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  • Paradero Desconocido

CAPÍTULO 3. Profundidad

Habitación alquilada de Caitlyn (ciudad de Zaun)

Vi sintió una controlable rabia al ver la habitación de Zaun que la familia Kiramman había convenido para la sheriff. Aquello era un abuso de gastos. Caitlyn pareció darse cuenta de su mirada de apatía.

—Salió de mi bolsillo, mi alojamiento no es pagado por ningún impuesto.

—No he preguntado.

—Pero lo estabas pensando —murmuró, cerrando la puerta y dejando las llaves colgadas en el recibidor. En el perchero de la entrada dejó su gabardina y sus rodilleras. También el chaleco protector que servía de malla sobre la blusa. Vi se dejó caer en el sofá y se palpó adolorida el puente de la nariz, algo amoratado.

—Es innegable que tienes fuerza, pese a tu apariencia.

—Vaya, ¿qué es eso de «mi apariencia»? ¿Parezco endeble? —preguntó en un tono jocoso. Vi sonrió y se encogió de hombros, mirándola.

—Eres tan dulce… eso es todo.

—Y tu nariz no opina igual, ¿verdad? —le tiró un paño mojado con agua helada. Mientras Vi se aseaba la cara y las heridas con él, volvió a mirarla de arriba abajo. Caitlyn se había quedado en una blusa blanca, ceñida a su cuerpo por el cinturón y un ajustado pantalón táctico. Tenía unas nalgas perfectas. Alta, delgada, estilizada. Le gustaba. Una cintura pequeña y un buen pecho. Caitlyn parecía estar ahora distraída con unas anotaciones hechas en varias libreta y folios, anotaciones desperdigadas que parecían llevar ahí mucho más tiempo que Caitlyn en su puesto como sheriff. Vi se esforzó en no prestar atención al contenido de aquella investigación. Veía en la lejanía fotos pegadas en la libreta y una de ellas era de su hermana. No quería saber nada de lo que pretendían hacer con ella… al menos, no en ese momento. Pero bastó para ponerla nerviosa.

En cinco minutos, Caitlyn le dio una taza de té caliente y se sentó a su lado en el sofá. Vi bebió un par de sorbos y la dejó en la mesita, para no volver a tocar la taza en lo que restaba de noche.

Lo que iba a hacer era cruel. Vi sabía que era un acto egoísta y aún así, estaba dispuesta a hacerlo.

Cuando Caitlyn había dado apenas un par de sorbos a su taza, adelantó la mano y se la quitó lentamente. Vio los ojos abiertos tan claros de Caitlyn que tanto le encantaban: estaba confusa por lo que hacía. Vi suspiró y trató de desenchufar su mente de los problemas: el pensamiento egoísta era la propia Caitlyn. Caitlyn era la fórmula perfecta para abandonar los malos recuerdos, la racionalidad… pero cuando empezó a acariciarla, vio que ceñía la yema de los dedos en la libreta de investigaciones. Tocar el tema de Jinx era tabú, y ya estaba previendo que la sheriff insistiría.

—Ni se te ocurra —le dijo señalándola con el índice, dejó de acariciarla. Caitlyn bajó la vista a su informe. Finalmente lo fue dejando a un lado de la mesita y se apoyó en el respaldo.

—Esta misión no es sólo importante para Piltover, sino también para Zaun, pero no sé cómo hacértelo ver…

Vi se negaba a oír una sola palabra más. Acortó distancias sentada a su lado, y reteniendo los cien motivos por los que se le ocurría no besarla, los desobedeció e hizo pleno caso de su impulsividad. Era lo que quería hacer desde que la vio, y tenían la intimidad para hacerlo. Notó que la morena suspiraba por la impresión, pero al cabo de unos instantes, cerró los ojos y la correspondió. Ni un grito de su hermana la habría hecho despertar de un momento como aquel. Palpó sus brazos, su cuello, sus mejillas y su cintura, con caricias fuertes, aprisionándola contra sí y atrayéndola a su cuerpo. Sus bocas no llegaban a desconectarse nunca, Vi la volvía a buscar una y otra vez, casi como una necesidad que no sabía que tenía hasta que la probó. Durante uno de los besos, Caitlyn apretó las manos en los hombros ajenos, suspirando fuerte al lograr distanciarla.

—Me dijiste…

—Lo sé. Sé lo que dije.

La vigilante miró fijamente los ojos de su compañera, intentando ver a través de ellos. Vi sentía demasiadas cosas, demasiadas… si se daba demasiado tiempo en pensar, ganaría la parte racional. Pero la parte racional no se activó. No al encontrarse con esos ojos por los que tanta devoción sentía.

Caitlyn entrabrió suavemente los labios y se juntó a ella, posando la mano en su mejilla con cariño

Caitlyn entrabrió suavemente los labios y se juntó a ella, posando la mano en su mejilla con cariño. Ambos rostros se tocaron, se acariciaron, y sus bocas volvieron a unirse otra vez más. La morena emitió un suspiro, como si dejara caer una armadura mental muy pesada. Había fantaseado con volver a encontrarse con ella, con hablar con ella, pero jamás imaginó que llegarían a intimar. Vi intensificó el beso al ladear más la cabeza y empujar su lengua en la boca de la vigilante, logrando que ésta correspondiera e intentara seguir su ritmo. La inquietud empezó a adueñarse rápido de la pelirrosa. Las caricias con las que contorneaba la esbelta cintura de Cait se transformaron en apretones más cargados de territorialidad. Le dio un tirón seco al broche del cinturón y se lo arrancó del pantalón; al volver a tocarla metió la mano bajo su chaleco de uniforme y comprimió la copa del sostén. Seguía devorando su boca con necesidad, disfrutando del sabor dulce y el aroma tan adictivo que desprendía el cuerpo de la vigilante. Estaba enamorada de su olor corporal. Cuando le metió obscenamente la mano bajo el sostén, apretando uno de sus senos, empleó demasiada fuerza y la peliazul se puso rígida. Rodeó rápido la muñeca de Vi, frenándola y distanciando sus labios.

—Tranquila…

Vi abrió los ojos rápido y dio un respingo, quitando la mano de su pecho. Apenas se daba cuenta de lo que estaba haciendo. Tragó saliva despacio y se sintió avergonzada, respirando sonoramente. Bajó la mirada pero Caitlyn no la dejó: tomó con delicadeza sus dos mejillas con las manos y le alzó el rostro hacia ella, susurrándole en los labios.

—No voy a irme de tu lado. 

Vi abrió los ojos apenada, y aún más avergonzada. Dejó de ejercer presión en la cintura y retomó las caricias.

—Tú representas… aquello que siempre he querido destruir. Somos agua y ac…

—Somos Vi y Caitlyn. No empieces con eso ahora… —murmuró la otra reconfortándola, y volviendo a hacer que las puntas de sus narices se acariciaran. Cerraron los ojos sintiéndose. —Perdiste a tus padres, viviste una vida dura teniendo que cuidar a una hermana… sin casi referentes. ¿De verdad creías que siendo tan niña podías ser madura?

Vi se separó sólo unos milímetros, los justos para abrir los ojos y poder encajar aquellas palabras. No contestó, pero la sheriff prosiguió.

—Sé lo que estás pensando. Y no voy a irme a ninguna parte. Así que… —la volvió a hacer cerrar los ojos con un nuevo acercamiento, que rozó sus labios. —Deja de sentir esa tensión…

La estabilidad mental de Vi y de Jinx se habían visto truncadas a una edad demasiado prematura como para concebir sus consecuencias. La antítesis estaba en Caitlyn, sana y privilegiada desde la cuna, con el amparo de padres atentos que velaban por su seguridad, formación y bienestar. Había tenido las herramientas precisas para crecer sin taras emocionales, con la convicción y fuerza de su madre y la bondad y empatía de su padre. Sabía reconocer en Vi el dolor de sus carencias. Entendía lo que hacía por su hermana aunque no lo compartiera. Por eso cuando le dijo aquello, fue un tiro certero. Vi se quedó encandilada, mirándola como si se tratase de una especie de heroína en el lugar equivocado. Cerró los ojos al sentir la suave caricia del índice ajeno recorrerla en la mejilla, hasta que el calor inconfundible de su cercanía la hizo sonreír más. Caitlyn estaba más pegada a ella.

Al cabo de unos minutos, la temperatura de la habitación se había vuelto doblemente cálida. La chimenea apenas llegaba a alumbrarlas, pero sí lo suficiente para ambas, acostumbradas a la negrura. No habían parado de besarse ni cuando se desvestían. Al final, Vi no aguantó la necesidad de darle placer a Cait, sobre todo al sentirla más inocente en ese terreno. Vi jamás había caído enamorada de nadie, pero la lascivia era grande en la prisión Stillwater, había perdido la virginidad bastante joven.

—Seguro que eres igual de dulce en todas las partes de tu cuerpo…

Un rubor cruzó de inmediato las mejillas de Caitlyn, que se limitó a sonreír sin responder.

—Te probaré de todos modos, para asegurarme… ¿te parece bien? —continuó, divertida al verla muda. Caitlyn suspiró en media sonrisa, aunque se llevó una impresión cuando la pelirrosa se tumbó en la alfombra bocarriba y la atrajo hacia ella de dos tirones simples, posicionándola sentada sobre su cara.

—Espera, Vi…

—¿Te da vergüenza…? —preguntó arqueando las cejas, aunque la sorisa se le fue borrando lentamente, al mismo tiempo que sus ojos chocaban lascivos contra los de su pareja. Perdido ya el efecto del chiste, emergió la lengua de sus labios y lamió la intimidad de la morena de arriba abajo, despacio, cerrando los ojos con toda su concentración puesta en su placer. La sujetaba de las piernas, los largos y suaves muslos de la vigilante, acariciándolos. Enterró la nariz y la boca en su entrepierna con ganas, lamiéndola despacio y en círculos. No tardó en oír el primer suspiro quebrado de Caitlyn, seguido de su piel erizada. Al no tener donde agarrarse, la peliazul puso las palmas de las manos en la pared, pero su mirada se centró abajo, en la expresión excitada de Vi mientras la devoraba gustosamente. No veía bien su boca, pero de vez en cuando, sí que apreciaba el baile suave de su lengua en su intimidad, acomodándola en una posición u otra para acariciar todos sus pliegues. Un suspiro más sonoro y agudo brotó de su garganta y eso la excitó a la luchadora mucho más, sabiendo que era ella quien se lo provocaba.

—Te tiemblan las piernas —susurró, relamiéndose y observándola desde abajo. La otra la miró con la expresión acalorada, sin responder. Vi apartó con cuidado una de las piernas y se irguió sobre sus rodillas imitándola. A Cait sólo le salía en ese momento seguirla con la mirada, y cuando pasó por su lado trató de alcanzarla y besarla, pero Vi rio con cierta maldad y le atrapó las dos muñecas. Besó uno de sus nudillos y enseguida la sostuvo de la cadera hasta dejarla a ella bocarriba. Se recostó sobre ella y empezó a besar su cuello, mordiéndolo sin fuerza, lamiéndolo. Sintió los pezones de Caitlyn endurecerse contra los de ella, y ese contacto fue tan excitante que Vi paró de moverse y suspiró fuerte, respirando en su cuello.

—Bésame —musitó la de pelo azul, ascendiendo una mano por la corta cabellera rosa de su compañera, masajeando cariñosamente la cabeza con los dedos. Vi la besó unos segundos, pero su cuerpo estaba ardiendo. Quería acoplarse por entero a ella como fuera, y aunque lucharía contra el instinto impulsivo y animal que sabía que tenía, su mente había viajado por libre hacía bastante. Se separó de su boca de repente para chupar dos dedos y bajó la mano a las piernas de Caitlyn, separándoselas para colocarse entre ellas y colocar también su mano. La penetró lo más suave que pudo, especialmente al principio con un dedo, pero no tardó ni siquiera un minuto en penetrarla con tres dedos, respirando con dificultad. Caitlyn gimió con los labios cerrados, dejando de besarla en ese instante. Acompañó la penetración con el rotar delicado sobre el clítoris, con el dedo pulgar, y usó la boca para acabarcar por entero uno de sus pechos, succionando y masajeando con la lengua sobre el pezón. Las manos de Caitlyn se apretaban ahora contra la fuerte espalda de la pelirrosa, sus músculos más fortalecidos que los suyos, recorriendo sus tatuajes y su nuca. Vi era preciosa, un rostro angelical, pero desde esa nueva perspectiva descubría que no era ninguna santa. De pronto Vi sintió un breve escalofrío en el cuerpo de la otra y abrió los ojos, sin dejar de lamer el pezón.

—Ah… de-deja que yo también…

—Cupcake, cállate… deja que ese sentimiento siga, no pienses en mí ahora…

Sintió un nuevo temblor, que le contrajo una de las rodillas. Vi dejó su pecho y se deslizó rápido hacia abajo al sentir los chasquidos vaginales, por la lubricación que sus dedos le empezaban a provocar. Se iba a correr, lo presentía. La oyó ahogar un gemido.

—¿Te gusta, bombón…? —preguntó con malicia, sonriendo sin parar de masturbarla. Caitlyn arqueó la espalda y agitó la cabeza hacia un lado, empezando a jadear más seguido y mucho más agudo. Vi inspiró hondo y dejó de sonreír ante la enorme excitación que le produjo escucharla así, oírla correrse, notaba las contracciones de sus paredes vaginales contra sus dedos, le apretaban con fuerza. Fue testigo de cómo sus pequeños pezones rosados volvían a erizarse en esos segundos, mientras su abdomen se contraía por el placer. A Caitlyn le sudaba el cuello y detuvo los gemidos con las cejas fruncidas, respirando cansada. Parpadeó despacio, como volviendo a la realidad lentamente después de haber tocado el cielo. Volvió a cabecear y miró a Vi, el pecho subía y bajaba ante la respiración aún agitada. Emitió un suspiro ronco al ver cómo Vi pasaba la lengua por toda su cavidad, despacio, llevándose gran parte de sus fluidos y tragando como si aquello fuera lo más normal del mundo. El suave raspar de la lengua en la punta del clítoris volvió a hacerla emitir un gangoso murmullo, indefensa ante la anterior oleada de placer tan fuerte. Después, Vi apoyó suavemente la barbilla sobre el bajovientre de la policía y le sonrió con picardía.

—¿Te han dicho alguna vez que pareces asiática?

Aún algo atontada por el placer, Cait bajó la mirada y sonrió.

—Eso es porque mi padre…

—Lo sé, lo sé… es raro. Tienes sus rasgos, pero te pareces mucho a tu madre. Aunque…

—¿Sí…? —arqueó una ceja, mirándola sonriente. Se sentía plena, feliz. Acarició a Vi de la mejilla.

—Dime de quién has heredado esas paletas separadas. Me vuelven loca… —movió la mano hacia sus labios, los cuales rozó con un nudillo. La otra sonrió algo intimidada. Notó una punción breve en el cuerpo, en su ser, y ahí se dio cuenta: estaba muy enamorada. Darse cuenta de eso la despistó unos segundos, miró a otro lado sin darse cuenta. Vi se mojó la mano a medida que volvía a ascender y a colocarse entre las piernas de Caitlyn, pero esta vez, se empezó a masturbar a sí misma. Se apoyó sobre ella ayudada de un codo, mirándola fijamente desde arriba, y se le aproximó hasta rozar la nariz con ella.

—Vi, deja que yo también te…

—Lo harás, tranquila. —La tranquilizó, y bajó el tono de voz. Arrastró las palabras sobre su boca. —Lo harás…

Vi deslizó la yema del índice por la nariz, y posteriormente los labios ajenos. Presionó suavemente el inferior hacia abajo y soltó, admirando en silencio el mínimo rasgo que definía su rostro. La mirara por donde la mirara, le parecía la mujer más atractiva del mundo. Cuando terminó de posicionarse sobre ella, se vio sorprendida por una técnica de reducción, nacida claramente en un contexto de entrenamiento militar. Caitlyn puso a Vi bajo su cuerpo en menos de dos segundos, aprovechando sus conocimientos de lucha de suelo. Se sentó sobre su abdomen, mirándola desde arriba y ahora fue ella quien la sujetó de las muñecas. Vi la miró entre sorprendida y encantada, con algo de chulería.

—¿Qué crees que estás haciendo, pastelito?

Caitlyn no contestó, tan sólo permaneció sonriente, y poco después, desvaneció su sonrisa al pasear los ojos por el cuerpo desnudo de Violet. Un cuerpo indudablemente femenino, algo más musculado que el suyo, pero por complexión genética. Una lucha entre las dos sería complicada por la diferencia de sus habilidades. Suspiró suavemente y se inclinó a besarla, aferrándose a sus hombros. Y sin interrumpirla, Vi cerró los ojos y se lo siguió, irguiendo unos centímetros la cabeza. Sus manos se pusieron a trabajar por el ansia en sentirla. Situó las palmas en las nalgas de la morena, pequeñas y firmes, su delgadez le gustaba. Acto seguido atrapó uno de sus muslos y le separó las piernas en el ángulo preciso, para elevar ella su propia pierna entre las ajenas y conectar bien sus dos intimidades. Caitlyn pareció notar una presión algo brusca en el clítoris súbitamente ante aquel movimiento y se separó de su boca, bajando la mirada hacia sus cuerpos.

—Perdona, bombón… si te hago daño, no tienes más que decírmelo.

Caitlyn negó despacio, se ensalivó un poco los dedos y bajó las yemas mojadas al clítoris de Vi,que reaccionó con un suspiro ronco. Clavó sus uñas en la espalda de la más alta. Al ver que aquello le otorgaba placer, Caitlyn continuó acariciándola, buscando un ritmo que la excitara. Parecía más fácil hacérselo a una misma que hacerlo a otra persona, temía que no le gustara o que se le secaranlas yemas y le empezara a hacer daño. Vi de repente abrió los ojos y le cerró la cintura con más fuerza. Incrustó su muslo con más saña entre las piernas alargadas de la vigilante y movió a placer el cuerpo de Caitlyn, sin apenas esfuerzo, logrando que sus clítoris se chocaran y luego se restregaran con intensidad. Para Caitlyn era una sensación demasiado fuerte, chocante, intensa. Para Vi, que era más rudimentaria, también, pero quería más.

—Muevete de adelante hacia atrás… eso es, cupcake…

Vi emitió un jadeo tierno, nerviosa al sentir las caderas de Caitlyn cabalgarla despacio, pero con la intensidad justa que necesitaba. Su cuerpo respondió enseguida lubricando. Estaba fascinada de haber llegado a eso con la vigilante. No quería pensarlo demasiado, porque si lo hacía, sería consciente de lo que deparaba el mañana. No quería pensar en el mañana. Sólo quería gozar de la escena increíble que tenía por delante. Caitlyn agitaba las caderas con más velocidad, pero ni por esas perdía la ternura. La pelirrosa subió las manos y se apropió de sus pechos, suspirando hondo. El roce continuo de repente cambió el placer por un claro ascenso al orgasmo y Vi contempló cómo a Caitlyn volvía a cambiarle la expresión, con todos los poros de su piel erizados. Sonrió y la agarró de las muñecas para hacerla rodar a traición, poniendo su cuerpo encima y mejorando la posición de ambos sexos. Al retomar los empujones de cadera estando encima, con una clara experiencia frente a la otra, Cait sintió un temblor y echó fuerte la cabeza hacia atrás, gimiendo. Vi aceleró el ritmo, pero no hubo necesidad de hacerlo ni diez segundos más: Caitlyn tuvo un temblor más brusco y abrió los labios, jadeando con fuerza y agudez. Tenía los pezones totalmente duros y las piernas contraídas, hasta que fue consciente de lo que pasaba y las relajó. Vi era consciente de que le acababa de provocar su segundo orgasmo, pero esta vez no se detuvo, porque el instinto animal que vivía con ella había sido activado del todo al oírla gemir con esa melodiosa voz. Vi era más callada para follar, silenciosa para mostrar su propia debilidad. Caitlyn dejó que siguiera moviéndose con esa brusquedad sobre ella, con esa necesidad, le acariciaba la espalda mientras lo hacía. De pronto empezó a ver que cerraba los ojos y se hundía contra su cuello, respirando más roncamente, y en una de las embestidas ahogó un gemido en su piel, corto, muy fugaz, que completó con un suspiro profundo. Caitlyn sintió ambas vaginas empapadas, frente a frente, la de Vi palpitaba. Sus cuerpos estaban enteramente pegados por el sudor, la alfombra mojada. La pelirrosa dio un suspiro más recobrando el aliento, y el esfuerzo físico acabó mostrándose en su rostro, que ahora respiraba fatigado. Caitlyn la miraba desde abajo fijamente, con ternura y mimo, y unió los dedos de la mano con los de la contraria, indicando la unión que sentía con ella. Vi parpadeó despacio y movió la cara hacia sus manos entrelazadas.

Al final de la noche, cayó una madrugada con una tormenta que daba miedo. Ruidosos relámpagos caían cerca del ventanal del apartamento. La chimenea seguía alumbrándolas débilmente, tumbadas sobre la alfombra, ninguna sentía frío. Caitlyn permanecía bajo el cuerpo de Vi, aunque ésta se quedó dormida muy rápido sobre su vientre. Respiraba cerca de sus costillas, y su sueño era tan profundo que se notaba desde el exterior. La vigilante la acariciaba de la mejilla sin parar, embelesada. Los truenos lahabían despertado. Una parte de ella tenía miedo. Sabía que sentía cosas por Vi, sabía que eso podía dificultar su misión. Pero jamás se imaginó la profundidad de sus sentimientos hasta que habían hecho el amor, hasta que le acarició las paletas separadas de su dentadura, o hasta que le hizo ver lo necesitada que estaba de su afecto. Caitlyn estaba enamorada, y ahora la tarea de encarcelar a Jinx se le hacía insoportablemente más pesada que antes. Miró el fuego en la chimenea, suspirando. Y seguidamente volvió a mirar a Vi, tan tierna mientras dormía. 

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