CAPÍTULO 29. Cambio de roles

Historia necesitó cuatro días para que le dieran el alta. Con un dolor inmenso en la entrepierna a medio curar y un buen listado de medicinas, le recomendaron no moverse de la cama en lo que restaba de mes, unas tres semanas. Ymir insistió por activa y por pasiva para que pasara ese tiempo en la mansión, donde el único primo que se había quedado para las obras en el cultivar había sido el único que no parecía caer bien a sus hermanos, el más callado y distraído que no parecía interesado siquiera en ser un alfa de renombre. Historia aceptó porque sabía que, incluso tras los últimos acontecimientos, la vigilancia sería más rápida y eficaz en la gran villa y no había más espacio en su casa. No se separó en ningún momento de su criatura y apenas dejó que Ymir tuviera contacto con él. Ésta no se quejó ni una vez, consciente de que se jugaba mucho si Historia decidía finalmente irse. Otra cosa que le había molestado fue la expresión que puso la morena al escuchar que debía estar más de tres meses sin mantener relaciones sexuales con ella. Ymir le parecía egoísta en todos los ámbitos que una persona podía serlo, y ahora que había un hijo de por medio, tenía que tomar cartas en el asunto.
No podía permitirse ser la misma chica inocente que entró el primer día como beta. En el momento que empezara a ceder lo más mínimo frente a Ymir, estaría perdida. Tenía que ser fuerte por su hijo. Él… lo era todo para ella. Era su mundo. Sabía que iba a amarlo mucho antes de que naciera, pero en cuanto lo tuvo en brazos el sentimiento dejó de ser explicable. Era una extensión de ella, no había más. Daría la vida por él sin dudarlo. Ymir perdería valor en su cabeza si el niño salía perjudicado lo más mínimo.
Ymir…
Sí, te quiero. Como una estúpida. Pero le quiero más a él. Ya… no eres mi mundo.
Mansión
Ymir ayudó a subir todas las pertenencias del bebé a su habitación, ya con todo el mobiliario preparado. Dejó el capazo con Marcos durmiendo cerca de la cuna y ayudó a Historia a llegar hasta la habitación, le costaba caminar y subir los peldaños con las nuevas suturas en su entrepierna.
—¿Quieres algo? ¿Una almohada, o algo de comer? ¿Te sientes bien?
—Tráeme a Marcos, solamente.
—Descansa un poco, yo lo duermo —murmuró y curvó una sonrisa, pero Historia suspiró cansada. El llanto del bebé se escuchó, desgañitado de repente.
—Tráeme al niño, por favor.
La morena asintió contagiada por su seriedad y fue directa a la habitación del bebé. Marcos estaba rojo de llorar, tenía unos pulmones increíbles. A Ymir se le formó una sonrisita un poco tonta al pasar las manos por su cuerpecito, vestido con un uniforme similar al de Mario Bros, y lo alzó despacio del capazo hasta acunarlo en los brazos. Lo tomó con mucho cuidado y se incorporó con él, llevándolo hasta el cuarto de matrimonio. Cuando se lo entregó, a Historia se le iluminó el rostro. También le costaba imaginarse que ese cuerpecito tan bien formado y tan grandote había salido de ella. Ymir se acuclilló y los miró a los dos, sonriendo.
—¿Cómo va el dolor en los pezones?
—Regular. Pero bueno, ya me acostumbraré y dejará de doler.
Ymir asintió. Historia aún estaba en pleno proceso de acostumbrarse a amamantar a su demandante niño, que cada dos por tres solicitaba y rebuscaba el pecho de su madre sin falta; la fuerza de la succión era bastante dolorosa, y lo había pasado mal todos esos días. Pero al fin y al cabo formaba parte de ser madre. Un sacrificio.
—Si quieres le hago el biberón, así descansas un poco.
—No quiero nada, Ymir, ¿podrías irte? —La morena entreabrió los labios, mirándola a los ojos. Historia suspiró. —No quiero verte, te lo juro… no quiero. Gracias por conducir y traernos. En cuanto pueda moverme por mí misma nos iremos.
—Historia…
—Así que ahora vete.
Ymir negó con la cabeza, y la tocó del brazo.
—Perdóname, por favor. Me siento como una idiota, no quise hacerte daño. No pensé con claridad y llevaba un día de mierda…
—Y yo también, aquí encerrada, en la que supuestamente es mi casa y esperándote, como siempre. Y encima sin saber qué narices pasa y a qué os dedicáis.
—Te lo contaré todo si es lo que deseas… pero por favor, replantéate lo de…
—No voy a dejar que me vuelvas a pegar o a tocar así, y ya te lo advertí. Quiero que desaparezcas de mi vida y de la suya también.
Ymir bajó la mirada al bebé, que se alimentaba tan inocente y gustosamente del pecho de su madre.
—Piénsalo un poco, sólo te pido eso.
—Ya le di muchas vueltas cuando estaba dentro de mi barriga. Ni siquiera pareces ser consciente de que todo el estrés que me provocas…
Ymir tragó saliva, sin saber cómo defenderse, tampoco podía seguir pidiendo disculpas porque Historia no aceptaba nada.
—Es mi hijo también…
—Si te ha dado igual tratarme mal estando con él dentro… no me quiero imaginar ahora que ya vuelvo a estar yo sola —le respondió rápido— además… sólo me necesita a mí.
Ymir los miró alternativamente y al final dio un resoplido, marchándose de la habitación. Ordenó a Nikolo que estuviera pendiente por si necesitaba algo, y ella fue directa al establo, necesitaba liberar tensión.
Ya entrado el mediodía, Moblit también había llegado a la mansión para cuadrar la agenda de Ymir a las nuevas necesidades familiares: la protección de la villa volvió a reforzarse, ahora había un bebé alfa en aquellos muros y su vida era potencialmente más valiosa, a nivel jerárquico, que la vida de Historia y de todos los guardias y sirvientes que trabajaban allí. En el marco legal, era el único sucesor de todas las pertenencias de Ymir, que a su vez era la regente de todo el peso del apellido. Su tío fallecido, padre de sus cuatro primos, también tenía una mansión donde habitaban los cuatro, pero el poder adquisitivo nunca fue el de su hermano, había una clara dominancia del padre de Ymir frente a él, y además, fue el que tenía mejor cabeza para los negocios. Ariadna siempre había envidiado la posición social de su prima, pero a pesar de ello, la respetaba. Pero igual que Ymir antaño, era incapaz de controlar sus impulsividades y maltrato hacia sus betas. No deseaba quedarse embarazada, pero a su vez quería las posesiones de Ymir y creía que contra más cerca estuviera de ella, más podía aprender para crear un buen legado partiendo de las pocas hectáreas que les correspondía. De momento, Ariadna proseguía con las obras de su casa, aprovechando que sus alegaciones aún estaban siendo escuchadas en el juzgado. Pero hasta una tocapelotas como ella sabía que en poco tiempo, esa pequeña carta blanca se rompería y las obras quedarían sin finalizar. Era precisamente eso lo que hacía a Ymir sospechar de sus verdaderas intenciones.
Ymir les había dejado partir y vigiló por las cámaras que se alejaran, sin embargo, sus cámaras sólo llegaban hasta aquellas hectáreas que ya estaban a nombre de ellos cuatro. Cuando acercó el caballo al límite entre valla y valla, la vio claramente con Bastian, el hermano gemelo del difunto Harold, ayudándola a transportar mobiliario. Definitivamente no pensaba ofrecerles comida ni agua, sabía que era un hecho que tampoco agradaría a Historia. Las miradas entre Ariadna e Ymir se cruzaron, ésta acabó volteándose para regresar a su casa, chistando algo enfadada.
Comedor
Después de desmontar al animal, se dio una ducha rápida y fue directa a la cocina, entrando por la puerta de atrás. Tenía punzadas de hambre en el estómago.
—¿Qué has hecho de almorzar, Nikolo?
—Pollo a la plancha y batata dulce aderezada. Espero que os guste a las dos. —Respondió el rubio, terminando de llevar las ensaladas y las servilletas a la mesa principal. El olor de la batata aromatizada abrió el apetito de la morena aún más y caminó hasta el comedor, donde Historia y el moisés de Marcos ya estaban cerca de la mesa. Historia charlaba con Moblit, que también parecía haber sido invitado a la mesa. A Ymir seguía chocándole un poco que Historia manejara ese tipo de invitaciones a su antojo, puesto que durante años, todo en esa casa había esperado sólo la respuesta de Ymir para suceder o no. La morena se apartó hacia atrás el pelo largo aún húmedo de la ducha y se sirvió un poco de ensalada. Historia parecía estar más animada mientras reía junto a Moblit.
—De todas maneras quién iba a decirlo, eh. Mikasa quedándose embarazada… y sin renunciar al título de beta.
—Bueno, supongo que Eren sabe tratarla bien —dijo Historia sin mirar a Ymir, concentrada tan sólo en su amigo y en el plato. —¿Cómo van las cosas en tu casa?
—Mejor. Sólo fue un moretón muy doloroso, al final. Pero ya puedo moverla mejor.
¿Y a este qué le ha pasado?, se preguntó Ymir.
—Sí, bueno, ve con cuidado. Esas caídas parecen a veces tonterías y no lo son.
—Por cierto, ¿habéis estado viendo el programa de «baila hasta la muerte»? Esos sí que están locos…
—¡John era el mejor!
Ymir no entendía nada de lo que estaban hablando, siguió acabando su plato y al cabo de un rato acabó prefiriendo leer el móvil, no se sentía capaz de intervenir en ninguno de los temas que estaban sacando aquellos dos, que de repente parecían conocerse de toda la vida. ¿Por qué diantre le molestaba? ¿Es que acaso no había aprendido nada? ¿Por qué diablos le molestaba verla reír con otra persona? Ymir no dijo nada en casi todo el almuerzo. Al acabar, Nikolo, que también estaba muy metido en la conversación de Moblit e Historia, se dio cuenta de que su jefa estaba recogiendo los platos y se levantó de inmediato.
—Ymir, deja que yo lo haga, por favor.
—No me cuesta. Tranquilo —se ahorró un par de frases que quiso escupir, pero se le notaba en la cara de todos modos. Tenía un descontento dentro por no haber podido participar en nada de lo que hablaban, y tampoco le gustaba cuando la rubia soltaba pullitas contra ella. Al parecer, Historia seguía manteniendo contacto con sus ex betas, y se llevaba bastante bien con casi todas. Ymir había preferido romper lazos, sabía perfectamente que tenía un instinto alfa aún latente. Cedió Mikasa a Eren sin mayor ceremonia porque las cosas que sentía por Historia eran mil veces más fuertes.
Cuando dejó los platos y cubiertos en el lavavajillas, volvió al comedor y se estiró un poco, tenía sueño de tanto trote anterior. En ese momento Marcos empezó a quejarse y puso una expresión de incomodidad, empezando a lloriquear. Ymir caminó hasta el moisés que estaba junto a Historia y asomó a verle. Se inclinó a cargarlo pero Historia se puso en pie lo más rápido que sus dolores le permitieron, adelantando sus manos por delante de las de Ymir y cargándolo ella, con sumo cuidado. Ymir dejó que lo cargara pero se la quedó mirando. Aquel gesto de Historia no fue pasado por alto ni por Nikolo ni por Moblit, que se miraron algo sospechosos. La otra se humedeció lentamente los labios y se marchó sin decir nada a ningún presente, subiendo hasta su dormitorio.
De lo que tuvo ganas, fue de echarles a todos de su propiedad.
Un mes más tarde
A lo largo de cuatro semanas, Historia tuvo que llamar a su ginecólogo en dos ocasiones. La primera por un despunte que la desgarró, la segunda, por el inaguantable dolor que no se marchaba. Evidentemente, y aunque la atención hospitalaria fue la más adecuada, su cuerpo había salido del parto con dificultades. Toda ella era dolores y por muchas ganas que tuviera de irse de la mansión, no pudo hacerlo. Los pechos por fin se le habían acostumbrado al dolor y eso fue lo único que pudo agradecer. Por lo demás, el licenciado le aconsejó seguir con medicinas más fuertes para evitar infecciones en la herida y por supuesto, vida de cama hasta que él le diera permiso. El servicio de la casa la tenía bien atendida, pero claramente la carencia de sol y las pocas horas en la terraza con aire fresco mermaban su paciencia. Se pasaba el día con su hijo, eso sí. Eran inseparables. El bebé se había acostumbrado por completo al aroma de su madre y conocía la relajación en sus brazos, sin embargo, las poquísimas veces que su otra madre le cargaba, el niño se partía de risa cuando ella jugaba con él.
Aquella tarde, después de tomar un poco el sol en la terraza disfrutando del buen clima, Historia acababa uno de los cientos y cientos de libros que Ymir tenía en la biblioteca de la mansión. Le había pedido que le dejara el cuarto, y aunque en aquellos días la mujer había intentado tener acercamientos con ella, Historia se había acostumbrado a contestarle evasiva. La morena había perdido gran parte del mandato, sin quejarse. Realmente parecía arrepentida por cómo se portó con ella en el hospital. Y no podía negar lo obvio: sentía cosas muy fuertes por Ymir… siempre había sido así. Pero una cosa no quitaba la otra.
Al oír ruidos en el interior de la habitación levantó la mirada del libro y volteó el cuerpo en el sillón exterior, hacia adentro.
—¿Ymir?
—Sí, soy yo. ¿Y Marcos?
—Aquí conmigo. ¿Qué pasa?
La morena salió a la amplia terraza y se puso la mano sobre los ojos a modo de visera, evitando que el sol incidiera directamente. Cuando Historia la observó no pudo evitar fijarse en su cuerpo, tan radiante y magnífico. Llevaba un pareado y un sensual sujetador de bikini apretándole los pechos. El pelo, larguísimo y liso con el flequillo cortado, le sentaba genial. Historia se relamió los labios y suspiró. Ella en cambio estaba toda demacrada y blancucha.
—No hace tanto calor como para ir a la piscina.
—Voy a la playa, con Reiner y Lara. Venía a llevármelo, que conozca la arena.
¿A la playa? ¿Con Reiner? ¿Y LARA?
—¿Con Lara, Ymir?
—Opa… —Ymir se inclinó hacia el moisés donde descansaba el bebé y lo levantó poco a poco, sintiendo el enorme peso de aquel recién nacido. Calculó cinco kilos. Historia movió los ojos según el niño era levantado, atenta.
—Ymir.
—Sí, con Reiner y Lara, te lo acabo de decir. Oye, se ve que tu leche está haciendo un gran trabajo. Mira lo grande que está…
—Si este mes apenas le has visto, tanto trabajo y tanto viaje. Normal que te sorprendas.
Ymir movió despacio la mirada hacia ella, sentía culpa con sus palabras.
—¿Trabajo demasiado?
—Oh, tranquila —dijo con desdén, bajando de nuevo su atención al libro. —Trabajar has trabajado siempre. El niño es grande, pero también es que ha pasado un mes desde que lo tuve.
Ymir seguía mirándola desde arriba, meneándose muy despacio, ya que con aquellos suaves movimientos, Marcos solía relajarse. No le respondió.
—De todas formas, es pequeño para que te lo lleves a la playa —insistió la rubia. —No estás con él y no conoces lo que necesita.
—Estaré más tiempo aquí. No hay problema. No quería tampoco incomodarte, desde que llegamos estás… así. Pensé que el trabajo y estar un poco más a solas con él te haría bien.
—Y pensaste bien —dijo sin más, pasando una página.
Ymir inspiró hondo y volvió su atención al niño, que tenía sus ojitos abiertos ahora. Estaba tranquilo, apoyando su carita contra el hombro femenino. Balbuceó.
—Bueno, saldré un rato con él. En un par de horas estaremos aquí.
—Te he dicho que es pequeño para llevártelo allí. Y no hace tanto calor como para ir así. El niño se queda. Tú haz lo que te dé la gana.
Ymir la miró fijamente. Después miró a Marcos. Suspiró sin hacer mucho ruido.
—Es que nunca estoy con él.
—Eso ya lo sé.
—Un poco de sol le hará bien. Le he comprado su bañador y todo… —rio por lo bajo, pasando la mano por la espalda del bebé. —¿Lo quieres ver?
—Y además… —sonrió irónica. —Con Lara… ¿esa Lara a la que te follaste?
Ymir perdió la sonrisa, mirándola muda.
—Sí, ¿no? —insistió la rubia, ahora mirándola. —¿Te la follas hoy de nuevo en una vía pública?
Ymir no cedió a ninguna tentativa violenta que se le cruzó por la cabeza en ese instante. Miró a Historia fijamente, y esta vez, ambas sintieron la dureza de la otra. Casi saltaban chispas. Cuando logró serenarse un poco, Ymir susurró.
—Sólo voy a la playa con mi hijo. Nunca estoy con él. Si tanto te ha afectado mi falta, estaré más por aquí, que era lo que yo quería desde el principio. Me dejaste claro que no querías verme ni en pintura.
—Tú haz lo que quieras, como te he dicho. Pero mi hijo se queda aquí. No me fio de tu atención ni de tus cuidados.
Ymir frunció el ceño cuando Historia cerró el libro y se uso en pie. La rubia llevó los brazos al bebé y lo pretendió tomar con cuidado, pero Ymir se lo apartó aún ceñuda.
—¿Qué haces, Ymir? Dámelo.
—… —Ymir aguantó unos segundos y apretó los labios, mirando de nuevo a Marcos. —En una hora estaremos de vuelta, de verdad. No le va a pasar nada estando conmigo.
—¡Dame a mi hijo, joder! —Ymir abrió los ojos al oír el grito de Historia, que prácticamente le sacó de malas formas al bebé y lo acunó ella, sobre su hombro. El niño pareció notar la tensión y puso un puchero, amenazando con quebrar en un llanto, pero Historia se giró deprisa y caminó con él en brazos, moviéndole y chistándole despacito. Se calmó en seguida. —Vete, por favor. Déjanos solos.
—¿De verdad que…? ¿No puedo llevármelo ni a dar una vuelta?
—No quieres dar una vuelta, quieres llevártelo a la playa. A la mínima que te aburras de él se te olvidará que está contigo y ya supongo que harás lo que tienes intención de hacer en realidad, con tus amiguitos.
Ymir tensó la mandíbula, mirándola. Caminó hacia Historia y elevó una mano hasta el cuerpo del niño, acariciando su mejilla con un dedo enroscado.
—Si quieres, puedo verles otro día. Pero déjame salir un rato con él. Si te apetece… vamos juntas. Pero sé que estás aún bastante dolorida desde que te tuvieron que repasar las suturas y…
—No puedo salir aún, lo dijo el médico claramente.
—Es que creo que el encierro te está sentando regular. Vamos andando despacito, y podríamos… pues no sé. Tomar un helado o cenar en algún mirador.
—Déjame en paz. No quiero nada contigo, ¿es que no lo ves?
La paciencia de la morena tenía un límite que había sido sobrepasado más de dos veces en aquella conversación. La quería, pero aquello era injusto. Y no estaba acostumbrada a las injusticias directas sobre ella. Definitivamente, Historia tenía mucho valor.
—Vale, Historia. No haremos nada juntas. Pero ese es mi hijo también.
—¿Y qué quieres decirme con eso? ¿Me estás amenazando, acaso quieres quitármelo?
—N-no…
—Más te vale, Ymir.
La pecosa dejó de tensar la mandíbula y suspiró, apartando la mano del bebé para tocarse la nuca. Echó un vistazo al interior del cuarto y vio la bolsa con la última compra que había hecho.
—Quiero pasar tiempo con él. Si todo te molesta, deja al menos que vaya a buscar unas cosas de mi empresa, tengo que ir a por unos archivos y tiene que ser en persona. Así en las oficinas lo puedo presentar. Tengo muchas ganas de que le conozcan mis amigos y compañeros…
Historia no la miró siquiera, estaba totalmente pegada a su niño, como si fuese un tesoro que nadie más podía tocar. Pasaron varios segundos e Ymir comprendió que no iba a ser contestada. Cuando se volvió a acercar a Historia ésta le retiró el hombro de su alcance, poniéndose en la tumbona de nuevo con el niño tumbado en su pecho.
—Haz lo que tengas que hacer, pero no te lo lleves. —Dijo finalmente, mirándola desde allí.
Ymir caminó hasta la tumbona y se inclinó para tomar al niño, pero al ver eso Historia se enfadó muchísimo, y se puso muy nerviosa. La agarró de la primera muñeca que acercó y la miró muy fijamente.
—Haz el favor de irte. Ya está, ¿vale? No me lleves más la contraria, sabes que no tengo tu fuerza. Si me lo intentas quitar no te lo perdono.
Ymir frenó en seco, separando lentamente sus manos de él. Se fue poniendo recta y quiso decir algo, pero sus labios se cerraban y abrían una y otra vez. No sabía ni cómo reaccionar.
—Historia…
—Me da igual tu opinión en esto. No te lo vas a llevar.
—Lo dices como si quisiera robártelo.
—Eres perfectamente capaz. Y no dejaré que lo lleves a donde te dé la gana y lo presentes a todas las chicas con las que has tenido sexo, porque me parece… poco menos que repulsivo.
—No sabía que sentías toda esa desconfianza y asco hacia mí. —Dijo, y estaba bastante dolida, pero sabía camuflar mejor sus sentimientos.
—Haz lo que quieras pero déjanos. Y disfruta de él mientras puedas, porque cuando esté bien me lo llevo a casa. —Dijo con la boca pequeña, concentrada en ceñir el cuerpecito de su bebé contra ella, como si fuera un muro de protección. Ymir asintió muy despacio, mirando a otro lado y caminó pesadamente hasta la habitación, sin decir más nada.
Cinco veces pidiendo que me deje estar con él. Loca de mierda.
A mitad de camino, nada más llegar a la cama, sujetó la bolsita de compra que había traído y extrajo el diminuto bañador de colores que le había comprado a su hijo. Al verlo en la tienda se le hizo muy tierno, pero después de aquella incómoda conversación, se sentía estúpida. Historia la espió desde su tumbona exterior, viendo que Ymir se sentaba lentamente en el borde de la cama y se frotaba la cara. Volvió a mirar a su hijo, tan inocente y ajeno a esas pesquisas de adultos. Inspiró hondo y susurró.
—No, me niego… a ti no te puede pasar nada…
Lo acarició de la cabeza con mimo.
Ymir empezó a llorar ahí mismo, sentada en la cama, de espaldas a la terraza y totalmente abatida. Historia, lo supiera o no, sabía ejercer muy bien otro tipo de daño que Ymir no había conocido hasta el momento, y jugar con un hijo fue la tecla que la hundió, porque la pecosa sentía plena debilidad por el niño.
Historia sintió un sollozo muy breve y giró rápido la cabeza hacia la habitación. Vio a Ymir pasándose las manos por los ojos; al final se puso en pie despacio, desnudándose y abriendo el armario para ponerse otra cosa. El móvil sonó pero no respondió hasta que se puso una camiseta normal y unos vaqueros. Cuando dio el quinto tono, la morena descolgó.
—Sí. Reiner, tendrá que ser en otra ocasión. No —bajó la voz. —No me pasa nada. —Salió del dormitorio, y a partir de ahí la rubia ya no pudo seguir escuchando.
Al cabo de media hora
Ymir acabó saliendo de la casa. Reiner esperaba ver al crío, nadie había ido a visitarla durante el mes entero y tenía ganas de ver cómo estaba creciendo el hijo de su mejor amiga. Al final, tuvo que contentarse con ver un par de fotos y su descripción.
El pequeño Marcos había crecido ese mes, pero siempre había sido un bebé grande y lleno de vitalidad. Los ojos eran enormes y despiertos, pero aún no estaba clara la tendencia de la melanina. Su cabello, aún escaso, denotaba un suave color dorado. Reiner estaba seguro que el niño acabaría siendo rubio.
Durante todo el rato que salió con Reiner y su beta, no sacó el tema del cambio de actitud que estaba teniendo Historia. En su lugar, el hombre sacó un tema no menos importante: un movimiento sigiloso, entre las sombras, avecinaba caos en la jerarquía alfa. Al parecer, no eran pocos los alfas que querían cambiar el sistema a raíz de las decisiones que Ymir había tomado. Desde la liberación de Historia, a la liberación consiguiente de todas sus chicas y sus dos betas varones, concediéndoles además libertad de hacer lo que quisieran con su vidas y con una buena casa o puestos de trabajo. Que lo hubiera hecho nada menos que la alfa más influyente decía mucho de las oportunidades de otros alfas de rango bajo o rango medio. Por supuesto, entre alfas de alta categoría como lo era ella, aún no se había pronunciado nada.
Los cimientos de la jerarquía se tambaleaban, por suerte o desgracia. Y era gracias a las últimas decisiones que Ymir tomaba.
La morena se sorprendió. Ahora que lo pensaba… desde que consideró a Historia importante para ella, ya le era imposible desconectar cuando surgía algún tipo de problema entre ambas. Antes era fácil: si Historia le respondía demasiado, le soltaba una bofetada y la tomaba a la fuerza. Si Petra le recriminaba algo, le daba un tirón de pelo y la empujaba. Daba igual con cuál de sus betas peleara: le debían respeto y se quedarían sumisas, y si no estaban disponibles para follar, ya lo estaría alguna de sus otras tantas betas.
Pero ya no era así. Ymir había cambiado drásticamente su vida en un solo año. Ya nada era como antes. Es más, si volvía a comportarse como una canalla, su mente no la dejaba descansar. Ahora tenía conciencia. Sentía empatía, y sentía dolor al hacer daño a otra persona. Estaba humanizándose.
Pero ahora es peor, porque ahora… ahora…
No contó mucho detalle a Reiner sobre el asunto. Se despejó lo que pudo, y cuando volvió a la mansión, durmió en otra habitación.
A la mañana siguiente
La noche anterior Historia supo que Ymir había llegado tarde a casa, y ni siquiera se cruzó con ella para dar las buenas noches.
Mejor. Más fácil me lo pone cuando tenga que largarme.
Esa mañana, el estado de sus heridas pareció mejorar considerablemente. Era algo de agradecer, pues las últimas noches no logró pegar ojo del dolor hasta que ya estaba cayéndose de sueño. Parecía que las medicinas fuertes que el médico le recetó estaban por fin dando sus frutos. En lo que Historia se duchaba, Ymir se levantó de la cama. En la agenda de su móvil y según lo que Moblit tenía cuadrado, ese fin de semana la alfa tendría el día libre. El típico día que la Ymir del pasado habría aprovechado para celebrar una fiesta sin razón. Llevaba tantos meses ocupada, que raro era verse sin nada que hacer. Se quedó en la cama pensativa un rato, pero al final, la mente le pedía ir a ver y saludar al bebé. Así que después de ducharse en aquella habitación, que no era la suya, se puso un albornoz y se dirigió a su dormitorio, pues era donde estaba su vestidor también. Saldría a desayunar fuera. La casa era demasiado grande y con Historia tan cabreada, más vacía la sentía. Más sola.
Aquellos sentimientos se eliminaron en cuanto pasó al interior de su cuarto. El guardia que vigilaba el pasillo le comentó que Nikolo había traído ya el desayuno haría una hora atrás, parecía que Historia había madrugado. Al entrar, sólo vio la cuna y a su hijo aún dormido. El ruido de la ducha tras la puerta del baño evidenciaba que Historia se estaba tomando también una ducha. Ymir aprovechó y caminó hasta el vestidor, escogiendo una camiseta y vaqueros con unas botas altas. Se vistió bastante rápido. Como el día se había dado algo nublado, se puso una sudadera encima y después fue hasta la cuna. El rollizo cuerpo del bebé ya se había empezado a mover, desperezándose. Era un ángel. Con aquel pelo rubio se parecía a Historia.
—Hola…
Ymir sonrió dulcemente cuando los ojos del pequeño se cruzaron con los suyos, y emitió un balbuceo. La chica bajó los brazos y lo sostuvo con cuidado, sacándolo de la cuna y posándole la cabecita sobre su hombro.
—¿Tienes hambre…? ¿Hm, quieres el biberón?
Preguntó en un susurro tierno, acariciando su cabeza con la mano. El niño apretó con su mano regordeta un mechón del pelo de Ymir y se lo llevó a la boca, poniendo sus morros como si aquello fuera succionable. La mujer se lo quitó riendo y el bebé recurrió entonces a su hombro, cubierto por la sudadera.
Ymir notó que el agua había dejado de sonar tras la puerta del baño. La puerta que conectaba al dormitorio se abrió y entró Historia, secándose el pelo con la toalla. Recaló la mirada en Ymir y el bebé; no sabía ni cómo sentirse al respecto tras la discusión del día anterior.
—Buenos días —saludó Ymir.
—Hola —miró a Marcos, como si estuviera de nuevo pensando en que no lo quería ver entre otros brazos que no fueran los suyos, pero no comentó nada. Historia carraspeó y sacó del cajón ropa con la que vestirse. Ymir la siguió con la mirada y le habló.
—¿Quieres salir a desayunar? Conozco un sitio no muy lejos del embarcad…
—Ya he desayunado. Voy a ver a mi familia hoy.
—¿Te duele menos el cuerpo? Ayer me dijiste que no ibas a salir.
—Algo menos, por fin —asintió y se quitó el albornoz para ponerse un vestido largo, naranja y floreado, que le sentaba muy bien. Cuando se calzó sus zapatillas converse, terminó de peinarse el pelo. A través del espejo vio que Ymir sostenía a Marcos con un brazo mientras que con la otra mano buscaba ropita para él entre los cajones.
—Me alegro —dijo después de un rato la pecosa. Sacó del cajón un conjunto blanco que cubriría sus piernas y brazos, y también una chaqueta militar muy graciosa que tenía el dibujo de un Mickey rockeando. Ymir lo puso sobre el cambiador y procedió a cambiarlo. —Historia, ¿Marcos ha desayunado?
—No… no, pero me despertó a las 5 de la madrugada pidiendo leche. Esta mañana estaba dormido y aproveché para ducharme.
—Ah… sabía yo, que estaba con hambre. Me ha estado chupando el pelo —dijo con una risita, mientras terminaba de cambiarle el pañal por otro limpio. Esa vez tuvo suerte: si había algo que asqueara muchísimo a la alfa era cambiarlo cuando se había cagado. No tuvo sorpresita esta vez.
—Sí, ahora le doy. Descuida.
—Yo le doy del biberón, vístete tranquila. Oye, quería ir a desayunar fuera. Incluso si has desayunado, podrías venir y probar el chocolate caliente que hacen en un sitio que he descubierto. Es nuevo. Está frente al embarcadero de la bahía… hay muy bonitas vistas.
—Ya te he dicho que tengo otros planes.
Ymir no insistió más. Se quedó callada ante esa respuesta. Se sentía soberanamente idiota y se daba asco cuando insistía en hacer algo por las dos. Jamás se había tomado tantas molestias por nadie y menos para ser contestada con inquina. Sin más, al terminar de vestirle se lo cargó y procedió a salir del cuarto.
—Eh. Ymir.
—¿Sí? —paró de andar, mirándola con el niño en brazos.
—A Marcos me lo llevo yo. ¿Podrías dejarlo en la cuna?
Ymir apretó los labios y sin decir nada, se llevó el niño al pasillo con ella. Historia se quedó mirándola alucinada y se terminó de vestir muy rápido, tomando una chaqueta por si refrescaba. Al caminarmás rápido para alcanzarla tuvo un dolor en la entrepierna y se sujetó a la pared, parando de golpe. Suspiró mirándola.
—Ymir, para.
Ymir la miró un segundo y siguió caminando. Historia sintió que el corazón otra vez iba más rápido.
—Ymir…
Ymir frenó poco a poco, suspirando. Historia se ponía muy nerviosa cuando le alejaban al niño. Desde que salió del hospital, no se había separado ni un minuto de él.
—Sé que te cuesta aceptarlo, pero es hijo mío también —murmuró la morena, secamente. Volvió la vista a Marcos y le acarició la cabeza.
—No tengo ningún interés en repetir la discusión de ayer —dijo la voz solemne de la más baja, que se acercó con pasos más lentos. Al llegar donde Ymir lo sujetó con las manos y empezó a quitárselo, Ymir sintió una especie de punzada en el pecho. Miró a Historia y la dejó.
—¿Puedo ir a casa de tu familia yo también?
—Puedes, pero nadie te obliga. Sé que te aburres allí.
—Ya. —Sonrió con sarcasmo. —Pero parece que va a ser la única manera de disfrutar mi día libre con él, ya que no piensas apartarte ni un maldito segundo.
—No, no lo haré.
—Genial, pues iré yo también.
Historia asintió sin más y bajó las escaleras. Sin despedirse ni del guardia, tomó las llaves de su coche y el neceser que Nikolo siempre tenía preparado con lo básico.
—Voy a ver algo rápido para desayunar y enseguida salgo.
—Sí —dijo Historia sin importarle un pimiento lo que acababa de decirle. La realidad era que tampoco quería ser acompañada. Todo aquel comportamiento, todo aquel dolor que provocaba sin darse cuenta, para Historia era relevante, ya que tenía muy claro que en cuanto sus heridas mermaran se largaría. Al ver que la morena se preparaba velozmente un sándwich, tomó una decisión y salió de la mansión. Ymir le dio dos mordiscos al pan y fue a buscar su teléfono, comprobando sus últimos mensajes. Ni siquiera quería sentarse porque comería rápido, frente a la encimera. Pero de pronto, oyó el ruido del motor del coche en el garaje y dejó el sándwich allí abandonado, corrió hacia fuera aún masticando.
—Pero qué coño… ¿Historia?
Historia le dedicó una mirada fugaz por la ventanilla. Marcos ya estaba atado en la sillita de los asientos de atrás. La chica pisó el acelerador de su coche azul y se marchó. Ymir corrió a grandes zancadas tras el coche y alargó el brazo para atrapar el mismísimo maletero con la mano, aunque no lo logró por poco. Tras varios metros corriendo, paró, Historia vio cómo se detenía y se quedaba mirándola desde el espejo retrovisor. Lo último que vio antes de centrarse en la carretera fue que se ponía el celular en la oreja e instantáneamente, su móvil comenzó a sonar. La rubia le colgó y siguió conduciendo.
Bastian y Ariadna fueron testigos de aquel desencuentro. La alfa, con la mirada fija en su prima, suspiró con un deje de satisfacción.
—Te lo dije cuando éramos niñas y te lo repito ahora: dales un poco de libertad y acabarás bien jodida. O sino, mírate.
Ymir movió muy despacio la mirada hacia la voz. Sus dos primos habían sido capturados con éxito por el servicio de vigilancia más perimetral de la villa, a juzgar por los códigos en los trajes de cada vigilante. Pero no parecían con ganas de matar esa vez.
—Venimos en son de paz —masculló el chico.
Ariadna se esperaba algún contraataque, pero el rostro de Ymir parecía enfadado y contrariado al mismo tiempo… y claramente abatido.
—Parece ser que tendremos que trasladar las obras al terreno colindante a la villa. Las alegaciones que presenté a la lectura del testamento no han funcionado —reconoció la chica, soltando en un suspiro la carga de sus hombros. —Supongo que esa noticia te hará feliz, sobre todo porque ya te la esperabas. Pero nos hemos acercado porque queríamos hablar de negocios.
—En mi día libre no. Habla con Moblit y pídele cita.
Los hermanos se miraron entre sí, algo ofendidos. Pero no les dio tiempo a reaccionar. Ymir cerró la puerta de la mansión de un portazo y no salió en todo el día de allí. Ellos fueron soltados al final de la hectárea.