CAPÍTULO 31. Pasado y futuro
Flashback
Reunión de alfas — Mansión de Hange Zoe
—Pues sí que ha sido corta la reunión… ¿o es que hoy se empezaba por el postre? —preguntó Reiner, aguantándose la risa al ver cómo Hange sudaba la gota gorda mientras se follaba a uno de sus betas masculinos por el ano. Reiner extrajo de su paquete de tabaco un cigarrillo con los dientes, había allí bastante ruido, la música estaba a toda pastilla. Cuando dirigió la mirada a Ymir vio que estaba apoyada sobre su mano, medio recostada en su asiento. Ni siquiera se había levantado al ver a todo el mundo disfrutando del sexo, la música y la comida.
—Morocha. Qué te pasa a ti. Tienes cara de perro angustiado.
Ymir levantó las cejas y miró a Reiner, casi como si se acabara de dar cuenta de que estaba ahí al lado.
—No, nada.
—Es verdad que está extraña. Se me hace raro verla sin follarse a un beta de por aquí, hay varios libres —dijo Erwin riendo, aceptando un cigarro que le ofrecía el otro rubio. —¿Qué pasa Ymir?
—Nada, nada.
—Déjala, no quiere hablar —murmuró Reiner, expulsando una calada.
—Enhorabuena, por cierto. Me enteré ayer de lo de tu beta rubita e inocente. Parece que es un buen recipiente.
«Recipiente».
Ymir subió la mirada a Erwin y carraspeó, obligándose a sonreír.
—Gracias. Y sí, supongo. Pronto tocará ver qué tal está ahí dentro ese niño.
—¿Ha notado ya si se acerca un futuro alfa? —cuestionó Erwin.
—Aún no me ha dicho nada.
Nunca me dice nada, pensó automáticamente.
—¿Por qué tanto secretismo? Más de tres meses embarazada… ¿no tuvo síntomas?
No lo supe con certeza hasta que me lo dijo. Nunca me dice nada.
—De momento parece un embarazo tranquilo.
—Qué suerte —asintió Erwin. Dio una larga calada a la par que Reiner y expulsó después el humo despacio. —Si no tiene síntomas, es un alfa. Con tu genética no me extrañaría.
—Pero Haaaaaaaaaange, qué has hecho… se suponía que tenías que correrte dentro de una de tus chicas. —Hange cayó al suelo adormecida de placer, y Reiner se partía de risa al verla. Erwin miró de reojo al beta que se había llevado toda la corrida y expulsó el humo lentamente.
—No me ha dado tiempo… oye, Ymir, ¿qué haces vestida? Qué raro verte así —dijo Zoe rodando hasta quedar bocabajo. La miró con las cejas levantadas, y sonrió. —¿Quieres coderoína?
—No —negó y se irguió pesadamente. —Tengo que irme.
—¿Tan pronto? —preguntó Erwin. Ymir asintió sin más. Reiner se imaginaba lo que podía estar pasando dada las últimas palabras que tuvieron con el tema de Historia. Los otros dos no se imaginaban nada, e Ymir prefería que así siguiera siendo.
Sabía que seguía dándole vueltas a lo de seguir ostentando un título como alfa. Si Ymir caía, la jerarquía temblaría. Y eso tendría demasiadas repercusiones.
Ymir se pasó el camino de vuelta dándole a la cabeza sin parar. ¿Alguna vez le había importado ser buena o mala persona? Quizá no. Lo más probable es que le importara ser traicionada y respetada, o temida para lograr las dos anteriores. Si se paraba a pensar qué demonios hubiera sido de ella siendo una beta en lugar de una alfa, probablemente y con el carácter que se gastaba desde que era una niña, habría recibido palos sin parar.
Fin de flashback
Panadería
Petra sintió el deber de entrar a esa panadería, atraída por algo interno. Cuando entró, supo reconocerla al primer segundo. Su cuerpo se tensó de arriba abajo. La alta y estilizada figura de su antigua alfa estaba allí, de espaldas a ella, frente al mostrador. El resto de clientes y sus conversaciones banales hacían que Ymir no prestara atención al ruido de la puerta abriéndose. Petra suspiró…
Es demasiado… fuerte… demasiado…
El cuerpo la quería. No daba tregua, enseguida supo que entre sus piernas había humedad. Trató de no abalanzarse ni acercársele, con mucho esfuerzo. Se daba asco a sí misma por sentir lo que sentía.
—Ymir, compra ese de ahí. Te digo que es el que más le gusta a Historia —dijo un rubio a su lado. Cuando Petra prestó atención al sujeto, se dio cuenta de que era Nikolo. Parecían estar comprando pan y dulces para Historia, cómo no.
—Tiene un hijo precioso, señorita.
Petra dio un respingo al oír eso de la repostera, y dirigió la mirada como un rayo al brazo izquierdo de Ymir, que sostenía el pequeño y regordete cuerpo de un bebé de unos cinco meses. El pelo rubio claro, la piel dorada, unos ojos enormes y de color miel. Ymir se sonrojó y miró también a su hijo, que se dedicaba a succionar un chupete con insistencia.
—Gracias —dijo seria a pesar de su rubor, aún muy desacostumbrada a los piropos. El crío pareció moverse incómodo en su brazo y balbucear, al borde del sollozo con un claro atisbo de rabieta.
—Tiene hambre. Ya lleva un rato así —murmuró Ymir. Historia solía atenderlo enseguida, Ymir sin embargo, dejaba que se quejara, creía que atender al bebé a la mínima que hacía ruidos de descontento era malcriarlo.
Qué bien le sienta el bebé… ese bebé… te lo podría haber dado yo, Ymir… si no hubieras acabado con él y conmigo a patadas. ¿Me habrías venido a comprar dulces después?
Pero cuando Petra sintió que se le partía el corazón fue cuando el niño soltó el chupete y lloró mucho más alto, haciendo que la panadería entera se girara a verles. Nikolo se apresuró a pagar y a tomar las bolsas y la chica sonrió y sujetó al bebé con las dos manos, elevándolo frente a ella.
—¿Con que esas tenemos? —mordió sin fuerza su tripita, abriendo y cerrando para provocarle cosquillas, a lo que el niño empezó a dejar de llorar y su sonrisa sin dientes se amplió, tocándole la cara a Ymir. Se retorcía de risa cuando Ymir volvió a hacerlo, a carcajada limpia. La pecosa se contagió y al final le miró desde abajo, sonriendo con ternura.
Encima… el niño es precioso…
Petra cerró los puños, sentía ganas de llorar. Y eso que llevaba sin verla muchísimo tiempo. Era débil. Los humanos eran débiles, esa era una maldita realidad. Tendría que mudarse de ciudad si pretendía curarse de las secuelas que dejaba la conexión, o jamás podría hacerlo. Aquello era una auténtica tortura medieval.
Cuando fueron a salir, sintió un empujón e Ymir se giró veloz como una bala, al ver que había empujado sin querer a una chica pelirroja.
—Lo siento. ¿Te encuentras bien? —la morena cargó a su hijo en el brazo derecho y se acercó a la muchacha, pero cuando ésta le devolvió la mirada tanto ella como Nikolo se quedaron estupefactos.
—Ho… hola, Ymir. Tranquila, no pasa nada.
—Petra —sonrió un poco, sintió una especie de alegría, mezclada con vergüenza. Nunca le contó a Historia que había pasado la noche con Petra poco antes de retomar la relación con ella. Después de un silencio algo tenso, Ymir sonrió de nuevo y miró a Marcos—. Te presento a mi hijo.
—Lo he visto. Es muy guapo, Ymir… va a ser un rompecorazones. Seguro. —Le dijo dulcemente, inclinándose a verle de cerca. El niño se aferraba al hombro de Ymir con la cabeza, estudiando a la desconocida con sus rasgados ojos marrones.
—¿Cómo estás? ¿Te va bien la vida?
Aceptable, hasta que te he tenido que encontrar de nuevo.
—S…sí. Sí, estoy bien, supongo que sí. ¿Y tú? Genial, ¿verdad? Por lo que veo…
—Sí. —Asintió, con una sonrisa sincera. —No te puedo mentir.
—Se te nota. No… no pareces la misma.
—No, no lo soy.
Ymir acarició la cabeza del niño y después volvió su mirada a Petra. Sí que parecía distinta, ella también. De repente la idea oscura de que la chica pudiera estar sufriendo mientras mantenían esa conversación, se le hizo pesada. Ymir tragó saliva y carraspeó.
—Bueno, vámonos, campeón. —Murmuró la morena. Vio que el coche que conducía Nikolo ya estaba frente a ellas. —Petra, ¿quieres que te acerquemos a tu casa?
—No. Si quieres seguir llevándote con Historia, mejor que no. —Dijo de repente en un tono helado, que hizo a Ymir prestarle más atención. Se la quedó mirando y entreabrió los labios, confundida. —Perdona. —Se apresuró a decir la pelirroja, forzando una sonrisa. —No pretendía ser grosera.
—Quiero decirte algo —musitó la pecosa, con la mirada puesta en Nikolo. Le hizo un gesto para que esperara. Petra sintió que el corazón le iba más rápido al oírle.
—¿Algo…? ¿Tenemos algo de lo que hablar, acaso?
—Yo creo que sí. O al menos, yo sí tengo algo que decirte.
Petra suspiró rápido y miró hacia otro lado.
—Bueno, dime rápido.
Ymir comprimió lentamente sus labios e inspiró aire de manera silenciosa.
—Siento mucho todo lo que te hice, lo que os hice a todas, y sé que no es suficiente con una disculpa. Estoy a disposición de lo que necesites. Ya sabes, cualquier cosa. Dinero, contactos, un desperfecto en casa… tengo a unos fontaneros a mano que arreglan cualquier cosa —bromeó, sonriente.
—Es cierto. No es suficiente.
La sonrisa se borró del rostro de la morena.
—Cla… claro que no. Sé que no es suficiente.
Titubeó un poco. El no estar acostumbrada a deber nada a nadie, y más cuando era alguien diferente a Historia, la descolocaba. Era una persona demasiado fría y cerrada que siempre lo había tenido todo, y ahora se veía pidiendo perdón por sus arranques del pasado.
—Lo… siento. Mucho. De verdad.
—¿Sabes lo que siento yo?
Ymir parpadeó, mirándola atenta. Petra prosiguió.
—Que aquella última noche no me dejaras embarazada a mí.
La morena entreabrió los labios, algo impactada.
—Petra…
—Lo lamento en todo mi ser. Porque verte así, transformada en una buena persona y siendo tan cariñosa con tu… bebé… debí imaginar que la respuesta a mis plegarias era darte hijos. Porque Historia y yo somos muy parecidas.
Era cierto. Ymir recordaba el carácter tempestivo de Petra cuando fue, en su momento, la última incorporación de la mansión. Ingobernable, con un espíritu y voluntad de hierro. Ymir llegó a perder tanto la paciencia, que la doblegó a base de torturas y vejaciones de todo tipo. Las violaciones habían llegado a carecer de sentido en su cuerpo, para irrumpir en la estabilidad de su mente. Sólo entonces, cuando perdió el último retazo de amor propio que le quedaba, empezó a obsesionarse con Ymir y con lo que la rodeaba. La conexión se hizo tan fuerte hacia ella que había pensado en suicidarse muchas veces tras su alejamiento. Pero no había modo, porque en una parte de ella, seguía creyendo tener algun remota posibilidad para volver a atraerla hacia su lado.
—Conocerás a alguien que valga más la pena, que te abra las puertas a… bueno, a cosas más bonitas que yo no fui capaz de enseñarte.
—¿Crees que no lo he intentado? —preguntó, volviendo a hacer que Ymir se quedara sin respuestas. —¿Crees que no he conocido a otras mujeres? Todas son… aburridas y simplonas a tu lado. La única vez que tuve un orgasmo con alguna de ellas, fue porque no paraba de pensar en cómo me lo hacías aquella noche… con tanto amor, pero con tanta fuerza. Sólo de acordarme…
Ymir sintió que se ruborizaba, pero también se sentía muy incómoda. Miró a su bebé y lo pegó contra ella, inspirando hondo.
—Deja de decirme esas cosas. Son intimidades tuyas. Estoy con otra mujer.
Petra suspiró largamente y asintió con la cabeza, despacio.
—Claro, mejor. Mejor, tengo que guardar silencio.
—P-pero… mantengo lo que te he dicho. Si necesitas cualquier cosa, sabes que estoy para ayudar.
Para hacerme el amor, eso es lo que quiero. Deja a ese bebé en su cuna y escápate una noche conmigo… por favor… sólo una más, te lo ruego…
—M-uy bien… gra… gracias, Ymir.
Ariadna y Bastian, escondidos tras la vuelta de una esquina en un Mercedes de cristales tintados, se miraron mutuamente. Petra podía ser un as en la manga en los tribunales de alfas.
Flashback
Hacía apenas tres semanas que convivía con todos aquellos betas. Ymir apenas estaba en casa, los viajes de trabajo la tenían realmente alborotada y desaparecida, pero cuando estaba, la frecuentaba en la habitación. Sabía perfectamente que no era la única a la que frecuentaba, al igual que sabía que algo se había despertado en ella desde la primera vez que la tomó. Era raro, pero Historia no podía evitar sentir a veces la necesidad de estar con Ymir. En gran medida, la conexión había generado una buena raíz por la impresión que tuvo al verla por primera vez: imponente y feroz, dos rasgos que a Historia le parecían atractivos de por sí. Por supuesto, una mente inocente como la suya aún nosabía hasta qué límites Ymir podía llevar esas dos características, pero sí que apuntaba nociones cada vez que se veían.
El encuentro aquella tarde se produjo con cinco alfas. Historia era demasiado niña para comprender el alcance de las vejaciones que vería ese día. Ymir no la conocía demasiado, no sentía afecto por ella. Pero aun así, era la carne nueva y su atracción principal: había quedado hechizada por la belleza de Historia desde que la vio en la candidatura, y sus obligaciones como alfa no la habían dejado usarla como quería.
Los cinco amigos de Ymir que asitieron a pasar un rato en su casa acabaron follándose a los betas que traían consigo. Historia trataba con todas sus fuerzas de recordar su lugar, y por nada del mundo bajaría allí abajo. Todas las demás betas habían sido compartidas con otro alfa que no era el suyo, y ella se negaría en rotundo si eso le ocurría. Pero por mucho que no quisiese bajar, al final, un guardia la arrastró hasta la primera planta en cuanto Ymir lo solicitó.
Al tenerla delante de los amigos, riendo a carcajadas por algún chiste estúpido que alguno contó, Ymir la atrajo hacia ella y se puso en pie.
—Arrodíllate y hazme una paja con las tetas.
Historia se puso rojísima, y miró por inercia a las chicas que había a un costado, que en ese lado estaban siendo tomadas por otros alfas. Hange la miró directamente sonriendo, mientras forzaba a Wagner por detrás, atado a un mueble. La chica encogió los hombros y miró a Ymir sin moverse, muerta de la timidez. La morena alzó las ejas y soltó violentamente la botella de cerveza sobre la mesita auxiliar, donde reventó.
—¿No me has oído? ¿Necesitas un letrero con lucecitas?
—Perdón pe-pero… yo no sé hacer eso… y… aquí hay mucha gente…
Ymir le hubiera contestado, pero las palabras de indefensión de la rubia calaron en sus amigos, que rieron sin parar.
—Pero qué monada… —decía Eren, completamente en bolas, sentado en un sofá cercano. —Le da vergüenza.
—Le harás la paja a Jean —asintió divertida la pecosa, con maldad. Buscó a su amigo con la mirada mientras se acercaba a Historia, sin mirarla, y la zafaba velozmente de la camiseta. Notó que la pequeña cruzaba los brazos sobre sus pechos, apretando los labios, y bajó la mirada a ella. Sonrió irónica. —Abre los brazos o te rompo la ropa. O el brazo. Lo que me pille más de camino.
—Por… por favor…
—¿Qué has dicho?
—Por favor, yo sólo… yo sólo…
Ymir partió a carcajadas, estaba algo ebria.
—Tú sólo me obedeces, zorra.
¿Cómo puede ser tan…? Historia se mordió las mejillas por dentro, colmada de rabia, y se apretó más los brazos abrazándose a sí misma. Ymir seguía haciendo contacto visual con su amigo Jean, per pronto, recaló también en Hange.
—Esta mocosa quiere un poco de caña. ¡Hange!
La otra morena levantó la mirada del culo de Wagner y arqueó una ceja, acomodándose las gafas. Ymir señaló la cabeza de Historia.
—Me apetece follarme a este.
Ymir encogió los hombros y ladeó la cabeza, mirándola. Dejó de sonreír.
—Arrodíllate. Si te lo tengo que repetir una tercera vez, te rompo la nariz.
Historia se asustó y fue bajando lentamente, sostenida a una de las piernas de Ymir. Ni siquiera se habían dado aún un maldito y tonto beso. Historia había perdido la virginidad con ella sin darse un beso. Ymir la miró desde arriba, completamente seria.
—Tres órdenes, zorra. Sácame la polla. Quítate el sujetador y hazme una paja con las tetas. Ya.
—De… deja de llamarme así… —dijo en un tono tan tan bajo, tan miedoso, que ni la propia Ymir se dio cuenta de que le respondió.
Historia entrecerró los ojos asustada y se quedó mirando su entrepierna, sin saber ni cómo narices obedecer, jamás había hecho nada de eso. Tragó saliva. Ascendió tímidamente las manos al broche del pantalón y lo desabotonó para acceder a su miembro, pero de reojo, acabó mirando a su alrededor, había demasiada gente y muchos la miraban. Paró.
—No puedo…
—¡¡Jean!! ¡Ven un momento! Te traigo una boca virgen de mamadas.
Historia empezó a negar con la cabeza y susurró a Ymir, tirando de su pantalón.
—Por favor, yo no quiero con nadie de aquí… no firmé para esto. No me hagas hacerle eso a él, no le conozco…
—Qué aburrida eres, cállate. No estoy hablando contigo. —Musitó con solemnidad, sin mirarla. Esperaba a Jean, que parecía estar bastante ocupado comiéndoselo todo en la cocina. —¡Ven, hijo de puta! ¡Vennnnn!
Historia quería ponerse a llorar. Vio que un par de alfas llevaban rato mirándola y de pronto, sin ella misma esperárselo, sintió que la fría mano de Ymir le quitaba el sujetador.
—¡¡N-no…!! —cruzó más fuerte los brazos e intentó separarse, pero Ymir la agarró con fuerza de los pelos que nacían cerca de su nuca y la obligó a mirarla.
—Compórtate o te daré una paliza que no vas a olvidar en tu puta vida, niñata de mierda.
Historia reventó en un llanto ahí mismo, desacostumbrada a recibir maltrato alguno. Ymir entreabrió los labios, bastante sorprendida al ver semejante reacción. Esa fue la primera vez que Ymir vio llorar a Historia. Cuando vio que una lágrima discurrió por su lacrimal frunció el ceño, y refunfuñó apartándose de ella. Historia al verse sola se remangó rápido la mejilla, sintiéndose como una mierda. Un trapo. Entendió erróneamente aquello como que la había dejado en paz y se levantó volviendo a engancharse el sujetador y poniéndose la sudadera, pero su propietaria regresó muy deprisa, demasiado deprisa, y al verla vestida la agarró de la capucha, frenando su huida.
—Qué coño haces.
—Quiero ir a mi habitación. Me has hecho daño en…
Ymir le cortó la frase al volver a anclar la mano en los pelos cortos de su nuca, y la zarandeó bruscamente, haciendo que toda su cabeza reprodujera una negativa, de izquierda a derecha.
—En horizontal, ¿ves? Nooooooooo. No te vas, no… —la movió repetidas veces, haciendo sentir a su recién incorporada como una estúpida.
—Y-Ymir…
Cuando Jean se aproximó, Historia se logró soltar y corrió en otra dirección, pero su dueña la alcanzó con sólo estirar el brazo. Historia negó muy rápido.
—No, no, no , no… no quiero otra persona. ¡No quiero otra persona! ¡Hmmmmmpf! —se contorneó para tratar de librarse de su agarre, aunque Ymir se la acercó y la chocó contra ella, riendo divertida. Pegó la espalda de Historia a su cuerpo agarrándola, mientras reía e intercambiaba miradas con sus amigos.
—¿Has visto con lo que tengo que lidiar, Jean? A esta beta, en su casa, fijo que la tenían muy consentida. Seguro que su mamá le quitaba las verduras que no quería del plato y luego la hacía rezar el Padrenuestro antes de dormir… me ha salido peleona, la enana.
—Te… te… dejaré hacerme lo que quieras. Pero por favor…
—¿Lo que quiera, eh? —rio aún afectada por su propia ebriedad. Jean sonrió con malicia e Historia al verle, se pegó al oído de Ymir, para que sólo la oyera ella.
—Solo quiero hacerlo contigo, por favor, no me obligues a estar con otros.
Ymir siguió con la sonrisa ebria, y al escucharla, la miró de reojo, con esos ojos vacíos de cariño.
—Soy una mujer muy exigente.
—Acepté porque quería estar contigo… si hubiese querido estar con Jean, habría ido a su candidatura…
Ymir sintió cierta perturbación, muy breve y muy tenue, al oírle decir eso. Una beta novata que se prestaba a la bajeza que se le ocurriera, siempre y cuando sólo fuera con ella y en privado. Eso era nuevo.
—Jean, piérdete por ahí. —Dijo al cabo de unos segundos.
—¿¡Para qué coño me llamas entonces!?
Ymir se rio y continuó andando con Historia agarrándola de la capucha. La hizo andar hasta la cocina, cerca del jolgorio, y la pegó a una viga para evitar que los demás tuviesen un contacto visual directo, que era lo que a su beta le daba tanta vergüenza. La aferró con fuerza y se chocó contra su cuello, besándolo con insistencia mientras se abría los pantalones.
—Estamos muy cerca… vamos… a otro lado… —dijo como pudo, Ymir se separó unos centímetros y bufó, metiéndola en una salita de estar distinta, más pequeña. Echó el pestillo.
—Esto no va a ser siempre así. Hoy me has pillado de buenas. Pero cualquier otro día, te tocará chupármela en público si es lo que me apetece, ¿entiendes? —le susurró al oído, Historia prefería no pensarlo.
Apenas dos minutos más tarde, Ymir la empalaba con fuerza, arrancándole fuertes gemidos de la garganta sin poder evitarlo. La sostenía en peso con la espalda pegada a la pared, y se desquitó con ella todo lo que quiso. La rubia trataba de acariciarla en la cara, pero Ymir no parecía reaccionar a ese tipo de cariño. La tercera vez que intentó besarla en la boca la morena la soltó de las piernas y la giró. Historia aún le costaba acostumbrarse a la postura que tanto gustaba a Ymir, además, huelga decir que carecía de gentilezas a la hora de precuparse por su excitación. Historia aún no conocía ningún lado bueno de Ymir. Pero no quería acabar como Sasha, eso lo tenía clarísimo. Al cabo de pocos minutos (mucho menos de lo que esperaba estar allí con ella), sintió que su alfa daba un gruñido y que de repente se la sacó. Notó que empezaba a salpicarla en un muslo y en la espalda, entre suspiros contenidos. Historia inspiró hondo, sintiendo por fin un poco de paz. No estaba conectando con Ymir, y apenas la veía. Cuando la veía, esto era lo más que obtenía con ella: que se le corriera encima y que la humillara. No dijo nada, no se giró, permaneció pegada a la pared mirándola de reojo, pero sin moverse. Captó por el rabillo del ojo que la otra se volvía a subir los vaqueros.
Ninguna palabra más hubo entre ambas. Cuando Ymir terminó de ponerse la ropa Historia se agachó a por su ropa interior, pero a la mínima que se movió la otra la volvió a pegar desnuda a la pared, y se alejó un par de pasos para sacar el móvil.
—Qué haces…
—No te importa —susurró con una sonrisa, fotografiando las zonas donde se le había corrido. Historia la miró a los ojos y desvió enseguida la mirada, cuando Ymir también la miró.
—¿Puedo vestirme?
Ymir no respondió. Seguía sonriendo mientras miraba sus fotos y luego abrió la puerta de la salita para irse.
—Ymir, ¡espera!
La alfa paró, guardándose el móvil. Historia se puso las bragas y el sujetador por el camino, y cuando se encontró en el pasillo, se pegó un poco a ella. Muerta de la vergüenza, le acarició un costado y se puso de puntillas para llegarle a la boca, pero por más que se estiró, Ymir se quedó totlmente recta, mirándola seria y sin inclinarse. Historia no le llegaba a los labios. Enseguida paró de intentarlo, tragando saliva.
—Buscaba un beso…
—Ya sé lo que buscabas. Si besas igual de mal que lo que follas, me quedaré dormida.
Historia parpadeó dolida y apartó despacio los brazos de ella. No tenía corazón, era inútil buscar acercarse a ella. De pronto, Ymir tomó impulso y le dio un empujón tan violento, que el impacto hizo que Historia despertara bruscamente.
Fin de flashback
Sudando y temblorosa, Historia se irguió en la cama en un movimiento brusco, acelerada por la pesadilla que acababa de tener, que era otro recuerdo de tantos. Controló poco a poco sus respiraciones y se tocó el cuello. La vez que Ymir la empujó de aquel modo le había hecho daño en las cervicales. Al mirar hacia un costado, sonrió poco a poco. Ymir dormía profundamente, con una mano reposada en el pecho de Marcos, que a veces dormía entre las dos en la cama. Respiró largamente, espantando los malos sueños. Rezaba porque se fueran del todo, porque pese a que eran dolorosos, ya no formaban parte de ninguna realidad actual. Eran residuos de un pasado sufridor.
Respiró una última vez y se volvió a acostar, cuidando de no despertar a ninguno. Tocó a su hijo del rostro lentamente y curvó más su sonrisa, con ternura.
Pocos días después
En el baño, Ymir dejó correr el agua caliente para que se llenara la enorme bañera de la habitación. Historia se encargó de echar algunas sales en el agua, mirando cómo se generaba la espuma de colores.
—No eches tantos potingues, por favor —le pidió la morena, terminando se quitarse la ropa. —Sólo quiero un baño normal.
—Estás gruñona porque te he ganado al juego de deportes en resistencia… —juntó las manos para sacar una buena cantidad de espuma y las sopló en su dirección, hacia arriba. Varias burburjas llegaron al rostro de Ymir, que frunció el ceño y la miró con una sonrisa malvada.
—Es que no me ha ganado nadie nunca. ¿Qué broma macabra es esta?
—Quizá sería que tu mando estaba sin batería… —puso cara de circunstancias e Ymir arqueó las cejas, riendo.
—¡Qué listilla se nos ha vuelto! Y parecía tonta cuando la compré…
Historia rio. Aunque sabía que era buena haciéndole sombra en los juegos donde la resistencia era la base, entre otras cosas, porque las clases antes del parto y el propio parto le habían enseñado muchísimo. Saber mantener la respiración bajo circunstancias tan bestias como un alumbramiento era algo que Ymir no conocería.
—Sabes… he estado pensando. Me gustaría tener más hijos… así que esta recuperación tan molesta para ti se repetirá. —Le dijo Historia.
Ymir no perdió la sonrisa. Pero seguía teniendo un aura de maldad cómica. Se le acercó lentamente e Historia la miró insegura, sin saber si reír o amenazarla, pero le entró la risa. Ymir la encaró y se inclinó sobre ella.
—Parece que olvidas que para tener más… hay que intentarlo muchas veces. Mira todas las que te hice mía para un solo bebé… —murmuró divertida. Historia se ruborizó un poco, pero le chilló divertida.
—¡Tonta! Porque me dejaste embarazada muy rápido… pero no tuve casi ningún síntoma, así que nos enteramos tarde…
—Cierto.
—Métete en el agua… anda. Quiero lavarte el pelo. Cuando he visto que te lo has vuelto a cortar, casi te mato. —Ymir enarcó una ceja al oír esto último y se metió finalmente en la bañera. El agua estaba caliente y perfecta, el ambiente caldeado, tal y como se disfrutaba un buen baño.
Juntas se lavaron el cuerpo mutuamente, e Historia lavó el corto pelo de Ymir cuando ésta ya estaba completamente relajada. Le agradaba verla tan tranquila y silenciosa, además, la vio sonreír cuando le masajeaba la cabeza al enjuagarla. Al acabar, Ymir se giró un poco hacia su pequeña Historia y la sujetó repentinamente de las caderas, sentándola sobre ella. Frente a frente, la rubia meneó un poco la cabeza.
—Mira, ya no te molesta tanto que yo esté arriba…
Ymir curvó sus comisuras. Se acercó a su rostro y buscó su boca, iniciando un beso pausado. Historia notó que su corazón palpitaba más rápido. No estaba muy acostumbrada a que Ymir fuera delicada, pero últimamente no había nada que reprocharle. Al detener el beso Historia se encontró tan vulnerable que notó sus propios ojos húmedos. Ymir pareció dar un respingo al verla.
—¿Qué pasa…? ¿Por qué estás llorando…?
—Porque… a veces me sorprende lo perfecta que te has vuelto conmigo… apenas puedo creerme que hace un año eras esa horrible persona. Ya sabes… —murmuró, esperando que su franqueza tampoco le sintiera mal. Ymir estudió su mirada y al poco sonrió, apretando el cuerpo de la chica con un solo brazo. Se aproximó a sus labios.
—Prácticamente me has domado con amor. Yo tampoco sé cómo lo has conseguido.
—A veces pienso que todo esto es un sueño… del que jamás me querría despertar.
Ymir le apartó con la otra mano un mechón mojado de su cara y se apropió de su cuello, besándola allí larga y pausadamente. Historia sonrió y la acarició de la nuca. Volvió a susurrar, ahora en un tono más bajo.
—Cuando Marcos crezca un poco más, me gustaría tener otro…
—Eh, venga. Vamos a disfrutarle un poco más —dijo la otra, separándose para mirarla con la misma sonrisa.
—Quiero tener más hijos contigo, Ymir… muchos más.
—A ver, ¿muchos cuántos son? —murmuró riendo, en su cuello.
—¿En total? Unos seis estaría bien… es un número perfecto.
Ymir partió a carcajada limpia, sin responderle. Al ver que Historia se cruzaba lentamente de brazos encima de su regazo, fue haciendo un esfuerzo para dejar de reírse. Historia aprovechó un breve silencio entre todas sus risotadas para volver a intervenir.
—¡Oye! ¡Eras una alfa! ¡Se supone que siempre has querido tener hijos sin parar! De hecho, antes no te importaba ni siquiera tener varios con distintas mujeres.
—»Antes, antes, antes…» —Ymir apoyó sus largos brazos en los bordes de la bañera cuadrada. Dirigió su mirada a Historia. —Antes tenía la mente bloqueada con pensamientos muy oscuros. Pero nunca me ha hecho especial ilusión plagar la casa de niños. Era una presión para mí.
—¿Entonces… no… quieres…?
—Espera —la interrumpió. —Cuando me enteré de que estabas embarazada sentí una serie de cosas muy diferentes. Sentimientos muy fuertes y desconocidos. Sentía como si… fueras un ángel de verdad que había venido a salvarme. Marcos siempre será especial. Ahora mismo… ni siquiera me siento capaz de sentir el mismo amor por otro hijo. ¿Suena muy mal?
Historia sonrió, algo emocionada. No quería volver a llorar para no parecerle tonta, pero oírla hablar así era increíble.
—Lo sentirás. Aunque es cierto que el primero siempre es especial… porque es el primero. Pero tendremos el mismo amor para todos. ¿Tú quieres más…?
—Claro que quiero tener hijos contigo —le contestó la morena, acariciándola en el vientre, y ascendiendo la palma por uno de sus costados. —Pero es un proceso largo y costoso para ti. No tengo ninguna prisa. Y tampoco quiero tener hijos simplemente por tenerlos.
—Pues… con el ritmo con el que me reclamas… que no te extrañe conseguirlo —dijo mimosa, rodeando ahora su cuello con sus dos brazos. Rozó sus labios y bajó el tono de voz. — Y serían nuestros…
Ymir sonreír mirándola, aunque al poco, titubeó.
—Recuerda que… bueno, Marcos… con el tiempo es probable que en nuestros hijos se active una autoridad complicada de combatir. Nacer alfa te hace hacer y decir cosas y ser impulsivo… y creerte superior… tener un titán no es fácil tampoco de llevar. Tenemos que tomarnos muy bien el tiempo de criarlos. Y no hacerlo como mi padre hizo conmigo.
—No dejaré que Marcos haga daño a ninguna mujer.
—Eso dices ahora que puedes. Ahora que él es un bebé, puro, débil e inocente. Cuando cumpla los trece, quizá incluso antes… empiezan a descarrilar bastante, y con quince, su fuerza se incrementará muchísimo. Y cuando tenga 20 años y tú 37, quiero verte intentando luchar contra él. Ese bebé que hemos tenido… yo… espero que saque tu carácter. De mi linaje, nada bueno saldrá.
—No digas eso, basta Ymir.
Ymir presionó los labios, terminando por controlar su expresión facial.
—Sí, perdona. No quería preocuparte.
—Además… no todos tienen por qué ser alfa, si esa es tu presión.
—No sé si llamar a la crianza una «presión». Pero sé que se vuelven muy fuertes pasada cierta edad, sobre todo en la pubertad y luego en la veintena. Controlaré a todos mis hijos, pero si alguno sale muy rebelde, puede que haya peleas peligrosas.
—Subestimas mi capacidad de hacer entrar en razón a los alfas temibles.
Ymir sonrió, aunque sonrió con una preocupación notoria. Sabía perfectamente que el linaje Fritzel era complicado. Los alfas nacían fuertes y con mucho narcisismo. Ella podría poner en vereda a sus hijos, pero temía que alguno fuera lo suficientemente gilipollas e insensato como para atacar a Historia.
—En cuanto a lo otro… —Ymir parpadeó y la miró, suspirando. —Mi genética hace que la probabilidad de que tú tengas alfas esté por los cielos. Y si se diera el caso de tener a uno que no lo fuese, que no pudiera convertirse en titán, tenemos que protegerlo más que a los demás. Mis enemigos querrán hacer daño a la criatura más fácil de matar.
Historia tragó saliva y apartó la mirada, de repente sintiéndose mal al oírla decir algo tan fuerte. Suspiró, e Ymir la acarició.
—Perdona, no quería asustarte. Nadie le hará nada a ninguno de nuestros hijos mientras yo pueda impedirlo.
—Ojalá… fuera sólo la mitad de fuerte que tú…
—Bastante fuerte has sido en el proceso de tenerle.
Casa de Ariadna, Bastian y Bernard
Tanto Ariadna como Bastian esperarn a que su hermano menor se apeara de la mesa. Cuando terminó de comer y desapareció de su vista, hablaron entre ellos.
—El plan que me mandaste no está mal. Aún así… lo veo difícil. No es fácil llevar a un alfa a los tribunales jerárquicos. Nosotros tenemos menos caché que nuestra prima.
—Quiero llevar a declarar a Petra como último testigo de que Ymir incumple la jerarquía de los alfas, y la tambalea. Creo… que puede jugar a nuestro favor.
—Ese es uno de los principales agujeros que veo en el juicio. no me fio de esa patética beta. No la veo haciendo eso, sería algo en contra de Ymir. Y ella sólo busca que la quiera.
—La haré entrar en vereda. Cuando la haga ver que no es posible ninguna relación con nuestra prima, entonces sólo querrá joderla. Si logramos demostrar ante un buen tribunal que nuestra prima tiene intenciones de tumbar la jerarquía de alfas, podemos despojarla hasta de la villa.
—Lo veo arriesgado, Ariadna… ya tenemos esta casa, sinceramente. Y tengo muchos hijos. Si sale mal, les puedo joder el futuro.
—Tus hijos… ya. —La chica miró con hastío a su hermano y tiró el tenedor al suelo, iracunda. —¿Has hablado con tu contacto, el abogaducho? ¿cuánto tiempo nos costará llevar a juicio a nuestra prima?
—Dijo que lo veía complicado. Lo bueno es que, si logramos que así sea e irrumpen en su casa haciendo daño a la chica o al niño, Ymir podría descontrolarse. Si un alfa hace daño a la policía dorada que recurren en estos juicios, se podría buscar un delito más.
—Pero esos son delitos menores para ella. Los limpia a punta de talonario.
—Pero no de cara a juicio. Los limpiará si se libra del juicio. Lo más complicado, como ya vengo diciendo, es llevarla a los tribunales y que la declaren culpable. Necesitamos pruebas concluyentes que no tenemos.
—Pf, qué asco. ¿Y cuánto tiempo tardaríamos por la vía pensada? Con el plan que tenemos.
—Dos o tres años.
—Joder.
Suspiró, como si de repente estuviera muy agotada. Después miró a su hermano.
—Será el golpe final. Si esto sale bien, nos haremos de oro.
—Tendremos que esperar esos tres años. ¿Estás dispuesta a…?
—A todo. No soporto que a pesar de haber renunciado a su título siga teniendo exactamente las mismas comodidades. No la han despojado de sus negocios, hermano. Y ha tenido un puñetero hijo alfa, que puede continuar en el futuro monopolizando el país. Tenemos que buscar la manera de quitárselo todo.
—Estás hablando de matar al crío.
Ariadna sonrió con malicia, pero pasó varios segundos en silencio.
—Creo que es el punto caliente de una cadena de amor. Si mato al niño, la humana se suicida. E Ymir se suicida también.
—Después de matarnos. Tenlo claro.
—Cállate. Tendré que pensarlo un poco mejor. Quizá… si parece un accidente…
—No lo haré —masculló Bastian, después de unos segundos. Ariadna frunció el entrecejo, muy molesta.
—¿Ahora vas a rajarte?
—No me echaré atrás con lo del juicio, pero no mataré a Marcos. Lo siento. Me da pena, ¿vale?
—Esa misma pena es la que transmites a los mierdas de tus hijos. Van a salir todos llorones y débiles. Qué pena que muriera Harold y no tú.
Harold había muerto a manos de Ymir el día que atacaron la villa, era el gemelo de Bastian. El chico la miró cabreado, pero sólo se levantó de la mesa sin cruzar más palabra.