlo se me parte el alma.

—No sigas por ahí. —Le habló dulcemente, pasando ahora la yema de sus dedos suavemente por su mandíbula, la acariciaba amorosamente. Vi la miró más risueña.

—Eres hermosa. Hasta con esa carita de preocupación lo eres.

Caitlyn sonrió. Al cabo de unos segundos, donde se miraron atentamente, Vi echó una mirada rápida a su propio cuerpo.

—Pst. —Musitó la pelirrosa, mirando a Cait. Ésta seguía entretenida con las caricias que le daba. —Pst, cupcake.

—Dime —le devolvió la mirada, sonriendo.

—Yo creo que si te acuestas así, un poco girada hacia mí, podríamos co…

—Espero que no estés hablando en serio —dijo impresionada, detuvo las caricias.

—¿Cómo que no?

—Vi, estás mal de la cabeza. —Soltó una risa leve, acariciándose la frente. —Acabas de despertar de una operación… 

—Va, un ratito. Sólo un ratito. —Le puso una mano en uno de sus pechos, pellizcándolo por fuera de la ropa, a lo que Caitlyn se tapó y le quitó suavemente la mano.

—Concéntrate en descansar… de verdad, qué paciencia contigo.

—Un ratito… —le puso ojitos. —Te lo hago yo todo, las manos las tengo perfectamente, mira —giró las muñecas frente a ella, en un sentido y en otro.

—Que te calles… —murmuró riendo, negando con la cabeza. —Intenta descansar un poco hasta la noche, que tienes que comerte lo que te traigan.

—Qué rico. Claro que te voy a comer todo lo que me traigas.

Caitlyn hizo un jadeo de impaciencia y se dejó caer fuerte sobre un lateral de la camilla, riéndose. Escuchaba a Vi reír, cosa que agradeció.

Vi estuvo ingresada una única semana, para sorpresa de los propios médicos y cirujanos. Su herida sanaba perfectamente, comía bien y el mayor riesgo había pasado. No se le recomendaba andar más de lo estrictamente necesario, y por supuesto reposo absoluto. Caitlyn trató de pedirle más días en el hospital, pero cuando Vi la oyó por poco le monta un circo, así que trató de no ponerle impedimento.

Exterior

—Es que sé que aquí más o menos te tengo controlada… en casa al final siempre haces lo que te viene en gana.

—Cupcake, no te preocupes tanto. Estoy hecha de hierro.

—De hierro… —puso los ojos en blanco suspirando, y la ayudó a encorvarse para entrar en los asientos traseros del vehículo.

—¿Y por qué no puedo ir delante?

—Porque delante voy yo —saludó Ekko de repente, girándose y estrechando la mano a Vi. La pelirrosa sonrió con luz propia cuando se reencontró con él.

—Anda que… ni un día has venido a verme, qué poca vergüenza.

—He estado de viaje por otras ciudades… pero no ha habido suerte.

Caitlyn fue la siguiente en hacer ruido, al abrir la puerta del lado conductor y arrancar el coche. Vi se quedó mirando a Ekko un tanto pensativa.

—No te sigo. ¿Has estado de turista?

—Bueno, más o menos. ¿Caitlyn no te ha contado nada?

Cait miró el espejo retrovisor para encontrarse con la confusa mirada de su novia, y luego volcó una mirada recelosa en Ekko. Carraspeó suavemente y se puso el cinturón de seguridad, saliendo del estacionamiento sin decir nada. Vi arqueó las cejas y soltó una risita.

—Bueno, no pasa nada, estoy segura de que pensando en mi bien. Ya me lo contará en otro momento, ¿verdad? —llevó las dos manos al asiento piloto, agarrando el cuello de Cait juguetona al rodear el asiento. Apretó los dientes, riendo y haciéndole cosquillas. —¿¡Verdadddd…!?

—Que síiii… —dijo alargando la voz, al final acabó dando un gritito cuando una de las cosquillas le dio un escalofrío y le quitó suavemente las manos. —Ten cuidado, no hagas movimientos bruscos…

Vi sonrió y se volvió a acomodar con mucho cuidado en su asiento. Se puso el cinturón, mirando un poco temerosa que el cinto presionaba uno de los apósitos.

—Conduce con cuidado, bombón. No quiero tener que volver a esa habitación blanca por muuuucho tiempo.

Caitlyn retiró el freno de mano y empezó a conducir, al volante era bastante prudente. Ekko aún sonreía, oyéndolas discutir y hablar tan cariñosamente en todo el trayecto hasta la casa. Al menos eso había salido bien después de tanto dolor y guerra.

—Básicamente, intenté ponerme en contacto con tu hermana. Sobra decir que no hubo éxito. Pero no fue el motivo principal de viajar, simplemente me pareció verla rondando por los alrededores de Piltover. Al final fueron sólo imaginaciones mías.

—Por eso no quise decirte nada. —Completó la peliazul.

—Tranquila, Cait. He pensado en este tema hasta la saciedad. Si quiere regresar, sabe dónde encontrarme. No quiere verme.

Ekko guardó silencio, no es que fuera una respuesta que alegrara a nadie… Vi había tenido que tener demasiado tiempo para cavilar sobre ese tema, y por lo menos tenía su propio dolor más domesticado que antes. Siendo un testigo de cómo se querían las hermanas cuando eran niñas, para él era también doloroso verlas así ahora. Pero las circunstancias eran las que eran, había que llevarlo con la madurez de ser adulto… que era lo que ya todos eran.

Cuando llegaron al pueblo apartado de la zona fronteriza, Caitlyn hizo una parada en la panadería que más cerca tenían de casa.

—¿Te apetece las empanadas que hacen aquí? Han mejorado la receta esta misma semana… te has perdido cosas.

—¿En serio? —Vi arqueó las cejas y dio un golpe a la parte de atrás del asiento donde Ekko estaba, haciendo que el mulato la mirara con el ceño fruncido.

—¿Pero qué haces?

—Dejadme salir, yo quiero ver las novedades.

Caitlyn sonreía mientras abría la puerta y salía del coche, yendo enseguida a la parte de atrás.

—Tienes que caminar lo menos posible estos días… ya oíste al médico.

—Sí, sí, sí… venga, ayúdame.

Cait se agachó unos centímetros para pasarse el brazo de Vi sobre los hombros, y el único motivo por el que no se opuso a que la acompañara fue porque el trayecto era minúsculo. Cuando empujaron la puerta oscilante de cristal y entraron a la panadería, Ekko y la propia Vi se quedaron prendados de una de las trabajadoras. Vi no la conocía, y eso que era la panadería de siempre. Era una chica bajita, muy bonita, con curvas notorias y un pelo cobrizo lacio, que le llegaba casi a las caderas. Vi frunció un poco las cejas y la siguió con la mirada, no era de piedra, le pareció muy guapa. No se parecía en nada físicamente a Caitlyn.

—Emma, enséñale a Vi las empanadas nuevas. Eran receta tuya, ¿no?

—¡Así es! Aunque acabaste con las reservas hace unos días. Mi mejor clienta, desde luego.

Caitlyn sonrió y se aproximó a la barra, después de dejar a Vi a su lado apoyada con ayuda de la vitrina. La pelirrosa echó un vistazo a todos los platillos dulces que habían, la verdad era que la boca se le hacía agua.

—Es que llevaba tiempo sin comer bien, pero mira, en cuanto probé la de espinacas… se me curó todo, para que veas —dijo bromeando, cruzándose de brazos. Hablaban con la barra de por medio. Ekko se quedó al lado de Vi, agachándose frente a la vitrina para ver bien cada estante de delicias.

—Eres la única que compra las empanadas de verduras… los clientes prefieren el dulce —continuó Emma, que seguía enfrascada en la conversación con ella.

—Hoy venimos a comprar dulces, de todos modos.

—¿Dulces? ¿Tú? Con el figurín que tienes…

—Pues aquí donde me ves, no me vendría mal coger un par de kilos.

—No lo dudo. Pero se nota que haces mucho deporte, Cait.

Vi empezó a fruncir el ceño, forzándose a mirar la vitrina.

—Joder. Qué amiguitas —farfulló.

—No seas cascarrabias —reía Ekko, negando con la cabeza y manteniéndose a su lado. —Emma es un amor, y cercana con todos los clientes. O eso dice Cait, yo me acabo de enamorar de ella.

Vi rápidamente cambió la expresión en cuanto la chica vino a tomarle nota.

—Hola, Vi.

Vi apretó los labios al ponerse recta, le dolía bastante la herida. Los antiinflamatorios iban dejando de hacer efecto. Por su cabeza se cruzó la duda de cuánto le faltaba para la siguiente pastilla.

—Hola, ¿Emma, cierto?

—Esa soy yo —curvó más su sonrisa. —Me ha dicho Caitlyn que te haga una cesta especial. ¿Quieres que te incluya los cupcakes afrutados?

—Por supuesto. Dame todos los cupcakes. Quiero que no te quede ninguno —aumentó mucho su sonrisa, mirándola de hito en hito. Ekko negó sin mirarlas, atento al resto de dulces, la situación se le hacía cómica. Emma, ajena a lo que Vi se refería en su segunda frase, puso una expresión rara.

—Pues… si te los doy todos… son como cuarenta magdalenas, ¿estás segura?

—Pero sólo las dulces.

—De acuerdo —la muchacha le sonrió y empezó a preparar una caja más grande, donde fue ordenando la hilera de cupcakes para que ninguno se mezclara con otro. Caitlyn se aproximó a los demás y señaló la otra vitrina.

—Yo quiero dos empanadas de calabaza… y ponme también una de manzana con canela. Seguro que te encanta, ya verás. —Murmuró sonriendo, extendiendo una mano hasta la espalda de Vi, donde acarició amorosamente. Vi también sonrió al sentirla y rodeó la cintura de Cait con un brazo, atrayéndola hacia su cuerpo. Caitlyn iba a decir algo más cuando la pelirrosa le acercó los labios y la besó en la comisura, lentamente. Ekko abrió los ojos al ver semejante detallito territorial y tuvo que mirar a otra parte para no reírse delante de nadie. Caitlyn dejó de hablar al sentirla y curvó un poco sus comisuras, mirándola a los ojos. Susurró divertida.

—Estás tontorrona…

—Hmm… —asintió la otra, guiñándole el ojo y separándose para retomar lo que estaban haciendo. —Pues bueno, habrá que probar esa empanada de manzana. A ver, sácala mejor de ahí, que me la voy comiendo por el camino. Invita ella, por cierto. —Dijo divertida al señalar a Caitlyn. Ésta sacó la billetera del bolso y fue preparando el dinero.

Cuando Emma terminó de envolver todo, dejó la caja lista sobre el mostrador y fue Ekko quien la recogió y la acercó al coche primero, mientras las chicas pagaban. Vi se agarró a un soporte que había cerca del alféizar del ventanal y se sentó en la silla con mucho cuidado, palpándose el abdomen. Cait entregó un par de billetes y sonrió a Emma. La muchacha le susurró justo cuando Caitlyn se estaba volteando, llamando su atención. Eso llamó la atención también de la pelirrosa, que detuvo algunos segundos las caricias sobre el apósito para mirarlas fijamente, desde su posición.

—Cait… ¿te puedo hacer una pregunta un poco personal?

—Claro. ¿Pasa algo?

—No, no… ella… ¿es tu novia?

Caitlyn abrió ligeramente sus ojos, clavando en Emma la mirada con más atención. La pregunta la pilló desprevenida. Y no era estúpida.

—Sí, es mi novia —murmuró, sonriendo un poco. —Ha pasado por una operación un poco peligros-…

—Ya veo. Qué suerte tiene —la interrumpió, aumentando también su sonrisa. —Menos mal que me he enterado rápido, porque… hoy iba a invitarte a cenar.

Caitlyn tragó un poco de saliva y sólo le salió una risa nerviosa. Miró a Vi un solo segundo, y vio que ella le devolvía la mirada seria y muy fija. No oía nada desde donde estaba.

—Vaya, y creo que la estamos cabreando… —dijo divertida la otra, aún en susurros. Caitlyn negó suavemente con la cabeza.

—No, descuida.

—Se la ve con mucho carácter, a tu novia… y mucha fuerza en la mirada. Pero yo me quedo con esos ojazos que tú tienes —murmuró descaradamente, haciendo que Caitlyn tartamudeara un poco.

—B-bueno… esto… muchas gracias por la comida, eh. Nos vemos pronto.

Caitlyn se humedeció los labios y se pasó parte del flequillo detrás de la oreja, Emma notó que la había ruborizado un poco. Caitlyn le parecía una mujer preciosa, era su prototipo total, porque le gustaban altas y delgadas. La miró bastante rato de espaldas, y eso empezó a jugar con la paciencia de Vi. La de pelo rosa no le quitó la mirada de encima a la tal Emma, hasta que Caitlyn se agachó a la altura de sus rodillas y le puso la mano en el muslo.

—¿Vamos, señorita?

Vi trasladó sus iris a los de Cait, mirándola un poco enfurruñada.

—¿Quién se cree esa imbécil?

La sonrisa de Cait desapareció mirándola fijamente. Bajó el tono de voz.

—Vi…

—Está ligando contigo en mi cara, ¿no?

—Hablemos en el coche, no aquí —fue lo que le susurró, haciendo que Vi abriera los ojos impresionada, pues esperaba que fuera a negarlo. Con ayuda de la peliazul se puso en pie y caminó adolorida hacia la salida. Ekko ya había guardado la comida en el coche y escuchaba música en la radio. Miró a las chicas y salió para ayudar a sentarse a Vi.

—Te lo digo en serio, cupcake. Cuando te has girado te ha echado un repaso de culo que ni yo, eh.

—Bueno, tampoco exageremos.

—¿Pero es verdad? —dijo Ekko, volviendo a hacer un esfuerzo para no desternillarse de risa. —¿Le gustas a la camarera?

—Eso parece. —Comentó Caitlyn, con un claro tono de restarle importancia. 

—No lo hagas de menos. He afinado el oído y ha dicho algo de cenar. ¿Te ha dicho de quedar?

—No, no me ha dicho de quedar. —Caitlyn esaba ya un poco más seria, viendo que Vi insistía. Se fue poniendo el cinturón de seguridad y trató de evadir el tema. —Ekko, ¿quieres cambiar de emisor…?

—Te ha dicho de quedar para cenar. ¿Y qué le has dicho?

—No fue una pregunta —se defendió, mirándola con el ceño fruncido a través del espejo central. —Sólo dijo que pensaba invitarme a cenar, pero ya no, porque se ha dado cuenta de que eres mi novia.

—Eso se lo podrías haber dicho antes.

—Vi, te estás pasando —comentó Ekko sin mirar a ninguna, se había tomado la libertad de coger una magdalena y probarla. Balbuceó encantado. —Hm, y mejor que no tientes a la suerte, porque si es por paladar, te intercambiará por esa chica —echó más leña al fuego, partiendo a carcajadas. Vi le miró con los ojos entrecerrados y le soltó un capón, cortándole la risa.

—Tú calla, no te metas.

—Es que te estás pasando —repitió Cait, cambiando de emisora tranquilamente. Ella no deseaba darle más importancia. 

—¿Por qué la gente no se corta un pelo? —bufó.

Cait sonrió sin más, negando con la cabeza. Arrancó el coche.

—Qué más da. Le he dicho que no, porque tengo a un animalito que cuidar… —se carcajeó. Vi le hizo burla con mala cara.

—Tú riete, pero se te ha declarado después de ver cómo te besaba. A esa le importó dos mierdas lo que vio. No tenía que haberte dicho nada.

—Vi, ya. —Arqueó una ceja y se giró hacia los asientos traseros, mirándola fijamente y totalmente seria. —¿Estamos? Fin del tema.

Vi apretó un poco los labios, sentía rabia tonta, de hecho, volvió a mirar la panadería a través de la ventanilla, por si la veía. Ekko miraba también por la ventanilla, pero esforzándose por no partirse de risa. Después, Vi miró a Caitlyn a través del retrovisor, Caitlyn le devolvió la mirada un par de veces mientras conducía.

—Qué tontas sois. Estáis las dos de rechupete. Es normal que de vez en cuando aparezca otra persona y se fije en alguna de vosotras. Si os empezáis a enfadar por esa bobada, vais a acabar locas. Porque con esos cuerpazos y esas caras bonitas que tenéis, pasará continuamente. —Señaló de repente a Vi, alzando la voz. —¿Me has oído? Así que ve bajando dos tonitos, si no acabarás viendo cómo Caitlyn se va a cenar con Emma.

Vi rodó los ojos y se centró en ir tranquila a casa.

Había sido un enfado de lo más tonto.

Al final, Caitlyn también empezó a reírse. Y ninguna le dio más importancia.

Pasaron los meses. Seis meses donde Vi se hizo un año más mayor. Seis meses donde Powder, allá donde estuviera, también había cumplido un año más. Durante aquel lapso, Vi había encontrado su vocación como vigilante de Piltover en una mesa auxiliar junto a la sheriff. Ya no había motivo de peso que la alejara de los vigilantes, aunque sabía que sólo guardaría obediencia a su novia: no le gustaba seguir órdenes de nadie, y en gran medida era porque no confiaba en el criterio de nadie que no fuera ella. Como pareja reconstruida, tenían una rutina. Ambas se levantaban a las 7 de la mañana, desayunaban juntas y se vestían para llegar a la comisaría antes de las 9. Allí empezaban tareas de papeleo a menos que surgiera alguna emergencia. Por suerte, las ciudades de Zaun y Piltover estaban en paz y no hubieron nuevas amenazas de bomba en todo aquel tiempo, se podía decir que se respiraba una tranquilidad que el pueblo necesitaba como el mismo oxígeno. Cuando la jornada laboral terminaba, salían por la tarde, y casi siempre pasaban un par de horas entrenando juntas. Para Vi, la presencia de Caitlyn en su día a día resultó ser mucho más necesaria de lo que se imaginó. Jamás había tenido una novia formal, pero nunca pensó que le hiciera falta. Era Caitlyn quien le hacía tener esa sensación de necesidad, cosa que la aterraba y la maravillaba a partes iguales. Tenían sus discusiones, como todas las parejas, pero tenía que reconocerle a la sheriff que la tenía muy conocida y aprendida, y en la mayoría de disputas la sabía conducir ya muy bien. Vi era más volátil, más impaciente e impulsiva, y jamás había visto a Caitlyn celosa. A veces se la quedaba mirando un rato largo, sobre todo cuando estaba entretenida con alguna actividad, y pensaba en lo afortunada que era.

Casa de Vi y Caitlyn

—¡¡Para!! Vi, que no puedo respirar… —exclamaba muerta de risa, sin parar las carcajadas; Vi la tenía tumbada en la cama toda revuelta, y con todas las sábanas desperdigadas, tenía atrapada a Cait con una mano, mientras con la otra no paraba de atacarla con cosquillas. La peliazul se revolvía sin parar e intentaba serpentear hacia fuera de la cama, pero la otra la atacaba una y otra vez, hasta que al final siempre se le abalanzaba al cuello.

—Hm, mi humana favorita… vamos a ver la calidad de esa sangre… —empezaba a morderla sin fuerza, succionando suavemente con los labios. Caitlyn respiraba agitada cada vez que la pillaba por sorpresa y la tenía como cinco minutos luchando contra sus cosquillas, la dejaba derrotada. Al sentir la succión la tomó de las mejillas y la apartó, mirándola con las cejas levantadas.

—De eso nada. —Le bloqueó la cintura al rodeársela con una pierna, desde abajo, y con un brusco movimiento de cintura logró sacársela de lo alto, haciendo que el cuerpo de Vi se irguiera lo suficiente como para dejarla pasar.

—¡Eh! Ya estás usando tus técnicas de lucha de suelo… ven aquí, palillo de dientes.

—No me llames así, cabrona —dijo riendo, gateando hasta un extremo de la cama al liberarse, pero justo cuando iba a poner un pie en la moqueta Vi le rodeó el tobillo y volvió a arrastrarla a la cama, riendo.

—¿Que no te llame cómo, palillo de dientes…?

—Eso, cállate…

—Cállame —murmuró, mirándola fijamente. Dicho aquello Caitlyn ascendió a sus labios a besarla, pero justo en el momento en el que iba a tocar su boca la otra la tomó de la cintura y la giró a la velocidad del rayo, posicionándola a gatas sobre la cama. Ella se incorporó sobre sus rodillas sin quitarle las manos de las caderas, sonreía con astucia. —Pues aún no has conseguido callarme, eh, cupcake… digo… palillo de dientes…

—Porque eres una tramposa, juegas con mi buena fe —se irguió también sobre sus rodillas, pero a la mínima que levantó Vi la empujó de los hombros hacia la cama nuevamente, y trasladó despacio la mano a su nuca, para que no se levantara. La miró desde arriba y se mordió el labio, al verla como quería. Cómo le encantaba tenerla en aquella posición, sumisa. Lo disfrutaba mucho. Recorrió su cuerpo con la mirada sedienta y luego, perdiendo casi la sonrisa para en su lugar instaurarse una expresión de deseo, pasó la mano contraria por el largo de sus muslos, acariciándolos una y otra vez. Cait tomó fuerza y se trató de girar para agarrarla a traición del brazo, pero Vi se olió su movimiento y dejó de acariciarla para situar las dos manos de nuevo en su cadera y en su espalda, controlándola de nuevo sobre la cama, hundiéndole medio rostro allí.

—Quieta, fiera… ¿me has oído?

Cait parpadeaba y la miraba desde su posición, medio rostro contra la cama. Asintió lentamente, aunque no le hizo falta hacerlo ni dos segundos, su respiración se cortó un poco al sentir que la mano con la que no la sostenía de la nuca volvía a pasearse por sus nalgas. Cait movió el cuerpo intentando dar un tirón para zafarse, con un deje divertido en el fondo, pero Vi le subió la falda y se deleitó viendo aquellas dos nalgas tan perfectas, blancas y bien tonificadas. Llevaba un tanga de encaje. Se mordió el labio al acariciarlas y amasar una de ellas.

—Me pone enferma cuando te pones falda —le susurró, con los dientes apretados por el éxtasis contenido, ciñendo sus cortas uñas en la piel de su chica, marcándola.

—Qué fácil es ponerte enferma, no he hecho nada… —le vaciló arqueando la única ceja que Vi podía ver, desde su posición inferior. Entonces la de pelo rosa detuvo esa caricia y le soltó un azote tan duro que le cambió a la otra la cara, suspirando impresionada, contrajo el cuerpo. —¡Vi!

—Estás hoy habladora, ¿eh? —rio por lo bajo, jugando con ella. Caitlyn sonrió tras unos segundos de recompostura. —¿Quieres decir algo más…?

—Tengo razón. Sólo basta que te roce para volverte loca…

—Meeec, respuesta equivocada. Qué mal, Caitlyn… con lo blanquito que tenías el culo. —Musitó para provocarla, que era lo que también estaba haciendo la otra.

—Si me vuelves a azotar te quito de ahí. Tienes unos aires muy subiditos… —le susurró, aunque Vi seguía con una sonrisa de oreja a oreja mientras se acomodaba. Cait empezó a ayudarse de las manos para levantar el cuerpo, cuando de pronto Vi le agarró las dos manos y se las unió tras la lumbar, obligándola a poner la cara como la tenía, hundida en la colcha. La otra empezó a mover las piernas, pero se las bloqueó con una de las suyas, sonriendo con mucha travesura en la expresión. Se puso de lado, sosteniéndola bien de la nuca y le dio un revés con la mano en una de las nalgas. Cait ni siquiera se quejó, la miraba con el labio inferior mordido. Esa mirada que le puso la encendió más. Caitlyn consiguió llevar una mano a la pierna de Vi, muy sigilosa, pero ésta sospechó que pretendía tratar una llave para revertir la posición de sus cuerpos, la cazó a tiempo y la controló también del brazo, apartando de su alcance las piernas.

—¡¡Pero qué inteligente!! Ya lo hiciste una vez… mira qué calladita eres cuando estás maquinando. A ver lo calladita que estás ahora…

Se irguió más sobre las rodillas pero quedándose a un lado de su cuerpo. La apretó más contra la cama para que no tuviera tentación de volver a jugársela. Tomó impulso y le dio un azote en una nalga, luego en la otra, Caitlyn sólo juntó los labios, tragando saliva. Vi se mordió el labio inferior con mucha fuerza de la lascivia que le producía manejarla así. Abrió la mano y le pegó con más intensidad, chocando su palma en un ruido seco, que hizo que Caitlyn gimiera echándose unos centímetros hacia delante.

—No pica, ¿no? No te oigo quejarte —dijo para incordiarla, sonriendo de lado. Justo cuando Caitlyn iba a responder la azotó con fuerza, y esta vez no se detuvo. Tomó impulso y le impactó la mano una y otra vez, haciendo que Caitlyn retorciera la espalda, sus músculos se contraían un poco bajo la mano con la que Vi la hundía en la cama. Le dio dos segundos de descanso, y la volvió a azotar, fuerte y seco, Cait cerró los ojos fuerte un segundo, jadeando.

Vi respiraba con poca calma, quería poseerla ya. Le dio otro fuerte azote en el colorete rojizo que ahora adornaba las dos nalgas de la vigilante, y luego un segundo y un tercero. En el cuarto Cait dio un gemido de dolor, hundiéndose más contra la cama, ocultando más la cara.

—No, mírame. —Susurró Vi, agarrándola del pelo sin fuerza para que volviera a mostrarle medio rostro. —Mírame mientras te hago esto.

Caitlyn respiraba apurada. Vi se quedó rato mirándola sin hacer nada, levantó la mano de repente y Cait cerró los ojos, pero fue solo para asustarla: en seguida la bajo y la acarició, pero no con suavidad, sino con territorialidad, con fuerza, amasando su nalga como si fuera suya y de nadie más. Cait respiraba agotada, tenía calor.

—Espero que no seas tan cochina de que esto te haya puesto cachonda, Caitlyn… ¿verdad…? —Cait fue a mirarla pero tuvo que gritar al notar otra torta bien dada, que le hizo tensar todo el largo de las piernas. —Levanta el culo, no lo bajes. —Respiró hondo y la obedeció lentamente. Vi se humedeció los labios y pasó el largo de su dedo corazón en la estrecha telita del tanga que Caitlyn todavía llevaba. Le levantó más la falda para que no estorbara, a la altura de media espalda, y al apretar la yema del dedo en su entrada vaginal desde allí atrás notó una humedad gelatinosa. No era sólo líquido, estaba lubricando enormemente. Vi sonrió maliciosa antes de mirarla con fijeza a la cara. Cait miraba a otro punto de la habitación, con rubor en las mejillas.

—¿Te da vergüenza que sepa que esto te excita? —la acarició lentamente de la nalga, pero ahora mirándola a la cara. —Contéstame, cupcake…

Cupcake no dijo nada, intimidada. Claro que le ponía. Adoraba ver la parte dominante de Vi en la cama, porque a pesar de la fuerza que tenía, la hacía sentir muchísimo placer, nunca se la hacía pasar mal. De repente estos pensamientos se difuminaron cuando una nueva sarta de azotes le impactaron, seguramente por no haberle respondido.

—No me ignores, Cait, te he hecho una pregunta. —Caitlyn empezó a remover las piernas, arrastrando un poco las rodillas y bajando de nuevo así el trasero. Vi sonrió sin que la viera, más divertida y jocosa, pero se puso seria para continuar con aquello. Volvió a acariciarla de una de las nalgas, esta vez la separó de la otra al arrastrar los dedos, examinando su centro. —Madre mía, estás empapada. Debe de ser por lo loca que te vuelvo, ¿no? Ah, no, espera… que esa eras tú, que lo hacía sin el menor esfuerzo… ¿no? —murmuró provocándola, y pasó con más fuerza la yema del dedo corazón en la línea del tanga, entre sus nalgas. Agarró ese maldito tanga y lo deslizó hacia abajo, hasta la mitad de sus muslos, y se centró en su vagina. Sólo arrastró un par de dedos por allí y los sacó empapados, jugosos, con lubricación algo más espesa y blanquecina. Se le subió encima unos segundos y le acercó los dedos a la boca, mirándola de cerca. —Mira lo que estás largando por ahí… cochina.

Caitlyn soltó una risa entre suspiros y le evadió los dedos, eso hizo que Vi gimiera roncamente, la encendía también que no siempre la obedeciera. Bajó la mano pringosa hacia el mentón de su novia y la agarró con firmeza para obligarla a mirarla; la besó con ganas, metiéndole la lengua. Cailyn gimió excitada, movía la lengua al mismo ritmo, soportando la incomodidad de esa postura pues aún seguía bocabajo. Cuando intentó acariciarla de la mejilla Vi se alejó y la volvió a pegar fuerte a la cama, levantándole el culo como anteriormente. Sin decir ni una sola palabra pegó dos dedos a su cavidad y los apretó con ganas, Caitlyn soltó un fuerte jadeo, había sido muy brusca al hacerlo así. Enseguida los retiró bien mojados, aunque sabía cuándo le costaba penetrarla, por eso acarició su clítoris un rato antes de volver a intentarlo, no quería hacerle daño. Se mordió el labio y a mitad de la masturbación clitoriana paró en seco y la volvió a azotar, Cait gritó y tensó todo el cuerpo. La pelirrosa se llevó los dedos a la boca y los llenó de saliva. Inmediatamene los situó entre sus nalgas y buscó su cavidad, la encontró pero tuvo que apretar un poco. Cait dio un quejido agudo, con los ojos cerrados, pero Vi empezó a penetrarla con rapidez, sin piedad, una y otra vez.

—Separa las piernas, cupcake… así, eso es…

Caitlyn notó que al hacerle caso los dedos entraban mejor. No paraba de contraer su sexo involuntariamente, el abdomen también, y los suspiros eran ya también involuntarios por el placer que sentía. Miró de reojo a Vi como pudo y la vio con el labio muy fuertemente mordido, casi haciéndose sangre, mientras la miraba directamente a los ojos. El contato visual entre las dos era brutal. Su brazo se movía muy rápido desde su perspectiva, y sus dedos no dejaban de abarcarla con la misma rapidez. Cait dio un gemido más largo y el cuerpo tuvo un fuerte espasmo, que la hizo apartar la mirada y hundirse más contra la cama. Vi la miraba fijamente, aquello era un espectáculo hermoso de ver, le encantaba sentir cómo Caitlyn perdía la compostura y se empezaba a retorcer por el gusto. Sentía que la colcha no sólo estaba mojada debajo de Caitlyn, sino también debajo de sus propias bragas, pues ella también estaba mojando. Siguió masturbándola fuerte y rápido, los labios externos de Caitlyn emitían algunos chasquidos al recibir la rapidez de la mano, y cada vez había más lubricación ahí. Cait miró a otro punto de la habitación y frunció las cejas. Cerró los puños al agarrar y amuñar las sábanas de la cama, sosteniéndose con fuerza a éstas porque Vi iba tan rápido y fuerte que su cuerpo botaba al recibirla, lograba empujarla. Un segundo empasmo la retorció, todos los poros de su piel se levantaron. Empezó a gemir largamente, casi sin parar. Vi la miraba atenta, notaba que las paredes vaginales internas comenzaban a endurecerse contra sus dedos, a aprisionárselos.

—Sig-sigue… sigue…

Musitaba en un susurro, que Vi oyó pero a duras penas. Al entenderla supo que se iba a correr, y detuvo los dedos. Se los quitó miserablemente, haciendo que Cait irguiera las nalgas en dirección a su mano de nuevo, pero la otra la tumbó en la cama de un empuón y la giró, encontrándosela de frente. La dejó tumbada en la cama y le levantó una pierna, cruzando su entrepierna con la de ella. Apartó sus bragas a un costado sin siquiera quitárselas y cuando colocó bien su clítoris contra el ajeno agarró en alto la pierna de Caitlyn sobre su hombro. Sin esperar ni un segundo comenzó a moverse con violencia sobre ella, com un animal. Caitlyn, sudada como estaba, se mordió el labio conteniendo sus gemidos y sintió una enorme corriente de placer que no acababa cuando el fuerte cuerpo de su novia se movía contra el suyo, la fuerza del roce era muy placentera. Caitlyn no paraba de jadear, botando por la intensidad de sus choques y roces de clítoris. Vi era muy brusca… pero sabía cuándo serlo en el sexo. Se postró sobre Cait y la agarró fuerte de las mejillas con una sola mano, haciéndole poner morritos con los labios. La besó muy sucio, con deseo y mezclando su saliva con la suya sin descanso. 

—Di que eres mía —le inquirió, parando de golpe el beso, agarrándola fuerte de la cara pero sin parar de follarla.

—Tuya, sólo tuya…

Vi gimió con debilidad, fue a besar a Caitlyn de inmediato de nuevo. Las unió las lenguas varios segundos, hasta que Cait empezó a gritar más agudo y miró a otro lado, respirando muy agitada. Vi fue moviendo las caderas más despacio y bajó la mirada hacia los clítoris, Caitlyn suspiraba muy largamente, con el cuello y el torso completo sudado. Su Caitlyn, era tan guapa… notaba aún en su propia vagina las contracciones vaginales de la peliazul, que acababa de correrse. Vi se mordió el labio de nuevo, mirándola a la cara cuando aquel momento pasaba. Adoraba la expresión de fragilidad que ponía en los orgasmos, y en los segundos de después, donde ya no tenía alma para mover ni un dedo. 

Cait tragó saliva y se pasó la mano por el cuello, enjuagado en sudor y la saliva de Vi, que la había besado también por allí como si fuera un lagarto, con la lengua más rato afuera que adentro

Cait tragó saliva y se pasó la mano por el cuello, enjuagado en sudor y la saliva de Vi, que la había besado también por allí como si fuera un lagarto, con la lengua más rato afuera que adentro. Cerró los ojos lentamente y dio un suspiró acalorada. Vi la miraba desde arriba, como si esperase a que se tomara unos segundos de descanso. Cuando abrió los ojos ascendió las manos lentamente por el cuerpo ajeno, que también estaba algo pegajoso, pero ni de asomo tan sudoroso como el suyo. Acopló sus largas manos a los pechos de Vi y los masajeó despacio, y luego una de ellas la subió hasta su nuca. La acarició con cariño, sin dejar de mirarla. Vi le apartó la mano no sin antes besársela, y pretendió sujetarla de ambas manos contra la cama para acabar, pero sin esperárselo, la sheriff movió la muñeca y se zafó sin ninguna dificultad de sus dos agarres. Giró con rapidez la cintura y pasó por encima la pierna de Vi, tirándola sobre la cama. Vi botó dos veces al caer tan abruptamente hacia un costado, mirándola sorprendida. Al cabo, sonrió, tenía muchas técnicas que aprender de ella. Rápida como una tigresa se puso a gatear para abalanzarse con los brazos estirados, pero Caitlyn la esquivó con la cabeza y le atrapó de un brazo, el cual giró a su conveniencia con una facilidad insultante. En menos de segundo tuvo a Vi tumbada bocabajo, con el brazo torcido hacia atrás y presionando sobre su lumbar.

—¿Pero qué… cómo has…?

—¿Qué? ¿Quieres revertirlo ahora?

Vi apretó los labios divertida y utilizo la fuerza bruta para girarse, pero al hacerlo, esperándose que Caitlyn la mantuviera agarrada, se vio en que no sólo la soltó, sino que eso provocó que se moviera muy fuerte; al rotar, Cait le apretó el largo de su antebrazo en el cuello y trabó sus piernas con una montada. Vi apretó las manos en la estrecha cintura de su novia, pero al tratar de sacársela de encima notó la presión ejercida por sus piernas en la montada, y aún peor: ejerció mucha presión incómoda en su cuello, trabándole la respiración por apretarle ahí el antebrazo.

—Que me ahogas… bruta…

—Bruta yo, eh… —amainó la fuerza de las piernas y quitó el brazo. Vi respiró al sentir el aire circulando por su garganta y acabó riendo, mirándola con un poco de malicia.

—Sólo me has pillado desprevenida…

—Siempre vas a tener algo que aprender. Usas mucho la fuerza y a veces te jugará en contra.

Vi agarró a Cait de las muñecas y la arrastró de un tirón, sentándola sobre su vientre. La sheriff la miró sonriendo, ladeando la cabeza. Cuando la fue soltando fue Cait quien la relevó, tumbándose poco a poco encima de ella. 

Vi susurró

Vi susurró.

—No me mires con esos ojos tan bonitos.

—¿Te miro así? —se tapó los ojos con las manos, lo que hizo que ambas partieran a carcajadas. Bajó las manos y la recorrió con la mirada. Poco a poco se desplazó de encima de su cuerpo y acarició su marcado cuerpo con dos dedos, mirándola a los ojos. —Vi…

—Qué…

—Ponte cómoda.

Vi alzó una ceja y vio que Caitlyn le separó las piernas lentamente, poniéndose ella en medio. Vi fue a decirle algo pero se quedó con la palabra ahogada en la boca, Caitlyn pegó los labios y la lengua directamente en su clítoris, y vio cómo su boca se ocultaba sensualmente tras sus labios externos desde su perspectiva. Lanzó un suspiro muy ronco, al sentir un placer inmenso. Bajó la mano al cabello de Cait retirándole un flequillo, que le entorpecía verle bien la cara. No apretó su cabeza pero la dejó allí, jugando con sus mechones mientras Cait lamía con cariño todos sus pliegues, entregada como siempre. Separó sus labios externos y volvió a enroscar la lengua en los internos, hundiendo más la boca entre sus piernas, suspirando. Cuando Vi sintió que de repente comenzaba a penetrarla con un par de dedos sin dejar de estimularle el clítoris echó la cabeza fuerte hacia atrás. Se contrajo rápido, gimiendo. Situó ahora ambas manos en su pelo, apartando el flequillo largo que caía por su frente y le hizo una coleta con la mano derecha. Deseaba controlar la localización de su lengua, lo estaba haciendo muy bien. Había aprendido en tantos meses.

—Eso es… sigue así y me corro en tu boca —musitó muy excitada. Caitlyn le dio un toque en la mano para que la soltara del pelo y Vi obedeció, aplacando la fuerza contra el propio cabecero de la cama. Se contrajo dando un jadeo breve al sentirla aumentar el ritmo de la masturbación, le metió tres dedos en lugar de dos, sin parar. Cuando Vi levantó la cabeza para verla Cait la sintió y abrió los ojos, recreándose en ella fijamente, sin pudor ninguno ya, porque buscaba también tener ese cotacto visual cuando terminara.

—Voy a…

Cait le cortó la frase y emitió un balbuceo de gusto, empezó a curvar los dedos y a presionar hacia dentro en su interior, apretando el punto G, sabía que eso a Vi la volvía loca. Vi contrajo todo el cuerpo y se mordió la mano, temblorosa. Aquello no se lo esperó. Trató de cogerla de nuevo del pelo para conducirle la cara, pero era todo por puro nervio que era. Cait le volvió a apartar la mano de su pelo y le dejó la muñeca rodeada con su mano, penetrándola con la otra con el mismo vaivén, tenía que hacerlo más rítmico que rápido hasta que sintiera que se iba a venir de verdad. Vi emitió un fuerte jadeo ahora, impaciente y muy excitada, la vio contraer el abdomen, y ahí fue cuando apretó más el ritmo, agilizando a su vez los movimientos de la lengua en círculos. Se alejó un par de centímetros para mirar bien su coño y le escupió, volviendo a pegar rápido la boca para extender bien la saliva, balbuceando ella también excitada. Vi empezó a correrse enseguida, nada más notó la humedad de sus labios volver a apretarse contra su clítoris. Dio un largo quejido de placer y otro más, tenía la expresión cambiada y se dedicaba a mirar y a seguir jadeando, se moría del gusto viendo cómo Caitlyn continuaba apretando el punto G y además tragaba gran parte de los fluidos que le estaba expulsando. Aquello había sido muy excitante, jamás la vio pasar aquel último límite. Despegó los labios placenteramente y se dejó caer en la almohada, agitada.

—Joder, nena…

—¿Cómo lo he hecho? —susurró Caitlyn, mirándola divertida. Se pasaba los pocos dedos secos que tenía por la comisura, para retirarse la humedad. Vi la miró con el ceño fruncido, aún invadida por una expresión de orgasmo en la cara.

—Por dios… me he olvidado hasta de cómo me llamo. ¿Quién te enseñó a hacerlo tan bien?

Caitlyn le dio un golpe sin fuerza, como fingiendo molestia de que le preguntara eso. Se rieron juntas.

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