CAPÍTULO 27. Una familia avariciosa
Mansión de Ymir
Nikolo trajo gentilmente té para todos. Con el transcurso de la conversación que mantenían en el salón, Historia acabó enterándose de que Ariadna y los otros tres chicos que estaban sentados a su lado eran, efectivamente y muy a su pesar, primos directos de Ymir. Su padre y el padre de Ariadna eran gemelos, por lo tanto, sus rostros y cuerpos eran muy similares. Igual ocurría con los chicos: dos de ellos eran terroríficamente parecidos a Ymir, pero en sus miradas se respiraba algo mucho más siniestro y oscuro. Se llamaban Bastian y Harold.
El tercer hermano carecía de pecas, era el más bajito y tenía una mirada dulce y apaciguada, además, era el único que no parecía querer estar allí. Era el joven Bernard. Se pasó toda la reunión entretenido con el móvil.
—La decisión la tomé hace unos cuantos meses. De todos modos, en las escrituras de la villa no venía una cláusula correspondiente a la jerarquía. La casa siempre será mía, igual que siempre fue de mi padre.
—Pero ahora es nuestro padre el que ha fallecido, y antes de leer el testamento, sospechamos que había una última voluntad escrita de mano de abogado. La décima parte de los cultivares son de él, sólo queremos reclamarlos y pedirte un precio por la mitad del cultivar que tú regentas.
—Prefiero comprar tu parte y extirparos a los cuatro del contrato, si puede ser.
—Eso no puede ser. Son muchas hectáreas contenidas en ese 10%, Ymir. Qué más te da.
—Que no quiero tenerte cerca.
Ariadna puso los ojos en blanco y sus pupilas fueron a parar a Historia. La rubia había estado en silencio toda la comitiva, sentada al lado de Ymir.
—No la mires —dijo Ymir en un tono seco. Ariadna se humedeció los labios y volvió la vista a ella.
—Intentaba comprender cómo un ser humano tan insignificante y poca cosa como esa esclava ha podido hacer que te conviertas en el lastre que eres ahora.
Ymir apretó los dientes, pero no le dio tiempo a responder. Uno de los hermanos la miró con rudeza y habló antes.
—El espacio que nos corresponde seguirá siendo nuestro igualmente, así que no nos iremos de aquí. Pero el camino hasta esta villa es bastante largo. Si construimos una casa cerca del cultivar, no es mala idea empezar ya las obras de otra mansión. Podremos dirigir los negocios de droga desde aquí mismo.
Historia casi se atraganta con el té al escuchar aquello.
—¿Có… cómo.. ha dicho… droga…?
Ariadna puso una expresión de desagrado al oírla hablar.
—Es incómodo que escuche estas cosas. Deberías sacarla de aquí. No sabe nada de nuestra familia, Ymir.
—Ella vive aquí —dijo. La miró de reojo y suspiró. —No tenía por qué saber nada hasta que tu estúpido hermano ha abierto la boca.
—No tiene por qué saber nada más. —Dijo el otro moreno, Bastian, mirándola ceñudo. Historia dejó de observarles y se quedó de una pieza, ahora recalando en Ymir.
—Ymir…
—Sube a la habitación, por favor.
—¿»Por favor»…? —el muchacho rio asombrado al oír a su prima, pidiéndole de ese modo las cosas. Se notaba que todos allí eran alfas a la más vieja usanza. —Da gracias por estar tan embarazada. Porque sino…
—Harold, cierra el pico —fue la primera y última vez que intervino el muchacho de pelo claro, que ni siquiera desvió la mirada de su celular.
—No subiré a ninguna parte. Aquí vivo yo también. Tienes la cabeza tan pequeña y cuadriculada que no entiendes que el amor pueda surgir independientemente de la clase social, ¿verdad? —tronó Historia, envalentonada.
El hombre se puso en pie peligrosamente e Ymir le repitió, enfrentándole. Al chocarse con su nariz apretó los labios con dureza, cabreado por no poder abofetear a aquella estúpida por su insolencia.
—Ya veo que has amaestrado bien a la idiota de nuestra prima —dijo, arrastrando las palabras. —Qué decepción, Ymir. Con lo poderosa que has sido siempre. Hasta yo te envidiaba. Tener que aguantar esto de una beta es inaudito. —Se volvió a sentar.
—No soy una beta —respondió la rubia, cruzándose de brazos.
—Quien nace esclavo, esclavo muere. Eres una beta —murmuró Ariadna, alzando una ceja. —No sabes ni un tercio de lo que nuestra familia lleva para adelante porque Ymir se ha encargado muy bien de regentarlo todo sola y en silencio. Y eso está muy bien, porque no es tu posición. Pero hazle un favor y deja que hablemos en privado. No quieras saber todo lo que hace a tus espaldas.
Nikolo suspiró, seguía en la cocina, pero incluso con lo grande que era la casa, muchas de las frases que pronunciaban en la discusión llegaban hasta allí. Tenía mucha pena por Historia, pero en los clanes familiares los secretos de ese tipo eran la comidilla diaria.
Historia finalmente se fue al dormitorio… pero Ymir no regresó en toda la noche. En algún momento de la madrugada bajó las escaleras adormilada y la buscó, pero los vio a todos rondando una mesa grande cubierta hasta arriba de papeles, y a ellos con cara de estar frente a un examen de física cuántica. Le resultó increíble la de negocios y papeleos rozando la ilegalidad que tenían entre ellos. Y le resultaba doloroso enterarse tan tarde de que Ymir tenía familia, por muy mala que fuera la relación con ellos.
Al día siguiente
Historia pasó el día entero leyendo y mirando la tele. Le habría gustado ver alguna serie con Ymir, la echaba tanto de menos… por lo menos podía sentir su olor entre las sábanas, de las que no se despegó en todo el día. Había tenido suaves calambres y contracciones cerca del bajovientre, pero llevaba ya días teniendo esos síntomas, todo eran señales de que el parto estaba cerca. Aquella noche no fue diferente. Después de tantísimas horas leyendo y la vista cansada de ver películas, se fue quedando dormida.
Despertó de golpe, asustada, con un gran pesar en el estómago. Miró por toda la habitación e Ymir seguía sin venir, así que esta vez salió de la cama preocupada. Había tenido una pesadilla horrible, las palabras del médico estaban haciendo mella en ella, tal vez se estaba precipitando al renegar de tener esos papeles firmados por miedo a los traumas que Ymir tenía con el tema. Sabía que teniéndolos firmados, la pecosa iba a preferir que directamente se hiciera una cesárea, algo que la embarazada quería evitar a menos que fuera un recurso de emergencia. Cuando salió de la habitación y bajó hasta la planta baja, se dio cuenta de que un profundo olor a marihuana inundaba el salón. También sintió sonido de agua corriendo en el baño de la planta baja, aunque supuso que era el mismo Nikolo, que siempre se daba una ducha rápida antes de volver a su habitación cuando ya acababa su jornada. Historia avanzó rápido hasta el cuerpo de Ymir, la vio de espaldas con el teléfono en la oreja, y la abrazó rápido, con fuerza.
—Por qué no me llamas… dónde has estado, he tenido un sueño horrible…
La alta mujer sólo se movió cuando la abrazó así de fuerte. Cuando Historia elevó despacio la mirada hacia arriba, vio que la que empezaba a voltearse no era Ymir. La oscuridad podía confundirla, sin embargo…
—Pobrecita. ¿Ese mal sueño me incluía? Te tiemblan los brazos.
Historia abrió rápido los brazos separándose y de la pura impresión dio un balbuceo, incapaz de hablar. Se sentía muy estúpida habiendo confundido a Ymir con aquella desagradable chica. Como no podía moverse, la otra volvió a hablar.
—Fíjate… —echó la calada de su porro hacia un lado, y dio unos pasos hasta volver a tenerla de cerca. Historia caminó dos pasos hacia atrás pero Ariadna los volvió a andar, hasta que la acorraló en la pared. Sonrió. —Puedo ver claramente por qué has vuelto loca a mi prima. Eres preciosa. Mira qué cara… —con la misma mano donde tenía el cigarro logró acariciarla de la mejilla, pero Historia le volvió el rostro. Trató de escapar hacia un lado pero la chica la sujetó del brazo y la volvió a empujar contra la pared, mirándola con la misma sonrisa.
—No me… no me toques… —dijo cabreada, mirándola con desagrado.
—Has tenido muy buena suerte, ¿sabes? —continuó la mujer, susurrando. —Parece que Ymir ha desarrollado sentimientos que nosotros no podemos entender. Pero, ahora que te miro bien, como decía… —musitó con el rostro relajado, aunque Historia empezó a notar también que le temblaban las piernas. —Eres muy guapa. —Fumó delante de ella, y soltó el humo en su cara despacio, haciendo que Historia se removiera incómoda. —Si me hubieras tocado a mí te habría desfigurado hasta que sólo yo supiera lo guapa que eres en realidad.
Historia sintió una sensación de indefensión similar a la que tenía con Ymir hace tiempo, porque no la dejaba marchar. Al volver a tratar de salir de su cercanía le apretó más el brazo, reteniéndola contra la pared.
—Gritaré…
—¿Sabes lo rápido que puedo matarte? O mejor. ¿Sabes lo rápido que puedo matarle a él? —Amenazó, y de repente Historia abrió los ojos desmesuradamente al sentir el frío de una cuchilla en el vientre. No supo de dónde se la sacó, pero tentar a la suerte era demasiado arriesgado. Notó que tenía un nudo en la garganta. La miró asustada sin responder. —Conmigo probablemente no lo pasarías tan bien como con Ymir o mis hermanos. Yo no tengo polla como todos ellos. Pero… siempre me ha gustado más explorar con juguetes. Algunas veces se me va la mano… —Historia derramó una lágrima al sentir que apretaba la cuchilla.
—Si me haces algo, te juro que…
—Si antes me estabas abrazando…
Una esclava como otra cualquiera. Indefensa, frágil y hermosa. ¿Esta lacra tan simplona es la que ha tumbado el mundo de mi prima?
Ariadna soltó el cigarrillo y lo apagó con la bota, y aprovechó que tenía esa mano libre para tocar a Historia de la entrepierna. Ajustó la mano a sus braguitas y apretó los dedos desde fuera, notando la calidez. Historia se removió y tuvo un acto reflejo al tratar de responder con una bofetada. Ariadna retiró la mano en el aire y sonrió, despegándose de ella.
—Si matara al hijo de mi prima, se suicidaría… aguantó la muerte de una zorrita embarazada, pero no resistiría una segunda. —Susurró guardando la hoja de la navaja y se irguió despacio. Historia seguía en shock, sin decir nada, simplemente se frotó los ojos húmedos con la manga del pijama. —Vamos a hacerle un favor a Ymir y no contarle esto, ¿de acuerdo? Llevamos un día entero hablando de temas muy complejos para que una esclava como tú los entienda, y créeme… si ahora surgiera una enemistad aún mayor entre nosotras se vería muuuuuuy afectada, por muchos… descuadres en los negocios familiares —dijo dándole mucha importancia, aunque en realidad, algo en la mirada de Historia le decía que no iba a soltar ni prenda. La rubia la miró una vez más y se fue corriendo, sin decirle nada.
Cuando volvió a la tercera planta vio a Ymir hablando por móvil, con la espalda apoyada en la pared. Ni siquiera supo cómo diablos no se habían cruzado. Parecía estar hablando de algún tema muy personal, porque cuando la morena la escuchó subir, se giró dándole la espalda de nuevo y continuó hablando en voz más baja. Historia frunció el ceño y se metió sin decir nada a la habitación. Fueron unos interminables veinte minutos después cuando la morena entró también allí. Historia se secó las lágrimas que aún había seguido soltando en la cama y se giró hacia la ventana, cerrando los ojos. Tenía muchísimas cosas que preguntarle, pero prefería no hacerlo con Ariadna en casa.
—Se irá esta noche. Quiere las escrituras y ha venido a molestar, pero pienso echarla. —Fue lo primero que dijo, mientras se quitaba la ropa y la cambiaba por el pijama. Se inclinó sobre la espalda de Historia y bajó una mano hasta el vientre, acariciándola despacio. Historia abrió los ojos y sonrió, sentirla a ella le arreglaba un poco el carácter y todo lo malo que hubiera podido ocurrir. Giró el rostro hacia ella y se besaron espontáneamente, Ymir no quiso detener el beso y lo prolongó algo más, aunque de pronto se apartó unos milímetros, apartando su boca de la de Historia. Ésta abrió los ojos y la miró fijamente, acariciándola de la mejilla.
—¿Pasa algo…?
Ymir recorrió su rostro con la mirada, parecía estar estudiándola. De pronto agarró un extremo de la camisola que llevaba y lo aproximó a su nariz, como si hubiera detectado algo. Historia tragó saliva. Pero la morena se despegó del todo y se quedó un rato en silencio. Después se sentó en la cama y se terminó de quitar las botas de tacón que llevaba.
—Ymir, ¿estás bien?
—¿Te ha hecho algo? —dijo ya en pijama y descalza, poniéndose de pie. Se giró a Historia y la movió para que su cuerpo estuviera volteado hacia ella. Plantó un contacto visual muy directo. Historia tuvo dificultades para mentir.
—¿De qué hablas…?
—Ariadna. Hueles a sus asquerosos porros. ¿Se te ha acercado?
—No —dijo rápido, sosteniéndole la mirada. Ymir abrió los labios pero los cerró deprisa, inspirando hondo. —Pero sí que es verdad que bajé a por algo de comer y ella estaba fumando, así que… es normal que huela un poco, supongo.
Ymir la miró de arriba abajo, calibrando la veracidad de sus palabras.
—¿Te ha tocado, Historia?
—No, Ymir, no me ha tocado. Dios, vamos a dormir, el día se me ha hecho larguísimo. —Se recostó hacia la ventana pero de nuevo, Ymir la giró de un aspaviento hacia ella, volteándola.
—No me gusta un pelo que huelas a ella o a su tabaco. Sabes que si tienes algún problema, sólo tienes que pulsar cinco veces el botón del móvil como te expliqué.
—Ya lo sé. Pero… ¿qué quieres que haga? Si está fumando, es normal que…
—Si te ha hecho lo más mínimo me lo tienes que decir. No quiero saber ni que te pasa a dos metros de distancia. Te puede hacer muchísimo daño.
—¿¡Y por qué le permites que entre aquí!? —se soltó de su agarre y se fue incorporando con dificultad, hasta quedar sentada en la cama.
Ymir frunció el ceño.
—Soy la última que quiere que esté. Pero es cierto que… su nombre está en las escrituras hasta que no se lea el testamento, y ver si hay modificaciones. Es un tema más delicado de lo que parece y estamos con los abogados…
—Si sabes que puede hacerme daño… ¿por qué la dejas que se pasee por nuestra casa? —Ymir parpadeó y la miró atenta, cerrando los labios. La rubia se tapó los ojos, suspirando frustrada al no recibir una respuesta, y volvió a hablar—. Es mejor que siga quedándome en mi casa.
—No.
—No quiero… no quiero que…
—Tú no… no sabes lo que tengo que aguantar con esta gente de mierda…
—¿Y quién coño te obliga? ¿QUIÉN COÑO TE OBLIGA?
La morena apretó los labios, sintiendo ira en su cuello.
—No me levantes la voz.
Historia frunció el ceño y se destapó lentamente. Con toda su pequeña figura y su barriga enorme, se puso por delante de ella, enfrentándola con una expresión de muy pocos amigos. Ymir la miró sorprendida y atenta, arqueando las cejas.
—¿Te parece poco lo que he aguantado, Ymir? Dime. Hasta ahora.
—Eres una exagerada. —Le dijo apática, mirándola desde arriba.
—Que soy… ¿qué…? —abrió los ojos muchísimo, mirándola atónita. —¿Exagerada?
—No te ha hecho nada, sólo llamarte esclava. Por si no te has dado cuenta, ese es el mundo real en el que has entrado. Y ahora estás aquí. No te he tratado de ningún modo para que me hagas sentir mal continuamente. Hago lo que puedo, ya sabes de dónde vengo. Mientras yo no te haga nada y vivas bien, cállate.
La rubia tuvo un crecimiento de rabia. Y de la rabia, se adelantó a ella y sacó toda la fuerza que tenía para empujarla. Si Ymir se lo hubiera esperado no se habría movido ni un milímetro, pero estaba tan acostumbrada a llevar la voz cantante y no ser cuestionada, y era tan larga y delgada, que la fuerza de Historia fue suficiente para que se chocara ruidosamente contra la pared. Su muslo chocó contra la mesita de noche. Ymir se aferró al cabecero y volvió la mirada a ella fijamente, como una leona.
—Qué coño haces.
Historia la miró respirando cansada, tenía mucha adrenalina recorriéndola de pies a cabeza. Cuando vio que Ymir se volvía a poner recta la volvió a empujar, sollozando. Ymir chocó de lado y puso una mano en la pared.
—¡¡Así!! ¡Así me siento! ¡¡ASÍ, YMIR!!
Se volvió a acercar a ella y cuando la otra la vio con la intención de empujarla una tercera vez, Ymir se le acercó violentamente y levantó la mano, a punto de estampársela en el rostro. Historia cambió la expresión con que la miraba y se quedó quieta, bajando las manos. Ymir frenó lo que iba a hacer justo a tiempo.
—No me… no me grites. No te he hecho nada para que me grites —dijo la morena, con la voz titubeante. Historia no respondió, pero estaba haciendo un esfuerzo por no volver a llorar. Ymir tembló de cabo a rabo, pero no por miedo, sino por ira. Hasta que sus ojos fueron a parar al vientre tan abultado que cargaba Historia. Apartó la mirada y se mordió el labio inferior, reteniendo su carácter.
—Voy a echarla. —Dijo al cabo, girándose hacia la puerta.
—Haz lo que te dé la gana.
Ymir paró un segundo el ritmo de sus pisadas al oírla y volteó el rostro hacia ella.
—No, tú haz lo que te dé la gana. Estoy cansada.
¿Cansada? ¿¡Tú!?
—Pues mañana mismo me largo de aquí.
Ymir se quedó observándola unos segundos y se acabó girando despacio, como si le costara hacerlo.
—Está bien. He hecho lo que he podido. Siento que no te resulte suficiente. De verdad que lo siento.
Historia frunció un poco sus rubias cejas, sintiendo extraña aquella respuesta. De hecho, sentía como si estuviera finalizando la relación. Ella sólo quería sentirse segura, nada más. Había gente peligrosa merodeando en la mansión y ella estaba tan tranquila… pero, por otro lado, tampoco le había comentado lo que Ariadna le acababa de hacer.
—Es que aquí no me siento segura. Tampoco siento que confíes en mí, no me cuentas nada sobre los negocios que tienes, ni la relación con tu familia.
—¿Para qué? Sois seres frágiles. Todos los humanos. Te escandalizas con todo lo que ocurre a mi alrededor y desde que te he dejado hablarme de igual a igual, todo lo que has hecho ha sido criticarme o dejar claro que no estoy a la altura de lo que esperas. Te he intentado respetar y hablar educadamente. Si tú no eres capaz de apreciar mi cambio, ya habrá cualquier otra que sí lo haga.
Historia sintió esa respuesta como una auténtica puñalada trapera.
—Es verdad. Yo no soy tu madre. Pero sí soy la suya —bajó la mirada hacia su cuerpo. —Sé lo que no quiero que vea. Y eso me hace querer centrarte, o al menos… intentar que no te vayas por el mal camino. —Sonrió irónica. —Soy ilusa, porque tú ya estás totalmente metida en ese camino, no se trata de entrar en él. Desconoces por completo lo que es que un bebé o un niño crezca viendo esas cosas a su alrededor y lo fácil, lo FÁCIL que es que absorba lo que ve como una esponja. Ahora, Dirk quiere que lo sostengan de los tirantes desde que tú lo hiciste.
Ymir entreabrió los labios, suspirando.
—Sé que habrán muchas otras que estarán felices de tu gran cambio, seguro que sí, Ymir. —Continuó.
—He matado a suficientes personas para engordar un cementerio —pronunció la morena, mirándola fijamente. —Esa gente de ahí, mis primos, o lo que queda de mi familia, encubren mis asesinatos más polémicos. Y mi participación en el tráfico de coderoína modificada.
—¿Qué…?
—Mi padre llevaba esos negocios. Esa cama sobre la que te acuestas está comprada con sangre de alfas derramadas. Yo los maté. Y por eso, me tienen miedo.
—Pero con… ¿coderoína modif…?
—Sí. Los Fritzel somos muy demandantes. Unos asesinos en potencia. Ellos encubren mi nombre. Pero soy la que dirige a la mayor parte del sector. ¿Sigues queriendo estar conmigo?
Historia frunció el ceño.
—Tú misma sabes las consecuencias de… en fin, no sé cómo puedes dormir sabiendo que…
—¿Que me envenenaron con el propio veneno que yo hago circular? ¿Y qué? ¿Crees que me importa?
—¡Eso hace daño a la gente! ¿¡Es que no lo ves!? ¿Por qué formas parte de eso?
—PORQUE YA NO PUEDO ECHARME ATRÁS. YO LO EMPECÉ, IDIOTA. YO LO EMPECÉ.
—¿Y qué quieres exactamente para el futuro? ¿Qué lo dirija él? —indicó su propio vientre con el mentón, mirándola inquisitiva. —Qué buen legado, Ymir… —le dijo entornando la mirada, con una sonrisa sarcástica.
—Él decidirá. Yo no puedo dejarlo. Tengo demasiados contactos y amigos metidos hasta el cuello, y mis primos no han aumentado su vandalismo porque aún cobran un buen pellizco.
—Claro, y de vez en cuando te ponen un poquito en la copa. Y quién sabe si el día de mañana me lo pondrán a mí.
Ymir se acercó de repente a Historia. La rubia pretendió quedarse quieta y no mostrar debilidad, pero cada vez que se le acercaba tan contundentemente su estatus perdía solidez. La morena se inclinó y la señaló del dedo índice, con la uña casi ensartada en su ojo.
—Estás sacándome de mis casillas. ¿Por qué coño te cebas conmigo así?
Historia suspiró largamente, intentando recomponerse antes de contestar, pero la mroena insistió.
—Te quiero muchísimo. Muchísimo. Estoy haciendo lo que puedo con lo que tengo. Tendrás dinero, el amor de nuestra familia, un hogar, la posibilidad de viajar cuando quieras sin tener que mover un dedo, médicos profesionales que te atenderían en el último puto rincón del mundo simplemente por ser quien eres. Y seguridad. Tienes seguridad, maldita sea. No vivirás el mismo peligro dos veces, eso te lo juro. Deja que yo me encargue de cuidarte. Tú sólo… joder, cállate. Y no me preguntes cosas de nuestros negocios. No quiero que las sepas.
Historia tuvo un estremecimiento fuerte en el cuerpo, y sintió una contracción. Bajó la mano y se encogió, e Ymir abrió los ojos y se inclinó igual que ella, poniendo sus manos sobre las blancas de la embarazada.
—¿Estás bien…?
—S… sí. —Historia respiró hondo y subió lentamente los ojos a ella. Después miró la cama, como si aquella discusión la hubiera cansado muchísimo. Ymir miró también la cama y la condujo un poco hacia allí.
—Vamos, descansa un poco.
—He descansado todo el día. No me creo lo ridículamente cansada que me siento siempre.
—Historia…
—Qué quieres.
Ymir la miró con ojos de perro degollado, pero si ninguna intención de querer ponerle esa expresión. A Historia se le hizo hasta tierna, pero no quería ceder terreno. Se sentó en la cama.
—Yo te quiero. No quiero que estés mal.
—No me siento segura con esa mujer en casa, ¿de acuerdo? Sácala y del otro tema… hablaremos más adelante. Porque de verdad que me preocupa, Ymir.
La morena no dijo más nada. La ayudó a colocarle las piernas sobre la cama y tras acariciarla unos instantes, se levantó y le apagó la luz.
Ariadna va a darme problemas, pensó. Tengo que protegerla. Su padre debería dejarme las tierras, me lo debe… Una vez hecha la lectura de su testamento, esta tortura debería acabarse. Pero no sé cómo se lo va a tomar ninguno de mis primos. Es peligroso para Historia.
El día de la lectura
Con mucho temor de por medio, Ymir se había visto obligada a la lectura del testamento de su tío, en la otra punta del globo donde el hombre tuvo una vida de oro. Allí deseaba ser enterrado como última voluntad, y aunque Ymir no tenía ningún maldito interés por asistir, la ley alfa, por primera vez, la obligaba a hacerlo al recibir una cuantía. Tampoco podía enviar a un empleado de confianza como Moblit a ocuparse de aquello por su cuenta, no permitían humanos corrientes en la lectura.
Cuando regresó a la mansión, tres días más tarde por el larguísimo trayecto en avión, Historia la recibió con los brazos abiertos. Tres días y notaban la falta de la otra, Ymir no estaba acostumbrada a aquel sentimiento de necesidad. Pero en realidad, el sentimiento había estado siempre: la carencia afectiva había calado demasiado hondo. Ahora que no tenía que ocultarlo con nadie y que se sentía plena viviendo con la rubia, incluso con las discusiones, ya no podía seguir negando sus fuertes sentimientos por ella. Le daba igual lo que pensaran o dijeran los demás.
—Historia.
—¡¡Ymir!! —estaba comiendo en el jardín, justo cuando vio a la morena a lo lejos. Se levantó con una sonrisa de oreja a oreja y corrió a abrazarla, rodeándole la cintura con los brazos y pegándose remolona a su hombro. La pecosa la miró sonriendo, ese era el recibimiento que necesitaba.
—¿Qué tal el viaje, Ymir? ¿Te tocó algo?
—Pues sí. Al parecer mi tío me dejó algo, para desgracia de Ariadna. Me ha cedido el 10% de parcela exterior que aún tenía su nombre. Con lo cual… mis primos están fuera de esto.
—Hasta hace nada ni siquiera sabía que había un porcentaje que no fuera tuyo —habló sin separarse, acariciándola de la espalda. Ymir frunció un poco los labios.
—Mi padre le intentó excluir en vida, pero no pudo hacerlo con las acciones que mi tío se negó a revenderle. Se llevaban bastante regular. Pero bueno… él no es que haya sido el peor tutor del mundo, se ve que algo me quería. Y claro. A Ariadna la jodió viva, ella quería construir su otra mansión en la periferia de esta villa.
—¿Quéeeee…? Ni loca… uf. De la que te ha librado tu tío, Ymir.
—Bueno, hay un pequeño problema. Ariadna quiere presentar alegaciones y hacer las medidas con sus obreros igualmente en esa parte de los cultivares.
Historia no dijo nada, juntando sus labios. Dejó sus enormes ojos claros en Ymir, que no sabía tampoco muy bien cómo arreglarlo. Tener sólo la mínima idea de que esa asesina pudiera ejercer a sus anchas tan cerca de ellas, en la mismísima villa Fritzel, le daba escalofríos.
—No quiero que viva tan cerca de mí —dijo al final, tras una pausa.
—No dejaré que viva aquí. Es mi villa. Mi tío en vida jamás construyó aquí. Su hija siempre ha sido un auténtico dolor de culo para él y también para el linaje Fritzel.
—Pero ya es legal, ¿no? Por muchas alegaciones que presente…
—Sí. No podrá jamás vivir aquí. Mis abogados son mejores que los suyos, yo soy más fuerte que ella, y la ley ampara el testamento. Sin embargo…
—¿Qué? —Historia abrió los ojos, y frunció rápido el ceño.
—Pues que por muchos vigilantes que ponga, hasta que las alegaciones no se desestimen, puede construir. Y puede estar por aquí molestándonos. Como aún no se ha validado la última voluntad, pues… aún «teóricamente» son sus tierras.
—Me iré a mi casa. No quiero vivir cerca de ella. Seguro que viene y nos molesta. —Dijo con la boca mucho más pequeña. Ymir sintió que se llevaba una mano al vientre y entonces bajó la cabeza, hasta lograr tocar con sus labios la nariz de la rubia.
—Tú no te vas de aquí. Estas escrituras… van a ser compartidas muy pronto. Las escrituras de la villa entera. En cuanto sea dueña del cien por cien. Dame sólo un poco de tiempo. Mis abogados tienen que apretar un poco a la tesorería de las propiedades de alfas. Después, será muy fácil echarles de aquí.
—Oye… Ymir… tú…
—¿Sí?
—¿Crees que aunque sea enteramente tu casa, ella puede merodear por aquí? No es que me importe demasiado, pero sí que lo hará cuando él nazca… va a ser una personita muy indefensa ante personas como ella.
—Mírame.
Historia subió la mirada a ella, y se encontró con un témpano de hielo. Parecía estar cabreada. Al hablar de nuevo, la notó con la voz muy, muy endurecida.
—Si se acerca a ti o a mi hijo no dudaré en matarla. Y créeme, ella lo sabe perfectamente.
—No quiero que actúes tan impulsivamente. Pero… bueno. Me da miedo… no lo voy a negar. No quiero que merodee en las tomateras o cualquier cosa que pueda envenenar… ya lo ha intentado con las dos.
Ymir frunció un poco el ceño, y puso una mueca que eliminó muy rápidamente de su rostro, pero que Historia sí llegó a captar.
Eres fuerte, eres increíblemente territorial, pero tu prima tiene una astucia cancerosa. Acabo de ver la cara de miedo que has puesto.
Historia suspiró con aquellas ideas en la cabeza y elevó los hombros sin más.
—Bueno, con reforzar la vigilancia puede que sea suficiente.
Ymir se quedó aún en silencio, sin contestarle a esa frase. Parecía haber quedado pensativa con lo que Historia había dicho antes.
Es cierto. Lo ha intentado con las dos y casi me barre del mapa con la coderoína. Si logra matarme, Historia no tiene ninguna posibilidad. Matará a mi hijo también.
—Si la mato… si los mato a los cuatro…
—¿¡Qué!? ¡¡No!! No quería decir eso. Saca esa idea ahora mismo de tu cabeza. ¿¡Sabes la terapia que he tenido que hacer para dejar de tener tanta pesadilla con las personas que te he visto matar!? No puedes hacer eso… cada vez que un enemigo te haga sombra.
Ymir suspiró.
A la mañana siguiente
Ymir había salido a trabajar bien entrada la mañana.
Y para desgracia de ambas, Ariadna también había salido a trabajar. Concretamente, junto a los obreros y arquitectos que empezaban a hacer las medidas en los cultivares de Ymir, para la construcción de la nueva casa. Pero no se contentó sólo con eso. Pasadas varias horas, cuando el hambre comenzaba a apretar, hizo un gesto a uno de los betas que la había acompañado y dos de sus hermanos, para darse un descanso en la mansión de su prima.
Sólo que tampoco era un descanso. Aquel fue el pretexto que dieron a sus estúpidos obreros humanos.
Como era natural, su proximidad fue captada por el radar de los vigilantes y Harold recibió un disparo que lo dejó medio frito en mitad del suelo. Historia oyó el impacto desde el jardín de la casa y se asustó, dejando el libro que leía en la mesa y poniéndose en pie. Frunció el ceño, su corazón apretó las palpitaciones rápidamente, sintiéndose en peligro. Al cabo de unos segundos, el vigilante del jardín trasero corrió hacia ella mientras se volvía a colgar el walkie del cinturón.
—Señorita, uno de mis compañeros ha abierto fuego contra uno de los primos de Ymir.
—Dios santo. ¿Van armados?
—No, señorita. Pero se han acercado demasiado.
—¿Han dicho qué es lo que quieren?
—Ariadna insiste en que llamemos a urgencias. Al parecer la bala se ha quedado alojada en algún órgano interno y es incapaz de sacársela por sí mismo y regenerarse. Pero… creo que nos están intentando mentir para acercarse.
Son alfas de bajo rango, recordó Historia. Pestañeó un par de veces sin saber qué hacer. El vigilante la miraba a los ojos de forma muy fija, claramente esperando una orden.
—Que no les disparen más. Llamaré a los servicio de urgencia yo misma, pero… que no se acerquen tampoco.
—La mujer asegura que viene en son de paz. —El hombre inspiró hondo, y luego bajó la voz. —Yo que usted no me fiaba ni un pelo.
—Bueno, estás tú y el de la puerta del cobertizo para protegerme. Lo que me interesa es que no vengan armados.
—¿Armados? Pero… señorita, pueden convertirse en titanes… y las armas especiales para titanes los matarán casi con total seguridad. Si eso no es lo que quiere, yo le diría que se ponga en contacto con Ymir.
—Lo haré.
Historia se giró suspirando y sacó el móvi, cuando de repente oyó no uno, sino tres zumbidos extraños a sus espaldas. Rápidos, certeros, acabados abruptamente, y seguidos de un estrépito corporal. Tembló de pies a cabeza, porque sabía que algo malo estaba ocurriendo a escasos metros de ella. Cuando empezó a voltearse, recibió un serio golpe en la nuca, que la tiró al césped.
Tardó unos segundos en abrir los ojos, fuertemente mareada, pero frunció las cejas al forzarse a concentrar la mirada.
—Quítale el móvil, lo tiene al lado —oyó decir a una voz masculina. Rápida como jamás pensó que sería bajo esas circunstancias, fue Historia la que alargó el brazo y tomó su teléfono, y apretó 5 rápidas veces el botón de bloqueo tal y como le había enseñado Ymir, para mandarle la señal de auxilio. Una mano mucho más enorme que la suya le agarró el móvil, pero Historia apretó los labios contenida de rabia y miró al chico, era un primo de Ymir. Aquella panda de buitres habían logrado meterse en el jardín, y de alguna manera, matar a la vigilancia que había en ese lado.
—Suéltalo, idiota. O te haré daño. Nadie va a dejar que llames a tu dueña de todos modos —sonrió con maldad, dando un tirón muy fuerte al brazo de Historia. La chica no soltó el teléfono. Ariadna resopló harta y se acercó a ella, pateándola de la espalda para que volviera a caerse del todo al césped, cosa que consiguió.
—Hmg… —el gemido ahogado que hizo la embarazada alertó a uno de los hombres que venía con Ariadna, que se acercó a ella inmediatamente cuando vio que se disponía a darle la segunda coz.
—Pero qué haces —le susurró al oído, tranquilizándola. Ariadna pareció cerrar los ojos y serenarse. Historia apretó fuerte los ojos y los dientes, y escondió una mano bajo su vientre, pues había quedado bocabajo tras la patada. Bernard se separó de su hermana y bajó la mano a Historia, que lo miró cansada, pero con mucho asco concentrado, y no respondió a su ayuda. —Perdona a Ariadna, hoy no tiene un buen día. No queremos hacerte daño.
Habla por ti, pensó automáticamente la alta morena, mirando a la chica tirada.
Historia mantuvo la mirada de odio todo el rato que le habló, pero de repente cerró los ojos y apretó la frente con fuerza sobre el césped, contrayendo la espalda al ajustar la mano de nuevo a su panza. Sentía claramente un dolor agudo en alguna parte que luchaba por no manifestarles, pero el chico, quizá el único con algo de corazón de entre los cuatro que la habían abordado, bufó por lo bajo y se giró a Ariadna, susurrándole.
—Haz el favor de replanteártelo. No quiero hacerle daño a una embarazada. Y creo que le has hecho daño ya en algún sitio.
—La idea no era hacérselo, sino preguntarle amigablemente que dónde tiene Ymir la caja fuerte con los planos de la casa y las escrituras, sólo ella tiene las originales bajo llave. Esta niñata debe de saber la localización de las llaves y puede ordenar a la vigilancia interna de la casa que nos las traiga. —Miró fríamente a su hermano, levantándole la mano. —Y no me repliques, maldito cabrón. Si vas a ponerte a llorar, no haber venido.
Bernard puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, malhumorado. Se cruzó de brazos. Ariadna carraspeó junto a su hermano Harold y Bastian, y tras hablar en voz baja entre ellos, se giró y se encaminó hacia Historia. La rubia lanzó un grito que hizo que la alfa parara en seco, sorprendida. Rápida como una flecha, se abalanzó sobre ella y le tapó la boca, mirándola fijamente.
—Shhhhhhhhhhhh… no seas loca, esclava. No grites. No vuelvas a hacerlo. Queremos hacer las cosas de manera pacífica.
Historia la miró con el ceño fuertemente fruncido, olvidando por un momento la presión que había comenzado a sentir en el vientre de haberla tirado bocabajo.
—Dinos, ¿dónde está el guardia más próximo por la parte delantera de la casa? Sabemos que el de la puerta principal acabamos de freírlo ahí mismo. —Señaló con la cabeza al vigilante abatido, junto a otros tres, ninguno de ellos respondía tras haber sido tiroteados con armas con silenciador.
—He avisado a Ymir. Debe de estar a punto de llegar. Si te encuentra aquí, te… —Ariadna le volvió a tapar la boca, y chasqueó los dedos de la otra mano. Su hermano se acercó rápido y ambos la pusieron en pie, hasta que fue el chico el que la cargó en brazos. Al sentir que la cargaba, sólo ese cambio de postura, volvió a sentir una presión concentrada en su cuerpo. Sabía que la patada que la tiró al césped había aplastado el vientre, y aún le dolía. Pero no daría indicios de ello. Sentía miedo, pero también evitó llorar. No les iba a dar ese placer. Ariadna caminó con precaución hacia una de las esquinas de la mansión y con extremo cuidado, asomó el filo de su cuchilla para ver si había algún guardia. No lo había.
—Bastian, ve y mata al de la puerta secundaria del hall. Ten cuidado porque tiene espejos escondidos en los laterales y trampas. Si alguno de dentro da el aviso, son capaces de tirarte una granada de mano.
Historia frunció el ceño al oír esas palabras y miró la casa. No tenía idea del alcance militar que podía haber allí dentro, aunque… viendo el equipo de maniobras tridimensionales, pudo haberlo sospechado.
—Dime lo que necesitas —volvió a hablar Historia, atrayendo la atención de Ariadna. —Te lo traeré.
—Eres graciosa, esclava. —Historia sintió un fuego más alimentado en su interior al oír esa última palabra. —Cuando mi prima te haya puesto los cuernos veinte veces y estés con el coño cansado de parir a su octavo hijo, ahí recordarás lo bonita y sencilla que podía haber sido tu vida si no le hubieses absorbido el cerebro. Porque te pondrá los cuernos, ¿sabes? —la miró con una sonrisa viperina, que puso los pelos de punta a Historia. —Sólo que, como la has hecho creer que está mal, no te lo dirá. Te lo ocultará.
—Es normal que pienses así. Es lo que haría contigo cualquiera que te conociera sin estar sujeto a una ley tan injusta. —Contestó fríamente la chica. —Olvidarte en la cama de otra persona que no fuera tan…
Ariadna repasó impaciente la lengua por los labios y paró de andar, girándose a ella y empujándola violentamente al césped. Clavó las rodillas frente a ella para arrearle un puñetazo, pero fue la primera sorprendida al ver que aquella niñata levantaba las dos manos y le frenaba el antebrazo. Ariadna tiró para que la soltara, e Historia lo hizo, pero aprovechó su sorpresa para colar la mano entre medias y pegarle una fuerte bofetada.
—¡No me lo creo! —gritó Harold enfurecido, y de la pura rabia desmedida que sintió al ver semejante desfachatez, apartó a Ariadna del medio y aplastó la espalda de historia al clavarle su bota. Historia se resistió a quejarse, pero la presión en su panza le activó el instinto maternal y el de supervivencia. Empezó a revolverse con fiereza, pero Harold apretó más su columna con la suela, enterrándola en la tierra del césped. Bernard frunció el ceño al ser testigo de que la chica dejó de intentar protegerse y dio un gemido arrastrado, adolorida.
—Para —agarró a su hermano, y éste cedió la fuerza. Lo instó de un empujón a quitarle el pie de la espalda. Historia tenía la cara cambiada y encogió las piernas, colocándose de lado. Abrió los ojos mirándoles con odio y a punto de derrumbarse.
—Ella no colaborará. —Dijo Ariadna, a punto de perder los nervios. Quería matarla, y lo haría. Lo acabaría haciendo, pero todo a su momento. Se dirigió a Bastian. —Cambio de planes. Necesito que mates a los dos vigilantes del principio del hall y ya está. Si te disparan, conviértete en titán. Y luego, para subir a la segunda planta…
Ariadna fue parando de hablar al ver que su hermano Harold se había quedado frente a Historia, mirándola amenazante allí tirada. El chico, alto y terriblemente parecido a Ymir, sonreía con malicia mirando a la ex beta de su prima.
—Eres preciosa. —En respuesta a eso, Historia evadió el rostro, pero el alfa la vio con un quiebre en su garganta al tomar aire, evitando quebrarse delante suya. Presa del dolor lo quisiera mostrar o no. Ariadna apartó al par de hermanos. Bastián se marchó a la puerta principal agazapado entre las plantas, y Bernard se quedó volteado hacia Harold e Historia. Harold ladeó la cabeza aún con una sonrisa babosa en el rostro, y observó que la chica apretaba con fuerza uno de sus pequeños puños.
—Harold, ¿qué coño haces? Atente al plan. Hay que darse prisa. —Dijo Bernard.
—Nada, sólo la miraba.
Historia tensó el cuerpo, y juntó los labios, volviendo a apretar uno de sus puños. Se removió hacia un lado, arrastrando lentamente al cuerpo hacia otro costado. Pero Harold se acuclilló delante de ella manteniendo su sonrisa maliciosa. Miró a Historia fijamente, y mientras lo hacía, preguntó a su hermana.
—No me interesa matar a esta cría. Me gusta.
—Cállate, guarda silencio.
Harold no le quitaba el ojo de encima. Historia dejó de mirarle apretando los dientes y un calambre la hizo tener un espasmo incontrolable muy breve, casi inapreciable, con el que juntó un poco sus rodillas. El chico la miró extrañado, tenía la frialdad y observación de su prima. Llevado por la sospecha, le trató de separar las rodillas con las manos, gesto ante el que Historia se puso muy nervios y comenzó a removerse.
—¡Quítame las manos de enc-…! —Harold le tapó la boca rápido para que no alertara a guardias del otro lado de la casa. El chico la señaló con su enorme dedo índice, amenazándola sin decir una palabra, sólo mirándola. Cuando Historia no habló más le separó las piernas, y vio que bajo su vestido, con total claridad, tenía los muslos empapados, así como sus bragas.
—Lo sabía.
—¿Qué coño pasa? —preguntó Bernard preocupado.
—Estabas muy callada, teniendo contracciones. ¿No? —cuestionó Harold a la rubia.
Historia tuvo un puchero breve, movida por el dolor que sentía. Esos cabrones le habían provocado el parto, estaba segura. La tensión, el miedo, los empujones y apretones contra el césped. Notaba perfectamente las contracciones, la piel de la barriga muy dura. Y ahora su hijo iba a nacer entre bandidos y tiroteos.
—¿Qué? —Ariadna frunció el ceño al oír eso, volteándose a ambos. —¿Qué estás diciendo, imbécil?
—Me da que le hemos adelantado un poco el parto. Estaba ya a punto de reventar y ha caído de frente las dos veces. —Harold sonrió, pasando una mano por la frente de la chica. Historia apartó la mirada al sentirle. —No sé si quiero que tengas el hijo de mi prima.
BANG. BANG, BANG.
Los tres tiros pusieron a los tres chicos en tensión, y Ariadna sacó su pistola con silenciador del cinturón. Se encaramó a la esquina, cuidadosamente cubierta y observando a través de una rendija.
—¿Bastian ha caído?
—No lo sé. Pero le han tenido que ver. El ruido no ha sido de nuestras arm-… —Ariadna dejó de hablar al recibir un fuerte disparo en el cuello, que la dejó anclada en la mampostería varios segundos. Se empezó a atragantar y rápidamente llevó la mano al cuello, deteniendo su hemorragia. Boqueaba desesperada, recomponiéndose. Bernard no deseó hacerlo, pero al final saltó sobre su prima, y se enzarzaron en una pelea. El chico intentaba más bien sostenerle los brazos, pero Ymir empezó a molerlo a golpes. Ariadna cerró los ojos con mucha frialdad y se concentró en meterse el dedo en la herida, alcanzando la bala y tirándola hacia un lado. El problema era que regenerarse era muy jodido y lento en comparación con la regeneración de Ymir. Harold fue el único eficiente, que atrapó el cuchillo de su hermana y tomó a Historia del pelo, girándola violentamente y arrastrándola con él hasta ponerla en pie. Le encerró el cuello con el brazo y con la mano opuesta, pegó el cañón frío al vientre abombado.
—¡YMIR! ¡PARA AHORA MISMO!
Ymir siguió con su contienda sola, destrozándole la cara a su primo. Pero cuando le dijo aquello subió la iracunda mirada a Harold y algo interno se le removió, al ver que el muy hijo de perra apuntaba al bebé con el arma. Historia miraba fríamente a aquel cabrón, sin llorar, sin un atisbo de pena en el rostro. Escrutaba sus rasgos con el acecho de una leona protegiendo a la manada, sin embargo…
La biología no estuvo de su parte. Una contracción mucho más larga que las anteriores le recordó a la peor de sus menstruaciones, un dolor lacerante, que se retorcía en su abdomen con intensidad y se alargaba muchos segundos. Historia se vio obligada a bufar, adolorida, y tocó su vientre por acto reflejo. El cuerpo le pedía oxígeno, pero se lo quitaba rápido cuando un retorcimiento nuevo surgía de sus entrañas. Gritó, débilmente.
Ariadna apartó despacio a su hermano y cogió ella el cuchillo, siendo la que amenazaba directamente el cuello a Historia. A Ymir se le cambió la expresión de la cara, su cuerpo se tensó. Dos metros de distancia entre las alfas.
—Es muy fácil ser la reina del baile cuando conoces los estilos de danza. ¿Qué creías…? —la mujer tosió adolorida, sintiendo que su herida en el cuello tardaría en regenerarse demasiado. Salía sangre sin parar de ella, pero seguía siendo una alfa. Podía aguantar. De repente acercó tan decidida la hoja a la yugular de la rubia, que ésta emitió un jadeo acobardada, haciendo que Ymir abriera los ojos más aún. Ariadna disfrutaba.
No te puedes ni mover, del miedo que tienes. Miedo, tú. Ver para creérmelo, zorra.
—Suéltala.
—No, hija de puta, no la voy a soltar. —Escupió sangre al mover la cara hacia un lado. Ymir tragó saliva, bajando la mirada a los muslos mojados de Historia.
—Qué te han hecho —preguntó la morena directamente a su novia, sin mirar a Ariadna.
Historia tenía problemas para mover la mandíbula y comunicarse. La hoja del cuchillo estaba apretando demasiado. Hizo un esfuerzo.
—Me han… empujado. He roto aguas.
Ariadna miró también los muslos de la chica. Sonrió.
—Ymir, es obvio que han disparado a mi hermano en alguna zona que le está impidiendo convertirse en titán —dijo capturando su atención. O al menos, intentándolo. Ymir no podía pensar con claridad viendo a Historia con esa hoja tan afilada apretada contra su frágil cuello. Era sólo una humana. De un tajo podía acabar con todo. —Ve a por las escrituras de la mansión y concédeme tu firma. Quiero la casa.
—¿Qué crees que te haré cuando te salgas con la tuya, Ariadna? ¿Quieres la casa? Te la doy. ¿Qué crees que haré después?
—Qué coño insinúas. —Frunció el ceño, y levantó la voz. —DAME LAS ESCRITURAS. SINO…
—Sino qué. La matarás, y seguiré sin dártelas. Suéltala y podremos hablar.
Ariadna apretó los labios, iracunda. Negó lentamente con la cabeza, antes de que Ymir volviera a insistir.
—Suéltala y podremos hablar. Sino, lo perderás todo.
Al ver a sus hermanos caídos y Harold temblando a una distancia prudente, sintió que iba perdiendo. Ymir tenía la sartén por el mango. Si mataba a Historia, se quedaba sin casa y probablemente, sin vida. La mataría ipso facto. Miró con recelo a aquella esclava, y fue liberándole el cuello. Historia gateó al principio y luego se puso en pie, abrazándose junto a Ymir. La morena no quiso manifestarlo delante de ellos, pero en su interior, sentía un alivio que iba mucho más allá de un regocijo interno. No creía capaz de superar la muerte de Historia. Se sintió más débil que nunca, y al final, dio un suspiro prolongado mientras la apretaba contra ella con fuerza. Historia se permitió derramar un par de lágrimas ahora que por fin podía abrazarla.
—No quiero que te alejes más… siempre alguien quire hacerme daño.
—No lo haré. Me da igual que tengas que empezar a viajar conmigo en las reuniones de trabajo, vas a estar a salvo.
Historia asintió y se secó rápido las lágrimas. Ariadna ladeó la cabeza y se cruzo de brazos, esperando aburrida a que aquella escenita se pasara.
—¿Y bien, Ymir…? ¿A qué mierda estás esperando? Quiero las escrituras.
La morena la miró fijamente, tenía asco a las dos. Pero Historia… Historia era bastante desvergonzada. Le había hecho daño con la bofetada, no se lo esperó en absoluto. Tras largos segundos de calma, Ymir abrió los ojos poco a poco y se fijó en su prima. Ariadna empezó a descruzar los brazos y la miró envalentonada, y al cabo, su mirada y la de Harold pasaron a ser la de dos conejos a los que acababan de alumbrar con luces largas. Ymir subió lentamente el arma hacia su prima, cosa que hizo a Ariadna poner una expresión confusa.
—Ymir, me dijiste q-…
BANG.
Historia se encogió en el gombro de Ymir, apretando los puños ahí, no quería más imágenes sanguinarias en su carrete de memorias. Ya bastante había sufrido. Intentó regular las respiraciones y se pegó más a ella, cuando un segundo disparo la encogió de nuevo, escuchando a sus espaldas un cuerpo pesado desplomarse.
—Ymir…
—No. No he sido yo esta vez —dijo a su oído, apretándola contra ella. —Y no están muertos. Ninguno.